Capítulo I

Me desperté en un frío suelo de cemento. ¿Por qué dormía en el suelo? Era posible que hubiera caído de la cama. Abrí mis ojos y me senté. Estaba en una plaza redonda en el centro de la cual había una columna muy alta y ancha. No podrían abrazarla ni diez adultos. Me puse de pie, muy asombrada miré al cielo y... ¿Estaba en una habitación muy grande? ¿Por qué veía el techo sin lámparas, pero no estaba oscuro el lugar? Me dí la vuelta y entendí por qué observaba todo claramente: detrás de mi había una pared que brillaba con fuerte luz blanca.
— ¿Qué pasa? — oí una voz a mi derecha. Solo entonces entendí que no estaba sola allí. Alguien todavía estaba durmiendo, pero muchos ya se habían despertado como yo. En la plaza había aproximadamente cincuenta personas. Noté que estabamos rodeados por diez casas de diferentes colores. Cuando quise acercarme a una de ellas para llamar a la puerta, oí una Voz sintetizada:
— ¡Bienvenidos! Sois los únicos sobrevivientes en el planeta Tierra. Ocurrió un desastre y solo vosotros podréis salvar la humanidad. Gracias a nuestro pragrama de salvac...
¿Qué? ¿Cómo que ocurrió un desastre? No me lo podía creer. Si era una broma estúpida, no tenía gracia. Más pensamientos terribles me vinieron a la cabeza y por eso me entró el pánico. Mientras pensaba frenéticamente qué hacer, la Voz fría continuó:
— Ahora estáis en un búnker construido por nuestros antepasados en el año 2050. Ya ha pasado un siglo, pero todo funciona muy bien. Por desgracia, el oxígeno y la comida son suficientes solo para siete días, pero existe otro búnker con todo lo necesario para cien años donde podrán sobrevivir unos cinco afortunados, que deberán encontrar una solución para salvar el planeta y continuar la raza humana.
La Voz acabó su discurso como si estuviera esperando nuestra reacción. Quería salir corriendo para pedir socorro, actuar en lugar de quedarme quieta.
— ¿Cómo.. cómo podremos meternos en este búnker? — preguntó el hombre, cuya voz había oído antes.
— ¡Deseaba que me preguntaran! — respondió la Voz. — Para hacerlo nosotros os dividiremos en diez equipos. Tendréis que hacer las tareas y recoger unas banderitas. El primer equipo que recoja más banderitas que los demás, se meterá en este búnker, pero ¡ojo! En el caso de que en el equipo queden las personas del mismo sexo, no podrán entrar en el búnker, por la razón de que...sin embargo, no importa. ¿Quiénes serán los afortunados?
En este momento el suelo en diez lugares cerca de la columna empezó a moverse y debajo de él se levantaron diez blancas plataformas. Cuando en la columna apareció una pantalla digital en la que se encendió la cuenta atrás de sesenta segundos, las plataformas se pusieron de los colores de las casa.
¿Qué hacer? Entendí que debíamos dividirnos en varios equipos, pero ¿qué color elegir? Entretanto, un hombre, aquel que había preguntado a la Voz, viendo en la pantalla cuarenta segundos, corrió más rápido que pudo hacia la plataforma cercana a él. Yo quería dejarme llevar por el pánico como otras personas, pero cuando la pierna del hombre tocó la plataforma naranja, él gritó muy fuerte como si fuera un animal herido y cayó en convulsiones muerto al suelo.
Todos se pararon, alguien gritaba, pero el temporizador despiadado seguía contando los segundos. No se me quitaba de la cabeza la imágen del hombre que hace un momento podía respirar y ahora no. Me dí la vuelta y de repente noté que una chica, que tapaba la boca con la mano, llevaba una pulsera luminosa de color azul la muñeca.
Subí la manga de mi sudadera y ví la misma pulsera, pero de color verde. Quedaban solo veinticinco segundos por eso corrí hacia las plataformas, encontré la de color verde y con el terrible miedo me subí a ella.
¡No pasó nada! ¡Estaba todavía viva! Al verlo, todos los demás entendieron que había que hacer y empezaron a correr, pero se empujaban tanto, que caían uno encima de otro. Levanté la cabeza para ver cuánto tiempo quedaba y... ¡o no! ¡No tenían ni un segundo más! Un rayo blanco pasó por el suelo desde la columna hacia las casas y mató a tres personas que no pudieron subir a las plataformas por falta de tiempo.
En estado de choque, me obligué a no mirar a los cadáveres, sino a las personas que estaban en nuestro equipo. Por suerte, éramos cinco personas: dos hombres de aproximadamente 20-25 años y, además de mí, dos mujeres de la misma edad.
— Ahora debéis entrar en las casas de vuestro color y no salir a la plaza hasta que os llamen, — dijo la Voz y en la pantalla empezó de nuevo una cuenta atrás de sesenta segundos. Todos obedecieron la orden para no perder la vida.

Capítulo II

Nos dirigimos hacia nuestra casa. Al abrir la puerta entramos en una pequeña habitación con una sola ventana que daba a la plaza, pero estaba tapada con un pedazo grande de cartón. A la derecha había una mesa redonda en la que se encontraba un dispositivo del hierro de la misma forma. En la pared lejana había una abertura sin la puerta que llavaba al pasillo. Además cerca de la abertura había una pequeña cocina. A la izquierda había un banco largo en el cual estaban cinco mochilas verdes con diferentes palabras: serpiente, peligro, código, mente y ciencia.
— ¿Por qué me parece que las mochilas o lo que está dentro nos amenaza? — dijo la chica con aspecto asiático. Ella tenía el pelo rojo teñido.
— Me parece que después del espectáculo montado en la plaza, ellos nos dejarán en paz hasta mañana — le contesté.
— Entonces, somos cinco y tenemos cinco mochilas. Si nadie está en contra, tomaré una con la palabra “peligro” — dijo uno de los dos chicos que era el más alto de todos nosotros. Él tenía el pelo corto negro y los ojos azules. El chico abrió su mochila y encontró armas, comida, agua y ropa de color verde.
Así todos eligieron una mochila y comenzaron a comer. En mi mochila estaba escrito “mente” y dentro yo encontré un libro en lugar de unas armas. Ya me tranquilicé y para romper el hielo pregunté:
— ¿Y cómo os llamáis? Me llamo... — y en este momento entendí que no recordaba mi nombre. El pánico de nuevo comenzó a apoderarse de mí. ¿Por qué no recordaba nada? ¿Qué…?
Mis pensamientos interrumpió la voz irritada del chico que tenía la mochila con la palabra “código”:
— ¿Dónde estabas cuando la Voz sintetizada explicó nuestra situación? Ni yo, ni tú, ni nadie más recuerda su nombre, su familia y su casa. La Voz también dijo que todo era el resultado del desastre, pero con el tiempo nuestros recuerdos regresarán.
Entetanto recordé que estaba tan atónita que no escuché la Voz aproximadamente dos o tres minutos. ¿Era posible que no escuchara algo más importante o no?
— Tengo una idea, — dijo la tercera chica rubia. — Si no recordamos nuestros nombres, podemos llamarnos con las palabras escritas en las mochilas. Por suerte, los géneros de las palabras se ajustan a nuestro sexo.
— ¡Buena idea, Ciencia! — exclamó Peligro para que nadie tuviera tiempo de protestar. Según mi punto de vista le gustaba su palabra por eso aceptó la idea. Código quería protestar, pero Peligro lo miró con una mirada tan fría, que él cambío de opinión.
Esta situación me hizo pensar por qué las personas siempre estaban dispuestas a renunciar sus creencias si a alguien no le gustaban. ¿Y si no has expresado tu punto de vista, cómo podrás estar seguro que no le gustará a tu interlocutor? En la plaza murieron cuatro personas. Sus vidas se truncaron rápidamente y eso podía pasar con nosotros. Eramos el único equipo con todos los miembros. Y por esta razón era importante que dijéramos todo lo que queríamos. Nunca sabemos que pasara más tarde y cuándo nos iremos al otro mundo.
Al terminar nuestra pequeña merienda, fuimos al pasillo que conducía a tres habitaciones. La primera era la más grande de todas, pero allí se encontraban solo tres camas sin otros muebles. La segunda habitación estaba cerrada. Código y Peligro intentaron romper la puerta, pero no tuvieron éxito. Solo pudieron romper un pequeño trozo y así, metiendo la cabeza, vieron que detrás de la puerta había una caja de hierro de tamaño de un humano que impedía entrar dentro. Además en la habitación había muchas cajas parecidas, pero de diferentes tamaños. ¿Qué se encontaba dentro de ellas? Claro que no podíamos saberlo y por esta razón dejamos el cuarto dirigiéndonos hacia la tercera habitación. Era igual que la primera, pero con dos camas.
Cuando terminamos la exploración de la casa y íbamos a dormir, oímos la Voz en la cocina:
— ¡Atención! ¡Atención!
Se nos puso la piel de gallina, así que corrimos a la habitación de donde venía el sonido. Entramos en la cocina y vimos sobre aquel extraño dispositivo redondo de hierro un espectograma holográfico.
— Esta noche a las doce será su primera prueba. Cinco minutos antes debéis estar en la plaza con el uniforme que está en vuestras mochilas sin llegar tarde. Los objetos que se encuentran en las mochilas también podéis llevarlas con vosotros. ¿Quiénes serán los afortunados?
Al decir estas palabras en lugar del espectograma apareció un holograma del reloj. Quedaban solo cuatro horas. El miedo vino en oleadas, haciendo que el corazón se congelara y luego latiera a una velocidad vertiginosa.
— Vosotros como queráis, pero yo me voy a dormir — dijo Peligro abandonando la cocina.
— Nosotras también — dijo el coro de Serpiente y Ciencia. Pues, no quería estar sola con Código y por eso me fuí con ellas.
— Entonces, vigilaré el tiempo. De todos modos, ahora por los nervios no me dormiré. Y así al menos no nos matarán por llegar tarde — escuché las palabras de Código antes de cerrar la puerta del dormitorio de las mujeres.

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