Capítulo Nueve

Lily miró el reloj.

Las siete y media de la mañana.

Intentó no imaginar lo que podría estar haciendo en aquellos momentos si una hora atrás no se hubiera muerto de miedo al mirarse en los ojos de Logan.

Madre mía, qué cómoda se había sentido tumbada a su lado en la cama, abrazada a su cuerpo.

Precisamente por eso había decidido levantarse e irse.

Lo que necesitaba en aquellos momentos era aclarar la mente y solamente había una forma de conseguirlo.

Esquiando.

Lily se dirigió al vestuario y allí, para su sorpresa, se encontró con Logan. Al verla aparecer, fue hacia ella, la tomó entre sus brazos y la besó.

A pesar de que se habían pasado toda la noche besándose, tocándose y acariciándose, aquel simple beso hizo que Lily se excitara sobremanera.

– ¿Vas a salir?

Lily asintió.

– ¿Quieres que te acompañe?

– De acuerdo.

– Pareces sorprendida. ¿Acaso creías que no iba a querer verte?

– Bueno, yo creía que habrías tenido suficiente.

«Suficiente con haber estado desnudos toda la noche en la cama, suficiente con haberme vuelto loca con los dedos, con la lengua y con los dientes».

– A lo mejor, Lily, yo soy diferente.

– ¿Lo eres?

– ¿Te da miedo?

– A mí, nada me da miedo. Ya te lo he dicho.

– Qué mentirosa eres -sonrió Logan besándola de nuevo-. Por cómo me miras, parece que prefieres que volvamos a la cama en lugar de salir a esquiar -comentó a continuación muy seguro de sí mismo.

– De eso, nada. Prefiero esquiar.

– ¿Seguro?

«No».

– Por supuesto -contestó Lily tomando sus esquís y saliendo del vestuario sin mirar atrás para ver si la seguía.

Sentía los pezones endurecidos y la entrepierna húmeda, lo que demostraba que, efectivamente, era una mentirosa.

Tras dos horas maravillosas esquiando juntos, sonó el transmisor de Lily anunciando una emergencia. Un esquiador se había caído por un peligroso y escarpado barranco fuera de pista.

– Muy bien, ahora mismo voy.

– ¿Necesitas ayuda? -se ofreció Logan.

– Encantada -contestó Lily.

Se había levantado un fuerte viento y el helicóptero al que habían llamado para efectuar el salvamento no podía aterrizar, así que no había más remedio que bajar a buscar a la víctima.

Sin pensárselo dos veces, Lily se puso el arnés y se sujetó a las gruesas cuerdas que sus compañeros habían colocado.

En un abrir y cerrar de ojos, había desaparecido.

De repente, Logan se sintió tenso y nervioso.

– ¿Por qué ha bajado ella? -le preguntó a Chris.

– Porque así lo ha solicitado la víctima -contestó el compañero de Lily.

Aquello sorprendió a Logan.

De repente, una nube de nieve lo tapó todo, haciendo imposible ver a Lily, que seguía bajando. Logan tuvo que esperar a que la nieve se quitara para poder volver a ver con claridad. En cuanto la nieve desapareció, tanto Logan como Chris corrieron hacia el precipicio y se asomaron.

Lily estaba bien.

Logan había participado en salvamentos tan peligrosos como aquél en incontables ocasiones y siempre había mantenido la tranquilidad, pero ahora le estaba resultando de lo más difícil no perder la serenidad.

Ver a Lily colgando de una cuerda con el viento azotándola como si fuera una muñeca de trapo era insoportable.

De nuevo, el viento levantó remolinos de nieve. Logan no se veía ni las manos. Con aquellas condiciones climáticas, el rescate se estaba haciendo cada vez más difícil.

No veían a la víctima.

No veían a Lily.

A Logan, un hombre normalmente paciente, los treinta segundos que debieron de pasar hasta que la nieve volvió a asentarse de nuevo sobre el suelo se le hicieron una eternidad.

Al asomarse de nuevo al precipicio, vieron a Lily.

No se movía.

Chris gritó su nombre. Al instante, Lily levantó la cabeza, se limpió las gafas de ventisca y saludó con la mano.

– Está bien -comentó Chris visiblemente aliviado.

Logan se apresuró a ayudar a los dos compañeros de Lily que tiraban de la cuerda que la sostenía. En otras dos ocasiones el viento arreció y tuvieron que parar el salvamento; en las dos ocasiones Lily volvió a quedar colgada de la cuerda en mitad del abismo.

Pocas veces había estado Logan a aquel lado de una operación de salvamento y no le estaba gustando en absoluto.

Al final, Lily consiguió descender junto a la víctima.

– ¿Qué tal estás? -le preguntó Chris por radio.

– Enfadada -contestó Lily-. Y alucinada de que haya bajado por él.

– Bueno, lo ha pedido, ¿no? -dijo Chris exasperado.

– Sí, pero ahora mismo le estaba diciendo precisamente que es un estúpido y al parecer está cambiando de opinión. Bajad la camilla.

– ¿De quién se trata? -quiso saber Logan mientras el equipo de rescate bajaba la camilla.

– De Pete Wheeler. Supongo que habrás oído hablar de él, ha sido medalla de oro en dos ocasiones en las Olimpiadas extremas.

– ¿Es de aquí?

– Sí, es de por aquí y también es…

– ¿Idiota?

– Bueno, eso también, pero no, lo que iba a decir es que es el amigo de Lily, se lían y lo dejan, se lían y lo dejan.

¡Eso por preguntar!

Bueno, él no iba a estar en la estación más que unos varios días más y, en cualquier caso, Lily le había dejado muy claro desde el principio que lo suyo no era nada serio.

Tras subir a Pete y prepararlo para bajarlo hacia la ambulancia, Logan se fijó en que Lily se había hecho una buena herida en la mejilla y en que llevaba una muñeca apretada contra el abdomen.

– Te has dado contra las rocas, ¿verdad?

– Sí, he visto las estrellas -admitió Lily.

– ¿Y por qué no nos lo has dicho por radio para que bajáramos alguno a ayudarte?

– No pasa nada.

– Claro, a ti nunca te pasa nada.

– Exacto. ¿Se puede saber qué te pasa?

– Has puesto en peligro tu vida de manera innecesaria.

– ¿Innecesaria? Había un herido y alguien tenía que bajar por él. Suponía que, tú mejor que nadie, me iba a entender.

Lily tenía razón, pero Logan no estaba de humor.

– Ve a ponerte hielo -le indicó muy serio.

– Gracias -contestó Lily también muy seria antes de desaparecer.

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