CAPÍTULO VIII

Acostada en una hamaca, tomando el sol de la tarde, Jennifer no podía recordar otro lunes que hubiese pasado con tanta lentitud. Sin embargo, sabía muy bien por qué: Ryden no estaba en Broadhurts Hall.

Trató de prestar atención al libro que estaba leyendo, pero la concentración era imposible. Sus pensamientos siempre terminaban volviendo al hombre que le había robado el corazón. A pesar de que luchó, que estuviese herida y consciente de que él la odiaba, la falta de Ryden hacía que su vida perdiera interés.

Pensó que estaba siendo ingrata con todos que se esforzaban por que tuviese un buen día, tratando de animarla. Por la mañana temprano, se había reunido con la Sra. Stow, que había venido a traerle el té. Inmediatamente sintió un vacío en el corazon cuando anunció lo siguiente:

– Ahora que los dos trabajadores se fueron de casa, nos podemos concentrar en usted.

Después de cambiar los vendajes y vestirse, lista para bajar a pedir disculpas a la señora de la casa por permanecer allí todavía. Pero la anfitriona ni siquiera escuchó sus explicaciones.

– Tonterías, querida. Yo misma pedí a Ryden anoche que fuese a invitarla, con el fin de reforzar la invitación que le hizo el otro día. Me encantó cuando, esta mañana, me dijo que había aceptado.

" La Sra. Kilbane no conoce los hechos," Jennifer pensó con ironía. A sus ojos, Ryden le hizo una invitación con extrema amabilidad…

No tocó el tema de nuevo cuando la anfitriona fue a reunirse con ella en el jardín. La conversación tomó otro rumbo:

– Clifton está en el garaje, tocando chismes debajo del coche creo que de alguna manera le alivia la frustración, por su parte de no poder conducir.

Jennifer entiende muy bien la actitud del Sr. Kilbane. Nada más molesto que sentirse inútil, incapaz de realizar actividades.

– Y usted no conduce? – Le preguntó a Verónica.

– Nunca conseguí ser una buena conductora. Mi esposo jura que su cabello era del color del Ryden, antes de tratar de enseñarme a conducir. Afortunadamente para la hipertensión Clifton me di por vencida.

Cómo había mucho de que hablar porque había gran afinidad entre las dos, a las seis y media todavía estaban en el conversando con entusiasmo en el jardín. En los pocos momentos que estaban en silencio, su mente vagaba y Jennifer volvía a concentrarse en Ryden. Recordó el pelo negro que su madre se refería y que no los vería antes del viernes. Pensó que debería haber regresado a su casa.

Le gustaría partir antes de su llegada, pero teniendo en cuenta que Stanton Verney estaba a algunos kilómetros de distancia, era demasiado lejos para ir caminando, sobre todo con la pierna lesionada, llegó a la conclusión de que tenía un problema difícil.

Se preguntó si el ama de llaves sabría si había alguna posibilidad de que el Sr. Kilbane le prestara el coche, cuando el sonido de alguien que se acercaba interrumpió su línea de pensamientos.

Como ella se volvió hacia la dirección desde la que venían los pasos, pensó que debía estar con alucinaciones. Vio a Ryden vestido con un traje gris con un maletín en la mano como si acabara de salir de la oficina. Esa visión le causó un shock, ya que pensaba que nunca mas lo encontraría. Las emociones se mezclaron, pero su corazón se desbordó de alegría.

Jennifer estaba tan feliz con esta repentina llegada que no se dio cuenta de la mirada que la señora Kilbane le dirigió cuando se volvió a devolverle el libro, que con el susto, había dejado caer al suelo.

Si su amable anfitriona tenía alguna duda sobre los sentimientos que su huésped tenía para su hijo mayor, y viceversa, ahora la había perdido. Se dirigió a Jennifer con una expresión traviesa en su rostro.

– Pocas veces Ryden llega a casa la noche del lunes. Creo que tiene algo que ver con el hecho de que estás aquí, ¿eh?

Jennifer estaba tan angustiada que no oyó la pregunta. Cara a cara con Ryden, después de haber pasado el día pensando en él, la hizo olvidar incluso el dolor que sintió la última vez que hablaron. Por un momento llegó a creer que la sospecha de la Sra. Kilbane tenía fundamento y cuando se paró cerca de ellas, no pudo evitar una sonrisa llena de ternura. Sus ojos verdes continuaron brillando cuando lo saludó pensando que su corazón iba a explotar, cuando la miró durante unos segundos que parecieron horas.

Antes de que Jennifer se pudiese rehacer de la conmoción y consiguiese hablar, Ryden se dirigió a su madre de una manera casual:

– ¿Dónde está Noel?

– ¿Noel? – Se Sorprendió Sra. Kilbane.

– ¿No volvió a casa?

Ella negó con un movimiento de cabeza.

– ¿Debería estar de vuelta?

– Bueno – Ryden se mostró desconcertado – es que salió de la oficina antes y el pensé…

Todo lo que hubiese imaginado, Jennifer no quería saberlo. Al escuchar esas palabras fue como si recibiera una corriente de agua fría sobre sus fantasías. La sonrisa desapareció cuando se dio cuenta de su propia ingenuidad. Era una completa por pensar que Ryden cambiando sus hábitos a causa de ella. Era por cauasa de Noel por lo que había regresado, con el único propósito de asegurarse de que su adorado hermano pequeño no volviese a caer en las garras de la que consideraba la más baja de las criaturas, cuando volvió en sí, la señora Kilbane comentó.

– Sólo nosotros cenaremos a las siete y media. ¿Quién sabe si Noel llegara?

Jennifer pensó que el momento sería propicio para dar a Ryden la impresión de que aquella sonrisa de bienvenida había sido dirigida por consideración absoluta a su madre. Ella lo miró con frialdad.

– Habida cuenta de que Noel no advirtió que venía, puede ser que tenga una reunión con cualquier persona en cualquier otro lugar. – Dijo Ryden.

La cena no fue muy agradable para Jennifer. Cada vez se hizo más difícil de disimular la decepción de constatar que Ryden, aun tomándola por otra persona, ni siquiera la había aceptado como una cuñada. Después de todo, él había tenido tiempo suficiente para conocerla y descubrir por si mismo que no pertenecía a la misma categoría de las mujeres, como los Gypsy.

Hizo su mejor sonrisa y charla durante la comida para que nadie se diera cuenta de los tiempos difíciles que pasaba. Sin embargo, una vez que la cena terminó, se sintió impotente para seguir representando, como lo había hecho la noche anterior.

Antes de que pudiera comunicar la decisión de retirarse, oyó a la dueña de la casa diciendo que ella y su marido estaban siguiendo una serie en la televisión y que, para no molestar a los demás la verían en la sala de la chimenea.

Al darse cuenta de la intención de la gentil dama, de jugar a cupido, pues era obvio que no sería tan desconsiderada como para imponerles su compañía, Jennifer estaba agradecida. Sin embargo, sabía que no iba a ser un buen intento.

Sonrió avergonzada y les deseó un buen programa. Estaba convencida que Ryden también se había dado cuenta del propósito de su madre, trató de no pasar demasiado tiempo a solas con él, esperando apenas que saliesen para levantarse.

Se dirigió a la puerta sin decir buenas noches. Pero como caminaba muy lentamente, cuando llegó a la puerta, Ryden ya la había abierto. Cojeando por delante de él y continuó hacia la escalera, al darse cuenta de que estaba siendo seguida.

Trató de hacerle morder el anzuelo:

– Mi hermano no llegó a tiempo para la cena.

– Me di cuenta.

La mirada de Ryden fue la única pista de Jennifer para entender cómo se había decepcionado con su lacónica respuesta.

– Eso significa que estás segura.

– ¿Cómo es eso?

Aunque decepcionado con la reacción pasiva de ella, Ryden dijo:

– Podría haber ido a buscar a alguien.

– Entonces, buena suerte para él. – Como sabía exactamente dónde y con quién estaba Noel, Jennifer sonrió.

Ryden estaba molesto con esta actitud indiferente, demostrada por la forma en presionaba los maxilares. Jennifer notaba que en cualquier momento se enervaría otra vez, y decidió subir a su cuarto. Sin embargo, él la sujetó por el brazo.

Viéndose obligada a detenerse, se volvió impaciente.

– Parece que no tienes suerte, ¿verdad? – Comenzó él. – El plan para ganarte al accionista mayoritario, se fue cuesta abajo… – Jennifer intentó soltarse y la mantuvo con más fuerza. – Y perdió la oportunidad de contentarse con el gerente de ventas.

Jennifer hizo lo posible para mantener la calma y respondió con cinismo:

– En ese caso, será mejor irme a casa. ¿No crees?

Al oír estas palabras, Ryden se puso furioso, la lanzó con brutalidad y se volvió. Antes de salir, sin embargo, agregó:

– No vas a ningún lugar sin mi permiso, señorita Cavendish.

En el silencio de la noche mientras todos dormían, Jennifer rodó en la cama, tratando de entender la reacción de Ryden al afirmar que ella no iría a ninguna parte sin permiso. Concluyó que no estaba muy seguro de que había perdido la oportunidad de arreglarse con Noel. De lo contrario, teniendo en cuenta que estaba visiblemente recuperada y ya no necesitaba a alguien para llevarla, ¿qué otro motivo tenía para mantenerla en Broadhurst Hall? Sólo podía ser para vigilar la relación con su hermano.

Desesperada por darse cuenta de que el odio por Ryden pronto desapareció, Jennifer decidió que necesitaba encontrar una salida de esta casa tan pronto como fuera posible. De lo contrario, aquel amor le traería aún más problemas.

Cuando, una hora y media más tarde, oyó el sonido de un coche, pensó que había encontrado la respuesta. Era Noel – dedujo. Ella le oyó entrar y subir las escaleras. Cuando pasó por la puerta del dormitorio, ya había planeado todo en su mente.

Sabía que los hermanos que saldrían temprano a la mañana siguiente y que irían a Londres. Cuando amaneció un mal día, ya estaba vestida y atenta al sonido de cada paso.

Escuchó pasar a Ryden, pero él no era a quien esperaba. Diez minutos más tarde, otra persona, de quien no reconocía los pasos con tanta facilidad, se dirigió a las escaleras. Cuando por fin llegó a la conclusión de que era Noel, salió de la habitación, pero tenía que apoyarse en la barandilla porque ya estaba casi abajo.

– Noel! – Y le susurró, al ver que el no se volvía, trató de bajar tan rápido como pudo.

Dio gracias a Dios cuando la segunda vez que lo llamó, lo vio subir a su encuentro.

Pensando que la razón de la llamada urgente era otra, comenzó a disculparse.

– Traté de estar a solas contigo el domingo, pero Ry no me dio un minuto libre. No es que él tubiera mucho que contar acerca de la conversación en la biblioteca. No me dejó que me alabara las cualidades de Gypsy y no creía que ella había hablado sin pensar en la discusión de ese día.

Jennifer, molesta, quiso explicar la verdadera razón, pero él estaba tan embalado en la narración que no se daba cuenta.

– Cómo no quería empeorar la situación aún más, insistiendo en el tema, no dije mucho, sólo le conté que todavía estaba enamorado y no des…

– Escucha a Noel, no es de lo que quiero hablar.

Por último, la atendió. Sin embargo, Jennifer se dio cuenta del aspecto abatido y concluyó que no era el único en pasar una noche de insomnio. Pensó que era egoísta y se mostró interesada en el problema del muchacho.

– ¿Cómo fue la reunión con Gypsy?

– No quieras saber, no podía haber sido peor. A pesar de que parecía contento de verme cuando nos fuimos a cenar y le pregunté… – Noel hizo una pausa para armarse de valor, se dio cuenta que Jennifer estaba inquieta. – Si empiezo a hablar, voy a estar aquí todo el día. ¿Qué es lo que querías preguntarme? Si puedes dejar de fingir que eres Gypsy?

– Sí, eso también. Antes me gustaría pedirte que me llevaras a Stanton Verney. Hablé con Ryden y se negó a llevarme.

Al enterarse de que su hermano no había permitido que se fuera, Noel llegó a la conclusión de que iba a seguir vigilándola.

– ¡Oh, Dios! Así que necesitamos continuar nuestro trato. Si sigue queriendo seguir sus pasos cuando camina también me estará vigilando. Se arruinará todo entre Gypsy y estoy seguro…

– Creo que exageras, Noel.

Hizo un movimiento de cabeza, demostrando con cansancio que no estaba seguro de nada más. Sin embargo, al ver la expresión triste de Jennifer, dejó a un lado sus propias preocupaciones.

– ¿Por eso eres tan infeliz? ¿Echas de menos tu casa?

– ¿Me llevas? – Desvió el asunto, no quería que nadie supiese la verdadera razón.

Después de comprobar mentalmente sus compromisos, Noel le propuso:

– Tengo alguna reunión urgente esta mañana, pero no puedo estar aquí a las dos. ¿Te parece bien?

Fue como si a Jennifer le quitaran un peso de encima. Una sonrisa agradecida iluminó su rostro.

– Muy bien, te espero.

– ¿Sabes que eres un amor? – Le dio un beso de despedida. – No lo digo no sólo por lo que has hecho por mí. ¿Por qué no me habré enamorado de ti en vez de enamorarme de Gypsy?

– Supongo que todavía quieres trabajar hoy. – Una voz ruda procedente de la sala cortó la alegría del momento. – Por favor date prisa.

Jennifer miró a tiempo de ver la cara de preocupación de Ryden, antes de que saliese bufando. Le oyó golpear la puerta del coche y estaba triste por ser testigo de aquella escena. Incluso dejando de lado sus propias razones, descubrió que tenía que irse pronto a casa porque su presencia en Broadhurst Hall estaba causando malentendidos entre los hermanos que siempre había estado tan unidos.

Pasó momentos terribles decidiendo cómo iba a decir a la señora Kilbane que partiría. Después de todo el amor y la atención que había recibido de la dueña de casa, era una ingrata al insistir en volver a casa.

La reacción de la Sra. Kilbane había demostrado que no sólo era una abuela dulce y cariñosa, sino también una mujer muy sabia y perspicaz. Jennifer no se extendió mucho en explicaciones, sólo le dijo que su rodilla estaba casi curada, Noel se iría a llevarla esa tarde a Stanton Verney. – Noel? – Le preguntó, perpleja. Pero a continuación, disfrazando su curiosidad, contó que su marido de vez en cuando fumaba un cigarrillo a escondidas y ella se había acostumbrado a todas las noches cuando él estaba dormido, comprobar si no había dejado ninguna colilla encendida. Pero entonces, no se resistió y agregó: – Ayer, cuando llegué a la biblioteca sin hacer ruido, sorprendí a Ryden con un vaso de whisky en la mano y un aire indignado, como si algo le atormentara el corazón.

– EI… que… – Confusa, Jennifer la miró sin saber qué decir.

– Muy bien, cariño. No hace falta explicar nada. Creo que cuando Clifton y yo estuvimos viendo la serie, tuvieron una pequeña discusión. Esto es normal.

Jennifer comenzó a sentirse peor por mentir a la señora Kilbane, al pensar de que las pocas palabras que intercambió con Ryden esa noche no pudieran considerarse como una discusión.

– Si piensas que te debes ir, no voy a tratar de convencerte de lo contrario. Pero espero verte pronto, cuando Ryden y tú hayan resuelto sus diferencias, ¿no?

Una vez que Noel llegó con el coche, Jennifer vio una caja llena de provisiones en el maletero. Verónica lo pensado había pensado en todo! Emocionada, pensó que nunca podría agradecerles lo suficiente la atención que había recibido de los padres de Ryden.

Fueron juntas al coche, la gentil dama insistió en que se quedara con su bastón. Jennifer podía leer en los ojos de la señora Kilbane que sabía su secreto, pero que no lo revelará a nadie. Con un aire sombrío, la dueña de la casa le dio un abrazo y un beso de despedida. Luego le susurró una frase llena de sentido.

– ¡Regresa tan pronto como puedas, cariño. Voy a estar esperando que todo se resuelva rápidamente.

Con la certeza de que nunca más volvería a poner pie en Broadhurst Hall, Jennifer no podía encontrar palabras para responder.

Afortunadamente, durante el viaje, como se esperaba, Noel la distrajo contándole la una cena con Gypsy. Cuando, en un momento, parecía confundido acerca de qué dirección tomar, Jennifer comenzó a explicar el camino de la casa.

– Admito que no estaba muy bien la última vez que estuve en tu casa. – Sonrió. – Pero creo que puedo recordar cómo llegar allí.

Ya en frente de la casa, el hermano de Ryden demostrado ser un perfecto caballero, llevándola adentro y poniendo los alimentos en la cocina.

– ¿Te puedo preparar un té? – Ofreció.

– No para mí, gracias. Pero si quieres…

Noel negó con la cabeza.

– Tengo que volver al trabajo.

– Estoy haciéndote peder el tiempo, ¿no?

– Es lo menos que podía hacer. – Entonces, como si recordara lo que realmente le preocupaba, le comentó: – Ya sabes, Gypsy está trabajando en una exposición electrodomésticos en la ciudad, desde hoy hasta el sábado.

– ¿La vas a ver esta noche?

– Creo que sí. A veces pienso que sería mejor aprender a ser más duro como Ryden. Las mujeres hacen todo lo que quiere.

Jennifer no quería saber los casos de Ryden. Ya había pasado por malos momentos en los últimos días y no era necesario tener celos para empeorar las cosas.

– Tu y su hermano son muy diferentes, lo que funciona para uno puede no funcionar para otro, Noel.

– Sí, creo que tienes razón. Además, ni siquiera podía pasar un día sin verla. Aunque no siempre es posible. – Dio un profundo suspiro. – La próxima semana, vuelvo a Francia.

– Sr. Ducret ya está curado?

– Está mejor, no ve la hora de empezar a trabajar.

Jennifer sabía muy bien lo que se sentía al estar en la cama con un enfermo, por lo que podía entender al pobre hombre.

La conversación fue breve y, mirando su reloj, se despidió de Noel apresurado. En la puerta, la saludó con una sonrisa. – Te llamaré.

Era poco probable. Jennifer sabía como Gypsy ocupaba su mente, fuera del trabajo del, no tendría tiempo para otra cosa.

A las nueve de la noche, sintiéndose miserable por el amor no correspondido que al girar la pierna que le impedía caminar, Jennifer decidió irse a la cama. Creyó que en principio, se recuperaría de la noche anterior, pasada en el claro. Dulce ilusión. Una hora más tarde, no había podido pegar ojo.

El teléfono sonó, pero ella no respondió. No esperaba ninguna llamada telefónica y no se molestó en levantarse para responder a una equivocación. Pero el timbre siguió sonando, Jennifer decidió rendirse. Se levantó y descendió lentamente las escaleras. Mientras iba por el cuarto, continuó oyéndose el sonido rítmico, advirtiendo que quien estaba al otro lado de la línea, no se rendiría tan fácilmente.

Como siempre, cuando logró llegar al teléfono, se quedó en silencio. Así que dejó el teléfono en su sitio. Cojeando fue a la cocina y se preparó una taza de té, para no desperdiciar todos los sacrificios que hizo.

El miércoles amaneció radiante, pero Jennifer no le dio mucha importancia, porque no había ninguna diferencia para los que se vieran obligados a quedarse en casa. Tomó una ducha, pasando unos momentos dolorosos tratando de salir de la bañera. Se acordó de la facilidad con la que el Ryden la levantara aquella vez y lo que había sucedido entonces.

A medida que se cambiaba, vio que se atormentaba por nada. Terminó de vestirse y bajó las escaleras. Tampoco adelantaba nada continuando alimentando la rabia que sentía por él porque no era así como podría sacar de dentro de sí misma aquel amor.

Esta vez estaba cerca del teléfono cuando empezó a sonar el timbre. Instintivamente descolgó el teléfono y dijo el número. Se sorprendió al escuchar la voz de Ryden, por un momento pensó que el corazón se le salía por la boca. Se controló, pensando que sólo era su imaginación. No lo era.

– Supongo que estás pensando que eres muy inteligente por haberme engañado…

Jennifer tenía ni idea de lo que Ryden quería decir. Él continuó:

– Ya lo tenías todo planeado, ¿verdad? Incluso cuando te advertí que no te irías de Broadhurst Hall sin mi consentimiento.

En ese instante, se recuperó de la conmoción, empezó a entender. Había llamado porque tenía el orgullo herido! Furiosa, replicó con frialdad.

– Si sabías que yo ya lo había planeado todo desde el principio, ¿por qué te estás quejando ahora?

Ryden no respondió y se acordó de que su número no figura en la guía telefónica.

– ¿Cómo me has encontrado?

– No te interesa.

Jennifer quería cortar, pero no podía dejar de oír su voz durante unos minutos más.

– ¿Dónde estuviste anoche? – Él continuó en un tono lleno de odio y acusación. – ¡Fuera con mi hermano?

Sintió una extraña sensación de saber que era él quien había llamado por teléfono el día anterior, sin embargo, esas palabras habían provocado una vez más su instinto de defensa. Ya no estaba dispuesta a soportar tantas insinuaciones desagradables.

– ¿Qué te hizo pensar que salimos? – Recordando lo mucho que le había costado a levantarse en medio de la noche, decidió tomar venganza. – Hay ciertos momentos en la vida que la última cosa que haría sería salir de la cama, y mucho menos para contestar el teléfono…

Por unos segundos se podía oír la respiración de Ryden alterada por el odio. Cuando colgó, Jennifer colgó el teléfono en el dispositivo con calma, señalando que se trataba de manera extraña de decir adiós para siempre.

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