Diecinueve

Hawk permaneció junto al garaje mientras su hija metía el coche, embargado por una mezcla de alivio e ira. Quería abrazar a Brittany para demostrarse a sí mismo que ella estaba bien, pero después quería encerrarla en su habitación durante los próximos ciento cincuenta años. Le había dado el mayor susto de su vida.

Ella bajó del coche y caminó hacia él con una expresión de cautela, como si no estuviera segura de cómo debía comportarse, dependiendo de lo furioso que estuviera él.

– Oh, papá, me alegro mucho de verte -dijo-. Te he echado de menos, papá, muchísimo…

Así que había decidido ser la hija cariñosa. Él aceptó su abrazo, le dio unos golpecitos en la espalda y la hizo entrar en casa. Cuando estuvieron en la cocina, ella se acercó a la nevera y sacó una lata de refresco.

– Me sentía muy mal por preocuparte -dijo mientras la abría-. Debería haberte llamado antes. Raoul y yo no habíamos planeado marcharnos. Surgió de repente. Estábamos hablando, y de repente nos pusimos a hacer el equipaje… y nos marchamos sin pensar.

Brittany hizo una pausa y pestañeó.

– Fue muy inmaduro por mi parte.

– Entonces ¿la decisión de escaparos fue repentina? -preguntó Hawk.

Ella dio un sorbito a la lata.

– Sí.

– Y por casualidad, tenías un carné de identidad falso en el bolsillo.

Ella abrió unos ojos como platos.

– Eh… no. Estaba por ahí.

– Un carné de identidad falso con tu nombre y tu fotografía.

– No sé de dónde salió.

– Tú o Raoul tuvisteis que conseguirlo. Supongo que fue Raoul. Tú nunca harías algo así, ¿a que no?

Ella abrió los ojos todavía más.

– No, papá -dijo, con una sonrisa temblorosa.

– Es ilegal. La policía lo sabe. Voy a tener que avisar a Nicole de que irán a arrestarlo. Vaya. Y ahora que íbamos a entrar en las finales. Si Raoul tiene que perderse los partidos porque está en la cárcel, no vamos a ganar. Además es su último año. Si no juega, las universidades se olvidarán de él, pero se lo ha buscado. Lo ha fastidiado todo, y ahora tendrá que afrontar las consecuencias.

Brittany se desmoronó. Dejó la lata sobre la mesa e intentó abrazar a su padre.

– Papá, no. No digas eso. Raoul no puede ir a la cárcel.

– Lo siento, Brittany, pero tiene que aprender la lección.

– No. Eso no es justo…

Brittany comenzó a llorar, pero él no se ablandó. Salió de la cocina, y ella lo siguió y lo agarró del brazo.

– Fui yo -dijo entre sollozos-. Fui yo la que conseguí el carné de identidad falso. Fue idea mía, para que pudiéramos casarnos. Raoul no quería hacerlo. Él es muy bueno, papá. Te adora. Nunca haría nada que pudiera perjudicarnos a ti o a mí.

Hawk hizo todo lo posible por no recordar que Raoul se había acostado con su hija. Aunque él consideraba que eso era traspasar los límites, Raoul y Brittany no lo verían así.

– Me mentiste -dijo en voz baja.

– Lo sé. Lo sé. Lo siento muchísimo. Pensé que… Quería casarme, quería empezar mi vida con Raoul. Quería que fuéramos felices y tuviéramos una familia, como mamá y tú.

Él le pasó un brazo por los hombros a su hija y la llevó al salón. Cuando estuvo sentada en el sofá, él se sentó en la mesa de centro, frente a ella, y la tomó de la mano.

– Yo quería a tu madre más que a nada en el mundo -dijo lentamente-. Todavía me acuerdo de la primera vez que la vi. Se estaba riendo, y el sonido de su risa me atravesó. Supe que ella era la única, y que siempre estaríamos juntos, y que me casaría con ella. Ella también lo supo.

Brittany se enjugó las lágrimas.

– Como Raoul y yo.

Él pasó por alto el comentario.

– Nos conocimos y nos enamoramos. Hicimos planes. Luego ella se quedó embarazada.

– Conozco esa parte.

– No, no la conoces. Sabes lo que nosotros te contamos. Tu madre y yo temíamos que, si sabías la verdad, pensarías que no te deseábamos, que no te queríamos. No sé si fue la mejor decisión, pero fue lo que decidimos: contarte sólo lo bueno de la historia, Brittany. Pero ahora tengo que contarte más cosas.

– ¿Qué?

– Tu madre lloró todas las noches durante seis meses porque sus padres le dieron la espalda. Después de casarnos, apenas podíamos vernos. Vivíamos en mi habitación, en casa de mi madre, y los dos teníamos dos trabajos para poder ahorrar todo lo posible, porque cuando yo fuera a la Universidad de Oklahoma y comenzara a jugar al fútbol, no tendría tiempo de trabajar.

Brittany se movió en el asiento.

– Pero eso sólo fue así durante unas semanas. Después estuvisteis juntos.

– Entonces yo estaba en los entrenamientos, o en clase. Tu madre estaba sola en una ciudad ajena, en la que no conocía a nadie. Le dieron un trabajo de recepcionista, pero era la chica más joven de allí. No tenía nada en común con las demás mujeres que eran solteras, y salían de copas. Ella volvía a una casa vacía y tenía que esperar a que yo llegara. Se pasó cuatro años esperando.

– Pero me tenía a mí.

– Sí, tenía un bebé. Así que estaba sola y era responsable de una niña. No tenía amigas, nadie que fuera de visita. Su madre no le dirigió la palabra durante un año entero.

– Pero, ¿y los ex alumnos? Me dijiste que os ayudaron.

– Y lo hicieron. Nos llevaban comida, y a veces te cuidaban. Nos dieron los nombres de los mejores médicos, y a veces nos ayudaban con las facturas. Ellos hicieron que fuera posible, pero nunca fue fácil. Algunas veces, tu madre y yo discutíamos tanto que te hacíamos llorar. Hubo semanas en las que nos odiamos, y si hubiéramos tenido dinero, nos habríamos divorciado cien veces.

A Brittany se le llenaron los ojos de lágrimas.

– Papá, no.

Él le apretó la mano.

– Lo resolvimos. Nos dimos cuenta de que nos queríamos, y de que tendríamos que seguir intentándolo. Entonces, conseguí firmar un contrato para jugar en la Liga Nacional, y pudimos volver aquí. La vida se hizo más fácil. Tú empezaste a ir al colegio, y Serena y yo pudimos pasar un poco de tiempo juntos. Lo conseguimos, pero por poco.

– Pensaba que había sido distinto. Pensaba que había sido como un cuento de hadas.

– Lo sé. Tal vez yo cometí el error de hacértelo ver así.

Nicole tenía razón. Serena y él habían preparado el camino hacia aquel desastre. Prácticamente, habían ilustrado un manual sobre cómo destrozar una vida.

– No voy a tener un hijo -susurró Brittany-. Antes estaba triste, pero quizá sea lo mejor. Supongo que debería empezar a usar anticonceptivos, papá.

Hawk no quería mantener aquella conversación en ese momento.

– Tendrás tiempo para pensar cómo quieres gestionar eso. Ya tienes una cita con tu médico para dentro de dos semanas.

Ella apartó la mano.

– ¡Papá! Eso es muy vergonzoso.

– Como quedarse embarazada a los diecisiete años. Aunque no creo que eso pueda suceder otra vez, de momento.

– ¿Qué quieres decir?

– No vas a salir con Raoul durante un tiempo.

Ella lo atravesó con la mirada.

– No puedes obligarme a romper con él. Es mi novio, y lo quiero.

– Estoy seguro de que sí, pero esto no tiene nada que ver con él. Esto tiene que ver contigo. Te escapaste de casa y te hiciste un carné de identidad falso. Siempre he confiado en ti y te he dado mucha libertad. Es evidente que no eres lo suficientemente madura como para manejarla.

– ¿Qué?

Hawk se puso en pie.

– Estás castigada, Brittany. No vas a salir con nadie durante una temporada. Irás al instituto y después vendrás conmigo a mi oficina, a hacer los deberes, hasta que yo pueda irme.

– Eso es una locura. Me iré a casa en mi coche.

– Voy a confiscarte el coche.

– ¿Qué? ¡No puedes hacer eso! ¡Papá, no!

– Nada de coche durante un mes. Estás castigada seis semanas. Las últimas dos semanas serán para poner a prueba tu capacidad de ser responsable. Si no puedes serlo, perderás el coche completamente hasta que tengas dieciocho años. Por ahora voy a permitir que conserves el teléfono móvil e Internet, pero esos son privilegios. También puedo retirártelos.

Ella lo miró con odio.

– No puedes hacer esto.

– Puedo, y lo he hecho.

– No es justo. No ha sido para tanto.

– Ha sido para tanto y para más. Me preocupé mucho por cómo te sentías después de que muriera tu madre. Quería que las cosas fueran más fáciles para ti, y te las puse demasiado fáciles. Eres una caprichosa, Brittany, y si las cosas no cambian, te vas a convertir en una persona que no le gustará a nadie. No quiero eso. Quiero sentirme orgulloso de ti otra vez.

Ella se echó a llorar de nuevo.

– Papá, no. No puedes hacer esto. No puedes tratarme como a una niña.

– Te estás comportando como tal.

– Es injusto. Te odio.

– En este momento, tú tampoco eres mi persona preferida. Te quiero, Brittany, pero has cruzado todos los límites.

Ella se dio la vuelta y salió corriendo escaleras arriba. Después se oyó el sonido de un portazo. Cuando hubo silencio, él se apoyó contra la mesa y se preguntó cómo demonios iba a superar el mes que se avecinaba. Iba a ser una lucha ardua, pero debería haber hecho aquello años atrás. Si tenía suerte, conseguiría corregir a su hija antes de que echara a perder su futuro.

Entró en su despacho, pero no podía sentarse. Estaba demasiado inquieto. Había algo que todavía estaba mal, y no sabía qué era. Brittany había vuelto y él se había comportado como un padre de verdad. Todo iba a mejor. ¿Qué…?

Nicole, pensó. Tenía que hablar con Nicole. Se habían peleado, y él le había hecho daño. Ella sólo le estaba diciendo la verdad, diciéndole algo que debía oír. Él lo respetaba, y la echaba de menos.

Subió las escaleras, tocó suavemente la puerta de su hija y le dijo que se iba a ver a Nicole.

– ¿Te vas? -preguntó ella a través de la puerta-. ¿Ahora, después de destrozarme la vida?

Era bueno saber que Brittany no había perdido su vena dramática.

– Sólo quería que supieras que me marcho. Me llevo las llaves de tu coche, así que no creas que vas a poder escaparte. Espero que te quedes en tu habitación pensando en todo lo que has hecho mal.

– ¡Te odio! -gritó Brittany.

Hawk no respondió y bajó las escaleras hacia la calle.


Cuando Raoul entró por la puerta, Nicole lo abrazó con fuerza, y después le dio un golpe suave en la nuca con la palma de la mano.

– No vuelvas a escaparte. Me has asustado.

– Lo sé. Lo siento mucho.

Sheila te ha echado de menos. He tenido que explicarle dónde estabas. No voy a volver a cubrirte.

– No será necesario.

Se sonrieron el uno al otro. Nicole se sentía como si se hubiera quitado un gran peso de encima.

– Ve a deshacer la bolsa. Si tienes suerte, haré la cena más tarde.

– Me encantaría.

Nicole lo observó mientras subía las escaleras. La vida sería mucho más fácil si dejara de salir con Brittany, pero dudaba que su suerte fuera tan buena. Suponía que era cuestión de tiempo que apareciera la hija de Hawk, así que lo mejor sería que cocinara para tres.

Entró a la cocina, pero tuvo que volver al vestíbulo porque sonó el timbre. Esperaba ver a Brittany en el umbral, pero en vez de eso, se encontró frente a Drew.

Esa no era la manera en que quería pasar la tarde.

– Hola, Nicole -dijo él-. ¿Te importaría que pasara un minuto?

Su primera reacción fue decir que no. No estaba de humor para sus rabietas. Sin embargo, seguramente sería más rápido dejar que dijera lo que quisiera y después decirle que se largara.

Se hizo a un lado para dejarlo pasar. Él cerró la puerta y sonrió tímidamente.

– Estás muy guapa -dijo, metiéndose las manos en los bolsillos-. Mejor que guapa. Estupenda, realmente estupenda.

– ¿Es por dinero? -preguntó ella-. ¿Necesitas un préstamo?

– No, no es por dinero. Es por… -Drew la miró a los ojos-. Lo siento. He venido a decirte que me equivoqué en todo. Te hice daño. Tú fuiste muy buena conmigo, Nicole. Nunca te aprecié como debía. Siento lo que ocurrió con Jesse. Yo fui el responsable.

Ella pensó que debía de estar drogado. Después se le ocurrió que algún alienígena lo había abducido.

– No sé qué decir -admitió.

– Entonces deja que hable yo. Todavía te quiero, Nicole. Nunca he dejado de quererte. Sé que insinuarme a Jesse de ese modo estuvo muy mal. Fui un idiota, y estaba muy confundido. Ahora tengo la cabeza clara, y sé lo que quiero. Te quiero a ti. Quiero que volvamos a estar juntos, como antes.

Por fin, una disculpa. Él estaba aceptando la responsabilidad. Aunque ella se lo agradecía, sabía que era demasiado tarde.

– El divorcio será definitivo dentro de dos semanas -dijo ella.

– Podemos casarnos otra vez. Será genial.

Ella lo observó, sus ojos azules, su sonrisa. Una vez, había hecho todo lo posible por convencerse de que era el hombre de su vida.

– ¿Por qué? -preguntó con curiosidad-. ¿Por qué quieres estar conmigo?

Él frunció el ceño.

– Porque te quiero.

– ¿Te gusto?

– Claro.

– ¿Qué es lo que te gusta de mí?

– No lo entiendo.

Nicole se encogió de hombros.

– No tenemos mucho en común. A ti te gusta salir de fiesta, y a mí me gusta quedarme en casa. A ti nunca te gustó que yo trabajara en la pastelería. A mí no me caen bien tus amigos. No tenemos mucho en común, Drew.

Él miró al suelo, y después a ella.

– Cuando estoy contigo es cuando mejor me siento.

Lo cual era amable, y dulce, pero revelaba una personalidad egocéntrica.

– Quizá tengas que intentar estar bien solo.

– Pero…

– Drew, tú en realidad no me quieres. No estoy segura de que te guste tanto. No eras feliz estando casado conmigo, ¿a que no?

Él negó lentamente con la cabeza.

– No estamos enamorados. Se ha terminado. Creo que tienes que buscar a alguien a quien le gusten las mismas cosas que a ti, que te entienda.

– Supongo que sí -dijo él-. Pero me querías, ya sabes, antes, ¿verdad?

– Te quería -mintió. No tenía ningún sentido hacer daño a Drew.

– Bueno, eso es algo -dijo él, y sonrió-. Será mejor que me vaya.

Ella abrió la puerta.

– Adiós, Drew.

Él le dio un beso en la mejilla.

– Adiós, Nicole.

Y después, se fue.

Ella se apoyó contra la puerta. La vida era interesante.

Acababa de llegar al centro del salón cuando volvieron a llamar. Nicole suspiró. Iba a tener que volverse mala. No quería herir a Drew, pero la situación estaba escapando de su control.

Se dio la vuelta y abrió la puerta, pero en vez de Drew, vio a Hawk en el umbral.

Su cuerpo reaccionó como siempre, con calor y deseo. Sintió un aleteo en el corazón. Quería echarse a sus brazos, besarlo y llevárselo a la cama. Pero no iba a suceder nada de aquello.

– ¿De qué quieres echarme la culpa ahora? -preguntó.

– De nada. ¿Es que lo hago tan a menudo?

– Más de lo que a mí me gustaría -murmuró ella, y se apartó para que él pasara-. Supongo que Brittany ya ha llegado a casa.

– Hace un par de horas. Hemos tenido una larga conversación. ¿Y tú? ¿Cómo estás?

– Bien.

Él le tomó la cara entre las manos y la besó.

– Brittany está castigada. Le he quitado el coche.

Nicole no sabía qué decir.

– ¿Y eso es bueno?

– Tenías razón cuando me dijiste que no me comportaba como un padre. No me enfrenté a la responsabilidad, y no obligué a Brittany a que lo hiciera. No dejaba de oír tu voz, Nicole, diciéndome que hiciera lo correcto. Y eso es lo que ha ocurrido. Cuando estaba distraído, me has robado el corazón. Nunca pensé que volviera a importarme nadie, pero así es. Te quiero.

Él estaba allí, tan esperanzado y orgulloso… Nicole se dijo que debía sentirse contenta, porque eso era lo que siempre había querido. Sin embargo, sabía que las cosas no iban a ser fáciles. No sabía por qué Hawk había llegado a aquel punto, pero tenía el mal presentimiento de que no era la realidad.

– No me quieres -dijo mientras se apartaba-. No es posible que tengas sitio para mí en tu vida ni en tu casa.

– ¿Y qué tiene que ver mi casa con todo esto?

– Es como un santuario a Serena. Sé que fue tu esposa y que la querías, pero han pasado muchos años, y las cosas no han cambiado. Tú no has seguido adelante. Todavía la usas para mantener a todo el mundo a raya, y cuando eso no te funciona, te escudas en Brittany. Eres feliz con un equipo de dos. No hay sitio para nadie más, Hawk, y tú no quieres que lo haya.

Él la miró con seriedad.

– Si no estás interesada, sólo tienes que decirlo.

– Ojalá no lo estuviera, pero lo estoy. No estoy intentando hacerte daño, ni ser mala.

– Claro que sí. Yo te quiero.

– ¿De veras? -le preguntó-. ¿En serio? ¿Me quieres? ¿Estás seguro? ¿Vamos a ir en serio ahora? ¿Me estás pidiendo que me case contigo?

Él dio un paso atrás.

– Quiero que vayamos en serio.

– ¿Hasta qué punto? ¿Hasta formar una familia? ¿Quieres tener hijos conmigo?

Él dio otro paso atrás.

– Me parece un poco pronto para tener esa conversación.

– Supongo. Sólo me preguntaba hasta dónde piensas tú que puede llegar esto.

– No sé lo que quieres -respondió Hawk-. Me importas. ¿Es que eso no es suficiente?

– Estoy embarazada -dijo ella mirándolo fijamente a los ojos-. Vamos a tener un hijo.

Nicole contuvo el aliento, se aferró a la esperanza de estar equivocada, deseando desesperadamente que él fuera feliz con la noticia. Quería ver cómo sonreía, y cómo se reía. Quería que dijera que todo iba a ir bien ahora que iban a tener un hijo. Quería que él supiera la verdad, y que le dijera entonces que la quería.

Pero Hawk se dio la vuelta y se alejó.

Загрузка...