Capítulo 9

Kasey miró al ama de llaves sonrojada.

– No deberías haberlo hecho, Jessie -dijo con voz tensa.

¿Cómo diantres iba a enfrentarse a esa nueva situación? Todo se le iba escapando del control.

– ¡Tonterías! -Jessie desdeñó sus protestas.

– Pero Jordan y yo… es decir… -Kasey aspiró profundamente-. Últimamente no duermo muy bien y no quiero molestar a Jordan.

– El cuarto verde estará bien, Kasey -dijo-. No me mimes tanto -y se volvió hacia Jessie-. Siempre es tan considerada -otra vez miró a su esposa con una sonrisa beatífica-. Pero ya sabes que no importa que me despiertes por la noche.

Kasey no pudo decir nada. La seductora sonrisa de su esposo le robó el aliento y sus palabras, encendieron en el interior de la joven un fuego que amenazaba con extenderse por todo su ser. Sería tan fácil dejarse llevar, rendirse a la sensual promesa que él ofrecía. Pretender. ¿Podría ella…?

Jessie estaba encantada. Jordan avanzó y cogió del brazo a Kasey.

– ¿Quieres acompañarme a nuestro dormitorio?

La leve presión de los dedos de su esposo sacó a Kasey de su estupor y avanzó con él hacia la casa. Jordan la soltó en cuanto Mike y Jessie ya no pudieron verlos.

¿Por qué estás aquí? Quiso gritarle Kasey. Una vez más, Jordan aparecía para complicarle la vida.

– Lo siento -Kasey se asombró ante la calma de su voz-. Ni siquiera se me había ocurrido pensar en… -calló e hizo un movimiento de desaliento con la mano.

– En dónde iba a dormir yo -Jordan terminó la frase-. Es natural que hayan supuesto que dormiríamos juntos -añadió con desenfado.

– ¿Pero qué vamos a hacer? -Kasey abrió la puerta del cuarto verde y entró.

La habitación era grande y daba a una terraza. Había dos viejos armarios de cedro en una pared y Kasey percibió el aroma del aceite para muebles que Jessie usaba. El lecho parecía suave y acogedor.

Kasey cerró los ojos, respiró hondo y luego se volvió para enfrentarse a su esposo.

Jordan se estaba desabrochando la camisa; la blancura de la tela hacia un intenso contraste con el bronceado del pecho.

– ¿Qué haces? -preguntó ella.

– Voy a ducharme, y normalmente suelo desnudarme antes de hacerlo -dijo con una semisonrisa irónica-. Supongo que el cuarto de baño está aquí al lado.

– Sí. Pero no puedes… quiero decir… no podemos…

Jordan se sacó la camisa del pantalón y después de quitársela, la dejó sobre el respaldo de una silla.

Kasey no podía quitar la vista del pecho de su esposo.

De repente, Kasey sintió seca la boca y se humedeció los labios con la punta de la lengua. Un deseo desgarrador la impulsaba a recorrer la distancia que la separaba de su esposo para estrecharse contra él y sentir el roce de su cuerpo.

– No iba a sugerir que nos ducháramos juntos -comentó él, interpretando mal la palidez de su esposa. Fue hacia el armario, para coger una de sus camisas limpias que Jessie había colgado allí.

Kasey lo miró en silencio, hipnotizada por el juego de músculos de su espalda.

– ¿O ha sido ese nuestro problema, Kasey? A lo mejor deberíamos habernos bañado juntos desde el principio -se volvió a mirarla, y dejó la camisa en el borde de la cama.

Kasey se ruborizó. Jordan estaba jugando con ella; podía verlo en sus ojos, en el brillo burlón que encendía su profundidad azul.

– Podríamos remediarlo -susurró él.

– ¡No seas absurdo! -Kasey se cruzó de brazos, cuando Jordan deslizó la mirada por el cuerpo de su esposa-. Utilizaré mi propio cuarto de baño y dormiré en mi antiguo dormitorio -declaró. Luego se volvió dispuesta a salir de la habitación.

– ¡Kasey! -el grito de Jordan la detuvo-. A menos que quieras enfrentarte a las preguntas de Jessie, te sugiero que duermas aquí.

– ¿Y tú en dónde vas a dormir?

– Aquí también.

– Pero… yo no puedo…

– ¡Por todos los santos! -explotó Jordan-. Estarás a salvo, no te preocupes -la espetó con irritación-. Te juro que no tengo intención de atentar contra tu pudor -le dirigió una mirada penetrante.

– Yo no he dicho que… pues… que fueras a intentarlo -farfulló Kasey, hundiendo las trémulas manos en los bolsillos de sus vaqueros, mientras el recuerdo de su noche de bodas revoloteaba en su memoria.

– Bien, si eso está claro, lo mejor será que nos comportemos como seres civilizados ¿te parece? -caminó hacia ella, desabrochándose el cinturón y Kasey se volvió y huyó hacia su habitación.

– ¡Adultos civilizados! -masculló la joven para sí.

Se sentía como una adolescente asustada. Cerró los ojos y dejó que el agua de la ducha le cayera sobre el rostro, y en su mente se presentó la perturbadora imagen de Jordan, desnudo, deslizándose en la cama junto a ella.

¿Deberían bañarse juntos? En ese momento casi podía sentir las manos de Jordan recorriendo su cuerpo. Su suave, sensual gemido la sacó de sus fantasías.

¡Debía estar loca! Parecía que la estaba afectando el calor. Furiosa consigo misma, cerró los grifos del agua y salió de la ducha. Sacó una toalla de baño y comenzó a secarse con innecesario vigor.

Se puso unos pantalones cortos de color beige y una blusa a juego. Descalza, bajó a la terraza. Apoyó la mejilla contra el poste de la balaustrada y suspiró.

Hacía menos de un mes, pensaba que nunca se recobraría del dolor que Greg le había infligido. Sin embargo, la vida había seguido su curso. La noche que Greg había ido a verla a su apartamento, la había puesto en el camino que la llevaría al desastroso matrimonio con Jordan. Un error tras otro. ¿Sería ése su destino?

– Hola, Kasey.

El sonido de su nombre la sobresaltó; se incorporó, y se volvió hacia el hombre que acababa de llegar montando a caballo.

– Siento haberte asustado. Creí que me habías visto.

– No… no importa. Debía estar soñando despierta. ¿Cómo estás, Greg?

Greg se encogió de hombros.

– Bien -la miraba con expresión reservada-. Tienes buen aspecto -añadió, recortando las riendas de su montura cuando el animal se inquietó-. Parece que la vida de ciudad te sienta bien.

Kasey inclinó la cabeza. Era evidente que Greg no la podía ver con claridad desde donde estaba.

– Quizá sea la vida de casada -declaró desafiante e inmediatamente se arrepintió al ver a Greg apretar los labios con enfado-. Y hablando de esas cosas, ¿qué tal van tus planes de boda?

– Bien -respondió Greg-. Paula se está encargando de todo. Yo me contentaré con firmar los documentos.

Kasey lo observó detenidamente. Parecía insatisfecho, amargado.

Si no estaba contento con su vida, él era el único culpable, se dijo Kasey. Greg había escogido su propio camino y ya era demasiado tarde para cambiar de idea.

– ¿Cómo está Mike? -preguntó él.

– Bien, aunque un poco fastidiado por tener que quedarse todo el día en casa -aquel tema de conversación era terreno neutral-. Si quieres saludarlo, está en el porche.

Greg frunció un poco el ceño.

– En realidad he venido a verte a ti -bajó del caballo, lo ató bajo la sombra de un árbol y dejó su sombrero en la cabeza de la silla de montar. Mientras ascendía por los escalones hacia Kasey, se pasó los dedos por el pelo. Se detuvo a unos centímetros de ella-. Norma Main me ha dicho que llegaste un día después de que yo me fuera con Paula a Perth.

Kasey retrocedió un paso y se apoyó contra el poste de la balaustrada.

– Sí. Jessie me ha comentado que fuiste a ver a tus padres.

– Fue idea de Paula.

– ¿Se han alegrado de verte? -preguntó Kasey, mientras trataba de analizar sus sentimientos por el hombre que tanto había significado para ella. Su primer amor. Habían cabalgado juntos, nadado en el mismo estanque. Sin embargo, en ese momento le resultaba imposible revivir el pasado.

– Pues… sí. Supongo que sí. Por lo menos, mi madre se ha alegrado. Al principio hubo algo de tensión, pero al final hemos conseguido hacer las paces.

– Me alegro.

– Me ha encantado volver a ver a mi hermano. Se ha casado y tiene tres hijos ya -Greg hizo una pausa-. A todo el mundo le ha encantado Paula -escudriñó con la mirada a su interlocutora, como buscando alguna reacción. ¿Celos, quizá?

En otras circunstancias, Kasey se habría sentido ofendida. ¿Cómo se atrevía a mirarla así?

Le devolvió la mirada con firmeza desafiante y por primera vez advirtió la inmadurez, la debilidad de Greg, que ella había tomado anteriormente como encanto juvenil. El héroe al que durante tantos años había admirado. ¿Cómo podía haber estado tan equivocada?

Greg era guapo, pero su atractivo un tanto blando resultaba insulso comparado con la masculina fuerza de Jordan. Siempre terminaba haciendo comparaciones y, claro, Jordan salía con ventaja. Pero, de no haber sido por Greg, nunca se habría casado con Jordan.

Y el sábado, Greg se casaría con Paula. Kasey había aceptado la invitación a la boda, pero ya no le importaba nada asistir o no.

– A mi padre le ha deslumbrado -decía Greg, sin dejar de mirar a Kasey con fijeza.

– Paula es una chica muy atractiva -dijo Kasey con sinceridad.

– Akoonah Downs ha cambiado mucho desde que te fuiste -susurró Greg, cambiando de táctica. Kasey sonrió.

– Jessie me ha comentado que no te han visto mucho por aquí. Por lo que me han comentado, has estado muy ocupado desde que tomaste las riendas de la granja.

– Henry tiene artritis, así que… -Greg se encogió de hombros y se interrumpió.

Así que ya tienes lo que querías, Greg, tu propia granja, hubiera querido decir Kasey.

– No venía aquí porque no valía la pena si tú no estabas -señaló Greg y posó una mano sobre la barandilla, a unos centímetros de la de Kasey-. Te he echado de menos.

– He estado lejos de casa por períodos más prolongados -le recordó Kasey-. Cuando estaba en el colegio, por ejemplo.

– Eso era diferente -le estrechó la mano.

– ¡Greg! -Kasey trató de apartar la mano, pero él se la retuvo.

– ¿Me has echado de menos, Kasey?

Pero antes de que Kasey pudiera contestar, una profunda voz los sobresaltó.

– Ah, estás aquí, querida -Jordan salió a la terraza.

Greg y Kasey retrocedieron con expresión de culpabilidad y Greg soltó la mano de la joven como si de repente le quemara. Jordan avanzó rápidamente hacia Kasey y le rodeó la cintura con el brazo.

– Usted es Parker, ¿verdad? -preguntó Jordan con tono frío y Greg se puso tenso.

– Greg Parker -farfulló.

– Tengo entendido que está encargado de la granja Winterwood -comentó Jordan con total desenfado, estrechando más a su esposa.

– Conociste a Greg el día de nuestra boda -intervino Kasey.

– Hmm -Jordan la rodeó por completo con sus brazos y la joven pudo sentir el aliento de su esposo acariciarle los cabellos. El corazón le latía desbocado-. Recuerdo que nos presentaron, pero debe comprender, Parker, que entonces tenía otras cosas en mi mente -mordisqueó con los labios el cuello de su esposa.

– Creo que voy a ir a ver a Mike -musitó Greg, fijando sus ojos en Kasey.

– Jessie acaba de preparar otra tetera -dijo Jordan-. Y me ha pedido que viniera a buscar a Kasey. Vaya a ver a Mike, Parker. Nosotros iremos dentro de un momento.

Sin decir palabra, Greg bajó los escalones de la terraza y cuando desapareció por una esquina de la casa, Jordan soltó con lentitud a su esposa, pero le impidió alejarse interponiéndose en su camino.

– No me tomes por idiota, Kasey -gruñó.

– No sé a qué te refieres -dijo con tanta convicción como pudo. Sin duda, Jordan había visto a Greg apretándole la mano.

– Eres mi esposa y hasta que yo diga lo contrario, ésa es la realidad. Cualquier diferencia que tengamos debe permanecer en privado. ¿Entendido?

– Eso es ridículo…

– Ridículo o no, te conviene hacer lo que te digo -la interrumpió Jordan-. Y eso incluye no tener interludios románticos con el tipejo ese.

– ¡No he tenido ningún interludio romántico con él! -protestó Kasey, furiosa-. Sólo estábamos hablando.

– ¿Hablando cogidos de la mano? -Jordan soltó una carcajada áspera-. ¡Qué bonito!

– Si no tienes cuidado, Jordan, voy a pensar que estás celoso -lo provocó Kasey.

Apretó los labios y la mandíbula, y la miró como si quisiera estrangularla. Pero logró controlar su ira.

– No me provoques, Kasey. Sólo te estoy pidiendo que te alejes de Parker -aflojó la presión de los dedos y comenzó a caminar hacia el porche-. Reunámonos con los tres, ¿quieres?

Jessie estaba ofreciendo unos panecillos a Greg cuando Jordan y Kasey se acercaron.

– Mi pastel favorito -dijo Greg con excesivo entusiasmo-. Usted debía saber que iba a venir, Jessie.

– Estaba segura de que vendrías -declaró ella en tono seco y comenzó a llenar las tazas de Jordan y Kasey.

Kasey se sentó con el corazón todavía agitado tras su enfrentamiento con Jordan. Y lo peor era que estaba segura de que todos debían haber oído su discusión. Miró a Jordan de soslayo.

Jordan también la estaba mirando. Al sentir que Kasey lo observaba, desvió la vista de manera indolente hacia Greg y luego volvió a posar la mirada en su esposa.

«Me has echado de menos, Kasey» ¿Habría oído Jordan las apasionadas palabras de Greg? Sin duda así había sido, dedujo Kasey. De otra manera, ¿qué sentido tenía aquella muestra de conyugal posesividad y de su despreciable ultimátum posterior?

– ¿Cómo está Paula? -Le preguntó Jessie a Greg-. ¿Ya está todo listo para la boda?

Greg asintió.

– Paula está bien y, por lo que sé, todo está arreglado.

Kasey lo miró con severidad. ¡Pobre Paula, qué poco le importaba a su prometido!

– ¿Cómo están los niveles de la presa? -cambió de tema Greg, dirigiéndose a Mike.

Charlaron sobre los temas habituales y Kasey observó que Jordan escuchaba con aparente atención, cosa que a ella le resultaba imposible. Jordan había cambiado de posición y había posado la mano en el muslo de la joven; movía los dedos en una lenta caricia que estaba surtiendo un efecto devastador en Kasey.

Cuando Jessie se puso de pie para preparar la cena, Kasey se ofreció rápidamente a ayudarla.


– ¿Se quedará Jordan hasta el fin de semana para asistir a la boda de Greg? -preguntó Jessie, mientras amasaba la pasta para el pastel de carne.

– No sé -contestó Kasey con aparente tranquilidad-. No me… no hemos hablado de ello -frunció el ceño-. No creo. No puede desatender durante mucho tiempo su negocio. Ha estado muy ocupado desde el infarto de su hermano.

Jessie observó a la joven mientras ésta desenvainaba los guisantes. Consciente del escrutinio de Jessie, a Kasey le tembló la mano y algunos guisantes se le cayeron al suelo. Se agachó para recogerlos, agradeciendo aquella excusa para ocultar su turbación.

– Y tú vuelves con él -no era una pregunta, sino una aseveración.

– No, me gustaría quedarme unos días más -respondió la joven.

Jessie dejó de amasar un momento.

– ¿Os pasa algo malo? ¿Tenéis algún problema? -quiso saber y Kasey se obligó a mirarla con expresión de asombro.

– ¿Algo malo? ¡Oh, no, por supuesto que no!

– ¿Por eso viniste aquí? ¿Por eso te ha seguido?

Kasey forzó una risa.

– ¡Jessie por favor! He venido a casa por lo del accidente de mi padre y para veros. No es nada extraño, ¿verdad?

– Supongo que no -asintió Jessie poco convencida-. Pero no eres la misma de siempre. No eres la Kasey que se fue de aquí.

– Espero que no. Ahora he madurado, Jessie, soy una mujer adulta y casada y… bien, a lo mejor la ciudad me ha cambiado.

– ¡Puf! ¡Las ciudades! Sólo humo y corrupción.

Kasey suspiró aliviada al ver que Jessie cambiaba de tema de conversación.

– Nunca me han gustado las ciudades. ¡Tantos coches, tantos peligros! Ya le advertí a Paula que tuviera cuidado cuando Greg la llevó a Perth. Y, hablando de Greg…

Kasey se puso tensa, esperando las siguientes palabras de Jessie, lista para interrumpirla, pero como siempre, Jessie dijo lo que quería decir.

– Creo que todavía está enamorado de ti.

– ¡Oh, Jessie!

– No me vengas con tu «¡Oh, Jessie!». Ya sabes lo que quiero decir y ya sé que no le vas a dar alas -Jessie suspiró-. Trata de no preocuparte por eso, querida. Ya se repondrá. Greg sigue siendo muy inmaduro, a pesar de su edad. Pero cuando se case con Paula sentará la cabeza, ya verás.

– ¿Crees que será feliz?

– Estoy segura -aseveró Jessie-. Paula lo adora y será el rey de Winterwood en lugar de un peón aquí en Akoonah Downs.

Kasey miró a la anciana desazonada. ¿Cómo podía saber Jessie…?

– He sabido desde hace años lo que pensaba Greg, criatura. Y también tu padre estaba al tanto. Por eso nunca le preocupó que estuvieras enamorada de Greg. Sabía que no iba a ser suficiente para él.

Kasey suspiró. Parecía que todo el mundo estaba enterado de todo.

– Tu padre está muy contento de verte casada con alguien como Jordan -sonrió Jessie-. Y yo también -concluyó-. Ahora debemos darnos prisa con la cena.

Para asombro de Kasey, la cena de esa noche transcurrió con bastante tranquilidad. Si Jordan se había propuesto seducir con su encanto indudable a la familia de Kasey, lo estaba logrando a la perfección.

Kasey lo observó mientras bromeaba con Jessie hasta hacerla desternillarse de risa.

Cuando terminaron de cenar, se retiraron a la sala; después de estar allí hablando durante más de una hora, Kasey empezó a bostezar. Estaba cansada física y emocionalmente. Pero, ¿era mejor acostarse antes que Jordan? O debía esperar a que él estuviera dormido para retirarse ella a la cama?

Entonces se dio cuenta de que todos la estaban mirando.

– Lo siento. ¿Me decíais algo?

Jordan se puso de pie.

– Te estás durmiendo -dijo y se estiró-. Yo también estoy cansado, debo admitirlo. A los dos nos sentaría bien retirarnos temprano a dormir. Con su permiso. Mike.

El padre de Kasey asintió.

– Yo también voy a irme a la cama pronto. Aquí nos acostarnos temprano.

– Si quieres prepararé un poco de té, papá -se apresuró a sugerir Kasey.

– Para mí no, mi reina -dijo Mike-. Será mejor que te acuestes. Jordan tiene razón; parece que te vas a quedar dormida de pie -guiñó un ojo a su hija y ella dudó. No podía irse con Jordan.

Jordan cruzó la habitación y la agarró del brazo con suavidad.

– A la cama. Buenas noches Mike… Jessie.

Antes de que Kasey pudiera protestar se encontró en el pasillo, de camino a su habitación.

– Jordan, mejor te dejo pasar una noche tranquila. Nadie se enterará de que he dormido en mi cuarto.

Ya habían llegado al cuarto verde y Jordan la hizo entrar poniéndole una mano en la espalda.

– Creía que ya habíamos llegado a un acuerdo -dijo con exasperación.

– En realidad, no creo que tengamos que dar a nadie explicaciones de cómo dormimos, Jordan. ¿A quién le puede importar?

– A mí. Jessie habla demasiado y no quiero que mi vida privada se conozca desde aquí hasta Bourke.

– Aquí no hay espías, Jordan -dijo con sarcasmo y se apresuró a agregar, al ver la severa expresión de su esposo-: Además, decidimos que… -se interrumpió al advertir la ira reflejada en los ojos de Jordan.

– Si decidimos… ¿qué?

– Esta mañana has hablado de un posible divorcio -murmuró Kasey.

– Todavía no estamos divorciados -Jordan se quitó la camisa-. Hasta entonces, no quiero que se especule sobre nuestra vida privada.

– No entiendo por qué te importa tanto lo que piensen aquí. Akoonah Downs no es precisamente el centro de la vida social.

Jordan se encogió de hombros.

– ¿Entenderían tu padre y Jessie que durmiéramos en dormitorios separados?

Kasey calló.

– Concluyo mi alegato. Ahora iré un momento a la terraza mientras te desnudas y te pones el camisón, para evitar otra discusión -sin esperar réplica, salió.

Kasey permaneció donde él la había dejado, clavando la mirada en la enorme cama. Al acercarse el lecho, vio que Jessie había dejado sobre la cama el mejor camisón de la joven. Kasey acarició los suaves pliegues, luego dobló la prenda y la metió en el cajón superior del tocador y buscó en el armario hasta encontrar la vieja camiseta que se ponía normalmente para dormir. Rápidamente se desnudó y se puso la camiseta. Inmediatamente, se metió en la cama.

Como a una señal, Jordan reapareció. Apenas miró a su esposa antes de comenzar a quitarse los zapatos y desabrocharse los pantalones.

– ¡No puedes desnudarte aquí! -gritó Kasey sin poder contenerse. Jordan se detuvo.

– ¿Por qué no?

– Pues, porque…

Jordan se quitó los pantalones y se quedó parado ante ella en ropa interior.

Después, se fue acercando lenta y peligrosamente a la cama.

– No pensarás dormir con sólo… esos…

– No, no pienso dormir con estos -se burló él-. En realidad, suelo dormir desnudo, como ya sabrás -y tras decir esas palabras se quitó el calzoncillo.

Ruborizada, Kasey desvió la mirada.

– Tengo la clara impresión de que estás sonrojada, querida. ¡Vaya despliegue virginal! Pero un poco fuera de lugar y tiempo, ¿no te parece?

Kasey volvió a sentir una leve punzada de dolor en el pecho. Se mordió el labio inferior. ¿Cómo podía hacerle eso? Su ira comenzó a crecer.

Jordan había entrecerrado los ojos, pero ella captó un brillo helado en ellos.

– ¡No entiendo cómo eres capaz de decirme eso! -replicó Kasey, indignada-. ¡Qué manera de justificarte! Eres despreciable, Jordan.

– Lo que he querido decir es que no es la primera vez que dormimos juntos -dijo él.

– Lo cual no es precisamente mi idea…

– Kasey, estoy cansado…

– Yo también… de este matrimonio unilateral. Todo es siempre como tú deseas. ¡El gran Jordan Caine!

Jordan se incorporó con un ágil movimiento y la sábana se deslizó hasta debajo de sus caderas.

– Si lo que buscas es pelea, Kasey, te agradecería que la dejes para otra ocasión. He tenido un día muy cansado.

– ¿Y si yo decido no obedecer los deseos de mi amo y señor? -preguntó en tono sarcástico.

– Entonces tu amo y señor encontraría alguna forma especialmente desagradable de terminar la noche.

– ¡No te atreverías!

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