Capítulo 10

Por la tarde, Willow cambió de postura en el asiento del Mercedes de Kane, tratando de combatir el ataque de náuseas y preguntándose si desaparecería alguna vez el nudo que sentía en el estómago.

– Estás muy callada -comentó él mientras llevaba el coche al carril de la izquierda-. ¿Te pasa algo?

– No, estoy bien. Es decir, no estoy bien, pero tampoco estoy fatal. Medio fatal. Esto es un error. ¿Por qué vamos a hacerlo? No deberíamos hacerlo. Debería haber dicho que no o que los dos teníamos cosas que hacer o que tú estabas ocupado. Pedirte que vinieras conmigo ha sido un error.

Willow se mordió el labio, suspiró y añadió:

– No lo digo en plan mal.

– No, claro que no. Lo tomaré como un cumplido.

Eso la hizo sonreír.

– No lo digo por ti, sino por mí. Estoy nerviosa. Además, a ti no te gusta esto de las familias. ¿Por qué has dicho que sí?

Kane tomó la salida de la autopista.

– Porque me lo pediste y para ti es importante.

En otras circunstancias, las palabras de Kane le habrían hecho mucha ilusión. Pero no ese día. Iba a ser un desastre.

– Se trata de mi padre -admitió Willow-. Ha vuelto, lo que es bueno, pero también es… no sé, estoy algo confusa.

– Los padres tienen ese efecto en los hijos.

– ¿Te acuerdas tú del tuyo? -preguntó ella.

Kane se encogió de hombros.

– A mí padre no lo conocí. No sé si mi madre sabía quién era. De ella me acuerdo algo, pero casi siempre estaba fuera de casa. Murió cuando yo tenía ocho años.

– ¿Dónde estaban los de los Servicios Sociales? -preguntó Willow-. ¿Por qué no se encargaron de ti?

– Creo que no sabían nada de mí. Cuando mi madre murió, me quedé en la calle. En realidad, había vivido en la calle la mayor parte del tiempo, ya era una especie de mascota para algunos miembros de la banda. No me costó mucho que me aceptaran. Además, les era útil; les hacía recados, como llevar drogas de un sitio a otro y cobrar.

A Willow aquello le sonó a chino.

– ¿No ibas al colegio?

– Dejé el colegio después de la escuela primaria.

– No lo entiendo, eres una persona con estudios.

– Estudié en el ejército. Luego, todo el tiempo libre que tenía lo pasaba leyendo. Fundamentalmente, lo que sé lo estudié yo solo.

Willow temió que las lágrimas afloraran a sus ojos. No quería llorar. Por lo tanto, respiró profundamente y cambió de tema de conversación.

– Los gatitos están creciendo mucho -dijo-. Van a necesitar una caja más grande.

– Compraré una esta semana.

Por fin, llegaron a la casa de Naomi.

– Bueno, ya hemos llegado -dijo Willow con la esperanza de parecer más animada de lo que estaba.

Entraron en la casa. Eran los últimos en llegar, los demás ya estaban allí. Su padre, como de costumbre, se hallaba en el centro de un grupo.

Estaba igual que siempre, pensó Willow. Aún guapo y rubio, moreno y con esos ojos azules permanentemente impregnados de buen humor.

– Usted debe de ser Kane -dijo Jack Nelson con una sonrisa-. He oído hablar mucho de usted.

Los dos hombres se dieron la mano.

– ¿Cómo está mi Willow? -preguntó Jack.

– Estoy bien, papá -respondió ella dándole un abrazo.

Abrazada a su padre, Willow sintió una mezcla de placer y aprensión. Luego, se apartó de él, pero su padre le puso un brazo sobre los hombros.

– Así es como debe ser, de nuevo con mis chicas -dijo Jack.

Willow se separó de él con decisión y se acercó a su madre.

– ¿Qué tal estás? -preguntó Willow, aunque veía felicidad en el rostro de su madre.

– Maravillosamente bien. Estoy contenta de tenerlo en casa.

Willow asintió. Vio a Kane hablando con Ryan.

Julie estaba al lado de su prometido, agarrada a su mano no como si no quisiera soltarlo. Las familias eran muy complicadas.

– Bueno, a ver si estoy enterado -le dijo Jack a Kane-. Usted trabaja para Ryan, ¿no?

– Soy el encargado de seguridad de las diversas empresas de Ryan y Todd -respondió Kane asintiendo.

– Ryan me ha dicho que es el mejor en su campo de trabajo.

– Sé lo que hago.

– Impresionante -Jack dio una palmada a Kane en la espalda-. Muy bien, muy bien. Al menos, no es como los otros perdedores de Willow.

– Papá -dijo Marina rápidamente, agarrando a su padre de la mano-. Venga, vamos al cuarto de estar. UCLA está jugando contra la Universidad de Washington.

Willow agradeció la intervención de su hermana, pero le habría gustado que no hubiera sido necesaria. Sentía calor en las mejillas y el nudo en el estómago se había hecho más grande.

Su padre se dejó llevar. Pero al llegar al cuarto de estar, volvió la cabeza y miró a Kane.

– Me alegro de que Willow esté cambiando para mejor, siempre me ha preocupado. Nunca ha sido ni tan lista ni tan bonita como sus hermanas. Dudaba que encontrara a alguien que la quisiera. Me alegro de haberme equivocado.

Willow se sintió como si le hubieran dado un golpe en la cabeza con un bate de béisbol. La vergüenza la hizo enrojecer visiblemente. Sin saber qué hacer, corrió a la cocina y allí se echó a llorar.

Al momento, sus hermanas estaban a su lado.

– Es un imbécil -murmuró Julie abrazándola-. Esta es una de las numerosas razones por las que lo odio.

– Reconozco que no es muy sensible -dijo Marina, abrazándolas a las dos-. Lo siento, Willow.

Al cabo de unos instantes, sus hermanas se retiraron. Durante unos segundos, Willow se quedó sola. Entonces, unos brazos la rodearon.

No tuvo que abrir los ojos para reconocer al hombre que la abrazaba. Se sintió indecisa. Aunque necesitaba estar con él, se hallaba demasiado avergonzada para mirarlo.

– Lo siento -dijo Willow, forzándose a alzar el rostro y clavar los ojos en los de Kane.

Pero en vez de censura, vio en la expresión de Kane… afecto.

– Uno no puede elegir a sus padres.

– Lo sé. Siempre ha sido así. ¿Quieres que irte? Marina podría llevarme a casa.

Kane le secó las lágrimas con la mano y la besó. La besó de verdad.

– Lo que quiero es estar contigo, tenerte a mi lado desnuda -susurró Kane-. Luego quiero hablar contigo y estar a solas contigo. Sólo contigo, Willow. He conocido a muchas mujeres, pero tú eres única. Eres apasionada, hermosa, cabezota, generosa y me encantas.

El nudo desapareció. Las lágrimas se le secaron.

Quería estar dentro de Kane y no salir nunca de allí.

Lo amaba.

Kane observaba la dinámica de las relaciones entre los miembros de la familia Nelson sintiéndose cada vez más incómodo.

– ¡Kane! -dijo de repente Jack-. Acompáñeme al estudio.

Kane prefería lanzarse a un río con pirañas antes de meterse en el estudio de esa casa con aquel hombre, pero asintió y lo siguió. Una vez allí, Jack cerró la puerta.

– Adoro a las mujeres; pero, a veces, un hombre necesita escapar -Jack sonrió traviesamente-. Me entiende, ¿verdad?

Kane se sentó en uno de los sillones de cuero mientras su anfitrión servía dos whiskys. Después de darle su vaso, Jack se sentó en un sillón reclinable y alzó su vaso a modo de brindis.

– Por mis chicas. Que siempre me reciban con las puertas abiertas.

Kane no hizo ningún comentario. ¿De qué serviría? Pronto se marcharía de allí con Willow.

– No puedo quejarme de la vida -dijo Jack suspirando-. Me encanta esta casa, siempre he sido feliz aquí. Naomi es una mujer maravillosa y me comprende. Tiene la paciencia de una santa. Y las chicas son especiales. Admito que me habría gustado tener un hijo, pero quizá sea mejor así.

– Es mejor -dijo Kane en tono de no darle importancia-. Por la forma como abandona a su familia cada vez que le apetece, con un hijo podría tener problemas. Un hijo podría darle una paliza.

Jack se lo quedó mirando.

– No es eso exactamente.

– Sí, es eso.

Jack se encogió de hombros.

– Hábleme de su trabajo. ¿Le gusta trabajar para Ryan? ¿No estuvo usted en el ejército? ¿No le resulta aburrido lo que hace?

– Estuve en las Fuerzas Especiales -dijo Kane después de dejar su vaso en una mesa auxiliar al lado del sillón-. Casi nueve años.

– Excelente. Excelente -dijo Jack.

– Luego pasé a trabajar en seguridad para empresas privadas. Básicamente, era un mercenario a sueldo. He estado en las regiones más peligrosas del mundo y he sobrevivido. Se gana mucho dinero en esa clase de trabajo.

– Lo imagino -Jack cambió de postura-. Si alguna vez tengo que cambiar de profesión… ¿eh?

Kane se puso en pie y miró al padre de Willow.

– No somos amigos, Jack, y nunca lo seremos. Usted no me gusta y no me causa respeto; pero es el padre de Willow y, por mucho que me gustara cambiar eso, no puedo. Usted es un desgraciado. Tiene una esposa que lo adora y unas hijas que lo quieren, y no le parece suficiente. Quiere ir por ahí, divertirse, y las tiene abandonadas. Por supuesto, ellas también tienen parte de culpa, porque se lo consienten.

Kane se acercó a la puerta y volvió la cabeza.

– Si fuera por mí, lo habría echado a patadas hace mucho tiempo. Hágase un hombre, puede que hasta descubra que le gusta. En fin, haga lo que haga, no vuelva a hacer llorar a Willow en lo que le queda de vida. Si lo hace, lo despellejaré. ¿Está claro?

Jack asintió y Kane se marchó de la estancia.

Kane salió al jardín, necesitaba aire fresco. Pero sólo estuvo a solas unos segundos, Naomi se reunió con él.

– Espero no molestarlo -dijo ella-. Quería decirle que he oído lo que le ha dicho a Jack.

Kane contuvo un gruñido.

– ¿Quiere que me disculpe?

– No, en absoluto -respondió ella con una sonrisa-. Me ha dejado impresionada. Quiero a Jack, pero conozco sus defectos. Quizá usted lo haga cambiar, aunque lo dudo.

– Y usted podría dejar de recibirlo en su casa -declaró Kane.

– Sí, podría, pero no voy a hacerlo. Ese es uno de mis defectos. No obstante, no quería hablar de mí, sino de Willow. Llevo años diciéndole a Jack que no la trate así, pero él no me escucha. Creo que, a partir de ahora, va a ser distinto.

– ¿Por qué la tiene tomada con ella? ¿Por qué no con Julie o con Marina? -preguntó Kane.

Naomi suspiró.

– De pequeña, Willow tuvo dificultades respecto al aprendizaje. No fue nada serio; pero, durante un tiempo, estudiar le resultaba difícil. El médico dijo que era porque las conexiones de su cerebro eran algo diferentes. En cualquier caso, todo se solucionó al final y Willow iba bien con los estudios. Pero Jack no pudo, o no quiso, olvidar aquellos primeros años. Lo que no comprendo es por qué piensa que Willow no es tan bonita como sus hermanas.

– Es mucho más bonita que ninguna -declaró Kane.

Naomi sonrió.

– Lo dice objetivamente, claro.

Kane se encogió de hombros.

– Creo que Jack ve en Willow muchas cosas de sí mismo -dijo Naomi-. Willow siempre ha sido la soñadora de la familia. O lo era. Últimamente, parece tener los pies más en la tierra. Le encanta su nuevo trabajo en el invernadero.

Kane pensó en el ejército de plantas que estaba empezando a ocupar su casa.

– Sí, de eso ya me he dado cuenta.

– Antes me tenía muy preocupada la clase de hombres que Willow elegía como compañeros, pero ahora… -Naomi le tocó el brazo-. Usted es lo mejor que le ha podido pasar. Gracias.

Naomi lo dejó y entró en la casa.

Kane continuó en el porche. Sabía que su situación era más peligrosa con cada segundo que pasaba.


Esa noche, Kane estaba tumbado boca arriba con Willow acurrucada a su lado.

– ¿Te ha resultado horrible? -le preguntó ella.

– No.

– El principio fue una pesadilla, pero luego todo mejoró. Le he contado a mi padre lo del trabajo nuevo e, increíblemente, me ha animado.

Kane la escuchó mientras ella seguía hablando con su suave y dulce voz. Empezó a desearla otra vez. Daba igual que hubieran acabado de hacer el amor, seguía deseándola.

Willow se incorporó apoyándose en un codo y lo miró. Estaba desnuda y sus largos cabellos rubios le cubrían los senos. Era una imagen sumamente erótica. ¿Qué demonios había hecho él para merecerse aquella mujer?

– Quiero decirte una cosa -dijo Willow-. Voy a decirla y tú me vas a abrazar. Luego, vamos a apagar la luz y nos vamos a dormir. No te está permitido decir nada. No quiero que digas nada. Esto es sólo cosa mía, ¿de acuerdo?

Un profundo temor le quitó el deseo. Kane asintió sin realmente querer.

Willow respiró profundamente y sonrió.

– Te amo. Te amo desde hace ya un tiempo, pero por fin estoy preparada para decírtelo. Te amo.

Willow volvió a tumbarse y cerró los ojos, añadiendo:

– Buenas noches, Kane.

– Buenas noches.

Kane apagó la luz. Willow lo amaba. No importaba que él la creyera o no. Ella lo creía y era suficiente.

¿Cómo había permitido que ocurriese? No quería el amor de Willow. Ni en ese momento ni nunca. Y eso iba a destrozarla.

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