Capítulo 2

Sam deslizó el último texto de investigación que había traído consigo en el estante inclinado de la librería y asintió con satisfacción. Tenía todo lo que necesitaba para traducir cualquier texto extranjero con el que se encontraran. Ahora que estaba instalada podía examinar el interior de la deep-space & Starwing a su placer. Él había dicho que ella era el cerebro y él los músculos, pero eso no era enteramente cierto. Obviamente él también tenía cerebro.

Toda su nave, excepto el puente, estaba decorada como una mansión del siglo XIX. Todas las sillas, mesas y camas estaban hechas de madera simulada. La iluminación estaba formada por réplicas de candelabros, velas y arañas de cristal. Todas las telas eran terciopelos y satenes exuberantemente ricos en tonos oscuros de joyas. Los libros que se alineaban en las estanterías de la biblioteca eran como los suyos, papel y encuadernación cosida antiguos en vez de ediciones electrónicas que habrían ocupado mucho menos espacio.

Habría llevado meses, quizá años, de investigación alcanzar este nivel de precisión histórica. Sam no podía evitar preguntarse por su fascinación con este periodo en particular de la historia de la Tierra. ¿Qué representaba para él? ¿Por qué le gustaba tanto?

– ¿Tienes hambre?

Ante el sonido de la voz de Rick, Sam se giró rápidamente.

– Hum…

Por inteligente que fuera no podía formar una sola palabra coherente cuando él estaba vestido de esa forma. Descalzo, con un pantalón holgado y sin camisa, era un ejemplo de primera de virilidad masculina. Parecía como si acabara de salir de la cama.

O como si estuviera preparado para meterse en una.

Su estómago dio un vuelco ante ese pensamiento.

– ¿Ese fue un sí o un no? -Su abdomen se onduló con la musculatura mientras él se movía hacia ella y sus labios se curvaban en una sonrisa libertina.

Eso fue un «maldición, estás magnífico». Pero no podía decir eso en voz alta.

– Tengo hambre si tú la tienes -dijo ella aclarándose la garganta. Eso era lo más cerca que ella podía llegar de flirtear. Cuando su rostro permaneció cortésmente indiferente, ella suspiró desanimadamente y preguntó-: ¿Estamos de camino a Simgen?

– Sí. -Rick asió su codo y la condujo por el pasillo al comedor-. ¿Podrías decirme por qué quieres empezar allí primero?

– Bueno, todo el mundo empieza la caza en Voltaing, ¿no es verdad?

– Eso es porque Voltaing era la ubicación del mayor distribuidor de libros electrónicos.

– Sí, eso es cierto. Sin embargo, si yo tuviera algo precioso que perder lo ocultaría en el lugar menos probable, no en el más probable.

Le retiró la silla, esperó hasta que se sentó y luego se movió hacia la unidad culinaria que se encontraba inteligentemente oculta en el aparador.

– ¿Quieres algo en particular para cenar?

Ella se encogió de hombros.

– Lo que tengas está bien.

– Bien. -Él se volvió y ella contempló cómo se flexionaban los músculos de su espalda mientras tecleaba el menú en la unidad-. ¿Así es que piensas que Simgen es el lugar menos probable?

– Escribí un artículo de investigación sobre el tesoro de libros electrónicos y…

– Lo leí.

Sam parpadeó.

– ¿Lo leíste? -Se había publicado en un oscuro diario para expertos. No pensaba que nadie lo hubiera leído.

– Seguro que sí. Era genial. Me encantaba cómo permanecías firmemente enfocada en los beneficios del romance erótico y no en la caza de tesoros real.

– Esto… gracias.

– Hiciste un fantástico trabajo al señalar los beneficios físicos, emocionales y mentales de los orgasmos regulares y cómo la lectura de las historias eróticas mejoraba la vida sexual en las parejas. Yo estaba más interesado en tus pensamientos sobre incrementar la agudeza mental con mucho sexo. -Rick se giró para mirarla a la cara y en el proceso reveló su elección para la cena: chocolate, fresas y nata montada-. Tú y yo vamos a necesitar unas mentes afiladas si esperamos encontrar el tesoro antes del final del mes.

Algo cálido y confuso floreció en su pecho ante la mirada de sus ojos azules.

– ¡Oh, Dios mío! -Ella jadeó cuando apareció la conciencia- ¿Estás intentando ligar conmigo? Quiero decir, en serio. ¿Quieres tener sexo conmigo?

– Sí. En serio. Quiero.

Ella se puso en pie y empezó a caminar.

– Guau. Sin embargo, podría hacerse extraño el trabajar juntos después de que follemos. Y…

– A ver -comenzó él sonriendo abiertamente-. No habría pensado que fueras del tipo de las que dicen cosas sucias. Pero me gusta. Es condenadamente sexy viniendo de ti.

La mirada traviesa de sus ojos combinada con esa sexy sonrisa hizo que su corazón galopara.

Rick tendió la mano hacia la mesa y puso la pequeña fuente sobre una silla cercana. La asió cuando ella intentaba pasar a su lado y, antes de que supiera lo que le había golpeado, estaba tumbada sobre la espalda en la impecable superficie de madera. Él le soltó el pelo y hundió las manos en sus mechones.

Los ojos de ella se dilataron.

– Oh, guau, vas en serio.

– Oh sí -murmuró él.

– ¿Vamos a hacerlo aquí mismo? ¿En la mesa?

– Entre otros sitios.

Ella tragó saliva fuertemente.

– Eso quiere decir más de una vez, ¿verdad?

– Definitivamente más de una vez. Tengo ganas de descubrir todos tus pequeños y atractivos secretos.

– ¿Estás seguro de que me quieres a mí? -Mortificada por haber hablado alocadamente en voz alta, Sam se golpeó en la frente. Solo ella criticaría la oportunidad que se da una vez en la vida de liarse con el hombre más ardiente que hubiera visto nunca.

– Sí, estoy seguro de que te quiero a ti, y no te preocupes de que las cosas sean extrañas. Ambos somos adultos. Podemos permitirnos algo de sexo sin ataduras y sin compromisos.

Temerosa de abrir la boca de nuevo Sam solo asintió. Realmente era la única clase de sexo que conocía. Además, podía asegurar con todo convencimiento que no iba a decir: «No, gracias. Mi vibrador servirá.»

Él asió el cierre del traje plateado de ella y lo bajó hasta el final, yendo él detrás.

Sostuvo el dobladillo en cada tobillo y contempló con mirada ardiente cómo ella liberaba sus piernas, pero cuando intentó quitarse las mangas la detuvo.

– Déjate puesta esa parte.

– Esto… seguro. -Ella no sabía por qué quería que dejara el traje bajo ella pero no iba a quejarse. Él podría despertarse y darse cuenta de que ella solo era una bibliotecaria aburrida.

– Por los dioses -suspiró él mientras las callosas puntas de sus dedos vagaban sobre el estómago de ella.

– ¿Cómo ocultaste todas esas curvas bajo tu traje?

Ella bajó la vista por su torso hacia él y descubrió sorprendida que parecía mortalmente serio. Y también lleno de lujuria.

Sus dedos rozaron entre las piernas de ella.

– No tienes vello.

– Sí… ¿Está bien?

– ¿Bien? Joder, me pone cachondo como un demonio.

– ¿En… en serio?

Pero él no podía responder porque su cabeza estaba enterrada entre sus muslos.

Con un grito sobresaltado ella se arqueó contra su boca, la lisura de su traje se deslizó sobre la madera y la empujó hacia él. Rick gruñó y asió sus caderas, extendiéndola más, abriéndola a los lametones hambrientos de su talentosa lengua.

– Oh madre mía… -Ella tembló cuando él encontró su clítoris y lo sacó jugueteando de su capucha con suaves revoloteos. Acarició el haz de nervios, arriba y abajo, con su lengua moviéndose sin prisa, como si tuviera todo el tiempo del mundo.

Tras cerrar los ojos Sam se deleitó en el momento, se preguntó si estaba soñando y esperó que, si era así, no se despertara sin tener un orgasmo primero.

– Hazme correrme así -suplicó ella.

Las pocas veces que sus compañeros anteriores habían tenido sexo oral con ella, habían atacado su sexo como bestias devoradoras, precipitándose para pasar de las caricias preliminares e ir directamente a la penetración. Rick, sin embargo, la lamía con notable ternura, besándola primero suavemente con sus labios, su lengua y sus dientes hasta volverla loca. Ella se retorcía bajo él, su piel se calentaba antes de evaporar el sudor. Todo dolía y quemaba. Sus piernas temblaron cuando las hebras sedosas de su cabello se frotaron contra la parte interior de sus muslos.

Tras tender sus manos hacia él Sam enredó los dedos en sus mechones oscuros y lo atrajo más cerca, alzándose para igualar su ritmo sin prisa. Él zumbó suavemente, su lengua delineó y se hundió en las cremosas profundidades de su vagina, entrando y saliendo, hasta que su corazón pareció que reventaría.

– ¡Rick! -gritó ella a punto de perder el sentido por la necesidad de correrse.

El gruñido de él fue bajo y atormentado, la vibración subió por su cuerpo y goteó en sus pezones. Estos se alzaron doloridos y Sam liberó la cabeza de él para acunar sus senos y apretarlos, tratando de aliviar su tormento.

– Déjame -murmuró él contra su carne resbaladiza, haciendo a un lado las manos de ella. Hizo rodar sus pezones entre las expertas puntas de los dedos, tirando de ellos de una forma que hizo que su matriz se contrajera desesperadamente-. Tú simplemente túmbate ahí y córrete.

Iba a hacerlo, no podía pararlo, sus caderas empujaban su sexo contra la lengua que la penetraba, igualando su ritmo.

– Oh, Dios, por favor…

Rick rodeó su clítoris con los labios y chupó firmemente. La succión fue demasiado y la llevó hasta el orgasmo, atormentando su cuerpo con una fuerza tan aturdidora que ella no pudo respirar, su vagina desesperadamente codiciosa porque él la llenara. Antes de que pudiera boquear en busca de aire él estaba dentro de ella, su pene tan duro y grueso que apenas podía tomarlo.

– ¡Mierda! -jadeó él, cayéndose hacia delante, atrapándola contra la mesa con su poderoso cuerpo.

Él se quedó quieto mientras su vagina se ondulaba a lo largo de su longitud con los espasmos finales de su liberación.

– Eres condenadamente apretada, Sam. Casi demasiado apretada.

Con un quejido ella refunfuñó.

– No soy yo, eres tú. Eres demasiado grande.

Más bien enorme. Gigantesco. Desmesurado.

Una mano grande retiró el pelo tiernamente de su cara.

– ¿Te estoy haciendo daño?

Ella pensó en ello durante un momento, meneando las caderas. El placer se extendió hacia fuera, haciéndola gemir.

– No.

– ¿Puedes tomar un poco más? -El sudor brotó en su piel.

– ¿Hay más?

Él hizo una mueca.

– Por favor, no me hagas parar -suplicó él con voz áspera.

Sam alzó la vista hacia el magnífico hombre que esperaba sobre ella y sintió que algo se derretía.

Su pelo oscuro flotaba alrededor de su hermoso rostro. El borde de sus pómulos estaba ruborizado y un músculo diminuto de su mandíbula latía por lo apretada que estaba. Sus pectorales y bíceps estaban duros y delineados por el esfuerzo que ejercía para sujetar su peso y que no la aplastara. Era absolutamente bello, una obra de arte. Y era suyo durante las siguientes semanas. Que la condenaran si una vagina desatendida le impedía tenerlo.

Se movió otra vez, abrió más las piernas e inclinó sus caderas. Con un profundo gruñido de placer Rick se hundió hasta el fondo.

Besos agradecidos llovieron por sus cejas y sienes. Él logró una sonrisa dolorida, que hizo que su corazón diera un vuelco.

– No puedo recordar la última vez que estuve tan duro.

– Estás bromeando. -Aunque secretamente ella esperaba que fuese cierto. Si se volvía más grande no habría forma de que cupiera.

– Ojalá fuera así. Temo moverme, creo que me correré.

– Adelante -le animó ella, queriendo eso desesperadamente-. Yo ya he tenido lo mío. Tú puedes tener lo tuyo.

Dejó caer la cabeza y capturó su boca. La besó suavemente, dulcemente, su lengua se frotó contra la de ella y la saboreó con profundos lametones. Sus labios eran firmes, su habilidad clara. Como quería más ella gimió de protesta cuando él se retiró.

– Eres perfecta -murmuró él.

El escepticismo de ella debió de haberse mostrado en su rostro.

– ¿No me crees? -Él echó sus caderas hacia atrás y sacó su pesado pene de ella. Ella observó, húmeda de deseo, mientras los músculos de su estómago se dibujaban tensos y él volvía a entrar en ella.

– No hay problema -susurró ella, con la garganta apretada por la visión más erótica que había tenido nunca-. Simplemente estoy contenta de haber estado por aquí cuando estabas excitado.

Él gruñó en su siguiente empuje perfecto hacia abajo.

– Bueno. Piensa lo que quieras. En una semana tu vagina se habrá adaptado a la forma de mi pene, entonces me creerás.

Su vagina se apretó fuertemente ante sus palabras. Como respuesta él agarró sus hombros y la penetró más fuerte, con sus caderas alzándose y bajando infatigablemente.

– ¿Te gusta esa idea? -Los labios de él tocaron su oído. Su respiración laboriosa hizo que se doliera por correrse de nuevo-. Voy a follarte en cada momento en que estés despierta. Voy a dormir con mi pene dentro de ti. Voy a empaparte con mi pene hasta que te gotee.

– ¡Rick!

– Chica traviesa -gruñó él-. ¿Te encantan unas cuantas palabras sucias con el sexo, verdad?

Se alzó ligeramente, la asió por la cadera y la colocó sobre su pene, alzando su cuerpo arriba y abajo, con el traje que se deslizaba fácilmente sobre el tablero pulido. Sam solo podía agarrarse a sus muñecas y mirar, gritar y retorcerse con el placer brutal.

Rick arrojó su cabeza hacia atrás y rugió cuando se corrió, empujando más fuerte dentro de ella y sus muslos temblando contra los femeninos.

La visión de su clímax disparó el de ella, haciendo que su vagina se agarrara a su pene de modo que él se estremeció y maldijo por el placer.

Cuando todo hubo terminado la atrajo contra su pecho, con el sudor uniendo sus pieles desnudas. Él se rió suavemente entre dientes y su mejilla descansó sobre la cabeza de ella.

Era abrumador e íntimo, y Sam estaba tan agradecida por la experiencia que quería gritar.

Era una pena que el mes que tenían por delante no pudiera durar.

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