Capítulo 4

– ¿Sabes, nena? -dijo Rick, con sus ojos puestos en el trasero lleno y balanceante que estaba delante de él mientras subía por el escabroso camino de grava. Tenía que darse a sí mismo una palmadita en la espalda por el diminuto grabador de vídeo que llevaba al cuello. El plan había sido grabar el posible descubrimiento de los libros electrónicos. Ahora podía reproducirlo y comerse con los ojos el delicioso trasero de Sam siempre que le apeteciera- Te admiro totalmente por encontrar este lugar. Me detallaste todo perfectamente y aun así no puedo explicarme cómo descubriste todo esto en tres semanas.

– Todavía no hemos descubierto nada.

– Pero lo haremos. Contigo al mando no hay forma de que fallemos.

– Solo tratas de adularme para llevarme a la cama -replicó ella, pero él oyó el placer en su voz.

– ¿Ahora tengo que adularte para llevarte a la cama? -Él dio un dramático suspiro- Señor, ¿qué pasó con eso de sacarme el pajarito?

Sam se detuvo en el camino y se rió en voz alta. Él se alegró de oír el sonido. Todo el día había estado crispada y nerviosa, como si estuviera preparándose para lo peor. Él sabía que esta búsqueda era importante para ella, así es que la comprendía. Pero su felicidad era importante para él, y el verla tan tensa y ansiosa no le gustaba nada.

Sus ojos oscuros le sonrieron, y cuando ella le tendió su mano él la tomó sin vacilar. No era un tipo romántico, pero Sam sacaba cada diminuta partícula de romance que había en él. Su boca se arqueó en una media sonrisa. Mejor encarar los hechos de frente -había sido domado por una bibliotecaria.

Se volvió más complicado andar mientras escalaban, pero siguieron a buen paso y, antes de que hubiera pasado una hora, habían recorrido la distancia entre su lanzadera y la cima de la pequeña montaña en el planeta Cerridwen.

– De acuerdo -dijo ella cuando terminó la pista-. Ahora necesitamos encontrar una roca grabada con este símbolo. -Sacó una hoja de papel doblada de la pequeña bolsa que llevaba.

– ¿Qué es eso? -Él estudió el diseño sobre el hombro de ella- Parece un círculo encima de una cruz.

– En la Tierra lo llamaban anj &. Representa la vida eterna.

– Hum. Bueno, es apropiado para esas bases de datos, supongo.

Asintiendo, Sam le tendió la imagen y empezó a examinar detenidamente las rocas que estaban delante de ella. Él hizo lo mismo. Les llevó casi media hora localizar la marca, pero una vez que lo hicieron las cosas empezaron a moverse rápidamente.

Debajo de la roca había un interruptor, que abría una pequeña puerta en un lado de la montaña. Rick abrió el camino, con la pistola de rayos preparada, pero todo lo que encontraron dentro fue un ascensor.

– ¿Confías en esa cosa? -preguntó él observándolo escépticamente- Ha estado aquí desde siempre.

– ¿Tienes miedo, tipo duro?

– Por ti, sí. -Se inclinó y miró hacia el fondo del pozo-. Parece como si esto siguiera hasta muy abajo. Iré solo y si no hay ningún obstáculo volveré y te llevaré.

– No hay forma de que vayas sin mí.

Mirándola con el ceño fruncido por encima del hombro dijo:

– No vas a entrar en esta cosa hasta que no esté seguro de que esto no está destrozado.

– Rick.

Él odiaba cuando ella empleaba ese lisonjero tono de voz con él, nunca era capaz de decir que no.

– No me hagas esto, Sam. ¿De acuerdo? No quiero que resultes herida.

Ella le dirigió esa mirada suave que le derretía y le volvía loco por ella.

– Sea lo que sea lo que pase, quiero que sepas que lo que has hecho por mí estas semanas pasadas ha cambiado mi vida.

– ¿Hum? -Eso sonaba como el comienzo del discurso del «Querido John» &. Su ceño se profundizó.

– Antes de encontrarte no pensaba que pudiera importarle a alguien. Gracias por hacerme sentir como si hubiera sido importante para ti.

– ¿Hubieras sido?

Una garganta se aclaró detrás de ellos, y se dirigieron el uno al otro una mirada conocedora.

– Curt -dijo Rick-. ¡Qué sorpresa!

– Esto es realmente conmovedor -dijo Curt falsamente mientras apuntaba con una pistola de rayos a Sam-. ¿Pero no pensáis que ahora deberíamos encontrar nuestro tesoro?

– ¿Nuestro tesoro? -escupió Sam.

– Sí, nuestro, he pasado los mismos años buscando los libros electrónicos que tú.

– Como mucha otra gente. ¿Y qué? ¿Se supone que debemos repartirlo entre todos los que lo han buscado alguna vez?

– No, conmigo será suficiente.

Ella cruzó los brazos sobre el pecho.

– No vas a conseguir nada, Imbécil. Loco. Estúpido. Y aparta esa pistola antes de que hagas daño a alguien.

Curt envió un disparo de aviso a los pies de ella.

– Si ella resulta herida tú mueres -gruñó Rick con el corazón golpeándole locamente. No tenía ni idea de lo que era capaz este loco.

– Ven aquí Sam -dijo Curt suavemente-. O tu chico acabará quemado.

Sam se acercó con pasos dubitativos, teniendo en mente únicamente el proteger a Rick en lo que pudiera. Cuando llegó lo suficientemente cerca, Curt la atrapó por la garganta y agitó la pistola en dirección a Rick.

– Llama al ascensor.

– Deja que se vaya Rick -dijo ella, dispuesta a hacer lo que fuera necesario para sacar a Rick de allí.

– No seas boba -refunfuñó Curt-. Avisará a las autoridades.

La tensión en el aire mientras esperaban al gimoteante y rechinante ascensor era palpable.

– ¿Qué demonios vas a hacer, Curt? -preguntó Sam con el estómago hecho un nudo. Cruzó con la mirada el pequeño espacio hasta donde Rick esperaba una oportunidad para golpear- ¿Cuál es el plan después de esto?

– Bueno, una vez que encontremos la base de datos, os atontaré a ambos y saldré. Despertaréis en una hora o dos y vendréis a buscarme. Entonces os daré la mitad de los créditos y vosotros dos podéis dividir vuestra parte. Yo recibiré elogios por haber encontrado los libros electrónicos, vosotros dos podéis escaparos y poneros ojitos de cordero degollado el uno al otro y todos seremos felices.

– Ya ves, ese podría ser un gran plan si hubiera una base de datos, Estúpido. Pero dado que no la hay, realmente has tenido éxito en enfadarnos. Por lo que he oído sobre la reputación de Rick, eso no ha sido nada inteligente.

Curt se puso rígido detrás de ella.

– ¿De qué estás hablando?

– No. Hay. Ninguna. Base. De. Datos. ¿Lo pillas? ¿Por qué piensas que nadie la ha encontrado nunca? No existe.

– ¿No existe? -gritó él mientras la apartaba para poder examinar sus rasgos con su mirada. Rick atrapó la muñeca de ella y la colocó detrás de él de un tirón, escudándola con su cuerpo.

– No, Asno sin Seso -escupió Sam-. Tú sabes cuánta investigación he hecho, el tiempo que he buscado, todos los lugares que he excavado. No hay nada que encontrar o alguien ya lo hubiera encontrado.

– ¿Entonces por qué estás aquí? -Curt agitó la pistola salvajemente hacia Rick- Con él. ¿Por qué estarías aquí si no hubiera ningún tesoro?

Ella tragó saliva y se arriesgó a lanzar una mirada a Rick. Sus ojos permanecían fijos en el arma de Curt y su mano en la cintura de ella la mantenía firmemente detrás de él. Dirigiendo la vista hacia sus pies dijo:

– Porque quería estar con él y esta era la única forma de hacerlo.

– ¿Qué? ¿Me estás tomando el pelo?

Rick estaba sorprendentemente silencioso.

– No, en absoluto. Sabía que si le decía que el tesoro era un mito me enviaría a casa.

– ¿Lo dices en serio Samantha? -Curt la miró boquiabierto- ¿Todo esto ha sido por nada?

– Si quieres el tesoro entonces sí, esto ha sido por nada, lo que no es menos de lo que te mereces por hacer esta peligrosa estupidez. -Su voz bajó de volumen-. Pero para mí, yo sí conseguí algo. Incluso si no consigo retenerlo.

Los ojos de Curt se entrecerraron con sospecha e inclinó su barbilla en dirección a la bolsa a los pies de ella.

– ¿Qué hay en la bolsa? ¿Por qué traes tus instrumentos si no hay necesidad de ellos?

Su rostro se bañó en un rubor ardiente.

– No son mis instrumentos.

– No te creo. Abre la bolsa y pruébalo.

– ¡Que te jodan! -dijo Rick-. Aparta la pistola.

– No hasta que ella abra la bolsa.

Resignada, Sam se puso en cuclillas y abrió el cierre, revelando una variedad de artilugios sensuales.

– ¿Juguetes sexuales? -gritó Curt.

Ella sintió el escalofrío que recorrió la poderosa figura de Rick.

– ¡Santo Dios, Sam! -Curt lanzó las manos hacia lo alto- Solías ser una experta literaria, ahora eres…

El puño de Rick conectó con la mandíbula de Curt con un crujido estremecedor. El profesor quedó inconsciente y cayó a sus pies.

– ¡Guau! -Los ojos de ella se dilataron- Eso fue tan genial. Adoro cuando te pones todo macho.

– Me alegro de que lo apruebes. -Él sacudió la cabeza-. Todavía no puedo creer que durmieras con este tipo.

– No me lo recuerdes. ¿Qué hacemos ahora con él?

– Voy a atarle de pies y manos y sacarle fuera. -Él se giró para encararla, con sus ojos azules oscurecidos por una alerta predadora. Ella retrocedió un paso-. Cabeza de chorlito puede esperar hasta que hayamos terminado. Entonces los llevaré a él y a la cinta de vídeo a las autoridades.

– Tuviste razón en que Curt vendría detrás de nosotros.

– Sí, y tú tuviste razón en que trajéramos el vídeo para probarlo. Somos un buen equipo.

Sam cerró la bolsa y se la colgó sobre el hombro.

– Sácalo fuera y vámonos. El ascensor está aquí.

Él se quedó rígido.

– ¿Ir adónde?

– A conseguir los libros electrónicos.

– Dijiste que no sabías dónde estaban.

– No iba a decirle dónde estaban. -Sam empujó suavemente a Curt con la punta de la bota-. Así es que mentí. Sabía que eso lo frustraría lo suficiente para bajar la guardia y darte una oportunidad. Es uno de las razones por la que es pésimo en el trabajo forense. Tenía la misma información que yo, simplemente no conseguía casarla para alcanzar las mismas conclusiones. El vídeo probará que no puede reclamar nada del tesoro.

Rick estaba extrañamente absorto mientras caminaba hacia ella.

– ¿Todo lo que le dijiste fue una mentira?

– ¿Qué?

– ¿Mentiste sobre todo?

Retrocediendo cautelosamente, Sam trató de descubrir qué estaba haciendo. Y falló.

– ¿Qué estás haciendo?

– Haciéndote una pregunta. -Él la atrapó contra el muro, le quitó la bolsa del hombro y la tiró al suelo-. ¿Decías la verdad cuando le dijiste que querías estar conmigo? ¿O eso era parte de la mentira?

La forma en que él la miraba le dijo que era el momento de confesar.

– Era la verdad -admitió ella alzando la vista hacia él-. He sabido de este lugar durante años, pero no me servía de nada sin la llave. En el momento en que me mostraste esto -buscó dentro su camisa el chip de datos que él llevaba alrededor del cuello-, supe que teníamos el tesoro.

Él atrapó sus caderas en sus manos y la atrajo hacia él. A ella no se le escapó el hecho de que estuviera totalmente excitado.

– Te mostré la llave en tu oficina el primer día que nos conocimos.

Sam hizo una mueca tristemente.

– Sé que soy una persona terriblemente egoísta. No pretendía que esto llegara tan lejos. Iba a traerte aquí antes, lo juro. Entonces me abordaste sobre la mesa e hiciste realidad todas mis fantasías.

– ¿Tus fantasías?

– Sí. -Ella se mordisqueó nerviosamente una uña-. Y luego dijiste que seguirías haciéndolas realidad, y de repente el llevarte directamente al tesoro no era tan apetecible.

Él atrapó la muñeca de ella y le sacó el dedo de la boca.

– Has estado arrastrándote por túneles polvorientos durante semanas, Sam.

– ¿Tenía que hacerlo parecer real, no? Si yo simplemente me metía en tu cama y de repente un día me despertaba y decía: «¡Oye! ¡Averigüé dónde está el tesoro!», tú sabrías que pasaba algo. -Sus hombros se hundieron-. La verdad es que te he mentido sobre casi todo. Excepto cuando me hacías el amor. Entonces nunca mentía.

– Hacía el amor -repitió él suavemente. Su mirada era tan intensa que le robó la respiración.

Ella enrojeció y apartó la mirada rápidamente.

– Lo siento. Quería decir tener sexo. En serio. Un desliz de la lengua. No te sientas presionado. Sé que tenemos una relación de sexo sin compromiso. Estoy totalmente de acuerdo con eso. Estoy…

– Yo no estoy de acuerdo con eso. -Él le alzó la barbilla y la obligó a mirarlo.

– ¿No lo estás?

– No.

– Me estás dirigiendo La Mirada. -Ella le miró boquiabierta-. ¡Santa madre de Dios!, no puedo creer que me estés dirigiendo La Mirada después de lo que acabo de decirte.

Él inclinó la cabeza y le lamió el labio inferior.

– ¿La Mirada «prepárate porque voy a hacerte el amor»?

– ¿Hacerme el amor? -susurró ella contra su boca con el corazón acelerado.

– No puedo creer todas las locuras que has hecho solo para estar conmigo. -Rick la atrajo más cerca y descansó su mejilla sobre la cabeza de ella-. Me siento totalmente adulado porque una mujer con tu cerebro haga algo tan completamente fuera de lugar por un tipo como yo.

Ella resopló.

– No todos los días entra en mi oficina un magnífico mercenario y me ofrece el pasar un mes conmigo. Habría tenido que ser tonta para desperdiciar la oportunidad de juntarme contigo. Nunca pensé que terminaríamos siendo amantes. Solo pensé que podría disfrutar mirándote un poco.

La mirada que él la dirigió cuando la empujó hacia atrás era a la vez ardiente y profundamente afectuosa.

– Librémonos del profesor y hundámonos en esos juguetes que trajiste. -Él le besó la punta de la nariz y luego se rió en voz alta-. ¿Estabas planeando una seducción aquí? ¿Sobre el sucio suelo? No es que me importe -le aseguró él rápidamente.

El hecho de que él no quisiera arriesgar su oportunidad de jugar con ella le hizo sentirse toda estremecida por dentro.

– Estaba planeando un último jugueteo contigo. Sabía que cuando te dijera la verdad de todo te enojarías verdaderamente. -Ella enrojeció-. Estaba siendo egoísta de nuevo.

– En lo que a mí se refiere, puedes ser todo lo egoísta que quieras.

– ¿En serio? ¿No estás enfadado?

– Puedes compensarme. -Él le hizo un guiño-. Todavía tengo la cámara de vídeo encendida.

Sam se le quedó mirando boquiabierta.

– ¡Santa madre de Dios! ¿Quieres filmarnos follando?

Rick gruñó y puso sus manos en la pared a ambos lados de su cabeza. Luego dobló las rodillas de forma que pudiera frotar su pene contra su sexo.

– ¿Sientes lo duro que me pongo cuando hablas así? Quiero arrancarte ese traje y montarte hasta que grites.

Ella apretó su tenso trasero y lo frotó.

– ¡Adelante!

– Lo conseguiste nena.

Mientras ella mirada, él hizo un rápido trabajo atando a Curt de pies y manos y luego llevó fuera el cuerpo inconsciente de Asno sin Seso.

Cuando Rick volvió se estaba frotando las manos. Luego se precipitó hacia ella y recogió la bolsa.

– ¡Vamos!

– ¡Santo Dios!, actúas como si yo fuera más excitante que los libros electrónicos.

Él la arrastró dentro del ascensor y apretó el botón que inició su descenso. Antes de que ella pudiera jadear él estaba acariciando su sexo a través de su traje y ella se estaba meciendo contra sus dedos. Mientras lamía el contorno de su oreja él murmuró:

– Este es el único tesoro en el que estoy interesado ahora mismo.

Un calor puro viajó por su espina dorsal y endureció sus pezones. Rick mordisqueó su cuello y presionó la longitud acerada de su pene contra su muslo. La habilidad de ella para pensar con claridad disminuyó rápidamente.

– ¿Aquí? ¿Y qué pasa si el ascensor está hecho un cacharro?

– Entonces moriré como un hombre feliz.

Él encontró su clítoris y lo frotó.

– ¡Espera! -jadeó ella alcanzando su cadena. Ella quería llevarle a la cueva, tomarse su tiempo, amarlo bien. Tenía un plan, un objetivo…

Con una mano pasó el chip de datos sobre su cabeza y lo dejó caer alrededor del cuello de ella, pero no dejó de manipular su clítoris justo del modo que le gustaba.

Sus ojos se cerraron y su vagina se apretó con anticipación.

– No pares.

– Acabas de decirme que espere.

– No. No esperes…

– ¿Quieres correrte, Sam?

Ella asintió.

– Sí… por favor… hazme correrme.

Rick bajó el cierre del traje de ella.

– Lo que tú quieras, nena.

Bajó la cabeza y atrapó el pezón de ella en su boca, acariciándole con lametones suaves de su lengua. Su mano se deslizó dentro del traje y luego entre sus piernas. Sam gimió, con sus sentidos en llamas y sus piernas temblando tan violentamente que él dejó caer la bolsa y la sujetó por la cintura.

Él separó los labios de ella con un toque reverente, deslizándose a través de la suavidad de su deseo antes de sumergirse en su vagina con dos dedos.

– Estás siempre tan mojada para mí.

Girando la cabeza ella presionó suaves besos en su mejilla, con sus caderas moviéndose al compás del bombeo dentro de ella.

– No puedo evitarlo. Te quiero todo el tiempo.

Y así era. Todo el tiempo. Había estado sola durante tanto tiempo, añorando un hombre que apreciara el paquete completo -el cerebro y el cuerpo.

Él tomó su boca con un beso profundo y posesivo. Contra su muslo, su pene era un peso ardiente y pesado, una promesa seductora.

– Yo también te quiero todo el tiempo -dijo él contra sus labios. La yema de su dedo encontró su clítoris y lo rozó, golpeándolo repetidamente con cada sacudida del ascensor en descenso-. Quiero tocarte así siempre que me apetezca. Quiero sostenerte y estar contigo.

– ¡Oh, Rick! -gritó ella, corriéndose en su mano, su vagina derretida de placer, sus pechos pesados y doloridos. Al conocerla tan bien, él chupó las duras puntas, dándoles profundos tirones que resonaban alrededor de sus dedos pujantes.

– Te necesito -gruñó él, retirando su toque y hundiéndose hasta el suelo del traqueteante ascensor.

Sam bajó la mirada al hermoso hombre que esperaba por ella, con sus grandes manos que abrían sus pantalones, su enorme pene que saltaba orgullosamente erecto. ¿No había deseado ella siempre ser la clase de mujer que podía despertar la lujuria de un hombre? Amaba la forma en que siempre solicitaba sexo de ella sin importar dónde estuviera, como si fuera a morir si no podía tenerla. Ahora mismo.

– Siempre me haces sentir como la mujer más sexy del universo.

La punta de su pene relucía con lujuria por ella.

– Para mí, Sam, lo eres.

Ella se despojó rápidamente de su traje y se sentó a horcajadas sobre sus delgadas caderas, sosteniéndose en alto mientras él colocaba la gruesa cabeza en su empapada hendidura. Los ojos de ella se cerraron mientras se hundía lentamente en él. Siempre saboreaba este momento, la sensación de él estirándola, masajeando sus cremosas paredes. La unión innegable.

– ¡Por los dioses! -dijo él con voz ronca, con las manos en sus muslos empujándola gentilmente hacia abajo hasta que él llegó tan profundo como podía.

Ellos se quedaron quietos durante largos segundos, disfrutando la cercanía. Luego él preguntó:

– ¿Estás lista para mirar?

Ella asintió, con sus ojos que encontraban los de él. Nada le hacía llegar más fuerte que mirar su pene abriéndose camino en su sexo y él lo sabía. Ella se inclinó hacia delante, colocando sus manos en los hombros cubiertos de lino de él, su barbilla juntándose con su pecho mientras ella alzaba lentamente las caderas.

– ¿Qué ves? -preguntó él, con su visión obstruida por el pelo de ella.

– Tu pene. Duro y grueso. Rojo y como si tuviera aspecto enojado.

– Estoy desesperado por ti.

– Puedo verlo. Tus venas están latiendo y la piel está brillante por mis fluidos.

– Estás empapada por dentro. -Rick alzó sus caderas, con su pene clavándose dentro de ella-. Se está tan bien dentro de ti, nena. Ardiente y apretado como el infierno. -Él se bajó, deslizándose dentro de ella-. Lo siento. No creo que vaya a durar mucho. Hacerte llegar con los dedos siempre me vuelve loco.

– No te preocupes por mí. Yo ya tuve lo mío. -Introduciendo una mano entre ellos, Sam separó sus labios-. Fóllame ahora -suspiró ella, con sus piernas que se sacudían mientras él corcoveaba hacia arriba de nuevo y su vagina se lo tragaba entero-. ¡Santa madre de Dios!

– ¿Te gusta la forma en que se ve?

– Me gusta la forma en que se siente. Eres tan grande.

Rick aceleró su ritmo, sus caderas se alzaban y caían su maravilloso pene se hundía en su vagina con golpes rítmicos y expertos. Ella gimió de placer, su mano cayó al suelo de metal para sostenerse en alto, todo su cuerpo se sacudía con la necesidad de correrse. El ascensor se sacudió al pararse bruscamente, pero Rick no lo dejó.

– Apriétame con tu sexo -dijo él entre dientes-. ¡Ah…! -Él empujó más rápido, moviéndose tan rápidamente que ella apenas pudo verlo- Estoy… llegando…

Ella gritó cuando él aceleró, sus dedos magullaban los muslos de ella, el grito desgarrado de él hizo eco en el ascensor. Él se corrió fuertemente, con su pene hinchado, su semen ardiente que la llenaba hasta que la deliciosa presión la empujó a otro orgasmo. Él gimió y la tomó a través de sus espasmos.

Sam sintió como si estuviera ahogándose, su cuerpo inundado de un calor sensual y de deseo, su lujuria y anhelo ondulando por su espina dorsal. Ella no había sabido que esto podía ser así, nunca había pensado que encontraría un hombre que la quisiera tan profundamente. Sus lágrimas cayeron sobre su camisa. Él la atrajo hacia abajo, de forma que pudiera acunarla en su pecho.

Ellos no tenían que decir nada en voz alta. Simplemente lo sabían.


* * *

– Tiene que estar aquí, en algún sitio -refunfuñó ella mientras sus manos rozaban despacio la piedra esculpida.

– ¿Estás segura de que esto es una puerta? -le preguntó Rick imitando sus movimientos al lado de ella.

Ella le atravesó con la mirada y él arqueó una ceja.

– ¡Oye, tengo que preguntar! Hemos estado palpando este muro durante casi una hora.

– Tiene que estar aquí. Lo sé.

– Miraré tanto tiempo como tú quieras -dijo él solícito-. Pero reclamo el derecho a un descanso con polvo si estamos aquí demasiado tiempo.

– Eres un maniaco sexual.

– ¡Nunca usamos los juguetes!

Ella sonrió y luego se rió, no pudo evitarlo. Era más feliz de lo que lo había sido en su vida.

– No necesitamos juguetes.

– Eso es cierto. Maldición, soy un bastardo afortunado. -Él se quedó rígido-. Espera un minuto. -Se inclinó más cerca del muro y sopló con fuerza sobre la imagen de una flor. La arena voló hacia fuera, revelando un diminuto agujero.

– ¡Oh, guau! -Sam no podía moverse. Cierto, había estado creída y despreocupada sobre el hecho de encontrar el tesoro, pero eso era en parte porque temía estar equivocada. ¿Y si este no era el lugar? ¿Y si las bases de datos no existían? ¿Y si descubría que todo por lo que había trabajado tan duro no era más que un mito? La mano de Rick se deslizó en la suya y la apretó.

– ¿Quieres esperar un poco? ¿Considerarlo un poco? No hay ninguna prisa. Disponemos de una semana hasta que tengamos que estar en Rashier 6.

Giró la cabeza y clavó la mirada en la de él. Nosotros. Estaban en esto juntos.

En sintonía con sus sentimientos, él la atrajo más cerca y le besó la frente.

– No me preocupa si no encontramos el tesoro. Pasaremos sin él. Si abres esta puerta, hazlo por ti. No por mí. O no lo hagas. Lo que quieras. Estaré aquí para lo que decidas.

Inspirando profundamente se sacó la cadena de la llave por la cabeza y se acercó al agujero en la pared.

– Hagámoslo o siempre nos lo preguntaremos.

Mientras ella deslizaba la llave dentro él se colocó detrás de ella y le puso unas manos reconfortantes sobre los hombros.

Desde una distancia, un crujido señaló el arranque de algún mecanismo antiguo. Los traqueteos y los gemidos vibraron a través de los muros y sacudieron el suelo bajo sus pies. Rick la atrapó por la cintura y la atrajo contra él, protegiéndola con su cuerpo mucho más grande. El polvo y la arena ondearon alrededor de sus piernas. Ambos se quedaron mirando, con la vista fija, cómo los enormes muros de piedra retrocedían lejos de ellos y luego se deslizaban a la derecha, dejando al descubierto una cámara enorme.

Sacando la pistola de rayos de su funda, Rick le hizo señas para que fuera detrás de él mientras él entraba con cautela en la oscura habitación. De repente, el espacio se llenó con luz cuando unos sensores detectaron su presencia y la activaron.

– ¡Esto es genial! -suspiró Sam, intimidada cuando entró en la cámara detrás de él.

Girando lentamente, se empapó de los antiguos jeroglíficos de la Tierra que cubrían las paredes. En el centro de la habitación esperaban tres bases de datos con forma de pirámide, no mayores que la bolsa que ella había traído.

– ¡Oh, Dios!… ¡Oh, señor! ¡Caramba, Rick! ¿Tienes idea de cuántos libros electrónicos eróticos pueden contener esas bases de datos?

– Sí, nena. Pienso que sí. Somos asquerosamente ricos. Y vamos a ser unos héroes. Oye, ¿puedes leer esto?

Ella alejó su mirada codiciosa de las negras bases de datos y lo miró a él.

– Pienso que sí.

Él señaló a los monolitos arqueados que se curvaban en las paredes y luego a través de los techos de piedra. A la izquierda, la enorme piedra estaba labrada con la forma de un hombre. A la derecha de una mujer. Sus espaldas estaban la una contra la otra y un texto llenaba el espacio entre sus tocados.

– ¿Qué dice? -preguntó él- Parece importante.

Sam sonrió.

– Dice: «Ellora’s Cave presenta».

– ¿Hum? -Él frunció el ceño- ¿No era eso una editorial electrónica del siglo XXI?

– ¡Hiciste tus deberes! -Ella brillaba de orgullo- EC era la mayor y más lucrativa del gran número de empresas de ese estilo que comenzaron durante ese periodo.

– ¿Qué quiere decir eso?

– Eso quiere decir que sabían lo que iba a ocurrir, Rick. No sé cómo lo supieron pero es así. EC planeó esto en el año 2004.

– ¿Cómo sabes eso? -preguntó él intimidado por su razonamiento deductivo- ¿Cómo sabías que esto estaba aquí, en Cerridwen?

– ¡Eran los anuncios del siglo XXI! Nadie les prestaba atención. Lo admito, yo también los pasé por alto. Pero en 2004 EC empezó a publicar antologías llamadas «Cavernícolas». En cada uno de los anuncios impresos de esos volúmenes había símbolos incrustados. Escritos en orden cronológico, el código revelaba la localización de Cerridwen. Piensa en ello. ¿Ellora’s Cave &? El mismo nombre de la compañía era una pista.

– ¿Cómo demonios podían saber ellos del Comité de Censura Conservador tantos años antes de su formación? Ni siquiera era posible entonces el viaje intergaláctico.

– Honestamente no lo sé. -Riendo y llorando y girando con los brazos extendidos, Sam estaba segura de que su vida era perfecta-. Pero mira el tesoro que creó su visión. ¡Mira lo que nos dejaron para que lo encontráramos!

Rick se inclinó para evitar sus brazos extendidos y la atrapó por la cintura, alzando sus pies del suelo.

– También nos encontramos el uno al otro.

– Sí, mi amor. Y tú eres el mayor tesoro del universo. -Acunando su cara entre sus manos, ella besó su nariz y preguntó-: ¿Qué es lo siguiente? ¿La Copa Draken? ¿La Piedra Sariana?

Su sonrisa era pura maldad carnal.

– Los juguetes.

Ella puso los ojos en blanco.

– ¿Qué voy a hacer contigo?

Abrazándola más fuerte dijo él:

– Bueno, tengo algunas ideas…

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