Capítulo Nueve

– Tengo que ir a ver a Wesley.

Kam la miró desde el otro lado de la mesa y guardó silencio.

Ashley sonrió tímidamente.

– Sabes que tengo que hacerlo.

Kam asintió con la cabeza. Estaba contento de que Ashley hubiese tomado esa decisión. Cuanto más la conocía más se daba cuenta de lo lejos de la realidad que estaba la primera impresión que tuvo de ella como una mujer superficial e irresponsable.

– Te acompañaré -dijo-. Te esperaré fuera por si acaso.

Ella sonrió, agradecida.

– Gracias -extendió el brazo y le cogió la mano-. Me alegro de haber asaltado tu casa.

– Yo también -dijo él.

– Pedir perdón no es suficiente -dijo, lentamente.

– Ya lo sé. Hice algo espantoso de lo que me arrepentiré siempre, y no sé como compensarte.

Wesley se acomodó en el asiento y la miró con los ojos entrecerrados.

– Cásate conmigo -dijo, fríamente. Ashley le miró soprendida.

– Wesley, no puedo casarme contigo. Es tan imposible como el día que me escapé.

Wesley se echó hacia delante y entrecruzó las manos sobre el escritorio.

– Eso es lo que me molesta. ¿Por qué no puedes concebir casarte conmigo?.

Ashley se humedeció los labios. -Esa no es la cuestión -dijo.

– Entonces ¿Cuál lo es? -exigió él-. ¿Tienes idea de lo que me has hecho? No puedo dormir. No hago más que preguntarme qué te repugna tanto de mí.

– Wesley -protestó Ashley, sintiéndose culpable-. No sé que decir.

– Ya lo sé -la miró enfadado-. Al fin y al cabo, tampoco yo quería casarme contigo, per al menos no huí en el último minuto dejándote plantada ante el altar, con todo el mundo mirándote.

Ashley frunció el ceño. Dudaba haber entendido correctamente.

– ¿Qué? -preguntó, pidiendo una explicación.

– No finjas, Ashley. Nos conocemos desde hace demasiado tiempo. Mis padres me forzaron a aceptar el compromiso en la misma medida que los tuyos a ti. Nunca nos amamos y los dos lo sabíamos.

Ashley tragó saliva. Quería reír. Nunca se le había ocurrido pensar que Wesley no la quisiera. Oyendo lo que acababa de oír, se sentía tremendamente ingenua.

– Los dos sabiámos que aceptábamos un matrimonio por interés. Yo estaba dispuesto a cumplir mi parte, pero tú tuviste miedo en el último momento y lo estropeaste todo.

– ¿Todo?

– Los acuerdos entre las compañías de tu padre y el mío. ¿No te lo han dicho?

Ashley negó con la cabeza, atónita.

– Debían habértelo contado. Tal vez así habrías pensado en otra manera de librarte de mí.

– Estoy segura -exclamó Ashley, sin salir de su sopresa.

Wesley sacudió la cabeza, mirando a Ashley como si le diera pena.

– Sé que en las dos últimas semanas pensaste que te trataba mal -dijo, suavizando su tono-, pero yo tampoco estaba contento. Sin embargo, era demasiado tarde para echarme atrás. En cambio tú tenías otros planes.

– No tenía ningún plan -dijo ella-. Sólo supe que no podía hacerlo.

Wesley la miró y suspiró.

– Tal vez sea lo mejor. Al fin y al cabo, el negocio de tu padre no ha ido bien en los últimos tiempos. Dedica demasiado tiempo a perseguir mujeres. Deberías hacer algo al respecto.

Ashley asintió.

– Y respecto a Kam Caine…

Ashley levantó la cabeza y abrió los ojos.

– Sí, Ashley, sé que es el nuevo hombre de tu vida. Te has quedado con un antiguo rival mío y eso duele aún más -sonrió, pero su expresión era seria-. Dile que sigue siendo un mal nadador y que le ganaré siempre que quiera, aunque no en lo que se refiere a ti -se encogió de hombros-. Márchate, Ashley. Vuelve con tu nuevo novio y que tengas suerte. Ashley se levantó. Tenía ganas de llorar de alegría.

– ¿Qué harás tú? -preguntó.

– Me voy a ocupar de la sucursal de Dallas. Necesito cambiar de sitio.

Ashley asintió y extendió la mano.

– Suerte -dijo él, estrechándole la mano-. Y gracias por hacerlo que yo no tuve la valentía de hacer. ¿Te das cuenta de que ahora estaríamos casados? -hizo una mueca-. Nos hemos librado de milagro.

– Cuesta creerlo -comentó Kam al recibir las noticias de Ashley-. Tal vez Wesley madure con el tiempo.

– Lo dudo -bromeó ella, mirando el perfil de Kam mientras éste conducía el coche hasta la casa-. Y ahora tenemos el resto del día para nosotros antes de que te vayas. ¿Tienes algún plan? -preguntó.

– Si -dijo él, parando el coche-. Voy a estar muy ocupado.

– ¡Oh! -exclamó Ashley, desilusionada. Kam la atrajo hacia sí.

– Voy a estar muy ocupado contigo, Ashley -le besó la mejilla ruidosamente-. ¿Qué quieres que hagamos?.

Nadaron juntos como un par de delfines, riendo y salpicándose. Luego se ducharon, gozaron del placer de enjabonarse el uno al otro y acabaron haciendo el amor.

Comieron tarde en un pequeño restaurante con vistas al mar. Ashley cantó una canción francesa que hizo reír a Kam.

Pasaron a ver a Shawnee y Kam le pidió prestado el viejo coche de su hijo Jimmy.

– Pero si no es seguro que me quede -protestó Ashley.

– Al menos tendrás un vehículo hasta que te decidas -dijo él-. Quiero que tengas un medio de locomoción.

Echaron una siesta uno en brazos del otro, musitándose dulces secretos al oído.

– Mañana a esta hora no estarás aquí dijo Ashley con tristeza, apoyando la cabeza sobre el pecho de Kam.

Kam guardó silencio

– Estaré trabajando -dijo, al fin, con cierta brusquedad-. ¿Vas a quedarte?

Ashley se giró para mirarle.

– Creo que sí -dijo, dulcemente-. Al menos por ahora -sonrió y jugueteó con el cabello de Kam-. Tal vez trabaje con Shawnee en el restaurante hasta que me llegue el próximo libro para ilustrar.

– Bien -dijo él, besándola en la mejilla-. Así Shawnee cuidará de ti.

Ashley no entendía por qué eso parecía hacerle tan feliz, cuando le había dicho claramente que iba a estar demasiado ocupado para ir a verla.

Ashley no quería hacerle preguntas. Era libre y no quería atarlo con promesas. Tampoco ella quería atarse. Al menos eso creía, aunque sus sentimientos eran cada vez más confusos.

– Me alegro de que fueras a ver a Wesley -dijo Kam, cuando preparaban la cena en la cocina-. Ahora puedes olvidarlo todo.

– Eso será relativamente fácil -dijo ella, a la vez que cortaba el apio-. Lo malo es ver confirmada la teoría de que en mi familia nadie es capaz de conservar una relación. ¿Qué impresión te produjo ver a mis padres con sus respectivas parejas?

– Pensé que estaban todos un poco locos -admi. tió él-. ¿Sabes una cosa? Creo que tus padres sigurcc enamorados, pero no son capaces de admitirlo.

Ashley sacudió la cabeza vehementemente.

– Esa relación está muerta hace tiempo. Los dos padecen una enfermedad innata: no son capaces de establecer compromisos. Es una pena que yo la haya heredado.

Kam se volvió y cogió el rostro de Ashley entre sus manos, mirándola a los ojos intensamente.

– No te creo, Ashley -dijo, solemnemente-. Sobre todo después de lo que vi ayer.

Ashley pestañeó y fijó la mirada en aquellos ojos que tal vez estaba empezando a amar. -¿Qué viste?

– Te vi tal y como eres y no como crees ser. Creí que eras una niña mimada y caprichosa, acostumbrada a conseguirlo todo de tus padres mientras hicieras lo que ellos querían.

Ashley le escuchaba con la cabeza ladeada. -Hubo un tiempo en que esa descripción hubiera sido acertada -dijo.

– Yo he visto algo completamente distinto. Eres tú quien siempre está disponible para ellos, sirviéndoles de apoyo.

Ashley reflexionó un instante.

– Tal vez tengas razón -admitió.

– Por eso no has podido enamorarte ni tener una relación propia, y no porque no seas capaz de comprometerte -la besó con ternura-. Eres la pieza central de tu familia, pero no tienes por qué serlo. Ellos deben aprender y tú debes pensar en formar tu propia familia. Sólo tienes que evitar cometer los mismos errores que ellos y todo irá bien.

Ashley imaginó la situación que Kam le planteaba y se dio cuenta de que sólo le parecía perfecta si incluía al propio Kam. El saber que él ni siquiera lo consideraría le produjo dolor.

– Lo pensaré -dijo alegremente, ocultando la trisi(-/a que sentía.

Cuando acabaron de cenar, Kam se puso a hacer las maletas, ayudado por Ashley. Los dos estaban serios. Su sentido del humor se había esfumado y parecían incapaces de bromear.

– Quedan cuarenta y cinco minutos para el vuelo. Será mejor que te vayas -dijo, llegado el momento, Ashley.

– Tienes razón -respondió Kam, indeciso.

Le dió un un beso de despedida. Ella se volvió para ocultar las lagrimas que se agolpaban en sus ojos al verlo partir. Escuchó el sonido del coche alejarse y fue al cuarto de baño a lavarse la cara y inirarse en el espejo.

El romance se había acabado. Aquellos instantes idílicos, tal vez los mejores de su vida, habían pasado. Así debía pensarlo y debía actuar en consecuencia.

De pronto oyó la puerta de entrada. El corazón le dió un vuelco y salió corriendo. Kam entraba en el salón. Corrió hacia él y se echó en sus brazos.

– Puedo coger el primer avión de la mañana -dijo

Kam con la respiración entrecortada.

Ashley no necesitó más explicaciones.

Kam la besó haciéndola temblar con la anticipación del deseo. Ashley buscó la piel de Kam por debajo de la camisa. Su vestido pareció caer al suelo por sí mismo, dejando paso a las caricias de Kam, que se afanaba en descifrar cada curva de su cuerpo.

Ashley ya no tenía nada que ocultar. No guardaba secretos para él, y su cuerpo tampoco. Él era el único hombre que la había poseído desvelándole los placeres ocultos que sólo él provocaba en ella. Ashley le necesitaba a él y no a otro, porque sólo él la había guiado hasta la plenitud.

Kam la deseaba tan ardientemente que parecía querer poseerla con cada una de sus caricias, y Ashley ansiaba responder con su propio deseo.

Cayeron sobre el sofá, entrelazando sus cuerpos en un nudo imposible. Ashley temblaba esperando el momento en que él la penatrara. Él la tomó triunfante, victorioso. Ella creyó convertirse en una fuerza de la naturaleza. Ambos entraron en un mundo de sensaciones, de vértigo, donde se aferraban el uno al otro como único contacto con la realidad.

Cuando acabaron, Ashley dejó escapar un suspiro mezcla de placer e incredulidad. Kam sonrió y la besó.

– Juramos no volver a hacerlo fuera de la habitación -recordó Ashley.

– Mentimos -dijo él-. Podemos hacerlo donde nos dé la gana.

Ashley rió. Kam tenía razón, pero hubiera tenido aún más si hubiera añadido «cuando nos de la gana».

A pesar de lo feliz que se sentía al haber tenido a Kam aquellas horas de más, Ashley sabía que solo la reclamaba temporalmente. Pronto se iría y la dejaría atrás.

Загрузка...