Capítulo 4

ME TEMO que es carísimo -estaba diciendo Aisling-. Pero él me dijo que podía elegir el que quisiera.

– Porque te lo mereces -murmuró Bella, intentando sonreír mientras le servía una copa de champán a Josh-. Ya sé que prefieres una cerveza, pero en estas ocasiones es obligatorio tomar champán.

– Gracias -dijo él, alargando la mano para tomar la copa.

Cuando sus dedos se rozaron, Bella se puso tan nerviosa que tiró la mitad del champán al suelo.

– ¿Estás bien?

– Sí, sí, es que estoy un poco nerviosa por la cena -se disculpó ella-. Creo que he sido demasiado ambiciosa.

– Siempre haces lo mismo. Planeas una cena de escándalo y luego no te sale. ¿Por qué no le ofreces canapés a tus invitados? Yo me conformaría con eso.

– Puede que tenga que hacerlo -suspiró Bella, sonriendo cuando sus ojos se encontraron por primera vez.

Y, como siempre, fue como si estuvieran solos en la habitación. Pero Josh fue el primero en apartar la mirada.

– Muchas gracias por hacer un esfuerzo.

– Sí, todo está precioso -dijo Aisling, que había observado el intercambio de miradas con expresión ceñuda.

Bella había encontrado un antiguo mantel de damasco para la mesa de pino donde Kate, Phoebe y ella habían pasado tantas horas arreglando el mundo. Y con las velas y las flores estaba preciosa.

Había conseguido un efecto muy romántico… Claro que el efecto quedaba destruido por los platos sucios que inundaban el fregadero.

– Me gusta esta cocina tan grande -dijo Aisling-. Por eso quería vivir aquí.

– Lo siento -dijo Bella, colocando las servilletas.

El intercambio de miradas con Josh la había puesto nerviosa, rara, como si estuviera caminando en la oscuridad.

– No pasa nada.

– Debió parecerte muy antipático que no quisiera compartir la casa con nadie.

– No te preocupes -insistió Aisling, mirando el anillo de compromiso-. Además, tal y como han ido las cosas, fue lo mejor que podía pasarnos. Si hubiese venido a vivir aquí, Josh y yo no habríamos descubierto que somos compatibles, ¿verdad, Josh?

– Es difícil saberlo -contestó él.

– Así que todo ha sido gracias a ti, Bella -sonrió Aisling, levantando su copa-. Gracias.

– Toma un canapé -murmuró ella, apartando la mirada.

– No debería -dijo Aisling, inspeccionando la bandeja.

– Es lo único que me ha salido bien, así que deberías probarlos.

– Bueno, probaré uno… Ah, muy rico.

– Toma otro.

– No, gracias -dijo Aisling entonces, tocándose el estómago-. Ya he visto el vestido de novia y no puedo engordar ni un gramo.

– ¿Ya has decidido la fecha de la boda?

Bella se sintió muy agradecida por la intervención de Phoebe. Posiblemente se había dado cuenta de que estaba a punto de tirarle encima la bandeja de canapés.

– En mayo. Yo creo que una boda en primavera sería preciosa, ¿no os parece?

Aisling parecía eufórica. Y no podía culparla. También ella lo estaría si Josh le hubiera regalado un anillo de compromiso. Pero no había anticipado que cada palabra sería como un cuchillo en su corazón.

– Perdonad. Tengo que ir a ver cómo va la cena -dijo, desesperada por esconderse.

Phoebe se quedó escuchando los planes de Aisling mientras Josh miraba su copa de champán con el ceño arrugado.

– No te preocupes -le dijo Gib al oído-. No sé por qué las mujeres insisten en tomar champán cuando hay algo que celebrar. Tómate eso, te serviré una cerveza.

Josh se tomó el champán obedientemente. Gib siempre conseguía hacerle sonreír. La cena no podía ser descrita como un éxito culinario (las cenas de Bella nunca lo eran) pero había mucho vino y buena compañía. Aunque Aisling no dejaba de hablar sobre la boda.

Cuando Bella se levantó para hacer café, Josh la acompañó con la excusa de que iba a echarle una mano.

– En caso de que no pueda decírtelo más tarde, gracias.

– Siento lo de la ternera -se disculpó ella-. Y lo de los profiteroles aplastados. Ha sido un desastre, ¿verdad?

– Estaba todo riquísimo -mintió Josh-. Además, eso da igual. Lo que importa es lo que has trabajado. Ha sido una noche muy especial y te lo agradezco. Y Aisling también -dijo entonces, abrazándola.

Bella le devolvió el abrazo con todo su corazón, pero se apartó a toda prisa para llenar la cafetera.

– ¿Sabes algo de Will?

– Lo veo de vez en cuando, pero ya no es lo mismo.

– ¿Te sigue doliendo?

Bella dejó de hacer lo que estaba haciendo y lo miró a los ojos.

– Sí, mucho.

Pero iba a tener que seguir adelante con su vida, se dijo a sí misma al día siguiente, mientras fregaba la monumental pila de platos. Lo que daría por un lavavajillas… Pero los milagros no existían. Aisling iba a casarse con Josh y, a juzgar por la conversación de la noche anterior, no pensaba dejarlo escapar:

– Dentro de una semana nos vamos a las Seychelles, así podremos comprobar si nos gusta para la luna de miel. Seguramente serán unas islas preciosas, pero puede que no haya mucho que hacer además de nadar.

– Los recién casados no suelen tener problemas para buscar cosas que hacer -rió Gib.

– Josh y yo no somos así -insistió Aisling, que todo se lo tomaba en serio-. Nosotros tenemos que escalar, navegar o hacer algo. Nos moriríamos de aburrimiento todo el día en la playa.

Bella intercambió una mirada de complicidad con Phoebe y Kate.

– Pues nosotras no.

Más tarde, cuando las tres estaban solas en la cocina, Phoebe tuvo que disimular la risa.

– Yo creo que odia hacer deporte.

Pero Bella no estaba de acuerdo. Aisling, como Josh, disfrutaba escalando o haciendo rafting. Y cuando terminase la boda del siglo, porque eso era lo que parecía, sería una buena esposa para él. Y eso significaba que tenía que calmarse. No más tristezas, ni más sueños de que todo podría ser diferente. Había llegado la hora de rehacer su vida.


Pero era más fácil decirlo que hacerlo. Bella fue a bailar, al cine, a fiestas, pero no podía dejar de pensar en Josh. Era en lo primero que pensaba al despertarse y en lo último que pensaba al acostarse. Y durante el día era una obsesión constante. Perdió peso, tenía ojeras… Kate y Phoebe se asustaron al verla una semana después.

– ¡Estás horrible!

– Gracias.

– En serio, Bella, no estarás enferma, ¿verdad?

«No, estoy enamorada», pensó ella.

– Es que estoy cansada. Necesito unas vacaciones, pero no puedo irme a ninguna parte. La factura de mi tarjeta de crédito es tan enorme que casi me desmayo al verla. Ojala alguien me regalase una semana de vacaciones en las Seychelles.

Una semana tumbada en la playa, sin hacer nada más que tomar el sol… Ni navegar, ni pasear, sólo tumbarse en la playa con los ojos cerrados… sí, eso le iría de perlas.

– Qué suerte tienen Josh y Aisling.

– ¿Cuándo se van? -preguntó Phoebe.

– Pronto, creo.

– No los he visto desde la cena. ¿Cómo está Josh?

A Bella se le encogió el corazón.

– No lo sé. Yo tampoco lo he visto.

– Qué raro que desaparezca. ¿No te ha llamado?

– Me dejó un mensaje para darme las gracias por la cena, pero no le he devuelto la llamada.

– ¿Por qué?

– Porque sólo quería darme las gracias.

– ¿Y qué?

– Que no tengo nada que decirle -contestó Bella, encogiéndose de hombros-. Además, no quiero molestarlo. Seguro que está muy ocupado con Aisling.

– Seguramente pensarán que no quieres saber nada de ellos -dijo Kate- ¿No querías hacerle creer que Aisling te cae bien?

– Sí, pero… es que necesito tiempo para acostumbrarme a la idea de que va a casarse.

– Has tenido tres semanas, Bella. Vas a tener que acostumbrarte de una vez.

Ella dejó escapar un suspiro.

– Lo sé.

El problema era que no podía imaginar una conversación normal con Josh cuando sólo podía pensar: «Te quiero, te quiero, te quiero». Aunque podría llamar y desearles feliz viaje.

– Le llamaré.

Afortunadamente, Phoebe y Kate dejaron el tema.

– ¿Qué podemos hacer para animarte? -preguntó Kate-. Mañana es viernes. ¿Por qué no vienes a cenar con nosotros? Te convendría comer un poco.

– Tengo una fiesta en Battersea -dijo Bella, sin entusiasmo.

Al día siguiente, cuando salió de trabajar, estaba menos entusiasmada todavía. Era una tarde oscura y fría de noviembre y, con aquel viento huracanado, su paraguas no servía de nada. No le apetecía ir a casa, arreglarse, salir a la calle otra vez y pasar la noche fingiendo que lo estaba pasando bomba.

Pero la alternativa era quedarse en casa echando de menos a Josh. A lo mejor una copa la animaba, pensó. Pero seguía intentando encontrar fuerzas para meterse en la ducha cuando sonó el timbre. Su corazón dio un salto mortal al ver a Josh en la puerta, empapado.

– ¡Josh! ¿Qué haces aquí?

– Tenía que verte.

No sabía qué decir. Estaba allí por instinto. No podía explicárselo por teléfono, tenía que verla personalmente. Pero cuando abrió la puerta se dio cuenta de que no sabía qué decirle. Allí estaba Bella, con su melena rubia, su falda corta y sus zapatos de tacón de aguja. Su Bella.

– Entra. Estás empapado -dijo, ayudándolo a quitarse la gabardina-. Siéntate. Voy a prepararte una copa.

Debía tener un aspecto terrible, pero ya se sentía mejor. Había algo increíblemente consolador en aquella casa y, especialmente, en aquella cocina llena de cosas.

– Gracias.

– Toma -murmuró Bella, poniéndole un vaso de whisky en la mano-. Y ahora, dime qué te pasa.

– Aisling me ha dejado -dijo Josh.

– ¿Que te ha dejado? ¿Cómo que te ha dejado?

– Se ha ido. Ya no quiere casarse conmigo.

Fue casi un alivio percatarse de que la noticia era tan sorprendente para Bella como para él.

– Pero… ¿por qué? El otro día estaba tan emocionada… sólo podía hablar de la boda.

– Estaba intentando convencerse a sí misma de que eso era lo que quería -suspiró Josh-. Pero no es así. Lleva mucho tiempo enamorada de otro hombre.

– ¿Quién es? ¿Lo conoces?

– Se llama Bryn. Es un ejecutivo de C.B.C. Hoy me ha dicho que tuvieron un apasionado romance y que estaba loca por él. Pero, por supuesto, él está casado. Le decía que iba a divorciarse, pero luego le daba todo tipo de excusas y, al final, cortó con él. Por eso vino a trabajar conmigo.

– Así que todo eso de que quería un puesto más interesante, más dinámico… era mentira.

– No exactamente. Pero tampoco ha sido lo que esperaba. ¿Te acuerdas del contrato que esperábamos conseguir con C.B.C? Si lo conseguimos, será gracias a sus contactos… y sus contactos eran directamente con el tal Bryn, lo cual no ha sido fácil para ella.

A Bella no le apetecía sentir pena por Aisling.

– Por favor, Josh, qué bueno eres.

– No, en serio. Aisling hizo lo que pudo para olvidarse de él, pero no pudo hacerlo. Y hablando con Bryn todos los días…

– Yo tendría más respeto por ella si no te hubiera utilizado -lo interrumpió Bella.

– Aisling no es una mentirosa. Yo le gustaba y pensó que podríamos llevarnos bien, pero… no siente por mí lo que sentía por Bryn. Al final, no ha podido resistirlo.

– ¿Y pensó en ti en algún momento? No.

– Yo creo que lo intentó. Teníamos muchas cosas en común y algunos matrimonios se basan en menos que eso. Aisling pensaba que si hacía planes para la boda se olvidaría de Bryn.

– ¿Y por qué cambió de opinión? -preguntó Bella.

– Porque él la llamó ayer. Por lo visto, va a pedir el divorcio, así que… en fin, Aisling me dijo que no podía engañarme, que lo que sentía por Bryn era muy fuerte.

– Qué noble por su parte -murmuró ella, irritada

– Al menos es sincera. Ha sido una típica relación de rebote y prefiero que me lo haya dicho antes de que nos casáramos.

– Sí, claro. Lo siento, Josh. Es que no me puedo creer que te lo tomes tan bien. Aisling parecía tan feliz contigo y… y hacíais buena pareja.

– ¿De verdad? -murmuró él, tomando un sorbo de whisky. Allí, sentado con Bella en el sofá, todo parecía más fácil-. Ahora ya no lo sé.

– Lo siento mucho.

– Y yo siento venir a contarte mis penas.

– Creo recordar que yo he llorado en tu hombro un par de veces -sonrió Bella, cruzando las piernas-. ¿Cómo estás? Pero de verdad, no me des la versión para el público.

Josh sonrió.

– Un poco sorprendido, supongo.

No podía contarle que su primera reacción fue de alivio. No supo que tenía reservas sobre aquel matrimonio hasta que Aisling anunció que no quería casarse. Entonces fue como si le hubieran quitado un peso de encima.

– Era lo último que esperaba oír. Aisling llevaba una semana haciendo planes para la boda y trabajamos juntos… pero yo no había notado nada. Se le da muy bien separar la vida profesional y la vida personal.

Bella lo dudaba. Aisling se había acostado con su jefe, en al menos dos ocasiones, y no había forma más clara de mezclar vida profesional y personal.

– ¿Qué le dijiste?

– ¿Qué podía decirle? Si está enamorada de Bryn no tiene sentido que se case conmigo.

Bella había soñado que no se casaba con Aisling, pero llegado el momento sólo podía pensar en el dolor que debía estar sintiendo.

No era el momento de echarse en sus brazos para decirle que lo amaba y lo amaría siempre. Josh seguía enamorado de Aisling y no estaba preparado para otra relación.

– A lo mejor vuelve contigo. A lo mejor cuando viva con el tal Bryn se da cuenta de que ya no lo quiere -dijo, para consolarlo-. El romance se termina cuando tienes que lavar los calcetines de alguien.

– Es posible -murmuró él.

– Y si no, Aisling es tonta. No sabe la suerte que ha tenido. No podría encontrar un hombre mejor que tú.

– Pero yo no soy el hombre que quiere… Perdona, Bella, soy un idiota. Sé que tú también estás pasando un mal momento -dijo Josh entonces, tomando su mano. -Sí. Sé lo que es.

Todo debería ser perfecto. Josh estaba libre, ella estaba libre. ¿Qué más se podía pedir? Pero no era tan fácil. Si no había podido decirle lo que sentía por él antes de Aisling, en aquel momento sería aún más difícil. Josh estaba poniendo al mal tiempo buena cara, pero seguramente estaba muy dolido. Necesitaba su apoyo, no que le complicase la vida. ¿Para qué iba a decírselo, además? ¿De verdad quería que estuviese con ella de rebote, como Aisling? No, lo mejor sería hacerle creer que seguía enamorada de Will. Por el momento.

– Menudo par -rió Josh entonces-. Nos han rechazado a los dos. ¿Qué nos pasa?

– ¿Qué les pasa a ellos? -intentó reír Bella.

– Me alegro de que estés aquí -dijo él entonces, besando su pelo.

– Siempre estaré aquí, tonto. -Lo sé.

– ¿Qué vas a hacer ahora?

– No hay nada que hacer. Aisling y yo seguiremos trabajando juntos como dos personas civilizadas.

– ¿Quieres decir que va a seguir trabajando contigo después de lo que te ha hecho? -exclamó Bella, indignada.

– No puedo despedirla porque no esté enamorada de mí. Además, es muy buena en su trabajo. La necesitamos para conseguir el contrato con C.B.C.

Bella no podía creer que Aisling fuese tan importante.

– Pero será muy incómodo, ¿no? Todo el mundo sabe que habéis vivido juntos y pensabais casaros.

Josh se encogió de hombros.

– Tendremos que soportarlo. Además, la semana que viene estaremos en las Seychelles, así podrán hablar todo lo que quieran.

Ella lo miró, perpleja. ¿Cómo podía seguir siendo un caballero? ¿Cómo podía irse con Aisling a las Seychelles?

– Ah, genial. ¿Por qué no le dices a Bryn que vaya a las Seychelles también? Puedes incluso hacerle las maletas y llevarlo al aeropuerto.

– Bryn irá a las Seychelles -contestó Josh-. Trabaja en C.B.C e irá con Aisling, en lugar de con su mujer.

– Pero… ¿y tú?

– Mentiría si dijera que me apetece ir. Francamente, lo último que quiero en este momento es estar en una isla haciéndole la pelota a unos clientes. Por eso es importante que Aisling vaya. A ella se le dan muy bien esas cosas. Aunque será incómodo, lo reconozco.

– ¿De verdad tienes que ir?

– Claro que sí -suspiró Josh-. C.B.C. insiste en que me relacione con los ejecutivos y el contrato es demasiado importante como para dejarlo pasar. Hay mucha gente en mi oficina que depende de ese contrato -añadió, tomando un sorbo de whisky-. Pero tendré que llamar mañana para decir que no voy con mi prometida.

– ¿Porqué?

– Porque nos habían dado una habitación doble.

– Ya, bueno… pero podrías ir con «otra» prometida -dijo Bella entonces.

– ¿Qué quieres decir?

– Bryn ha cambiado el nombre de su esposa por el de Aisling y tú puedes hacer lo mismo, ¿no?

– ¿Para qué? Aisling ya tiene su billete.

– No estoy hablando de Aisling. Estoy hablando de mí.

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