Capítulo 4

DE TI?-repitió Josh.

– Parece que hay un billete de avión para las Seychelles, ¿no? Puede que a ti no te apetezca pasar una semana en una isla tropical, pero yo hace siglos que no tengo vacaciones.

No podía soportar que el pobre Josh tuviera que estar solo esa semana. No le pasaría nada, por supuesto, Josh podía con todo, pero aun así, tener que ver a Aisling con el tal Bryn…

– ¿Lo dices en serio?

– La verdad, pasar una semana de vacaciones con los gastos pagados suena de cine.

– ¿Podrías soportarlo?

– Por supuesto. Además, te estaría echando una mano. ¿Quién va a saber que yo no soy tu prometida?

– Aisling y Bryn.

– Después de lo que te han hecho, supongo que tendrán la boca cerrada. Yo no tengo los contactos de Aisling, pero puedo hablar con todo el mundo igual que ella. Probablemente, mejor -insistió Bella.

– Eso desde luego, tú puedes hablar con toda Inglaterra.

– Pues eso. Sería una forma de quedar bien… y así no estarías solo. Además, ya sabes que muchas veces la gente cree que somos pareja.

– Pero tendríamos que compartir habitación -objetó Josh.

– No sería la primera vez.

– Entonces éramos estudiantes. Ya no es lo mismo, Bella.

No, no era lo mismo. Entonces sólo era un compañero de facultad. Antes de convertirse en alguien tan necesario para ella como el aire.

– Tienes razón, no es lo mismo. Pero no será fácil para ti estar con Aisling y Bryn… que, por cierto, vaya nombre más idiota. Seguro que se llama Bryan y para hacerse el interesante… en fin, bueno, ¿qué estaba diciendo?

Josh soltó una carcajada.

– Ahora no podré mirar a Bryn sin reírme.

– Bueno, el caso es que es una buena idea ir contigo -insistió Bella-. Necesitas ir con una amiga, ¿no crees?

– Supongo que eso depende de la amiga -sonrió él-. Pero sí, la verdad es que no estaría mal un poco de apoyo.

– Pues eso digo yo. Y si tengo que hacerme pasar por tu prometida, no me importa. Y no me importa en absoluto compartir habitación.

– ¿Y si tenemos que compartir cama?

Bella tragó saliva.

– Los dos sabemos cómo están las cosas. Yo sé que estás enamorado de Aisling y tú sabes que yo estoy enamorada de Will. No creo que haya malentendidos. Piénsatelo mientras te sirvo otra copa.

Josh ya había tomado dos whiskies. Quizá por eso la idea empezaba a parecerle perfecta. ¿Qué había de malo en que dos amigos compartieran cama? Especialmente cuando ella había dejado claro que estaba enamorada de Will. No podía haber malentendidos.

Y en cuanto a él, naturalmente estaba dolido por lo de Aisling. Ningún hombre decente estaría allí, apenas unas horas después de romper un compromiso, preguntándose cómo sería compartir cama con otra mujer.

No estaría pensando en la suavidad de su piel, en la fragancia de su pelo o en su boca cuando sonreía…

No estaría pensando que dormir con ella no iba a ser tan fácil.

Descubrir que uno no es el hombre decente que cree ser era lo único que le faltaba aquel día, pensó Josh, resignado.

No se merecía el cariño de Bella. Sabía que se había ofrecido a ir con él a las Seychelles por compasión, pero lo cierto era que le iría bien unas vacaciones. Después de su ruptura con Will y debido a su caótica situación financiera, seguramente no podría pagar unas vacaciones.

No le importaba hacerle creer que necesitaba su apoyo después de la ruptura con Aisling y, además, sería estupendo ir con ella. Le caería bien a todo el mundo, excepto a Aisling y Bryn, y su presencia haría que todo fuera meaos incómodo.

Sí, había muchas razones para llevarse a Bella con él de vacaciones, pero la verdad era que quería estar con ella. Sería divertida, sería una amiga.

– ¿Te lo has pensado? -preguntó Bella, ofreciéndole otro whisky.

– Sí.

– ¿Y?

– Creo que es buena idea. Así sería todo más fácil para Aisling.

– Claro, claro, que la pobre Aisling no sufra -replicó Bella.

– ¿Te estás poniendo sarcástica?

– ¡Es uno de los servicios de mi empresa! -rió ella-. Por favor, Josh, acaba de dejarte… No te preocupes tanto por Aisling, preocúpate de ti mismo. Y podrías enfadarte un poco, ¿no? Sería lo más natural.

– Tú no estás enfadada con Will, ¿verdad? Sin embargo, sé que te rompió el corazón.

Bella abrió la boca, pero decidió no tocar el tema.

– No esperarás que sea amable con Aisling, ¿no? Yo no soy tan tolerante como tú.

– No va a ser fácil para ninguno de los dos, pero debemos centrarnos en el contrato de C.B.C. Tenemos que enseñar a esos ejecutivos a trabajar en equipo y no les haría ninguna gracia que Aisling y yo estuviéramos discutiendo.

– Ah, ya, claro. Seré buena -sonrió Bella.

Josh sonrió también, mientras estiraba las piernas. Para ser un hombre al que acababan de romper el corazón se sentía sorprendentemente feliz. Le gustaba estar de nuevo con Bella; con Aisling no era lo mismo.

– ¿Cuándo nos vamos? -preguntó ella.

– El lunes a las doce tenemos que estar en el aeropuerto. Vendré a buscarte para ir juntos a Heathrow.

– Porque crees que si voy sola llegaré tarde.

– Si vas sola llegarás cinco minutos después de que haya despegado el avión -rió Josh-. Además, como se supone que estamos prometidos lo mejor será hacer las cosas bien. Y, por una vez, espero que estés lista a tu hora.

Bella le sacó la lengua. Ella nunca había perdido un avión. Cierto, estuvo a punto varias veces, pero la verdad era que los aviones nunca despegaban a su hora.

– Y supongo que vendrás a buscarme al amanecer.

Entonces empezó a pensar en qué ropa iba a llevarse… quizá debería ir de compras, se dijo. Josh no lo entendería, pero para enfrentarse con Aisling necesitaba un buen vestuario.

– ¿Y tu trabajo? ¿Te darán una semana de vacaciones sin problema?

¿Por qué se preocupaba de su trabajo? Había cosas más importantes en qué pensar.

– A mi jefa no le hará mucha gracia, pero me debe un mes de vacaciones. Afortunadamente, Louise es una romántica. Si se pone pesada le diré que voy a casarme y que te has empeñado en llevarme a las Seychelles para celebrarlo.

Josh no parecía muy convencido.

– No le digas que nos conocemos desde hace catorce años.

– Louise lo sabe, pero puedo decirle que todo ha cambiado de repente. Que, de pronto, hemos descubierto que queremos ser algo más que amigos.

– ¿Y se lo creería?

– Esas cosas pasan, ¿no? El amor aparece cuando menos lo esperas.

– Si lo dices así, suena hasta convincente.

Los dos se quedaron en silencio. El corazón de Bella latía a toda velocidad. «No le mires», se decía. Pero era como si una fuerza invisible la obligase a mirarlo.

– Mientras pueda convencer a Louise… Es lo más importante -dijo por fin.

– Sí, claro. Lo más importante.

Silencio de nuevo. Ojala pudiera decir algo, pero se le había quedado la mente en blanco. Sólo podía pensar en lo cerca que estaba Josh y en lo fácil que sería tocarlo.

Al final, fue él quien habló primero. Después de aclararse la garganta, preguntó:

– ¿Seguro que quieres venir?

– ¿Quién diría que no a una semana de vacaciones en las Seychelles?

– Cuando Aisling lo contó a ti no te pareció tan buena idea.

– No tendré que bucear, ¿verdad?

– Si me quisieras, lo harías -sonrió Josh-. Si quieres convencer a la gente de que eres mi prometida, tendrás que hacer un esfuerzo.

Lo había dicho muy serio, pero Bella descubrió un brillo burlón en sus ojos. Le estaba tomando el pelo.

– Le diré a todo el mundo que nuestra relación se basa en la atracción de los polos opuestos. Después de un par de días tirada en la playa, te aseguro que podré ser amable con todo el mundo… incluso con Aisling.


– ¿Que te vas dónde? -exclamó Kate a la mañana siguiente, cuando Bella la llamó por teléfono-. ¿Con quién?

Impaciente, Bella volvió a explicarle la situación, como había hecho con Phoebe poco antes.

– A ver si lo entiendo. ¿Josh y tú os habéis prometido sin consultarnos ni a mí ni a Phoebe?

– Sólo será una semana -suspiró Bella-. Y no es un compromiso de verdad. Además, Finn y tú hicisteis exactamente lo mismo.

– Sí, y mira lo que pasó. Debes tener cuidado. En esa situación, aparentar no será tan fácil.

– Lo sé -dijo Bella, para quien el problema no sería fingir que estaba enamorada de Josh sino fingir que no lo estaba.

– Será difícil para los dos. A Josh no le hará ninguna gracia ver a Aisling con otro hombre. Ni siquiera una persona tan tranquila como él puede pasar por ese trago sin que le afecte.

– ¿Qué estás intentando decir, Kate?

– Que tengas cuidado. Sé que Josh y tú sois muy amigos, pero os encontraréis en una situación muy íntima y es fácil imaginar que… acabaréis buscando consuelo.

– Pensé que Phoebe y tú queríais que acabásemos juntos -dijo Bella entonces, intentando bromear.

– Josh se merece algo más que una novia que no sabe lo que quiere y tú mereces algo más que ser su novia de rebote.


Bella seguía pensando en aquella conversación cuando fue a comer con Josh unas horas más tarde. Kate tenía razón, lo sabía, y tendría cuidado, pero cuando su jefa, a regañadientes, aceptó que se tomara una semana libre estuvo a punto de dar saltos de alegría.

Se sentía como en los viejos tiempos. Era sábado, iba a comer con Josh y los dos estaban relajados, charlando y riendo como si la tensión de la noche anterior no hubiera existido. Tanto que Bella debía recordarse a sí misma el asunto de Aisling. Pero Josh no la había olvidado.

– He llamado a Aisling esta mañana.

– ¿Y qué tal se lo ha tomado?

– Bien. Le dije que tú irías en su lugar y me ha prometido que ni ella ni Bryn le dirán a nadie que no somos una pareja. Y si ellos no dicen nada será fácil convencer a los demás. Sólo necesitas un anillo de compromiso.

Bella se miró los dedos. Llevaba un anillo de plata, pero nadie pensaría que era un anillo de compromiso. Necesitaba un diamante, de mentira claro. Tenía pendientes de fantasía y varios collares, pero…

– Yo no tengo ningún anillo.

– Te compraré uno -dijo Josh, levantándose-. Venga, vamos ahora mismo.

– ¡No puedes comprarme un anillo de compromiso!

– ¿Por qué no?

– Pues… porque no me parece bien. ¿Qué pasó con el anillo que le compraste a Aisling?

– Le he dicho que puede quedárselo.

– ¿Y se lo ha quedado? -preguntó Bella, indignada.

– ¿Qué iba a hacer yo con él?

– ¡Podrías haberlo devuelto!

Josh abrió la puerta del restaurante.

– Yo creo que eso hubiera sido un poco mezquino, ¿no?

– No me puedo creer que Aisling se haya quedado con el anillo después de lo que te ha hecho. Debió costarte una fortuna… De verdad, Josh, a veces eres demasiado bueno.

– Si me hubiera tirado el anillo a la cara hubiera sido mucho peor. Además, a Aisling le encanta ese anillo y si quería conservar algo mío, no me importa.

Bella se mordió los labios. No debía hablar mal de ella. Que Josh pusiera buena cara no significaba que no le hubiese hecho daño. Quizá incluso pensaba que Aisling quería conservar el anillo porque se acordaba de él.

Y cuando Aisling se diera cuenta de que Josh era un hombre generoso que le había dejado darle una patada y marcharse con un anillo que valía un dineral, seguramente se lo pensaría dos veces.

– Comprar dos anillos me parece tirar el dinero.

– Esta semana no voy a pagar por nada más así que puedo considerarlo un gasto justificado ¡Y si así consigo el contrato incluso podría deducirlo de mis impuestos! -rió Josh-. Mira, ahí es donde compré el anillo de Aisling.

– No podemos comprarlo en la misma joyería -protestó Bella.

No había precios en el escaparate y eso era una mala señal. Pero él no parecía intimidado.

– ¿Por qué no?

– Puede que recuerden que hace poco compraste otro anillo de compromiso.

– Tonterías. Venga, vamos. Deben de tener miles de clientes, no se acordarán de mí.

– Buenas tardes -sonrió el joyero-. Me alegro de volver a verlo, señor.

– ¿Lo ves? -murmuró Bella.

Pero Josh no parecía arrepentido.

– Queremos ver anillos de compromiso.

– Por supuesto. ¿Ha pensado en algo en particular? ¿Diamantes, esmeraldas?

– No, esmeraldas no. La última vez compramos esmeraldas -sonrió Josh-. Pero esta señorita es diferente. ¿Tienen zafiros?

– Debe de estar pensando que eres un don Juan -murmuró Bella cuando el joyero se alejó para buscar la bandeja de zafiros.

– No es asunto suyo. Pero si cree que voy a venir a menudo igual me ofrece un descuento.

Bella miró, encantada, la bandeja de anillos que el hombre colocó frente a ella.

El problema era que no había etiquetas con los precios.

– No elijas el más pequeño. Elige uno que te guste de verdad -dijo Josh.

– No sé… -Bella eligió un anillo con un zafiro rodeado de diamantes.

– Pruébatelo.

– Pero es que…

– No te preocupes por el precio. Si así te sientes mejor, lo devolveré la semana que viene.

– Sí, bueno, si tú lo dices… Pero éste no, seguro que es demasiado caro. ¿Qué tal éste?

Por fin, eligieron un anillo con un zafiro cuadrado que le quedaba de maravilla. Nunca había llevado algo tan bonito y después de ponérselo no estaba segura de querer quitárselo.

Pero pensaría en ello más tarde, se dijo. Nada había cambiado. No podía decirle a Josh lo que sentía, pero tenían por delante una semana de vacaciones… y un anillo que brillaba como el sol.

– Es precioso. Te aseguro que no lo perderé.

– Por tu bien -sonrió Josh-. Espera un momento, voy a la caja.

Bella se preguntó qué pensaría el joyero. Seguramente, que Josh era el tipo de hombre que tenía mujeres esperando a la cola para casarse con él. Josh, un hombre tan decente, tan bueno. Aun así, el joyero no sabía nada y sería divertido hacerle pensar que era un casanova.

– Eres un cielo -exclamó, echándole los brazos al cuello-. Te daré las gracias adecuadamente cuando lleguemos a casa.

Pero si quería que el joyero lo envidiase no podía darle un besito en la mejilla. Entonces, sin pensar, le dio un beso en los labios. Y no le pareció raro, ni atrevido, le pareció completamente normal.

Josh le pasó un brazo por la cintura. El problema fue que, una vez empezado el beso, Bella no sabía cómo terminarlo.

Peor, no quería hacerlo.

Con un esfuerzo sobrehumano, apartó la cara… para volver a besarlo inmediatamente. Y entonces fue Josh quien parecía no querer apartarse.

Era como si aquellos besos tuvieran vida propia y, de repente, se volvieron peligrosos. Bella sintió un escalofrío de miedo. Josh debió sentir lo mismo porque levantó la cabeza.

Se miraron a los ojos durante unos segundos, sorprendidos los dos.

– Será mejor que nos vayamos.

El joyero, con una sonrisa de complicidad, estaba colocando los anillos y Bella intentó recuperar la calma. Siempre había pensado que eso de «me tiemblan las rodillas» era un tópico, pero le estaba pasando de verdad. No sólo las rodillas, estaba temblando de pies a cabeza.

Josh tomó su brazo para llevarla hacia la puerta y una vez fuera de la joyería la soltó abruptamente.

Загрузка...