Capítulo 7

JOSH apenas se había fijado en la cama. Estaba en el balcón, en silencio, mirando el mar. A Bella le dio un vuelco el corazón. No podía soportar verlo tan triste.

– Es un paisaje precioso, ¿verdad? ¿Te apetece que vayamos a nadar?

– Ahora mismo, no. Voy a ducharme.

– Ah, muy bien. Bueno… yo voy a nadar un rato.

Era como si estuviese intentando evitarla deliberadamente.

Mientras se ponía el biquini, Bella se dijo a sí misma que era una estupidez sentirse ofendida, que era normal que Josh estuviera triste.

Pero, por primera vez, le dio vergüenza estar en biquini delante de él. La había visto miles de veces así, pero las circunstancias habían cambiado y decidió cubrirse con un pareo.

– Nos vemos más tarde.

– Muy bien -dijo Josh, sin mirarla.

Pero la miró cuando paseaba por la playa, su pelo rubio iluminado por la luz del sol.

Cuando se miró las manos, le temblaban. ¿Cómo iba a soportar aquella semana?

Todo era culpa de Aisling. Si no hubiera dicho nada, él habría seguido como hasta entonces, confuso por la atracción que sentía por Bella, pero capaz de echarle la culpa al rechazo de Aisling, capaz de decirse a sí mismo que no pensaba con claridad.

Pero ya no podía hacerlo. Todo estaba demasiado claro. Hasta que Aisling lo dijo, él no había considerado la profundidad de sus sentimientos por Bella, pero tenía razón. Claro que estaba enamorado de ella y seguramente siempre lo había estado.

Mientras podía decirse a sí mismo que la quería como amigo todo iba bien, pero ya no podía decirse eso. No sólo quería a Bella, la necesitaba y la deseaba tanto que le temblaban las manos sólo con mirarla. Estaba deseando acariciarla, explorar su cuerpo, hacerla suya…

Pero no podía ni pensar en ello. Bella había dejado claro que sólo estaba allí como amiga y no podía aprovecharse de ella, especialmente en aquel momento, cuando era tan vulnerable por su ruptura con Will.


Y aunque pudiese decirle que la quería, ¿por qué iba ella a creerlo? No podía estar prometido con una mujer y unos días más tarde estar enamorado de otra, se recordó Josh a sí mismo. Si Aisling no hubiera decidido que su amor por Bryn era más fuerte, se habría casado con ella.

¿O no? Su compromiso siempre había tenido un aire de irrealidad para Josh. La sugerencia del compromiso partió de Aisling y él aceptó porque le parecía lo más lógico.

Ahora entendía que sólo había querido olvidarse de Bryn, pero no estaba resentido. Todo lo contrario; se alegraba infinitamente de que le hubiese dicho la verdad antes de que fuera demasiado tarde.

Y no podía pensar en nada más que en Bella. En su piel, en el brillo de su pelo, en su forma de caminar, en su risa, en el perfume que iba con ella a todas partes.

Había tenido que hacer un esfuerzo sobrehumano para no abrazarla en el avión. Y aquella noche tendrían que dormir juntos… ¿cómo iban a hacerlo?

El contrato, se recordó a sí mismo. Si se concentraba en eso, quizá podría controlar un poco la situación.

Cuando se cansó de estar en el balcón, Josh decidió bajar a tomar algo al bar y se encontró con su ex prometida. Y, para aprovechar el tiempo, decidieron estudiar la estrategia de la semana, qué querían contar y qué ejecutivos debían ser su objetivo.

Se sentía un poco mejor. Ducharse y ponerse a trabajar era justo lo que necesitaba. Afortunadamente, Aisling también estaba deseando aprovechar el tiempo y así se sentían cómodos. De hecho, era difícil recordar que hubieran tenido otro tipo de relación.

Josh estaba felicitándose a sí mismo cuando Bella entró en el bar, descalza. Llevaba el pareo atado a la cintura y tenía el pelo mojado todavía. Estaba guapísima.

Inevitablemente, había hecho un montón de amigas en la playa y entraban riendo, sin fijarse en ellos.

Josh no reconoció a ninguna de las mujeres, pero sí reconoció las expresiones lujuriosas de los hombres que miraban a Bella. Debería ponerse algo de ropa, pensó, irritado.

– Perdona -le dijo a Aisling-. ¿Qué estabas diciendo?

Intentó seguir trabajando, pero era difícil concentrarse. Y mucho más cuando Bella se acercó a la mesa.

– Hola. ¿Dónde está Bryn?

– Durmiendo -contestó Aisling-. Está acostumbrado a viajar en business y no ha podido pegar ojo en esos asientos tan pequeños.

– Ah, qué pena. Podríais haber cambiado los billetes, si los asientos os parecían tan incómodos.

– Uno de los propósitos de esta semana es crear espíritu de equipo- replicó Aisling, con igualmente «sincera» amabilidad-. No viajar con el resto del grupo no habría quedado como un gesto muy solidario.

– Bueno, veo que estáis trabajando, así que no os molesto más. Nos vemos más tarde.

Josh la siguió con la mirada. Dos hombres se habían unido al grupo… y seguramente no podían creer su suerte. Uno de ellos era calvo, el otro tenía barriga. ¿Dónde estaban sus mujeres?

– ¿Por qué no le dices lo que sientes? -le preguntó Aisling entonces.

– ¿Cómo?

– No puedes dejar de mirarla, Josh. ¿Por qué no le dices que estás enamorado de ella?

– No puedo -contestó él-. Bella está enamorada de otro hombre y aunque no lo estuviera, no quiero arruinar nuestra amistad.

Aisling lo miró con curiosidad.

– Qué raro. Llevas toda tu vida arriesgándote… no habría pensado que fueras un cobarde. Te arriesgaste conmigo, ¿no?

– No es lo mismo.

– ¿No merece la pena arriesgarse por Bella?

– Es demasiado importante como para eso -murmuró Josh entonces-. No quiero perderla.

– Quizá a ella le pasa lo mismo. ¿Lo has pensado? Desde luego, no le caigo nada bien. Está celosa, Josh.

– No, lo que pasa es que Bella es muy protectora. Ella cree que me has hecho daño. Además, acaba de cortar con Will y sé que estaba enamorada de él.

– Pero…

– Vamos a dejarlo, Aisling -la interrumpió Josh-. Quiero que repasemos esto de nuevo…

Pero era imposible concentrarse oyendo la risa de Bella a su espalda.

– ¿Quieres que lo dejemos? -preguntó Aisling.

– Tienes razón -suspiró él-. Lo mejor será que nos reunamos con ellos.

Después de invitarla a una copa en la barra, se acercaron a la mesa y Josh miró al hombre que estaba sentado al lado de Bella en el sofá… demasiado cerca en su opinión.

– ¿Le importa?

– No, no, en absoluto.

Estaba preciosa con aquel biquini rojo. Y, a pesar de la crema protectora, su piel había empezado a adquirir un tono tostado…

Josh tuvo que tragar saliva. Cuánto le hubiese gustado que desapareciera todo el mundo para poder tocarla, para poder tumbarla en aquel sofá con estampado de flores tropicales y…

– Hola a todo el mundo. Perdona, Josh, te he asustado -sonrió Cassandra al ver que daba un respingo-. ¿Lo estáis pasando bien? Necesito saber quién quiere apuntarse al curso de esquí acuático. ¿Quién se apunta?

– Yo no quiero hacer esquí acuático -dijo Bella-. Prefiero quedarme en la playa con un buen libro.

– ¿Y los demás, alguien se apunta al curso?

– Bryn quiere ir de pesca, pero a mí me gustaría aprender a hacer esquí acuático -dijo Aisling.

– Estupendo. ¿Alguien más?

Josh vaciló, pero la piel desnuda de Bella lo estaba poniendo tan nervioso que tomó una decisión.

– Yo también quiero hacer el curso.

– ¡Pero si ya sabes hacer esquí acuático! -exclamó Bella-. No tienes que hacer un curso.

– No hay nada malo en refrescar viejas nociones.

– ¿Alguien más se apunta? -preguntó Cassandra.

– Yo no, ya tengo suficientes emociones en casa, con los niños -rió una mujer.

– Entonces, sólo Josh y Aisling para el curso -anotó Cassandra en su cuaderno-. Bueno, voy a buscar a alguien que haga de carabina para que Bryn y Bella no tengan que preocuparse -añadió, con una irritante risita.

– Yo no estoy preocupada -dijo Bella.

Pero estaba furiosa con Josh. ¿Por qué no se alejaba de la tentación? Si estaba dispuesto a hacer el ridículo yendo tras Aisling con la lengua fuera, era su problema. Pero podía pensar en cómo la hacía quedar a ella.


– Te admiro por ser tan independiente -dijo una de sus compañeras-. Cuando mi marido y yo éramos novios no me separaba de él, por si acaso.

– A mí no me da miedo -dijo Bella, poniendo una mano sobre la pierna de Josh.

Pero al hacerlo notó que él daba un respingo. Genial, ¿por qué no se levantaba y se ponía a gritar a pleno pulmón que no quería que lo tocase?

Pero no podía ser porque ella estaba haciendo su papel. Aunque Josh no supiera hacerlo.

– Sé que mi novio nunca me sería infiel. ¿Verdad, cielito?

Conociendo a Josh, odiaría que lo llamase cielito. Peor para él. Si se portase como tenía que hacerlo, ella no tendría que usar diminutivos.

– Nunca -dijo Josh, con una voz extrañamente ronca.

– ¿Has leído la revista que te di, Bella? -preguntó entonces Cassandra.

– Sí, está muy bien.

Siempre había pensado que leer revistas de novias si una no va a casarse daba mala suerte, pero era una pena no mirar esos vestidos tan bonitos. Además, Cassandra había insistido tanto…

– ¿Sabes una cosa? Creo que deberíamos organizar el banquete al estilo árabe -dijo entonces, burlona-. Yo podría llevar un vestido inspirado en Las mil y una noches y tú irías vestido de jeque…

– Ni muerto.

– Venga, sería muy divertido. Y muy apropiado, además. Tú has pasado mucho tiempo en el desierto.

– Y también paso mucho tiempo en Inglaterra. No pienso ir más allá de un chaqué.

Imaginar a Josh en la iglesia del pueblo de sus padres, esperándola en la puerta… había querido hacer una broma, pero se le encogió el corazón.

Cassandra estaba contando que la suya sería una boda convencional.

– Pero los niños irán vestidos de marineritos y las mesas estarán decoradas con conchas y estrellas de mar.

– ¿Cuándo te casas?

– En mayo del año que viene. ¿Y tú?

«Nunca», estuvo Bella a punto de decir.

– Cuanto antes, mejor. ¿Verdad, Josh?

– Sí -contestó él, levantándose abruptamente-. Se está haciendo tarde. Deberíamos ir a cambiarnos.

Aisling se levantó también.

– Sí, será mejor que despierte a Bryn.

Genial. ¿Por qué no anunciaban públicamente que estaban buscando una excusa para quedarse a solas?

Humillada por el brusco rechazo de Josh, Bella se levantó, con los ojos relampagueantes.

– Yo también voy. Tengo que ducharme.

Tomó su mano para salir del bar, pero en cuanto estuvieron en el pasillo Josh la soltó. Bella dejó escapar un suspiro. Era una pena sentirse triste en un sitio tan romántico. Tenía» que hablar, se dijo.

– ¿Quieres que vayamos a dar un paseo por la playa?

– ¿No querías ducharte?

– Sí, pero no hay prisa.

– Deberías haberte quedado en el bar. Parecías estar pasándolo muy bien.

Bella empezaba a perder la paciencia.

– Se supone que soy tu prometida, Josh. Y ninguna prometida dejaría que su novio se fuera con otra.

– No iba a ninguna parte con Aisling. Ha ido a despertar a Bryn.

– Pues tengo la impresión de que la gente no piensa lo mismo. Sólo llevamos aquí un par de horas y las has pasado con ella.

Habían llegado a su habitación y Josh sacó la llave del bolsillo de la camisa.

– Aisling y yo trabajamos juntos.

– Ya, claro, pero se supone que tu prometida soy yo.

– Por favor, Bella, si acabamos de llegar…

– Mira, sólo digo que no eres un prometido muy convincente -lo interrumpió ella, quitándose el pareo-. Das un respingo si te toco, te pasas las horas con Aisling y no quieres saber nada de mí. Si no quieres que esté aquí, puedo marcharme.

Josh se pasó una mano por el pelo.

– Lo siento. Tienes razón. No se me da bien fingir, ya lo sabes.

La exasperación de Bella desapareció al ver su expresión de derrota.

– No, es culpa mía. Sé que esto es duro para ti. Es fácil decir que debes seguir adelante con tu vida después de que Aisling te haya dejado, pero cuando de verdad amas a alguien resulta muy doloroso tener que olvidarlo. Te entiendo, de verdad.

– Eso parece -murmuró Josh.

– Espero que no lo pases muy mal -dijo ella entonces, buscando un cepillo en su maleta.

Josh la miró, medio desnuda en una habitación con una cama de matrimonio…

– Creo que va a ser mucho más difícil de lo que esperaba.

Bella se sentó en la cama y empezó a cepillarse el pelo vigorosamente. A pesar de todas las mascarillas y las cremas, lo tenía lleno de nudos por el agua salada.

– ¿Sabes una cosa? Creo que no deberías rendirte. A Aisling le gustas mucho. Ahora está con Bryn, pero… ¿quién sabe? Yo creo que dentro de un par de semanas le dirá que se vaya con su mujer. Y entonces volverá contigo.

Josh la miraba con las manos en los bolsillos del pantalón.

– Entonces, ¿sólo tengo que ser paciente?

– Si eso es lo que quieres, sí.

– ¿Y tú, Bella? Hasta ahora no he sido buena compañía para ti. Y lo siento.

– No te preocupes, lo entiendo -sonrió ella-. Estoy en las Seychelles, ¿qué más podría pedir?

– ¿A Will?

Bella, que estaba buscando algo en la maleta, se detuvo inmediatamente.

– No se puede tener todo. A veces uno tiene que conformarse.

Josh pensó en ello por la noche, mientras intentaba dormir. La luz de la luna entraba a través de las persianas y Bella estaba de espaldas a él, con el pelo extendido sobre la almohada, respirando acompasadamente.

Sólo podía mirarla de ese modo cuando dormía.

Durante la cena estaba guapísima, pero no había podido mirarla como deseaba. Había demasiada gente alrededor, demasiada gente buscando su atención, demasiada gente entre Bella y él.

Llevaba un vestido rojo sin mangas y unas sandalias de tacón. Josh no sabía mucho sobre moda femenina, pero se daba cuenta de que el vestido la convertía en el objeto de todas las miradas.

La vio reírse, charlar con todo el mundo… Aparentemente, no pasaba nada si ella no le hacía ni caso, pensó, irritado.

Pero era difícil no admirarla. Llevaba con aquella gente menos de veinticuatro horas y ya se había hecho amiga de todo el mundo. Y, no sabía si a propósito o por casualidad, sobre todo de los ejecutivos que eran clave para conseguir el contrato con la C.B.C. Todos le decían lo encantadora que era Bella, lo guapa que era Bella, lo simpática que era Bella.

Como si él no lo supiera.

Debería estar encantado y agradecido. Pero lo único que deseaba era estrecharla entre sus brazos y decirle a todo el mundo que era suya. Como no podía hacerlo, se limitaba a sonreír.

Y cuando subieron a la habitación, peor todavía.

Unos días antes se habrían reído y Bella habría criticado a todos y cada uno de los invitados. Pero aquella noche se quedaron en silencio, sin saber qué decir.

Josh se puso un pantalón de pijama y ella un camisón que, seguramente, había elegido a propósito porque era blanco, de algodón, por encima de la rodilla. Nada de encajes, nada de transparencias. Y, sin embargo, la hacía parecer increíblemente deseable.


Oyendo el murmullo del mar e intentando no pensar en quitarle aquel camisón mientras se cepillaba los dientes, Josh esperó en la terraza. Cuando quiso darse cuenta, Bella ya estaba en la cama, tapada hasta la barbilla.

– ¿Tienes frío? Puedo quitar el aire acondicionado si quieres.

– No, estoy bien.

Josh se metió en la cama. Podía tumbarse sin tocarla en absoluto, pero la sabía tan cerca…

– ¿Quieres que apague la luz? -preguntó, con una voz que no parecía la suya.

– Sí, gracias.

Con la habitación a oscuras, sólo el sonido del aire acondicionado los acompañaba.

– Esto es muy raro.

– Lo sé -dijo ella-. Menos mal que somos amigos, ¿verdad? Imagínate lo que fue para Phoebe, que acabó compartiendo cama con un completo extraño.

Josh se preguntó si alguien se habría sentido más incómodo que él en ese momento, tumbado al lado de Bella y sabiendo que no podía tocarla.

– Qué suerte tenemos -murmuró, burlón.

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