CAPÍTULO 9

HABÍA llegado el momento de la cuenta atrás y todos tenían los nervios a flor de piel. Todos menos Rafe, que no podía pensar en la competición. Había querido ganarla con todas sus fuerzas, lo deseaba. Pero acababa de darse cuenta de que había algo que deseaba más: a Shelley Sinclair.

Ese sentimiento seguía creciendo en su interior y no podía pararlo. Le gustaban las mujeres y salir con ellas. Se divertía mucho con la seducción y lo que llegaba después, pero nunca había deseado que una de ellas formara parte de su vida, que compartiera con él su existencia.

Shelley siempre había estado presente en su vida. Había sido parte de su existencia desde que era un niño y ahora quería asegurarse de que iba a seguir siendo así. Quería tenerla a su lado de forma permanente y firme. Pero quería tener garantías porque, de repente, no se imaginaba vivir sin ella.

Se había levantado radiante esa mañana, consciente de sus sentimientos y sonriendo a todo el mundo. Se sentía muy bien. «Es como si estuviera borracho de amor» pensó. Y, aunque sonara estúpido, era la pura realidad.

Durante el desayuno, Shelley se sentó a la mesa frente a él y Rafe no pudo concentrarse en nada más. El sol se filtraba por los altos ventanales detrás de ella y convertía su melena en una sinfonía dorada. Sus ojos, con su suave forma almendrada, y su sonrisa, consiguieron derretirlo por dentro. Toda ella le resultaba tan familiar pero, a la vez, tan nueva… Y la deseaba más que a nada en el mundo.

Parecía que iba a ser una mañana muy larga. Todos se reunieron en la sala de conferencias tras el desayuno. Repasaron todos los detalles de última hora, asegurándose de que no les faltaba nada e intentando no ponerse nerviosos. Ellos serían uno de los últimos equipos en hacer la presentación. Mientras tanto, tendrían que esperar pacientemente y preguntarse cómo lo estarían haciendo los demás grupos. A pesar de que, si querían, podían ir a ver las representaciones de otros equipos.

– Yo no iría ni loca -aseguró Candy con dramatismo-. Seguro que todo lo que viera me parecería genial, mucho mejor que nuestro material y perdería confianza. Y a la hora de actuar sería un completo desastre.

Rafe estaba de acuerdo con ella, pero se sentía tan agobiado que necesitaba salir de allí y hacer algo.

– Voy a dar un paseo -les comentó a todos, aunque todos entendieron a quién hablaba en realidad-. ¿Quiere acompañarme alguien?

Shelley levantó la vista y Rafe sintió que sus ojos se avivaban al verlo. Sabía que ella sentía lo mismo que él, a menos que estuviera loco o malinterpretando todas las señales. Si pudiera conseguir el coraje necesario para dar un paso más, sabría que aquello iba a merecer la pena.

– Yo no puedo ir ahora mismo -repuso ella algo triste-. Le prometí a Dorie que la ayudaría a repasar sus textos para la obra. Adelántate tú y a lo mejor te veo luego.

Rafe paseó hasta el vestíbulo, recreándose en la emoción de sus nuevos sentimientos. Era algo tan nuevo para él que aún lo asombraba. Nunca pensó que le fuera a pasar algo así. No solía entender a sus amigos que de repente tenían la necesidad de pasar el resto de su vida con una mujer. Ahora sí lo comprendía. Sentía lo mismo y supo que eso era lo que siempre había echado en falta en su vida.

Pasó cerca de una de las salas donde la competición estaba teniendo lugar y se paró un momento para mirar. Era Jason McLaughlin el que estaba en el escenario. Eso no podía perdérselo, tenía curiosidad por ver la presentación de la empresa de los McLaughlin. Entró silencioso y se sentó en la parte de atrás.

No tardó mucho en darse cuenta de que estaban representando su idea. Estaba allí, delante de él en el escenario. Jason estaba representando el papel que tenía que haber hecho él, dirigiendo al resto del equipo para que presionaran y consiguieran que su oferta saliera vencedora en la reñida lucha para comprar el rancho Quarter Season.

Al principio no podía creérselo. Intentó pensar en otras explicaciones para aquello pero, finalmente, tuvo que reconocerlo. Le habían robado su idea y no sabía cómo lo habían hecho. Se quedó de piedra, no podía moverse ni apartar la mirada del escenario.


Shelley se dio una vuelta por el vestíbulo, esperando encontrar a Rafe por allí, pero no lo vio. A quien vio fue a Quinn, que se acercaba hacia ella. Estaba peinado y parecía que llevaba ropa limpia y planchada. Eran sólo un par de mejoras que cambiaban por completo su apariencia. Ese día tenía el aspecto de alguien a quien merecía la pena conocer.

– ¡Quinn! -lo saludó-. Me alegro de verte de nuevo. ¿Cómo estás?

– Estoy bien, supongo -dijo sonriente.

– ¿Has venido a ver el concurso?

– Sí. Matt me pidió que viniera y he decidido hacer todo lo que me diga.

– Bien pensado -dijo ella devolviéndole la sonrisa-. Oye, tú tenías un grupo de música, ¿no? ¿Cómo va eso?

– El grupo se separó hace más de un año. He estado tocando por mi cuenta, pero sólo ocasionalmente. Aquí y allá. El mundo de la música es muy complicado, ¿sabes?

– ¡Vaya! Y, ¿has pensado en dedicarte a alguna otra cosa?

– No -contestó él a la defensiva-. ¿Qué otra cosa podría hacer? La música es mi vida.

– Pero si esa vida te está matando de hambre quizás deberías buscarte otro camino, ¿no?

Se dio cuenta que no deseaba escuchar sus consejos.

– Bueno, mi vida va a cambiar lo quiera o no. Voy a irme a vivir a ese pueblo de mala muerte, Chivaree.

– ¡Eh! Chivaree no está tan mal -dijo ella, sin creerse que estuviera defendiéndolo-. Ha crecido mucho durante los últimos años. Tenemos un nuevo centro comercial.

– ¡Vaya! ¡Qué emoción! -se burló él.

– También tenemos restaurantes de comida rápida. De esos donde no tienes ni que bajarte del coche para probar su alta cocina francesa -dijo ella siguiéndole la broma.

– Veo que me voy a sentir como en casa.

– No, en serio, Quinn. Sarcasmos aparte. Creo que te va a gustar, ya verás.

– A lo mejor -asintió él-. Oye, Shelley. Perdona por haber huido de ti el otro día, casi me das caza.

– Aún no entiendo por qué lo hiciste.

– Es por esos mafiosos que me seguían. Son listos y pensé que quizá te estuvieran utilizando para atraparme. No podía arriesgarme. La verdad es que llevo semanas huyendo de todo el mundo.

– Bueno, parece que aún no han dado contigo. Tienes tus piernas intactas.

– Sí, aquí están. Y, con la ayuda de Matt, puede que consiga conservarlas, después de todo.

Shelley se rió y le indicó dónde podía encontrar a Matt. Buscó un poco más a Rafe y, al no verlo por ninguna parte, decidió volver a la sala de reuniones con los demás.

Terminó la presentación de los McLaughlin y la gente comenzó a levantarse. Rafe siguió paralizado en su asiento, sin poder moverse. No podía creer lo que acababa de contemplar. «¿Cómo puede haber pasado?», pensó aturdido.

La futura venta del rancho era una información privilegiada que le había dado un buen amigo suyo, alguien de confianza. Nadie más conocía la noticia, excepto los otros miembros del equipo A de Allman y, evidentemente, alguien del equipo de McLaughlin.

Jason lo vio y se dirigió hacia donde estaba. Se paró delante de él sonriendo con satisfacción.

– ¿Te ha gustado? -le preguntó con malicia-. ¿Crees que he desarrollado bien tu idea?

Rafe lo miró sin abrir la boca.

– ¿Quién te la dio? -preguntó finalmente y con voz ronca-. ¿Quién te ha pasado mis notas?

– No puedo decírtelo -respondió Jason con una gran sonrisa-. No quiero meterla en ningún lío. Pero creo que sabes de quién se trata, ¿verdad? Siempre he tenido un vínculo especial con esa mujer. Hay algo entre nosotros que siempre estará ahí, no se puede negar. Ella lo intenta, pero cuando le pido algo siempre me lo da. A ella le encanta dar, ¿verdad? -añadió con mirada diabólica.

Rafe no podía creérselo, no podía ser verdad. Y fuera verdad o no, quería matar a Jason de todas formas. Se levantó y fue por él, pero alguien lo agarró desde atrás.

– No creo que eso nos dé puntos, Rafe -dijo Matt apareciendo justo a tiempo para evitar que su hermano hiciera una estupidez.

Rafe se giró. Por primera vez en su vida, estaba furioso con su hermano.

– Déjame en paz -dijo zafándose de su hermano.

Pero cuando se volvió hacia Jason éste ya había desaparecido.

Miró a Matt y salió de la sala y del hotel. Necesitaba aire fresco. Tenía la sensación de que algo había muerto en su interior y necesitaba sacarlo.


Había llegado el momento de salir al escenario. A Shelley le temblaban las piernas, pero intentó no pensar en ello. Tenía muy claro que había que hacer un buen trabajo o morir en el intento.

– ¿Dónde está Rafe? -dijo con urgencia.

Candy se encogió de hombros.

No había vuelto aún de su paseo. Hacía más de una hora que no lo veía.

Shelley se acercó a la puerta y miró fuera. Pero no encontró a Rafe, aunque sí a su hermana Jodie acompañada por Kurt McLaughlin. Se dirigían a la sala de conferencias.

– ¡Jodie! -gritó encantada de ver a su mejor amiga.

Se abrazaron riendo y se miraron como si no se hubieran visto en años, cuando en realidad hacía sólo unos días que no estaban juntas.

– ¡No puedo creer que hayáis venido a verlo!

– Bueno, Kurt y yo estábamos desayunando en el restaurante de tu madre y preguntándonos cómo estaría saliendo todo aquí. Y de repente, Kurt me sugirió que nos acercáramos a veros y aquí estamos.

– Estoy tan contenta de que hayáis venido… Espero que no os arrepintáis de haberlo hecho.

– No digas eso. Estoy segura de que lo vais a hacer fenomenal.

Eso esperaba, pero esos últimos minutos estaban siendo tan estresantes que no era capaz de pensar con claridad. Todo lo que sabía era que había llegado el momento de presentar su trabajo. Miró a su alrededor y vio con alivio que Rafe estaba de vuelta. Minutos después se dirigieron a la sala de conferencias.

En general, el equipo se sintió satisfecho con cómo salieron las cosas. La parodia estuvo muy bien. Candy no se cayó y nadie tiró ninguna parte del escenario. El reproductor de vídeo funcionó y la cinta se vio sin problemas.

Shelley, en su papel de moderadora, fue la que comenzó la presentación. Se colocó a un lado como narradora invisible, explicando todo lo que estaba sucediendo en el escenario. Fue un discurso salpicado de chistes que consiguieron algunas carcajadas. Candy hizo muy bien su papel como coordinadora del programa y Rafe fue bastante convincente en su rol de verificador escéptico y tradicional que al final cambia de opinión.

Terminaron la función y los jueces salieron de la sala. Todos se abrazaron, aliviados de que lo más duro hubiera pasado ya. Shelley buscó a Rafe con la mirada y cuando lo encontró lo abrazó con ganas. Pero a pesar del jaleo y las risas de todos, se dio cuenta de que él reaccionó ante su entusiasmo con extrema frialdad.

Pero no tenía tiempo de hablar con él. Tenían que ir corriendo al auditorio principal para la entrega de premios. Los equipos tenían sus asientos reservados y pompones con los colores de cada equipo. Como jefa de su grupo, Shelley era la encargada de animar a su equipo para que vitorearan y cantaran. Esos vítores formaban parte también de la puntuación del jurado, así que puso en ellos todo el entusiasmo que pudo. Cuando volvió a su asiento, sólo encontró uno libre entre Candy y Jaye: Rafe estaba sentado dos filas más atrás con sus hermanos. Shelley miró hacia atrás y él hizo como si no la hubiera visto.

Estaba empezando a preocuparse. Algo malo pasaba, pero no conseguía hablar con él a solas para averiguarlo.

Comenzaron los discursos. El primero fue bastante gracioso y el segundo les contó una historia sobre la fe y la esperanza. Pero ella no podía concentrarse. Sólo podía pensar en Rafe y en lo distante que estaba con ella. Se temía que quizás estuviese comportándose así porque el fin de semana llegaba a su fin y Rafe intentaba volver a la normalidad, ser el mismo de antes. Pero no podía creerlo, no después de cómo habían conectado la noche anterior.

Llegó el momento de los premios. Los moderadores comenzaron anunciando a los clasificados en décimo puesto y de ahí para arriba. Estaban en ascuas. Cuando nombraron el segundo clasificado y no fue Industrias Allman, la tensión creció y todos contuvieron el aliento.

– Y en primer lugar, por haber conseguido la mejor puntuación en el cambio de roles entre empleados y jefes, el premio es para… ¡El equipo A de Industrias Allman!

Se volvieron locos de alegría. Saltaron, gritaron y cantaron. No podían creerse que fueran a volver a Chivaree con aquel enorme trofeo. Fue un momento maravilloso. Shelley y Rafe salieron juntos al escenario para recibir el trofeo y cada uno dijo unas palabras de agradecimiento. Ambos tenían una enormes sonrisas de satisfacción.

Habían reservado una sala del restaurante para su fiesta final y todos comenzaron a ir en esa dirección, sorteando a la multitud que llenaba esa zona del hotel para poder llegar allí. Shelley se acercó primero a su habitación para arreglarse un poco. Luego tomó el ascensor y bajó al restaurante. Pero al pasar por el vestíbulo del hotel vio a Rafe frente a recepción con su maleta al lado.

Se acercó a él.

– ¿Adónde vas? -preguntó extrañada-. ¡Hemos ganado! ¿Es que no quieres celebrarlo?

Se volvió hacia ella, pero su mirada estaba en otra parte.

– Tengo cosas en que pensar.

– ¿Qué quieres decir? -preguntó temblorosa.

– No te preocupes, Shelley. Son cosas mías. Tengo que pensar. Son un montón de horas en coche y tendré tiempo entonces -le dijo con una breve sonrisa-. Mañana hablamos.

Tomó su maleta y salió por la puerta.

Shelley lo siguió con la mirada. Sabía que algo había pasado, pero no tenía ni idea de qué podía ser. Corrió hasta el restaurante y vio a Matt, que estaba hablando con Jodie.

– Rafe se ha ido -les dijo-. ¿Qué ha pasado?

– ¡Será idiota! -exclamó Matt sorprendido-. ¿Por qué dejará que lo afecte tanto?

– ¿Que lo afecte el qué? -preguntó Shelley confusa.

– ¿No lo sabes? El equipo de Jason McLaughlin representó lo que se supone que era la idea de Rafe, la que quería hacer él en vuestro equipo. Estuvo sentado en el auditorio viendo cómo lo hacían. Estaba bastante enfadado.

– Pero no lo entiendo -dijo ella sacudiendo la cabeza.

– Era ese plan sobre cómo preparar un asalto para conseguir comprar el rancho de Quarter Season -le explicó Jodie-. Por lo visto, el equipo hizo exactamente lo que Rafe tenía pensado hacer. Es obvio que alguien les ha dado la idea y todo el desarrollo de la misma.

– ¡No! -gritó Shelley, imaginándose el enfado que tendría Rafé-. No me extraña que esté tan furioso.

– Si hubiera sido otra persona… Pero tratándose además de Jason McLaughlin… ¡Imagínate! -dijo Matt.

– Pero bueno, al menos no han ganado. Ni siquiera se han acercado. Nosotros ganamos. Puedo entender por qué Rafe está enfadado. Pero, ¿por qué tengo la impresión de que me culpa de esto?

Matt se encogió de hombros, vaciló y decidió contárselo.

– Por lo que pude oír, Jason sugirió que tú habías sido quien le había proporcionado la información.

– ¿Yo? -dijo blanca de angustia.

– ¿No fue así? -preguntó Jodie.

– No -afirmó Shelley furiosa-. No le he dicho nada a nadie.

– Bueno. No te preocupes, ya se le pasará. Pronto recobrará el sentido común -aseguró Jodie quitándole importancia a la situación.

Pero Shelley se sentía dividida. Parte de ella quería salir corriendo tras él, pero eso hubiera sido una tontería. No podría verlo hasta que llegaran a Chivaree. Además, no podía irse. Era todavía la jefa del equipo y tenía que pensar en el resto de los miembros del grupo.

Así que se unió a la celebración y trató de no pensar en Rafe.

Pero era una misión imposible. Y, cuanto más pensaba en él más enfadada se sentía. No podía creerse que Rafe pensara que podía traicionarlo así. Si se había creído las palabras de Jason era porque no tenía fe en ella, y eso le dolía mucho. Estaba furiosa.

Intentó que la reacción de Rafe no ensombreciera la alegría que sentía al haber ganado. Parte del triunfo se debía a ella y estaba muy satisfecha y orgullosa. Había demostrado que podía hacer cosas que ni ella misma sabía y estaba segura de que su vida iba a cambiar a mejor. «A no ser que…», pensó con miedo.

A no ser que Rafe se diera cuenta de que no podía soportarla y decidiera no volver a hablar con ella. Sólo pensar en ello hizo que se sintiera enferma, pero intentó quitarse esa idea de la cabeza. Habían pasado unos días estupendos y las cosas no podían cambiar tanto.

No quería que nada destrozara ese día. Forzó una sonrisa en su cara y se unió a la fiesta, intentando pasárselo bien. Por una vez, no iba a ser víctima de las circunstancias. Ya pensaría en todo aquello más tarde.

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