capítulo 24

Bobby Tom Denton resultó ser un borracho de lo más difícil. Destruyó el interior del Wagon Wheel, destrozó a patadas las ventanas de un Pontiac completamente nuevo y rompió el brazo de Len Brown. Bobby Tom había participado antes en peleas, pero no con alguien como Len y no con Buddy Baines, que le intentó robar las llaves de la camioneta para impedir que condujera en estado de embriaguez. Nadie hubiera supuesto el día antes que Telarosa sentiría vergüenza de su hijo predilecto, pero esa noche todos sacudieron la cabeza.

Cuando Bobby Tom se despertó, estaba en la cárcel. Trató de girarse, pero le dolía demasiado todo como para moverse. Le latía la cabeza y le dolía cada músculo del cuerpo. Cuando intentó abrir los ojos, se dio cuenta de que uno estaba cerrado de la hinchazón. Al mismo tiempo, sentía el estómago revuelto como si hubiera pillado un mal virus.

Hizo una mueca de dolor cuando bajó lentamente las piernas por el lado del catre y se arrastró hasta permanecer sentado. Ni siquiera después de un partido particularmente brutal se había sentido así de mal. Dejando caer la cabeza entre las manos, se dejó llevar por la desesperación. Mucha gente no recordaba lo que hacía cuando estaba ebria, pero él recordaba cada miserable momento. Peor aún, recordaba lo que lo había llevado a eso.

Sin importar lo humillado que se hubiera sentido por su rechazo, ¿cómo podía haber permanecido de pie tras ese micrófono para gritarle a Gracie esas cosas? La imagen de su cara mientras escapaba se quedaría grabada en su memoria por el resto de su vida. Ella había creído cada una de las irrecusables palabras que había dicho y saberlo lo llenaba de vergüenza. Al mismo tiempo, el eco de sus palabras seguía retumbando en su cerebro.

No puedo casarme contigo, Bobby Tom. Merezco algo mejor.

Y así era. Por Dios, claro que lo merecía. Merecía un hombre, no un niño. Merecía a alguien que la quisiera más de lo que él quería a su leyenda. Su leyenda. Por primera vez en su vida, al pensar en eso sintió asco. No importaba en absoluto su leyenda, su comportamiento de la noche anterior la había destruido y a él ni siquiera le importaba. Todo lo que importaba era recuperar a Gracie.

Se sintió repentinamente sobrecogido por el pánico. ¿Qué ocurriría si ya había dejado el pueblo? Sus principios morales eran una de las cosas que más admiraba de ella, y ahora que era demasiado tarde, entendía lo importante que eran para ella. Gracie siempre pensaba lo que decía y una vez que se convencía de que tenía razón en algo no cambiaba de opinión.

Le había dicho que lo amaba, y eso era mucho tratándose de ella, pero al jugar rápida y alegremente con sus emociones y no respetar sus sentimientos, la había puesto en una situación que podía no tener marcha atrás. Cuando él había mirado su rostro la noche anterior y la había oído decirle que no se casaría con él, ella sentía cada palabra, y ni siquiera la declaración pública de su amor había sido lo suficientemente buena para ella.

Un montón de emociones extrañas lo bombardearon, pero la menos familiar era la desesperación. Después de toda una vida de conquistar mujeres con facilidad, se dio cuenta de que había perdido la confianza en sí mismo. De otra manera, no estaría tan seguro de que ella se iría, de que nunca la encontraría, y de que sabía que la había perdido para siempre. ¿Si no había podido conquistarla en su tierra, en su casa, como podía esperar hacerlo en cualquier otra parte?

– Bueno, bueno, genial. Parece que el niñito mimado de la ciudad se metió anoche en un montón de problemas.

Él levantó sus ojos vidriosos y vio a Jimbo Thackery, al otro lado de los barrotes de su celda con una desagradable sonrisa de satisfacción en la cara.

– No tengo ganas de hablar contigo ahora mismo, Jimbo -masculló-. ¿Qué tengo que hacer para salir de aquí?

– Mi nombre es Jim.

– Jim, entonces -dijo él lentamente. Quizá no era demasiado tarde, pensó. Quizá ella había tenido oportunidad de reconsiderar las cosas y la podía hacer cambiar de idea. Juró ante Dios Todopoderoso que si se casaba con él, le compraría su propio asilo en su primer aniversario de boda. Sin embargo, antes de pensar en eso, tenía que encontrarla. Luego tenía que convencerla de que la quería más de lo que nunca había creído amar a una mujer. Haría lo que fuera para que ella lo perdonara.

Él se incorporó en el borde del catre.

– Tengo que salir de aquí.

– El juez Gates no ha fijado tu fianza todavía -dijo Jimbo con evidente placer ante su sufrimiento.

Se puso de pie sintiendo dolor, ignorando su estómago revuelto y que su rodilla mala latía como una condenada hija de puta.

– ¿Cuándo lo hará?

– Antes o después. -Jimbo sacó un palillo de dientes del bolsillo de la camisa y lo colocó en la comisura de su boca-. Al juez no le agrada que lo haga madrugar demasiado.

Bobby Tom veía el reloj de la pared al otro lado de los barrotes.

– Son casi las nueve.

– Lo llamaré cuando tenga un momento. Es bueno que seas rico, porque hay un montón de cargos contra ti: Agresión, alteración del orden público, daños a la propiedad ajena, resistencia al arresto. El juez no se va a sentir demasiado contento contigo.

Bobby Tom se sentía más desesperado cada segundo que pasaba.

Cada instante que pasaba tras las rejas significaba que Gracie se alejaba cada vez más de él. ¿Por qué se había comportado como un asno la noche anterior? ¿Por qué no se había tragado el orgullo y había ido tras ella en ese mismo momento, para arrodillarse a sus pies y decirle cuanto lo sentía? En vez de hacer eso, había estando actuando todo ese tiempo como si ella no significara nada para mantener la fachada ante sus colegas, primero con su desesperada proposición en público y luego con sus repugnantes palabras ante el micrófono. Ya no podía recordar porqué le había importado tanto sus opiniones. Disfrutaba con sus amigos, pero no era con ellos con quien quería vivir su vida ni tener sus hijos.

Él no pudo ocultar su agitación cuando se acercó cojeando a los barrotes.

– Haré lo que sea que tenga que hacer, pero no ahora. Sólo necesito un par de horas. Tengo que encontrar a Gracie antes de que deje el pueblo.

– Nunca pensé que vería el día que harías el tonto por una mujer -se burló Jimbo-, pero te aseguro que lo hiciste anoche. Lo cierto es que ella no te quiere, B.T. y ahora todo el mundo lo sabe. Supongo que todas esas Super Bowl no fueron suficientes para ella.

Bobby Tom agarró los barrotes.

– ¡Sólo déjame salir de aquí, Jimbo! Tengo que encontrarla.

– Demasiado tarde. -Con una última sonrisa afectada, dio un golpecito con el palillo en el pecho de Bobby Tom. Sus pasos resonaron sobre el suelo de ladrillo mientras llegaba a la puerta y salía.

– ¡Ven aquí, hijo de puta! -Bobby Tom metió la cara entre los barrotes-. ¡Conozco mis derechos, y quiero un abogado! ¡Quiero un abogado ahora mismo!

La puerta resonó firmemente cuando la cerró.

Sus ojos volaron al reloj. Quizá no se iría ese día. Tal vez seguiría por allí. Pero ni siquiera él se lo creía. La había lastimado demasiado la noche anterior y se escaparía tan pronto pudiera.

– ¡Tengo derecho a hacer una llamada! -gritó.

– Cállate.

Por primera vez se percató que no estaba solo. La cárcel del pueblo tenía sólo dos celdas pequeñas, y el catre de la otra estaba ocupado por un individuo con los ojos rojos y la barba descuidada.

Bobby Tom lo ignoró y siguió gritando.

– ¡Tengo derecho a una llamada! ¡Y la quiero hacer ahora!

Nadie contestó.

Empezó a cojear frenéticamente por su celda. Su rodilla lesionada asomaba a través de un roto de sus vaqueros, le faltaban botones en la camisa y parte de una manga y sus nudillos parecían haber pasado por una picadora de carne. Regresó a los barrotes y comenzó a gritar otra vez, pero el borracho de la celda de al lado fue el único que respondió.

El reloj marcaba los minutos. Sabía cuanto estaba disfrutando Jimbo con eso, pero no le importaba. Se estaba quedando afónico, pero le daba igual. Trató de decirse a sí mismo que su comportamiento era estúpido, que no era lógico sentir esa urgencia, pero el pánico no decrecía. Si no alcanzaba a Gracie de inmediato, sentía que la perdería para siempre.

Pasó casi media hora antes de que Dell Brady, el ayudante negro de Jimbo, abriera la puerta que comunicaba con la estancia principal de la comisaría y entrara. Bobby Tom nunca había estado tan contento de ver a nadie en su vida. Había jugado al fútbol con el hermano de Dell, y siempre se había llevado bien con él.

– Joder, B.T., vas a tirar el lugar a gritos. Siento no haber entrado antes, pero tuve que esperar que Jim saliera.

– ¡Dell! Tengo que hacer una llamada. Sé que tengo derecho a una llamada.

– La hiciste anoche, B.T. Llamaste al viejo Jerry Jones y le dijiste al dueño de los Dallas Cowboys que no jugarías en su equipo aunque fuera el último de la tierra.

¡Joder! -Bobby Tom cerró los puños sobre los barrotes, sintiendo ramalazos de dolor ascender por sus brazos.

– Nadie te había visto antes tan borracho -siguió Dell-. Destruiste tú solo el Wagon Wheel, eso sin mencionar lo que le hiciste a Len.

– Lo arreglaré todo más tarde, y te aseguro que pediré perdón a Len. Pero ahora mismo tengo que llamar por teléfono.

– No sé B.T., Jim está muy cabreado. Desde que Sherri Hopper y tú…

– ¡De eso hace quince años! -gritó-. Venga. Sólo una llamada.

Para su alivio, Dell tomó las llaves que llevaba en su cinturón.

– Bueno. Supongo que te puedo soltar si te vuelvo a encerrar antes de que vuelva Jim de la cafetería. Ojos que no ven, corazón que no siente.

Dell estuvo tanto tiempo manoseando nerviosamente las llaves que Bobby Tom quiso agarrarle por el cuello y gritarle que se apresurase. Sin embargo, por fin estuvo fuera de su celda y atravesó la puerta que desembocaba en la estancia principal de la comisaría. En cuanto entró, Rose Collins, que llevaba trabajando allí desde antes de lo que él podía recordar, lo miró y le tendió el teléfono.

– Es para ti, Bobby Tom. Es Terry Jo.

Le arrebató el teléfono de la mano.

– ¡Terry Jo! ¿Sabes dónde está Gracie?

– Le está alquilando un coche a Buddy en este mismo momento para poder irse a San Antonio. No me puede ver -estoy en el despacho de atrás- pero le dijo a Buddy que cogió billete para un vuelo a primera hora de la tarde. Buddy me dijo que te llamara, aunque juré anoche que no te iba a volver a hablar en mi vida. Nunca supe que podías ser tan bastardo. No sólo por lo que le hiciste a Gracie -lleva las gafas de sol, pero sé que ha estado llorando- sino por lo que le hiciste a la cara de Buddy. Su mandíbula ocupa el doble de su tamaño y…

– ¡Dile a Buddy que no le alquile el coche!

– Tiene que hacerlo o perderá la franquicia. Está intentando que cambie de idea, pero ya sabes cómo es ella. Estoy viendo que ahora mismo le da las llaves.

Él maldijo y se mesó el pelo, sobresaltándose cuando rozó una herida cerca de la sien.

– Llama al juez Gates ahora mismo y tráelo. Dile…

– No hay tiempo; Ahora mismo acaba de subirse al coche. Es un Grand Am. azul y ella es una conductora bastante prudente, B.T. La podrás alcanzar si te pones ahora mismo en marcha.

– ¡Estoy en la cárcel!

– ¡Bueno, pues sal!

– ¡Eso intento! Mientras tanto, intenta detenerla.

– Demasiado tarde. Acaba de arrancar. Tendrás que darle alcance en la carretera.

Bobby Tom colgó de golpe el teléfono y miró a Rose y Dell, que habían estado escuchando con abierto interés.

– Gracie acaba de dejar el taller de Buddy. Está de camino a San Antonio y necesito alcanzarla antes de que entre en la autopista interestatal.

¿Qué demonios haces fuera de la celda? -Jimbo Thackery atravesaba corriendo la puerta, con rastros de donuts en la camisa y su cara morena moteada por la cólera.

– Gracie está saliendo del pueblo -comenzó a explicar Dell- y Bobby Tom necesita llegar hasta ella antes de…

– ¡Está bajo arresto! -gritó Jimbo-. ¡Enciérralo ahora mismo!

Dell fue a regañadientes en dirección a Bobby Tom.

– Lo siento, B.T., me temo que tengo que devolverte a la celda.

Bobby Tom alzó las manos, y su voz era lenta cuando le advirtió:

– No te acerques más, Dell. No voy a regresar a la celda hasta que haya tenido la oportunidad de hablar con Gracie. No quiero golpearte, pero lo haré si tengo que hacerlo.

Dell estudió a Bobby Tom por un momento, después se volvió hacia Jimbo.

– ¿Qué daño puede hacer, especialmente a ti, darle una hora más o menos para que arregle su vida amorosa?

Jimbo curvó la boca y sus cejas hisurtas se unieron cuando frunció el ceño.

– ¡Deténle, maldita sea, o estás despedido!

A ninguno de los Bradys les había gustado nunca que les dijeran lo que tenían que hacer, y Dell no fue la excepción.

– Tú no me puedes despedir; ¡Luther no te dejará! ¡Si tanto lo quieres allí dentro, entonces mételo tú mismo!

Jimbo se puso fuera de sí. Con un rugido de furia, se abalanzó. Bobby Tom agarró una silla de atrás del escritorio más cercano y la empujó sobre el suelo de ladrillos, golpeando a Jimbo en las rodillas y tumbándolo.

Bobby Tom se dirigió a la puerta antes de que el jefe de policía se pudiera levantar, gritando a Rose cuando salía.

– ¡Necesito un coche!

Ella agarró rápidamente un juego de llaves de su escritorio y se lo lanzó.

– Llévate el de Jimbo. Estará justo delante de la puerta.

Él salió y se metió en el coche más cercano, el brillante coche patrulla blanco del jefe de policía. Las ruedas chirriaron cuando dejó el aparcamiento y se incorporó a la Calle Mayor. Sólo le llevó unos segundos encontrar los botones que activaban la sirena y las centelleantes luces rojas.

En el interior de la comisaría, Rose Collins acababa de levantar su teléfono para difundir la noticia de que Bobby Tom Denton acababa de escaparse de la cárcel.


*****

HEAVEN, TEXAS

UN LUGAR EN EL CORAZÓN


La pancarta colorida que colgaba en el límite del pueblo se hacía cada vez más pequeña en el espejo retrovisor de Gracie, hasta que ya no la pudo ver. Cogió un kleenex de su regazo y mientras se sonaba la nariz se preguntó si iba a llorar hasta San Antonio. La noche anterior se había quedado sin lágrimas y estaba totalmente destrozada cuando Ray la había llevado al apartamento para recoger sus cosas y luego conducirla al motel donde había pasado la noche. Pero no había dormido. Se había tumbado en la cama recordando una y otra vez las irrecusables palabras de Bobby Tom.

Los dos sabemos que sólo trataba de hacerte un favor… ¿Por qué demonios querría casarme con alguien como tú?¡No quiero volver a verte en la vida!

¿Qué había esperado? Lo había humillado delante de todos los que eran importantes para él y Bobby Tom había contraatacado con crueldad.

Metió el kleenex bajo las gafas y se secó los ojos hinchados. El nuevo dueño de Shady Acres iba a enviar a alguien a recogerla al aeropuerto de Columbus para llevarla a New Grundy. Su sitio estaba en Shady Acres y en veinticuatro horas, se aseguraría de estar tan ocupada que no tendría tiempo de pensar en nada.

Había sabido que eso tenía que acabar, pero nunca hubiera imaginado un final tan amargo. Había querido que la recordara con cariño como la única mujer que no había querido nada de él, pero la noche anterior había destruido cualquier posibilidad de que ocurriera. No había tomado dinero, pero al final, había terminado por tomar algo más importante para él, su reputación. Trató de disculparse ante sí misma pues sabía que había sido su propia arrogancia la que finalmente había llevado a eso, pero como todavía lo amaba, no podía disfrutar viéndolo sufrir.

Oyó una sirena detrás de ella, y cuando miró por el espejo retrovisor, vio la luz intermitente de un coche de policía que avanzaba rápidamente por la carretera comarcal. Una mirada al velocímetro le aseguró que estaba dentro de los límites de velocidad; se apartó ligeramente hacia la derecha para dejarle paso. Se acercó más, pero en vez de adelantarla, permaneció detrás de ella.

La sirena hizo un ruido brusco, indicándole que se echara a un lado. Preocupada, miró más atentamente por el espejo y no se pudo creer lo que veía. ¡El hombre que había detrás del volante era Bobby Tom! Se quitó las gafas de sol. Hasta ahora, se había mantenido en pie por pura fuerza de voluntad, pero no podría resistir otro enfrentamiento con él. Cuadrando la mandíbula con determinación, aceleró, con el único resultado de que él hiciera lo mismo.

Una vieja camioneta surgió amenazadoramente delante de ella. Sus nudillos se pusieron blancos cuando apretó el volante para pasar al carril izquierdo y adelantar. El velocímetro marcaba noventa y cinco kilómetros por hora y Bobby Tom se mantenía pegado a ella.

¿Cómo podía él hacerle esto? ¿Qué tipo de pueblo dejaría que un civil condujera un coche patrulla para perseguir a una persona inocente? La aguja avanzó hasta ciento diez kilómetros por hora. Odiaba conducir rápido y estaba sudando. Él puso la sirena otra vez, poniéndola todavía más nerviosa. Siseó con alarma cuando él se acercó aún más y temió que le diera por detrás bruscamente. ¡Por Dios bendito, tenía intencion de sacarla de la carretera!

No tenía otra opción. Era demasiado temerario, y mientras él podía estar perfectamente a sus anchas alcanzando los ciento veinte kilómetros por hora, ella ciertamente no lo estaba. La cólera la consumió cuando levantó el pie del acelerador y gradualmente desaceleró para echar el coche a un lado de la carretera. Tan pronto como detuvo el coche, abrió de golpe la puerta para dirigirse hacia él.

Él salió del coche patrulla antes de que ella hubiera dado más de cuatro o cinco pasos, y entonces vaciló. ¿Qué le había sucedido a Bobby Tom? Tenía uno de sus ojos cerrado por la hinchazón y se veía totalmente salvaje. Tenía las ropas rasgadas y su omnipresente stetson no estaba. La costra que se estaba formando en la herida de su sien lo hacía parecer un hombre primitivo y peligroso. Recordó lo que le había hecho y, por primera vez desde que lo conocía, le tuvo miedo.

Él avanzó hacia ella. Ella se sintió aterrorizada y se dio la vuelta para saltar dentro del coche y echar el seguro, sólo para descubrir que había esperado demasiado y era tarde para hacerlo.

– ¡Gracie!

Por el rabillo del ojo, vio que intentaba alcanzarla y se movió justo a tiempo de evitarlo. Dejándose llevar por puro instinto, comenzó a correr. Las suaves suelas de sus sandalias se llenaron rápidamente de grava, haciendo que casi se cayera de rodillas. Tropezó, pero de alguna manera logró recuperar el equilibrio y continuar. Voló sobre la línea blanca de la carretera, corriendo tan rápido como podía. Esperaba que en cualquier momento la agarrara y como no lo hacía, miró por encima del hombro.

Él iba ganándole terreno, pero cojeaba tanto que eso le retrasaba considerablemente. Aprovechó su ventaja apurándose todo lo que podía y mientras lo hacía, recordó la historia que le había contado Suzy de cuando era un niño de nueve años al que habían castigado públicamente por golpear a una chica.

Después de todos esos años de tratar amablemente a todas las mujeres, algo se había desatado dentro de él.

Le resbaló el pie en el borde del asfalto y se salió del arcén dando bandazos por los matorrales. Las piedras del terreno entraron en sus sandalias. El terror la invadió cuando lo oyó justo detrás de ella.

¡Gracie!

Ella gritó cuando él la hizo caer sobre los matorrales con un empujón que le sacudió hasta el tuétano. Ella se giró mientras caía y cuando chocó contra el suelo estaba de cara a él. Por un momento solo sintió dolor y miedo. Luego sintió que se quedaba sin aire.

Ella había yacido bajo él muchas veces, pero antes habían estado haciendo el amor y lo que había sentido no se acercaba a lo que sentía en ese momento. Su peso brutal e implacable la sujetaba contra el suelo. Olores poco familiares a cerveza rancia y sudor emanaban de él, y la barba sin afeitar cubría sus mejillas.

– ¡Maldita sea! -gritó él apoyándose sobre sus brazos. La agarró y levantó sus hombros lo justo para poder sacudirla como si fuera una muñeca de trapo-. ¿Por qué demonios estabas huyendo?

El encanto fácil y su cortesía impecable se había resquebrajado, dejando un hombre violento y enojado que había sido empujado hasta el límite.

– ¡Para! -sollozó ella-. No…

Él la atrajo hacia sus brazos, manteniéndola tan firmemente apretada que no podía respirar. Ella era débilmente consciente del sonido agudo de una sirena en la lejanía. Su pecho presionaba contra ella y su respiración entrecortada dañaba su oído.

– No puedes… No te… marches. -Su boca se movió contra su sien, y luego, bruscamente, se sintió libre de él.

Por breves segundos, el sol la cegó y no supo que sucedía. Luego vio como Bobby Tom era arrastrado por el Jefe Thackery. Mientras se ponía de pie, el jefe de policía retorció brutalmente sus brazos en su espalda y le colocó unas esposas.

– ¡Estás arrestado, hijo de puta!

Bobby Tom no le prestó atención. Toda su atención se centraba en ella que sintió la urgente necesidad de ahuecar su pobre y herido rostro entre sus manos.

– ¡No te vayas, Gracie! No puedes marcharte. ¡Por favor! Tenemos que hablar.

Sus rasgos parecían devastados y a ella se le llenaron los ojos de lágrimas. De fondo oyó el sonido de ruedas y puertas cerrándose de golpe, pero no prestó atención. Negando con la cabeza, se apartó de él antes de ceder a la debilidad.

– Lo siento, Bobby Tom. Nunca imaginé que ocurriría nada así. -Un sollozo estrangulado subió por su garganta-. Tengo que irme. No puedo aguantar más.

Thackery se burló.

– Parece que la señora no te quiere.

Hizo girar a Bobby Tom y le dio un empujón en dirección al coche patrulla. La rodilla mala de Bobby Tom cedió y se cayó. Gracie se quedó sin aliento y se apresuró a adelantarse, sólo para ver con horror como Thackery tiraba con fuerza de sus brazos para volver a ponerlo de pie.

Bobby Tom gimió de dolor, luego empujó al jefe de policía con el hombro, apártandole lo suficiente para poder girarse hacia Gracie.

– ¡Dijiste que no te llevarías nada de mi! -gimió él.

Thackery gritó con ferocidad y golpeó ruidosamente la espalda de Bobby Tom, haciendo que casi cayera de rodillas.

Bobby Tom dejó escapar un aullido de desesperación que provenía de las mismas profundidades de su alma.

¡Te amo! ¡No me dejes!

Ella permaneció allí de pie, estupefacta, observando como él comenzaba a pelear como un salvaje. Con un gruñido, Thackery cogió su cachiporra.

Ella no esperó ni un momento más. Gritando con ferocidad, se arrojó contra el jefe de policía.

– ¡No te atrevas a golpearle! ¡No te atrevas a intentarlo siquiera! -Embistió a Thackery con la cabeza y lo golpeó con los puños obligándolo a soltar a Bobby Tom para protegerse.

– ¡Detente ahora mismo! -Él comenzó a maldecir cuando el borde de la sandalia impactó en su espinilla-. ¡Basta! ¡Para o te arrestaré a ti también!

– ¿Qué diablos pasa aquí? -rugió Luther Baines. Los tres volvieron la cabeza a la vez para ver al alcalde corriendo hacia ellos, bamboleándose sobre sus cortas piernas, con Dell Brady a su lado y el coche patrulla parado en una posición inverosímil en la carretera. Detrás de los dos hombres, rechinaban ruedas de otros coches que comenzaban a pararse. Terry Jo y Buddy llegaron en su Explorer y Buddy que tenía el labio roto y la mandíbula hinchada se bajó primero. Connie Cameron saltó de su Sunbird.

Luther golpeó el brazo de Jimbo Thackery, obligándolo a dar un paso atrás.

– ¿Has perdido el juicio? ¿Qué demonios crees que estás haciendo?

– ¡Bobby Tom! -Suzy gritó el nombre de su hijo mientras bajaba corriendo por la carretera con Way Sawyer a su lado.

Thackery miró con furia a Luther.

– Él se escapó de la cárcel. Y ella me atacó. ¡Los arresto a los dos!

– ¡Estás como una cabra! -gritó Buddy ante sus palabras.

Luther clavó su dedo índice sobre el pecho de Thackery.

– ¡No te bastaba con ser un grano en el culo, no, Jimbo! ¡Tenías que ir y joderla bien!

La cara de Thackery se puso roja. Abrió la boca, luego se mordió la lengua y la cerró y dio otro paso atrás. Suzy corrió hacia delante sólo para que Way la retuviese al ver cómo los brazos de Gracie se cerraban protectoramente alrededor del pecho de su futuro hijastro.

– ¡Qué se aparte todo el mundo! -gritó Gracie, con su pelo cobrizo destelleando bajo la luz del sol y una expresión tan feroz como la de una amazona-. Que nadie lo toque, ¿habeis oído? ¡Qué nadie lo toque!

Bobby Tom, con las manos esposadas a su espalda, la miró, con una expresión débilmente aturdida.

El que él no pareciera estar en peligro inminente no hizo que Gracie bajara la guardia. Cualquiera que intentara lastimarlo tendría que pasar sobre ella primero.

Ella sintió la presión de su mejilla contra su coronilla, y él comenzó a murmurar las cosas más maravillosas del mundo tan bajo que sólo los que estaban muy cerca de ellos podían oírlas.

– Te amo tanto, cariño. ¿Me perdonarás por lo de anoche? Sé que todo lo que dijiste de mí es cierto, lo sé; Soy insensible, egocéntrico, egoísta y un montón de cosas más. Pero voy a cambiar, lo juro. Si te casas conmigo, cambiaré. Pero no me dejes, porque te amo demasiado.

Alguien había debido quitar sus esposas porque repentinamente sus brazos la rodearon. Ella miró hacia arriba y vio que sus ojos, incluso el que estaba hinchado, brillaban por las lágrimas. El sentía cada palabra que decía, descubrió ella con un sentimiento de admiración. Esa declaración de amor no tenía nada que ver con el orgullo herido ni ninguna otra cosa por el estilo. Él estaba hablando con el corazón en la mano.

– Dime que lo vas a reconsiderar -murmuró él, ahuecando su mejilla en la palma de su mano-. Dime que de alguna manera, aún me amas a pesar de todo.

Se le hizo un nudo en la garganta por la emoción.

– Es mi debilidad.

– ¿El qué?

– Amarte. Te amo, Bobby Tom Denton; Y siempre lo haré.

Ella sintió como temblaba su pecho contra el suyo.

– Nunca sabrás lo feliz que me hace oír eso. -Por un momento cerró los ojos con fuerza como si estuviera armándose de valor. Cuando los reabrió, tenía las pestañas húmedas-. ¿Te vas a casar conmigo, no es cierto, cariño? Dime que te casarás conmigo.

La incertidumbre que oyó en su voz la hizo amarle todavía más, y lo miró plenamente.

– Oh, claro que voy a casarme contigo. Puedes apostar algo.

Durante unos momentos, olvidaron todo el mundo a su alrededor. Estaban solos al lado de esa carretera de Texas con un brillante sol sobre ellos y un futuro aún más brillante delante. Uno lleno de risas, niños y abundante amor. Él la besó con su pobre boca hinchada y ella presionó sus labios suaves contra los de él. Suzy finalmente rompió su abrazo, tocando el rostro magullado de su hijo para asegurarse que no estaba mal herido, mientras Way abrazaba a Gracie cuando Bobby Tom la soltó. Gradualmente, todos fueron conscientes de puertas de coches que se cerraban de golpe y más ciudadanos de Telarosa que se acercaban bloqueando la carretera para ser testigos de la fuga de prisión de Bobby Tom. Gracie vio a Toolee Chandler y Judy Baines, junto con el Pastor Frank y el club de bridge de Suzy.

Jimbo Thackery se apartó a un lado del camino, donde Connie Cameron pareció reportarle algo de sosiego. Luther aunque parecía suspicaz, pareció bastante contento consigo mismo cuando miró a Bobby Tom, que otra vez abrazaba a Gracie.

– Voy a darte un par de horas para arreglar las cosas con Gracie y luego, tú y yo vamos a tener una bonita reunión con el Juez Gates. No tiene fama de juez inflexible así porque sí, B.T. Antes de que terminemos, te puedo asegurar que te vas a encontrar con un montón de multas y algún tipo de servicio comunitario realmente duro. Esta escapada te va a costar un dineral, chico.

Gracie no pudo resistirse a apartarse del pecho de Bobby Tom para dar su opinión.

– En el centro de la tercera edad comentaron lo bien que vendría disponer de un autobús con rampa motorizada.

Luther le dirigió una sonrisa orgullosa.

– Una idea excelente, Gracie. Sería bueno que asistieras a la vista previa por si acaso el Juez Gates necesita inspiración.

– Me encantaría.

Bobby Tom arqueó las cejas con indignación.

– Pero vamos a ver, ¿de parte de quién estás tú?

A ella le llevó un momento responder porque estaba imaginando todas las buenas obras que la Fundación Bobby Tom Denton haría en el futuro.

– Ya que voy a formar parte de este pueblo, tengo un deber hacia la comunidad.

De alguna manera, él pareció todavía más indignado.

– ¿Y quién te ha dicho a ti que vamos a vivir aquí?

Ella sonrió mostrando todo el amor que sentía por él, pensando que, para ser un hombre inteligente era realmente obtuso. Se preguntó cuánto tiempo tardaría él en darse cuenta que nunca sería verdaderamente feliz en otra parte.

– ¿Por qué no volvéis con nosotros? -dijo Way.

Bobby Tom estaba justo a punto de aceptar esa sugerencia cuando Terry Jo se adelantó entre la multitud.

– ¡No tan rápido! -La decidida expresión de su cara hizo patente que ella aún no había perdonado a Bobby Tom el daño que le había infligido a su marido-. Necesitas un castigo después de lo que le hiciste a mi Buddy, y que me maten si dejo que esto sea tan fácil para ti.

– ¡Fácil! -exclamó Bobby Tom, manteniendo firmemente el brazo alrededor de Gracie como si todavía temiera que se pudiera marchar sigilosamente-. ¡Pero si casi me mato!

– Bueno, eso está bien, porque casi mataste a Buddy anoche.

– No hizo eso, Terry Jo. -Buddy parecía desconcertado-. Caramba, Bobby Tom y yo sólo tuvimos un desacuerdo.

– Tú te callas. No es lo único. También está el hecho de que Gracie es mi amiga y es demasiado obvio que está tan enferma de amor que no puede cuidar sus intereses, y voy a hacerlo yo por ella.

A Gracie no le gustó el brillo en los ojos de Terry Jo. Le recordó que la mayoría de los habitantes de Telarosa, Texas, podían considerarse rematadamente locos aunque no lo parecieran. También le recordó que consideraban divertidas algunas cosas muy peculiares.

– Está bien, Terry Jo -dijo precipitadamente-. De verdad.

– No, no lo está. Tú no te das cuenta de esto, Gracie, pero la gente ha estado hablando a tus espaldas desde el momento en que Bobby Tom anunció vuestro compromiso y ahora que parece que realmente vais a casaros, va a ir a peor. La cosa es que una gran parte del pueblo se han dado cuenta de que da la impresión de que no sabes demasiado de fútbol y dicen que Bobby Tom nunca te hizo el examen.

Oh, válgame Dios.

– Algunos incluso dicen que hizo trampa, ¿no es cierto, Suzy?

Suzy cruzó las manos remilgadamente por delante.

– Dudo que hiciera trampas. Pero ha habido comentarios.

Gracie clavó los ojos en ella. Hasta ese momento siempre había considerado a Suzy como un modelo de cordura.

Terry Jo plantó las manos en las caderas.

– Gracie, lo cierto es que, incluso la gente que vaya a tu boda va a cuestionar en secreto la legitimidad de tus hijos si no están seguros de que pasaste el examen. Díselo tú, Bobby Tom.

Ella levantó la mirada hacia Bobby Tom sólo para notar con alarma que él se frotaba el dedo sobre la ceja.

– Supongo que tienes algo de razón, Terry Jo.

Cada una de esas personas debían estar en un manicomio, decidió Gracie. Especialmente su futuro marido.

Él apretó los dientes.

– Pero sólo le haré cinco preguntas ya que no es de Texas y no se crió viendo fútbol. ¿Es un problema para alguien?

Unas cuantas mujeres, incluyendo a Connie Cameron, lo miraron como si tuvieran un gran problema con ello, pero nadie protestó en voz alta.

Bobby Tom asintió con satisfacción. Soltó a Gracie y dio un pequeño paso hacia atrás, haciéndola saber que contestaría sin ayuda de nadie.

– Allá vamos. Pregunta número uno. ¿Qué significan las siglas NFL?

La multitud gimió ante una pregunta tan ridículamente fácil, pero él los silenció con una mirada.

– Ah, Nacional Football League -contestó ella, preguntándose a dónde quería llegar sabiendo, como sin duda sabía, que él pretendía que ella aprobara ese ridículo examen.

– Muy bien. Pregunta número dos. -Arrugó la frente con concentración-. En el mes de enero, los dos mejores equipos del país, el ganador de cada liga, juegan el partido de fútbol más importante del año. El mismo donde el ganador recibe un anillo grande, muy grande -agregó él por si acaso ella necesitaba alguna pista-. ¿Cómo se llama ese partido?

Más gemidos del público.

Gracie los ignoró.

– Es la Super Bowl.

– Excelente. Lo estás haciendo muy bien, cariño. -Hizo una pausa y se acercó para besarle la punta de la nariz y luego se alejó otra vez-. Ahora una pregunta un poco más díficil, así que espero que estés lista. ¿Cuántos postes verticales -también llamados uprights- tiene la portería que hay en cada extremo del campo de juego?

– ¡Dos! -exclamó ella, inexplicablemente contenta consigo misma-. Y hay unos listones encima de cada poste, aunque no recuerdo exactamente cuánto miden.

Él chasqueó con la lengua admirativamente.

– Lo que midan no importa; Eso también cuenta como una cuarta pregunta, sólo porque supiste que tienen esos listones. No todo el mundo lo sabe, ¿sabes? Eso significa que te quedan sólo una pregunta más. Concéntrate cariño.

– Estoy concentrada.

– Para tener posibilidad de ser la Sra. Gracie Snow Denton… -Él hizo una pausa-. Si no te importa, apreciaría que reconsideraras lo del guión.

– ¡Yo nunca dije nada de que usaría guión! Fuiste tú el que…

– Este no es el sitio apropiado para discutirlo, cariño. Nada de guión y punto. Tu quinta y última pregunta… -Él vaciló y por primera vez pareció preocupado-. ¿Podrías decirme el nombre de algún quarterback?

– Conozco a Troy Aikman.

– Ese no vale, Bobby Tom -gritó Toolee-. Gracie estuvo bailando con él ayer por la noche.

– Me suena un tal Joe Namath -añadió Gracie con triunfo.

– ¿Veis? -apostilló él-. Está bien, cariño. Aquí va tu última pregunta, y es realmente difícil, así que no dejes que te distraigan todas esas mujeres celosas. Para asegurar la legitimidad de nuestros doce hijos… ¿En qué equipo de la ciudad de New York jugó Joe Namath?

Gracie palideció. Señor. Todo el mundo debería saber la respuesta a eso. New York. ¿Cuál era el equipo de la ciudad de New York? Su expresion se iluminó.

– ¡Los New York City Yankees!

La multitud estalló en risas, gritos y unos cuantos silbidos. Bobby Tom los silenció a todos con una mirada. Al mismo tiempo, el destello de sus ojos desafiaba a cualquier a que la contradijera y aclarara que los Yankees era un equipo de beisbol.

Lo cierto es que cada uno de los presentes entendió su mensaje. Él se acercó a Gracie y la envolvió entre sus brazos. Con una tierna mirada y un sueve roce de labios, dijo-: Muy bien, cariño. Correcto. No tenía ni idea de que supieras tanto de fútbol.

Y así fue cómo cada persona de Telarosa, Texas, se dio cuenta de que Bobby Tom Denton, finalmente y para siempre, se había enamorado.

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