¿Ahora ella no era lo mejor que había abrazado en mucho tiempo? La forma en que su cuerpo se ajustaba en contra del suyo le hizo preguntarse a Simon si las personalidades de ellos no se corresponderían igual de bien.
Lógico o no, todo dentro de él le decía que sí.
Tomó asiento en una silla de cuero cercana y la instaló cómodamente en su regazo.
Su culo suave presionaba contra su polla dolorosamente rígida, y ella obviamente lo notó.
– ¿Y tú? -Murmuró. -¿Puedo…?
– No, cariño. -Le besó la parte superior de la cabeza, la calidez se filtró dentro de él, tanto por su cuerpo como por el conocimiento de que ella quería devolver, tanto como recibir. -Esta noche fue para tu placer.
Y para el de él, en cierto modo. Había disfrutado introduciéndola al BDSM más que nada de lo que había hecho en mucho tiempo. Él sonrió, recordando cómo la cautela en sus ojos había guerreado con la excitación de su cuerpo. Cuando había puesto su mano en la suya, la confianza que le había dado le había apretado el corazón.
Se frotó la barbilla en su pelo sedoso, satisfecho con su fragancia a vainilla y cítricos que creaba la sensación de un jardín en el páramo del club. Su mejilla descansaba sobre su pecho, y ella se agarró de la abertura frontal de su camisa pasada de moda como si temiera que la dejara. No era una casualidad.
Pero él no debería permitirle que estuviera demasiado cómoda. Esta mujer necesitaba que le hicieran perder el equilibrio, al menos por ahora. Así que él estrechó su agarre y pasó la mano libre sobre sus pechos desnudos, sonriendo cuando ella se sobresaltó.
– No te muevas, mascota -le advirtió.
Dulcemente sumisa, ella se calmó, a pesar que su respiración se incrementó.
Él disfrutó con la sensación de sus pechos redondos. A pesar de su reciente orgasmo, sus satinados pezones respondieron rápidamente, formando picos de color rosa oscuro. Cuando le pellizcó uno, ella se estremeció y lo miró.
Sus ojos de color turquesa estaban muy vulnerables por la repercusión de la escena y despertó a todos sus instintos de protección. Extraño. Él no había sentido esta intensidad absolutamente con nadie desde el nacimiento de su hijo. La besó suavemente, tranquilizándola, y sintió que sus músculos se relajaban.
– ¿Te ha gustado tu primera experiencia con el BDSM?, -Preguntó. Él sabía la respuesta, teniendo en cuenta lo duro que se había corrido, pero los temores y las preocupaciones de una mujer no se podían descifrar en una sola noche.
– Bueno. Yo… Sí, me gustó.
Ninguna tímida respuesta de esta sub. Maldita sea, ella le gustaba.
Le acarició la mejilla, sosteniendo su mirada.
– ¿Qué parte te gustó más?
Ella se puso rígida, obviamente no acostumbrada a las preguntas íntimas. Tendría que aprender mejor. Él no sólo requería eso como un Dom, sino también como un amante. Y quería conocerla todo el camino hasta su alma. Apretó su agarre y movió la mano otra vez a sus pechos, aumentando su intimidad física para que coincida con la emocional.
– Respóndeme.
Su cuerpo se ablandó ante su firme requerimiento. Sumisa. Pero aún en silencio.
– Está bien, te ayudaré. ¿Te gustó la flagelación? -Pasó la mano por debajo de su redondo culo, donde había golpeado más duro, y apretó la sin duda dolorida carne.
Ella saltó.
– ¿O los juguetes electrónicos? -Tocó su aún húmedo coño, disfrutando del aroma de su excitación.
Su cuerpo se puso rígido, y ella trató de incorporarse, pero su brazo alrededor de sus hombros la mantuvieron en su lugar. Ella no iba a ninguna parte. Él pasó los dedos hacia arriba y abajo de los labios hinchados de su coño y rozó el vulnerable pequeño clítoris.
Ella inhaló bruscamente.
¿Tenía esta respuesta con todo el mundo, o su cuerpo también reconocía la conexión entre ellos?
– ¿Tengo que mostrar las opciones de nuevo?
Dos personas que pasaron caminando escucharon por casualidad y se echaron a reír.
Sus mejillas enrojecieron en un adorable rosa. Se aclaró la garganta.
– No. La cosa electrónica. Sólo que si yo hubiera sabido que querías hacer eso, yo…
– ¿Nunca habrías permitido un electrodo en cualquier lugar cerca de este hermoso coño?
– Crom no.
Crom. Él había oído esa extraña palabra utilizada como una suave maldición alguna vez antes. ¿Dónde?
Luego sonrió lentamente cuando recordó.
– Los disturbios después del partido de fútbol.
– ¿Perdón?
– El año pasado, ayudaste a mi hijo cuando se lesionó en los disturbios.
Mientras que Simon estaba luchando contra la creciente multitud para que no pisoteen a Danny, Rona había sujetado el brazo roto de su hijo y lo había revisado por otras lesiones. Su voz baja y suave había sido compasiva, y su tono pragmático, tranquilizador. Había enviado a sus dos hijos adolescentes para ayudar a Danny a ponerse de pie, así Simon podía salir del lío. Luego, seguida por sus hijos, había pasado a ayudar a otros. Danny todavía la llamaba su ángel del fútbol.
– Oh. -Ella frunció le frunció el ceño. -No te recuerdo.
– Te concentraste en mi hijo. -Se frotó la barbilla contra su pelo ondulado. Una gorra de béisbol lo había escondido esa noche, y había vestido jeans gastados y una chaqueta rotulada de la escuela secundaria. No era de extrañarse que no la haya reconocido. -¿Qué es un Crom, de todos modos?
Cuando ella lanzó una risa ronca, él sonrió. Había estado en lo cierto, su voz efectivamente se había profundizado después de que se había corrido.
– Es el dios de Conan el Bárbaro. El superhéroe que adora mi hijo y asumí que a Crom no le importaría si tomamos su nombre en vano.
– Ah. -Tan práctico como extravagante. -Bueno, mi hijo y yo te agradecemos por tu ayuda esa noche. -La besó gentilmente para agradecerle, luego continuó, provocando su boca, saboreando su dulzura, la buena disposición para disfrutar, y la deliciosa habilidad con la que pasaba la lengua sobre sus labios, alternando con suaves mordiscos.
Cuando deslizó un dedo sobre su clítoris, ella emitió el más suave de los gemidos. Tal vez ellos no habían terminado después de todo, y ahora que él conocía más sobre ella, estaría condenado si quisiera detenerse.
Suavemente apretó su clítoris entre sus dedos. Cuando ella jadeó, tomó posesión de su boca, duro y profundo, mientras deslizaba un dedo dentro de ella. Después de retirar la mano, empujó más fuerte en su interior y sintió surgir la excitación en su cuerpo.
Después de terminar el beso, le sonrió. Sus ojos se habían puestos vidriosos por la pasión, sus labios estaban rojos y húmedos. La mano que ella había envuelto detrás de su cuello se resistió a su movimiento para alejarse, mientras su coño se contraía alrededor de su dedo.
Apasionada y sensible. Inteligente, valiente y sumisa. Su encanto lo tenía agarrado de las pelotas. Él tomó una respiración lenta y constante. -Déjame limpiar la zona de la escena, y encontraremos otro lugar para jugar. -La Sala Victoriana serviría muy bien, teniendo en cuenta el tema de esta noche, y ella se vería hermosa amarrada al dosel.
Los ojos de ella se agrandaron y luego se estrecharon. Casi podía escuchar su cerebro volver a encenderse.
Rona se incorporó a una posición sentada, consternada por su comportamiento. Ella quería explorar, pero saltar directamente adentro de esta manera… ¿En qué había estado pensando?
Ella en realidad no conocía a este hombre, y él se había mantenido tocándola como si le perteneciera. Crom, su dedo todavía la llenaba, derrumbando su resistencia. Le agarró su muñeca con gruesas venas y trató de alejar su mano.
Su brazo no se movió ni un centímetro. De hecho, él deliberadamente presionó más hasta que la palma de su mano rozó su palpitante clítoris.
Un espasmo de placer envió calor elevándose a través de ella como si hubiera entrado en un sauna.
Ella aspiró una bocanada de aire, deseando nada más que decir, Más.
– Detente, por favor.
Su cabeza se inclinó. Sus ojos oscuros nunca habían dejado los de ella. Deslizó el dedo fuera de ella, muy lentamente, su mirada estudiándola.
Ella sintió el calor de un vergonzoso rubor. Él sabía exactamente cómo de excitada la había puesto, maldita sea.
Sus labios se curvaron, pero el brazo alrededor de ella se aflojó. Él no iba a empujarla.
Ella dejó escapar un suspiro de alivio, hasta que él levantó la mano y lamió el dedo que brillaba con su humedad, catándolo, como una fina cosecha.
– Sabes tan dulce y caliente como yo pensaba que lo harías. -Sus ojos no le dejaron ninguna duda de que él se imaginaba su boca sustituyendo a su mano.
La vagina se apretó, sintiendo sólo vacío donde él había estado. Todo en ella ardía por su toque. Tómame. No. Sus pensamientos se zarandearon en su cabeza como un corazón con arritmia, hasta que finalmente recordó por qué tenía que irse. El segundo punto de sus objetivos "soy libre para cambiar": por lo menos durante un año, sólo podía tener relaciones sexuales con un hombre una vez antes de pasar a un nuevo individuo. Había decidido no dejar ninguna posibilidad de ser atrapada en una rutina.
Ni siquiera con alguien así. Especialmente con alguien así. Se reafirmó los labios y se levantó de su regazo sobre sus pies.
Él frunció el ceño, pero se levantó por instintiva cortesía. Desafortunadamente, eso la dejó mirándolo hacia arriba. Sus hombros anchos y musculosos. Él podía doblegarla fácilmente, y maldita sea ella por desearlo. Maldito sea él por haber sido tan devastador.
– Realmente tengo que irme, -dijo con firmeza, a pesar de la revolución en su estómago. -Gracias por la demostración de BDSM, Maestro Simon. Yo… aprendí mucho.
– ¿Tú ves esto como una única lección? -Entornó los ojos. -¿Me equivoqué con la impresión de que lo disfrutaste?
Considerando en cómo ella había gritado, él sabía perfectamente bien que se había corrido. Y sin embargo, sus palabras todavía la hacían sentir culpable, como si estuviera siendo grosera. -Lo disfruté. Pero…
– Continúa.
Idiota autoritario, pensó, y sin embargo cada vez que su voz tomaba ese tono de mando, ella quería voltearse y salir corriendo como el cobarde perro salchicha de su vecina. -No haré nada con nadie más de una vez.
– ¿Así que, bueno o malo, cada hombre consigue sólo un disparo?
– Correcto. Esa es mi regla. -Publicada en el tablón de anuncios de su casa, al menos.
– Ya veo. -Su mano se curvó alrededor de su cuello como si ella fuera un gatito siendo arrastrado por su madre. -Rona, me gustaría verte de nuevo. Si prefieres evitar… la intimidad… del ambiente, te llevaré a cenar.
– No. Pero gracias. -Ella le hizo un firme asentimiento de cabeza y le tendió la mano, fingiendo que aún estaba vestida. -Me gustó conocerte.
Su boca se diluyó en una dura línea… pero no había estado rígida en absoluto cuando la besó. Los dedos en su cuello se apretaron, y luego la soltó.
– Fue un placer conocerte también, muchacha. -Él tomó su mano, le dio la vuelta y le rozó los labios sobre su palma, enviando un ajetreo directamente a su coño. Maldita sea, él era potente. Su mirada pasó rozando sus pezones descaradamente puntiagudos, y un lado de su boca apuntó hacia arriba. -Vamos a hablar pronto de esta regla tuya.
Podía ver que él esperaba que discutiera esa declaración, pero ella había vivido lo suficiente para conocer el beneficio de una retirada rápida. Especialmente desde que su cuerpo había comenzado una furiosa discusión con su cabeza.
Cuando retiró la mano, él la dejó ir. Le pasó un dedo por la mejilla, la mirada de sus ojos tan intensa que se sentía como si estuviera tocando su alma. Y aún así tierna.
Afectuosa.
Más sacudida por esa mirada que incluso por su excitación, se colgó su aro por encima del hombro y agarró su ropa y zapatos. Apretándose todo en su pecho desnudo, se marchó por el lugar, hacia las escaleras y los vestuarios cercanos a la parte frontal. Una vez allí, apoyó la espalda contra el frío metal de un casillero y suspiró.
¿Por qué él tenía que ser tan… tan abrumador? Cada vez que le dirigía una de esas miradas autoritarias, ella quería caer sobre sus rodillas y decirle: Tómame. Por favor.
¿Era ella en gran parte una mujer con voluntad débil?
Oh, sí. Cuando se trataba de él, definitivamente sí.
Y esa última mirada que le había dado… Sería mejor que se cite con hombres más fáciles o el primer elemento de su lista… no involucrarse con nadie durante al menos cinco años… no iba a durar un mes.