CAPÍTULO 06

Ah, allí estaba ella. Simon vio a su pequeña sub apoyada contra la pared justo afuera de la cocina. Había mantenido un ojo sobre ella… ella seguía negándose a los otros Doms.

Bien. Verla con alguien más le dolería como el infierno. Quería ser el único que le muestre más, que la lleve al orgasmo. Quería su confianza… y mucho más.

Atentamente, sin embargo. Ella tomaría vuelo con demasiada facilidad.

Primero, el señuelo. Puso su bolsa al lado de la mesa alta estilo-reclinable, una de sus favoritas, extra ancha y con relleno de cuero. Una a una, sacó las ventosas de su bolsa y las alineó arriba de una toalla de papel sobre una mesa de café cercana.

La sub que él había incautado en la cocina ubicó un recipiente con agua con cloro.

– Ooooh, Maestro Simon, ¿vas a hacer cupping?

Él asintió con la cabeza. Cuando se volvió, vio a Rona unirse a las personas que se reunían alrededor de la mesa. Si ella quería variedad y exploración, estaría encantado de satisfacer esa necesidad. Él capturó su mirada.

– Ven aquí, muchacha.

Un temblor comenzó en el estómago de Rona ante el oscuro gruñido de la voz del Maestro Simon. Luego registró las palabras. "Ven aquí".

– ¿Yo? -Su voz rechinó.

– Tú. -Él enrolló hacia arriba una manga, mirándola y frunciendo el ceño. -Ahora.

Oh, no. Ella necesitaba pensar, pero sus pies se movían hacia adelante. Sus manos se entumecieron y sin embargo el deseo chisporroteaba a través de ella con cada paso que se acercaba. Su piel se sentía sensible, el roce de su abrigo de Santa como papel de lija. Cuando se encontró son sus intensos, evaluadores ojos, su pecho se apretó como si él tuviera sus costillas entre sus grandes manos.

Se detuvo frente a él.

– Buena chica. -Ahuecó su barbilla con una mano dura. -Estos ojos grandes. -Rozó su boca a través de la de ella y la liberó.

– Yo-yo… -¿Qué había previsto decir?

– Recuerda las reglas sobre hablar, pequeña sub. -Acarició la mesa. -Te quiero aquí arriba… sin el abrigo.

La gente. Ella no tenía nada encima salvo ese escaso sujetador y tanga. Sus ojos se encontraron con los de él.

– Has observado toda la noche, pero no has jugado… y lo deseas, Rona. -Pasó un dedo por su mejilla, su sonrisa sólo para ella. -Voy a ir despacio, pequeña.

Un temblor corrió por ella. Yo quiero hacer esto. Y quiero hacer esto con él.

Él esperó pacientemente, pero su confiada postura le decía que él ya sabía su respuesta. ¿Cómo podía sentirse tan seguro?

Se quitó el abrigo y se lo entregó a él, temblando por la sensación del aire – y de los ojos – contra su piel.

– Buena chica. -La aprobación en sus ojos oscuros la calentó. La agarró por la cintura y la ubicó sobre el mostrador de la alta mesa, entonces hizo girar sus piernas hacia arriba.

El resbaladizo cuero enfrió sus nalgas, y ella se apretó las manos en su regazo.

– Ahora, dime. ¿Quieres ver o sólo sentir?

Se mordió el labio y miró las claras copas de cristal, que de repente parecían un poco siniestras. -Mirar.

– Muy bien. -Él ajustó la mesa para apoyar su espalda en una posición reclinada.

Antes de que pudiera objetar, abrió su sujetador tirando de las cintas y lo quitó.

Grandioso. Senos que amamantaron con estrías blancas. Obligó a sus manos a mantenerse en su regazo y no cubrirse.

Para su sorpresa, sus ojos contenían sólo reconocimiento mientras la miraba por un largo, largo momento. Cuando sus manos callosas, finalmente le ahuecaron los pechos, su espalda se arqueó.

De alguna manera se sentía como si hubiera estado esperando por su toque toda la noche. Sus pulgares trazaron círculos alrededor de sus pezones, y el calor se agrupó en la pelvis.

– Puedo ver que no voy a tener que calentarte mucho, -murmuró. Se inclinó hacia abajo y le tomó la boca, incluso mientras sus manos se movían sobre sus pechos, tentando y jugando hasta que el mundo ondulaba a su alrededor. Se retiró sonriéndole. -No sé cuando he disfrutado tanto besando a alguien. Tú das todo lo que tienes, cariño.

Y la besó de nuevo, un beso dulce que se volvió poderoso, su lengua tomando completa posesión.

Cuando se detuvo, ella no podía moverse, sólo podía mirar hacia arriba dentro de su intensa mirada.

¿Por qué someterse a este hombre se sentía tan bien?

Después de estudiarla, él asintió con la cabeza y dijo suavemente: -Esta es mi sub. -Y la absoluta seguridad en su afirmación la aterrorizó cuando no pudo encontrar ningún desacuerdo en su interior.

Cogió una correa y la abrochó justo debajo de sus pechos. Un brazalete suavemente forrado fue a cada muñeca, y los aseguró en la cima de la mesa por encima de su cabeza. Luego caminó hasta el final de la mesa.

Ella lo miró nerviosa, una vez más consciente de la gente que miraba. -¿Qué vas…?

Su severa mirada estranguló las palabras en su garganta. Silencio. No hables. Pero…

Sus rodillas se doblaron mientras él empujaba sus pies hacia arriba, hacia su trasero. Luego restringió los tobillos a los bordes de la mesa, la posición muy similar a la que utilizaba su ginecólogo, sólo que incluso aún más abierta… dado que el ancho de la mesa de Simon era el doble del de una mesa médica.

Tiró de los brazos y las piernas, de repente sintiéndose terriblemente impotente.

– Ah, muchacha. -Él caminó hacia atrás y sostuvo su rostro entre las manos. Ella miró dentro de sus ojos. Tranquilos y confiados.

– Nada va a suceder que no lo disfrutes, Rona. Si te sientes demasiado asustada, puedes utilizar tu palabra de seguridad. Dime cual es.

Ella tragó saliva. Su pulgar acariciaba sus mejillas mientras esperaba su respuesta.

– Houston. Es Houston.

– Correcto, mi muchacha. -Le sostuvo la cabeza entre sus manos mientras disfrutaba de su boca en un beso pausado, como si tuviera toda la noche, como si la gente no lo estuviera esperando.

Cuando él la soltó, su resistencia se había disuelto. El conocimiento de que en este momento debería someterse a cualquier cosa que él quisiera la enfrió un poco. El Maestro Simon sabía exactamente lo que estaba haciendo, y ella no estaba segura de si resentirse o admirar su poder.

Él la miró a los ojos y sonrió.

– ¿Pensando de nuevo?

Ella lo observó caminar hacia el extremo de la mesa, y cada uno de sus aliviados músculos empezaron a apretarse otra vez. Cuando desató los lazos de su tanga y la quitó, un chisporroteo de excitación disparó a través de su sistema. Su gemido casi sonó como un quejido.

Sus ojos se arrugados. No la tocó, sin embargo, y ella se alegró… realmente… a pesar de todo lo que allí latía de necesidad.

– Vamos a empezar con tus pezones, -dijo. Cogió un pequeño vaso, con forma de copa acampanada y lo puso contra su pecho izquierdo. La frialdad hizo que su pezón se apriete. Sacudiendo la cabeza, eligió otro tamaño y abrochó algo que parecía una pistola selladora con un medidor en la punta de la copa.

Inesperadamente, pasó rozando la mano sobre su coño, haciéndola gritar por el asombro.

– Hermoso y húmedo, -dijo. Pasó sus ahora húmedos dedos alrededor del borde de la copa antes de presionarla firmemente contra su pecho. ¿Preparada, muchacha?

Su cuerpo ardía de excitación incluso mientras la ansiedad disparaba a través de ella. Ella asintió con la cabeza y se quedó mirando hacia abajo a su pecho.

– Dime si empieza a doler. Por ahora, tienes permitido hablar. -Apretó la base.

Un bombeo y su pecho se sintió como si alguien estuviera chupando realmente, realmente duro. Su pezón se hinchó hasta el tercio inferior de la copa transparente. -¡Oh, Dios mío!

Él se rió entre dientes, su mirada concentrada en su rostro cuando apretó de nuevo. Cuando la succión aumentó acercándose al dolor, ella trató de alejar la taza y redescubrió que estaba restringida.

– Esto, obviamente, es suficiente. -Giró la bomba de vacío, dejando su pezón grueso y rojo dentro de la ventosa de la copa. -Siguiente.

El otro fue tratado de la misma manera.

– Esto se ve tan extraño -ella murmuró, mirando las copas en sus senos. Se sentía demasiado extraño. Como alguien chupando constantemente allí.

Él caminó hacia el extremo de la mesa, y ella apretó las manos en puños. Sus piernas estaban ampliamente extendidas, su coño a la vista para que todos puedan verlo. Y él iba a hacerle… eso a ella. Su respiración se aceleró de nuevo, pero de alguna manera el miedo sólo aumentó su excitación.

Pasó el dedo por sus pliegues, sonriendo mientras ella sacudía sus caderas. -Estás muy mojada.

Después de ser excitada durante toda la noche, ella se sentía hinchada y casi demasiado sensible cuando él deslizó un dedo dentro de ella. Oh Dios. Sus piernas temblaban, pero los puños de los tobillos le impedían moverse. Mirándola a la cara, él empujaba adentro y afuera con insoportable lentitud, incrementando gradualmente su imperiosa necesidad. Sus caderas se tensaron hacia arriba. Más, más, más.

Una esquina de su boca se curvó en una sonrisa.

– Creo que estás lista para el siguiente paso.

Tomó una copa, giró la bomba de vacío, y luego asentó el vidrio frío firmemente alrededor de su clítoris, moviéndolo para obtener un sello adecuado.

Oh Dios, ella realmente iba a dejarle hacer esto. Las restricciones, sus manos duras, su control, las extrañas tazas… Se mordió el labio, sintiéndose más excitada de lo que nunca había estado en toda su vida.

Sus dedos se flexionaron sobre el vacío.

Succionando y presionando y tensando.

– Oooh. -Sus caderas se tensaron hacia arriba y sus ojos se cerraron mientras la impactante sensación explotaba a través suyo. El vacío aumentó hasta que su inflamado tejido palpitaba al ritmo de su pulso.

– Mira, Rona. -Él giró la bomba, dejando la copa sobre su clítoris.

Ella miró hacia abajo. La carne rosada llenaba la mitad de la copa, presionando hacia arriba en contra de los lados.

– ¿Esa soy yo?

– Oh, sí. -Él le dio golpecitos a la copa con un dedo, y ella saltó ante la chispa de placer. -Seguirá teniendo este tamaño por un buen rato después de que quite la taza. -Sus ojos brillaban sobre ella. Trató de no imaginarse sus dedos sobre su clítoris más tarde.

– ¿Cuánto tiempo las copas permanecen adheridas? -Tendría que haber hecho más preguntas antes de comenzar esto tal vez.

– Oh, un tiempo todavía.

¿Y ella simplemente permanecería aquí mirándolos?

– No te preocupes, no voy a dejar que te aburras.

La multitud alrededor se agitó riéndose.

Simon sonrió mientras los ojos azules verdosos de Rona mostraban su excitación… y ansiedad.

Con su cuerpo abierto y expuesto, limitada a cualquier cosa que él quisiera hacerle, ella demostraba su confianza en él… confianza que él no se había ganado todavía, pero que ella le había dado libremente, sin lógica ni razón.

Sin embargo, él quería más que su excitación, más que su confianza.

– Qué estás…

Él la interrumpió. -A menos que estés respondiendo a una pregunta, te quiero en silencio ahora, mascota.

Ella se mordió el labio, y un temblor la recorrió mientras su preocupación y excitación aumentaban en partes iguales. Adorable. ¿Cómo iba a lidiar ella con un estímulo adicional? ¿Con el dolor? Cogió una delgada caña de su bolsa de juguetes.

– ¿Recuerdas tu palabra de seguridad?

– Sí. -Cuando él levantó una ceja, se apresuró a añadir: -Señor.

– Excelente. -Él rozó la fina madera desde su tobillo hasta la pantorrilla. Deslizó la punta por su coño por debajo de la copa, arriba hasta su torso y en espiral alrededor de la copa en sus pechos, y luego hacia abajo.

Los músculos de su estómago se estremecían debajo de las tentadoras caricias. Su mirada estaba fija en el palo.

Él lo levantó y le golpeó el muslo ligeramente. Ella se sobresaltó, y el movimiento sacudió las tazas. Él casi podía ver la sensación rompiendo a través de ella como una ola.

Muy bonito. Golpeó suavemente entonces, hacia arriba y hacia debajo de un muslo, se trasladó al otro, continuando hasta que la piel estuvo rosada y sus caderas empujando hacia arriba.

Sus ojos lentamente tomaron la vidriosa mirada de un sumiso sobre-abrumado por la sensación y las endorfinas.

Él sacó un consolador de vidrio de su bolsa, lo humedeció en sus jugos, y lo deslizó dentro.

¡Ahhh! Rona se sacudió de nuevo dentro de la conciencia cuando cada nervio de su coño conmocionó a la vida. Trató de moverse, no pudo, y su respiración se aceleró. Ella había estado flotando cuando las rítmicas sensaciones dolorosas de la caña de alguna manera se fusionaron con la dolorosa sensación de las copas y la enviaron a otro sitio.

Pero ahora el consolador apretaba la piel alrededor de su clítoris, su vagina palpitaba, y cada latido de su pulso la empujaba más cerca de correrse. Sus ojos se cerraron mientras se estremecía.

– Mírame, Rona. -Su oscura voz masculina la acarició con tanta seguridad como la caliente mano en su rostro.

Ella abrió los ojos. Dios, él era tan suntuoso, como una cuchilla, pero no un insípido cuchillo de cocina… más como una daga medieval. Elegante y mortal, pero la mirada de sus ojos era tan afectuosa. Casi amante. Ella sonrió.

– Bien, eso es mejor. -Él le acarició la mejilla. -Mantén tus ojos sobre mí, muchacha. Y, por cierto, no tienes permiso para correrte.

Le tomó un minuto para que el significado de sus palabras se filtre a través de la melaza en su cerebro. ¿Sin correrse?

– Pero…

– No. Sin correrte. -Su sonrisa destelló. Dio un paso atrás y rozó esa malvada, delgada caña a través de su pecho y luego azotó un lado.

¡Unh! El aguijón se hizo eco a través de su pecho. Golpeó la caña más fuerte, haciendo círculos alrededor de las copas en sus pechos. Cada agudo dolor cortaba a través de ella, y sin embargo todo lo que podía procesar era la gruesa intrusión en la vagina y la compresión de su clítoris. Trató de contonearse, pero las correas sobre sus costillas la mantuvieron implacablemente en su lugar. Y cada eróticamente doloroso golpe aumentaba el enroscado infierno dentro de ella, llevándola más cerca de la liberación.

– Oh por favooooor. -El lamento rompió de ella. -Necesito… -Necesito correrme, necesito sólo un poquito más.

Él se detuvo.

Jadeando, ella lo miró, tratando de ordenar sus pensamientos.

Él cerró su cálida mano sobre las suyas restringidas.

– Ahora, cariño, tienes dos opciones. Puedo hacerte llegar aquí y ahora… o puedes unirte a mí arriba, y podemos hacer el amor.

– ¿Tener sexo?

Sus ojos se oscurecieron, y repitió: -Podemos hacer el amor.

La expresión no sonaba correcta, pero oh Dios, sólo el pensamiento de sus manos sobre ella… Ella se estremeció y le susurró:

– Tú.

Su mirada se detuvo en su rostro. Luego rozó un beso sobre sus labios.

– Me complaces más de lo que puedo decir, Rona. -Él liberó el vacío en las copas y comenzó a retirarlas, una por una. El consolador se deslizó afuera, dejándola vacía y dolorida. Tiró todo dentro de un recipiente con agua cercano.

Rona se quedó mirando su cuerpo, sorprendida por sus rojos, enormemente hinchados pezones. Y su clítoris… había triplicado su tamaño, sobresaliendo descaradamente de entre sus labios vaginales. Dolorido. Apretado.

Necesitado.

Él desató las restricciones y la ubicó en una silla mientras limpiaba la mesa con una toalla de papel y aerosol. -Siéntanse libres de utilizar los juguetes para hacer cupping, -dijo a la gente todavía reunida. -Logan, Jake, ¿pueden supervisar el lugar por un rato?

– Abandona su propia fiesta, -le dijo Jake a su hermano con fingida desaprobación.

– Seguro, Simon. Cuidaremos a los niños por ti.

Después de meterla dentro de su abrigo de Santa, el Maestro Simon llevó a Rona arriba de las escaleras y a través de un pasillo hasta el dormitorio principal. Una chimenea de gas parpadeó a la vida, provocando sombras bailando sobre las paredes. La lujosa alfombra azul debajo de sus pies era lo suficientemente gruesa para caminar por ella con esfuerzo, los muebles de madera oscura brillaban en la penumbra.

– He tenido visiones tuyas en mi cama, -él murmuró, quitándole el saco de encima. -Y haciendo el amor contigo.

La levantó y la puso en el centro de su cama, obligándola a apoyar la espalda con una fuerza implacable que hizo que su cabeza le diera vueltas. Cuando tiró sus brazos sobre su cabeza, recordó que no le había quitado las muñequeras ni los puños de los tobillos. Un click seco y había conectado los puños de sus muñecas a una sola cadena unida a la cabecera. Ella tiró de la cadena, un temblor la atravesó. Estaba sola con un hombre que apenas conocía. Y le permitió amarrarla. ¿Estaba loca?

– Relájate, mascota, -murmuró él, rozándole los labios con los suyos. -Disfrutaremos ambos de esto, o no continuaremos. Di: “Sí, Maestro”.

¿Por qué sólo el sonido de su voz grave hacía que sus músculos se aflojen? ¿Por qué confiaba en él de esta manera? Ella inhaló, y luego frunció el ceño. ¿Qué dijo?

– ¿Maestro?

Una sonrisa satisfecha aligeró sus rasgos cincelados.

– Esa es la palabra. Dilo otra vez.

Ella dudó. Cuando sus fuertes manos ahuecaron sus pechos y los presionaron juntos, la devastadora sensación le dio la fuerza de voluntad para decir tonterías.

– Maestro. -Pero, mientras decía la palabra, todo dentro de ella se apretó en desaprobación… y aún así la más extraña sensación de satisfacción la llenó, como si la última pieza de un rompecabezas hubiera encajado en su lugar.

– Muy bien. -Aún de pie junto a la cama, la besó lentamente, la lengua poseyendo su boca tan completamente como las manos tomaban sus pechos. Él se echó hacia atrás.

Mientras ella trataba de recuperar sus arremolinados sentidos, él empujó una almohada debajo de su trasero.

Se desvistió fácilmente y decididamente consciente, pero la vista de él le robaba el aire.

Sus musculosos antebrazos habían insinuado sus bultos, pero no la había preparado para la amplitud de su pecho, sólido con músculos. El vello negro espolvoreaba sobre sus pectorales e iba en espiral hasta su ingle, como si exhibiera su polla.

Su respiración se volvió irregular. Él era tal vez un poco más largo de lo normal, sí, pero el ancho… Como provocando, las oscuras venas se retorcían alrededor del increíblemente grueso eje.

Él siguió su mirada y se rió entre dientes.

– Sí, he estado erecto desde que entraste esta noche, y esperando tomarte, -dijo en voz baja. -Pero tengo la intención de jugar contigo primero. Amarte.

Sus manos amasaron sus pechos suavemente.

– ¿He mencionado lo hermosos que son? -Le sonrió a sus ojos antes de bajar la cabeza. La boca se cerró sobre su pezón, y la sensación de calor y humedad en todo el tejido todavía hinchado le hizo girar la cabeza. Arremolinó la lengua a través de la punta, luego empujó sus pechos hacia arriba, apretando la piel, aumentando el placer mientras succionaba duro. Cuando los labios se cerraron sobre su otro pezón, la sensación disparó directamente a su clítoris con tanta intensidad, que rayaba con el límite del dolor. Sus pezones se contrajeron a gruesos y dolorosos puntos.

Y entonces se trasladó a la cama, abriendo sus piernas. Se ubicó entre sus muslos y… la miró desde allá abajo.

La excitación de estar expuesta peleaba con la vergüenza, y ella sacudió sus brazos. No podía moverse. Trató de cerrar las piernas, pero él estaba en el camino. La agarró por las rodillas y sin piedad las empujó hacia atrás… incluso más lejos que antes. El aire frío rozó su coño mojado cuando sus pliegues se abrieron.

– Rona, mantén las piernas separadas, de esta manera, o las amarraré también. ¿Qué eliges?

Ahora mismo, el pensamiento de la esclavitud parecía más aterrador que excitante.

– Me comportaré. Señor.

– Bien. Me gusta verte luchar para obedecer. -Sus manos pasaron rozando hacia arriba el interior de sus muslos hasta el mismo borde de su coño, y los pulgares tiraron de sus labios mayores para abrirlos más, exponiéndola en su totalidad. Se agachó, y su lengua se deslizó a través de sus pliegues, bailando hacia arriba y hacia abajo, trazando patrones alrededor de su entrada, antes de finalmente moverse hacia arriba al doloroso centro de nervios.

Ese clítoris enorme. Ella estaba tan excitada que la pulsación allí se sentía como una tortura.

Apenas tuvo tiempo de preguntarse cómo sería si lamiera cuando sintió que lo tomaba por completo dentro de su boca. El devastador placer estalló a través de ella.

– ¡Oh Dios!

Sus caderas se levantaron descontroladamente. Sus manos la apretaron aplanándola, sin darle oportunidad de moverse, y entonces sopló suavemente sobre su clítoris.

La frescura lo tensó aún más, y sus piernas se sacudieron. Un gemido se le escapó.

Su lengua circulaba la hinchada bola de carne, y su estómago se apretó ante la electrizante sensación.

– Tu clítoris está aquí… -lo tocó, y la sorprendente sensación la hizo saltar… -Y la campana es todo el camino de vuelta aquí. -Otro toque suave.

Ella gimió. Él extendió su humedad alrededor y encima del nudo, cada pausada caricia era un exquisito tormento.

– Está tan dilatado que puedo tirar de él. -El pulgar y los dedos se cerraron sobre él, y cada pequeño tirón sólo intensificaba la sensación. Más, oh, por favor, más. Ella inclinó sus rodillas y empujó sus caderas hacia arriba.

Le dio una palmada en el muslo. La picadura de dolor conmocionó a través de ella, y sin embargo su clítoris pulsaba aún más ferozmente.

– Permanecerás en el lugar, sub. -El bajo gruñido provocó que su corazón latiera con fuerza. -Y tomarás todo lo que te dé.

Su boca reemplazó a los dedos. Oh Dios, tan caliente. Su lengua se arremolinaba alrededor de su clítoris, frotando un lado y el otro, sin piedad conduciéndola hacia arriba. Su cabeza golpeó atrás cuando cada músculo de su cuerpo se apretó… y aguantó.

Y entonces él chupó.

Una cegadora explosión arrancó a través de ella, grandiosos y estremecedores espasmos. Ella gritó.

Él no se detuvo. En cambio, despiadadamente burlaba su nudo con suaves golpecitos de su lengua, enviando olas de placer reverberando a través de su sistema.

Cuando él finalmente le concedió su misericordia, ella gimió. Su corazón latía tan violentamente que su pecho se sentía magullado desde el interior, y un fino sudor cubría su cuerpo.

Nada se había sentido así antes. Ella abrió los ojos y lo miró fijamente.

Su mejilla se arrugó cuando él le sonrió.

– Te corriste magníficamente, pero un poco demasiado rápido. -Él mordió el interior de su muslo, y su vagina se apretó. -Te voy a hacer trabajar para el siguiente, muchacha.

¿Siguiente? Ella no era la loca, él lo era.

Con fuertes manos, dio un salto sobre ella y sobre sus rodillas dobladas. Cuando ella trató de levantarse, la volteó en la cama hasta que sus brazos se irguieron, estirados desde la cabecera.

Ella bajó la cabeza para apoyarla en la parte superior de su brazo.

– ¿Simon?

– ¿Quién?

Sus entrañas se estremecieron al oír su voz helada. Así como él había expuesto sus partes más íntimas, esta demanda parecía abrir cavernas ocultas dentro de ella, derramando sus secretos de necesidad. De deseo. Pero él ya había conocido… sabido que ella quería esto, que quería que él hiciera todo lo que él deseara. Ella había sido la única contradicción. Pero esa palabra que él quería que ella dijera exigía aún más de ella que sólo la exposición. No.

– Señor, ¿qué estás haciendo?

Sus manos recorrieron su cuerpo, firmes y posesivas, acomodándola para su placer.

– Rona, voy a tomarte ahora.

Ella oyó el crujido de una envoltura de condón, y sus músculos se pusieron rígidos por la anticipación.

Su polla presionó contra ella, y él acarició la cabeza en su humedad, provocando un espasmo de hambre a través de ella. Entonces él la penetró con un constante e implacable empuje.

Ella estaba muy mojada, y a pesar de eso su cuerpo trataba de resistirse mientras su vagina se extendía alrededor de la intrusión inusualmente grande. Pero, oh dulce cielo, él se sentía bien, llenando el vacío en su interior.

Por supuesto, ella no se correría esta vez, pero qué genial hubiera sido llegar a su clímax esta primera vez juntos. Ella lo disfrutaría cuando él se corriera.

Él se rió entre dientes y le apretó el trasero.

– ¿Pensando de nuevo, muchacha? -Sólo parcialmente, ahora él se retiró, y la fricción acariciando a través de sus pliegues enviaba tensión subiendo por su columna vertebral. Empujó más rápido, luego adentro y afuera, más rápido con cada embestida, hasta que sus caderas se frotaban contra su trasero. La asombrosa plenitud apretó su hinchado clítoris, y éste palpitó con un creciente deseo.

Ella contoneó sus caderas, moviéndolo dentro de ella, y él se rió.

– Aún tienes demasiada movilidad, por lo que veo. La próxima vez voy a atarte las manos y los pies juntos. -La imagen envió un temblor a través de ella.

– Pero por ahora, vamos a hacerlo de esta manera. -Empujó la parte baja de sus piernas separadas, hasta que quedó en un precario equilibrio sobre sus ampliamente extendidas rodillas. Mientras masajeaba sus nalgas, los movimientos lo hacían deslizarse en su interior enviándole estruendos de fuego por su cuerpo. Su incapacidad para resistir aumentó la intensidad de una manera espantosa.

– Bien -murmuró con satisfacción, y sus manos aseguraron sus caderas, anclándola completamente mientras comenzaba a moverse. Afuera, adentro. Suavemente, luego con más fuerza, poniéndola en cuclillas para encontrarse con sus duros empujes. Ella luchaba en su agarre mientras su excitación aumentaba de manera constante, y su implacable posesión alimentaba el fuego, hasta que cada impulso disparaba llamas de placer a través suyo. Su mente se nubló cuando la necesidad llegó hasta el punto de explosión. Ella se apretó a su alrededor, los nervios gritando, situándose en el precipicio.

Y entonces él se inclinó hacia delante, su pecho caliente contra su espalda, mientras él mismo se apoyaba sobre un brazo. Su mano libre se deslizó en torno a su parte frontal, y sintió que sus dedos se deslizaban por sus pliegues, encontrando su sensible e hinchado clítoris. Frotó un lado mientras su gruesa polla se impulsaba dentro de ella, frotó el otro lado con otro empuje. No se detuvo, incluso mientras los incontrolables temblores la sacudían.

Su carne hinchada se agrandó, llegando a estar tan tensa y sensible que ella gemía con cada toque de sus dedos. Uno más… más duro… Algo… para hacerla correrse. Sus temblorosas piernas se tensaban elevándola hasta su polla… o bajándola hasta su mano… ella no sabía lo que quería.

Más.

– Por favor -ella gimió.

– ¿Por favor, qué, amor? -Su voz, intensa, inflexible. Su rugosa barbilla raspaba su hombro. Su toque y empujes nunca disminuyeron.

Por favor, algo más, por favor… no eran las palabras que él exigía.

– Maestro, -susurró. -Por favor.

– Nada me gustaría más que satisfacer tu petición. -Él se inclinó hacia atrás, equilibrándose sobre sus rodillas. La palma de su mano apretando su montículo mientras los dedos abrían sus pliegues ampliamente, aumentando la presión sobre su clítoris. A medida que embestía dentro de ella, duro y rápido, los dedos resbaladizos de la otra mano se deslizaban hacia arriba y abajo de su clítoris, golpeándolo gentilmente. Arriba y abajo, empuje, arriba y abajo, empuje. Todo dentro de ella construyó una espiral más y más apretada, sus caderas trataron de moverse, para lograr… Él la agarró sin piedad, obligándola a tomar sólo lo que él quería darle. Arriba y abajo. De repente su polla se movió en un ángulo que golpeó algo increíblemente sensible en su interior.

Su cuello se arqueó hacia atrás, y entonces su clímax la empujó hacia arriba de su pelvis, una erupción volcánica de calor y placer, una explosión tras otra, hasta que incluso las puntas de sus dedos hormigueaban. ¡Oh, oh, oh!

Ella corcoveó contra sus fuertes brazos, y él la sostuvo en su lugar, obligándola a tomar más mientras acariciaba suavemente, adentro y afuera.

Su cabeza cayó sobre su brazo mientras ella respiraba con dificultad, los temblores aliviándose.

Ella nunca había… nunca se había corrido así, olvidándose de todo. Las lágrimas ardían en sus ojos mientras él le besaba el cuello, murmurando lo hermosa que era, lo mucho que le gustaba. Su respiración disminuyó mientras él la tranquilizaba como a una potranca nerviosa.

Cuando ella se desplomó, sus brazos se flexionaron, manteniéndola levantada. -No terminamos, todavía, mascota.

Sus manos se movieron para agarrar sus caderas. Bombeó dentro de ella con cortos y poderosos empujes, y luego se hundió profundamente. Ella tuvo sólo un segundo para sentir su polla sacudiéndose en su interior con su liberación, y entonces él apretó su hinchado clítoris. Ella gritó cuando otra explosión la sacudió desde lo más profundo.

Su coño ordeñó hasta el último espasmo de su polla como un puño caliente, incluso mientras los hombros de la pequeña sub se aplanaban en la cama. Su cabello estaba desparramado sobre sus brazos, y su piel era de un blanco cremoso contra el azul real de la colcha. Ella era absolutamente hermosa en su sumisión. Él permaneció en el lugar por un momento, saboreando los diminutos estremecimientos que recorrían el cuerpo de ella a intervalos, antes de retirarse. Silenciosamente fue hasta el baño para quitarse el condón.

Ella no se había movido cuando regresó. Después de desenganchar la cadena… se veía tan bonita con los puños que se los dejó… se acostó junto a ella y la arrastró contra su costado, colocándole la cabeza en el hueco de su hombro. Con un suave suspiro, se acurrucó contra él como un gatito bien alimentado, apoyando un brazo sobre su pecho y una pierna sobre su muslo.

Mimosa y sensible, inteligente y sumisa. Hacía tan poco tiempo que la conocía, y sin embargo, ella llenaba el vacío en su interior. Quería conservarla. Justo aquí. En su cama.

En su casa.

Frotó una mano arriba y abajo de su espalda. Unos segundos después ella le dio unas palmaditas sobre el pecho y lo acarició a cambio. Tan profundamente como la había usado y por la forma en que se había corrido, su cuerpo debería estar tan agotado como su mente… y todavía ella seguía tratado de darle algo a cambio. La mujer le calentaba el corazón, y su brazo la atrajo más cerca. Estaría maldito si iba a dejarla ir.

A diferencia de una relación que se convertía gradualmente de una amistad en amor, sus sentimientos por Rona habían florecido repentinamente, como las flores silvestres de la montaña de su lugar de nacimiento. Incluso al principio, Rona no le había parecido como una extraña. La había conocido.

Al igual que cuando había llegado a San Francisco y algo dentro de él le había dicho: Este es el lugar. Yo pertenezco aquí.

Sentía lo mismo con Rona. Ella pertenece aquí. Conmigo.

Como se acurrucó contra él, le tocó un pecho, sonriendo por el todavía hinchado y enrojecido pezón. Cuando tomó el pico aterciopelado, sintió la sensación sacudiéndola. Sí, la forma en que ella le respondía, a su voz y a su cuerpo, decía que parte de ella reconocía la conexión. Pero su práctico cerebro no aceptaría algo tan ilógico.

Ella era una mujer obstinada. Él admiraba eso. Maldita sea. Ella había establecido su dirección y no era del tipo que se desviara fácilmente. Hacía que un Dom quisiera poner de manifiesto el flogger.

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