CAPÍTULO 05

El sábado a la noche, Rona caminó a través de la puerta principal abierta de la casa de tres pisos de piedra y estuco de Simon. Una multitud de invitados estaban de pie en pequeños grupos bajo una enorme lámpara de araña brillante, las risas y la conversación llenaban el hall de entrada. La fiesta había comenzado definitivamente.

– ¡Feliz Navidad! -Una mujer joven en un traje de elfo con brillantes medias de red verde corrió por el oscuro suelo de madera brillante.

Ante el estridente saludo, la gente miró hacia Rona. Un segundo después, un hombre se desvinculó de un pequeño grupo y a grandes zancadas atravesó la habitación. El Maestro Simon.

Rona tomó una respiración mientras sus nervios se ponían en alerta, como si alguien hubiera llamado a un código azul debido a un ataque al corazón.

Llegando primero, el elfo sonrió a Rona. -Vamos. Te llevaré alrededor.

– Mandy, voy a mostrarle los vestuarios, -dijo el Maestro Simon cuando se detuvo detrás del elfo. Apretó el hombro de la joven. -Gracias, mascota.

El elfo lo miró hacia arriba con adoración, luego se escabulló, el pom-pom blanco de su sombrero rojo balanceándose con cada paso.

Simon la observó por un segundo, y murmuró:

– Mucha energía. -Entonces su negra mirada se volvió hacia Rona como un oscuro rayo láser, del tipo que cortaría a un villano justo por la mitad.

El corazón le dio un golpe violento. El hombre se había vestido con sencillez, pantalón negro y camisa blanca que resaltaba su oscuro bronceado, sin embargo, cuando una sonrisa iluminó su riguroso rostro, su sangre burbujeó en sus venas como una Coca-Cola batida.

– Rona. Me alegro de que hayas venido. -Le tendió la mano, esperando pacientemente hasta que ella extendió la suya. Sus dedos se cerraron, encerrándola en su calidez.

– Gracias por la invitación, -le dijo, cayendo de nuevo en el decoro. Ella echó un vistazo a sus invitados y frunció el ceño. A pesar que los dominantes estaban completamente vestidos con jeans o trajes o cueros, todas las sumisas estaban en trajes de elfo. Una sólo llevaba un sombrero de Papá Noel y pinzas rojas en los pezones. Oh Crom. El estómago de Rona se encogió mientras miraba hacia abajo su ceñido vestido negro.

Al crecer, ella no podía pagarse la ropa de moda que sus amigos llevaban, y había odiado nunca encajar. Superficial o no, sus sentimientos no habían cambiado. Dio un paso atrás. -No creo que yo…

Él se rió entre dientes.

– Relájate, mascota. Me tomé la libertad de seleccionar un traje para ti.

Un elfo se pavoneó vistiendo sólo tacones altos rojos, una tanga roja y un sombrero. Rona hizo una mueca. ¿Quiero incluso saber lo que él consiguió para mí?

Ignorando su vacilación, él presionó una mano sobre la parte baja de su espalda y la condujo a través del hall de entrada al tocador.

– Dejé tu traje sobre el mostrador en una de las bolsas de mi compañía… busca el logotipo de Demakis Seguridad Internacional.

– Bien. -Todo arreglado. Él, obviamente, había puesto algún pensamiento para que se sienta cómoda. -Gracias.

– Creo que una expresión más entusiasta de gratitud era la finalidad. -Con un dedo, le inclinó la barbilla hacia arriba. Antes de que ella pudiera protestar, firmes labios exploraron los suyos, tentando por una respuesta. Cuando ella suspiró y se inclinó hacia él, él la tiró contra su sólido cuerpo y le dio un beso que pasó de dulce a devastadoramente posesivo.

Crom. Sus recuerdos no habían estado ni cerca de la forma en que él realmente besaba o de la facilidad con que podía controlarla. El calor se aunó en su vientre como lava fundida.

Cuando él se retiró y la estabilizó sobre sus pies, ella estaba respirando como una asmática teniendo un ataque agudo.

– Ahora ese fue un muy agradable agradecimiento, -murmuró. -Cámbiate muchacha. Luego encuéntrame en la sala de estar. Explicaré las reglas y te presentaré.

Cuando él la empujó suavemente hacia el tocador, ella frunció el ceño. ¿Reglas?


En la sala de estar, Simon hizo las rondas, saludando a sus invitados, haciendo presentaciones. Junto con los BDSMs locales, unos cuantos amigos habían llegado de afuera de la ciudad. Ocupado o no, mantenía un ojo en el arco de la puerta, su expectativa aumentando. Vio a Rona al minuto en que entró en la habitación.

Ella se detuvo en la puerta. Sus manos frotaron la tela blanca hacia abajo en un gesto nervioso, aunque su rostro parecía sereno y seguro de sí mismo. Para venir a una fiesta por su cuenta, para probar algo tan nuevo… era una muchacha valiente.

Y se veía hermosa. Una gorra de Papá Noel de color rojo con una esponjosa bola blanca al final se ubicaba sobre su rubio cabello ondulado. La chaqueta de terciopelo rojo con manga larga, adornada con piel blanca alcanzaba sólo la parte superior de sus cremosos muslos blancos. Justo donde él quería su mano. Si ella se inclinara, todo el mundo tendría una atractiva visión del lazo color verde-menta a rayas del juego de sujetador y tanga que él había comprado.

Quería que se sienta cómoda, por lo que había elegido ropa relativamente conservadora.

Por supuesto, siendo un Dom, la había seleccionado para su propio placer también.

Las mangas anchas acomodarían los puños de las muñecas, y sólo un cinturón de cuero bien amarrado sostenía cerrado el abrigo sin botones. Pobre sub. El cinturón y las cintas podrían y serían eliminados en el transcurso de la noche. Se endureció ante la idea de revelar esas dulces curvas.

Cuando ella lo vio, sus ojos se iluminaron de una manera que hizo que su pecho se comprima.

Su cabeza podía decirle que no a involucrarse, pero al parecer sus emociones igualaban a las de él. Y él haría todo lo posible para que sus emociones ganaran.

Él encorvó un dedo, luego sonrió cuando su paso por la sala recogió miradas interesadas de los dominantes.

Uno se alejó de sus amigos. Tara le dio a Rona una larga mirada.

– Oh, es bonita. Dime que le gustan las chicas y no los chicos.

– No, -le dijo Simon a la alta Domme, sin quitar la mirada de su sub. -Ella es convencional.

Las cejas de Tara subieron. -Bien, bien. No he visto esa mirada en tus ojos en mucho tiempo… si lo hice alguna vez. -Ella le dio una palmada en el brazo en señal de aprobación antes de regresar a su grupo.

Rona se detuvo frente a Simon.

– Te ves hermosa, -le dijo y disfrutó de cómo sus mejillas se volvieron color rosa.

– Gracias. Y gracias por… por darme un traje adecuado.

– Eres muy bienvenida. -Tiró de su sedoso pelo ligeramente. -No olvides que generalmente los sumisos terminan llevando menos ropa al final de una fiesta.

La cautelosa mirada que ella le dio incluía una buena cantidad de excitación.

– No estoy segura si he entendido.

– Estas son las reglas: como es normal para un sumiso en una fiesta, tú servirás a los Doms la comida y bebidas. Dado que tú no eres propiedad de nadie, un Dom puede tocar cualquier parte de ti que no esté cubierta. -Él sonrió cuando sus brazos se envolvieron protectoramente alrededor de la capa. -Solamente tocar, mascota. Las escenas y juegos íntimos deben ser negociados. La palabra segura en mi casa es “rojo”. Algunos Doms y subs tienen sus propias palabras de seguridad, pero si alguien grita “rojo” aquí, todo el mundo se manifiesta hasta que se cumpla eso.

– Eso es tanto atemorizante como reconfortante, -dijo.

Chica inteligente. A pesar de todas las precauciones, el BDSM todavía tenía un lado peligroso.

– "Antes de jugar, se le informará al Dom de tu inexperiencia. Sin embargo, como precaución adicional, tengo esto para ti. -Sacó el collar de oro de su bolsillo y lo puso alrededor de su cuello. Se situó justo debajo de su garganta.

Ella tomó una parte del reglamento y metió la barbilla hacia abajo para leer. La formación del elfo. Su risa era ronca y abierta.

¿Cómo se reiría durante el sexo? Él le daría intensidad; ¿sería desenfadada? Empujó la duda a un lado.

– Ahora, ¿a quién te gustaría conocer?


Rona conversó con un Dom mayor llamado Michael en la habitación grande. Durante la última hora había estando vagando, simplemente observando las escenas interesantes que pasaban.

El Maestro Simon había esparcido equipamiento BDSM por todo el primer piso de la fiesta. Las mesas y los bancos de nalgadas con restricciones de diversas formas se encontraban en la sala y en el comedor, una enorme cruz de San Andrés estaba en el centro de la gran sala. La inmensa cocida con mostrador de granito contenía una valla, y las cadenas colgaban de las vigas. Todo estaba listo para incitar a la gente a jugar.

Así que, maldita sea, ¿por qué no podía encontrar un Dom que fuera la mitad de hombre que era el Maestro Simon? Cada vez que entraba en la habitación, podía sentir su presencia… un aura resplandeciente de poder. Su mirada barría la habitación y se asentaba sobre ella. Él la había mirado tan detenidamente que ella sentía el aumento de calor en sus mejillas. Y entonces él se había alejado.

Dejándola sola, como había prometido.

Eso era lo que quería, ¿verdad? Ella realmente necesitaba tener unos cuantos hombres más en la cadena antes de dejarse tentar por el caliente y estrepitoso sexo con él. Sólo el pensamiento le dejó la boca seca. Mala señal, Rona.

Era hora de saltar dentro del espíritu de la fiesta y dejar de andarse con rodeos. Le sonrió al hombre a su lado. Tal vez empezaría con él.

– Doms. -La voz del Maestro Simon llenó la habitación, dejándola sin aliento. -Si ustedes no están ocupados, necesito ayuda para juzgar al primer concurso. Todos los elfos sin collar que no estén ocupados, por favor, formen una línea aquí.

¿Un concurso? Genial. A menos que él planeara algo intelectual, ella seguramente perdería.

Ella dudó.

Una mano se cerró sobre su brazo, y ella alzó la vista hacia el Dom de cabello gris a su lado.

Michael le frunció el ceño. Simon podría haber dicho “por favor”, pero eso no fue una solicitud, sub, sino una orden. Él la arrastró por la habitación hacia el Maestro Simon.

– Ella quería pensarlo antes de obedecer, -dijo Michael y la dejó ir.

– En serio. -Los ojos del Maestro Simon se oscurecieron con desagrado.

Oh Crom.

– No me gustan los concursos. Pierdo, -dijo a toda prisa. ¿Por qué su desaprobación hizo que su pecho se contraiga y su estómago se hundiera? Ella miró hacia abajo.

– Ya veo. -Le levantó la barbilla, obligándola a encontrarse con su mirada. -Desafortunadamente, tu opinión no cuenta, hazlo.

Él no había hecho realmente una pregunta, pero ella respondió de todos modos.

– No.

Sus dedos se flexionaron sobre su mentón sólo lo suficiente como para recordarle sus modales.

– No, señor. Lo siento, señor.

– Mucho mejor. -La liberó. -Únete a las demás.

Mientras ella tomaba su lugar al final de la línea, él dijo:

– Esta competencia de sumisos es por la simpatía y el servicio en general. -Tomó a la primer sub por la nuca y le preguntó a la multitud: -Si este precioso duende le dio su nombre a alguien o lo sirvió de algún modo, por favor, levante la mano.

Siete manos levantadas, la mayoría dommes.

Rona se mordió el labio cuando un malestar la retorció por dentro. Concentrada en conseguir orientarse, había hablado informalmente con algunos Doms, pero que no se había presentado.

Pronto se dio cuenta de que los otros elfos habían estado muy ocupados, sirviendo bebidas y alimentos, dando masajes en la espalda, frotando los pies, o jugando con un Dom conforme a lo solicitado. Muy pocos no habían hecho mucho, por desgracia, era una de ellos.

El Maestro Simon se apoderó de la parte posterior de su cuello con firmeza, tirando de ella un paso más cerca de él. Se estremeció cuando su duro pecho rozó su hombro y su aroma cálido y profundo la rodeó. Preguntó a la multitud:

– ¿Y ésta sub?

Sólo Michael levantó la mano.

– Ah. Bueno, ella sólo se está entrenando, después de todo. Por favor, ayúdenla y pónganla a trabajar, señores. -Su mano se alejó. -Todos los elfos que recibieron más de cinco manos levantadas, lo han hecho bien. Están descartados. El resto de ustedes, remolones, quítense una prenda de su ropa y déjenla sobre la mesa allí.

Cuando tres cuartas partes de las subs se dispersaron, Rona suspiró aliviada. Al menos no era la única perezosa. Quitarse algo. Bueno, ella odiaba ponerse sombreros de todos modos.

Su mano apenas había tocado el gorro cuando el Maestro Simon agregó casualmente:

– Debo mencionar que si encuentro un elfo sin un gorro de elfo, lo voy a sacar a la calle… desnudo.

Rona alejó su mano y lo escuchó reírse. Crom, ella no tenía mucho para elegir. ¿Tal vez se podría quitar el sujetador en el tocador?

– Tienen diez segundos, y luego todos los ayudaremos.

Tal vez a ella no le gustaba el Maestro Simon, después de todo.

– Diez. Nueve…

Con la mandíbula apretada, Rona desabrochó y tiró de su cinturón.

– Uno.

Ella tiró el cinturón sobre la mesa. A falta de botones, el abrigo de Santa se abría, mostrando su muy escaso sujetador y tanga. Tendría que sostenerlo para mantenerlo cerrado durante toda la noche. Qué idiota.

Mirando alrededor, vio a un elfo que había esperado demasiado tiempo. Tres Doms la habían rodeado y estaban despojándola de su ropa. Rona se mordió el labio, tratando de decidir si debería encontrarlo excitante o aterrador. Se frotó las manos frías en su abrigo.

– Rona, -dijo el maestro Simon.

– ¿Señor?

– Por favor, toma una bandeja llena de la cocina y sirve bebidas hasta que quede vacía.

Buenísimo. Algo activo para hacer.

– Sí, señor. Gracias, señor.

Él sonrió.

En la cocina, cuando recogió la bandeja, comprendió su diversión.

Sostener la bandeja requería de las dos manos, y ahora no podía sostener su abrigo cerrado.

– Eres un cabrón, -murmuró.

– ¿Perdón?

Ella se volvió tan de repente que las bebidas se derramaron.

– ¿He mencionado la regla sobre hablar sin permiso? -Sus ojos brillaban de risa.

– Sí, señor.

Él sonrió lentamente.

– Serás penalizada con una cinta. -Estirándose sobre su bandeja de bebidas, él tiró de la cinta que actuaba como correa izquierda de su sujetador. La taza se vino abajo, y le sacó la cinta de los anillos.

Mantenido por un solo lado, su sostén se hundió, dejando al descubierto su pecho izquierdo.

Sin soltar la bandeja, levantó la mirada hacia él.

– Me gusta esa mirada impotente, -murmuró y pasó los dedos bajando por el cuello a su pecho desnudo.

Su intento de retirarse sólo la apoyó en la isla de la cocina. Atrapada entre ésta y él, miró por encima de su hombro mientras le acariciaba el pecho, rodeando el pico con un dedo. Podía sentir su pezón endurecerse como piedra bajo su confiado toque. Como dolorido.

Un suave pellizco la hizo saltar, las copas repicaron sobre la bandeja. Sus ojos se sacudieron hacia arriba, y él le sostuvo la mirada mientras sus dedos bromeaban el pezón. Cuando apretó la punta, un caliente chisporroteo disparó directo a su ingle. Los dedos de ella siguieron en la bandeja cuando él incrementó la presión… mientras su excitación se disparaba por las nubes.

Sus ojos se arrugados.

– Tenemos que introducirte en una escena antes de que explotes, -le dijo en voz baja. Rozó los labios sobre los de ella y dio un paso atrás. -Ve a servir, muchacha. Si encuentras a alguien con quien te gustaría estar, voy a liberarte de tu deber.

Mientras caminaba a través de las habitaciones, todo el mundo la saludaba cortésmente. Algunos tomaban una copa, y algunos ignoran las bebidas y se tomaban libertades con su cuerpo, pasando sus manos sobre cualquier lugar con piel expuesta. El aire a su alrededor se hacía cada vez más caliente.

En la sala, vio a Michael hablando con dos Doms de aspecto rudo vestidos con cuero negro. Una sub pelirroja estaba arrodillada en el suelo entre sus sillas.

– Rona. -Michael ondeó su mano para que se acercara. -Él es Logan, -asintió con la cabeza hacia el Dom con ojos azul acero y cabello marrón oscuro, -su sub, Rebecca, y su hermano, Jake.

Jake parecía tan fuerte y delgado como su hermano, pero tenía una fea cicatriz cruzando su frente bronceada que su grueso cabello no podía ocultar. Él la consideró por un largo rato, luego levantó una ceja.

– Ese es un hermoso traje de elfo, rubia.

Insegura de cómo debería dirigirse a ellos, dijo:

– Estoy encantada de conocerlos, señores.

– Tu llegada es muy oportuna. -Michael sonrió. -Estamos discutiendo sobre dónde las piernas de una mujer son más sensibles. Yo creo que es detrás de la rodilla. Jake dice que es justo por debajo del culo.

Rona frunció el ceño. ¿Él esperaba que ella diera su opinión?

Michael se levantó y puso su bandeja sobre una silla vacía, entonces la empujó a un extremo de la mesa de café. -Inclínate, sub. Vamos a realizar un experimento.

De ninguna manera. Si ella se inclinaba, ellos…

Los tres Doms fruncieron el ceño ante su vacilación. Oh Crom. Ella obedeció y trató de tranquilizarse a sí misma diciéndose que Michael no le haría hacer nada horrible. Quiero al Maestro Simon aquí.

– Las manos aplanadas sobre la mesa de café, Rona.

Ella lo hizo, demasiado consciente de cómo su abrigo no le cubría su trasero. Pero al menos estaba parada al lado de los dos hombres en las sillas, así que ellos no lo verían. Bajó la cabeza y cerró los ojos. ¿Y ahora qué?

– Mira a Logan y a Jake, -dijo Michael.

Muy bien. Ambos hombres la observaban con esa enfocada mirada de Dom.

– Ahora no te muevas, sub. -Michael pasó sus manos hacia arriba y hacia abajo por sus piernas. Entonces sus dedos rozaron detrás de sus rodillas, haciéndole cosquillas hasta que ella se contoneó. Él se rió y movió su mano hasta la piel sensible justo debajo de su trasero, acariciándolo. No era un cosquilleo ahora. Sus labios se apretaron ante el placer que corrió a través de ella.

– Jake gana, -anunció Logan, y una sonrisa brilló en su cara curtida.

– Mi turno. -Jake se puso de pie, alto y musculoso. Mientras Michael se sentaba, el otro Dom caminó detrás de ella. Dios, mirando justo a su trasero, hoyuelos y…

Su mano acarició el pliegue debajo de su trasero, tocando y rozando hasta que ella pudo sentir su tanga humedecerse. Cuando él deslizó la mano hacia abajo para acariciar detrás de la rodilla, ella suspiró de alivio.

– Lo siento, Michael. Esto es dos por dos, -dijo Logan. -Parece que, en esta sub al menos, por debajo del culo es mejor que el área de la rodilla.

– En mi opinión, ese punto gana en todo momento. -Jake golpeó su trasero desnudo a la ligera, sorprendiéndola, y se sentó de nuevo.

¿Habían terminado? ¿Se podía mover ahora?

– Hay una teoría más a considerar. -El poderoso timbre de la voz justo detrás de Rona hizo que cada músculo en su cuerpo se contraiga. El Maestro Simon.

Ella volvió la cabeza, tratando de verlo, y consiguió un picante manotazo en su trasero.

– No te muevas, sub.

Su mandíbula se apretó, y sin embargo, el calor parecía correr por ella como si se tratara de un incendio forestal.

– ¿Y cuál es tu teoría, Simon?, -Preguntó Logan.

– Que con el Dom correcto, un toque en cualquier parte es erótico.

Los hombres sonrieron entre ellos. Michael dijo, -Tal vez deberías demostrarlo.

Rona esforzó sus oídos. Nada.

– Ahora, muchacha. -Su voz parecía acariciarla, a pesar de la severa autoridad en ella. -No te muevas. Mantén tus ojos sobre los otros Doms.

Un estremecimiento corrió a través de ella, y se obligó a permanecer inmóvil. Pasó un momento. Otro. Él estaba parado justo detrás de ella. Podía sentir su calor y su mirada sobre su expuesto trasero.

Sus dedos rozaron por encima de su tobillo. Ella tomó una respiración irregular ante la sensación y el conocimiento de que se trataba del toque de Simon. Un momento después, su dura mano se cerró alrededor de su pantorrilla y apretó, y de alguna manera el calor de su piel y el ligero roce de sus dedos callosos enviaron electricidad chisporroteando directamente a su clítoris tan rápido que ella tuvo que compeler un gemido.

Los Doms se echaron a reír.

Jake sacudió la cabeza.

– Siempre algún hijo de puta complica un buen experimento.

Una risa baja sonó detrás de ella, y Rona se puso rígida. ¿Qué iba a hacer?

– Pero tengo que decir, Jake, -dijo el Maestro Simon: -Yo también prefiero el punto justo-por-debajo-del-culo. -Una pausa y luego su mano rozaba el pliegue entre su muslo y su trasero con una… deliberada… caricia. Caliente, cruda, firme.

Había perdido su control absolutamente, sus caderas presionaban hacia atrás contra su toque.

La risa del Maestro Simon era profunda y masculina. -Arriba, muchacha.

– El experimento ha terminado. -Él la agarró del brazo y la ayudó a ponerse de pie. Con una sacudida, se dio cuenta que la otra mano no se había movido y ahora le ahuecaba el trasero. Él apretó suavemente.

Sus piernas temblaban mientras ella lo miraba, sintiendo la fuerza de su implacable agarre sobre su brazo, manteniéndola justo a su lado para que pudiera tocarla a su antojo.

Sus dedos acariciaron por encima de su trasero, lentamente, y cada movimiento aumentaba su excitación.

Cuando finalmente la liberó, la satisfacción brillaba en sus ojos. Le tocó la mejilla con suavidad.

– ¿Sabes lo encantadora que eres cuando estás excitada, cariño?

Él inclinó la cabeza hacia los otros Doms.

– Gracias, señores, por haberme permitido participar, -dijo y se alejó.

Cuando Rona intentó controlar su respiración, los Doms intercambiaron miradas.

– Bueno, eso pareció lo suficientemente claro, -dijo Jake arrastrando las palabras. -¿Alguna vez vieron a Simon ser territorial antes?

– Será una noche interesante. -Logan tiró a su sub de piel clara entre sus rodillas y los ojos de la hermosa sub se cerraron por el placer mientras él jugaba con su pelo. Una melancólica envidia corrió a través de Rona. ¿Cómo sería sentarse a los pies de un hombre, al sentir sus manos… las del Maestro Simon… sobre ella?

– No es para mí, aparentemente, -se quejó Michael.

Rona frunció el ceño. ¿Se había perdido algo?

Michael le entregó su bandeja de bebidas y le sonrió.

– Adelante, mascota.

Para el momento en que había vaciado la bandeja de bebidas, ella se había acostumbrado – casi- a estar expuesta. La excitación que el Maestro Simon había despertado no se había disipado del todo.

Las vistas y sonidos de personas haciendo el amor, de floggers y los gemidos y quejidos, la mantenían en un puro estado de necesidad. Tres Doms le habían pedido jugar, todos interesantes y agradables hombres, así que ¿por qué había dicho que no?

Porque había llegado a obsesionarse con el Maestro Simon. Igual que ahora, cada vez que lo veía, todo su cuerpo parecía saltar de arriba a abajo, gritando él, él, él.

Apoyó la bandeja y se inclinó contra la pared de la sala. Después de todas las instrucciones que se había dado a sí misma, y de las metas que había publicado en su tablón de anuncios, aún seguía siendo estúpida acerca de un hombre.

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