CAPÍTULO 08

Rona apretó los dientes y soportó el toque del próximo Dom sobre sus pezones. No era guapo, pero era más adulto y muy educado. Ella no sentía nada.

– Tiempo.

Ella consiguió un descanso mientras más Doms sacaban las tarjetas, y las palabras de Jake, sus propias palabras, seguían dando vueltas por su mente como una de esas melodías que no se iban. Sólo porque una vez no funcionó…

Había estado casada -involucrada- una vez. Sólo una vez en su vida. No había funcionado.

Y basándose en esa sola circunstancia, había decidido no correr el riesgo de involucrarse nuevamente.

Resolvió que necesitaba experimentar todo lo que se había perdido. Pero después de esta variedad de hombres… y enfrentándolo, cualquier mujer querría a un hombre como Jake… tenía que admitir que ella no sentía nada con ellos.

Sin embargo, una palabra del Maestro Simon enviaba pitidos y silbidos a través de ella como si su cuerpo se hubiera convertido en una vieja máquina de pinball. Y era algo más que excitación, él se sentía bien con ella. Como si ella le perteneciera a él. Así que ¿por qué se obstinaba insistiendo en querer más hombres?

¿Cuánto tiempo iba a seguir ignorando sus propios sentimientos?

Cuando el próximo hombre se acercó a su lado, ella lo miró a los ojos y dijo:

– Houston.

– ¿Qué? -Él la miró boquiabierto.

– He terminado. Houston. Déjame bajar.

El Maestro Simon se acercó con ese merodeo, siempre equilibrado modo de andar suyo.

El Dom extraño le dijo:

– Ella dijo Houston.

– Lo he oído. -La mirada que Simon le dirigió a ella no sostenía ninguna expresión.

¿Estaba decepcionado de ella? Se mordió el labio y miró hacia otro lado mientras la duda se arrastraba dentro de su estómago y le enviaba fríos tentáculos a través de su pecho. Tal vez había decidido que esta era una buena manera de encontrarle otro tipo.

– La escena terminó, muchachos, -dijo Simon a los Doms que esperaban. -La sub agradece vuestro interés.

Rona asintió con la cabeza y trató de sonreírle a los hombres, sintiendo el temblor de sus labios. Sus ojos picaban. Ella había pensado que Simon la quería, pero por la manera fría en que la miraba ahora…

– Quiero bajar. -Su voz temblaba. Quiero mi ropa, y quiero irme. Primero él me quiere, y luego no, y…

Firmes dedos le agarraron la barbilla, levantándola.

– Mírame, Rona.

Ella miró por encima de él, por encima de su gran hombro. No voy a llorar, no por este frío Dom que se da vuelta como un pez en tierra seca.

Un suave resoplido de risa, luego, su voz baja.

– Mí-ra-me.

Sus ojos se levantaron a los de él y quedaron capturados y clavados dentro de su intensa mirada.

– Eso está mejor -murmuró. -¿Qué está pasando por ese inteligente cerebro tuyo, muchacha? -El cálido, acariciante tono la envolvió en calidez.

Ella trató de mover la cabeza y sus dedos se apretaron.

– Respóndeme.

– Pareces muy enojado.

– ¿Y pensaste que estaba enojado contigo? -Una esquina de su boca se inclinó hacia arriba. -Cariño, ¿sabes lo difícil que fue observar a otros hombres tocándote? -Su pulgar le acarició los labios. -No he sido posesivo con una mujer durante mucho tiempo, pero tú me provocas eso.

Oh. El alivio brotó en ella como un manantial.

– No me gustaba que ellos me tocaran.

Sus labios se curvaron.

– Me di cuenta de eso, -dijo amablemente. Con el mismo movimiento que Jake, él inclinó el brazo junto a ella en el montante, obviamente dispuesto a escuchar todo el tiempo que ella quisiera hablar.

– Ellos me aburrían. -Tomó aliento. -Me aburría con mi esposo también. Lo atribuí a estar con un solo hombre.

Él inclinó la cabeza.

– Continúa.

– Aparentemente tener a más de un hombre no es la solución. -Ella le sonrió. El acumulado calor en sus ojos mostraba que él estaba esperando pacientemente a que terminara, y luego la tomaría. El conocimiento hizo que todo en su interior comience a hervir. -Tú no me aburres, Simon.

Su expresión se enfrió, enviando tanto ansiedad como excitación chisporroteando a través de ella.

– ¿Quién?

La palabra de Jake “Maestro”, se deslizó en su mente y tembló dentro de su corazón, pero ella todavía no se atrevía a decirlo. -Señor -dijo a toda prisa.

– Eso está mejor. -Sus dedos pasaron a través de su cabello. -Por eso, te mereces una recompensa.

Corrientes de excitación zumbaron a través de su sistema. Sus pechos se estremecieron. Ni siquiera los había tocado, y ellos se estremecían. Este hombre, este Dom, era definitivamente el hombre para ella.

– ¿Ah, sí?

– Estás en una excelente posición para ser azotada, -murmuró. Se humedeció un dedo e hizo círculos sobre un pezón. Cuando la humedad se enfrió, la areola se agrupó en un doloroso pico. -¿Cómo se sentiría la punta de un flogger contra todo este tierno tejido?

Incluso mientras sus ojos se agrandaban, ella sintió la humedad entre sus piernas. Un rayo corrió hacia arriba de su espina dorsal.

– Sí, mira a esas mejillas ponerse rosadas, -él dijo, este Dom notaba todo.

Su mano se deslizó hacia abajo por el mismo camino que había hecho Jake, y con sus ojos negros la miraba con tanta intensidad que sólo su toque la hizo estremecerse. La acarició pasando por su montículo, a través de su creciente humedad, y hacia arriba para deslizarse sobre su sensible clítoris. La tocó firmemente, luego con suavidad, hasta que ella gimió. Sus caderas inclinándose hacia adelante. Más.

– No, no te correrás todavía. Ni incluso muy pronto, -le susurró, mordiéndole el lóbulo de la oreja. -Primero voy a tentarte con el flogger y con mi boca, y luego te tomaré, aquí mismo en la cruz, hasta que grites tan fuerte que ningún hombre en el lugar tenga dudas de a quién pertenece ésta sub. Y tampoco lo harás.

Ella se quedó sin aliento.

La sonrisa que brilló en su rostro hizo que su corazón golpeara antes de que él tomara sus labios en un beso devastador. Él ahuecó su pecho, todavía hinchado de sus atenciones anteriores, y los músculos en su barbilla se apretaron.

– Me doy cuenta que no quieres saltar dentro de ningún compromiso, pero es demasiado tarde, mi muchacha práctica.

– Pero… -Cuando sus ojos se endurecieron, sintió cada gota de resistencia drenar fuera de ella.

– Y mientras estamos involucrados, no estarás tomando muestras de ninguna variedad de hombres. -Destelló una sonrisa. -Sin embargo, te garantizo que no te dejaré aburrirte, así estemos juntos un año… o cincuenta.

A pesar de que ella sacudía la cabeza con un reflejo de protesta, se acordó de la señora comprando un juguete para Henry por su cuadragésimo aniversario. Era evidente que una relación no tenía por qué ser una trampa. Rona podría experimentar el mundo con un solo hombre.

Cuando Simon comenzó a remangarse la camisa, su boca se secó. Él dio un paso atrás, inspeccionando su cuerpo lentamente.

– Di: “'Sí, Maestro”.

¿Ella quería darle más? ¿Darle todo? ¿Sólo porque él podía dominarla? Pero ella lo quería. Sólo a él. Sus ojos se empañaron, borrando todo menos su rostro… y sus ojos oscuros, donde la ternura era tan evidente como su poder de control. Él se preocupaba por ella. Oh, realmente lo hacía.

Su corazón dio un salto mortal dentro de su pecho, luego se restableció, un sólido peso de aceptación.

Era el momento de escribir un nuevo plan para los próximos cinco años.

Él pasó un dedo por su barbilla.

– ¿Bien, muchacha?

– Sí. -Ella sonrió e inclinó su mejilla dentro de su palma. -Sí, mi Maestro.

Загрузка...