Una pequeña orquesta tocaba mientras el sol brillaba en lo alto. Catherine aferró la mano de Logan y apretó con fuerza.
– ¿Te importaría que dejáramos de bailar? -preguntó ella.
– ¿Estás cansada? -la abrazó y apoyó la mano en su todavía plano estómago-. Podríamos excusarnos e ir dentro a tumbarnos un poco -una sonrisa perversa se asomó en sus labios.
– En nuestra boda no podemos -rió ella-. Además, me encuentro bien. Sólo un poco embarazada -sonrió-. Quería pedirle a otra persona que bailara conmigo.
– ¿Quién? -entrecerró los ojos.
– Tu padre.
– Ha asistido, y está bebiendo champán, pero quizá eso sea ir demasiado lejos.
– ¿Crees que no le gustaría bailar con su nuera? -inquirió con fingido dolor.
– Claro que sí. Al menos pienso que lo haría. Entre mi madre y tú habéis hecho que lo acepte. Más o menos. Pero, ¿bailar en la playa? Puede que eso esté por debajo de los patrones del juez -ironizó.
Al recordar la cara que puso cuando le anunciaron que se iban a casar en la playa y no en la mansión Montgomery, Catherine coincidió con él.
– Debe darse cuenta de lo que ha estado perdiéndose, y dar vueltas con los pies descalzos sobre la arena es una de las grandes experiencias de la vida.
– De acuerdo, Cat -rió-. Haz lo que puedas.
Un chillido los interrumpió y Catherine giró a tiempo de ver cómo Kayla era alzada en brazos de Kane.
– Al menos ellos se divierten -manifestó.
– Lo pasarían en grande en cualquier parte que estuvieran juntos -Logan le acarició la mejilla-. Como nosotros.
– ¿Quién tiene a Ace? -quiso saber Catherine, empleando el apodo que le había puesto Kane a su hijo, Tim.
– Yo.
Giró y vio a Grace.
La hermana de Logan había llegado la semana anterior y se alojaba en el apartamento de Catherine. Esta no pudo evitar notar la relación tensa que mantenía con sus padres y la expresión de añoranza en sus ojos. Igual que Logan, deseaba más de su familia.
Si lograra convencer a Grace de que se quedara, podría alterar la dinámica de toda la familia Montgomery. Sonrió. Si era capaz de convencer al juez Edgar Montgomery para que aceptara a Logan, hacerlo con Grace no podía ser tan arduo.
– ¿En qué piensas? -preguntó él.
– En lo maravilloso que es tener a todos reunidos. Y Grace, me preguntaba si tomarías en consideración volver a vivir aquí.
– No creo que eso funcionara -la elegante y espigada rubia acomodó al bebé en los brazos-. Pero no te preocupes. No seré una desconocida.
– Será mejor que no, jovencita.
– Hola, abuela -Logan le ofreció el brazo y la abrazó mientras ella le daba un beso.
– Grace, tú eres mi último proyecto. ¿Tienes idea de lo difícil que fue unir a estos dos? -preguntó Emma-. Ahora te toca a ti. Me niego a abandonar este mundo sin verte felizmente casada.
– Tienes demasiada salud para ir a alguna parte -indicó Grace.
– Nunca se sabe. Mira, Logan, ¿no está perfecta con el bebé en brazos?
Grace se movió incómoda cuando el pequeño soltó un chillido de incomodidad.
– Dámelo -rió Logan.
– Mantente alejada de mi vida, abuela -su hermana le pasó el bebé.
Emma meneó la cabeza.
– Creo que será necesario hacer un viaje a Nueva York, ¿no te parece, Catherine? Hace siglos que no voy, y no creo que mi nieta sea capaz de rechazarme.
Grace se puso rígida, pero, igual que Logan, el amor que sentía se notaba en su expresión a pesar de lo mucho que le desagradaba la intromisión de Emma.
– Mi apartamento es pequeño, abuela.
– ¿Tienes vecinos guapos?
Logan rió y tomó a Catherine por el codo, alejándola de allí.
– Ya hemos pasado por lo nuestro. Deja que Grace se ocupe de Emma ahora.
– Eres malo, Logan.
– Pero tú me amas de todos modos.
– Sabes que sí -lo besó y el bebé hizo ruiditos en sus brazos. Sonrió. En menos de nueve meses tendría uno propio. Suyo y de Logan.
– Y yo también te amo.
– Entonces deja que vaya a bailar con tu padre -señaló hacia el lugar donde los padres de él se hallaban muy rectos contemplando la playa. El juez con un traje, y la madre al menos con un vestido cómodo. Y descalza. De todas las cosas que no había esperado, una había sido recibir su aprobación. De hecho, disfrutaba charlando con la madre de Logan, y teniendo en cuenta que había sido importante para que el juez aceptara a la pareja, sentía que estaba en deuda con ella.
– Adelante. Pero te estaré esperando.
Tal como cada uno había estado esperando al otro toda la vida.