CAPÍTULO 4

CLARE ERA exactamente como se la había imaginado. Delgada, morena y con unos ojos grises preciosos. Llevaba la ropa con una naturalidad que hizo que Ellie se alegrara de haberse puesto el vestido. Era posible que a Jack no le gustara, pero seguro que a Clare sí.

Esta se hallaba en la cocina terminando de preparar la tarta para Alice. Cuando entraron, sonrió y dio un cariñoso abrazo a Ellie.

– Tenía muchísimas ganas de conocerte. Jack nos ha contado cuánto has trabajado en Waverley Creek. Parece que Alice también se alegra de verte -dijo, mientras el bebé daba unos grititos de alegría.

Los ojos de Alice eran idénticos a los de su padre y su sonrisa era irresistible. Ellie se acercó para darle un beso y acariciar su cabello rizado. Todavía sonriente, levantó la mirada y vio que Jack y Clare la observaban. Clare también sonreía, aunque con cierta tristeza, pero la expresión de Jack era sombría, casi hostil.

– Voy a echarle una mano a Gray -murmuró, y se fue:

Clare notó el dolor en los ojos de Ellie, pero no dijo nada. Rompió el tenso silencio con un halago para el vestido.

– Tiene un color maravilloso.

Ellie forzó una sonrisa.

– No estoy muy acostumbrada a llevar vestidos. Jack casi no me reconoce con piernas.

Hizo un esfuerzo por parecer natural, pero el comportamiento de Jack la había herido y desconcertado. Evidentemente, le espantaba el vestido. Podía notar su incomodidad y cómo la había evitado. La había mirado como si le disgustara, nunca la había mirado así. No era propio de él ser descortés, a lo mejor estaba enfermo. ¿Habría cambiado de idea?, ¿habría dicho ella algo que lo enfadara? Pero, ¿qué? Tan solo se había puesto un vestido. Jack era un seductor consumado, siempre tenía un halago para ablandar los corazones más duros. «Estas bien», era lo único que se le había ocurrido decirle a ella.

– Siéntate -Clare parecía no darse cuenta de lo que pasaba por la cabeza de Ellie-. No te importa que termine, ¿verdad?

– Claro que no -hizo un esfuerzo por reponerse y se sentó.

– Me alegro mucho de conocerte por fin. Jack y Lizzy me han hablado mucho de ti.

– Me había olvidado de que conoces a Lizzy.

– Cuando la conocí, me sentí muy celosa. Sabía que había estado con Gray durante algún tiempo y es tan guapa y divertida que estaba segura de que seguiría enamorado de ella. Estaba dispuesta a odiarla, ¡pero no pude!

Ellie sonrió abiertamente.

– Es muy difícil que Lizzy no te conquiste.

– Se portó maravillosamente con Gray y con Jack, y conmigo -dijo Clare con seriedad-. Tú no te pareces mucho a ella,; verdad?

– No, siempre hemos sido muy distintas. A la mayoría de la gente le parece imposible que seamos hermanas.

Ellie suspiró. Adoraba la alegría y el encanto de Lizzy, pero también le había sido difícil estar siempre a su sombra.

– A Pippa y a mí nos pasaba lo mismo -dijo Clare comprensivamente-. Yo era callada y sensata, y ella era brillante y alegre. Siempre estaba llena de vida y todo lo hacía apasionadamente. No tenía término medio -su sonrisa se borró del rostro.

– Lo siento. Debes echarla mucho de menos.

– Sí. Pero no todo el rato. Cuando murió fue espantoso y llegué a pensar que no volvería a ser feliz, pero ahora soy más feliz de lo que nunca me imaginé que podría ser -miró a Ellie, sus ojos brillaban al pensar en el amor que había encontrado-. Es un tópico tremendo, pero la vida sigue. Me acuerdo mucho de Pippa, pero no me encuentro con su fantasma por todos lados.

– Jack sí se lo encuentra -Ellie parecía ensimismada jugando con unas migas.

– Ahora sí, pero no siempre será así -Clare dudó e intentó elegir cuidadosamente las palabras-. Le resulta difícil estar en Bushman's Creek. Es el único sitio en el que ha vivido con Pippa. Está lleno de recuerdos. Todo cambiará cuando se vaya a Waverley.

– ¿Te ha contado el… trato que hemos hecho?

– Sí.

– ¿Te importa?

– ¿Importarme? No, aunque me preocupa un poco. Puedo entenderlo desde el punto de vista de Jack. Él necesita una mujer y Alice una madre.

– Te preocupa que no cuide bien de Alice…

– ¡Desde luego que no!, me preocupas tú.

– ¿Yo?

– Es muy arriesgado casarse sin amor. Yo lo sé. Es lo que hicimos Gray y yo.

– ¡Pero sois felices!

– Ahora sí, pero al principio no lo éramos. Yo no sabía que Gray me quería, y él no tenía ni idea de cuánto lo quería yo. Los dos pensábamos que para el otro era una medida temporal hasta que volviese Jack. Sé lo difícil que es vivir con alguien que crees que no te quiere.

– En nuestro caso es distinto. Yo sé que Jack no me quiere. Sigue enamorado de Pippa.

– Jack nos ha contado que tú también estás enamorada de alguien.

– Sí -dijo Ellie sombríamente.

Se hizo un silencio.

– Es Jack… ¿verdad?

Ellie se quedó helada, con la mirada clavada en la mesa y un nudo en la garganta. Levantó la mirada lentamente hasta encontrarse con los ojos de Clare

– ¿Cómo lo has adivinado?

– Por la forma de mirarlo, por la forma de decir su nombre. No te preocupes, no es tan evidente. Probablemente estoy tan enamorada que percibo cuando lo están los demás. Creo que yo también miraba a Gray así.

– No se lo dirás a Jack…

– Claro que no, es algo que solo tú puedes decir.

– Nunca lo haré -dijo Ellie con una voz inexpresiva-. Jack se casa conmigo porque cree que estoy enamorada de otra persona y que nunca le pediré nada que no pueda darme. No quiere que nadie reemplace a Pippa, y yo no voy a intentarlo.

– Ellie, Pippa no habría querido que Jack se pasase el resto de su vida añorándola. Él nunca la olvidará, pero volverá a enamorarse -se levantó y se limpió las manos en el delantal con expresión pensativa-. Pippa tenía una personalidad muy fuerte, como Jack. Quizá se pareciesen demasiado, no habría sido una relación tranquila, eso seguro. No podemos saber cuánto habrían durado una vez que terminase la pasión y tuviesen que vivir los problemas cotidianos. Jack es joven, superará la muerte de Pippa y volverá a enamorarse, pero…

Dudó, no sabía cómo decirlo. Al final fue Ellie quien terminó la frase.

– Pero, ¿no de mí?

– Quizá no, Ellie. No quisiera que te hicieses ilusiones que acabarían haciéndote daño. Creo que eres perfecta para él, pero no siempre nos enamoramos de la persona que nos conviene.

– Lo sé -dijo Ellie con amargura-. Si lo hiciésemos yo no estaría enamorada de Jack. Soy consciente de que él se puede enamorar de otra y, si lo hace, lo dejaré marchar. Nunca sabrá cuáles son mis sentimientos.

– Va a ser muy difícil -dijo con calma Clare-. ¿Estás segura de que quieres casarte con Jack sabiendo que no te quiere?

– Estoy segura. Es mi única oportunidad de estar cerca de él y tengo que aprovecharla.

Clare asintió con la cabeza, como si supiese de antemano lo que iba a contestar.

– Espero sinceramente que funcione.

– Me alegro mucho de que no te importe -dijo Ellie con un hilo de voz.

– Por supuesto que no -Clare sonrió mientras se quitaba el delantal y limpiaba las manos y la cara de Alice- Aunque me da pena no pasar más tiempo con Alice. Gray y yo vamos a echarla mucho de menos, pero tiene que ir con vosotros y formar parte de una familia. Además, nosotros también esperamos un bebé -dijo radiante.

– ¡Clare, es una noticia maravillosa!

– A nosotros nos lo parece, Gray está loco de alegría -sacó a Alice de la silla y le dio un beso-. En cualquier caso te echaremos de menos -dijo acariciando los cabellos de la niña, y miró a Ellie-. ¿Te importaría sujetarla?

– ¡Claro que no! -Ellie la tomó en un gesto cargado de simbolismo, aunque ninguna dijo nada.

– ¡Vamos! A ver dónde están los hombres.

Ellie siguió a Clare con Alice en los brazos. Salieron al jardín, donde Jack y Gray se ocupaban de la barbacoa. Ambos se volvieron cuando oyeron el ruido de la puerta. Gray se parecía a Jack, aunque era más moreno y tranquilo, tenía una sonrisa serena y un aire de dominio, pero a Ellie le pareció que algo se le iluminaba en el interior cuando vio a su mujer. No dijo nada, ni se movió, sencillamente miró a Clare y ella lo miró a él. Ellie sintió un nudo en la garganta y los ojos se le llenaron de lágrimas. ¡Si alguna vez Jack la mirara así…! Pero él estaba de pie con las pinzas de la carne en la mano y completamente inexpresivo.

Jack había notado el anhelo en los ojos de Ellie y sabía perfectamente lo que pensaba. Para ella tenía que resultar muy difícil ver a dos personas que se querían sin disimulo. A pesar de todo, no podía evitar sentirse susceptible e irritable, como llevaba sintiéndose desde que ella había salido del coche con ese vestido rojo.

Jack sabía que su mal humor no era culpa de Ellie, pero por algún motivo lo sentía como si lo fuese, y no mejoraba las cosas acunando a su hija entre los brazos y pensando en otro hombre. Cuando notó que ella lo miraba, se dio la vuelta para vigilar las chuletas.

– ¡Hola, Ellie! -en la sonrisa de Gray se mezclaban la sorpresa y la alegría-. No te veo desde hace años, ¡estás guapísima! -Gray se acercó para darle un abrazo.

Jack seguía dando vueltas a las chuletas, no quería que Ellie estuviera de ninguna forma. Quería que siguiera como siempre. Por el rabillo del ojo vio cómo ella le devolvía el abrazo. Él también podría haberla abrazado así de no haber sido por el vestido rojo.

– Siento haberme perdido tu boda, Gray. Creo que ahora te mereces más enhorabuenas… -dijo con una sonrisa arrebatadora.

¿Dónde había aprendido eso trucos femeninos?, se preguntaba amargamente Jack. ¡ Se ponía un vestido y se convertía en Mata Hari! ¿Dónde estaba la Ellie que se arrastraba por el suelo arrancando matojos y pintaba paredes sin preocuparse por su aspecto?

– Se lo estaba contando a Jack. Aunque él solo pensaba en que salieras y lo rescataras.

Ellie lanzó una mirada a Jack. Pero no daba la sensación que él esperara que ella lo rescatara de nada. Parecía como si estuviese deseando que se fuese lo antes posible. Se volvió hacia Gray y Clare.

– Me alegro mucho por vosotros. Alice agradecerá mucho tener un primo. ¿Verdad? -pellizcó la nariz de Alice.

– ¡Gih! -dijo Alice, y sonó tan claramente como un «¡sí!» que todos se rieron.

Era el día de Alice. Era muy joven y no se daba cuenta de que cumplía años, pero sabía que los cuatro mayores que estaban a su alrededor se hallaban pendientes de ella. El mal humor de Jack desapareció en cuanto se fijó en Alice. Era imposible resistirse a sus miradas y a sus juegos. Él haría lo que fuese por ella. Era el motivo por el que iba a casarse con Ellie. ¿Qué importaba si ella estaba enamorada de otro si, al fin y al cabo, se iba a quedar por Alice? Miró de soslayo a Ellie. Estaba sentada tranquilamente, se reía con las gracias de Alice y estaba radiante con su vestido rojo. Sintió un vuelco en el corazón.

Más tarde, cuando Alice se había dormido, acompañó a Ellie hasta el coche.

– Siento no haberte servido de mucha compañía -dijo para romper el silencio.

– No importa. Comprendo que estuvieses pensando en Pippa. Ha debido ser un día difícil para ti.

– No ha sido eso -dijo con sinceridad-. Desde luego que he pensado en ella, pero… no sé que ha pasado -confesó con un suspiro-. Será que hay que hacerse a la idea -miró a Ellie y le dio la sensación de que a pesar de conocerse tanto había algo oculto en ella. Siempre había pensado que Ellie era clara y diáfana, pero cuanto más la conocía, más misteriosa le parecía-. En cualquier caso, hemos pasado el primer obstáculo -dijo intentando darle un tono más ligero a la conversación-. No es que estuviera deseando contárselo a Clare, pero parece que lo acepta. Solo falta convencer a tu familia. ¿Se lo has dicho?

– Sí.

– ¿Cómo lo han tomado?

– Mamá está encantada y ya está haciendo planes para la boda. Papá no habla mucho, pero creo que está contento. Kevin y Sue también están felices, creo que fue un alivio saber que no pensaba quedarme con ellos para siempre.

– ¿Y Lizzy?

– Sospecha algo -reconoció- Sabe lo que sientes por Pippa, y me conoce. Adivinó la verdad enseguida.

Jack la miró.

– ¿La verdad?

– Que tú solo quieres una madre para Alice.

– ¿También adivinó tu verdad?

Ellie miró a otro lado.

– Ella cree que yo haría cualquier cosa por quedarme en el campo. No dije nada más.

– Entonces, ¿reconociste que había adivinado la verdad?

– No -Ellie se encogió de hombros como queriendo quitarse un peso de encima-. No me gusta mentir a Lizzy, pero sabes lo romántica que se pone con el matrimonio. Cree que solo te debes casar si estás locamente enamorada y todo es perfecto. Tuve que fingir que esa era nuestra situación.

Jack se apoyó en el coche y cruzó los brazos.

– ¿Te creyó?

– No estoy segura. Creo que no, no del todo. Claro, preguntó cuándo había pasado todo y yo dije que nos habíamos conocido mejor mientras te ayudaba con Waverley, pero me parece que no la convencí. ¡Quería saber todos los detalles!

Jack se podía imaginar la reacción de Lizzy ante la cautela de Ellie.

– ¿Qué tipo de detalles? -preguntó con picardía.

– Te los puedes imaginar -Ellie fijó la mirada en la puerta del coche-. Cómo nos enamoramos, cuándo nos dimos el primer beso, qué sentí… Ese tipo de cosas.

– ¿Qué dijiste?

Ella se atrevió a dirigirle una mirada y comprobó que los ojos le brillaban con una sonrisa oculta. Para él era muy fácil verlo como algo gracioso, pensó con resentimiento. No había estado una hora hablando con Lizzy por teléfono, oyendo preguntas a las que no podía responder.

– ¿Sobre qué? -preguntó furiosa.

– Sobre nuestro primer beso.

– Que fue maravilloso, faltaría más. No iba a decirle que no te he besado, ¿verdad?

– No, si quieres que crea que estamos apasionadamente enamorados.

– Me dijo que pensaba venir el próximo fin de semana para verlo con sus propios ojos. Ya ha dicho a mamá y a papá que hay que ir pensando en una fiesta de compromiso. Intenté explicarles que estamos muy ocupados con Waverley, pero creo que fue una pérdida de tiempo: ya están muy ocupados invitando a media provincia. Que a ellos les gusten las fiestas no quiere decir que a mí me gusten. ¿Por qué no pueden dejarnos en paz?

– Pobre Ellie -no pudo evitar reírse al ver su expresión-. Solo quieren que sea algo especial para ti. No será para tanto.

– Sí lo será. Será espantoso. No podré estar tranquila ni un minuto. Irá todo el mundo, y Lizzy nos analizará con microscopio para saber si estamos enamorados o no.

– Tendremos que estar preparados para hacer una representación convincente, ¿no?

– Y eso, ¿cómo se hace? -preguntó, preocupada todavía por el lío de la fiesta.

– Bueno… -Jack fingió meditar sobre el asunto-. Podríamos besarnos -sugirió como sin darle importancia.

– ¿Be… besarnos?

– Suele pasar en las fiestas de compromiso.

– Lo sé… pero.

– No hay inconveniente, ¿verdad?

– No, no… claro… Por lo menos… -era incapaz de explicar a Jack por qué la idea de besarlo la desconcertaba tanto.

– Si lo hay, quizá deberíamos practicar ahora -dijo Jack como si hubiese caído en la cuenta de algo.

– ¿Practicar…?

– En la fiesta tendré que besarte, y en la boda. Estaba pensando que a lo mejor era una buena idea besarte ahora para que no pareciese que nos dábamos el primer beso ese día. ¿A ti qué te parece?

Todo parecía normal y corriente, como si fuese un apretón de manos. La cara de Jack no decía nada, pero las arrugas de los ojos y las comisuras de los labios lo delataban. En ese momento Ellie no sabía si lo quería o lo odiaba por encontrar tan divertida la idea de besarla.

– No sé… -dijo envaradamente.

– Por lo menos, si alguien vuelve a preguntarte por el primer beso, podrás decir algo. No lo haré si tú no quieres.

El corazón de Ellie latía lenta y dolorosamente y su garganta estaba tan seca que apenas podía respirar. Miró a Jack con recelo, tenía miedo a que, después de todo, estuviese burlándose de ella. Estaba deseando besarlo, pero también temía lo que podría revelar si lo hacía. Antes de que respondiera, Jack hizo ademán de alejarse.

– No -dijo ella involuntariamente. Él se paró y levantó las cejas. Había anhelado ese momento durante años. ¿Iba a dejarlo escapar?-. Quiero decir… creo que tienes razón. A lo mejor es una buena idea.

Lo era, pensó ella. Si tenía que hacer el ridículo, era preferible hacerlo sola con Jack en Bushman's Creek que en una fiesta delante de media provincia.

– Sí.

La mirada burlona desapareció de sus ojos. Las palabras de Ellie le habían sonado familiares, la torpeza al hablar sobre la idea del beso le recordó que era la misma Ellie de siempre, no una desconocida con un vestido rojo.

Sin embargo, a la hora de besarla su superioridad se había desvanecido. Se sentía absurdamente nervioso. Había besado a muchas mujeres, pero no como Ellie. Ellie era diferente.

La agarró por la cintura vacilando, como si fuese la primera vez que besaba a una mujer. Podía sentir el calor de su cuerpo y cómo su suave vestido permitía sentir la delicadeza de su piel.

Ellie estaba temblando. El corazón se le salía del pecho, parecía como si sus piernas hubiesen desaparecido, como si lo único que la mantuviesen en pie fuesen la manos de Jack.

Tenía que ayudarlo. Haciendo un gran esfuerzo intentó no perder la calma. Para Jack tenía que ser muy difícil besarla. Había notado sus dudas y sabía que estaría pensando en Pippa, la única mujer a la que quería besar.

Respiró hondo y puso las manos sobre los hombros de Jack. La suave camisa cubría unos músculos poderosos. Lo había amado por su encanto irresistible, por una vaga sensación de peligro que nacía de su buen humor y amabilidad, por la calidez de sus ojos y su sonrisa que lo iluminaba todo, pero en ese momento solo sentía al hombre.

Quería deslizar sus manos por debajo de la camisa, sentir la dureza de su cuerpo y dejarse atrapar por su fuerza. El deseo físico la dominaba, sentía vértigo y el temor a sucumbir hizo que quisiese apartarse, pero Jack la atrajo hacia sí y, en ese momento, desapareció la última esperanza de resistencia.

Con un brazo la rodeaba y con la otra mano separó el pelo de su rostro antes de deslizaría por el cuello. Ellie no se movía, simplemente temblaba cada vez que un dedo acariciaba su mejilla. Sabía que estaba perdida.

– Mírame, Ellie -dijo Jack con una voz tan profunda que pareció atravesarla.

Lentamente y sin ofrecer resistencia, Ellie levantó los ojos. Jack la miraba con una expresión impenetrable, pero acariciaba su pelo y la sujetaba firmemente. La larga espera terminó, Jack inclinó la cabeza y la besó, fue un beso muy ligero, pero sentir aquellos labios hizo que jadeara y que sus dedos se aferraran a la camisa. Cuando Jack se separó, casi inmediatamente, tuvo que reprimir un grito de queja.

Así que eso era todo. Ellie sintió una decepción terrible. Abrió los ojos, pero no le salían las palabras. No conocía ningún truco para hacerle saber cuánto deseaba que la volviera a besar. Solo podía mirarlo atontada.

Jack se proponía dejarla marchar. En realidad ella no quería besarlo. Un leve beso había sido suficiente.

Pero la dulzura de sus labios lo había pillado desprevenido y, en vez de dejarla marchar, como pretendía, bajó las manos y la abrazó con más fuerza. Antes de saber lo que estaba pasando se encontró que la besaba como una chica vestida de rojo merece que la besen.

Una mezcla de placer y tranquilidad se apoderó de Ellie. Y se fundió con él, sin temor a entregarse, sin temor a las complicaciones, sin pensar en nada que no fuese Jack y la maravillosa sensación de estar entre sus brazos. Acariciaba su cuello abandonada a un dulce placer que recorría todas sus venas. La boca de Jack la embriagaba y la fuerza de su brazo la dominaba.

A Ellie no le importaba que no hubiese estrellas ni que el escenario de su primer beso no fuese muy romántico. No le importaba estar en un patio polvoriento, ni que Jack no le hubiese hecho caso durante todo el día, ni que para él ese beso no fuese más que un divertido ensayo. Solo le importaba que era su turno, que sus brazos la rodeaban y que sus labios la besaban.

Ellie no llegó a saber cuánto había durado el beso. Pudo ser un segundo o una hora. Todo lo que llegó a saber fue que había sido demasiado corto. Cuando Jack la soltó, se apoyó temblorosamente en la puerta del coche, insensible a todo lo que la rodeaba. Todo giraba a su alrededor. Jack se repuso primero.

– ¿Crees que habría convencido a Lizzy? -intentó parecer despreocupado, pero la voz le salió entrecortada.

– Espero que sí -contesto Ellie. Casi la había convencido a ella misma. Buscó el tirador de la puerta sin poder mirarlo a los ojos y se subió al coche-. Será… será mejor que me vaya -consiguió balbucir.

Jack observó cómo se sentaba y metía la llave con torpeza. Todavía estaba desconcertado, todavía sentía la dulzura de sus labios y la frescura de su cuerpo. Habría querido besarla otra vez, pero sus ojos tenían una expresión tan dura y se había metido en el coche tan rápidamente que, por primera vez, dudó de que le hubiese gustado el beso. Cerró la puerta y se apartó.

Ellie, consciente de que la estaba mirando, se puso nerviosa y le costó Dios y ayuda arrancar el coche, pero al final lo consiguió y lo miró convencida de que estaría riéndose de su atolondramiento.

Jack no se reía. La miraba con una expresión ligeramente preocupada, que se disipó cuando ella bajó la ventanilla para despedirse.

– ¿Les comentarás a Gray y Clare lo de la fiesta? -dijo un poco envarada.

– Desde luego -contestó Jack, también tenso. Dudó, le preocupaba la palidez de su rostro y la rigidez con que agarraba el volante-. ¿Te encuentras bien? -preguntó cambiando el tono.

– Sí, perfectamente.

– ¿Te ha importado besarme?

– Claro que no -dijo Ellie con una sonrisa muy poco convincente-. Al fin y al cabo, soy yo quien quiere convencer a mi familia. Es parte del trato.

El trato. El motivo por el que se iban a casar. El motivo por el que ella estaba allí. El motivo que había olvidado mientras la besaba.

– Es verdad, el trato -dijo Jack con una voz inexpresiva. Se apartó y ella se marchó.

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