CAPÍTULO 5

EL FIN de semana siguiente Jack no quería ir a la fiesta de compromiso. Había estado toda la semana de un humor de perros. Él había sido el culpable del beso. Al principio le había parecido una buena idea, pero no había calculado que pudiera llegar a tenerlo presente en todo momento. Estaba desconcertado porque Ellie se le aparecía en los momentos más inesperados: su vestido rojo, sus piernas esbeltas, la dulzura de sus labios; a veces las manos de Jack sentían su piel a través del vestido. Cuando ocurría eso, intentaba apartar el recuerdo de su mente. Es Ellie, nada más, se intentaba convencer con demasiada frecuencia. Había besado con más pasión a mujeres mucho más hermosas. No había ningún motivo para que ese beso lo hiciera sentirse desasosegado. Ni siquiera parecía que hubiese impresionado mucho a Ellie. Solo era parte del trato.

Jack iba sentado en el asiento de atrás con Alice, mientras Gray y Clare charlaban animadamente camino de la fiesta. Durante la semana había estado a punto de llamar a Ellie varias veces para cancelarlo todo, pero cada vez que descolgaba el teléfono se acordaba de Alice. Alice, la hija de Pippa. Alice necesitaba una madre y por eso se casaba con Ellie. Estaba haciendo lo que tenía que hacer, se dijo a sí mismo mientras miraba a su hija dormida. Solo esperaba no haberlo estropeado todo con el beso.

Jack sabía que, a pesar de todas sus dudas, estaba desando volver a verla. Aunque no tendría por qué hacerlo. Se suponía que Ellie debía ser una amiga amable y poco exigente, una buena compañía, alguien a quien acudir cuando la necesitara, pero no alguien en quien pensar constantemente. Jack asomó la cabeza por la ventanilla. No se esperaba de Ellie que se pusiese vestidos rojos que lo desconcertaran.

Su humor no mejoró cuando llegó a la fiesta y comprobó que volvía a llevar el maldito vestido y estaba todavía más hermosa. Representaba a la perfección el papel de mujer enamorada. Debería estarle agradecido por ello, pero por algún motivo no lo estaba. No le gustaba el brillo de sus ojos mientras hablaba y reía. No le gustaba que los hombres que ella conocía de siempre se apiñaran a su alrededor. No le gustaba la forma en que la miraban.

Jack miraba a Ellie con furia. No hacía falta que le dijeran que el hombre al que amaba estaba ahí. Ese día tenía un brillo especial y, desde luego, no era por él. Se encontró estudiando el rostro de todos los hombres que estaban ahí, y preguntándose cuál era el responsable de que estuviese tan radiante. Debería ser un poco más digna. Le había dicho que no tenía esperanza de que le correspondieran su amor, ¿entonces por qué sonreía de esa forma?, ¿por qué llevaba el vestido rojo?

Desde el otro lado de la habitación, Ellie había visto el gesto de Jack y reprimió un suspiro. Estaba muy nerviosa desde el beso y lo disimulaba con un aire de felicidad exagerada. Era muy importante que Jack no sospechase lo que había significado el beso para ella. Lo horrorizaría saber que desde el beso no había dormido, que había revivido cada segundo de placer.

Desde el momento en el que entró en la fiesta había quedado claro que Jack no sentía lo mismo. Ellie había notado cuánto se arrepentía del beso y estaba segura de que estaba espantado porque a lo mejor ella lo había malinterpretado. «No tiene por qué preocuparse», pensó Ellie con orgullo, «no pienso ponerlo en una situación comprometida». Sonrió a Jack con la intención de tranquilizarlo, pero no recibió respuesta. El sí sonreía a todo el mundo, incluso al grupo de ex novias que lo felicitaban muy cariñosamente. Durante la fiesta Jack la evitó. Ellie empezó a sentirse furiosa. ¡No era culpa de ella si Jack la había besado! Si no quería casarse, que lo hubiese dicho, pero si había ido a la fiesta, podía hacer un esfuerzo por comportarse como un novio. Ellie, por consideración hacia su familia, resistió la tentación de dirigirse a donde estaba Jack, apartar todas las manos femeninas que tenía sobre sus hombros y decirle que si lo único que quería era un ama de llaves gratis que se buscase a otra. Sus padres estaban tan contentos por ella que no podía decepcionarlos. Ellie levantó la cabeza y esbozó una sonrisa maravillosa. Pensaba pasar por una novia inmensamente feliz, aunque le costase la vida.

Conocía a todo el mundo desde que era niña, así que no le iba a costar mucho divertirse; de no ser porque no podía desdeñar a Jack como él la desdeñaba a ella. Cada vez que lo miraba estaba con una chica distinta. Todas eran rubias y guapísimas, y estaba segura que todas sabían lo que se sentía cuando Jack te besa.

De repente se vio desbordada por un sentimiento de desolación. ¿A quién iba a engañar? Cualquiera con dos ojos en la cara se podía dar cuenta de que ella no era su tipo. ¿Iba a creerse alguien que Jack la había elegido a ella entre todas esas chicas? Desde luego que no. La maravillosa sonrisa desapareció de su rostro, se sintió humillada y expuesta a las miradas de todos. Tenía que irse. Balbució una excusa y salió de la habitación. Se fue al porche trasero, protegido por unas frondosas ramas que le daban sombra. Se oían voces en la cocina, donde su madre y familia preparaban ensaladas entre risas y bromas. Ellie se sentó en una de las viejas sillas, disfrutando del silencio y de la tranquilidad de estar sola.

– ¿Qué haces aquí?

Ellie se giró bruscamente al oír la voz de Jack. Avanzaba por el porche hacia ella con un aspecto tremendo. El corazón le dio un vuelco, en parte por el susto y en parte por la furia que sentía por quererlo tanto, incluso cuando era tan desconsiderado.

– ¿Tú que crees…? -contestó, dejando claro su enfado. ¿A santo de qué iba a estar él enfadado?

– ¿Vas a encontrarte con tu famoso enamorado? -dijo Jack con una voz deliberadamente ofensiva.

Ellie se quedó tan impresionada que solo pudo mirarlo fijamente.

– ¿Cómo dices…?

– He visto cómo mirabas alrededor para que nadie te viese salir. Era evidente que ibas a encontrarte con alguien. Creía que me habías dicho que no había nada entre vosotros.

– Y no lo hay -dijo secamente.

– Ya… -Jack no intentaba disimular su incredulidad-. Entonces, ¿por qué te escabullíste así?

– No me he escabullido. Necesitaba aire, solo quería estar sola un rato. No quiero que nadie me siga.

Jack no se dio por aludido. Se sentó en la silla de al lado.

– ¿Por qué no?

– Porque no me gustan las fiestas.

– Casi me engañas, creí que te lo estabas pasando muy bien.

– ¿Por qué iba a estar pasándomelo muy bien, Jack? -preguntó con una tranquilidad reveladora-. Me he pasado el día mintiendo a mi familia y amigos. He tenido que fingir que estaba enamorada de un hombre que no me hacía ningún caso. He tenido que soportar la miradas de lástima de todas tus ex novias, que se preguntan sin disimulo por qué te casas conmigo cuando no te intereso lo más mínimo. ¿Crees que tiene algo de divertido?

Jack frunció el ceño.

– Si no te he hecho caso, ha sido porque no he podido acercarme a ti en todo el día. Cada vez que te miraba parecías estar feliz de ser el centro de la reunión…

– A eso se le llama hacer un esfuerzo -cortó Ellie-Papá y mamá han hecho todo lo posible por organizarnos esta fiesta y se habrían sentido muy disgustados si no me hubiesen visto inmensamente feliz. ¡Desde luego que parecía que me lo estaba pasando muy bien! ¿Qué esperabas que hiciera?, ¿que pareciese una desgraciada?

– Coquetear con todo el mundo es una forma muy curiosa de demostrar a tus padres que tu compromiso te hace feliz -dijo Jack sin ninguna consideración.

Era tan injusto que Eilie sin quedó sin respiración por un momento.

– ¿Coquetear…? -dijo con un hilo de voz-. ¡No he coqueteado con nadie!, ¡no sabría ni cómo hacerlo!

– Yo no diría lo mismo -dijo Jack con una sonrisa burlona-. Es más, creo que eres una artista de la imagen inocente y desvalida. Nadie te podrá acusar de haber elegido a alguien en concreto, aunque yo creo que ese era tu propósito. ¡Yo he debido ser el único hombre con el que no has coqueteado!

– Quizá lo hubiese hecho si te hubieses acercado a mí -dijo Ellie fuera de sí-. Evidentemente tenías mejores cosas que hacer. ¡Me sorprende que te dieses cuenta siquiera de lo que hacía!

– ¡Desde luego que me di cuenta!

Jack miró a Ellie con fiereza, pero aun así su presencia lo turbaba. El vestido rojo era como una llamarada en la sombra, sus verdes ojos lo miraban con furia y todo en ella era intenso, de una intensidad impresionante. De repente, el recuerdo del beso se apoderó de Jack. Se levantó bruscamente y se apoyó en la barandilla del porche, de espaldas a Ellie.

– Se supone que estarnos comprometidos.

– ¡Todavía te acuerdas…! -Ellie no había discutido con Jack jamás en su vida y comprobar que podía enfadarse con él le resultaba estimulante-. ¡A lo mejor eso explica por qué me has evitado todo el rato y has prestado tanta atención a todas tus ex novias!

Jack apretó los dientes.

– Solo me he reencontrado con viejos amigos.

– Qué curioso que todos tus viejos amigos sean jóvenes, mujeres y muy guapas.

Ser sarcástica no era el estilo de Ellie y a Jack no le gustaba nada. Se dio la vuelta para mirarla.

– No seas ridicula, he hablado con casi todo el mundo, algo que tú no has hecho. He sido amable con tus tías, le he dado la razón a tu padre y he sufrido un interrogatorio de tu madre y Lizzy. Habría hablado contigo, pero no he podido acercarme en todo el día. ¡Tendría que haberme peleado con todos esos hombres deseosos de echarte una mirada vestida con ese traje!

El silencio se podía cortar con un cuchillo. Se miraban con desprecio, aunque ambos estaban impresionados por la discusión que se había organizado y porque se les había escapado de las manos.

– Él está aquí, ¿verdad? -preguntó Jack con otra voz.

– ¿Quién…?

– El hombre del que estás enamorada.

Ellie lo miró y suspiró.

– Sí -contestó después de un rato.

– Estaba seguro -dijo Jack sin mirarla-. Es como si alguien te iluminara. A Pippa le pasaba lo mismo. Decía que era porque sabía que yo estaba cerca.

Ellie no quería oír hablar de Pippa. Se levantó y se acercó a Jack.

– En efecto, eso es lo que pasa.

– ¿Está casado?

– No quiero hablar de eso.

– Todos los hombres solteros de la región estaban como moscones a tu alrededor -insistió Jack-. No había ni uno solo que no hubiese saltado ante la más mínima posibilidad de bajarte la cremallera. Podrías haber elegido el que quisieras, así que debe ser otro.

– Jack -Ellie apretó los dientes y habló muy despacio-, no voy a hablar de eso.

– No se lo diré a nadie, solo quiero saberlo.

– No te importa.

– ¡Cómo que no!, nos vamos a casar.

– Hicimos un trato -dijo con frialdad-. Te expliqué la situación y dijiste que la entendías. No puedo contarte nada más.

– ¿Eso es todo…? -Jack la miraba con una mezcla de desconcierto y frustración-. ¿Tengo que aguantarme cada vez que te ilumines porque ese tipo está en la misma habitación que tú?

En ese momento un sonido de tacones anunció que Lizzy se acercaba.

– ¡Por fin…!, ¿por qué demonios os escondéis aquí? Os he buscado por todos lados. Queremos brindar y papá va a hacer un discurso… -se calló en el momento en que se dio cuenta de que Ellie y Jack estaban rígidos y separados-. Mmm… Me huele a tensión en el ambiente, ¿qué pasa?

– Nada -dijo Ellie.

– Una pequeña discusión de enamorados, ¿verdad, cariño? -dijo Jack.

Ellie solo lo miró y Lizzy torció el gesto.

– ¿Pensáis daros un beso y hacer las paces o le digo a papá que no hay boda? -preguntó Lizzy con aire inocente.

– Claro que hay boda -la suavidad de la voz de Jack contrastaba con la tensión de su mano, que agarrraba la muñeca de Ellie-. Puedes decirles que preparen las copas. Vamos enseguida.

Jack, ante la mirada divertida de Lizzy, prácticamente arrastró a Ellie. Esta casi tenía que correr para poder seguir su paso y solo consiguió forzar una sonrisa antes de que Jack la dejara en frente de su padre.

Para sorpresa suya, nadie la miraba con extrañeza y todo el mundo sonreía mientras su padre empezaba el discurso. ¿No se daban cuenta de que la sonrisa de Jack no encajaba con la ira de sus ojos?, ¿de que agarraba su mano con absoluta frialdad?, ¿de que el aire que los separaba estaba cargado de reproches?

Solo Lizzy parecía darse cuenta y, en vez de estar preocupada, sonreía feliz. Ellie la miró con recelo. Era la única que había dudado cuando se anunció la boda y había esperado a verlos juntos antes de formarse un juicio. Entonces, ¿por qué parecía tan satisfecha?

El discurso de su padre se le hizo larguísimo. Todo el mundo reía sus chistes malos y, al final, todos asintieron con la cabeza cuando dijo que Jack y Ellie estaban hechos el uno para el otro. Jack apretó la mano hasta hacerle daño.

– Por lo tanto, me gustaría levantar mi copa y brindar por un futuro feliz para Jack y Ellie.

«¡Por Ellie y Jack!», todo el mundo levantó su copa con tal ilusión que Ellie sintió un escalofrío. Hasta el momento, el trato que había hecho con Jack era un asunto de los dos; en ese instante le parecía un engaño para mucha gente que le importaba.

Cuando terminaron las felicitaciones y toda la algarabía, Ellie se encontró en el centro de todas las miradas. Esperaban que Jack la besara. Lo miró nerviosamente. Seguro que ponía una excusa, no podía besarla con la pelea tan presente. Intentó soltar la mano, pero Jack no la dejó. La atrajo hacia sí y la miró con una sonrisa que le puso un nudo en la boca del estomago. Abrió la boca para decir algo, no sabía qué, pero era demasiado tarde. Jack la tenía firmemente entre sus brazos, besó su boca antes de que pudiera emitir una palabra. No se pareció en nada al otro beso. No había ternura ni asomo de placer. Era un desafío. Los labios de Jack eran duros y exigentes, y sus manos como tenazas. La ira fluía entre ellos como una corriente eléctrica. Ellie se quedó petrificada por la intensidad de su respuesta. Notaba cómo se apoderaba de ella sin poderla controlar, aunque con júbilo. ¿Que Jack quería castigarla? De acuerdo, ¡estaba cansada de ser la dulce y buena Ellie que siempre aguantaba sus cambios de humor sin preguntar! ¡Si aquel beso era un desafío, iba a aceptarlo! Ellie le devolvió el beso desafiante, casi provocadoramente. Se había olvidado de que había gente alrededor y de que todos los estaban mirando, del trato y de los motivos por los que estaban ahí. Nada importaba, solo el choque de dos voluntades y una marea oscura y peligrosa que los arrastraba.

En un momento dado todo cambió y la feroz competencia se convirtió en un placer tan intenso que tuvo que agarrarse más fuerte a Jack para no perder el equilibrio. Era como si sus bocas estuviesen hechas para moverse juntas y las manos de Jack estuviesen diseñadas especialmente para deslizarse por su espalda, para atraerla más cerca.

– ¡Eh, un respiro! -dijo alguien-. ¡Hay niños!

Hubo un estallido de risas y bromas que sacó a Ellie como de otro planeta. No tenía nada que ver con Jack ni con ella y, cuando él se separó, murmuró instintivamente una queja. Jack primero dudó, pero luego decidió no responder. Cuando por fin se separaron, Ellie pudo comprobar que estaban rodeados de caras sonrientes. ¿Qué había pasado? Habían empezado a besarse con furia y de repente… Solo sabía que se sentía aturdida y desconcertada. Sus ojos y los de Jack se encontraron casi contra su voluntad. Parecía horrorizado y se miraron con consternación, demasiado impresionados como para importarles lo que pudieran pensar los demás. Por algún motivo todo el mundo encontró gracioso su comportamiento y volvieron a levantar sus copas: «¡Por Jack y Ellie!».

Cuando se fue el último invitado, Ellie estaba agotada. Había conseguido reponerse y siguió charlando animadamente con todo el mundo, como si Jack la besara todos los días, pero estaba deseando que se fuesen todos para dejar de sonreír y estar sola.

Jack y ella no habían vuelto a tocarse. Jack tenía a Alice entre los brazos para no tener que llevarla de la mano ni pasar su brazo por sus hombros. Ellie pensó que era mejor así, pero no podía evitar sentirse muy sola. Apenas hablaron hasta que él se despidió, acompañado de Clare y Gray. Llevaba a Alice y Ellie se entretuvo con ella para evitar la mirada de Jack.

– Pensaba volver a Waverley la semana que viene, ¿qué te parece?

No estaba segura de si lo que quería era que se inventase una excusa para no ir, pero su hermano y su cuñada estaban delante y sabían perfectamente que no tenía nada que hacer. Además, ¿no era preferible fingir que no pasaba nada?

– Muy bien -dijo con una sonrisa-, todavía tengo que terminar unas ventanas.

– Gray y yo nos tenemos que reunir mañana y el martes, así que no podré ir antes del miércoles -dijo Jack con la misma cortesía forzada -. Si te parece bien, te recogeré de camino.

– Perfecto.

Jack dudó un segundo, como si fuese a decir algo más, pero al final solo asintió con la cabeza.

– Hasta el miércoles.

Ellie observó cómo se metía con Alice en el coche sin ni siquiera volverse para mirarla. Se quedó un buen rato de pie viendo cómo se iban y, cuando se dio la vuelta, comprobó que Lizzy también estaba ahí mirándola con una expresión muy rara.

– ¿Qué? -dijo Ellie a la defensiva, aunque Lizzy no había dicho nada.

– Me estaba acordando de que me quedé horrorizada cuando me dijiste que te ibas a casar con Jack -dijo Lizzy-. Creía que os casabais por un motivo equivocado y, cuando he visto lo fríamente que os habéis felicitado, me he convencido de ello, dijeses lo que dijeses. Pero cuando os he visto discutir he comprendido que estaba equivocada y que tú tenías razón.

– ¿En serio? -Ellie miraba a su hermana sin saber muy bien de lo que estaba hablando.

– Desde luego… cuando entré estabais discutiendo de verdad. Y eso es una señal muy buena.

– ¿Tú crees?

– Venga Ellie, no habías discutido jamás en tu vida; y creo que no había visto nunca a Jack tan enfadado. No habríais discutido de esa forma si no hubiese algo especial entre vosotros. Para discutir así con alguien te tiene que importar mucho; y para besarlo de esa forma… -sonrió un poco pensativa-. ¡Ojalá encontrase yo a alguien así, que me besase sin importarle lo que tiene alrededor! Creo que tienes mucha suerte, Ellie.

– Lizzy… -Ellie empezó a hablar, pero se calló. Había estado a punto de decirle la verdad. Pero su hermana parecía tan feliz que no quiso decepcionarla.

Se giró y vio cómo se alejaba el coche con Jack dentro.

Sus labios todavía temblaban por el beso y su cuerpo todavía se estremecía. Quizá no hubiese sido como ella quería, pero por lo menos la había besado. Podía haberse quedado trabajando en la ciudad y añorando el campo, pensó Ellie. Podía haber estado en la fiesta de compromiso de Jack con otra mujer que sería la madre de Alice. Pero, no. Se iba a casar con Jack y viviría en Waverley con él. No era todo lo que ella quería, pero era bastante. Era suficiente.


Jack pasó a recogerla el miércoles a primera hora.

– Hola Ellie.

– Hola -dijo, muy animada mientras hacía muchos aspavientos con el cinturón de seguridad para no tener que mirarlo directamente a los ojos.

Se había propuesto actuar con naturalidad. Había meditado mucho desde la fiesta. El beso permanecía en su memoria intacto y perturbador. Seguía molesta por lo traicioneramente que había respondido su cuerpo. Solo tenía que fingir que en la fiesta no había pasado nada fuera de lo normal, que él no la había besado y que ella no le había correspondido con ese anhelo. Muy fácil de decir, pero no de hacer, porque en cuanto él aparecía su cuerpo dejaba de escuchar a su mente.

La presencia de Jack la atormentaba. Sentía ese nudo en el estomago tan conocido, la misma sacudida que notaba siempre que lo veía, siempre que se acordaba de su sonrisa o de la forma en que se ponía el sombrero.

Él parecía concentrado pilotando la avioneta. Ellie aprovechó la situación para mirarlo de reojo Estaba tranquilo; sus manos, firmes y seguras sobre los mandos; sus ojos, fijos en el panel. Todo le resultaba familiar, las arrugas de los ojos, sus facciones angulosas su boca. Pero ya sabía lo excitantes que eran esos labios cuando besaban los suyos, la fuerza que tenían esas manos y lo duro que era su cuerpo. Todo era ya diferente.

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