CAPÍTULO 7

ELLIE NO respondió. Asintió con la cabeza y tomó su mano. Fuera, la noche era fría y estrellada. Ellie miró al cielo y suspiró.

– Gracias -dijo después de un rato.

– Vi cómo mirabas a Clare y Gray. Vi tu cara cuando creías que nadie podía verte -dudó al recordar lo vacío de su expresión-. Sé cuánto te ha costado mantener la sonrisa todo el día. Nadie podía imaginarse que no era la boda que querías.

– Tampoco era la boda que tú querías -dijo en voz baja.

– No -dijo después de una pausa.

Todavía sujetaba su mano y Ellie notaba mucho su presencia, era una figura oscura y sólida a la luz de las estrellas. Su camisa blanca brillaba en la oscuridad y, a medida que su visión se iba adaptando, pudo apreciar más detalles: la corbata suelta, el cuello de la camisa desabrochado, la firmeza de su mandíbula. Sus ojos se posaron en su boca y pudo sentir la calidez del beso que le había dado, como si sus manos todavía sujetaran su rostro. Ellie separó la mano y se dirigió hacia la fiesta.

– ¿No… no crees que nos pueden echar de menos? -preguntó con la esperanza de que Jack no se diese cuenta del tono agitado de su voz.

Negó con la cabeza mientras avanzaban juntos.

– La fiesta está en su mejor momento. A nadie le parecerá extraño, aunque nos hayan visto salir. Estamos casados.

– Así es. Todavía no me lo puedo creer.

– Me lo imagino. Les dije a Gray y Kevin que no quería jaleo, así que espero que nos ahorren todas las típicas bromas. Con un poco de suerte, si alguien nos ha visto salir, pensará que estamos deseando irnos a la cama.

– Seguro…

Había tal desolación en la voz de Ellie que Jack se arrepintió de no haber pensado un poco lo que iba a decir. Ellie estaba en el último escalón del porche y Jack la detuvo.

– No tienes que preocuparte, Ellie -dijo bruscamente.

– ¿De que…?

– De dormir juntos. Hoy tendremos que compartir el dormitorio. Pero solo será por una noche -su sonrisa brillaba en la oscuridad con un gesto extraño-. No te tocaré. Y mañana, cuando se haya ido todo el mundo, me pasaré al dormitorio que hay al lado del de Alice.

– Entiendo.

– Supongo que deberíamos haber hablado de esto antes -Jack parecía desanimado por la falta de respuesta-. Simplemente me imaginaba que no querrías dormir conmigo.

Su afirmación no daba lugar a una respuesta. ¿Qué quería que dijese? «Oh, no Jack quiero que me hagas el amor toda la noche, todas las noches. Quiero estar en la cama a tu lado y acariciar tu cuerpo. Quiero besarte hasta que me quede sin respiración y entonces quiero que me beses tú», ¿eso quería que dijese? No podía decir la verdad, pero si no decía algo a lo mejor no volvía a tener la oportunidad.

– Bueno yo…

– Sé que te resulta difícil -dijo Jack rápidamente al notar que no sabía qué responder-. Estás enamorada de otro hombre y, naturalmente, no querrás meterte en la cama conmigo. No quiero que pienses que alguna vez he creído lo contrario.

– Nunca lo pensé -Ellie se recogió la falda y volvió a subir los escalones para alejarse de la presencia de Jack y de la tentación de no resistir y decirle la verdad. El esfuerzo por parecer tranquila hizo que su voz sonase fría-. Nunca pensé que quisieras acostarte conmigo.

– ¿No?

Lo seco de la réplica la detuvo en el segundo escalón, se giró lentamente, casi con temor, y lo miró. Estaba al pie de la escalera, aparentemente tranquilo. Tenía la chaqueta echada sobre los hombros y una expresión burlona que la desconcertó.

– No… bueno… quiero decir… quedamos en que seríamos amigos…

Jack la miró. Ella se mantenía sobre los escalones como en equilibrio, con una mano sujetaba su vestido de novia que caía en delicados pliegues. La seda se reflejaba sobre su piel dándole un tono parecido al de las estrellas y sus ojos eran como dos profundos estanques en su pálido rostro.

– En efecto, eso es lo que dijimos, ¿no? -dijo con media sonrisa-. Y eso es lo que seremos -Ellie lo miró sin saber qué pensar. ¿No quería que fuesen amigos? Dudó, pero antes de que pudiera preguntarle por el tono de su voz, Jack había subido las escaleras y la esperaba con la puerta de la casa abierta de par en par, como si no hubiese nada más que comentar-. Lizzy quería saber dónde íbamos a dormir -Jack siguió en tono seco e impersonal-. Sabe que todavía no nos hemos mudado del todo y creo que quería estar segura de que el dormitorio te iba a gustar.

Abrió la puerta del dormitorio principal e hizo un gesto a Ellie para que entrara. Se podría decir que ella entró dando un rodeo, en un intento exagerado de no rozarlo ni hacer nada que se pudiera interpretar como una sugerencia no deseada. Era una de la últimas habitaciones que habían decorado juntos. Ellie se acordaba de cuando la pintaron y de que ella se preguntaba si alguna vez sería la habitación que compartirían. Pues bien, lo iba a ser, aunque fuese por una noche. Además, Lizzy había puesto algo de su parte para crear un ambiente romántico. Había flores sobre la cómoda, una lámpara iluminaba levemente la cama y un camisón de encaje esperaba sugerente sobre la almohada.

– Vaya… -dijo Ellie débilmente.

– Nadie podrá acusar a Lizzy de no hacer todo lo posible por ti -Jack intentó hacer una broma y Ellie lo miró.

– No -dijo, emocionada.

Se hizo el silencio y el camisón parecía burlarse de ellos desde la cama. Ellie, incapaz de seguir mirándolo, lo tomó con una expresión inconscientemente melancólica. Era precioso, era como un suspiro de seda y encaje, y debía haberle costado a Lizzy una fortuna. Era perfecto para una novia.

Para una novia de verdad.

Pudo notar que le brotaban las lágrimas y se las enjugó con furia mientras doblaba el camisón y lo metía en el cajón superior de la cómoda. Se aclaró la voz.

– Es precioso -dijo queriendo parecer indiferente-, pero no es el tipo de prenda que se pone una para dormir con un amigo.

– No -concedió Jack. Y se giró bruscamente sobre sus talones-. Voy a ver qué tal está Alice.

Una vez sola, Ellie deambuló por la habitación. Su cuerpo vibraba por la tensión y su cerebro estaba nublado por el cansancio, pero sabía que esa noche no podría dormir. Cómo iba a dormir si Jack estaría a su lado, tentador, al alcance de la mano. ¿Y si hablaba dormida?, ¿y si se giraba sobre él?, ¿cómo iba a evitar aferrarse a él y rogarle que le hiciera el amor?, ¿cómo iba a soportar ser su amiga? Se paró en seco y decidió que tendría que hacerlo. Solo era una noche. Se estaba poniendo nerviosa por nada. Porque no iba a pasar nada. Sería fácil, solo tenía que encontrar la vieja camiseta que usaba para dormir, lavarse la cara y acostarse. Cuando llegara Jack, le daría las buenas noches y se dormiría. En ese momento, Ellie se encontró con el primer escollo: no podía soltar el seguro de la cremallera del vestido. Se retorció y estiró los brazos todo lo que daban de sí, pero era imposible. Al final se rindió y se fue al cuarto de baño para lavarse la cara; acabaría encontrando una solución para eso.

La puerta del cuarto de Alice estaba entreabierta. Seguramente Jack seguía dentro, estaría esperando a que ella se pudiese cambiar sin prisas. Se sentía mejor después de lavarse los dientes y quitarse el maquillaje. Volvió a recorrer el pasillo camino del dormitorio con la cabeza bien alta. No iba a estropearlo todo haciendo una tontería. Al pasar por delante del cuarto de Alice, un movimiento captó su atención. La luz del pasillo entraba en la habitación justo hasta donde estaba la cuna y donde Jack, de pie, miraba una foto que tenía entre sus manos. En ese momento Jack levantó la cabeza y Ellie pudo ver, a pesar de la penumbra, que su expresión era de una tristeza tal que se le partió el corazón. No hacía falta ver la foto para saber que era la de Pippa, que siempre estaba junto a la cuna de Alice. Se miraron en silencio. Ellie se limitó a mirarlo con impotencia y deseando poder hacer algo para consolarlo. Se volvió y se alejó sin ruido, lo único que podía hacer por él era dejarlo solo con su pena y su hija.

Sus sentimientos eran tan frivolos comparados con los de Jack… Debía de haber sido un día terrible para él. Tenía que haber sido Pippa la que estuviera en su lugar. ¿Cómo había podido siquiera mirarla?, se preguntó Ellie, ¿cómo había podido siquiera sonreír? Ellie suspiró sentada en el borde de la cama. Pobre Jack, pobre Pippa, tanto amor y alegría, y ya nada.

– ¿Piensas dormir vestida así? -Jack estaba en el umbral de la puerta. Intentaba por todos los medios parecer natural.

– No -Ellie se levantó. Quiso seguir su tono y fingir que todo era normal-. No puedo bajar la cremallera, nada más…

– Ven, lo intentaré yo.

Jack entró en el cuarto y Ellie le dio la espalda, como si se colocará en el borde de un abismo. No podía fingir que todo era normal cuando Jack estaba sufriendo tanto.

– Oh, Jack… -dijo temblorosa-, lo siento… -él se paró. No dijo nada. Solo abrió los brazos y Ellie se dejó abrazar. Parecía que era ella la que necesitaba consuelo-. Ha tenido que ser un día horrible para ti -sus brazos rodeaban la espalda de Jack, su rostro se apoyaba en el hombro y podía oler su cuerpo cálido y masculino. Él se movió con una agilidad casi perezosa, pero era como una roca a la que podía aferrarse, su cuerpo era firme y sólido, y extrañamente protector.

– Y para ti -Jack apoyó su mejilla sobre el pelo de Ellie.

Se había fijado en la foto de Pippa al inclinarse sobre la cuna de Alice. Pippa le sonreía y Jack sintió un gran dolor por su pérdida al recordar su gracia y su belleza. Durante todo el día había pensado mucho en Pippa. Le había explicado a la fotografía el motivo de su boda, pero mientras estaba al borde de la cuna sus recuerdos se confundían con la presencia borrosa de Ellie. Con la tristeza de sus ojos mientras se acercaba a él. Con la melancolía con la que observaba a Clare y Gray. Con la forma en que miraba a las estrellas vestida de novia.

En ese momento, Jack la tenía entre sus brazos y sentía su suavidad y esbeltez. Podía oler su perfume, ligero y volátil, y sintió la seda del vestido al acariciarle delicadamente la espalda, como se acaricia a un animalito asustado.

Poco a poco el cuerpo de Ellie fue perdiendo la tensión. Se abandonó en brazos de Jack con un leve suspiro, el único estorbo eran los pasadores del pelo que se clavaban en su mejilla. El le quitó primero uno y luego el otro y su pelo cayó alrededor del rostro.

Ellie no protestó, aunque se separó un poco por la sorpresa, y se encontró con los ojos de Jack que miraban los suyos. Comprendieron que mientras durase el silencio, la sensación de consuelo iba dejando su lugar a algo mucho más perturbador, a algo que flotaba persistentemente en el aire y que se filtraba en sus cuerpos. Jack, lentamente, abrió las manos y dejó caer los pasadores al suelo, pero Ellie no reaccionó. Seguía quieta, sin dejar de mirar a Jack. Él metió los dedos en la melena de Ellie.

– Ellie… -dijo Jack con una voz profunda-, ¿no crees que aunque solo sea esta noche podríamos ser algo más que amigos?

Ellie lo miró muda. El corazón se le salía del pecho. Sabía lo que quería Jack. Quería olvidar su dolor, quería dejar de pensar y recordar, alejar por un momento su pasado. Ella no podía recuperar a Pippa, pero sí podía hacer eso por él.

– ¿Serviría de algo? -preguntó suavemente.

– Creo que sí -dijo gravemente mientras los dedos recorrían su piel desde la mejilla hasta el cuello- No quiero decir que todo se vaya a solucionar, pero a lo mejor nos viene bien superar esta noche, ¿tú que crees? -hablaba tan bajo que la voz parecía deslizarse sobre la piel de Ellie.

– Yo… creo que también -tenía la boca seca y todos sus sentidos esperaban el gesto más leve para reaccionar.

La mano de Jack le acariciaba la nuca por debajo del pelo.

– No quiero obligarte, Ellie. Puedes negarte. Lo sabes, ¿verdad?

– Sí, lo se.

Jack la atrajo lentamente. Tenía los labios sobre su sien, fueron bajando por su mejilla, cálidos, casi apremiantes, hasta detenerse en el borde de la boca.

– Solo es esta noche… -repitió él.

– Lo sé.

– Tú también necesitas consuelo, ¿verdad?

Notaba su aliento sobre los labios y cerró los ojos luchando contra el deseo.

– Sí -dijo como pudo-. Sí, también lo necesito.

– ¿No quieres decir no?

– No. Te quiero a ti -su voz era un suspiro, pero las palabras resonaban por toda la habitación. «Te quiero a ti. Te quiero a ti». Era verdad, pero Ellie no tenía intención de decírselo a Jack-. Solo por esta noche -añadió rápidamente.

– Solo por esta noche -dijo Jack. Sus labios se apoderaron de los de Ellie, quien jadeaba con una mezcla de alivio y excitación y tenía la extraña sensación de haber llegado a casa por fin. Rodeó su cuello con los brazos y se entregó a la embriagadora experiencia de ser besada por Jack, como siempre lo había deseado. Sabía que no era real, que no era para siempre, pero se conformaba con estar esa noche entre sus brazos y poder responder a sus besos. Al día siguiente volverían a fingir, pero en ese momento… no había necesidad de contenerse, ni temor a que Jack adivinase la verdad. Se consolaban el uno al otro. Jack la atrajo firmemente contra sí, sus manos le recorrían toda la espalda y Ellie se sentía derretida sobre su cuerpo, incapaz de pensar en nada que no fuese el cuerpo de Jack y la necesidad que crecía dentro de ella con cada beso y cada caricia-. ¿No querías que te desabrochara el vestido? -murmuró seductoramente.

– Sí -dijo sin respiración y con un escalofrío al sentir la sonrisa sobre su cuello.

– Veré lo que puedo hacer.

Sus manos se deslizaron sobre los hombros hasta alcanzar el cierre de la cremallera. Le costó desabrocharlo, porque Ellie no paraba de besarle el cuello y manipular los botones de la camisa. Se encontraba torpe y apresurado, hasta que por fin, de un tirón, consiguió soltarlo. Jack bajó la cremallera lujuriosamente hasta el final de la espalda mientras le besaba el cuello hasta alcanzar la delicada curva de los hombros. Volvió a subir las manos hasta la nuca y la acarició hasta que Ellie sintió que iba a deshacerse en un placer enloquecedor. Se estrechó contra Jack con un murmullo a medias entre una queja y un ruego. Él dejó caer el vestido, que quedó en el suelo como un sueño de seda, y la rodeó para soltar el sujetador, que fue a parar junto al vestido.

– Ellie… -contuvo la respiración, no esperaba la forma en que ella lo miraba. Estaba delante de él, esbelta, con un cuerpo suavemente curvado y su piel brillaba a la luz de la lámpara. Jack sentía como si una poderosa fuerza lo hubiese golpeado y lo hubiese dejado tambaleándose e indefenso-. Ellie… -repitió con la voz quebrada.

La incredulidad de Jack era tan evidente que ella se dio cuenta de su poder. Permaneció quieta y sonriente hasta que él la abrazó con sus temblorosas manos y ella perdió el sentido del tiempo. Él la volvió a estrechar contra sí con impaciencia. Entre besos frenéticos se deshicieron de la ropa de Jack y, una vez desnudos, se tumbaron sobre la cama. Las manos de Jack acariciaban posesivamente su cuerpo, eran fuertes y seguras, la exploraban maravilladas, se deslizaban sobre su piel sin olvidar un rincón, sus labios le seguían dejando rastros de placer hasta que ella se arqueó, jadeando su nombre.

Era tan sólido, tan excitante. Ellie recorrió con sus manos todo su cuerpo, como si algo se fuese a acabar. Nada era suficiente, ni los besos, ni las caricias. Se colocó encima de él, disfrutando de su cuerpo fuerte y flexible, del sabor y textura de su piel y de los músculos que buscaban sus dedos anhelantes. Ellie se dejó dominar por el placer sin tiempo, por el placer que le proporcionaban los labios de Jack, que iban descubriendo sus secretos más íntimos, que le abrían el camino para volar sin ataduras. Nunca había sentido nada tan intenso; era extasiante, electrizante. Clavó los dedos en la espalda de Jack mientras decía su nombre y se movían con un ritmo irresistible que los elevó hasta alturas desconocidas, antes de terminar con una explosión liberadora.

Tardaron mucho en dormirse. No querían desaprovechar la noche que tenían, yacieron abrazados, explorándose otra vez, y volvieron a hacer el amor, lentamente, como hechizados. No hablaron. La palabras podrían haber roto el hechizo. Solo se abrazaron y, al final, Ellie se durmió con la cara sobre el pecho de Jack.


A la mañana siguiente, los rayos del sol despertaron a Ellie. Se quedó un rato somnolienta, con los ojos cerrados, como resistiéndose a despertar y a que llegase el día. El día significaba el final de una dulce y larga noche. Dio la espalda a la ventana, seguía con los ojos cerrados, pero no sirvió para nada. Estaba despierta y la magia se había disipado con la noche. «Solo por esta noche» había dicho Jack, y ella había prometido lo mismo. Y la noche había terminado. A Ellie la torturaba el recuerdo del placer que habían compartido. Nunca lo olvidaría, ni se arrepentiría de ello, pero tenía que aceptar que no volvería a ocurrir.

Se abrió la puerta y entraron Jack y Alice. Vestía vaqueros y camiseta y llevaba una taza. Se sentó al lado de la cama y Ellie se incorporó, tapándose con las sábanas.

– ¡Vaya, te has despertado! -dijo como si no hubiese pasado nada-. Te he traído una taza de té.

– Gracias -Ellie se sentía ridiculamente tímida a la luz del día y agradeció que Alice se subiera a la cama. Por lo menos podía sonreír y jugar con ella.

Jack se retiró bruscamente y abrió las contraventanas.

– No se oye un alma.

– Estarán todos dormidos -dijo ella haciendo un esfuerzo por adoptar el mismo tono natural.

– Ha debido de ser una noche muy tranquila.

Ellie se concentraba en Alice, la sujetaba de las manos para que pudiera mantenerse de pie.

– Seguramente -su voz carecía de expresividad.

Jack se había quedado junto a la ventana, pero en ese momento se acercó y se sentó en el borde de la cama.

– También ha sido una noche muy tranquila para nosotros -su aliento abrasó la garganta de Ellie.

– Sí…

Sin preocuparse por Alice, tomó la mano de Ellie.

– No sé cómo agradecerte…

Sus dedos eran fuertes y cálidos. Esa noche los había tenido sobre sus pechos. Ellie tragó saliva y miró a otro lado.

– No tienes que agradecerme nada, Jack.

– Yo creo que sí. Anoche… -dudó, quería encontrar las palabras precisas que dijeran lo que había significado para él.

– Lo sé -contestó rápidamente, antes de que le recordara que no era nada serio-. Anoche nos consolamos el uno al otro -retiró la mano y, cuando Jack intentó retenerla, levantó orgullosamente la frente. No iba a rogarle nada que él no pudiera dar-. Yo también te estoy muy agradecida, Jack. Sin ti la noche habría sido muy larga y solitaria, pero no tienes por qué preocuparte. No voy a darle mayor importancia. Los dos sabemos dónde estamos, ¿no?

– Sí -dijo Jack desanimado por su postura. Le habría gustado que la situación le resultara tan clara como parecía resultarle a ella. Había sido tan embriagadora… Todavía podía sentir su piel sedosa y la pasión que los había arrebatado. Él había dicho que quería consuelo, pero por algún motivo el consuelo se había transformado en placer, el placer en pasión y la pasión, a su vez, en algo más arrebatador y apremiante, algo con un poder indescriptible-. Claro que lo sabemos -repitió con más firmeza, por si Ellie sospechaba que no lo sabía.

Estaba claro que para ella la noche anterior había sido una excepción y que se sentiría incómoda si decía algo en ese momento, y eso era lo último que él quería.

– Una noche es una noche -siguió Ellie dispuesta a que Jack comprendiera que no iba a incomodarlo malinterpretando lo que había pasado.

No podía dirigirle la mirada y le resultaba más fácil concentrarse en Alice, que seguía feliz y al margen del extraño ambiente que se había creado.

– Sí -volvió a decir Jack, que no podía pasar por alto los desnudos hombros de Ellie y el cuerpo también desnudo que se ocultaba bajo las sábanas.

Ellie bajó la vista y se fijó en el anillo de boda que tenía en el dedo.

– No… no es que yo… -¡Dios mío!, cómo podía explicarle lo maravilloso que había sido sin que pareciese que le estaba pidiendo más-. Quiero decir…, a mí me pareció muy bien -dijo entrecortadamente y arrepentida de lo impropio de las palabras-. Pero creo que lo mejor es dejarlo así, tal y como acordamos.

Jack notó un brote de ira. No hacía falta que siguiera dándole vueltas al asunto. Había entendido perfectamente que no tenía intención de volver a dormir con él. Abrió la boca para contestar, pero Alice lo distrajo, intentaba andar hacia Ellie, pero no lo conseguía y acabó sentándose de un golpe. Al ver esos intentos inútiles, Jack sintió que algo se tranquilizaba en su interior. La noche anterior se había olvidado de Alice. Necesitaba que Ellie se quedara y actuara como una madre, y no lo haría si creía que estaba intentando renegociar las condiciones del trato.

Ellie tenía razón. Debían pasar página. Era mejor no complicar las cosas.

– Claro -dijo Jack después de una pausa, incluso esbozó una sonrisa-. ¿Volvemos a ser amigos como antes?

– Sí, seremos amigos -Ellie forzó también una sonrisa, sin poder mirarlo a los ojos.

Jack se levantó y se llevó a Alice.

– ¡A desayunar, jovencita! -su voz pareció un poco demasiado jovial. Se quedó todavía un rato jugeteando con Alice y su silencio hizo que Ellie levantara la cabeza y lo mirara. Cuando sus ojos se encontraron, Jack hizo un pequeño gesto, como si fuese a decir algo, pero, fuese lo que fuese, cambió de idea-. Bébete el té -fue todo lo que dijo. Y se marchó, dejando a Ellie con la mirada clavada en él.

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