Capítulo 10

– ¡Abajo! ¡Ahora mismo!

Fitz había subido los escalones de tres en tres e hizo un gesto airado hacia la puerta de Lucy, que siempre dejaba entreabierta por si lloraba.

Estaba mirando fijamente a Brooke, que se había puesto mortalmente pálida bajo la piel bronceada.

– ¡Oh, cielos!

– ¡Ni una palabra más!

– Ella está ahí -dijo él suplicándole a Bronte con la mirada que apartara a Brooke de la puerta.

– Mi pequeña…

– Ahora no, Brooke.

Entonces él vio horrorizado como Brooke se derrumbaba contra Bron.

– Vamos, querida. Te acostaré.

Lo miró y entonces se dio cuenta de que, al contrario que Brooke, ella no sabía dónde estaba la habitación de invitados.

Él las condujo a la parte trasera de la casa y les abrió la puerta. Sintiéndose inútil, se pasó una mano por la cabeza cuando las dos hermanas se dirigieron al cuarto de baño. -Quédate con ella. Yo haré la cama -dijo.

– Gracias.

Luego Bron cerró la puerta, pero no antes de que él pudiera oír el llanto contenido durante años por Brooke Lawrence.

Hacía todos esos años él había esperado que ella se diera cuenta de su error y volviera a reclamar a la pequeña que él había estado manteniendo por ella. Bueno, ahora Brooke había vuelto y la única sensación de él era un profundo y terrible miedo de que lo que él tanto había deseado se volviera realidad.

Cuando estaba inundado de pañales y deudas, sin poder ir a trabajar, él habría agradecido su vuelta para aliviarlo del problema en que se había metido sin dudarlo ni por un momento.

Ahora Lucy era parte de su vida, tanto que no se la podía imaginar sin ella. Era su hija de todas las maneras, salvo en el pequeño detalle de la concepción.

Siguió mirando a la puerta cerrada del cuarto de baño, de donde salía el sonido amortiguado del llanto. Entonces, incapaz de soportarlo por un momento más, se fue a por las sábanas al armario del pasillo.

De paso miró a la puerta de Lucy, avanzó un paso hacia ella, pero se contuvo. Si se hubiera despertado y oído las voces, habría llamado. Si entraba a mirar, la podía despertar y ese no era el momento para que conociera a su madre de verdad. No con Brooke en ese estado lamentable.

Cuando terminó de hacer la cama, llamó a la puerta del cuarto de baño.

Se abrió la puerta un poco y Bron se asomó.

– Estaré abajo -le dijo-, por si me necesitáis. ¿Quieres que haga té o café?

Fue a marcharse y ya estaba en la puerta cuando Bron lo llamó.

– Fitz…

Él se volvió.

Ella había estado llorando con su hermana y le brillaban los ojos. Estaba preciosa. No como Brooke, no con una belleza tan cuidada. La belleza de Bronte era interior. Verlas juntas había sido una revelación. Ahora no sabía cómo había podido confundirlas. Entonces se dio cuenta de que no lo había hecho, de que, en lo más profundo de su ser, siempre había visto la diferencia. Deseó abrazarla y decírselo, pero ella mantenía la puerta como una barrera entre ellos.

– Ve a ver cómo está Lucy, asegúrate de que está dormida, de que no ha oído… lo que ha dicho Brooke.

Él asintió y Bron volvió a cerrar la puerta.

Deseó echarla abajo y explicarle todo. Debería haberlo hecho esa misma tarde, en vez de acostarse con ella. Ahora todavía había más secretos entre ellos.

Salió de allí y pasó de nuevo por delante de la puerta de Lucy. Sólo se oía su tranquila respiración, pero abrió un poco más la puerta para ver con seguridad que estaba bien.

Se quedó mirándola por un largo momento mientras recordaba toda su vida con ella. Su primera sonrisa, sus primeros pasos, su primer accidente…

– ¿Por qué estás llorando, papá? ¿Te has hecho daño?

Ella había abierto los ojos y lo estaba mirando.

– No -dijo él enjugándose las lágrimas que se le habían saltado.

Luego se sentó a su lado en la cama.

– Sólo estaba recordando cómo eras de pequeña.

– ¿Cosas malas o buenas?

– Todo. Cómo llorabas cuando te salieron los dientes. Lo graciosa que estabas cuando se te empezaron a caer. Cosas como ésas.

Lucy se apartó para dejarle más sitio y él se quitó los zapatos y subió los pies a la cama.

– Josie va a tener una hermanita, ¿lo sabías? He pensado que nosotros podríamos tener otro si mamá se queda con nosotros -le dijo Lucy.

Ya estaba. No más mañanas…

– Lucy…

– Ni siquiera me importaría que fuera un niño.

– Eso está bien, porque te tendrías que conformar con lo que fuera.

– Oh, bueno, siempre podéis tener otro…

– Lucy… Tengo que decirte algo. Es importante, así que quiero que me escuches atentamente. Es acerca de la chica que fue al colegio el día del deporte, de la que ha venido hoy a casa.

– ¿De mamá?

Ya estaba metido en el lío, pensó. Ahora sólo tenía una forma de salir de él. No había forma de suavizar el golpe.

– No es tu madre, Lucy.

Lucy frunció el ceño mientras trataba de entender aquello.

– Pero tú dijiste que Brooke Lawrence era mi madre.

Lucy estaba claramente decepcionada. Él no le había mentido nunca.

– Y lo es, Brooke Lawrence es tu madre, pero la chica que vino al colegio, la que ha venido hoy… bueno, ella no es Brooke. Se llama Bronte. Es la hermana de Brooke y tu tía.

El rostro de Lucy reflejó su sorpresa.

– Oh, mi tía…

– Ella abrió tu carta por error, ya ves; y entonces, bueno, como Brooke estaba fuera y no quería que te sintieras decepcionada, decidió acudir ella en su lugar.

– ¿Son gemelas?

– ¿Qué? Oh, no, sólo hermanas, pero se parecen mucho. Y hacía mucho tiempo que yo no veía a tu madre… Pero eso no es excusa. Debería habértelo dicho en cuanto me di cuenta. Bronte quiso que lo hiciera, pero yo le dije que era mejor esperar a mañana. Pero algo ha sucedido esta noche y ahora no creo que deba esperar a mañana. No ahora que estás despierta.

– Bueno, Bronte es realmente agradable.

– Sí, lo es.

– Se ríe mucho y me gusta cómo me abraza. Pero supongo que también tendrá que irse, si ella no es mi madre.

Estaba muy clara la decepción de Lucy.

– ¿Te gustaría que se quedara, Lucy?

– ¡Oh, sí!

Luego hizo una larga pausa y añadió:

– Quiero decir que Brooke Lawrence no tiene tiempo para ser madre, ¿verdad? Está lejos, tratando de salvar a los animales y a mí me gustaría tener una mamá. Una de verdad. Una que se quede en casa y haga tartas y todo lo demás…

– ¿Me estás sugiriendo que podrían intercambiar los papeles?

Había tanta lógica infantil en esa solución, tanta simplicidad que Fitz no estuvo seguro de querer reír o llorar.

– No seas tonto, papá, no pueden hacerlo. Brooke Lawrence siempre será mi madre. Pero si tú te casas con Bronte, ella puede serlo también. Como ahora Ellie es la madre de Josie. Y luego podríamos tener también una hermanita.

«¡Bien!» pensó él.

– Creo que será mejor que vayas un poco más despacio. Primero hay que preguntarle a Bronte si quiere ser tu madre.

– ¿Cuándo?

– Mañana. Y también podrás conocer a Brooke. Eso es lo que ha sucedido. Lucy. Ha llegado esta noche…

– ¡Brooke Lawrence está aquí!

– Sí, pero tú estás muy cansada. Ya la verás por la mañana. A Lucy se le llenaron los ojos de excitación.

– ¡Es fantástico! ¿Puedo llamar a Josie?

– Estará dormida, y tú también deberías estarlo. Ya la llamarás por la mañana.

– Muy bien. Entonces le diré también a Bronte lo del niño.

Él se aclaró la garganta.

– Creo que tal vez será mejor que me dejes eso a mí.

Era un deber que estaba ansioso por cumplir.

– ¿Es eso cierto?

Bron estaba en la puerta, mirándolo con una intensidad casi desesperada. La respuesta de él importaba mucho y Fitz se levantó y se acercó a ella.

– ¿Qué te ha dicho?

Ella se dirigió entonces a un sillón y se dejó caer en él pesadamente.

– Me ha dicho que se lió con un profesor de la universidad y que, cuando le dijo que estaba embarazada, él le envió un talón para que abortara. Y ella había bebido basante, pensando en hacerlo, cuando cayó en tus brazos el día de la fiesta de Navidad.

– Fue así más o menos. Por supuesto, yo llevaba semanas deseándola. Pensé que era mi noche de suerte cuando cayó en mis brazos. La traje aquí, pero entonces me di cuenta de que no era sólo el alcohol lo que la había hecho desmayarse y llamé al médico. Él la regañó por beber en su estado y, dado que pensó que yo era el responsable, a mí también.

– Oh, cielos.

Bron pareció como si se fuera a reír y añadió:

– Pobre Fitz.

Luego, definitivamente, se rió.

– Cuando él se marchó, ella me lo contó todo. Era evidente que no quería abortar y, animada por mí, volvió a la universidad al día siguiente y le tiró el talón a la cara al tipo ése. Él le dijo que podía hacer lo que quisiera, pero que si decía algo de todo eso, haría que la echaran de la universidad.

– ¿Podía hacerlo?

– Ella no estaba dispuesta a arriesgarse. Y, por lo que a mí se refería, su embarazo ejerció un efecto tranquilizante con mi libido. Y tengo que decirte que, como futura madre, tu hermana fue un auténtico agobio. Era exigente, petulante, insoportable. Pero yo prometí ayudarla si decidía tener su hijo.

– ¿Por qué?

– Primero por sentimiento de culpa. Yo no la habría tratado como ese cerdo, pero quería lo mismo que él, sin ataduras -respondió él-. Luego por fascinación. Ese hijo estaba creciendo prácticamente delante de mis ojos. Un día Brooke me hizo ponerle la mano en el vientre y sentí moverse a Lucy… Fui con ellas a las clases de preparto y todo el mundo dio por hecho que yo era el padre, y estuve con ella cuando nació Lucy. Me dejaron que le cortara el cordón umbilical… Ella es mía, en todo lo que importa.

– Y mi encantadora hermana te dejó que te quedaras con ella a cambio de un trabajo en la televisión.

– Yo creía que volvería.

– Te estabas engañando a ti mismo -dijo ella.

– No, Bron. Yo no había planeado jugar a la familia feliz. Sólo creía que volvería a reclamar a su hija. No entendí cómo se pudo alejar de ella.

– Así es Brooke. Fácil de amar y difícil de entender.

– ¿Cómo está?

– Agotada por el viaje, si no, no se habría derrumbado de esa manera. Ahora está durmiendo y mañana volverá a ser la misma. No es necesario que te preocupes, Fitz. No intentará separarte de Lucy.

El se acercó entonces, la tomó de la mano y la hizo ponerse en pie, luego se sentó con ella en su regazo. Bronte no protestó.

– Hablando de Lucy, he tenido una pequeña charla con ella y ya sabe la verdad.

– ¿Qué?

Bron fue a levantarse rápidamente, pero esta vez Fitz se apartó a tiempo.

– Lo siento -dijo ella acariciándole el golpe de la barbilla de antes-. ¿Te duele?

– Podrías besarlo para que se me pase. Y aquí también me duele. Y aquí…

Ella le tapó la boca con la mano.

– Cuéntame lo que le has dicho.

– La única preocupación de Lucy es que te vayas.

– Pero Brooke está ahora aquí.

– Mi hija no es tonta. Sabe que Brooke no se va a quedar y cree que tú eres muy buena dando abrazos. Así que preferiría tener una madre a tiempo completo antes que una famosa de vez en cuando.

– ¿Y Brooke?

– Puede pasar por aquí siempre que quiera y tenga un momento libre en su misión de salvar la tierra.

– Lucy lo tiene todo claro entonces.

– Casi. Incluso el hecho de que, si tú te quedas, podría tener una hermanita, como Josie. ¿Te vas a quedar, Bron?

– ¿Por Lucy?

– Por mí. Por ti.

– ¿Estás seguro de que sabes a quién se lo estás pidiendo?

– Creo que debo haberlo sabido siempre. Deseé a Brooke, pero contigo siento algo completamente distinto.

Como estaba sentada en su regazo, Bron tuvo sus dudas.

– Pues a mí se me parece mucho a la lujuria.

– Si eso fuera todo no estaría sentado aquí contigo encima, estaría haciendo ya algo al respecto. Pero esta vez creo que será mejor que hablemos antes de los detalles. ¿Te vas a quedar?

– ¿Estás seguro de que quieres que lo haga? ¿Sabes que todo el mundo va a pensar que eres un hombre triste que no pudiendo tener a la hermana brillante, te has conformado con la otra?

– ¿Y tú te crees que a mí me importa algo lo que piensen los demás? Y además -dijo besándole el cuello-. Tu sabes que eso no es cierto, ¿verdad?

Bron se encogió de hombros.

– Tal vez te gustaría demostrármelo.

– ¿Aquí? ¿Ahora?

– Bueno…

Fitz se rió.

– No está nada mal que te pueda leer tan bien el pensamiento.

– ¿Oh? Entonces, ¿cómo es que has tardado tanto en darte cuenta de que yo no era Brooke?

– Yo nunca pude leerle los pensamientos a ella. Fue cuando me di cuenta de que podía leer los tuyos cuando supe que eras otra. Alguien muy diferente -dijo él sonriendo-. Ahora que ya hemos dejado claro que te quedas, sólo hay un problema más.

– ¿Oh?

– ¿Dónde vas a dormir, si Brooke está en la habitación de invitados?

– Ésta es una casa grande, ¿no hay otras habitaciones?

– Sí, las hay. Una era la de Lucy cuando era niña. Otra está llena de trastos y otra solía ser mi estudio antes de que transformara el establo. Hay montones de habitaciones, pero no camas… Eso es tan cierto como que te puedo leer los pensamientos, querida.

– Y yo puedo leer los tuyos y no me estás diciendo la verdad, James Fitzpatrick. Él sonrió de nuevo.

– Puede que no.

Se despertaron al oír unos golpes y una risa en la puerta. Fitz miró el reloj de la mesilla y gimió.

– Bron, querida, nos hemos dormido.

Llamaron otra vez.

– ¿Podemos pasar?

La puerta se abrió un poco y Brooke asomó la cabeza sonriendo. Bron se ruborizó y se tapó con las sábanas.

– Lamento despertaros, pero he de volver a Londres -dijo Brooke dejando pasar a Lucy-. Además quiero deciros que Lucy y yo nos hemos estado conociendo un poco. Me ha dado un auténtico cursillo de maternidad, pero desafortunadamente, no me puedo quedar al curso entero. Ella ya lo ha entendido, tengo mucho trabajo salvando a la jungla y los animales. Así que aquí hay una vacante para una madre a tiempo completo. Pero no por mucho tiempo, por lo que parece.

Bron se olvidó de la vergüenza y tomó la mano de su hermana.

– ¿Te importa?

– ¿Importarme? ¡Cielos, no! Creo que es una idea maravillosa. Yo me quedo con toda la diversión, pero con nada de la responsabilidad. Tú siempre has sido mejor que yo en eso. Pero yo tengo mis utilidades, ¿veis? Os he organizado el desayuno en la cama.

– Es muy amable por tu parte -murmuró Fitz desde alguna parte por debajo de las sábanas.

Brooke levantó una ceja en su dirección.

– Sólo mandadme una invitación para la boda y estaremos en paz. Mientras tanto, tengo una reunión en Londres a las diez, así que necesito saber dónde habéis escondido mi coche. Eso si no está en el desguace, ¿verdad?

– Está perfectamente y sin un arañazo en el aparcamiento del hospital -dijo Fitz sentándose en la cama.

– Si esperas a que nos vistamos, te llevaré allí -dijo Bron.

– No, querida, tú quédate a jugar a la familia feliz. Yo dejaré allí tu Mini con las llaves bajo el asiento. Aunque no creo que nadie se atreva a robarlo.

Brooke ya volvía a ser la misma de siempre, cuando notó a Fitz tensarse bajo las sábanas, le agarró un brazo para que no dijera nada, muy consciente de lo que se avecinaba, Lucy avanzaba hacia ellos con la bandeja del desayuno en las manos y cualquier movimiento súbito podía causar un desastre.

La dejó sobre la mesilla de noche sin derramar ni una gota, la tensión desapareció cuando Bron tomó una taza de té y se la pasó a Fitz.

– Ha sido idea de Brooke -dijo Lucy sentándose al lado de Bron.

– ¿De Brooke? -preguntó Fitz.

– Así es, Fitz -intervino Brooke-. Hemos decidido que lo de mamá no me pega nada.

– Cuando le dije a Brooke que me ibais a dar una hermanita -continuó Lucy tomando una tostada del plato-, ella me dijo que sería mejor que os trajéramos el desayuno a la cama porque, si era eso lo que habíais estado haciendo, estaríais muy cansados.

Y Fitz, por primera vez en su vida, descubrió exactamente cómo era que, de repente, se le desintegrara una taza en las manos.

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