CAPÍTULO 09

El viento rugía mientras la nieve golpeaba con fuerza las ventanas del estudio de Dev. Él avivó el fuego que había preparado para burlar el frío y bebió un poco de whisky. Mientras el licor le iba bajando por la garganta, no podía dejar de recordar cuándo, una hora antes, había vuelto a ver a Carrie.

Tal vez si se la hubiera encontrado en la calle no la hubiera reconocido, pero, cara a cara, lo había hecho al instante. Se había cambiado el color del pelo por el de un tono poco atractivo de castaño y llevaba gafas. Sin embargo, los ojos de detrás de aquellos cristales seguían siendo los mismos que lo habían mirado mientras hacían el amor.

Dev no estaba seguro de lo que había buscado al presentarse en la agencia para enfrentarse a ella. Tal vez había esperado que ella le explicara cómo, y por qué, había aparecido en sus vacaciones y en su cama, pero sobre todo por qué se había marchado sin decirle casi adiós. Pero ella no había querido reconocer que era Carrie.

Por eso, él había decidido seguirle la corriente. Tenía que haber una buena razón para aquello. Tal vez había otro hombre, o incluso un marido. Entonces, sintió que los celos se adueñaban de él y bebió otro sorbo de whisky para alejarlos. Sería típico de la mala suerte que lo acompañaba que, cuando él encontrara a la mujer que amaba, ella perteneciera a otra persona.

Muy pronto, tendría las respuestas a todas aquellas preguntas. Primero, esperaría a ver qué le decía Susie Ellis en los resultados de la búsqueda de una mujer que no estaba perdida. Tal vez volvería a la agencia una noche para poner a prueba los nervios de Carrie o…

Mientras Dev miraba el fuego recordó la mujer que había visto salir de la agencia por la mañana y lo comprendió todo. Aquellos ojos, aquel pelo… ¡También había sido Carrie!

Apoyando la mano en la repisa de la chimenea intentó imaginarse las intenciones de Carrie. ¿Cómo había supuesto que podría ocultarse de él? Él iba a la agencia al menos una vez al mes para recoger billetes u organizar viajes. Él y Carrie vivían en la misma ciudad. Tal vez incluso antes se habían encontrado muchas veces sin saberlo.

El reloj de la pared dio las siete. Dev se bebió el resto del whisky y se sentó a intentar adelantar el trabajo que llevaba atrasado. Sin embargo, mientras se dirigía a la cocina, sonó el timbre de la puerta. Dev frunció el ceño. ¿Quién sería a aquellas horas en una noche como aquella? Al mirar por la ventana, vio una figura al lado de la puerta, por lo que encendió la luz y la abrió.

Una pequeña figura, arrebujada en una chaqueta, una bufanda y un gorro estaba de pie en el porche. Dev se acercó un poco más y vio que la mujer parpadeaba. Aquellos ojos eran los maravillosos ojos azules de Carrie, ocultos tras unas gafas medio heladas.

– ¿Carrie?

Ella asintió y luego se echó a temblar de frío. Dev la tomó de la mano y la hizo entrar en la casa. Luego cerró la puerta y lo ayudó a quitarse la ropa mojada. Capa a capa, las ropas y la nieve fueron cayendo en el suelo de mármol del vestíbulo hasta que Dev pudo ver por fin a Carrie, con el pelo húmedo y las mejillas muy coloradas.

Él le quitó las gafas, se las limpió con el puño de la camisa y se las devolvió.

– ¿Qué diablos estás haciendo por la calle en una noche como esta?

– ¿Me reconoces? -preguntó Carrie, chasqueando los dientes. -¿Sabes quién soy?

– Claro que sí. Venga, vamos al estudio. El fuego está encendido y podrás calentarte.

– Sabes quién soy -repitió ella, siguiéndolo al estudio. -¿Y no te sorprendes de verme?

– Deja de decir eso. Ya te he dicho que sé quién eres.

– Pero, antes has estado en la agencia. Entraste y empezaste a hablarme como si no me reconocieras. ¿Sabías que era yo entonces?

– ¿Por qué te crees que estaba allí? Había ido a verte.

– ¿Qué clase de juego es este? -preguntó ella, deteniéndose bruscamente.

– Yo te podría hacer la misma pregunta -replicó él, dándose la vuelta para mirarla. -¿No te parece que soy yo el que se merece una explicación? Tú me dijiste que eras de Montana. Y estás aquí, en Lake Grove. Vives aquí, trabajas aquí… Y esa es solo la primera de tus mentiras.

– ¡No es así! -dijo Carrie, acercándose al fuego para poder calentarse las manos.

Dev sintió el impulso de acercarse a ella y tomarle los dedos entre los suyos y calentárselos con el calor de su propio cuerpo, pero apretó los puños y esperó.

– Sospecho cuál es la verdadera historia -dijo él, por fin, al ver que ella no dejaba de estudiar las llamas. -Tú y Susie visteis una presa fácil. Un hombre al que acaba de dejar su novia, con un poco de dinero, un negocio propio…

– ¡Eso no es cierto! ¡Yo nunca haría eso! ¿Cómo puedes creer que yo sería capaz de algo tan malvado?

– Has sido tú la que has venido a mi puerta. Obviamente, lo has hecho por alguna razón. ¿Cuál es?

Ella apretó los labios como si necesitara contener sus emociones. La luz del fuego la hacía parecer tan hermosa que Dev no podía apartar los ojos de ella.

– He venido a darte una explicación.

– Te escucho.

Ella continuó en la misma postura, sin mirarlo. Dev se acercó a ella, que lo miró de reojo, para luego concentrarse de nuevo en el fuego.

– ¿Te acuerdas de cuando hablamos del baile de fin de curso? -preguntó ella.

– ¿Del baile de fin de curso?

– Tú me dijiste que me hubieras llevado si me hubieras conocido en el instituto. Que me hubieras prestado atención. Y yo te dije que no era la clase de chica en la que se fijaran los hombres.

– Me acuerdo.

– ¿Sabías que ya nos conocíamos de antes? Me refiero a antes de ir a los Cayos. Fue en la calle, delante de la agencia. Yo me resbalé y me caí en el hielo. Tú me ayudaste a ponerme de pie.

Por eso le había parecido reconocerla la primera vez que la vio en el barco. Se habían encontrado antes y él la recordaba muy vagamente.

– ¿Esa chica eras tú? ¿La de la mochila y el zumo de uvas negras?

Carrie asintió y se apartó del fuego, frotándose las manos. Luego, se sentó en el sofá y se colocó las gafas sobre el puente de la nariz. Dev casi se sintió apenado por ella. Parecía tan tímida, completamente diferente de la brillante y segura mujer que había conocido en los Cayos.

– ¿Todavía eres capaz de decirme lo mismo? -preguntó ella, mirándolo. -Mírame. ¿Crees que puedes decir, con la mano en el corazón, que te habías fijado en mí? ¿Que te hubieras sentido lo suficientemente atraído por mí como para pedirme que fuera contigo? No tienes por qué contestar. Solo eran preguntas retóricas.

– Quiero contestarte. No, no me habría fijado en ti y tampoco te hubiera pedido que vinieras conmigo al baile. Yo casi nunca me fijo en las personas que no conozco y nunca les pido que salgan conmigo. Sin embargo, creo que nos conocimos muy bien en Florida y eso lo cambió todo. He llegado a conocerte, Carrie y yo…

– Esa no era yo -lo interrumpió. -Esta sí soy yo. Esta es Carrie Reynolds -añadió, señalándose. -Soy tímida, callada y del montón. Vivo en Lake Grove y soy la dueña de «Aventuras Inc.» Y…

– ¿Y qué?

– Llevo enamorada de ti mucho tiempo. Al menos, yo pensaba que era amor. No sabía lo que era estar enamorada así que me imagino que sería más exacto decir que me sentí atraída por ti.

– ¿Atraída por mí?

– Cuando venías a la agencia, yo te miraba desde la sala de fotocopias, o algunas veces desde mi escritorio. Tú nunca te fijaste en mí. A mí me parecía que eras el hombre más guapo y más interesante del mundo. Eras todo lo que yo quería… y todo lo que yo nunca podría tener.

– ¿Así que…?

– No digas nada -lo interrumpió ella de nuevo, levantando la mano. -No hasta que yo no haya acabado. Durante mucho tiempo -añadió ella, tras un suspiro, -yo conseguí mantenerlo en secreto. Yo pensé que era una tontería, algo infantil… Pero entonces Susie se dio cuenta de lo que estaba pasando. Ella se hizo cargo del asunto y me envió a aquellas vacaciones, sabiendo que tú estarías allí sin Jillian.

– ¿Susie lo organizó todo?

– El viaje, sí. Pero yo podía habértelo contado todo cuando tú llegaste o me podría haber marchado a casa después de aquella primera noche. Pero me quedé. Y di vida a aquella mentira… Pensé que tú creerías que yo lo había preparado todo para atraparte o manipularte o lo que sea que hagan las mujeres cuando quieren a un hombre. Hasta que tú apareciste en mi cama, eras solo una fantasía. Nunca quise que fueras nada más. Nunca quise que se convirtiera en realidad.

Dev la miró confundido, sin saber lo que decir.

– Entonces, ¿fue real?

– No. Todo fue una fantasía. Y ahora esa fantasía se ha acabado. Solo quería aclararlo entre nosotros -dijo ella con una sonrisa forzada. -Me siento terriblemente avergonzada de lo que ocurrió. Yo nunca quise ir tan lejos y no debería haberlo consentido. Te merecías la verdad -añadió, poniéndose de pie y disponiéndose a salir del estudio.

Sin embargo, Dev fue más rápido y la tomó por la mano.

– ¿Dónde vas?

– A casa -murmuró ella, con voz trémula. -He dicho lo que tenía que decir y ahora me voy.

– No puedes marcharte -dijo él. -La tormenta de nieve ha empeorado y tienes la chaqueta toda mojada. Hace demasiado frío como para que vuelvas andando a casa.

– Estaré perfectamente -replicó ella, saliendo al vestíbulo. -Por favor. Por favor, ya me he humillado demasiado por una noche. No lo empeores. Déjame marchar.

– ¿Y qué pasa si no te dejo marchar? -preguntó Dev, siguiéndola.

– Tienes que hacerlo. Ahora estamos de vuelta en el mundo real y no hay sitio para las fantasías. Mírame -afirmó ella, sonriendo con amargura. -Y mírate a ti. Somos como el día y la noche. No hubieras venido a mí por ti mismo ni en un millón de años. Nos hemos conocido a través de la manipulación, de una broma que una amiga decidió gastarme.

Dev no sabía lo que decir. Por un lado, se sentía muy enojado por las mentiras, las maquinaciones y la complicidad de Carrie en todo el asunto. Pero, por otra parte, sabía que debía sentirse halagado. Ella se había enamorado de él sin…

– Yo soy el vaquero -dijo él, dándose cuenta de repente. -¿Yo soy el hombre para el que estabas practicando?

Carrie asintió, sonrojándose.

– Pensé que si yo resultaba más interesante, más segura de mí misma… más experimentada, podría tener alguna posibilidad contigo… con los hombres. Fui de vacaciones para practicar.

– Así que, todo ese tiempo en el que tú y yo estábamos juntos, yo estaba convencido de que estabas enamorada de otro hombre. Y tú estabas consiguiendo exactamente lo que querías.

– Yo nunca quise hacerte daño -dijo ella tomando la chaqueta del suelo y poniéndosela. -Solo fui un poco egoísta. Después de un tiempo, me resultó mucho más difícil decirte la verdad, aun sabiendo que podría hacerte daño. Pero no lo hice, ¿verdad? Quiero decir que tú estás bien. Lo sé. Todo te irá perfectamente.

– ¿Tú crees?

– No has perdido nada. Estuviste con una mujer que ni siquiera existe, al menos no más allá de los Cayos de Florida. Esta es la verdadera Carrie Reynolds.

– Yo no veo diferencia alguna. Te has cambiado el pelo, llevas gafas, pero sigues siendo la misma mujer que conocí a bordo del Serendipity.

– Eso no es cierto. Yo misma lo reconozco -dijo ella, calándose el sombrero hasta las orejas y envolviéndose en la bufanda. -Ahora que te lo he dicho, creo que es mejor que me vaya. Realmente espero que esto no vaya a poner en peligro nuestra relación comercial, pero lo entenderé perfectamente si decides trabajar con otra agencia en el futuro.

Dev no entendía nada. Después de todo aquello, ¿era mantener sus relaciones comerciales lo único que la preocupaba? ¿Después de la pasión que habían compartido? ¿Acaso era ella tan inmune a aquellos sentimientos que podría salir de su vida de un modo tan sencillo? Carrie no le parecía diferente de Jillian.

Dev lentamente sacudió la cabeza mientras la miraba fijamente y se dio cuenta de que ella tenía razón. La Carrie Reynolds que había delante de él era completamente diferente. Aquella no era la mujer de la que se había enamorado.

– Tal vez tengas razón -murmuró él.

– Ya sabía que te darías cuenta de que yo no soy la mujer que tú necesitas -afirmó ella, con los ojos llenos de pena.

– En estos momentos, no estoy seguro de lo que necesito.

– Tal vez lo que necesites es que las cosas vuelvan a la normalidad. Lo que compartimos en Florida fue… muy agradable, pero ya se ha terminado. Tú puedes volver a tu vida de siempre y yo puedo volver a la mía. Adiós, Dev -añadió, extendiendo la mano.

– Adiós, Carrie -dijo él.

Con eso, ella salió de la casa. Dev se quedó en la puerta durante un largo tiempo, con el viento soplando a su alrededor, a pesar de que se estaba quedando helado. Quería ir detrás de ella, convencerla de que podrían volver a recobrar lo que habían compartido en los Cayos. Sin embargo, no estaba seguro de que a ella le importara lo suficiente.

Sinceramente, Dev ya no estaba seguro de nada. Lo único que sabía era que tenía problemas, ya que estaba más enamorado que nunca de Carrie Reynolds.


– ¿Cómo no me has dicho que Dev vino a la agencia? ¡Y tampoco me has dicho que le dijiste quién era yo!

Carrie estaba de pie, en la cocina de Susie, dejando un charco de agua de nieve en el suelo. Le había llevado casi una hora ir andando desde la casa de Dev hasta el apartamento de Susie, luchando contra el viento y la nieve. Y las lágrimas. Más helada y más mojada de lo que había estado antes en su vida, Carrie anhelaba el calor de sol de Cayo Oeste. En aquellos momentos, se sentía como una rata mojada y emocionalmente destrozada.

Susie se sentó a la mesa, comiendo patatas fritas.

– No le dije nada. Y no te dije nada porque tú me dijiste que no querías volver a pensar en él. ¿Es que no es eso lo que me dijiste?

– Sé que fue eso lo que te dije -dijo Carrie, quitándose los guantes, que tiró al suelo en medio del charco de agua. -Pero esperaba que me lo dijeras si él hablaba de mí contigo. Y vino a la agencia buscando a Carrie Reynolds, es decir, buscándome a mí.

– Sí. Está desesperado por encontrarte. Me pidió ayuda y si no se la doy, va a contratar un detective privado para localizarte. ¿No te parece romántico?

– Bueno, a mí también me pidió ayuda para localizarme. Cuando entró, te estaba buscando a ti, pero él sabía que me encontraría a mí.

– Todo esto me parece muy confuso -confesó Susie, arrugando la nariz y comiendo más patatas. -Además, yo no le dije dónde estabas.

– ¡Ya lo sabía! Estaba jugando conmigo, esperando que yo admitiera toda la historia.

– ¿Por qué iba él a jugar contigo? Está enamorado de ti.

– ¿Cómo? ¿Qué has dicho?

– He dicho que está enamorado de ti.

– ¿Te ha dicho él eso? ¿Dev te ha dicho que me ama? -preguntó Carrie, tomando una silla para sentarse. -¿Te dijo esas palabras exactamente?

– Claro. Bien altas, en la agencia. ¿Por qué si no tendría tantas ganas por encontrarte?

– No sé. No me lo ha dicho. Creo que quería vengarse en cierto modo. Yo pensé que probablemente estaba muy enfadado por lo que había ocurrido, así que fui a su casa y se lo conté todo.

– ¿Todo?

– Después de todo lo que le dije, humillándome de esa manera, él me dejó marchar sin más. No me habló de amor, así que debe de haberte mentido. O tal vez después de verme como soy ahora, cambió de opinión.

– ¿Qué le has dicho? -preguntó Susie, tomándola de la mano.

– Le dije todo. Sobre lo de las fantasías, del tiempo que llevaba enamorada de él… Entonces, le dije que no teníamos un futuro juntos. Se lo puse bien fácil. Y él lo aceptó.

– De nuevo estabas tratando de evitar el rechazo. Solo que esta vez, te has escapado de un hombre que no estaba planeando rechazarte.

– ¡Él no está enamorado de mí! Eso es imposible. Mírame. ¿Cómo me podría querer alguien como él? Él pensaba que me quería, pero se ha dado cuenta de que no es así. Yo tenía razón desde el principio.

Con un suspiro de frustración, Susie se levantó de la silla y tomó a Carrie de la mano.

– Ven conmigo -le dijo, llevándosela al cuarto de baño. Una vez allí, encendió la luz y empujó a Carrie delante del espejo. -Mírate. No mires los detalles, como el pelo húmedo y la nariz enrojecida. Mira el total, Carrie. Eres hermosa. Y eres una de las mejores personas que conozco. Tú nunca dirías nada malo de nadie y sabes cómo guardar un secreto. Eres leal a tus amigos y tienes que admitir que eres muy divertida. ¿Por qué no iba a estar él enamorado de ti?

Carrie se miró durante largo tiempo. Tal vez Susie tenía razón. No era tan poco atractiva como ella pensaba, a pesar de aquel pelo tan oscuro. Aunque su figura no era la de una modelo de pasarela, parecía una mujer de verdad, con curvas en los lugares más adecuados.

– Pero él es un hombre tan… de mundo. Tan experimentado, tan sofisticado.

– Los hombres de bandera se enamoran igual que los hombres más corrientes -dijo Susie, apartándole el pelo húmedo de la cara. -Y se enamoran de mujeres de bandera… como tú.

– ¿Que está enamorado de mí? -murmuró Carrie. -¿De verdad dijo eso?

– Claro que lo dijo. Y no creo que volver a verte, incluso en estas condiciones, le haya hecho cambiar de opinión.

– Pero, ¿por qué me permitió que me marchara?

– Tal vez porque pensó que no compartías sus sentimientos.

– Tengo que irme a casa. Tengo que pensar en todo esto -dijo Carrie, saliendo apresuradamente del cuarto de baño. -Le he dicho que no podíamos tener un futuro juntos. Yo pensé que así lo estaba haciendo todo más fácil. ¿Por qué no me ha dicho lo que sentía?

– Querida, hay una tormenta de nieve ahí fuera -le recordó Susie, volviendo a meterla en el cuarto de baño, -y tú ya estás medio congelada. ¿Por qué no te quitas esa ropa y te das una buena ducha? Yo voy a buscarte un pijama. Podemos tener una fiesta de pijamas y podemos hablar de Dev y de lo que vas a hacer ahora. Y tal vez podamos volver a cambiarte el color del pelo -añadió, con una expresión de horror. -Este no te hace ningún favor.

– Me gusta mi pelo así -afirmó Carrie, apartándole la mano. -Así soy yo.

– Lo sería si fueras un roedor que vive en un agujero de la pared. Este color no es para el pelo de una mujer.

– No es muy bonito, ¿verdad?

– Voy a ir la tienda por todo lo que necesitamos. ¿Qué te parece? ¿Rubio miel? Te podrías poner de pelirroja. O de morena. El pelo de un nuevo color te ayudará a ver la vida, y el amor, de otro modo.

– El cambiar el color de mi pelo no me va a ayudar a solucionar todos mis problemas.

– Tal vez te hará recordar lo que es realmente importante. Quien de verdad eres. Después de que te cambiemos el color del pelo, podemos hablar de ti y de Dev y de lo que vas a hacer. Lo dejaremos todo solucionado, luego lo consultas con la almohada y mañana por la mañana ya sabrás exactamente lo que tienes que decirle cuando regrese.

– No creo que pueda hacer nada.

– Vas a tener que volver a hablarle. No puedes dejar que siga pensando que no lo quieres. ¡Está enamorado de ti, Carrie! Esto es muy importante -dijo Susie, dándole un abrazo. -Por supuesto, yo seré tu dama de honor, mientras no me hagas ponerme uno de esos pomposos vestidos.

– ¡No! No habrá ningún vestido, ni pomposo ni de otra manera. No nos vamos a casar. Él no quiere casarse después de lo que le pasó con Jillian.

– Dúchate -le ordenó Susie, abriendo el grifo de la bañera. -Entonces, te teñiré el pelo, te haré la manicura y comeremos algo con muchas calorías. Las cosas siempre parecen más claras después de que te has metido una buena dosis de colesterol en el cuerpo. Voy a traerte un pijama y luego me voy a comprar el tinte. Vas a ver como antes de que acabe la noche hemos encontrado una solución.

Después de que Susie se marchara del cuarto de baño, Carrie se quitó lentamente la ropa mojada. Tenía el cuerpo aterido. Un temblor le recorrió toda la espalda, no de frío sino de la emoción por lo que había descubierto.

Dev Riley estaba enamorado de ella. ¿Por qué no se lo había dicho? Se lo había confesado a Susie, pero a ella no le había dicho nada.

¿Se lo diría si le diera la oportunidad? ¿Podría poner ella entonces todo a un lado y revelarle sus verdaderas intenciones? Ella había hecho todo lo posible por convencerlo de que ella era una mujer diferente de la persona con la que él había hecho el amor. Tal vez se había esforzado demasiado y habría provocado el desamor en Dev.

Carrie se metió debajo del agua caliente y sintió que la sangre se le iba calentando de nuevo. Cerró los ojos, completamente agotada. Poco más de una semana antes, podría haber descrito su vida como «normal», algo aburrida pero nada fuera de lo corriente. De repente, todo en lo que ella se apoyaba había desaparecido en un caos por culpa de Dev Riley. Nada la había preparado para el poder de sus propios sentimientos ni la posibilidad de que él pudiera correspondería. ¿Qué iba a hacer? ¿Podría ella confiar en ese amor? ¿O se habría desengañado él de ella, igual que lo había hecho con Jillian?

Carrie sintió como si un puñal le atravesara el corazón. Había soñado tanto tiempo con el amor de Dev y él estaba enamorado de ella. ¿Sería una situación duradera? Carrie no podría soportar el hecho de que pudiera perderlo tan rápido como lo había encontrado. No había garantías de que ellos se pasaran el resto de la vida juntos solo porque él decía amarla.

Apoyando las manos en los azulejos de la pared, Carrie bajó la cabeza y dejó que el agua le corriera por la espalda. Necesitaba tiempo para pensar, no solo unos pocos minutos o unas pocas horas, en los riesgos de dejarse amar por Dev Riley, y de amarlo ella a él.

Carrie siempre había dado por sentado que cuando finalmente se enamorara, todo estaría muy claro desde el principio. Pero no lo estaba. En aquellos momentos sentía una mezcla de confusión y alegría, de miedo y de felicidad. Todo parecía un sueño que ella tenía miedo de disolver con un ligero parpadeo, tan pronto como intentara alcanzarlo.

Cerrando los ojos, levantó la cara hacia el agua. ¿Por qué no podía adueñarse de ese sueño? ¿Acaso no se merecía ser feliz?

– Me tomaré mi tiempo y lo pensaré bien -murmuró. -Y, cuando me levante por la mañana, decidiré lo que hacer. Si Dev está enamorado de mí ahora, también lo estará mañana.


Carrie puso el neceser en el compartimiento encima del asiento y aprovechó para sacar una almohada y una manta. Luego miró al resto de los pasajeros de primera clase que había en la cabina y se sentó. El asiento de Susie, al lado suyo, seguía vacío y Carrie se estaba empezando a preguntar dónde estaría su amiga. Habían quedado en encontrarse en la puerta pero, como no había llegado para la hora de embarque, Carrie había decidido esperarla en el avión.

Cuando Susie le sugirió que se tomaran unas pequeñas vacaciones juntas, a Carrie la encantó la idea. Después de considerar mil cosas, finalmente se decidió a llamar a Dev, con la mala suerte de que él estaba fuera de la ciudad toda la semana y su secretaría se había negado a decirle cuándo volvería.

Carrie no pudo de dejar sentirse algo aliviada. No estaba segura de lo que iba a decirle. Tal vez, si hubiese estado enamorada antes, hubiera sabido mejor lo que tenía que decirle. Sin embargo, como no lo había estado, todas aquellas sensaciones le resultaban prácticamente desconocidas.

¿Cómo iba a tomar una decisión tan importante sin saber exactamente lo que sentía? El tiempo debería haber sido su aliado, pero cuanto más esperaba más dudaba de sí misma y del amor de Dev.

Había esperado que, al hacer el primer acercamiento, las cosas le resultaran mucho más fáciles. Sin embargo, resultaba evidente que Dev no tenía ninguna prisa. Por eso se había marchado de la ciudad. Toda la semana, estuvo esperando que los recuerdos que compartía con él fueran perdiendo intensidad. Tal vez si no volvía a verlo, las imágenes desaparecerían totalmente algún día, pero estaba segura de que le llevaría mucho tiempo.

Carrie se reclinó en el asiento y suspiró, estrechando la pequeña almohada contra su pecho.

Ella necesitaba volver a verlo para asegurarse de que él todavía sentía lo mismo por ella. Una mujer no da de lado a un hombre como Dev. Tendría que hacer algo… y pronto.

De repente, alguien puso un maletín en el asiento de Susie.

– Me temo que este asiento está ocupado -dijo ella, levantando la mirada.

– Espero que no, porque estás en mi asiento.

El corazón de Carrie dejó de latir al mirar a Dev a los ojos. Él se sentó a su lado, colocando el maletín debajo del asiento delantero.

– Primero mi cama y ahora mi asiento -dijo él. -Nunca te había considerado del tipo de mujer desesperada pero esto está yendo demasiado lejos, ¿no te parece?

– ¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó ella, sonrojándose.

– Me voy de viaje -replicó Dev. -Y supongo que tú estás aquí para apuntarte de nuevo, ¿no?

– ¿Dónde está Susie? -preguntó Carrie, poniéndose de pie y golpeándose la cabeza con los compartimientos del equipaje. -Ese asiento es suyo, no tuyo.

– Ella no va a venir. Es solo tú y yo.

– No me puedo creer que me lo haya vuelto a hacer -protestó ella, de pie en el pasillo. -Yo no he planeado esto. No sabía que tú estarías aquí. ¡Y no estoy tan desesperada! -protestó ella, sacando el neceser del compartimiento superior, dejando a Dev casi inconsciente en el proceso. -¡Quiero bajarme de este avión! -le gritó a la azafata.

– Señora, no puede bajarse -dijo la mujer, acercándose apresuradamente a ella. -Ya hemos cerrado las puertas.

– Entonces, ábralas. No puedo quedarme en este avión.

– Por favor, siéntese, señora. Estamos empezando a dirigirnos a la pista.

– Escúcheme, soy agente de viajes y si no me deja salir de este avión, ¡no voy a contratar vuelos con esta compañía nunca más!

– Y si usted no se sienta y se abrocha el cinturón de seguridad, voy a tener que avisar al piloto. Así que, por favor, siéntese.

– Creo que es mejor que hagas lo que te dice. Amenazar a una azafata es un delito federal -dijo él. Carrie miró a Dev y vio que sonreía. Luego dio unos golpecitos en el asiento. -Te dejaré que te sientes al lado de la ventana.

Carrie lo obedeció de mala gana y se sentó.

– Voy a matar a Susie. ¿Cómo ha podido volver a hacerme esto? ¿Es que no estás enfadado?

– Susie no ha hecho nada. He sido yo -confesó Dev, abrochándose el cinturón.

– ¿Cómo dices?

– Me imaginé que, si quería hablar contigo, iba a tener que conseguir que estuvieras sola primero. Como no había barcos de vela a mano, tuve que conformarme con el avión. En un avión tú no te podrías escapar, a menos que lo hagas en paracaídas. No tendrás un paracaídas en el bolso, ¿verdad?

– No quiero hablar contigo.

– Lo siento por ti. Tenemos un vuelo de cuatro horas por delante y estoy dispuesto a aclarar todo este asunto. Estaba esperando que vinieras a verme de nuevo, pero…

– Te llamé a tu despacho pero no estabas allí.

– Nunca me dieron el mensaje -respondió Dev, con sorpresa.

– Porque no dejé ninguno.

– Bueno, entonces, ya te darás cuenta de por qué he tenido que recurrir a…

– ¿Al secuestro?

– Eso no es cierto. Tú tienes tu billete y nadie te obligó a subir a bordo.

– Yo pensé que me iba de vacaciones con Susie.

– Y te vas de vacaciones, pero conmigo.

– ¡Yo no puedo irme de vacaciones contigo!

– ¿Por qué no? Pasamos una semana maravillosa en los Cayos. Somos buenos compañeros de viaje. Te gusta viajar conmigo, ¿verdad?

– Tú eres exactamente el tipo de hombre con el que una mujer se moriría por pasar unas vacaciones -dijo ella, con tono de sorna. -Eres arrogante, egoísta…

– Ahí está la Carrie que conocí y amé -replicó él, con una sonrisa. -Sabía que la encontraría si apretaba un poco.

Carrie sintió que se le encogía el corazón. ¿La Carrie que conoció y que amó? Durante la semana anterior había soñado mil veces que él le decía aquellas palabras y que admitía lo que sentía por ella.

– Se me ha olvidado decir que «manipulador» es otro adjetivo que te va muy bien -replicó ella, retirando la mano cuando él intentaba tomársela. Sin embargo, su enfado iba desapareciendo poco a poco.

– Carrie, ¿de qué tienes miedo? Te he dejado mis sentimientos muy claros pero yo no sé lo que sientes tú. Dímelo para que podamos aclarar todo esto.

Ella se giró y se puso a mirar por la ventana, viendo cómo el avión empezaba a dirigirse a la pista. ¿Qué iba a decir ella? No sabía lo que la asustaba o por qué se sentía tan reacia. Intentar poner palabras a lo que sentía solo la habría confundido aún más. Sin embargo, tenía que intentarlo. Tal vez aquella sería su última oportunidad.

– Me temo que no sé lo que estoy haciendo -murmuró ella. -No he estado enamorada antes y me temo que me equivocaría y entonces tú ya no me querrías.

– Eso no va a ocurrir.

– ¿Cómo puedes estar tan seguro? Tú no me conoces, Dev. Toda mi vida he tenido miedo al rechazo. Con cualquier comentario tuyo empezaré a dudar de mí misma, de tu amor. No sé si puedo ser la clase de mujer que tú quieres.

– Creo que eso es algo que tengo que decidir yo, ¿no te parece?

– ¡No me conoces, Dev! ¿Cómo puedes estar enamorado de alguien que no conoces?

– Sé que Carrie Reynolds no son dos personas diferentes. Durante nuestras vacaciones en los Cayos fue la primera vez que conseguiste ser tú misma. Dejaste atrás tu pasado y tus responsabilidades y preocupaciones y dejaste que saliera alguien muy especial. Esa eres tú, Carrie. Y también lo es la mujer que apareció en mi puerta la otra noche. Y la mujer con la cara quemada por el sol y la mujer con la que hice el amor. Son todas tú y las amo a todas.

– ¿Cómo puedes estar seguro?

– Simplemente lo sé -dijo él sonriendo. Entonces, le tomó la mano a Carrie y se la puso encima de su corazón. -Me lo dice este.

Carrie comprendió que aquellas palabras eran completamente sinceras y se tocó también el suyo. Le latía a toda velocidad.

– ¿De dónde has sacado la idea de que no podrás ser feliz? ¿Te has pasado tanto tiempo cuidando de otras personas que te crees que no te mereces un poco de felicidad? Tal vez nadie se ha parado a decirte que te mereces lo mejor. Yo te lo digo ahora. Te mereces toda la felicidad que el mundo pueda ofrecer.

El avión empezó a acelerar. Carrie cenó los ojos y se aferró a los reposabrazos. Todo se escapaba a su control. Ya no podía detener el amor que sentía por Dev igual que no podía parar el avión que se lanzaba al horizonte a toda velocidad.

Ella tragó saliva y los oídos se le taponaron. Cuanto más subían, más aumentaban los rugidos del motor en su cabeza. Entonces, Dev entrelazó silenciosamente los dedos con los de ella y le besó la muñeca. De repente, todo el miedo desapareció: el miedo a volar, al rechazo… En un segundo, se sintió completamente a salvo. Con un simple beso.

Si un beso podría darle tanta felicidad, ¿qué sería pasarse una vida entera con Dev? ¡Se merecía ser feliz! Ser amada. Dev le ofrecía una vida real, llena de pasión y alegría. Ella había estado demasiado asustada como para tomar lo que se le ofrecía.

Carrie suspiró profundamente y abrió los ojos. Todas las cosas buenas se conseguían arriesgándose. Si se pasaba la vida protegiéndose, jamás podría amar a nadie. Y ella amaba a Dev Riley desesperadamente.

Entonces, sonó la señal que indicaba que se podían quitar los cinturones de seguridad. Al mirar a Dev, vio que él la estaba mirando. Todo lo que él sentía por ella se reflejaba en aquellos hermosos ojos verdes y aquella cálida sonrisa.

– Ven conmigo -dijo ella.

– ¿Dónde vamos? Estamos en un avión.

– Necesitamos algo de intimidad -dijo ella, levantándose.

Ella lo llevo hasta el cuarto de baño y se sintió muy aliviada al comprobar que no estaba ocupado. Carrie abrió la puerta y entró para luego tirar de Dev. La puerta se cerró tras ellos.

Los cuartos de baño de los aviones eran demasiado pequeños incluso para una persona, por lo que los dos se encontraron apretados el uno contra el otro.

– ¿Y ahora qué? -preguntó Dev, tomándola por la cintura. -¿Qué querías decirme?

– Es lo que quiero que tú me digas. Dime lo que sientes.

Él se inclinó sobre ella y apoyó la frente sobre la de Carrie, mirándola a los ojos.

– Te amo, Carrie Reynolds. No sé cuándo me enamoré de ti pero sé que estos sentimientos no van a desaparecer, al menos no en esta vida -dijo él, besándole ligeramente los labios. -No me importa el tiempo que tenga que esperar. Te esperaré toda la eternidad si tengo que hacerlo, pero quiero que sepas que nunca te haré daño y si tú…

– Y yo también te amo a ti. Pensé que te amaba incluso antes de conocerte, pero ahora me doy cuentea de que eso no era amor. Esto es amor, lo que siento en estos momentos. Esto es de verdad.

– ¿De verdad me amas?

– Sí. No sé por qué me ha costado tanto decirlo. Estaba tan asustada, tan confundida… Cuando Susie me envió a aquellas vacaciones, me prometió que volvería convertida en una nueva persona. Cuando ocurrió, no supe lo que hacer. No sabía cómo tratar a la nueva Carrie Reynolds ni tampoco lo que sentía por ti.

– ¿Ahora sí lo sabes?

– Sí. Te quiero en mi cama -dijo ella, rodeándole el cuello con los brazos para besarlo. -Y no solo por una semana sino para el resto de nuestras vidas. Quiero despertarme contigo cada mañana y dormirme contigo todas las noches.

– Piénsatelo -respondió él, estrechándola contra él aún más fuerte y sonriendo. -Todo eso es porque acabaste en una cama que no te pertenecía.

– ¡Fuiste tú el que acabaste en la cama equivocada! La cama era mía -bromeó ella.

– Bueno, de ahora en adelante, quiero que te metas en la cama en la que debas. Es decir, en la mía.

– La nuestra -corrigió ella.

– Nuestra cama -accedió él.

Dev la besó de nuevo y ella se rindió completamente. Siempre había querido tener una aventura exótica en su vida. Lugares maravillosos, gente llena de glamour. Siempre había querido ser más interesante, más sofisticada… la clase de mujer que Dev hubiera podido desear.

No había sido hasta aquel momento, en aquel cuarto de baño en el cielo, cuando Carrie se dio cuenta de que las aventuras no se encontraban solo en lugares extraños y en hoteles de lujo. La aventura también se podía encontrar en el corazón de cada ser humano. Y en su caso, en el amor que sentía por Dev.

Carrie miró a Dev a los ojos, llenos del amor que sentía por ella. Carrie echó la cabeza atrás y rompió a reír. Se había dado cuenta de que la mayor aventura de su vida estaba a punto de comenzar.

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