CAPÍTULO 04

Carrie no sabía a ciencia cierta cuánto tiempo había estado dormida, pero cuando se despertó, el camarote estaba iluminado por el sol. Contuvo el aliento y lentamente acercó los dedos para tocar la barrera que ella había creado en medio de la cama. Sin embargo, al otro lado no había nada más que sábanas revueltas. Entonces ella respiró aliviada y se incorporó.

No se podía creer que hubiera pasado otra noche en la misma cama que Dev Riley. La primera noche había sido una equivocación y la segunda necesidad. ¿Habría una tercera y una cuarta? ¿Qué pasaría si así era?

Las fantasías le llenaron la mente y cerró los ojos para saborear el momento. Aunque él se comportaba como un arrogante algunas veces, no tenía duda alguna de que sería un amante maravilloso. Ella había tenido amantes en el pasado, pero el sexo siempre le había dado un poco de miedo. Ella nunca había conocido a un hombre que le hiciera hervir la sangre y temblar de pensar solamente cómo sería estar con él.

Así debería ser, pensó mientras se dejaba caer de nuevo sobre la almohada. Delirio y pasión conduciéndolos a un clímax perfecto y… entonces la perfecta satisfacción. Carrie suspiró. Al menos eso era lo que había leído en los artículos de las revistas. Hacer el amor significaba deshacerse de las inhibiciones. Y con Dev, ella podría hacerlo.

Después de todo, la noche anterior había sido ella la que se había metido en su cama. La Carrie Reynolds que ella conocía jamás hubiera sido capaz de eso. Sin embargo, la Carrie Reynolds de aquellas vacaciones era diferente.

De repente, alguien llamó a la puerta. Ella se incorporó. Si realmente deseaba tanto a Dev, ¿por qué no podía hacer que sus sentimientos fueran más aparentes? Si ella quería, podría ser atractiva y seductora. Carrie se colocó el pijama de manera que se le viera un poco la piel del hombro, luego se pasó la mano por el pelo y respiró profundamente.

– ¿Quién es? -preguntó, esperando que Dev contestara.

– Soy Moira, querida. ¿Puedo entrar? -preguntó la mujer. Antes de que Carrie pudiera ocultar su desilusión, la mujer abrió la puerta. -Te traigo un poco de desayuno. El señor Riley me dijo que tal vez te apeteciera dormir hasta tarde. Ya sé que no dormiste mucho anoche.

– ¿Él ha dicho eso? Bueno, pues te puedo asegurar que no pasó nada aquí anoche. Dormimos juntos, pero no pasó nada entre nosotros… Fue como ir de acampada.

– Claro que sí. Estoy segura de que él se refería a las quemaduras -dijo Moira, con una dulce sonrisa, mientras le ponía la bandeja en la cama. -Él me ha dicho que parecías un poco incómoda y que tuviste un sueño muy inquieto -añadió, enseñándole un tubo de bálsamo. -Nos hizo llamar por radio a un médico de Cayo Largo para que nos mandara esto. Te ayudará a aliviar los granos que tienes en la cara.

Carrie se había olvidado de los granos. ¡Qué humillante! Había intentado parecer sexy cuando parecía una niña con varicela.

– ¿Que él ha ordenado que me envíen esto?

Moira tomó el tubo y aplicó el bálsamo en las mejillas de Carrie. El alivio y la frescura fueron casi inmediatos.

– Luego, contrató un chófer para que lo trajera a Tavernier y que luego un barco nos los acercara esta mañana. Me apostaría que todo eso le ha costado bastante dinero. Además, también pidió que te trajeran otras cosas. Algunas cremas y lociones, aceite de baño y un precioso camisón hecho de la tela más suave que he visto en mucho tiempo.

– ¿Que Dev Riley ha hecho eso por mí? -preguntó Carrie, tomando la bolsa que la mujer llevaba en el brazo. Estaba asombrada de que él se hubiera tomado tantas molestias.

– Está bastante preocupado por ti, querida. Me imagino que se siente un poco culpable por vuestra pequeña discusión. Me alegro tanto de que hayáis solucionado vuestros problemas. Hacéis una pareja perfecta.

– No tenemos ningún problema. Y no somos pareja. Ni siquiera nos conocíamos. Éramos dos extraños.

– Extraños que comparten la misma cama -replicó Moira, negándose a aceptar la verdad. -Bueno, pues yo diría que ese muchacho tiene una buena manera de tratar a las extrañas.

– En cuanto pueda encontrar el modo de llegar a Miami, yo me marcho.

– Es mejor que empiece a recoger todo -dijo Moira, suspirando. -Hemos atracado. Si te apetece ir a dar una vuelta por la ciudad después de comer, nos encantaría llevarte. Tú puedes encontrar el modo de volver a Miami, si es que tienes tantas ganas de irte. Simplemente, háznoslo saber cuando estés lista.

Entonces, salió del camarote, dejando a Carrie un delicioso desayuno de tostadas y salchichas. Después de terminar el desayuno, Carrie se cubrió el cuerpo de cremas y se puso un suave vestido y un sombrero de paja de ala ancha en la cabeza. Casi se sentía normal, y feliz. Aunque no quisiera admitirlo, estaba deseando encontrarse con Dev y darle las gracias.

La suave brisa del mar le refrescó aún más la piel. Saludó con la mano al capitán Fergus. Al levantar la vista, vio que estaban en el lugar más bello que había visto nunca. Era una pequeña cala rodeada de una playa de arena blanca y manglares. El agua era tan azul que casi hacía daño a los ojos.

– No es tan hermosa como tú, pero no está mal.

El sonido de la voz de Dev la asustó. Al darse la vuelta, lo vio apoyado sobre el mástil, con el pelo revuelto por el viento. El torso desnudo le brillaba bajo el sol. Había estado en el agua y el bañador se le pegaba a la piel, revelando el contorno de sus bien torneadas piernas.

– ¿Dónde estamos?

– Se llama el Cayo de la Botella -replicó él, poniéndose las gafas de sol. -¿Te encuentras mejor?

– Sí. Gracias por… los regalos. Ha sido muy amable de tu parte.

Ella había esperado que él se acercara, pero no se movió. Carrie tragó saliva, intentando encontrar un tópico de conversación que fuera apropiado. Finalmente, se rindió. No se le ocurría nada que él pudiera encontrar interesante.

– Hace muy buen día -dijo ella, recordando el recurso del tiempo. -Muy… soleado.

– ¿Has dormido bien?

– Sí, muy bien. Como un tronco. ¿Y tú?

– No creí que pudiera hacerlo, pero al final lo conseguí.

– Bien. Me alegro de no haberte mantenido… despierto.

– Yo no.

Entonces se produjo un largo silencio entre ellos. ¿Qué habría querido decir Dev con eso? ¿Quería decir que le habría apetecido hacer algo más que apagar las luces y dormirse?

– Me alegro de que te hayas levantado -dijo él por fin. -Quería hablar contigo.

Él extendió la mano y la ayudó a llegar hasta la proa. Carrie no pudo dejar de imaginarse cómo sería sentir aquellas manos acariciándole el cuerpo. Entonces, ella se aclaró la garganta e intentó apartar aquellos pensamientos.

– Si es por lo de la cama, yo…

Él se volvió y le llevó un dedo a los labios, dejándole una marca cálida encima cuando apartó el dedo. Durante un momento, ella deseó que la besara y acabar con aquella conversación tan encorsetada.

Él se sentó en la cubierta y levantó la cara al sol. Ella aprovechó la oportunidad para estudiar sus rasgos y memorizarlos. Cuando él la miró, ella se sentó rápidamente a su lado.

– ¿Crees que un hombre y una mujer pueden ser amigos? -preguntó él. -Me refiero a algo en lo que no interfiera la atracción sexual.

– Pues supongo que sí -respondió Carrie, algo confundida. -¿Por qué no?

– ¿Has tenido alguna vez un amigo? ¿Un hombre con el que no te apeteciera irte a la cama?

– Claro -mintió Carrie.

La verdad era que había habido tan pocos hombres en su vida que no había tenido oportunidad de desarrollar lazos de amistad con ellos. Y tampoco había disfrutado yéndose a la cama con ninguno de ellos. Todo había sido tan desilusionador…

– Yo nunca he tenido una amiga. Tampoco lo he intentado. No estoy seguro de que sea posible.

– Yo soy tu amiga -dijo Carrie con una sonrisa. -Más o menos. Y, por si no te has dado cuenta, soy una mujer.

– Me he dado cuenta. Créeme.

Carrie se volvió para mirar al horizonte, muy satisfecha con aquel cumplido y la fascinación que él parecía sentir por sus labios.

– Si vamos a pasar el resto de nuestras vacaciones juntos -dijo él, -creo que es una buena idea que seamos amigos, ¿no te parece?

– Pero eso no va a ser así -musitó Carrie. -Yo me marcho a la ciudad esta tarde para ver si puedo regresar a Miami. Se supone que hay un autobús que…

– Pero yo quiero que te quedes.

El corazón de Carrie se detuvo. Durante un momento, no pudo respirar. ¿De verdad habría dicho él aquellas palabras? Quería creer que sí, pero algo le decía que era mejor mantener las distancias.

– Será bueno para mí. Estar con una mujer y no pensar en… ya sabes -añadió él. -Además, tú has pagado estas vacaciones. No es culpa tuya que alguien metiera la pata. Tienes tanto derecho como yo a divertirte. Así que quiero que te quedes. Me gustará tener compañía. Y, además, te puedes quedar con la cama. Yo encontraré otro lugar donde dormir.

Carrie intentó contenerse. Era tan agradable saber que él podía dejar a un lado cualquier atracción que pudiera sentir por ella… Que Carrie fuera tan fácil de olvidar. Sin embargo, al lado de las mujeres con las que él solía salir, probablemente ella no tenía comparación. Aquella era la realidad de Dev Riley, una realidad que ella tenía que empezar a aceptar.

– Pero tienes novia -le recordó Carrie. -¿Qué le parecerá a ella que yo me quede?

– ¿Por qué crees que tengo novia?

– Simplemente había asumido que… -dijo ella, sin querer admitir que lo sabía porque Susie se lo había dicho. -Tú reservaste un viaje para dos. Tú mismo lo dijiste. Y aquella primera noche en la cama, tú creíste que yo era otra persona, ¿no es verdad? Tú pensaste que yo era ella.

– Jillian -replicó él, con frialdad.

– ¿Por qué no está ella aquí contigo? ¿No debería ser ella la que compartiera estas vacaciones contigo en vez de ser yo la que lo haga? -preguntó, sin poder reprimir su curiosidad.

– No está aquí porque valora su carrera más que nuestra relación. Ya se ha terminado todo entre nosotros.

Carrie dobló las piernas y se las puso bajo la barbilla. El corazón le latía a toda velocidad por haber oído aquellas palabras. Sin embargo, aquella noticia no debería cambiar nada, pero Carrie no pudo evitar sentirse algo más alegre.

– Lo siento.

– Yo no. Ha sido lo mejor. Justo ahora, no necesito una mujer en mi vida. Créeme, estoy mucho mejor sin ella.

Aquellas palabras hicieron pedazos las esperanzas de Carrie. Él no necesitaba una mujer en su vida, pero le acababa de pedir que compartiera aquellas vacaciones con él. ¿Qué pensaba él que era ella? ¿Un alien sin sexo? Ella era una mujer con unas necesidades normales, con pasiones y deseos que se despertaban al estar cerca de un hombre tan guapo.

– Es más orgullo que pena -añadió él. -Ella no estaba lista para comprometerse y yo tampoco. Solo me molesta que ella se diera cuenta antes que yo.

Carrie lo miró. Si ella hubiera sido tan sofisticada como Jillian, tal vez le hubiera podido hacer ver que podría ser tan deseable como Jillian. Pero ella no era Jillian. Eso era evidente.

– Así que, ¿piensas quedarte?

Carrie asintió y se puso de pie.

– Claro. No hay problema. Fergus y Moira prometieron llevarme al pueblo después de comer. ¿Te gustaría venir?

– No, creo que me quedaré aquí. Tal vez vaya a nadar o lea algo. Ve tú. Diviértete.

Entonces cerró los ojos de nuevo. Ella esperó unos minutos y luego se marchó silenciosamente. Cuando llegó al camarote, se sentó en el borde de la cama e intentó poner orden en sus confusos pensamientos.

Después de aquella conversación solo sabía con seguridad una cosa. Le resultaba mucho más fácil odiar a Dev Riley cuando se portaba como un canalla.


Sentada en la proa del bote, Carrie observó el Serendipity, meciéndose suavemente sobre las olas. Cuando salió del camarote antes de comer, Dev se había ido. El capitán Fergus le dijo que lo había llevado a la ciudad en el bote y que había prometido estar en el muelle por la tarde para poder volver al barco con ellos.

Carrie se pasó el resto de la mañana leyendo y esperando que él regresara. Cuando vio que iba a comer sola, decidió acompañar a Moira y a Fergus a la ciudad de Tavernier, una pequeña ciudad en Cayo Largo. No merecía la pena pasarse el tiempo pensando en Dev cuando podía investigar las pequeñas tiendas que rodeaban el puerto.

La sorprendió mucho notar que disfrutó más de lo que había pensado con aquella excursión en solitario. Viajar sola no era tan terrible como ella se había imaginado.

Carrie había quedado en encontrarse con Moira y Fergus dos horas más tarde en el muelle, mientras ellos iban a hacer sus compras. La calle que salía del muelle estaba caldeada por el sol y la suave brisa marina hacía que los toldos de las tiendas aletearan. Un perrito se puso al paso con ella, esperando pacientemente mientras ella compraba.

Por fin, en una agradable taberna al aire libre, encontró una mesa y pidió unas gambas. Estaba dando de comer al perro las sobras mientras se tomaba un ponche de ron helado y observaba a los paseantes cuando…

– ¡Aggie! ¿Dónde estás? -gritó alguien, acompañando sus palabras con un silbido.

Carrie volvió a concentrarse en su comida, poco interesada por aquel extraño. Sin embargo, unos pocos segundos después, una sombra oscureció la mesa. Carrie levantó la vista y vio la silueta de un hombre que, al principio, le pareció Dev.

– Aggie, ya sabes que no tienes que pedir -dijo el hombre, con un acento australiano tan fuerte que Carrie apenas si comprendió lo que decía.

– Me temo que me ha confundido con otra persona -musitó Carrie, algo nerviosa. -No me llamo Aggie.

El hombre tomó la silla que había enfrente de la de Carrie, le dio la vuelta y se sentó a horcajadas. Al ver el bronceado Adonis que tenía enfrente, Carrie tuvo que contener el aliento. Tenía la piel muy bronceada y el pelo rubio muy claro por el sol y el perfil perfecto. Sin embargo, no era tan guapo como Dev. El hombre sonrió e inclinó la cabeza hacia el perro.

– Claro que usted no es Aggie. Él sí. Es mi perro -repitió él, al ver que Carrie no comprendía. -Se llama Aggie. Y usted debe de ser la pasajera de Fergus y Moira. Me llamo Jace Stevens. Soy de Sídney, Australia.

– Carrie -dijo ella, tomando la mano que el hombre le extendía. -Carrie Reynolds de Lake Grove, Illi… Así que, ¿conoce al capitán Fergus y a Moira?

– Sí. Nos encontramos con frecuencia por los puertos del mar Caribe. Los conozco desde hace años. Cuando los vi en el paseo, Moira me dijo que tenían pasajeros. Una jovencita muy guapa, me dijo. Así que cuando la vi, supe que era usted.

Carrie sintió que se sonrojaba. Aquella era la segunda vez en el mismo día que alguien comentaba su belleza. Primero Dev y luego aquel extraño. ¿Sería que los granos de la cara la hacían irresistible para el sexo opuesto?

– Gracias -murmuró ella. -¿Es usted también capitán de un barco de pasajeros, señor Stevens?

Carrie se dijo que aquella era una buena pregunta. Haría tocio lo posible porque hablara de sí mismo. Había leído en algún sitio que a los hombres les gustaba. Aquella era una buena oportunidad para practicar lo que había ido a aprender, pero, ¿por qué no le saldrían las palabras con más naturalidad?

– No, solo soy una rata de barco. Me paso los inviernos aquí y los veranos en el circuito de carreras del norte. ¿Qué haces en Lake Grove?

– ¿Que conduce coches de carreras? -preguntó ella.

– No -respondió él, con una sonrisa. -Barcos de vela. Muy grandes. Yates de doce metros, como los que navegan en la Copa América.

– Es muy difícil para mí imaginarme eso -dijo Carrie, totalmente desesperanzada por no saber nada del tema. -Pero supongo que no van muy rápido.

– Deberías probarlo alguna vez. No hay nada igual. El viento en el pelo, las velas aleteando por encima de la cabeza. Es mejor que el sexo.

Carrie se tomó las manos. Hubiera podido pensar que aquel hombre estaba intentando ligar con ella… Un perfecto extraño se le acerca y empieza una conversación, usando su perrito como cebo. Era un sinvergüenza, pero muy sexy. Y estaba interesado en ella, pero ¿por qué?

No parecía un hombre desesperado. Ella lo estudió solapadamente mientras tomaba otro sorbo del ponche. Tal vez era su nuevo color de pelo o el vestido lo que resultaban tan atractivos.

Fuera lo que fuera, no podría hacerle ningún daño. Estaba de vacaciones y el hombre era amigo de Fergus y Moira.

– Yo probablemente me pondría a vomitar -admitió Carrie. -Probablemente Fergus y Moira te hayan dicho que no soy buena marinera.

– Eso es imposible -dijo él. -Aggie reconoce a un buen marino en cuanto lo ve. ¿Te gustaría ver mi barco? Está anclado en el puerto.

– No puedo -respondió Carrie, mirando el reloj. -Tengo que encontrarme con Fergus y Moira.

– ¿Por qué no te quedas a tomar algo conmigo? Yo te puedo llevar al Serendipity más tarde.

– No, gracias. Me están esperando -insistió Carrie, satisfecha de haber podido flirtear con él, pero sin querer intimar más con un desconocido.

– Entonces, Aggie y yo te acompañaremos al puerto.

– Yo la acompañaré -dijo una voz, familiar para Carrie, a sus espaldas.

Al mirar por encima del hombro, Carrie vio a Dev. Llevaba puestos un par de pantalones cortos y una camiseta azul clara. Tenía el pelo alborotado y húmedo en la nuca y miraba con sospecha a Jace Stevens.

Carrie se aclaró la garganta y se puso rápidamente de pie, algo incómoda con la actitud de Dev.

– Dev Riley, me gustaría presentarte a un amigo de los O'Malley. Se llama…

– Tenemos que irnos -interrumpió Dev, tomándola de la mano y dejando dinero encima de la mesa. Luego hizo una inclinación de cabeza a Jace y empujó a Carrie hacia la calle.

– Solo iba a presentarte a…

– ¡Tenemos que irnos! -repitió él. -Moira y Fergus nos están esperando.

Carrie se dio la vuelta y se despidió de Jace Stevens.

– Me ha encantado conocerte. Adiós, Aggie.

– No le hables -musitó Dev, tirándola del brazo. -Los tipos como ese no saben cuándo tienen bastante.

– Es muy agradable.

– Es un extraño y tú no debes hablar con extraños.

– No es un extraño. Conoce a Fergus y a Moira.

– Tal vez en Helena se habla con los extraños, pero aquí no. Podría ser un… traficante de drogas. O un delincuente. O… un pirata.

– ¿Un pirata? -exclamó Carrie, riendo, mientras intentaba seguirle el paso. -¿Estás loco? Capitanea barcos de carreras.

– Maldita sea, Carrie, ya sabes lo que quiero decir.

– Ya sé lo que estás diciendo, pero no estoy segura de por qué lo estás diciendo. ¿Quién eres tú para decirme con quién puedo y no puedo hablar? Solo porque seas mi amigo no significa que puedas ir dándome órdenes.

– Simplemente me preocupa tu seguridad -dijo él, sin dejar de mirar al frente.

– Tal vez es que estés celoso.

– ¿Qué? -preguntó él, parándose en medio de la calle. -¿Qué has dicho?

– Nada -respondió Carrie, mirando al suelo.

– Eso no es cierto. ¿Qué has dicho?

– He dicho que tal vez estés celoso -replicó ella.

– ¿De ese idiota? ¡Estarás soñando! Yo podría vender y comprar a ese tipo un millón de veces.

– Me alegro de saberlo -le espetó ella, mirándolo con desdén. Entonces, siguió andando ella sola. -Todo lo que estaba haciendo era hablar con él. Y me pareció un hombre encantador. Ha sido una experiencia de lo más esclarecedora.

– ¿Es así como lo llamas tú? Estaba intentando ligar contigo.

– ¡Escúchame! Tal vez Dios te haya bendecido con una abundante cantidad de encanto pero yo no tengo mucha experiencia en esto. Por eso he venido de vacaciones. Para practicar.

Tan pronto como acabó de decir aquellas palabras, lamentó haberlas dicho.

– ¿Para practicar la seducción de extraños en un bar?

– No era un extraño y estaba sentada en la parte del restaurante, no en el bar. No había nada de seducción por medio.

– Entonces, ¿qué estabas practicando?

– No es asunto tuyo.

– Es asunto mío cuando te pones en peligro.

– Aquel hombre era un amigo de Fergus y Moira. ¡No estaba en peligro! Ahora, ¿podemos dejar de hablar sobre esto?

– Eres demasiado inocente, Carrie -dijo él, empezando a andar de nuevo hacia el barco. -Ya no estás en Helena. Y está muy claro que no tienes demasiada experiencia con los hombres.

– Bueno, tal vez no. Pero es imposible que consiga experiencia si no practico.

– ¿Para quién estás practicando?

– No te lo puedo decir -dijo Carrie, apartándose de él y apretando el paso.

Él la alcanzó enseguida y la bloqueó el paso.

– Dímelo. Se supone que somos amigos, ¿no? Puedes confiar en mí.

– ¡De acuerdo! -dijo ella, tras un momento de duda. -Hay un hombre, pero él ni siquiera sabe que yo existo.

– ¿Cómo puede ser eso posible? -preguntó él, con voz suave, levantándole la cara por la barbilla.

– Es difícil de creer -replicó ella, en tono de burla. -Pero es cierto.

– ¿Lo amas?

Aquella pregunta tomó a Carrie por sorpresa. Cuatro días atrás, Dev Riley solo era una fantasía para ella. Entonces, sus sentimientos por él eran difíciles de definir. Desde que lo conocía personalmente, lo que sentía por él era mucho más real. Si era o no amor, no estaba segura, pero estaba empezando a sentir algo muy dentro de su corazón que parecía constituir un vínculo entre ellos.

– No -dijo ella con voz temblorosa. -No lo amo. Bueno -añadió, al mirarlo a los ojos-… tal vez un poco.

– Entonces, deja que sea yo quien te ayude, no el extraño de un bar.

– ¿Cómo puedes ayudarme tú?

– Si quieres practicar con alguien, practica conmigo. Así yo sabré que no corres ningún peligro.

Carrie negó con la cabeza. ¿Practicar sus técnicas de seducción con Dev Riley?

– Gracias por ofrecerte, pero yo no creo que fuera muy buena idea. Además, ¿por qué te preocupa que corra algún peligro?

– Porque somos amigos. Y eso es lo que hacen los amigos. Se cuidan los unos a los otros.

Carrie lo miró durante un momento, examinando cuidadosamente todas sus facciones. Aquello era todo lo que ella necesitaba: una invitación para practicar con el hombre de sus fantasías. ¡Ya había sido suficiente con que ella accediera a pasar aquella semana con él como para que entonces él le ofreciera la oportunidad de practicar sus artes de seducción con él, precisamente cuando era a él al que quería seducir!

Aquello no iba a funcionar. Todo aquello iba a acabar en desastre. Sin embargo, todo aquel viaje era un desastre. Y aquella catástrofe en particular sería lo único que merecería la pena recordar cuando regresara a casa.


La proa del Serendipity cortaba suavemente las tranquilas aguas del Caribe. Dev, apoyado contra el mástil, contemplaba la serenidad de la noche. Nunca antes había visto tantas estrellas y una luna tan brillante como la que relucía aquella noche. En la distancia, se veían las luces de un pueblo.

Dev casi se podía imaginar cómo habían sido aquellas aguas cientos de años atrás. Durante la cena de aquella noche, el capitán Fergus les había contado historias de piratas y de naufragios. Incluso les había contado una historia de fantasmas sobre un grupo de trabajadores del ferrocarril que habían sido arrastrados al mar durante un huracán y ahora embrujaban aquellas aguas con sus gritos de socorro.

Carrie había escuchado atentamente todas aquellas historias, pero casi no había hablado con Dev. A pesar de que ella se había comportado de un modo cortés, Dev no podía dejar de sentirse algo inquieto por lo que ella le había contado en el puerto. No había tenido intención de enfadarse con Carrie, pero al verla con aquel hombre no había podido contenerse. En otro hombre, podría haberse interpretado como celos, pero él sabía que no era así. Dev interpretó aquella reacción como el deseo de proteger a una amiga, una buena amiga a la que había aprendido a apreciar más y más en los últimos días.

Había intentado dormir en el camarote pequeño, pero después de unos pocos minutos había subido a cubierta. Dev respiró profundamente e intentó apartar los pensamientos sobre Carrie, y sobre el hombre que amaba, de su mente. Pero fue inútil. Su imaginación probablemente no tenía que ver nada con la realidad, pero se imaginaba el típico cowboy de Montana, una clase de hombre que todas las mujeres encontraban atractivo, especialmente las inocentes como Carrie.

No podía entenderlo. ¿Qué tenía un vaquero de Montana que no tuviera él? Evidentemente, Carrie se había enamorado del primer hombre por el que se había sentido atraída. Y no se daba cuenta de que una relación con esa clase de hombres solo podía ocasionarle problemas. Los vaqueros se pasaban la vida conduciendo ganado, por no hablar de las noches de juerga en el salón o el olor a sudor. Una relación como aquella estaba condenada a acabar mal antes de empezar. Y, como amigo y confidente, él tendría que convencerla de aquel hecho.

Dev se maldijo en silencio. ¿De verdad estaba realmente preocupado por el bienestar de Carrie? ¿O era que simplemente estaba intentando ignorar sus propios sentimientos de celos? Había decidido mantener su relación con Carrie en el plano estrictamente platónico. Pero aquello era más fácil de conseguir en la teoría que en la práctica. De hecho, el mundo se le ponía cuesta arriba cuando la miraba a aquellos hermosos ojos azules.

Ella le había pedido ayuda y, como buen amigo, estaba obligado a dársela. ¿Pero era él de verdad un buen amigo? Un amigo no debería querer besarla ni tocarla, y eso era lo que le pasaba a él. E incluso había empezado a imaginar contactos mucho más íntimos.

Entonces, ¿por qué se había ofrecido a ayudarla en su práctica? Cada vez que lo hicieran, su fuerza de voluntad se vería sometida a prueba. Sin embargo, Carrie era tan inocente que no sabía lo hermosa que era. Los motivos de ella, al contrario de los de él, eran completamente puros. Él estaba seguro que ella nunca recurriría a los trucos típicamente femeninos.

Entonces notó que algo se movía en cubierta. Al volverse, vio a Carrie paseando hacia la proa del barco. Llevaba puesto el camisón blanco que él le había comprado. La brisa se lo enredaba entre las piernas y, durante un momento, pareció un ángel. Al principio, Dev pensó que lo había visto, pero cuando ella pasó cerca de él sin mirarlo, él supo que ella ignoraba su presencia.

Dev contuvo el aliento mientras ella miraba el mar y extendía las manos para pasárselas por el pelo y luego estiraba los brazos por encima de la cabeza. La suave luz creaba un halo alrededor del cuerpo de ella, permitiendo a Dev verle el contorno del cuerpo a través de la traslúcida tela.

Él sintió que el deseo se adueñaba de su masculinidad. Podía imaginarse perfectamente cómo le quitaría el camisón, dejando que cayera hasta los pies. Tendría la piel cálida y suave, expuesta a las caricias. Ella respondería a sus deseos y se tumbarían los dos en la cubierta, bajo la luna y las estrellas, y harían el amor.

Dev cerró los ojos y respiró profundamente. ¿Qué era lo que lo atraía de ella? ¿Y por qué Carrie? Lo último que quería en su vida en aquellos momentos era una mujer. Lo único que quería en aquellos momentos era llevar una vida sencilla.

Sin embargo, desear a Carrie le resultaba muy sencillo. Era dulce, sencilla y honesta. Sabía que podía confiar en ella a pesar de conocerla desde hacía poco tiempo. Y a pesar de que ella intentara esconder sus emociones, todos sus sentimientos se le reflejaban en los ojos.

Dev había visto deseo en ellos cuando la había besado, pero también confusión. Él la deseaba de una manera en la que no había deseado nunca a ninguna otra mujer. Pero ella amaba a otro hombre. ¿Estaba él dispuesto a ignorar los hechos para satisfacer sus propias necesidades?

Tal vez la situación no fuera tan clara como había parecido en un principio. Ella estaba enamorada pero aquel hombre ni siquiera sabía que ella existía. Aquello significaba que no había compromiso entre ellos. Y Dev estaba libre. Ambos eran adultos y capaces de tomar sus propias decisiones. ¿Por qué no dejarse llevar por los acontecimientos?

Muchas personas tenían aventuras durante las vacaciones y luego regresaban a su día a día sin ningún sentimiento de culpa. Él volvería a su trabajo y ella a su vaquero, ambos felices con los recuerdos de la semana que habían pasado juntos.

Sin embargo, a Dev le parecía que no sería tan fácil olvidar a Carrie. Entonces se inclinó sobre el mástil, con la imagen de Carrie en la mente. El camisón lentamente se iba disolviendo en su imaginación hasta que ella estaba desnuda delante de él, como una sirena surgida del mar.

Cuando abrió los ojos, vio que Carrie se había ido. ¿Habría sido aquella aparición producto de su imaginación? ¿O sería que simplemente estaba cansado? Entonces, Dev se dirigió al salón principal. Al llegar a la puerta de su camarote, se detuvo. La pequeña habitación era muy pequeña y no tenía ventilación. No podía dejar de pensar en Carrie, tumbada en aquella cama tan grande y tan cómoda. Poco a poco, Dev se fue acercando al camarote.

Quería hablar con ella, necesitaba verla de nuevo antes de irse a dormir. Escuchó al lado de la puerta y luego la abrió. Todo estaba a oscuras, pero adivinaba el contorno de ella en la cama, respirando profundamente. Tuvo que luchar contra la urgencia de acercarse a la cama y tumbarse a su lado.

¿Cómo reaccionaría ella? ¿Respondería a sus caricias o se apartaría? Dev quería hacerle el amor, poseerla. Sin embargo, sabía que el corazón de Carrie era mucho más frágil que el de otras mujeres. Deseaba tener un romance para toda la vida con su vaquero y no una aventura con un hombre que era casi un extraño.

Ella gimió suavemente y se dio la vuelta. Dev contuvo el aliento, pero en cuanto ella se quedó quieta de nuevo, se acercó a la cama. El pelo rizado de ella se extendía por la almohada. Dev no pudo resistir el impulso de tomar un mechón.

– Dev -murmuró ella. -Mmm, Dev.

Rápidamente, él apartó la mano. Lentamente, ella abrió los ojos. Al principio, él pensó que estaba dormida, pero cuando ella se incorporó, apartándose el pelo de la cara, él no tuvo duda alguna.

– ¿Dev?

– Yo… yo no quería despertarte -musitó él, dando un paso atrás. -Estaba buscando… mi… mi… algo que he perdido. Mi libro.

– ¿Va todo bien?

– No podía dormir.

Ella suspiró suavemente, y luego levantó la sábana, apartándolas en señal de tácita invitación.

– Toma los cojines -susurró ella. -Puedes dormir aquí.

Sus instintos le dijeron a Dev que saliera del camarote. No podría pasar otra noche con ella sin tocarla, sin hundir el rostro en el fragante pelo de ella, sin quitarle la ropa y…

– No pasa nada -dijo ella. -No me importa. Confío en ti.

Él hizo lo que ella le había pedido y se tumbó en la cama. Durante un largo tiempo, el camarote estuvo en silencio, mientras él esperaba que ella dijera algo. Finalmente, él se incorporó ligeramente, le tomó la cara entre las manos y la besó en los labios.

– Buenas noches, Carrie.

Con un suspiró, él se tumbó de nuevo y sonrió. Después de eso, ella tendría algo que la mantuviera despierta el resto de la noche mientras que él dormía profundamente. Y por la mañana, intentaría averiguar lo que iba a hacer con Carrie Reynolds.

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