CAPÍTULO 08

– Quiero que me prepares otras vacaciones -dijo Carrie. -En algún lugar que esté lejos de aquí y donde pueda olvidar tocio lo que ocurrió en las vacaciones que acabo de tener.

Estaba de pie delante de la puerta principal de «Aventuras Inc.», contemplando la calle. El invierno seguía en pleno apogeo en Chicago. La noche anterior había nevado.

Carrie se frotó los brazos y recordó el sol de Florida, la calidez de temperatura que tanto había amado, los cielos brillantes y la blanca arena. Desde que había vuelto, no había recobrado la felicidad. El tiempo parecía ahogarla, deprimiéndola y dejándola tan fría y gris como los días. Estaba empezando a perder su bronceado y sentía como, poco a poco, iba dejando de ser la mujer en la que se había convertido en los Cayos.

Se había vuelto a poner el pelo de su color marrón original y había vuelto a poner las lentillas en el cajón en un intento de recuperar la vida que llevaba antes. Sin embargo, cuanto más intentaba meterse en la piel de Carrie Reynolds, agente de viajes, más le costaba hacerlo. Estaba atrapada en un lugar extraño, entre la persona que había sido y en la que casi se había convertido. Carrie ya no estaba segura de quién era. Todo lo que sabía era que la mejor parte de ella se había quedado en aquella habitación donde Dev y ella habían hecho el amor. No podía dejar de imaginárselo, desnudo, con las sábanas enredadas entre las piernas.

Ella no había querido dejarlo, pero no podía soportar las despedidas, no quería leer en sus ojos que había llegado el fin. Habían compartido un romance de vacaciones y, aunque había sido maravilloso, no podía durar en cuanto ellos volvieran al mundo real.

Sin embargo, ella se había marchado sabiendo que él sería el único hombre que sería capaz de amar. Sus fantasías se habían hecho realidad tan solo durante una semana y ella debería sentirse satisfecha con eso. Llevaría aquellos recuerdos con ella para siempre. La siguiente vez que él entrara en la agencia, ya no sentiría nada. Dev Riley sería parte de su pasado. Y allí se quedaría.

– ¿Vas a hacerlo, sí o no? -insistió Carrie.

– Por escaparte no vas a dejar de amarlo -dijo Susie, rodeándole los hombros con los brazos.

– ¿Quién ha dicho que yo lo amaba? -preguntó ella, dándose la vuelta para mirar a su soda. -Yo no he dicho nada de eso.

– Tú estás enamorada de Dev Riley desde antes de que lo conocieras -afirmó Susie. -Ahora que has pasado una semana con él, no me irás a decir que tus sentimientos han cambiado.

Carrie contuvo el aliento. Susie siempre podía ver a través de ella. Intentó con todas sus fuerzas contener las lágrimas.

– No sé qué hacer. Él se pensará que lo he planeado todo a propósito, que fui detrás de él. No puedo contarle la verdad.

– ¿Por qué no?

– Cuando descubra que soy propietaria de la agencia en la que reserva sus viajes, que vivo aquí, en Lake Grove, va a pensar que lo he engañado.

– Si alguien debe sentirse culpable, esa soy yo. No es que me sienta así, pero tal vez debería. Yo soy la persona que planeó todo este embrollo. Tú eres completamente inocente.

– Él no se va a creer eso. Me dijo que lo encantaba mi sinceridad. Y yo soy la peor mentirosa del mundo. Le podría haber contado la verdad desde el principio, desde el minuto que descubrí que estaba en su cama.

– Cielo, ¿por qué tienes que enojarte contigo misma? Viste a un hombre que te gustaba y fuiste detrás de él. Debería sentirse halagado.

– Eso suena tan ruin. Como si se tratara de una cacería. ¿Tú crees que los tigres y los elefantes se sienten halagados?

– Los hombres tienen egos mucho mayores que los de los elefantes. Creo que deberían ser cazados.

– Pero yo no fui detrás de él. Al principio ni siquiera me gustó. Era tan desagradable… Pero entonces, me di cuenta de que estaba enfadado por lo que le había pasado con Jillian. Entonces, empezó a comportarse de un modo tan dulce que no pude evitar enamorarme de él de verdad.

– ¿Y qué siente él por ti?

– No estoy segura -respondió Carrie, arrebujándose en la chaqueta. -Nunca hemos hablado de lo que sentimos. Las cosas ocurrieron tan rápidamente entre nosotros… Estábamos de vacaciones. Nadie piensa cuando está de vacaciones.

– ¿Así que por eso piensas volver a tu antigua vida? Y cuando Dev Riley venga, ¿vas a seguir escondiéndote en la sala de la fotocopiadora?

– No. Vas a empezar a mandarle los billetes a su despacho. Así no tendré que encontrarme con él. Además, si me viera, ni siquiera me reconocería.

– No sé por qué te has cambiado el pelo. Estabas muy guapa de rubia.

– No era yo. Estaba tratando de ser alguien que nunca podré ser -afirmó, mirándose de arriba abajo. Volvía a llevar sus viejos pantalones de pana y la enorme chaqueta de siempre. -Esta es la verdadera Carrie Reynolds. Estoy a gusto con esta persona. Yo… soy feliz. Entonces, ¿vas a encargarte de mis vacaciones? Quiero un lugar tranquilo, donde no tenga que hablar con nadie.

– Sí. ¿Cuándo te quieres marchar?

– Necesito ponerme al día con un par de cosas aquí en la agencia pero creo que las habré terminado para el fin de semana.

– ¿Cuánto tiempo quieres marcharte?

– No sé -dijo Carrie, volviéndose para mirar por la ventana. -Volveré cuando esté lista.

– Lo siento, Carrie. Nunca tuve intención de hacerte daño -aseguró Susie, abrazándola.

– Lo sé -murmuró Carrie, mirando distraídamente un coche que estaba aparcando enfrente. -Sé que no… ¡Has vuelto a hacerlo!

– ¿De qué estás hablando?

– ¡De eso! -exclamó Carrie, tomando su sombrero de la silla y encasquetándoselo en la cabeza, mientras le señalaba el BMW oscuro. -Sabías que iba a venir aquí y no me avisaste. Querías que volviéramos a vernos.

– ¡No sabía que iba a venir! ¡Te lo juro!

– Tengo que marcharme -dijo Carrie, recogiendo su mochila y apresurándose a abrir la puerta. -No puedo verlo. Todavía no.

Cuando salió corriendo a la calle, su mirada se cruzó por un instante con la de Dev. Entonces, se caló más el sombrero y salió corriendo acera abajo.

Cuando estuvo a una distancia segura, se metió en la entrada de una tienda para recobrar el aliento. El corazón le latía a toda velocidad.

– Una mirada… y casi no puedo andar -susurró ella. -No puedo seguir así. No puedo arriesgarme a encontrarme con él. Voy a tener que mudarme.

Podría vender su casa y abrir una sucursal de «Aventuras Inc.» en otra ciudad. Como Fairbanks, en Alaska o Amarillo en Tejas.

– O Helena -dijo Carrie. -Tendré que mudarme a Montana. Al menos, con eso no habría mentido.

Carrie se apoyó en la puerta y miró hacia la agencia. Dev estaba cruzando la calle. Durante un instante, se sintió transportada al dormitorio de Cayo Cristabel. Al tocarse los labios, le pareció que aún podía sentir los besos de él. Cada recuerdo era tan intenso y tan claro que le parecía estar con él en aquellos momentos de pasión.

¿Cómo iba a ella a poder vivir sin él? Carrie no podía imaginarse sentir una pasión semejante por otro hombre.

Solo había una manera en la que podría solucionar las cosas con Dev. Podría volver a la agencia y decirle la verdad. Todo. Que lo había estado observando desde la distancia, que había estado teniendo fantasías con él, que lo había engañado en cuanto había tenido la oportunidad. Y entonces, cuando ella hubiera podido asimilar su reacción, le diría que lo amaba.

– Hazlo -se animó Carrie. -Dile la verdad. Ve a verlo y pídele que te perdone.

Entonces, Carrie dio un paso para salir de la entrada pero el gélido viento la golpeó en la cara, llevándose con él su resolución y su valor. Había vivido un sueño con Dev Riley y si le daba la oportunidad de rechazarla, aquel sueño sería imposible de soportar.

Tal vez fuera mejor dejar las cosas como estaban y volver a su vida normal, sabiendo que por lo menos había vivido una semana de verdadera pasión. Podría vivir el resto de sus días satisfecha solo con eso.

Carrie se dirigió a una cafetería que había en la siguiente manzana. Esperaría para volver a la agencia como si él nunca hubiera estado allí. Mantenerlo todo en secreto era lo mejor.

Tal vez si se lo seguía repitiendo, algún día llegaría a creérselo.


La nieve relucía con el brillante sol de mediodía. Al salir de su coche para dirigirse a la agencia de viajes, Dev tuvo que entornar los ojos para evitar la luz. Mientras esperaba que el tráfico se detuviera para poder cruzar, temblaba y se golpeaba las manos. Después de pasar casi una semana en los Cayos, le llevaría algo de tiempo acostumbrarse al gélido tiempo del norte.

Al mirar a ambos lados antes de cruzar la calle, se detuvo en seco al ver una figura que abandonaba la agencia. La mujer miró a través de la calle y, durante un momento, sus miradas se encontraron. Luego ella desapareció rápidamente calle abajo.

Al ver a aquella mujer, Dev sintió que se le paraba el corazón. Había algo en la forma en la que andaba, en la que inclinaba la cabeza que le resultaba familiar, a pesar del pesado abrigo y del sombrero. Pero entonces, se dio cuenta de que el color del pelo era completamente diferente y que llevaba unas gruesas gafas.

En silencio, se maldijo. Estaba empezando a ver a Carrie en todas partes. ¿Es que se estaría obsesionando por encontrarla? ¿Le habría robado el corazón?

Desde la mañana en la que ella se había marchado de la villa, Dev se había sentido muy confuso, aturdido por la repentina decisión de marcharse. Después, se había enfadado y se había intentado convencer de que aquello era lo mejor. No habría melancólicas despedidas, ni dudas ni lamentos. Aquello había puesto un sencillo fin a una aventura de vacaciones.

Aquel sentimiento le había durado como una media hora, lo que tardó en preparar la maleta y hacer la reserva de avión. Entonces, fue cuento empezó a sentir la necesidad de encontrarla. Lo que hiciera cuando la viera le era un misterio, pero tenía que verla una vez más.

No sabía lo que le diría cuando estuvieran cara a cara, pero su instinto le decía que era mejor que confesara lo que sentía por ella, admitir que se había enamorado. Sin embargo, ni él mismo podía creerse que aquello fuera cierto. Se habían conocido solo durante una semana y se suponía que el amor llevaba tiempo. Había tardado dos años en decidir pedirle a Jillian que se casara con él y, sin embargo, estaba dispuesto a pedírselo a Carrie después de una semana.

Quería pasar su vida con ella. Estaban hechos el uno para el otro, en cuerpo y alma. El hecho de que no la conociera mucho no importaba. Podría aprender todo lo que necesitara saber para hacerla feliz y se pasaría el resto de la vida descubriendo lo que le faltara. Nada podría separarlos si su amor era verdadero.

Y allí estaba el problema. Tal vez él estuviera enamorado de ella pero, ¿estaba ella enamorada de él? Aquella fue la pregunta que no dejó de hacerse en el vuelo de vuelta a Chicago. Si lo amaba, ¿por qué se había marchado? Lo único que la esperaba en Helena era el amor que sentía por un hombre desconocido. ¿Qué empujaba a una mujer a dejar a un lado lo que habían vivido por un extraño?

Dev suspiró. Tendría que encontrarla para descubrir aquellas respuestas, pero le estaba costando más de lo que hubiera creído. Había contactado con Fergus y Moira, asumiendo que ellos tendrían la dirección de Carrie. Sin embargo, ellos tenían como lugar de residencia Lake Grove, Illinois, y la agencia de la que provenía la reserva era «Aventuras Inc.». Los tres llegaron a la conclusión de que se trataba de otro error informático.

Entonces, Dev decidió ir a Helena. Después de pasarse la tarde de un viernes buscándola, no encontró nada. Helena no era una ciudad muy grande. Carrie Reynolds parecía haber desaparecido.

Por eso, se le había ocurrido ir a ver a Susie. Tal vez había algún modo en el que ella pudiera acceder a las listas de pasajeros de las compañías aéreas y encontrar la reserva que Carrie había hecho.

Al entrar en la agencia, Dev se quitó los guantes y se los metió en el bolsillo. Si Susie no podía ayudarlo, Dev solo tendría una opción: pedirle al jefe de seguridad de su empresa, un ex detective privado, que la buscara. A pesar de que no le gustaba mezclar el trabajo con la vida personal, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa.

– ¡Dev Riley! ¡Has vuelto!

– He vuelto -replicó él, sentándose en el sillón que había delante del escritorio de Susie.

– Cuéntame el viaje. Espero que todo saliera como esperabas. ¿Fue todo interesante, relajante?

– Mucho, me planeaste un viaje perfecto. -Siento que no fuera tan romántico como habías planeado. Me sorprendí mucho al saber que tu acompañante lo había cancelado. Espero que no estuvieses demasiado solo.

Dev frunció el ceño. Había habido muchas veces en las que se había preguntado cómo hubieran sido aquellas vacaciones si, en vez de estar con Carrie, hubiera estado con Jillian. Tal vez estaría comprometido con alguien a quien realmente no amaba.

Sin embargo, aquel error había cambiado su vida. Tal vez el destino siguiera ayudándolo.

– De eso es de lo que quería hablarte -dijo él.

– ¿De la soledad?

– No, quería hablarte de una mujer. Una mujer que conocí estas vacaciones.

– Pensé que habías estado solo -dijo ella, fingiendo.

– Por algún extraño error, el barco fue reservado por dos personas. La mujer de la que te hablo quería ir a un complejo hotelero y acabó en mi barco, en mi camarote y en mi cama. Yo quería saber si hay algún modo de que la pudieras encontrar. Ella hizo la reserva a través de una central.

– ¿Me has dicho en la cama? Vaya, vaya, sí que tuviste buenas vacaciones.

– Fueron maravillosas. Por eso necesito que hagas esto por mí. Necesito encontrarla.

– ¿Compartiste la cama con esa mujer y ni siquiera te molestaste en pedirle el número de teléfono? No me parece que te lo plantearas mucho.

– No es eso. Ella me dijo que era de Helena, pero he ido allí y no he podido encontrarla. Tienes que ayudarme.

– Bueno, no sé… Realmente no creo que…

– Eres mi última esperanza -la interrumpió él. -Lo único que me queda es contratar un detective privado.

– ¿Serías capaz de hacer eso? -preguntó Susie, con una sonrisa. -Esta mujer debe de ser muy especial.

– Lo es. Nunca he conocido a nadie como ella.

– ¿Cómo de especial?

– Creo que estoy enamorado de ella -confesó él, sabiendo que tenía que convencer a Susie para que lo ayudara. Además, las palabras le salieron de la boca casi sin pensar. -Sí, la amo. Sé que parece una tontería… Yo mismo nunca he creído en el amor a primera vista, pero cuando ocurre…

– ¿Qué pasa?

– Bueno, es algo increíble. Por eso necesito que me ayudes a encontrar a esa mujer.

– Dime una cosa. ¿Es hermosa? Déjame adivinar. ¿Es una morena, alta, esbelta, algo arrogante?

– No. No es demasiado alta, y no es demasiado esbelta. Con buenas curvas, perfecta. Es rubia y con ojos azules. Los ojos azules más increíbles que he visto. Y la sonrisa más dulce.

– A mí no me parece que sea tu tipo.

– Eso es lo que yo pensaba, pero me imagino que no sabía cuál era mi tipo hasta que la conocí. Entonces, ¿puedes encontrarla? Se me ha ocurrido que podrías buscarla en las listas de pasajeros de las compañías aéreas.

– Puedo intentarlo. ¿Por qué no me das un día o dos? Yo me pondré en contacto contigo.

– De acuerdo. Esto es muy importante para mí. Ella es muy importante. Tengo que encontrarla. Dímelo en cuanto sepas algo -añadió él, poniéndose de pie para estrechar la mano de Susie.

Con eso, él regresó al coche. Una vez allí, estuvo sentado al volante sin arrancarlo durante mucho tiempo, ya que algo le rondaba por la cabeza. Sin embargo, no podía recordar lo que era.

¡Entonces, lo recordó! Ni siquiera le había dicho a Susie cómo se llamaba. Rápidamente abrió la puerta del coche. ¿Cómo iba Susie a poder encontrarla si no sabía cómo se llamaba? Tal vez podría tomar el nombre de la reserva del Serendipity, pero Dev no quería correr riesgos. Rápidamente salió del coche y volvió corriendo a la agencia.

Cuando entró, Susie ya estaba ocupada con otro cliente. Dev intentó llamarle la atención, pero ella estaba demasiado absorta en su trabajo como para verlo. Finalmente, se acercó a la otra señorita.

– ¿Podría darle un mensaje a Susie? No me gustaría molestarla cuando está con otro cliente.

– Por supuesto -dijo la joven con una sonrisa, mientras tomaba lápiz y papel. -¿Qué le quiere decir?

– Dígale que quiero encontrar a Carrie Reynolds.

– Oh, Carrie ha estado aquí esta mañana. De hecho, pasó para decir que volvería esta tarde. ¿Le gustaría concertar una cita?

– No, no -dijo Dev. -Susie está buscando a Carrie Reynolds porque yo se lo he pedido. Ella no trabaja aquí. Es de Montana.

– No. Carrie es de aquí, de Lake Grove. Ella y Susie son las dueñas de la agencia.

Dev sacudió la cabeza, intentando comprender las palabras de aquella mujer. ¿Que Carrie Reynolds trabajaba allí, en aquella agencia? ¿Cómo podía ser aquello?

Poco a poco, Dev fue comprendiéndolo todo. No había habido un error con la reserva de Carrie. Se había hecho desde aquella agencia. Por eso no pudo encontrarla en Helena. ¡No vivía en Montana, vivía en Lake Grove! Ella había ido a aquellas vacaciones sabiendo perfectamente quién era él. Sin embargo, ella había mantenido su identidad en secreto.

Dev frunció el ceño. Esa era probablemente la verdad, pero le faltaba la información más importante, ¿por qué había ido ella a aquellas vacaciones? Susie debía saberlo pero se lo había ocultado. Algo confuso, Dev se frotó la frente.

– ¿Dice usted que la señorita Reynolds estará aquí esta tarde?

– Sí. Ella siempre viene a cerrar. Normalmente está aquí hasta las seis y media o las siete para encargarse de los que vienen a última hora. ¿Le gustaría que le dé hora para que ella lo atienda?

– No, creo que simplemente me pasaré a ver si está libre. ¿Va a trabajar Susie hasta tan tarde?

– Esta noche no. Carrie será la única que estará aquí. Si quiere ver a Susie, le puedo dar cita a la una.

– No, creo que prefiero hablar con la señorita Reynolds. Gracias por su ayuda. Ha sido de lo más… esclarecedora.

– Ha sido un placer -dijo la joven, sonriendo. -Que tenga un buen día.

Con eso, Dev se dio la vuelta y se dirigió a la puerta. ¡Claro que tendría un buen día! Y una buena semana, un buen mes y una buena vida. Para eso, solo tendría que averiguar lo que estaba pasando allí.


Carrie estaba mirando la pantalla de su ordenador, comparando los precios de los vuelos de primera clase a San Francisco. Una reserva de grupo para visitar las bodegas de California la había mantenido ocupada toda la tarde.

El viaje sonaba tan interesante que pensó que le gustaría ir a ella también, solo para salir de

Lake Grove durante un tiempo. Había decidido que no estaba dispuesta a mudarse. Tendría que aprender a vivir con lo que pudiera ocurrir. Y si no podía, siempre podría decirle la verdad a Dev.

Con un suspiro, se concentró de nuevo en los billetes. De repente, la puerta principal se abrió y Carrie levantó la vista del ordenador. Al hacerlo, sintió que el corazón se le helaba en el pecho. Dev Riley se estaba acercando a su escritorio. Frenéticamente, buscó un lugar donde poder esconderse, cualquier sitio con tal de escapar de él.

Finalmente, se dejó caer debajo del escritorio, esperando que no la hubiera visto. Desde allí abajo, vio lo diferente que parecía con su traje y su corbata y sus caros zapatos italianos. Por un momento, deseó que estuviera vestido con los pantalones cortos y la camiseta que solía llevar en los Cayos. Carrie podría hablar con él, pero no con el impresionante hombre que estaba delante de su mesa.

– ¿Hola? -dijo él. Ella no se movió. -Puedo verla ahí abajo. ¿Se encuentra bien?

– Hola -respondió Carrie. -Yo… yo me encuentro bien. ¿Puedo ayudarlo?

– Estaba buscando a Susie. ¿Está ella aquí? -preguntó él, asomándose por el borde de la mesa.

– No, no está. Vendrá mañana. Puede venir mañana.

Él rodeó la mesa y muy pronto ella pudo verlo hasta las rodillas. Recordó que tenía unas rodillas muy bonitas y unas piernas muy musculosas.

– ¿Qué está haciendo ahí debajo?

– Mi lápiz -respondió ella, levantándose de repente y golpeándose contra la mesa. -He perdido mi lápiz.

– Aquí tiene otro -dijo él, sacando uno del bote que había encima de la mesa.

– No, quiero el lápiz que se me ha caído. Es… muy especial.

– Bueno, cuando lo encuentre, ¿me va a atender?

– Pensé que quería ver a Susie. Ella no está. Si vuelve mañana, estoy seguro de que ella podrá ayudarlo.

– Usted me sirve.

– Me temo que no tengo tiempo.

– ¿Tiene tiempo para buscar un lápiz que no necesita y no tiene tiempo para atender a un cliente?

Carrie se dio cuenta de que él no se iba a marchar tan fácilmente. Estaba segura de que en cuanto la mirara a los ojos, la reconocería, pero no le quedaba otra alternativa que salir de debajo de la mesa.

Ya no podría evitar la verdad, tendría que explicárselo todo. Tal vez aquello fuera lo mejor.

Poco a poco se incorporó y se sacudió los pantalones. Entonces lo miró. Carrie había esperado una reacción inmediata de reconocimiento, sorpresa, enojo… Sin embargo, Dev la miró impasible. ¿Sería posible que no la reconociera?

– ¿Ha encontrado el lápiz?

Carrie negó con la cabeza y se sentó en su sillón rápidamente, tirándose del pelo para esconder la cara. ¡No la reconocía! Efectivamente llevaba sus gafas y el pelo ya no era rubio, pero… Se había pasado una semana con aquel hombre, incluso había hecho el amor con él. ¿Cómo era posible que no la reconociera?

Carrie no estaba segura de si debía sentirse aliviada o insultada. Él le había dicho que nunca la olvidaría y dos días más tarde ni siquiera reconocía el sonido de su voz. Muy ofendida, Carrie abrió la boca para decirle quién era, pero… Entonces se dio cuenta de que no tenía fuerzas para contarle toda la verdad y, sobre todo, admitir que se había enamorado de él. Si empezaba, le tendría que contar todo. Y no podía hacerlo.

– ¿En qué puedo ayudarlo, señor…?

– Riley. Dev Riley.

– Señor Dev Riley -repitió ella, disfrutando del sonido de aquel nombre.

– Susie estaba trabajando en algo para mí. Tal vez ella se lo haya contado.

– Me temo que no he hablado con Susie desde esta mañana, pero estoy segura de poder ayudarlo con cualquier gestión que quiera realizar.

– Estoy buscando a una mujer.

– ¿Una mujer? -repitió ella, sorprendida. Efectivamente, él no había tardado mucho en reemplazarla por otra. Carrie se dio cuenta de que estaba mucho mejor sin él.

– Se llama Carrie Reynolds.

– ¿Carrie Reynolds?

– La conocí en unas vacaciones en los Cayos. He estado intentando encontrarla desde entonces. Susie estaba intentando ayudarme a buscarla.

– ¿Susie sabe que usted está buscando… a esa mujer? ¿Lo ha hablado con ella?

– He hablado con ella esta mañana. Está consultando las listas de embarque de las compañías aéreas y las centrales de reservas para intentar localizarla.

¡Dev la estaba buscando! Tal vez sentía algo por ella y sentía haberla dejado marchar. Tal vez incluso la amaba. Sin embargo, podría querer verla por otra razón. Tal vez quisiera ser él el que acabara con la relación en vez de dejarla a ella con la última palabra.

– No creo que pueda encontrar mucho -dijo Carrie. -Los archivos de las líneas aéreas son confidenciales. ¿Por qué quiere encontrar a esa mujer? No querrá usted acosarla, ¿verdad?

– Algunas cosas se quedaron por decir cuando nos despedimos.

– ¿Cómo qué?

– Eso es algo entre la señorita Reynolds y yo, ¿no le parece? -le espetó Dev.

Carrie sintió que una oleada de calor le coloreaba las mejillas. Bajó la cabeza para evitar que él la viera, preocupada de que por eso pudiera reconocerla. Se había sonrojado muchas veces delante de él. Recordaba una en particular, cuando le había pedido que le hiciera el amor.

– Por supuesto -dijo ella. -Solo pensé que…

– ¿Que confiaría en una completa desconocida?

– Yo no soy una completa desconocida -murmuró ella. -Me refiero a que soy la compañera de Susie y puede contarme cualquier cosa.

– No sé mucho sobre ella. Ella acabó en el camarote del barco que yo había alquilado. Hubo algún equívoco con las reservas. Durante la semana que pasamos juntos, nos hicimos muy… amigos.

– ¿Amigos?

– No creo que tenga que entrar en detalles. Ella me dijo que era de Helena, de Montana. He ido allí a buscarla y ella…

– ¿Que ha ido a Helena? -exclamó ella, sorprendida. -¿A buscarla?

– Como he dicho antes, tengo que encontrarla. Estoy dispuesto a pagarle a usted por su tiempo.

– ¿Estaría dispuesto a pagar para encontrarla?

– Lo que haga falta. No voy a parar hasta que vuelva a verla. ¿Me entiende, señorita…?

– Lo entiendo, señor Riley. Y puedo asegurarle que haremos lo que podamos.

– No quiero que lo intenten. Quiero que lo consigan.

Con eso, se abrochó el abrigo y se puso los guantes. Luego se dirigió a la puerta y se marchó, dejando a Carrie completamente aturdida.

Si él se preocupaba tanto por ella, ¿por qué no la había reconocido? Rápidamente abrió el cajón de su escritorio y buscó un espejito. Cuando finalmente lo encontró, lo abrió y se miró cuidadosamente.

– No estoy tan diferente -murmuró, apartándose el pelo de la cara. -Soy yo, la misma persona que él enseñó a nadar, que besó y con la que hizo el amor. Si le importo lo suficiente como para querer encontrarme, ¿por qué no me ha reconocido?

A menos que… realmente ella no le importara en absoluto. Tal vez todo lo que quería era vengar su ego herido y quisiera hacerle daño del mismo modo que ella se lo había hecho a él.

Considerando los recursos económicos de Dev, no tardaría mucho en ir a pedirle cuentas. Carrie decidió que no estaba dispuesta a esperar, completamente petrificada de miedo, que él apareciera a pedírselas. ¡Ella misma se las daría!

Carrie se incorporó en la silla y escribió algo en el ordenador. En un instante, tuvo en pantalla el perfil de Dev, con un listado de todos los viajes que él había organizado a través de la agencia y su dirección. Carrie la apuntó en un trozo de papel y luego tomó la chaqueta, que tenía colgada en el respaldo de la silla, y salió corriendo.

Desde que ella había llegado a la agencia aquella tarde, el tiempo había empeorado y había empezado a nevar. La ventisca llevaba los copos y formaba remolinos en las calles. Carrie andaba con dificultad por la acera, cerrando los ojos para protegérselos de la nieve. El pelo y las pestañas se le estaban cubriendo de copos de nieve.

Dev vivía en la zona antigua de Lake Grove, un lugar precioso, lleno de hermosas casas de ladrillo y amplios patios. Tenía dos opciones: o ir andando o volver a casa por el coche. Carrie decidió que podría llegar más rápidamente a pie, considerando el estado en el que estaba el asfalto. Además, si iba andando, tendría tiempo de pensar lo que quería decirle exactamente. Siempre que hablaba con Dev, tendía a hacerlo sin pensar mucho. Si había una vez en la que necesitara estar completamente segura de sí misma era aquella, cuando el futuro de ella y el de Dev estaba a punto de ser firmado.

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