DIEZ MESES después, Robby se convirtió en Robby Lunn y todo Bay Beach fue a celebrarlo. ¿Por qué no iban a hacerlo? Robby era un niño muy especial. Jonas y Em, sus padres adoptivos, también estaban considerados como muy especiales, y los residentes de Bay Beach decidieron qué esa adopción merecía una celebración por todo lo alto.
Hasta la tía de Robby estaba sonriente. Y tenía motivos. Todos aprobaban su forma de actuar. Les parecía muy bien que Robby tuviera su hogar junto a Em y Jonas. Todos pensaban que serían uno padres estupendos. Tenían amor de sobra y nadie criticó su decisión de adoptar al niño.
Tom Burroughs, como jefe del orfanato, no cabía en sí de gozo, puesto que era él quien lo había organizado todo.
Tom no era el único representante del orfanato de Bay Beach. También estaban todas las madres de acogida. Shanni y Nick, acompañadas de todos sus hijos. Wendy, embarazada, y Luke con el pequeño Gabbi acurrucado a su lado. Matt y Erin, con sus traviesos gemelos apenas bajo control. Y Lori, de la mano de Ray, rodeada de sus cinco niños acogidos.
Al casarse con Lori, Ray se había convertido en padre de acogida, un papel que había aceptado sobre la base de que si no podía con ellos, se uniría a ellos. Había adelgazado mucho. Estaba claro que cuidar de cinco niños, el mejor remedio para el corazón que se le había ocurrido a Emily, había funcionado.
Por supuesto, Anna y Jim también estaban. Anna era una recién casada con toda una vida nueva por delante.
Estaba preciosa con su peluca de color castaño. A pesar de la responsabilidad de cuidar de sus tres hijos, que estaban revolcándose en el césped con Bernard y los gemelos, parecía joven y alegre y tenía muy buen color después del tratamiento. También había conseguido superar su necesidad de independencia y se sentía muy cerca a Jim y a Jonas. Parecía que era más feliz que nunca.
Lo mismo que Em.
Em estaba en el jardín, al lado de Jonas, mientras se firmaban las formalidades de la adopción. Y sonreía dichosa.
Toda esa gente que ella quería tanto…
Aunque el día de su boda había sido maravilloso, ese día lo superaba. Estaba junto a Jonas, su esposo, que sostenía en brazos al adorado Robby y que mostraba en su rostro que nunca los abandonaría. El corazón de Em estaba a punto de reventar de felicidad.
Aún había algo más. Esa noche, pensaba decirle a Jonas que ese sólo era el principio, porque en su seno comenzaba a crecer otra vida.
– ¿Contenta? -le susurró Jonas cuando el fotógrafo iba a sacarles su primera foto formal como familia.
¿Contenta? ¿Cómo podría no estarlo?
– Feliz a reventar -dijo Em. Él se rió, le rodeó la cintura y la atrajo hacia sí.
– Esto de las fotografías formales… No sé… ¿Cómo le explicaremos a nuestros nietos que el abuelo no siempre llevaba este corte de pelo?
– Puede que para cuando tengamos nietos, ya no tengas pelo -dijo ella riendo. Cuando Anna perdió el pelo debido al tratamiento, Jonas se había afeitado la cabeza, como le había prometido. A Anna ya le estaba creciendo bajo la peluca, pero el suyo seguía siendo muy corto-. Cuando seas abuelo, ¡puede que estés más calvo de lo que Anna ha estado!
– ¡Qué horror! -Jonas nunca se lo había planteado. Se apartó de su esposa y la miró con fingida preocupación-. ¿Y qué, si lo estoy? Ya me has amado cuando estaba calvo, mi querida Em, ¿Crees que podrías volver a amarme otra vez?
– No tendré que hacerlo -dijo con serenidad.
– ¿Por qué no?
– Porque volver a amarte significa que habría dejado de hacerlo. Y no creo que yo pueda hacer eso.
– ¿No? -una vez más estaba haciéndole el amor con los ojos y su sonrisa la hacía estremecer.
– Al parecer, Bay Beach no es el lugar para dejar de amar -dijo Em, y su voz estaba llena de amor y alegría.
Robby la tiró de un brazo y ella lo depositó en el suelo sobre sus pequeños pies. El pequeño caminó titubeante hacia donde estaba Bernard. Después, sin poder contenerse más, Em dejó que su marido la abrazara durante un tiempo muy largo.
– Mira a tu alrededor -susurró-. Todos nosotros… Todos estamos viviendo un final feliz. Bay Beach es un lugar que obra milagros, Jonas Lunn.
– Sólo un milagro, amor mío -dijo Jonas, con voz melosa, apretándola con más fuerza contra su corazón-. Sólo uno. Y ese milagro eres tú.
Emily, desde luego, no pensaba discutirlo.
Marion Lennox