Capítulo 2

A la mañana siguiente, mientras se duchaba, Elinor recordó horrorizada el diálogo que había mantenido con el príncipe Jasim.

¡El alcohol la había hecho comportarse como una auténtica idiota!

Tendría que haber tenido más cuidado, pero hacía seis meses que no probaba el alcohol y estaba enfadada porque nunca le daban un par de días libres para poder disfrutar de la libertad de la que se suponía que gozaban los jóvenes. ¡Pero no lo suficiente como para querer perder el trabajo que tenía, en el que le pagaban extremadamente bien y que tan bien quedaría en su currículum!

No, lo último que quería era que la echaran por haberse mostrado grosera con un príncipe. Al recordar que ni siquiera se había dirigido a él de manera correcta, que ni siquiera le había llamado «señor», se mordió el labio inferior. Normalmente, era educada y prudente. ¿Por qué no se habría mordido la lengua? Porque estaba de mal humor y el príncipe Jasim, a pesar de ser increíblemente guapo, se había mostrado crítico con ella, lo que había sido la gota que había colmado el vaso.

Sabía, por el príncipe Murad, que los miembros de la familia real no consentían comportamientos irrespetuosos, así que estaba segura de que el príncipe Jasim no le perdonaría nunca cómo lo había tratado la noche anterior. Seguro que se quejaba a su hermano.

Era sábado y Zahrah tenía clase de equitación.

Mientras tanto, Elinor solía salir a montar, pues era una experta amazona y en los establos reales había unos caballos maravillosos, así que se puso sus gastadas botas, sus pantalones azules y una camiseta amarillo limón.

Se disponía a abandonar su dormitorio cuando llamaron a la puerta y un sirviente le entregó un enorme ramo de flores. Al principio, Elinor no se podía creer que fueran para ella, pero, aun así, aspiró el delicioso aroma de las rosas color champán y abrió la nota que las acompañaba.


Aunque con retraso, feliz cumpleaños. Y perdón. Jasim.


Elinor se quedó de piedra. ¿El príncipe le pedía perdón? ¿Le deseaba feliz cumpleaños y le mandaba flores? No se lo podía creer. Al recordarlo, tuvo la impresión de que era el hombre más arrogante, marimandón y orgulloso que había visto en su vida. Nunca habría dicho que era de los que pedía perdón.

Evidentemente, se había equivocado al juzgarlo.

Era la primera vez que un hombre le mandaba flores y estaba anonadada y encantada.

Zahrah entró corriendo en su habitación y la abrazó. Se trataba de una chiquilla de cuatro años llena de vida.

– ¡Buenos días, Elinor! -la saludó-. ¿Bajamos a desayunar?

Así que bajaron. Elinor estaba a punto de dirigirse al comedor de diario cuando Ahmed, el mayordomo, la interceptó. Zahrah le hizo de intérprete y le dijo que iban a desayunar con su tío Jasim en el comedor principal.

Al entrar, la niña corrió hacia el príncipe con un grito de júbilo y le pasó los brazos por el cuello. Elinor tuvo tiempo de fijarse en él, que se había levantado para saludarlas. A la luz del día, era más alto y más guapo todavía. Lo cierto era que no podía apartar la mirada de él. Aquel hombre dominaba la estancia con su presencia y Elinor se encontró subyugada por sus rasgos. Le latía el corazón aceleradamente y le costaba respirar con normalidad. Cuando el príncipe sonrió a su sobrina, Elinor sintió que su carisma la recorría como un rayo de pies a cabeza.

– Buenos días, señorita Tempest -murmuró indicándole que se sentara en la silla que había junto a la de él-. Por favor.

Elinor tuvo que hacer un gran esfuerzo para poner a sus piernas a caminar hacia el sitio indicado. Habría preferido sentarse más alejada de él, pero no tenía opción. Sentía un revuelo en el estómago parecido al de mil mariposas batiendo las alas y no sabía qué hacer con las manos. Se sentía ridícula, como una colegiala tímida y tonta que no sabe lo que hacer.

– Gracias por las flores -murmuró a toda velocidad para que Zahrah, que estaba hablando con Ahmed, no la oyera.

– De nada -contestó el príncipe posando en ella su penetrante mirada.

– Le debo una disculpa… anoche estuve muy grosera -comentó Elinor.

– Fue toda una experiencia para mí, una experiencia completamente nueva -contestó Jasim.

– ¿Lo dice porque está acostumbrado a que nadie le conteste? Seguro que nadie se atreve a llevarle la contraria.

– Nadie -contestó Jasim con sinceridad y naturalidad.

A continuación, observó cómo Elinor lo miraba con los párpados bajados. Aunque estaba seguro de que lo tenía todo ensayado, no pudo evitar pensar que aquella dulce gatita no tenía nada que ver con la leona pelirroja que le había increpado la noche anterior. Era una buena actriz y sabía sin duda lo que hacía, pues el despliegue de timidez e ingenuidad podría engañar a cualquiera. El truco de hablar en voz baja y de no mirarlo a los ojos era estupendo. Aquella inseguridad y aquella inocencia eran las típicas cosas que les encantaban a los hombres mayores.

Jasim comprendía perfectamente que su hermano estuviera dispuesto a cometer una locura. Con él, sin embargo, no le iban a servir aquellos truquitos. Claro que tenía ventaja sobre Murad porque, al ser más joven, estaba más cerca de la edad de Elinor Tempest.

Como Yaminah lo había invitado a pasar el fin de semana en su casa mientras ellos estaban fuera, Jasim tenía intención de no dejar pasar la oportunidad.

– ¿Más café? -le peguntó, chasqueando los dedos con naturalidad para que un criado les sirviera-. ¿Por qué dijo ayer que su cumpleaños había sido horrible? -quiso saber dirigiéndose de nuevo a Elinor.

Dicho aquello, se quedó mirándola fijamente. Elinor se encontraba muy nerviosa y tensa.

– No me parece apropiado hablar de ello ahora, señor.

– Aquí el único que decide si algo es apropiado o no soy yo -contestó Jasim, poniéndose serio-. Hable.

Elinor se quedó estupefacta al recibir aquella orden. Menos mal que Zahrah intervino con su charla infantil.

– Ya me lo contará luego -comentó Jasim-. Voy a ir a los establos yo también.

Elinor se puso todavía más nerviosa ante aquella noticia. Al levantar la mirada, se encontró con los ojos del príncipe y descubrió que la miraba con un irreprimible brillo de deseo. La sorpresa fue tan grande, que se le quitó el apetito.

Por cómo la estaba mirando, cualquiera hubiera dicho que la encontraba atractiva, pero no podía ser. Era imposible que un príncipe la encontrara guapa. Elinor se reprendió a sí misma por semejantes ideas. Debía de ser que era más agradable de lo que ella había creído y la estaba tratando con cortesía, como su hermano.


Ahmed aseguró a Zahrah en el asiento trasero de un flamante Range Rover negro y Elinor se acomodó en el asiento del copiloto y observó a Jasim mientras éste daba la vuelta al coche. La brisa le movía el pelo y parecía un ángel. Sus miradas se encontraron a través del cristal y, de repente, Elinor sintió que los pezones se le endurecían y amenazaban con atravesar la tela del sujetador y de la camiseta. Además, sintió una humedad entre las piernas que la hizo revolverse incómoda. Aquello la sorprendió, pues no sabía que la atracción por un hombre pudiera traducirse en sensaciones corporales tan fuertes.

Al instante, se sonrojó de pies a cabeza.

Jasim se acomodó detrás del volante, quitó el freno de mano y puso el coche en marcha.

– ¿Le gustan los caballos? -le preguntó mientras conducía.

– Me encantan -contestó Elinor-. Siempre me han gustado mucho, desde que era pequeña. Aprendí a montar cuando tenía la edad de Zahrah porque un vecino tenía caballos y yo iba después del colegio a ayudar.

– ¿Ha tenido caballo propio alguna vez?

Elinor se entristeció.

– Sí, tuve una yegua desde los nueve a los catorce años. Mi padre la vendió porque decía que Starlight me quitaba tiempo de estudio…

– Supongo que le daría mucha pena.

– Mucha -recordó Elinor-. Era un animal joven. Estoy segura de que haría feliz a otra niña -añadió apretando los labios.

Lo cierto era que todavía recordaba aquel golpe devastador y cruel. Su padre no le había dicho que la iba a vender. Una tarde volvió del colegio y ya no estaba. Ni siquiera había podido despedirse de ella. Starlight era el último vínculo que tenía con su madre fallecida. También había sido su mejor amiga, lo único que le había aportado felicidad en aquellos difíciles años de la adolescencia.

– Por lo que dice, su padre debía de ser muy estricto -comentó Jasim con curiosidad.

Desde luego, aquella chica era una actriz estupenda. El guión era impecable. Por supuesto, lo primero que hacía era contarle una historia lacrimógena para darle pena.

– Demasiado estricto. Después de vender la yegua, no me dejó tener ninguna afición. Sólo estudiar, estudiar y estudiar. Fue un alivio irme de casa-contestó Elinor.

Con el tiempo, había comprendido que había sido una estudiante normal y corriente y no la chica fracasada que su padre le había hecho creer, pero, aun así, su autoestima había sufrido lo indecible y todavía no se había recuperado.

Jasim apretó los dientes. De nuevo, aquella jovencita le dejaba muy claro cómo era en realidad. Se mostraba tímida, pero su cuerpo lo invitaba sin cesar. Y cada vez la encontraba más sensual. Era evidente que un padre estricto hubiera cortado de raíz el comportamiento lascivo de una hija así.

Jasim era consciente de que tendría que haberse sentido asqueado ante la patente promiscuidad de aquella chica, pero lo que sentía era una potente erección. Sabía que lo único que le aliviaría sería acostarse con ella, pero se dijo que debía ser paciente.

Por respeto a su sobrina, decidió no pensar en Elinor Tempest y en lo fácil que le iba a resultar seducirla.

– Cuando lleguemos, le enseñaré las cuadras donde están los sementales -comentó.

Como tenían tiempo de sobra antes de que empezara la clase de Zahrah, Elinor no objetó nada. La verdad era que le apetecía acercarse por las instalaciones en las que estaban los sementales.

En cuanto vieron aparecer a Jasim, todos los empleados y el director del complejo salieron a recibirlo y los acompañaron en su visita. Aunque le apasionaban los caballos, la parte técnica de la reproducción pronto aburrió a Elinor. El monitor de Zahrah debía de estar a punto de llegar, así que salió y fue a comprobar que el caballo de la niña estuviera listo. En ese momento, el jefe de las cuadras se acercó para preguntarle por su montura.

– ¿Quiere que le prepare a Amaranth, como de costumbre?

– Sí, por favor -contestó Elinor muy sonriente.

A continuación, fue a saludar al precioso caballo, que había oído su voz y la esperaba impaciente en el box. Elinor lo acarició y le abrió la puerta. Le había costado un mes que el jefe de las cuadras se fiara de ella y le permitiera montar a los caballos con más carácter. Aquello de poder montar cuando quisiera y gratis era otra buena razón para no querer perder su trabajo.

Jasim estaba pensando que se moría por terminar con aquella visita guiada cuando vio salir a Elinor a caballo y se quedó estupefacto.

– ¿Le dejáis montar a Amaranth? -preguntó con incredulidad.

– Elinor lo controla perfectamente, Alteza -contestó el jefe de las cuadras-. Es una amazona formidable.

A Jasim le quedó muy claro cuando vio que Elinor llevaba a su montura al galope hacia una valla que saltó con gracia y elegancia. Todos se quedaron impresionados. Incluso él.

Elinor oyó cascos detrás de ella, se giró y vio que era Jasim montando al impresionante Mercury. La iba a alcanzar en breve. así que Elinor urgió a Amaranth para que galopara más aprisa v cruzara las praderas de Woodrow Court a la carrera.

Jasim se quedó sorprendido al ver que Elinor lo estaba retando en lugar de parar para esperarlo. No solía salir a montar con mujeres porque lo único que hacían era hablar y hablar, pegarse a él como lapas y flirtear, lo que no le permitía relajarse. Elinor, sin embargo, le estaba dando la oportunidad de montar de verdad, de pasar un buen rato y de apreciar su habilidad a lomos de un caballo, lo que valió su más sincero respeto.

Amaranth se quedó sin aliento junto al lago y Elinor desmontó y lo dejó beber mientras ella descansaba a la sombra de un grupo de árboles. Jasim llegó poco después, hablando por el móvil. Mientras desmontaba también, miró a Elinor, que se estaba quitando el casco y sacudiendo la cabeza. Al hacerlo, toda su melena se movió y los rayos de sol se reflejaron en ella mientras sus pechos se marcaban bajo la camiseta. Aunque estaba convencido de que era un movimiento muy calculado, surtió efecto. Jasim sintió que el deseo se apoderaba de él. Al darse cuenta de que se le estaba marcando la erección, se dirigió a la orilla del lago. Estaba furioso consigo mismo por aquella reacción, por aquella falta de disciplina que no le sucedía desde la adolescencia.

Elinor miró a su alrededor v se regodeó en la tranquilidad y en la belleza de aquellos parajes. Aunque, a veces, se sentía muy sola en Woodrow Court, no quería cambiar aquello por el ruido y el bullicio de la ciudad.

– Monta muy bien -comentó Jasim.

Elinor sonrió al comprender que estaba irritado por su conducta.

– Me habría ganado con Mercury si no hubiera sido porque he salido antes y tenía ventaja.

Jasim no estaba acostumbrado a que lo desafiaran y, además, le gustaba ganar en todo. Ni sus mejores amigos podrían haber dicho que tenía buen perder. Sin embargo, aquella criatura inocente, aunque fuera falsa, consiguió que no se enfadara. Ahora comprendía lo que su hermano veía en ella. Aunque todo lo que hacía era calculado y falso, surtía efecto. No había más que tener en cuenta que un hombre desconfiado con las mujeres como era él estaba sintiéndose atraído.

Elinor sintió que se sonrojaba ante la atenta mirada de Jasim y decidió que la conversación que podría producirse dadas las circunstancias, estando ambos a solas. Sólo podía poner en peligro su trabajo en una familia conservadora.

– Tengo que volver -comentó-. Zahrah debe de estar a punto de terminar su clase.

– He llamado a su enfermera para que se haga cargo de ella -contestó Jasim-. También he dicho que nos traigan algo de comer.

En aquel momento, apareció un coche de la flota real del que se bajaron dos sirvientes que comenzaron a sacar cestas del maletero.

– ¿Les ha dicho que nos traigan algo de comer aquí? -preguntó Elinor pasmada.

– Sí, ¿por qué no? -contestó Jasim como si fuera la cosa más natural del mundo que a uno le sirvieran la comida en mitad del campo cuando se le antojara.

El personal de servicio colocó una preciosa alfombra sobre la hierba y encima fue dejando bebida fría y caliente, una vajilla de porcelana, copas de cristal y comida. Elinor se quedó con la boca abierta.

Jasim sólo bebió agua. Mientras lo hacía, Elinor se recreó en su belleza, en su piel bronceada y en su pelo negro y brillante. Sintió que no le llegaba el aire a los pulmones. Con su elegancia y gracia habitual, Jasim se sentó y apoyó la espalda en el tronco de un árbol mientras Elinor se sentaba también y se tomaba un café.

– Ahora ya puede contarme por qué fue tan desastroso su cumpleaños -comentó el príncipe.

– Hubiera preferido que olvidara ese comentario -contestó Elinor.

Jasim sonrió y Elinor sintió que el corazón le daba un vuelco. Aun así, con el corazón latiéndole aceleradamente, se obligó a contarle lo que había ocurrido en la discoteca.

– La verdad es que nunca me han gustado demasiado las discotecas -concluyó-. Su hermano fue muy generoso, pero pasé un rato horrible. Casi siempre soy mucho más alta que los hombres que van por allí…

– Puede, pero eres perfecta para mí -la interrumpió Jasim.

Elinor enrojeció de pies a cabeza.

– Ser tan alta es horrible.

– A ver. Ponte de pie -le dijo Jasim, tendiéndole la mano.

Elinor dejó la taza en el platito con manos temblorosas y aceptó la mano para ponerse en pie. Al hacerlo, sus ojos se encontraron con los de Jasim, que la miraron intensamente. Elinor tuvo que apoyarse en el árbol porque las rodillas le flaqueaban.

– Tienes unas piernas preciosas -añadió Jasim, apartándole un mechón de pelo-. Además de un pelo increíble y de una boca muy tentadora… he querido besarte desde que te vi por primera vez -concluyó bajando la mirada hasta los carnosos labios de Elinor.

– Pero si te enfadaste mucho conmigo -le contradijo ella.

– Aun así, me moría por saber a qué saben tus labios -insistió Jasim.

Lo tenía muy cerca, tan cerca, que no podía moverse ni respirar con normalidad. Jasim acabó por inclinarse sobre ella para satisfacer su curiosidad.

Hacía meses que no la besaban y nunca la habían besado así, con tanta pasión. Elinor sintió la lengua de Jasim abriéndose paso hacia el interior de su boca y le permitió el acceso. Al instante, sintió una punzada mezcla de dolor y placer entre las piernas y los pezones se le endurecieron como piedras. Tuvo que agarrarse a los hombros de Jasim para no perder el equilibrio, momento que el príncipe aprovechó para apretarse contra ella y hacerle notar la erección que le provocaba.

Elinor estaba descubriendo lo que era excitar a un hombre y estaba anonadada por la fuerza del momento. De repente, esa fuerza le hizo recuperar la cordura y apartarse.

– Lo siento, esto no está bien -se disculpó llevándose la mano a la boca como si no se pudiera creer lo que había hecho.

Jasim la miró sorprendido ante su rechazo, pero pronto comprendió que aquello también formaba parte del plan. Aquella mujer era realmente experimentada. No había nada más atractivo que un pequeño bocado de la fruta prohibida. Él también prefería las cosas un poco difíciles y no las rendiciones rápidas.

– ¿Por qué?

– Porque trabajo para tu familia y somos de mundos completamente diferentes. ¿Cuántas razones necesitas?

Jasim decidió entrar a matar.

– Te encuentro muy atractiva y no tengo problemas con que seamos de mundos diferentes. Mi tatarabuelo era un hombre muy pobre cuando subió al trono. He estado con muchas mujeres, pero nunca he sentido por ninguna lo que siento por ti. Quiero que exploremos lo que hay entre nosotros.

Elinor se encontraba atrapada por sus ojos. Quería creer desesperadamente en lo que le estaba diciendo, pero tenía miedo de sufrir como su madre.

– No creo que a tu hermano le hiciera gracia y no quiero perder mi trabajo -comentó.

Jasim decidió arriesgarse.

– Te prometo que no saldrás dañada -le dijo, poniéndole las manos sobre los hombros.

Mientras volvían a las cuadras, Jasim fue haciendo comentarios sobre los caballos mientras aquella promesa reverberaba por todas y cada una de las células de Elinor. Sabía que se estaba arriesgando, que no era más que una plebeya, pero todavía sentía el beso de Jasim en los labios.

Cuando llegaron, Jasim insistió en llevarla a casa y Elinor aceptó encantada. Aquella tarde de sábado, llevó a Zahrah al cine, le dio la cena en casa y la acostó pronto. Una vez sola, se dio cuenta de que estaba demasiado nerviosa como para conciliar el sueño, así que se puso el bañador y se dirigió a la piscina cubierta.


Jasim salió del ascensor y se quedó estupefacto. Elinor lo estaba esperando en la bañera de hidromasaje que había junto a la piscina cubierta. Desde luego, aquella chica no perdía el tiempo. Jasim se quedó mirándola cuando se deslizó desde la bañera de hidromasaje hasta la piscina principal, que estaban conectadas.

Llevaba un bañador que apenas cubría su maravilloso cuerpo. Tenía un trasero estupendo, pero a Jasim le molestaba que le gustara tanto.

Por supuesto, cuando Elinor hizo como si se sorprendiera de verlo allí, él no creyó ni por un momento que la sorpresa fuera cierta. ¡Qué actriz tan estupenda! ¿Con cuántos hombres habría utilizado sus armas de mujer? Nadie mejor que Jasim sabía que, cuando una mujer ha conseguido que un hombre la desee, puede convencerle prácticamente de todo. Al recordar su propia experiencia, notó un regusto a bilis en la garganta.

En cuanto Jasim se zambulló en el agua, Elinor se salió de la piscina y se envolvió en una toalla. No quería que el resto del personal de servicio creyera que quería algo con él.

– ¿Te vas? ¿Por qué? -le preguntó el príncipe saliendo por el bordillo y yendo hacia ella.

– Porque me parece lo más sensato -contestó Elinor.

– ¿Ah, sí? ¿Por qué te empeñas en negar la atracción que hay entre nosotros? Tú también me deseas. No te molestes en negarlo -contestó, secándose el pelo con una toalla.

Elinor se sonrojó de pies a cabeza.

– No es suficiente -contestó.

– Esto no ha hecho más que empezar -insistió Jasim, tomándola de la cintura.

Elinor dejó que la volviera a besar, se sumergió en el beso y a aquél le siguieron muchos más, todos igual de apasionados. Llegó un momento en el que Elinor sintió que el cuerpo le temblaba, literalmente, de deseo.

– Éste no es el lugar apropiado -declaró Jasim-. Eres irresistible -añadió tomándola en brazos y conduciéndola al ascensor.

Cuando llegaron a una habitación en la que Elinor no había estado nunca, Jasim la depositó en el suelo junto a la cama y le desabrochó el albornoz, que cayó a sus pies. Elinor lo miró anonadada y Jasim se volvió a sentir tentado por sus labios.

– ¡Esto no puede ser! -exclamó Elinor de repente, dándose cuenta de la gravedad de la situación.

– Por favor… -le suplicó Jasim, tomándola de la mano y llevándosela a su erección para que viera cómo estaba-. No voy a poder dormir…

Elinor estaba encantada de provocar semejante deseo en un hombre y quería explorar el suyo propio, quería que Jasim recorriera su cuerpo y le diera placer. ¿Cuándo la había deseado un hombre así? ¿Y cuándo se había sentido ella tan bien consigo misma?

Elinor lo miró a los ojos y se dijo que siempre había sido cauta, quizás demasiado. ¿Qué tenía de malo desinhibirse una vez en la vida?

A lo mejor, era la primera y última vez en la vida que un hombre le decía que era irresistible…

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