Capítulo 4

– Bueno, de acuerdo, pues ahora no estará ahí, pero estaba, os lo aseguro -comentó Alissa mirando por la ventana para ver si veía al joven que había visto antes-.Se ha pasado casi todo el día ahí, mirando hacia nuestra casa.

Lindy puso los ojos en blanco y miró a Elinor.

– Ninguna tenemos novio, pero atraemos a los raros -comentó la morena de curvas maravillosas-. Menuda suerte la nuestra.

Elinor no se rió. No le hacía ninguna gracia la situación. Cualquier cosa que se saliera de lo ordinario la llenaba de temor y la ponía a la defensiva.

Había pasado año y medio desde que había empezado una nueva vida.

Elinor se inclinó hacia Sami y le puso su pijamita con un estampado de coches. El bebé la miró con sus enormes ojos marrones. Tenía diez meses y era un niño encantador y extrovertido con mucha personalidad.

– A la cama -le dijo Elinor abrazándolo con ternura.

Normalmente, lo acostaba tarde porque el niño se pasaba casi todo el día en la guardería de la empresa en la que trabajaba en aquellos momentos y, de alguna manera, quería ganar tiempo para estar con él. Todas las mañanas, cuando lo dejaba en la guardería, se sentía culpable, así que las tardes, los fines de semana y las vacaciones se las dedicaba en cuerpo y alma a su hijo.

– Buenas noches, Sami -se despidió Lindy, acariciándole la cabecita-. ¿Queréis una taza de té? -les preguntó a sus amigas dirigiéndose a la cocina.

– Sí, gracias -contestó Elinor.

– Buenas noches -le deseó Alissa al pequeño cuando su madre pasó con él en brazos junto a ella.

Elinor entró en su dormitorio y depositó a Sami en su cuna. Como de costumbre, el pequeño protestó un poco, así que le contó un cuento y consiguió que se durmiera.

– Se te ha quedado el té frío -le dijo Lindy cuando volvió al cabo de un rato.

– No importa, estoy acostumbrada -contestó Elinor.

Alissa ya se había retirado a dormir.

– Cuando Alissa ha comentado lo del mirón te has preocupado mucho, ¿verdad? ¿Crees que podría ser el padre de Sami? ¿Era violento?

– ¡No, claro que no! -contestó Elinor.

– Quería saberlo por si acaso viene alguien preguntando por ti -le explicó Lindy, viendo palidecer a su amiga ante aquella posibilidad-. ¿Por qué estás tan asustada?

Elinor estaba muy acostumbrada a no hablar de su vida pasada y lo evitó una vez más a pesar de que Alissa y Lindy, además de compañeras de piso, se habían convertido en grandes amigas suyas.

– No era violento, pero… podría quitarme la custodia de Sami -contestó verbalizando su peor miedo.

– No te preocupes por eso. La custodia siempre se la dan a la madre. Sobre todo si, como en tu caso, no estáis casados.

El problema era que sí lo estaban. Bueno, más bien, que lo habían estado, pues Elinor suponía que Jasim se habría encargado de anular el matrimonio en cuanto desapareció. ¿Para qué iba a querer seguir casado con una mujer que lo había dejado el mismo día de la boda?

Lo único que le daba miedo era que estuviera buscando a su hijo. A veces, Elinor se sentía muy mal por haberse ido y no haber permitido que Jasim conociera a su hijo, pero, entonces, se decía que no podía confiar en un hombre como Jasim, que le había hecho lo que le había hecho. Sí, se había casado con ella, pero con su comportamiento cruel había demostrado que nunca la había respetado.

¿Cómo se iba a arriesgar a compartir a Sami con él? ¿Y si se lo quitaba? Su hijo era demasiado preciado para ella como para arriesgarse a algo así.

A la mañana siguiente, Elinor dejó a Sami en la guardería del trabajo. Aquella guardería había sido una de las razones que le habían llevado a trabajar en Havertons, pues se trataba de un lugar amplio, luminoso y bien atendido.

En la empresa, el ambiente estaba tenso. Havertons había sido absorbida por una empresa mucho más grande y la gente tenía miedo de perder su trabajo. Por su parte, Elinor temía que hubiera recortes de presupuesto y decidieran quitar el servicio de guardería.

– ¿Qué pasa? -le preguntó a un compañero al ver que había más revuelo que de costumbre.

– El nuevo presidente ha venido sin avisar. Los peces gordos están como locos.

Una hora después, su jefe llamó a Elinor a su despacho.

– Señorita Leslie -la saludó Daniel Harper con el apellido falso que Elinor utilizaba desde hacía un tiempo-. Tiene que subir usted inmediatamente a la recepción del área de dirección.

– ¿Le puedo preguntar por qué? -se atrevió a preguntar Elinor algo nerviosa.

– No lo sé -suspiró Daniel-. Sólo me han dicho que suba. No sé nada más.

Era la primera vez que la llamaban desde la planta de dirección. Mientras subía en el ascensor, Elinor se preguntó si habría hecho algo mal. A continuación, tomó aire y se miró en el espejo. Llevaba una falda de tubo gris y una sencilla blusa blanca. Ropa un poco clásica y aburrida, pero cómoda y discreta para ir a trabajar.

Cuando las puertas se abrieron, se fijó en un grupo de directivos que charlaban junto a la recepción. Reconoció a uno de ellos, el director de Recursos Humanos. De repente, se fijó en el que estaba a su derecha y se paró en seco.

¡Era Jasim!

Elinor se dijo que era imposible, pero, cuando el hombre en cuestión se giró hacia ella, comprobó que, efectiva y desgraciadamente, era él.

Elinor sintió que el corazón se le desbocaba de miedo. Jasim llevaba un traje oscuro hecho a medida y estaba realmente guapo. Sus ojos se encontraron y Elinor tragó saliva. A pesar del miedo y de la sorpresa, no podía negar que también sentía atracción.

A pesar de que lo odiaba, no podía negar que era el hombre más guapo que había visto en su vida.

– ¿La señorita Leslie? -la saludó el director de Recursos Humanos-. Creo que tiene usted un hijo que utiliza nuestro servicio de guardería, ¿verdad? Al nuevo presidente le gustaría visitarla y ha pedido que se la enseñara alguien que estuviera vinculado.

Elinor alargó el brazo para saludar al director mientras sentía la mirada rabiosa de Jasim sobre ella. Como se consideraba víctima de su comportamiento y estaba convencida de no tener nada de lo que avergonzarse, elevó el mentón en actitud desafiante.

Aquello enfureció a Jasim. ¿Cómo se atrevía a mirarlo así después de lo que le había hecho? ¿Cómo se atrevía a esconderse tras un apellido falso? Aquella mujer era diabólica y no se avergonzaba por nada.

A Jasim le costaba disimular la inquina que sentía por ella. Elinor lo había abandonado y le había arrebatado a su hijo.

– Hola, señorita Leslie -la saludó muy serio.

Al hacerlo, sus ojos se deslizaron hasta los labios de Elinor y, al recordar su sabor, sintió como una descarga eléctrica en la entrepierna.

Uno de sus ayudantes ya había llamado al ascensor y les había abierto la puerta. Elinor entró. Así que Jasim era el nuevo presidente de la empresa… ¿Simple casualidad? ¡Claro que no!

Bajaron en silencio hasta la guardería. Estaba segura de que la única razón por la que Jasim quería visitar la guardería era Sami. Seguro que sabía que estaba allí. Seguro que quería verlo.

– No esperaba que, cuando nos volviéramos a ver, fuera en un lugar público -comentó.

– Da gracias de que haya sido así -ladró Jasim.

Elinor se estremeció de pies a cabeza, pero consiguió mantener la compostura.

– Tampoco tenemos nada que decirnos -comentó con indiferencia.

– Al contrario. Yo tengo muchas cosas que decirte -contestó Jasim.

Aunque estaba molesta por el tono que estaba empleando con ella, Elinor consiguió mantener la calma. No quería confrontaciones. Aquel hombre era un canalla que se había aprovechado de su confianza para llevársela a la cama. Elinor se sonrojó al recordar lo fácil que se lo había puesto.

Sin embargo, a pesar de que no lo soportaba, había un tema que quería tratar con él.

– Sentí mucho la muerte de tu hermano -le dijo sinceramente.

Efectivamente, el príncipe Murad había muerto de un infarto el año anterior y aquello la había dejado profundamente conmovida.

– Fue una desgracia para todos. No nos los esperábamos. Murad se hacía un chequeo todos los años y, aparentemente, estaba bien -comentó Jasim.

Elinor había sentido una profunda tristeza cuando se había enterado y bastante culpa cuando, poco después, había vendido el anillo de compromiso que Murad le había regalado a su madre.

Se había quedado anonadada ante la ingente suma de dinero que le habían dado por él y con ese dinero había comprado el piso que en aquellos momentos compartía con sus amigas. Saber que tenía una casa de la que nadie la echaría jamás le daba una seguridad maravillosa.

Elinor entró en la guardería a buen paso. Olivia, la coordinadora, había sido avisada de su llegada y los estaba esperando. Jasim la saludó educadamente y se puso a hablar con ella. Elinor, sin embargo, presa del pánico, recorrió la instalación hasta que encontró a Sami y lo tomó en brazos. Al verla, el niño sonrió encantado y le pasó los bracitos por el cuello. Elinor sintió que se le saltaban las lágrimas.

A continuación, aunque no le apetecía en absoluto hacerlo, volvió junto a Jasim, que sólo tenía ojos para el bebé.

– Quiero tomar en brazos a mi hijo -anunció con impaciencia.

Olivia los miró con curiosidad.

Aunque a Elinor no le apetecía nada separarse de su hijo, no quería tampoco provocar una escena desagradable, así que le entregó el pequeño a Jasim. Al hacerlo, sus cuerpos se rozaron y Elinor sintió una descarga por la espalda. Jasim agarró a Sami con cuidado y lo miró intensamente. Sami le devolvió la mirada sin miedo. A continuación, le sonrió y dejó que lo acercara. Por cómo lo estaba tratando era evidente que Jasim estaba acostumbrado a estar con niños pequeños.

– Es el primer varón que nace en mi familia desde hace años -comentó Jasim, pasando al despacho que Olivia les había ofrecido para que pudieran estar más tranquilos-. Es un crimen que no hayamos podido celebrar su primer cumpleaños.

– ¿Un crimen? -se escandalizó Elinor con resentimiento-. Si Sami no estuviera delante, te diría un par de cosas…

Jasim enarcó una ceja.

– ¿Te crees que me importa lo que pienses después de haberte ido el día de nuestra boda? -le espetó Jasim.

Elinor se rió con amargura.

– ¿Boda? ¿Qué boda? Todo aquello fue una farsa, empezando por el supuesto interés que sentías por mí…

– ¿Por qué dices eso?

– Sami, para -le indicó Elinor a su hijo al ver que estaba tirando a su padre del pelo.

– Déjalo. Puede hacer lo que quiera -intervino Jasim.

– ¿Como haces tú? -contestó Elinor molesta-. La mujer de tu hermano va a verte para contarte una absurda historia de que la niñera está flirteando con su marido y tú te prestas a seducirme -lo condenó con voz trémula-. ¿Cómo te atreviste a utilizarme así? Tú no eres un hombre de verdad. ¿Cómo pudiste caer tan bajo?

Jasim apretó los dientes y la miró enfadado.

– Así que aquel día oíste lo que dijo Yaminah. Todo este tiempo he supuesto que podía haber sucedido algo así.

– De todas formas, me habría ido -contestó Elinor-. No podía soportar cómo me tratabas. ¡Tengo dignidad y no quería estar casada con un mentiroso!

Jasim no podía tolerar semejante comportamiento.

– ¡Silencio! -exclamó con desdén-. ¡No te voy a tolerar que me hables así!

El silencio que, efectivamente, se hizo a continuación fue interrumpido por los sollozos de Sami, que había detectado la tensión que había entre aquellos dos adultos y quería irse con su madre, a la que estaba tendiendo los bracitos.

– ¡Mira lo que has hecho! -se indignó Elinor furiosa-. Lo has asustado.

– Has sido tú, que no tienes educación ni manera -se defendió el príncipe.

– ¿Maneras? -se burló Elinor-. ¿Cómo puedes hablar de maneras después de lo que me hiciste?

– Basta -cortó Jasim-. Nos vemos esta tarde a las siete en mi casa. Irá un coche a recogerte.

– No te molestes. No pienso ir -contestó Elinor comprendiendo que Jasim sabía perfectamente dónde vivía.

– Eres mi mujer -siseó Jasim apretando los dientes.

– ¿Seguimos estando casados? -se sorprendió Elinor.

– Por supuesto que seguimos estando casados -contestó Jasim acercándose a ella-. Y quiero que mi esposa y mi hijo vuelvan conmigo.

– Ni lo sueñes -contestó Elinor algo confusa.

¿Por qué le pedía aquello? Evidentemente, porque quería a Sami.

Jasim la estaba mirando desde muy cerca con sus inmensos ojos y Elinor sintió que se quedaba sin aliento y que se le aceleraba el corazón. Los recuerdos de la noche que habían pasado juntos la asaltaron. Al instante, revivió las caricias de sus manos, de su cuerpo bronceado y perfecto, de su éxtasis apasionado y de su urgencia inagotable.

Elinor sintió que se le encendían las mejillas y se le endurecían los pezones al tiempo que tenía la sensación de que le corría miel caliente entre las piernas.

Jasim había percibido la tensión sexual y estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no tocarla.

– Creo que también voy a disfrutar de la noche de bodas que me negaste -murmuró con voz grave.

Elinor cerró los ojos. Aunque lo deseaba profundamente, no quería que él se diera cuenta.

– Ni lo sueñes -le dijo.

Jasim se rió con desdén.

– Eres mi mujer -le recordó.

– Espero que por poco tiempo -contestó ella, saliendo del despacho.

Jasim observó cómo llevaba a Sami de vuelta a su sillita, lo ataba y se iba mientras uno de sus ayudantes le comentaba algo.

Elinor volvió a su mesa de trabajo muy alterada y al borde de las lágrimas. La repentina aparición de Jasim la había sorprendido sobremanera y no quería ni imaginarse cómo iba a afectar a su vida y a la de su hijo.

Quisiera o no, era evidente que iba a tener que compartir a su hijo con él, lo que no le iba a resultar fácil porque odiaba a Jasim bin Hamid al Rais por cómo la había tratado, por haber pensado de ella que era tan casquivana como para flirtear con su hermano delante de su esposa, lo que, por otra parte, era completamente ridículo porque, excepto la primera vez que se habían visto, el príncipe Murad y ella no habían vuelto a estar solos jamás. Siempre que habían hablado lo habían hecho en presencia de Zahrah o de otros miembros del personal de servicio.

Cuando al terminar su jornada laboral fue a recoger a Sami, se quedó boquiabierta al ver dos guardaespaldas en la puerta de la guardería. Olivia se acercó a ella para explicarle que el príncipe Jasim así lo había ordenado.

– Además, me ha pedido que no le diga a nadie nada de lo que he visto y escuchado y, por supuesto, no pienso abrir la boca. No quiero perder mi trabajo.

– Seguro que es sólo durante un tiempo -contestó Elinor refiriéndose a los guardaespaldas con una seguridad que no sentía.

Acto seguido, los dos guardaespaldas en cuestión la siguieron hasta la calle y le indicaron que había un coche esperándola. Elinor no quiso discutir y permitió que la llevaran a casa, pero lo cierto era que le hubiera gustado salir corriendo, huir de Jasim, que tantas restricciones y límites le estaba poniendo.


– Vaya, qué pronto llegas -comentó Alissa al verla entrar.

Elinor no pudo aguantar más y se puso a llorar a lágrima viva. No había dado muestras de flaqueza desde que conocía a sus amigas. No se había permitido llorar después de enterarse de que su boda había sido una farsa, ni cuando había tenido que luchar para construirse una nueva vida, ni tan siquiera cuando había dado a luz sola.

Pero ahora Jasim había aparecido de repente y el mundo se había vuelto un lugar inhóspito y amenazador.

– ¿Qué te pasa? Esto no es propio de ti -murmuró Alissa mientras Lindy entraba por la puerta y se encontraba aquel panorama.

Así que Elinor se lo contó todo, les habló de cómo había sido concebido Sami y de la boda secreta que le había roto el corazón y le había destrozado la autoestima.

– ¿Entonces el padre de Sami es tu marido? ¿Y es un príncipe? ¿Sami también es príncipe? -le preguntó Alissa.

– No lo sé -contestó Elinor-. Lo único que sé es que no puedo volvérmelo a llevar. No sería justo para él.

– Pues claro que no te vas a ir. No te dejes llevar por el pánico -comentó Lindy.

– Me quiero divorciar. ¡Yo creía que Jasim se habría encargado hace tiempo de que estuviéramos divorciados! -exclamó resentida.

– Díselo esta noche -le aconsejó Lindy.

– ¿Y por qué no te lo piensas un poco? -le preguntó Alissa-. Por el bien de Sami. Os casasteis por él, ¿no?

Elinor palideció.

– Sí, pero todo cambió cuando oí a Jasim hablando con Yaminah…

– Por lo que nos has contado, lo único que oíste fue a Yaminah quejándose y lo que dijo bien podrían ser tonterías -insistió Alissa-. ¿No te parece bastante improbable que Jasim sólo quisiera seducirte?

– Elinor, eres una mujer muy guapa. Estoy segura de que Jasim se sintió atraído por ti de manera natural y la relación se truncó cuando te quedaste embarazada sin haberlo programado, pues apenas os conocíais. A partir de ese momento, tuvisteis que olvidaros de vosotros como pareja y concentraros en el hijo que iba a nacer. Digas lo que digas, creo que Jasim hizo lo correcto.

Elinor se rió con desdén.

– No entendéis nada. Veis las cosas de manera muy diferente a mí.

– Pues claro -sonrió Lindy-. Lo vemos desde fuera. No estamos personalmente involucradas y somos más objetivas. De verdad, creo que Jasim se merecía una oportunidad.

Elinor no quería ni oír hablar de aquella posibilidad. Además, Lindy siempre se empeñaba en ver lo mejor de la gente y en sacar lo positivo de todas las situaciones.

– Creo que deberías tener en cuenta que no te casaste con un hombre cualquiera, sino con un príncipe y, por ello, entraste a formar parte de una familia real inmensamente rica. Eso quiere decir que Sami no es un niño normal y corriente. Es un heredero al trono y no puedes negarle ese futuro.

Después de aquella conversación, Elinor tuvo mucho en lo que pensar. Sus amigas veían las cosas de manera muy diferente a como las veía ella. A lo mejor se había lamido las heridas en silencio durante demasiado tiempo y durante ese tiempo se había amargado y se había llenado de resentimiento y de odio.

¿Habría sido la suya una reacción exagerada al irse después de la boda? Quizás tendría que haber hablado con Jasim primero y dejar que se explicara.

Elinor se hizo aquellas preguntas mientras se duchaba y se cambiaba de ropa. Tras bañar y dar de cenar a Sami, que se iba a quedar con Alissa, llegó un coche a recogerla. Ataviada con unas cómodas mallas negras y una blusa violeta que le llegaba por la mitad del muslo, se subió a la limusina y tomó aire.

Estaba dispuesta a solucionar la situación sin disgustarse. Había pasado año y medio desde aquella desastrosa boda y ya iba siendo hora de dejar atrás el resentimiento.

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