Olivia se despertó sobresaltada. De repente, no podía respirar. Lentamente, comprendió que Conor estaba tumbado encima de ella, tapándole la boca con la mano. Ella se rebulló bajo su peso, pero él se negó a levantarse.
– No hagas ruido -le advirtió él con un hilo de voz-. Hay alguien ahí fuera.
– ¿Qué vamos a hacer? -susurró ella, sintiendo que el miedo se apoderaba de ella.
– Ponte esto rápidamente -respondió Conor, dándole sus zapatos y su chaqueta-. Quiero que vayas al dormitorio, que abras la ventana y esperes. Yo me ocuparé de quien esté allí fuera y luego me reuniré contigo.
– ¿No deberíamos pedir ayuda?
– Intenté despertar al oficial de ahí fuera con mi radio, pero no contestó. Si Keenan te ha encontrado aquí, tenemos un soplón en el departamento y tenemos que marcharnos de aquí tan rápidamente como podamos. Ahora, vete al dormitorio y espera bajo la ventana. Si oyes disparos, quiero que salgas tan rápidamente como puedas y que no dejes de correr hasta que estés segura, ¿me comprendes?
Olivia asintió y él sonrió. Entonces, le dio un tierno beso en los labios. Aquella osadía no la sorprendió, sino que le dio más seguridad en sí misma y encendió una cálida llama en su interior.
– Todo saldrá bien. Te lo prometo.
– Por favor, no dejes que te disparen. No estoy segura de poder hacer esto yo sola. Además, me desmayo si veo sangre.
– Estarás bien. Si alguien te agarra, dale una buena patada en la entrepierna. Eso debería darte una buena ventaja.
Entonces, Conor desapareció entre las sombras de la habitación. Olivia esperó unos segundos y, tras armarse de valor, empezó a avanzar lentamente hacia el dormitorio. El corazón le latía fuertemente en el pecho.
Esperó durante lo que le pareció una eternidad, rezando porque el siguiente ruido que escuchara fuera la voz de Conor y no un disparo. Cuando oyó que alguien la llamaba suavemente desde el exterior, Olivia estuvo a punto de gritar de alegría. Saltó por la ventana y él la agarró, bajándola con cuidado al suelo.
– ¿Qué está pasando?
– No estoy seguro. El policía que relevó a Danny ya no está en su sitio. El coche y él han desaparecido.
Conor la rodeó con un brazo y la llevó hacia la playa. Solo entonces fue cuando ella notó que llevaba una pistola en la otra mano. Empezaron a andar por la playa. Después, se acercaron todo lo posible al agua y avanzaron en dirección opuesta. La oscuridad era total. El agua helada le inundaba los zapatos. Trató de tomar aliento, pero Conor le impidió detenerse. De vez en cuando, se paraban y escuchaban. Entonces, seguían andando.
Cuando ella creía que no podría seguir andando, Conor la llevó por encima de un muro hasta llegar a una casa. En silencio, hizo que entrara en su interior y luego cerró la puerta.
Olivia sentía que las rodillas se le doblaban. Conor la agarró por la cintura para soportar el peso. Entonces, le frotó la espalda para hacer que entrara en calor.
– Tranquila -murmuro-. Aquí estamos a salvo, al menos durante un rato.
– También se suponía que estábamos a salvo en la otra casa. ¿Qué ocurrió?
– No lo sé. El teléfono no funcionaba había alguien merodeando por la puerta. Pudo ser el viento, pero no creo.
– No quiero seguir con esto -dijo Olivia, con lágrimas en los ojos-. Solo quiero marcharme muy lejos, donde nadie me conozca.
Sin embargo, si no testificaba y no metían a Keenan en la cárcel, ¿cómo iba a volver a sentirse a salvo?
Se pasaría el resto de su vida mirando por encima del hombro, esperando que él o uno de sus hombres fuera a silenciarla.
– Yo… quiero olvidar lo que oí. No puedes retenerme aquí. No voy a testificar.
– No hables así, Olivia. Te prometo que yo te protegeré. De ahora en adelante, solo estamos tú y yo. Y las personas en las que sé que puedo confiar.
Fueron a la cocina y sacó su teléfono móvil. Rápidamente marcó un número.
– ¿Dylan? Soy Conor. Sé que es muy tarde, pero esto es muy importante. Necesito que consigas un barco. ¿Cuándo ha llegado? – añadió, después de un silencio-. Quiero que los dos traigáis a El Poderoso Quinn a través de la bahía hasta el puerto de Provincetown. Si sales ahora mismo, podrás estar aquí antes de que amanezca. Amarra en el muelle de la gasolina e invéntate alguna excusa para estar allí. Espera hasta que yo llegue. Entonces te lo explicaré todo.
Tras colgar el teléfono, se volvió de nuevo a Olivia, y empezó a frotarle los brazos distraídamente.
– Necesito encontrar transporte para llegar a la ciudad. Vas a quedarte aquí tú sola, pero solo durante un rato.
– No. Yo voy contigo.
– De acuerdo. Esta casa tiene garaje. Esperemos que los dueños hayan dejado también un coche.
Avanzaron por la casa a oscuras, tratando de que sus ojos se adaptaran a la oscuridad. La puerta del garaje salía de la cocina. Cuando encendieron la luz, ambos se protegieron los ojos.
– Bingo -musitó él, señalando un todoterreno-. No tiene ni techo ni ventanas, pero tiene cuatro ruedas. Puede que pasemos un poco de frío, pero por lo menos no tendremos que ir andando a la ciudad. Pero primero descansemos un poco. No es necesario que nos marchemos todavía.
– ¿No deberíamos buscar las llaves?
– Si no están en el contacto, haré un puente. Venga, mis hermanos estarán aquí antes del amanecer y quien nos está buscando continuará la búsqueda cuando salga el sol.
– Yo… no creo que pueda dormir.
– Haremos que entres en calor y te sentirás mucho mejor -musitó él, entrelazando sus dedos con los de ella.
Volvieron al interior de la casa y Conor la condujo al sofá. Entonces, se sentó a su lado y la tomó entre sus brazos. ¿Cómo habían intimado tan rápidamente? ¿Era el peligro al que se enfrentaban o era simplemente una táctica policial para hacer que ella cumpliera con todo lo que él le pidiera? Olivia cerró los ojos y se apoyó contra su hombro.
Hacía mucho que no estaba con un hombre. Últimamente, la búsqueda de antigüedades le había resultado mucho más satisfactoria que el amor. Sin embargo, nunca se había sentido tan cercana a otro hombre como se sentía con Conor. ¿Cuánto tiempo había estado buscando aquel sentimiento, la seguridad de saber que otra persona, aunque fuera prácticamente un extraño, se preocupaba por ella?
Olivia respiró profundamente y trató de calmar sus caóticos pensamientos. Sería tan fácil enamorarse de aquel hombre… Pero dentro de once días él desaparecería de su vida, dejando que ella tratara de juntar las piezas de su rompecabezas como si nada hubiera ocurrido.
No quería pensar en el futuro. En aquellos momentos, solo podía pensar en el presente, en el siguiente minuto, en la siguiente hora. Si pensaba demasiado en el futuro, el miedo se adueñaría de ella, dejándola demasiado aterrada para abrir los ojos, demasiado aterrada para respirar.
– Háblame -murmuró-. Podré dormirme si oigo tu voz.
– Pero si me has dicho que no soy un gran conversador.
– Me gusta el sonido de tu voz. Tiene magia.
– Entonces, te contaré una historia mágica -dijo él, poniendo un fuerte acento irlandés.
Olivia escuchó a Conor mientras le contaba una fascinante historia de una hermosa hada llamada Etain. Le explicó pacientemente que las hadas, o las Sidh, no eran pequeñas criaturas aladas, sino de tamaño humano. Vivían en un mundo paralelo, un mundo que se reunía a veces con el mundo real cuando una cosa se convertía en otra, como el atardecer en noche, el amanecer en día, el verano en otoño…
Etain había embrujado a un rey con su belleza, pero cuando el hermano del rey la conoció, se enamoró de ella también. Conor llenó la historia de vivos detalles y, para cuando hubo terminado, Olivia se sentía completamente cautivada por las imágenes que él había evocado. Pensaba que era un hombre muy complejo, duro y calculador en el exterior y muy sensible en el interior.
– ¿Cómo sabes esa historia?
– Mi padre solía contárnosla. No estaba mucho en casa, así que tratábamos de memo-rizar todos los detalles para poder contárnosla nosotros mismos cuando él ya se había marchado. Era como una competición entre mis hermanos y yo para ver quién la podía contar mejor.
Sin pensar, ella levantó la mano y se la colocó en la mejilla. Conor la miró a los ojos y, durante un momento, Olivia estuvo segura de que iba a besarla. Pensó también en hacer ella misma el primer movimiento, curiosa por conocer cómo sería su sabor y sus labios.
– No deberíamos hacer esto -murmuró él, sin poder apartar los ojos de sus labios-. Tú eres testigo en un juicio y yo debo protegerte.
Olivia apartó la mano. No debería haber pensado que él se sentiría tan atraído por ella como ella por él. Era una fantasía desear al hombre que la estaba protegiendo y, al mismo tiempo, un modo de escapar de los problemas de su vida diaria.
– Lo siento.
– No tienes por qué -replicó Conor-, es algo bastante común. Tú tienes miedo, yo te protejo… Ocurre constantemente.
– Entonces, ¿te ha ocurrido antes?
– No, nunca.
– Bueno, entonces eso me hace sentir mucho mejor -dijo ella, levantándose del sofá-. Voy a ver si puedo encontrar una cama. Despiértame cuando sea hora de marcharnos.
Caminó por un largo pasillo, deseando poner tanta distancia como fuera posible entre Conor y ella. Cuando finalmente alcanzó la puerta de un dormitorio, la cerró tras ella y respiró aliviada. Todo parecía tan irreal como si se estuviera viendo en una película. ¿Qué le había pasado a su vida? Solo unos pocos meses antes había estado tan ocupada con su trabajo, que no había encontrado tiempo para ocuparse de su patética vida social.
En aquel momento, estaba en compañía del hombre más intrigante y guapo que había conocido nunca. Debería estar encantada, pero, cuanto más conocía al detective Quinn, más empezaba a creer que Red Keenan no era quien suponía un peligro para ella. Era Conor Quinn.
Conor contemplaba el puerto de Provincetown, vigilando el horizonte para captar cualquier señal de Brendan y Dylan. El sol estaba empezando a salir y el cielo estaba más despejado. Las estrellas eran visibles a través de los claros que se veían en las nubes, pero el viento había vuelto a soplar con fuerza. El pequeño pueblo estaba despertándose y Conor tenía miedo de que todavía siguieran esperando cuando saliera el sol.
Había aparcado el todoterreno entre unas casetas de pescadores cerca del puerto, lo que le daba una buena visión del agua y de todos los que se acercaran a la ciudad.
– Maldita sea, Brendan, ¿dónde estás?
– ¿Y si no viene? -preguntó Olivia.
– Vendrá -afirmó Conor. Habría deseado tocarla, tomarla entre sus brazos, pero no volvería a hacerlo nunca más. No pensaba consentir que ella le nublara la concentración y los pusiera a los dos en peligre.)-. Lo he llamado y vendrá.
Sintió que ella lo miraba, buscando la cercanía de la que habían disfrutado horas antes. Como no la encontró, se hundió en sí misma y se rodeó con los brazos, tratando de protegerse así del frío de la mañana.
– Si no llega dentro de diez minutos, creo que deberíamos marcharnos -dijo Olivia.
– ¡Yo decidiré si nos marchamos y cuándo lo hacemos!
– Lo único que digo es que…
– ¡No necesito tu opinión! -le espetó él, arrepintiéndose en el momento en que aquellas palabras le salieron de los labios.
– Pareces olvidarte de que es mi vida. Quieren matarme a mí, no a ti. Al menos debería tener voz y voto en la…
– Y si te niegas a escucharme, tal vez yo me vea envuelto en el fuego cruzado, así que, ya ves, no solo es tu vida, sino la mía también. Estamos juntos en esto.
Al menos, hasta que consiguiera que Olivia estuviera segura. En ese momento, pensaba llamar a su teniente para hacer que otro agente se ocupara de ella. Se aseguraría que ese hombre fuera digno de confianza, por supuesto, y ahí se acabaría todo. Prefería enfrentarse a un año de trabajo en comisaría que arriesgarse a sucumbir a la tentación del cuerpo de Olivia Farrell.
– Se acerca un barco -comentó ella, de repente, interrumpiendo sus pensamientos-.
¿Lo ves?
Conor oyó el característico sonido de los motores diesel. Como por arte de magia, el barco de su padre salió de la oscuridad. Conor nunca se había preocupado por aquel barco, ya que, en su opinión, había sido la causa de la separación de sus padres y lo había obligado a él a crecer demasiado rápido. Sin embargo, en aquel momento, se alegró muchísimo de verlo.
El barco maniobró entre los estrechos muelles y se dirigió hasta el lugar donde estaban las bombas de combustible.
– Venga, ahora podemos marcharnos. Conor salió del todoterreno y lo rodeó para ayudarla a salir a ella. La tomó de la mano y bajaron tranquilamente hacia el puerto. Conor le protegía la espalda y miraba cuidadosamente a su alrededor. Cuando llegaron por fin al puerto, le colocó la mano en la espalda, animándola a que continuara.
Brendan no hizo ninguna pregunta. Simplemente extendió la mano y agarró a Olivia. Cuando ella se hubo acomodado, Conor subió rápidamente y enseguida se vieron de nuevo engullidos por la oscuridad. De momento, estaban a salvo de Red Keenan.
Las luces de posición del barco casi no eran visibles por la pesada bruma que había sobre la bahía, pero el agua no estaba tan picada como Conor había esperado. Miró a Olivia, pero ella estaba contemplando el horizonte; la brisa le alborotaba el pelo y el frío hacía que sus mejillas se sonrojaran.
No se sentiría a salvo hasta que estuvieran lejos de allí, en un lugar cálido y seguro. No estaba seguro de dónde podrían ir. Su apartamento era un lugar demasiado evidente y probablemente no estaba lo suficientemente ordenado como para recibir huéspedes.
Miró hacia la cabina y vio que sus hermanos estaban hablando tranquilamente. Cuando Dylan se dio cuenta de que Conor los estaba mirando, le dedicó una lasciva sonrisa y emitió, un silbido, señalando con la cabeza el lugar en el que Olivia estaba. Conor sacudió la cabeza y se reunió con sus hermanos.
– Ni lo pienses -dijo cuando entraba en el interior de la cabina.
– ¿Ni piense qué? -susurró Dylan.
– En lo que siempre estás pensando cuando ves a una mujer hermosa.
– Ay, hermano. Evidentemente, una mujer como esta está desperdiciada contigo -comentó Dylan.
– Es una mujer muy bella, ¿verdad? -añadió Brendan.
Conor gruñó y se preguntó si sus hermanos pequeños crecerían alguna vez. ¿Se darían cuenta alguna vez que la vida era algo más que una larga sucesión de mujeres saliendo de sus dormitorios?
– Vayamos a Hull -les ordenó-. Eso es todo lo que necesito de vosotros en estos momentos.
Volvió a salir fuera de la cabina y fue a reunirse con Olivia. Parecía estar algo mareada y completamente agotada. Suavemente le tomó las manos heladas y la llevó hasta el camarote principal. Brendan lo había caldeado y las luces brillaban suavemente en su espacio interior. Conor vertió café de un enorme termo en una taza y se la ofreció a Olivia.
– ¿Te encuentras bien?
Ella se sentó, muy lentamente, tratando de compensar el movimiento del barco.
– Te acostumbrarás muy pronto al movimiento. Además, cuando hayamos atravesado la bahía, se calmará. Toma un poco de café.
– Aquí se está muy caliente -susurró ella, tras tomar un sorbo del café-. Hace dos días que no entro en calor. ¿Cómo puedes ser tan brusco un momento y tan amable al siguiente? -añadió, interrogándolo con la mirada.
– Es mi trabajo -respondió él, sirviéndose también una taza.
– ¿Eso es todo?
– ¿Qué otra cosa podría ser?
– Entonces, supongo que debería disculparme, por lo de antes. No quería… dejarme llevar. Es solo que últimamente he estado un poco nerviosa y pensé que tú…
– No importa…
Conor no iba a decirle que deseaba besarla tanto como ella a él. No iba a confesarle lo mucho que había tenido que controlarse para apartarse, para resistirse. Nada le habría gustado más que olvidarse de todas sus responsabilidades y dejarse llevar, dejar a un lado la cautela y acostarse con ella. Sin embargo, no pensaba darle nada más a su jefe para que pudiera utilizarlo contra él. Una aventura con un testigo era más de lo necesario para costarle la placa.
– ¿Dónde vamos ahora? -preguntó ella.
– Volvemos a Boston… o a Hull, para ser más preciso. Después de eso, no sé.
– Si fueron capaces de encontrarme en la casa de Cape Cod, no creo que importe dónde me esconda. Me encontrará de todos modos.
– No dejaré que eso ocurra.
– En cuanto regresemos a Boston, tengo que ir a mi apartamento. No tengo ropa. Nos dejamos todo en la casa de la playa. Y hay algo más que necesito recoger.
– No, no podemos. Sería demasiado peligroso. Te compraremos ropa nueva.
– Por Favor… No tengo nada. Mi tienda está cerrada, mi apartamento vacío. No he dormido en mi cama desde hace días. Solo quiero volver a ver a mi alrededor cosas que de verdad son mías.
No quería escuchar sus súplicas. De hecho, tenía miedo de ceder. Resultaba difícil negarle nada a Olivia, especialmente cuando veía la vulnerabilidad que había en sus ojos. Lo único que quería era protegerla, pero, en cierto modo, sus instintos como hombre estaban en conflicto directo con sus instintos como policía.
– Te he dicho que no -replicó él. Entonces, se giró y se dispuso a marcharse-. Si me necesitas estaré en el puente.
Conor volvió con sus hermanos. Dylan y Brendan se volvieron a mirarlo, observándolo con ojos a los que no se les podía ocultar ningún secreto.
– Bueno, ¿qué está pasando entre vosotros?
– Nada. Es solo un testigo -dijo Conor, encogiéndose de hombros.
– ¡Venga ya, Conor! -exclamó Brendan-. Ya nos hemos dado cuenta del modo en que la miras, en que te acercas a ella. ¿Cuándo fue la última vez que trataste a una mujer de ese modo?
– Nunca -respondió Dylan-. La trata como si estuviera hecha de oro. ¿Te has dado cuenta Brendan? ¡Como si fuera de oro!
– Es parte de mi trabajo. Si no está contenta, no testifica o, lo que es peor aún, se escapa y consigue que la maten y yo consigo que me echen de una patada del departamento por omisión del deber.
– Se ha enamorado de ella -comentó Dylan-, pero está engañándose a sí mismo.
Conor se echó a reír. Dylan era muy rápido en sacar conclusiones, pero en aquello se equivocaba. Lo último que quería era enamorarse de Olivia Farrell. Efectivamente, se sentía muy atraído por ella. ¿Qué hombre no lo estaría? Era una mujer muy hermosa, pero, a pesar de todo, no había nada más.
– Te olvidas de que me criaron con las mismas historias que a ti. Sé lo que ocurre cuando un Quinn se enamora. ¡Diablos! Es mejor que me tire de un acantilado y les ahorre a todo el mundo los problemas.
– Me sorprende que no hayamos salido todos con daños psicológicos -musitó Dylan.
– Tal vez los tengamos -dijo Brendan-. No veo a ninguno de nosotros embarcándose en una relación de verdad. En algo permanente, que dure más de un mes. Somos seis tipos que no estamos mal físicamente, con buenos trabajos… ¿Qué no los impide?
En realidad, Conor se había hecho muchas veces la misma pregunta. No podía negar que la actitud de su padre tenía algo que ver en cómo se relacionaba con las mujeres. Recordaba todas las historias. También recordaba a su madre y el dolor que había sentido cuando ella se había marchado.
Olivia Farrell le haría sentir de nuevo aquel dolor. Sin embargo, no se lo consentiría. No iba a enamorarse de ella porque, tan pronto como llegaran a la costa, iba a llamar a la comisaría e iba a conseguir que lo trasladaran a otro caso. Olivia Farrell no tendría la oportunidad de derrotar a un Quinn.
Olivia no estaba segura de dónde estaba cuando abrió los ojos. Solo sabía que no tenía frío y que había dormido profundamente por primera vez desde hacía días. No sabía dónde estalla, pero se sentía a salvo.
– Buenos días.
Asustada al oír una voz que no le resultaba familiar, Olivia se sentó en la cama de un salto. Sin embargo, la voz poco familiar venía con un rostro muy conocido. Un hombre muy guapo, con el mismo pelo oscuro y el mismo color de ojos que Conor, estaba sentado frente a la pequeña mesa del comedor, leyendo el periódico. Entonces, ella frunció el ceño, como si tratara de recordar su nombre.
– Brendan -dijo él.
– Brendan, ¿dónde estamos? -preguntó, mirando a su alrededor.
– En Hull. Hemos llegado hace cuatro o cinco horas.
– ¿Dónde está Conor? -quiso saber ella, tras darse cuenta de que eran más de las dos de la tarde.
– Ha salido para buscar un lugar seguro en el que puedas alojarte.
– ¿Y tu otro hermano?
– ¿Dylan? Ha salido a comprar algo de comer.
– Entonces, tú fuiste el que sacó la pajita más corta y se vio obligado a cuidar de mí, ¿no?
– Como mi padre solía decir, una cabeza sabia mantiene la boca cerrada. O algo por el estilo.
Aunque parecía indicar lo contrario, Olivia habría jurado que Brendan acababa de echarle un piropo.
– Bueno, al menos alguien quiere pasar el tiempo conmigo. Tu hermano se comporta como si tuviera que llevar a una prima con acné al baile de fin de curso.
– Mi hermano se toma sus responsabilidades muy en serio -replicó él, sacando una taza-. Algunas veces demasiado en serio.
Aquel comentario azuzó la curiosidad de Olivia. Sabía tan poco sobre el hombre que se había hecho con el control de su vida que pensó que tal vez Brendan podría sacarla un poco de su ignorancia. Cuando el joven le dio una taza de café, ella se incorporó sobre la manta.
– Háblame de él. ¿Por qué es siempre tan gruñón?
– ¿Te apetece algo de desayunar? -replicó él, sin contestar su pregunta-. Puedo prepararte unos huevos y creo que tengo un poco de beicon. Dylan va a traer zumo de naranja y, cuando llegue Conor, podremos enviarlo a por…
– Conor está aquí.
Brendan y Olivia miraron hacia la entrada al camarote y se encontraron a Conor observándolos. Rápidamente bajó los escalones y se colocó en medio de la cabina. Comparado con la alegre disposición de Brendan, Conor pareció haber helado los rayos del sol al entrar en el barco. Olivia levantó sus defensas, lista para protegerse del malhumor de Conor,
– Brendan nos iba a preparar algo de desayunar.
– Estoy seguro de ello -musitó Conor, enviando a su hermano una mirada asesina-. En lo que se refiere a las damas, él sabe muy bien lo que hay que hacer.
– ¡Oye! -exclamó Brendan-. Yo solo estaba siendo…
Conor levantó una mano para interrumpir a su hermano. Entonces, se volvió a Olivia.
– Venga. Tenemos que marcharnos. He encontrado un lugar en el que nos podremos esconder durante un rato. Recoge tus cosas y vayámonos.
– ¿Cosas? ¡Pero si no tengo nada!
– Mejor -replicó él, agarrándola del brazo para ponerla de pie-. Entonces, no tendré que esperar mientras te aplicas el lápiz de labios y te rizas el pelo.
– Eres encantador, ¿verdad, hermano? No me extraña que las mujeres se peleen por ti…
Aquella vez, la mirada que Conor echó a su hermano fue puro veneno. Olivia decidió que, probablemente, era mucho mejor dejarse llevar por el plan antes de que los hermanos llegaran a las manos por un simple desayuno.
Se atusó el cabello y luego se acercó a Brendan, dedicándole una afectuosa sonrisa.
– Gracias por tu hospitalidad y por ayudar a rescatarme.
Brendan le devolvió la sonrisa y, entonces, le tomó la mano y, tras llevársela a los labios, depositó un beso sobre las puntas de los dedos de la joven.
– El placer ha sido todo mío.
Conor gruñó impacientemente y rápidamente apartó la mano de Olivia de la de su hermano.
– Brendan también es muy famoso por sus besitos de despedida. Disfraza sus motivos tan bien, que las mujeres en realidad se sienten bien cuando él las deja.
Con eso, Conor tiró de Olivia y la sacó del barco. Cuando llegaron al muelle, ella se volvió hacia su protector y tiró fuertemente del brazo por el que él la tenía agarrada.
– Ya puedes dejar de ejercer tu poder sobre mí -dijo ella-. Ya no hay necesidad de presumir delante de tu hermano.
– Créeme. Si no hubiera regresado cuando lo hice, un desayuno no habría sido lo único que habríais compartido.
Olivia se quedó boquiabierta ante aquella increíble sugerencia.
– Bueno, en ese caso supongo que tengo suerte de tenerte para que me protejas.
Echó a andar rápidamente por el muelle, decidida a poner algo de distancia entre ellos. Sin embargo, unos segundos después, él volvió a ponerse a su lado, mirando a su alrededor como si estuviera calculando de dónde iba a venir el siguiente ataque y listo para ponerse entre ella y una bala.
Mientras iban saliendo del puerto, Olivia trató de mantener si indignación, pero, en realidad, todo aquello parecía no tener importancia y resultar algo infantil. Aquel hombre estaba dedicado en cuerpo y alma a mantenerla con vida y lo único que ella hacía era quejarse.
Dylan los estaba esperando, apoyado contra el lateral de un Mustang rojo, cuyas llaves le entregó a Conor. Entonces, abrió la puerta para Olivia.
– Si encuentro una sola abolladura, un arañazo, te prometo que me las pagarás.
Cuando Conor y ella estuvieron dentro, Olivia se volvió a él deseosa de arreglar las cosas entre ellos. Sin embargo, encontró que la expresión de él resultaba tan distante, que cambió de opinión. Para cuando llegaron a un motel, en la carretera de Cohasset, Olivia había decidido que era mejor no abrir la boca.
Conor la ayudó a salir del coche y luego se metió la mano en el bolsillo y se sacó una llave del bolsillo. Cuando abrió la puerta, se hizo a un lado. Entonces, Olivia pudo comprobar lo mucho que había bajado su nivel de vida. La habitación parecía sacada de una película de terror. Había una cama de hierro contra la pared y papel pintado, completamente desteñido, en tonos verdes y naranjas. El suelo de linóleo estaba marcado con quemaduras de cigarrillos y la habitación olía a humo y a humedad. Lentamente, se dirigió al cuarto de baño, temerosa de lo que podría encontrar allí. Sin embargo, todo estaba muy limpio. Los viejos sanitarios relucían y olía a un fuerte desinfectante.
– No es un palacio -murmuró él-, pero aquí estaremos a salvo por ahora. Si tenemos que huir, el barco de Brendan está solo a unos pocos kilómetros.
– Lo siento -dijo ella, con una sonrisa forzada-. No quería parecer desagradecida.
– Y yo no quería resultar tan dictatorial. Resulta muy difícil cuando tú no haces lo que yo te pido. Conozco a Red Keenan y sé que no se detendrá en nada para evitar que testifiques.
– Me siento como si me hubieran arrebatado la vida. No tengo mas ropa que la que llevo puesta. Estoy preocupada sobre mi negocio, mi apartamento, sobre Tommy…
Le preocupaba cómo estaría sobreviviendo el gato solo con la patrona. Normalmente, la señora Callaban cuidaba al gato, pero Olivia tenía miedo de que alguien hubiera entrado por la fuerza en el piso y de que Tommy se hubiera escapado y estuviera solo en la calle. La señora Callaban odiaba a los gatos y, de mala gana, había accedido a ocuparse del gato por una nueva adquisición para su enorme colección de figuritas Hummel.
– ¿Tommy?
– Lo dejé al cuidado de mi casera -explicó Olivia-. Vive un poco más abajo de la calle. No quería que se viera implicado en todo esto. Ella lo ha cuidado antes, pero me gustaría tenerlo conmigo. Dormiría mejor sabiendo que él está a salvo.
– ¿Es que tienes un hijo? -preguntó él, boquiabierto-. ¿Cómo no se lo dijiste a la policía?
Olivia abrió la boca para corregirlo, pero se lo pensó mejor.
– Tommy lo es todo para mí -añadió-. Tengo miedo de que Red Keenan lo descubra y…
– Tengo que ir a por él. No estará a salvo si no está con nosotros. ¿Cuántos años tiene?
– Nueve.
– ¿Y su padre?
El modo en que Conor la miraba le dijo que aquella se pregunta se debía a más de un interés simplemente policial. Quería saber si había tenido una relación apasionada con otro hombre.
– Bueno, no tengo relación con él. Tenía el instinto de… un gato callejero.
Sabía que debía decirle la verdad, pero aquella era su manera de recuperar en cierto modo el control sobre su vida.
– Voy a por él -dijo Conor, sacando las llaves del coche-. Quiero que llames a tu patrona y le digas que voy de camino. No te demores mucho ni respondas a ninguna pregunta, ¿de acuerdo? Escríbeme su dirección.
– Estará encantada de verte -explicó Olivia-. Se alegrará mucho de no tener que cuidar más de Tommy.
– ¡Dios mío, Olivia! ¿Por qué no me dijiste nada? -preguntó él, atónito de que ella fuera madre.
– Conor, no tienes por qué… -respondió, sintiéndose algo culpable. Entonces, para su sorpresa, él levantó la mano y le acarició la mejilla. Luego, le colocó un dedo en los labios.
– No pasará nada -dijo él-. Puedo entrar y salir sin que nadie se dé cuenta. Si los hombres de Keenan están vigilando tu piso, no me verán ni a mí ni a Tommy. Tú te quedarás en el barco con Brendan mientras voy por él.
– Pero pensé que estaba a salvo aquí y… bueno, en realidad estaba deseando darme una ducha bien caliente. Te prometo que no me marcharé de esta habitación.
Tras considerar la petición durante un momento, mostró su acuerdo dándole un breve pero potente beso. Olivia lo miró y vio que aquel impulso le había pillado a él también por sorpresa. Entonces, se aclaró la garganta y sonrió.
– De todos modos, voy a pedirle a Brendan que vigile por aquí fuera.
Olivia parpadeó. ¡Aquello había ido demasiado lejos! Tenía que decirle que Tommy era un gato. Sin embargo, ya había recibido bastante ira durante un día. Tendría que enfrentarse a él cuando regresara.
– ¿Estás seguro de que estarás bien? Conor asintió y se dirigió a la puerta. Cuando la cerró tras él, Olivia se llevó la mano a la boca y se tocó los labios. Todavía estaban cálidos y húmedos por su beso.
– Si le disparan, nunca podrás perdonarte. Sin embargo, aquello no podría pasarle a Conor. Era valiente y fuerte. Cuando regresara, estaría furioso con ella, pero no la abandonaría, por mucho que ella se mereciera aquel castigo. A pesar de que solo hacía un día que lo conocía, ya sabía que no había otra persona a la que prefiriera confiarle su vida que a Conor Quinn.