CAPÍTULO 9

TY SE había calmado un poco cuando Phinn entró en el salón tras él. La maleta estaba en el suelo, a su lado, y Ty estaba de espaldas a ella, pero su expresión cuando se volvió para mirarla era definitivamente hostil.

– ¿Quieres que me disculpe?

Phinn se encogió de hombros.

– Haz lo que quieras.

– ¿Dónde crees que vas?

– No es que sea asunto tuyo, pero…

– ¿No es asunto mío? -repitió él-. Vienes a mi casa, vuelves loco a todo el mundo…

– Un momento -lo interrumpió Phinn-. Vine aquí porque tú me ofreciste un empleo y un sitio en el que alojarme, no fue idea mía… -de repente, sus ojos se llenaron de lágrimas. Era horrible terminar así con él, no podía soportarlo.

– Oh, Phinn… como siempre estoy metiendo la pata. Tienes el corazón roto por Ruby y lo único que yo hago es hacerte sufrir más.

– Mira, me voy. Tengo que tomar el autobús en el pueblo…

– ¡El autobús! -exclamó él, escandalizado-. Olvídate de eso, Phinn Hawkins.

– Ty, escúchame…

– No, escúchame tú. Sé que éste no es el mejor momento para ti y sé que durante este año has recibido un disgusto tras otro. Te admiro mucho por haber soportado todo eso pero, a riesgo de disgustarte aún más, me temo que no puedo dejar que te marches hasta que hayamos hablado de… nuestro problema. Y te aseguro que, pase lo que pase, no vas a ir a ningún sitio en autobús.

Oh, Dios, ¿se habría dado cuenta de que estaba enamorada de él y ése era «el problema» del que quería hablar?

– Si insistes en marcharte -siguió-, yo te llevaré donde quieras ir, pero primero siéntate. Le pediré a la señora Starkey que nos traiga un café.

– No quiero café, gracias.

Y tampoco sabía si quería sentarse, pero al final lo hizo.

– Sé que estoy en deuda contigo -empezó a decir Phinn, sin mirarlo-, pero pienso buscar un trabajo y en cuanto pueda te pagaré lo que te debo…

– ¡Por el amor de Dios! -exclamó Ty-. ¿No te das cuenta de que después de lo que has hecho por Ash somos nosotros los que estamos en deuda contigo?

– Estoy hablando de dinero. A mí no me gusta deberle dinero a nadie -insistió ella-. Acepté que tú pagases las facturas del veterinario por las circunstancias, pero… Ty, sé que tú crees que yo le haría daño a tu hermano, pero jamás se lo haría. Aparte de que Ash no está interesado en mí ni yo en él, yo no soy como mi prima…

– ¿Ash no está interesado en ti? ¡Pues cualquiera lo diría!

– ¿Por qué? ¿Porque me ha dado un beso? -replicó ella, enfadada-. Y era un beso de simpatía, nada más.

– ¿Suele besarte a menudo?

– ¡No, eres tú quien me besa! -exclamó Phinn-. Mira, sé que estás preocupado por Ash, pero te aseguro que yo nunca le haría daño. Ash es como un hermano para mí. Y él me ve como a una hermana. ¿Es que no habláis nunca de vuestras cosas?

– Aparentemente, no -murmuró Ty.

– Pues Ash está interesado en otra chica.

– ¿Qué? Pero si apenas miró a Cheryl Wyatt la otra noche…

– No es Cheryl -suspiró Phinn-. Bueno, espero que no sea un secreto, pero Ash ha quedado con Geraldine Walton para cenar.

– ¿Geraldine Walton? ¿La dueña de la escuela de equitación?

– Exactamente. Así que no tienes que preocuparte de que yo le rompa el corazón porque es imposible.

Ty dejó caer los hombros y sólo entonces Phinn se dio cuenta de lo tenso que estaba.

– Y si yo soy hermana de Ash -dijo entonces, traviesa-, eso me convierte también en hermana tuya.

– No, de eso nada. Yo no te quiero como a una hermana.

A Phinn le dolió tanto que dijera eso que se levantó de un salto, intentando controlar las lágrimas.

– Bonita manera de ponerme en mi sitio -murmuró-. En fin, si ya te has quedado tranquilo sobre Ash, me marcho.

Pero no llegó muy lejos. Para su sorpresa, no había llegado a la puerta cuando Ty se interpuso en su camino.

– No hemos solucionado nada.

– ¿No?

– No, en absoluto. Yo tengo para ti un sitio mucho más especial.

– ¿Ash te ha dicho lo bien que se me da la oficina? ¿Vas a ofrecerme un trabajo?

– Hay un trabajo para ti… si todo lo demás falla.

– ¿Qué clase de trabajo?

¿Uno en el que pudiera verlo todos los días? No, gracias, decía su orgullo. Sí, por favor, decía su corazón.

– Cuando Ash se traslade a la granja Honeysuckle me hará falta alguien que gestione la finca.

– ¿Yo? -exclamó Phinn-. Pero si vas a vender la granja Yew Tree y tu hermano se va a ocupar de Honeysuckle… aunque tardará algún tiempo en ponerla en marcha.

– Supongo que conocerás a alguien que pueda echarle una mano.

– Pues sí, Jack Philips, que ha trabajado estas tierras durante toda la vida. Se retiró hace un año, pero empieza a aburrirse y cuando fui con Ash al pub me dijo que estaba buscando algo que hacer. Pero aun así… llevar la finca a partir de ahora no sería un trabajo de ocho horas diarias. Y yo no tengo experiencia.

– Sí la tienes. Vas a dar un paseo por el campo y sabes exactamente qué árbol hay que cortar y cuál hay que replantar. Llevas el campo en la sangre. Por no decir que puedes controlar una oficina con los ojos cerrados.

Phinn tuvo que sonreír. Sí, eso podía hacerlo bien y le encantaría quedarse… pero en Broadlands Hall no había más que dos o tres días de trabajo a la semana.

– Y no olvides que hay un par de casas alquiladas de las que hay que ocuparse.

– No, lo siento, tengo que irme.

Ty la miró en silencio durante unos segundos.

– Soy yo, ¿verdad? Te has cansado de mi actitud tiránica.

– Yo…

– ¿Te quedarás si prometo comportarme… y pedirte perdón por cada impertinencia?

– No es eso -suspiró ella. En realidad, podría perdonarle cualquier cosa porque estaba enamorada-. A veces has sido muy espléndido… y muy cariñoso.

– ¿De verdad? Lo de esta mañana… no sé cómo pedirte disculpas.

– Es mejor que no hablemos de eso -lo interrumpió Phinn-. Me refería más bien a detalles como subir la mesa de mi abuela a mi habitación, por ejemplo. O llamar al señor Timmins para que afinase el piano. O que… -no terminó la frase. Iba a decir que le prestase el reloj, pero no quería recordarle lo que había pasado cuando fue a su habitación a devolvérselo.

– ¿Y los buenos tiempos cuentan más que los malos?

– Sí, claro que sí. No sé qué habríamos hecho Ruby y yo si tú no nos hubieras ayudado.

– Cuando pienso en lo que tú has hecho por Ash y por mí, eso no tiene la menor importancia.

– Bueno, vamos a dejarlo ya o tendremos que crear una sociedad de admiración mutua -intentó bromear ella-. Gracias por todo, de verdad. Gracias por hacer que los últimos meses de Ruby fuesen tan agradables. Te lo agradeceré siempre -poniéndose de puntillas, Phinn le dio un beso en la mejilla.

Era un simple gesto de despedida, pero cuando intentó dar un paso atrás descubrió que Ty sujetaba sus manos.

– ¿Debo entender que… te gusto?

Phinn lo miró, perpleja.

– ¡Tú sabes que me gustas! -exclamó-. Yo pensé que… en fin, de verdad es hora de marcharme.

– No, aún no -insistió él con tono firme-. Antes me has acusado de no hablar nunca con mi hermano…

– Yo no te he acusado de nada.

– Bueno, has dicho que Ash y yo no hablamos de nuestras cosas y tienes razón. Pero creo que tú y yo también deberíamos empezar a hablar… abiertamente.

– No sé si…

– ¿De qué tienes miedo? -sonrió Ty-. Yo puedo decirte que, aunque sé que te he herido alguna vez con mi actitud, prometo no volver a hacerlo nunca más. Ven, siéntate a mi lado.

– Pero tengo que irme…

– Como he sido un bruto en el pasado, vas a tener que perdonarme -siguió él, como si no hubiera dicho nada-. Pero, en mi defensa, diré que cuando volví de Londres y vi en qué estado se encontraba mi hermano…

– ¿Él te habló de Leanne?

– No, en realidad lo supe casi todo por la señora Starkey. Y cuando la pobre mujer me lo contó, yo no estaba de humor para ser amable con nadie de la familia Hawkins.

– Me pediste de muy malas manera que me fuera de tus tierras.

– Y hasta el día de mi muerte te estaré agradecido por no haberme hecho caso.

Phinn sintió un abrumador deseo de besarlo en ese momento, pero decidió que no sería buena idea.

En cualquier caso, Ty ya sabía que le gustaba y lo mejor sería no hacerlo pensar que había algo más.

– Creo que empezaste a gustarme aquella tarde, en el riachuelo.

– ¿Empecé a gustarte?

– Pues claro. Y cuanto más te conocía, más me gustabas.

A Phinn se le quedó la boca seca.

– ¿En serio? -consiguió decir-. Me alegro mucho.

– Pero ahí fue donde empezaron los problemas.

– ¿Qué problemas?

– Pronto descubrí que hacías con mi hermano las cosas que a mí me hubiera gustado hacer contigo…

Ella parpadeó, cada vez más sorprendida.

– ¿De verdad?

– Por eso volvía a Broadlands Hall siempre que me era posible.

– Por Ash, quieres decir.

– Si sólo es por Ash, ¿por qué quiero que me lleves también a mí a pescar? ¿Y por qué me sentó tan mal cuando Ash me dijo que a ti te parecía «encantador»?

Phinn sólo podía mirarlo, perpleja.

– ¿Quieres que diga que tú también eres encantador?

– Me conformaría con que dijeras que soy simpático, agradable… o con la mitad de las sonrisas que le dedicas a mi hermano.

– ¿Entonces estás…?

– Celoso, la palabra que estás buscando es celoso, sí.

– No puede ser.

– Sí puede ser, Phinn. Yo nunca había tenido celos de mi hermano, te lo aseguro. De hecho, es como una segunda naturaleza para mí cuidar de él. Por eso no entendía mi deseo de volver aquí siempre que me era posible. No era para ver a mi hermano, era para verte a ti. Siempre parecíais pasarlo tan bien que quería quedarme en casa y pasarlo bien contigo. Incluso el trabajo empezaba a perder atractivo para mí. Fue entonces cuando supe que estaba en un aprieto.

Phinn tragó saliva, nerviosa.

– ¿Qué quieres decir?

– Al principio quería que estuvieras aquí para ayudar a mi hermano a salir de su depresión, pero cuanto más te conocía, querida Phinn, más te quería en esta casa por mí y sólo por mí. Sabía que no tenía ningún sentido esperar hasta el lunes por la mañana para volver a Londres cuando siempre tengo toneladas de trabajo, pero esperaba hasta el último momento posible…

Esperaba por ella.

Phinn pensó que estaba soñando. Era tan increíble que tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para controlarse.

– Mira, yo… sé que no quieres que me marche, pero no tienes que…

– ¿Es que no me has oído? Claro que no quiero que te vayas. No dejo de pensar en ti a todas horas…

– Un momento -lo interrumpió Phinn-. Tuviste una oportunidad conmigo, Tyrell Allardyce. Si crees que vas a poder convencerme para rechazarme otra vez…

– ¿Cuándo te he rechazado?

– ¡Tienes muy mala memoria! ¿No recuerdas lo que pasó en tu habitación? Yo no era lo bastante sofisticada…

– ¿Qué? Serás tonta -rió Ty entonces-. ¿Que no eras lo bastante sofisticada? ¿Es que no sabes que tu inocencia es un tesoro para mí? Escúchame… esa noche, el domingo por la noche, yo ya no podía pensar con la cabeza. De repente me lanzaste esa bomba y me encontré en una situación absolutamente nueva para mí. Tenía que pensar con claridad… pero no podía hacerlo.

– ¡Ya! -replicó ella, desdeñosa-. ¿Qué tenías que pensar?

– Oh, Phinn… amor mío. Los dos estábamos demasiado emocionados. Necesitaba un momento para pensar qué era lo mejor para ti.

– ¿Para mí?

Phinn no parecía capaz de hacer algo más que repetir cada frase, tan atónita estaba.

– Para ti, cariño. Tenía que irme a las cuatro de la mañana y no sabía cuándo podría volver a Broadlands Hall. Tenía que pensar, reflexionar… ¿era demasiado pronto para decirte lo que sentía por ti? ¿Cómo ibas a reaccionar si te lo dijera? Lo único que sabía en ese momento era que quería lo mejor para ti. ¿Pero te tendría el tiempo suficiente en mis brazos como para hacerte entender lo especial que eras para mí? Incluso sentí miedo de asustarte si te decía la verdad…

– ¿Lo especial que era para ti?

– Muy especial -contestó él-. Pero no quería marcharme dejándote con dudas. Y antes de que pudiera pensarlo, tú y tu enorme orgullo os levantasteis en armas y prácticamente me dijiste que me olvidase del asunto.

A Phinn le daba vueltas la cabeza.

– Sí, veo que… deberíamos haber hablado más abiertamente. Pero desde que te fuiste no hemos tenido oportunidad…

– Quería llamarte por teléfono el lunes, el martes. Tuve el teléfono en la mano un millón de veces, pero no sabía qué decirte -siguió él-. Y ya estoy cansado de hablar -dijo luego, abruptamente-. Dime una cosa, Phinn: si prometo no reírme, ¿estarás a mi lado en una iglesia, delante de un sacerdote diciendo: yo, Delphinnium Hawkins, te acepto Tyrell Allardyce?

Phinn no podía pensar, no podía respirar siquiera. ¡Ty la quería no como una hermana sino como esposa! Jamás habría soñado que aquello pudiera pasar. Tan nerviosa estaba que empezó a pensar que había oído mal.

¿De verdad le había pedido que se casara con él o era cosa de su imaginación?

– ¿Qué…? -empezó a decir-. ¿Qué clase de proposición es ésa? -le preguntó, con la poca voz que pudo encontrar.

– La proposición que quería hacerte y que he ensayado de cien maneras posibles es otra -suspiró Ty entonces-. Pero temía que te rieras de mí… en fin, allá va: Phinn Hawkins, te quiero tanto que no puedo soportar estar lejos de ti.

– ¿Me quieres?

– Te quiero tanto, cariño mío, que estás en mi cabeza noche y día. En mis sueños, cuando estoy trabajando… vaya donde vaya no dejo de pensar en ti y mi mayor deseo es casarme contigo.

El aliento pareció abandonar el cuerpo de Phinn en ese momento. La quería. Ty, el hombre del que estaba enamorada, la quería.

– ¿No vas a decir nada?

¿Lo sabría?, se preguntó. ¿Sabría que ella había estado enamorada de él desde el primer día?

– No sé…

– Ah, eso me hace concebir esperanzas.

– ¿Lo dices en serio, de verdad?

– El amor no es algo sobre lo que se deba bromear.

– No, no, o… es que me ha pillado por sorpresa.

– ¿Por sorpresa? -repitió él-. Pensé que lo sabías… Phinn, por favor, dame una respuesta de una vez.

Ella sonrió, su respuesta allí, en esa tierna sonrisa.

– Si no te importa que diga Delphinnium en voz baja para que no me oiga nadie… nada me gustaría más que casarme contigo, Tyrell Allardyce.

Ty no esperó un segundo más. Más feliz que nunca, la envolvió en sus brazos para besarla con toda la ternura que tenía guardada para ella.

– ¿Eso es un sí?

– Oh, sí, sí…

– ¿Me quieres?

– Yo tenía miedo de que te hubieras dado cuenta.

– Dilo.

– Te quiero, Ty

– Cariño -murmuró él, besándola de nuevo-. ¿Desde cuándo sabes que no me odias como merezco?

– No te he odiado nunca, tonto. El día que me encontraste tocando el piano…

– Ese día te abracé.

– Y me abrazaste otra vez por la tarde, en el establo. Y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba enamorada de ti -le confesó Phinn.

– Durante toda esta semana he estado atormentado, deseando llamarte y temiendo hacerlo. ¿Habría leído demasiado en tu inocente respuesta? ¿Sería sólo una atracción física por tu parte? No me atrevía a esperar que de verdad me quisieras.

– No me extraña. Te di una bofetada -le recordó Phinn.

– Y me la merecía. Después de decir lo que dije, yo mismo me quedé estupefacto. No sabía cómo pedirte perdón… anoche quise ir a tu habitación para hablar contigo, pero sabiendo lo que me pasa cuando te veo en pijama decidí que no era buena idea. Por eso esta mañana me enfadé tanto cuando Ash te dio un beso.

– Sólo era un beso fraternal.

– Ahora lo sé y me siento avergonzado de mis celos. Y más avergonzado de cómo me porté después de eso -Ty buscó sus labios entonces-. Luego esperé en el estudio a que bajaras para decirte lo que sentía…

– Y yo aparecí con la maleta.

– ¡Y diciendo que te ibas de aquí en autobús!

– ¿Cuándo supiste que me querías? -sonrió Phinn, echándole los brazos al cuello.

– Supongo que desde el primer momento. Porque desde el primer día lo único que deseaba era volver a Broadlands Hall en cuanto me era posible.

– Pero viniste con Cheryl Wyatt… y la verdad es que me puse un poco celosa al verte con ella. Ya ves, los celos no son tu prerrogativa.

– ¿En serio?

– No tienes que poner esa cara de alegría, tonto.

– Me avergüenzo de lo que hice -rió Ty-. Yo esperaba que Ash mostrase algún interés por Cheryl… pero me salió mal. Traje a los Wyatt pensando emparejar a Cheryl con mi hermano y lo que conseguí fue que Will se volviese loco por ti.

– Qué exagerado.

– ¿Exagerado? -rió Ty-. Cariño, ¿tú tienes idea de lo que siento por ti? -había tal amor en su voz que los ojos de Phinn se empañaron-. Durante esa cena no podía dejar de mirarte. Nunca me había quedado hipnotizado de esa forma.

– Yo tampoco podía dejar de mirarte -le confesó ella.

Se besaron entonces y luego Phinn apoyó la cabeza en su pecho.

– ¿Has llorado mucho por Ruby?

– Mucho, sí -asintió ella-. Estuvimos tantos años juntas… nunca la olvidaré. La echo de menos cada minuto del día.

Ty la apretó contra su corazón.

– ¿Vas a casarte conmigo, Phinn?

– Oh, Ty… claro que sí.

– ¿Pronto?

– Cuando tú quieras.

– Primero tenemos que contárselo a mi hermano… y pedirle que sea el padrino, si te parece bien -Ty la miró, como esperando que pusiera alguna objeción, pero Phinn no lo hizo; al contrario, parecía encantada-. Luego iremos a Gloucester para darle la noticia a tu madre.

– ¿Vamos a ver a mi madre?

– Mi ayudante se casó el año pasado y tardó dieciocho meses en organizar la boda… con ayuda de su madre. Pero me temo, querida Delphinnium, que yo no puedo esperar tanto tiempo. Así que iremos a ver a tu madre y le pediremos su aprobación para casarnos antes de un mes.

– ¡Ty! -exclamó ella, con el corazón acelerado-. ¡Eso es… maravilloso!

– ¿No te importa?

– No, al contrario. Me encanta.

– Estupendo -sonrió Ty-. Puede que Ash ya no te necesite, pero yo no puedo vivir sin ti.

Y, después de decir eso, la estrechó contra su corazón para volver a besarla. Seguían besándose cuando Ash entró en el salón… y al verlos sonrió de oreja a oreja.

– ¿Qué es esto? -exclamó.

– Hola, Ash -lo saludó Ty-. Ven, hermano, saluda a tu futura cuñada.

Загрузка...