– ¿Qué he hecho? -preguntó Taryn sin saber qué ocurría-. ¿Adónde vamos?
Él se limitó al mirar al frente y a conducir. Ella pensó en insistir, pero empezó a reconocer el camino. A los diez minutos, habían aparcado en la plaza que tenía reservada en el aparcamiento de Nash Corporation. Jake se bajó, rodeó el coche y le abrió la puerta. Ella se quedó sentada y lo miró con frialdad. Él la miró sombríamente.
– No estoy de humor para tonterías. Tienes treinta segundos para bajarte.
Taryn no se movió, pero una parte de ella, la que lo amaba incondicionalmente, quiso saber por qué estaba tan enojado.
– Al parecer, quieres que te acompañe a algún sitio… -comentó ella con indiferencia.
– Por las buenas o por las malas -confirmó él.
Taryn sacó elegantemente las piernas y se bajó. Entraron en el edificio. A ella no le sorprendió cuando él apretó el botón del último piso en el ascensor. Estaba deseando saber qué pasaba, pero no quería que le echara un rapapolvo delante de Kate.
– Yo… -empezó a decir Taryn.
Jake la agarró del codo, pasó de largo el despacho que ella había compartido con Kate y la metió en el suyo. Taryn ya empezaba a estar harta de ese trato.
– Siéntate -le ordenó él señalando el sofá.
– ¿Va a durar mucho esto? -preguntó ella con tono desafiante.
– Éste es tu sitio -contestó él con rabia.
– ¿Éste…? -preguntó ella con los ojos como platos-. ¿Por qué estás tan enfadado?
– ¡Enfadarías al santo Job!
– Bueno, nadie te tomaría por el santo Job.
– Mide tus palabras.
Ella lo amaba con toda su alma, pero no estaba dispuesta a que la hablara así.
– ¡Caray! -se burló ella-. ¿Qué he hecho que sea tan terrible?
– ¿Tienes la desfachatez de preguntarlo?
– Yo…
– Tienes la osadía de volver a trabajar con Mellor cuando…
– ¿Se trata de eso? ¿Estás enfadado porque…?
– ¡Trabajas para mí, no para él! -explotó Jake-. Trabajas aquí, no allí.
– ¡Pero tú me despediste! -replicó ella airadamente.
– Yo no he hecho tal cosa -afirmó él-. ¿Cuándo te despedí?
– Lo sabes muy bien -contestó ella, que no quería recordarle que fue a la mañana siguiente de estar en sus brazos.
– No lo sé. ¿Qué dije para que sacaras esa conclusión tan equivocada?
– ¿Equivocada? ¿Qué podía pensar cuando me dijiste que no me necesitabas tanto como habías pensado?
– ¿Creíste…? -Jake parecía mucho menos enfadado-. Estaba molesto contigo, pero…
– ¡Estuviste insoportable conmigo!
– Estaba un poco… alterado… -reconoció de mala gana.
– Eso es decir poco.
– ¿Cómo querías que estuviera? Para que te enteres, yo también tengo mi orgullo.
– ¿Qué tiene que ver el orgullo?
– Tuviste la desfachatez de decirme que a la luz del día te parecía ofensivo que la noche anterior quisiera hacer al amor contigo.
– Yo… -se puso colorada como un tomate-. No quería decir… ¡Maldita sea! ¿Te importa? -preguntó ella señalando el sofá.
– Adelante.
Él se sentó en la butaca, enfrente de ella, con un gesto serio, inclinado hacia delante y mirándola fijamente a los ojos.
– ¿Sigues enamorada de Brian Mellor?
Ella también lo miró fijamente. Había creído que era una discusión meramente laboral.
– ¿Qué tiene que ver eso?
Taryn vio que Jake apretaba las mandíbulas como si esa pregunta lo exasperara.
– Tiene mucho que ver -contestó él al cabo de un rato.
Ella no pudo entenderlo y decidió hablar de lo que le interesaba de verdad.
– ¿Está ofreciéndome que vuelva a mi trabajo temporal?
– ¿Estás diciendo que te gustaría dejar a Mellor?
Taryn dudó. Si le decía que le gustaría dejar el trabajo con Brian, aunque ya lo había dejado, ¿no significaría que estaba deseando volver a trabajar con él?
Por nada del mundo quería que ese hombre tan perspicaz notara remotamente que ella daría cualquier cosa por volver a verlo todos los días laborables. Sin embargo, Jake estaba esperando la respuesta y parecía impaciente.
– Dejaste de trabajar con Mellor porque te dio un beso -se adelantó Jake-. Dejaste de trabajar conmigo, parece ser, por lo mismo. Sin embargo, volviste a trabajar con Mellor. ¿Hay alguna posibilidad de que vuelvas a trabajar conmigo?
Se le aceleró el pulso. Parecía como si él quisiera que volviera. Era increíble.
– ¿Quieres que vuelva? -preguntó ella para cerciorarse.
– Claro.
Se sintió rebosante de felicidad, pero tenía que disimular lo que sentía por él. Taryn se levantó y Jake, sin dejar de mirarla a los ojos, hizo lo mismo.
– Estaré aquí el lunes a las nueve en punto. Si te parece bien -dijo ella con tranquilidad.
– Me parece bien -él resopló.
Ella pasó junto a él para dirigirse a la puerta, pero Jake se puso delante.
– Un segundo.
Ella lo miró a esa cara que adoraba y casi se quedó sin aliento.
– Perdona, creía que habíamos terminado la conversación laboral.
– Efectivamente, hemos terminado ésa, pero tengo muchas más cosas que decir.
– Ya -Taryn creyó haberlo entendido-. ¿Quieres que vaya a saludar a Kate?
– No está. Tenía una cita con la ginecóloga.
– Ah… ¿Qué tal está Abby? -¿estaría reprochándole no haberse interesado por ella?
– Perfectamente, y antes de que sigas por ese camino, a mi cuñado le sentaron muy bien las vacaciones y mi hermana está de maravilla.
– ¿Estás siendo sarcástico?
– Tú estás yéndote por las ramas.
– Yo… Estoy nerviosa.
– ¿Por mí? -no parecía muy contento-. ¿Sexualmente?
Quería abochornarla, pero, como estaba enamorada de él y no quería que lo notara, tampoco quería que pensara que la alteraba en ese sentido.
– No. No es por eso. Es porque… -no encontró las palabras y sabía que estaba colorada.
– ¿Por qué? ¿No puedes decírmelo?
– Me pones nerviosa porque no sé qué quieres. Si tienes muchas más cosas que decirme y no es de trabajo ni de Kate ni de Abby…
– Si no es de eso, será de algo personal -la interrumpió él-. Personal entre tú y yo.
Ella se quedó boquiabierta y miró hacia la puerta para huir, pero él la agarró del brazo.
– Yo… creo que prefiero no… hablar de nada personal.
– ¿Por qué? -preguntó él con calma-. ¿No crees que nos conozcamos lo suficiente para poder hablar de algo personal?
– No quiero tener esa conversación -afirmó ella tajantemente.
– Estás nerviosa -constató Jake con una mirada de extrañeza.
– No es necesario hablar si no es de trabajo…
– A mí me parece que es esencial.
– ¿Quieres aclarar cualquier cosa personal entre nosotros para que podamos tener una relación meramente laboral? Puedes darlo por aclarado -quiso soltarse el brazo-. Estaré aquí el lunes… para trabajar, como de costumbre.
Él la agarró con más fuerza. Taryn pensó que no debería haber dado por supuesto que él se daría por vencido, pero tampoco tenía que preocuparse, no iba a aprovecharse de haber estado casi desnuda, de haberlo visto casi desnudo, de haberlo besado, de haberse deleitado con él… Tenía que parar. Intentó zafarse otra vez, pero él le dio la vuelta.
– ¿Sigues enamorada de Mellor?
– ¿Por qué te importa tanto? -preguntó ella con cierta hostilidad.
– ¿Piensas casarte con él?
Taryn se quedó pasmada, pero se acordó de que Abby le había dicho que Brian iba a divorciarse y pensó que podría ser una buena excusa para ocultar sus sentimientos.
– Todavía no me lo ha pedido.
– ¿Lo tendrías en cuenta si te lo pidiera?
– Serías el primero en saberlo.
– ¿Ha vuelto a besarte? -preguntó Jake con cierta desesperación.
– En realidad, no esperé a que él lo hiciera. Yo lo besé -contestó ella al acordarse de cómo se había despedido de él.
– ¡Serás capaz! -exclamó él-. ¿Un beso apasionado?
Instintivamente, ella formó la palabra «no» en los labios y él, que no perdía detalle, lo notó y se adelantó a la posible mentira de Taryn.
– Todo esto es un poco raro -comentó-. ¿No estarás contándome un cuento? -Jake esbozó media sonrisa-. ¿Va a ser sincera, señorita Webster? O… -sus ojos brillaron con malicia- tendré que sacarle la verdad con un beso.
– ¡Antes muerta! -exclamó, aunque supo que no podía eludir ese asunto-. Si quieres saberlo…
– Estoy en ascuas.
– Si quieres saberlo… la semana pasada, cuando estaba con Abby, le dije a Brian que lo llamaría. Me acordé el lunes, cuando no quisiste… -volvió a ponerse colorada-. Bueno, cuando creí que ya no tenía trabajo. Yo quería estar ocupada…
– Lo llamaste y te ofreciste para volver a trabajar con él.
– No lo llamé para eso. Lo llamé más bien porque había dicho que lo haría.
– ¿Y porque seguías amándolo? -le preguntó él otra vez con impaciencia.
– ¡Eso es lo de menos! -exclamó Taryn con desesperación-. Él me ofreció volver a trabajar, pero no acepté.
– ¿No? ¿Qué hacías hoy allí si…?
– Estaba marchándome. Fui unos días a echar una mano. Brian no había encontrado la secretaria adecuada desde que me fui. La que tiene ahora está bien, pero había trabajo acumulado y… En cualquier caso, hoy era mi último día.
– ¿Y no te besó? -Jake seguía a lo suyo y no pararía hasta saberlo todo.
– No. Cuando lo hizo fue algo muy raro en él. Pobre… Es muy desdichado. Quiere mucho a su mujer, pero ella está con otro. Esta mañana, cuando me despedí, le di un beso en la mejilla. No estoy enamorada de él, me da pena y…
– ¿Te has desenamorado de él? -preguntó Jake con una sonrisa.
– Nuca estuve enamorada de él -contestó ella con otra sonrisa.
– Me dijiste que sí -le recordó bruscamente.
– Es verdad. Creí que lo estaba. Lo admiraba mucho y…
– Pero no era amor -la cortó Jake, que no quería oír sus virtudes.
– Lo apreciaba mucho, pero no, nunca fue amor.
Jake la miró fijamente a los ojos.
– ¿Por qué sabes que nunca fue amor?
– Lo sé.
Taryn intentó por todos los medios que él no notara que lo supo cuando lo conoció y comprendió lo que era estar verdaderamente enamorada.
– ¿Pero por qué lo sabes? -insistió él-. ¿Lo sabes cuando miras a la otra persona y crees que el corazón se te va a parar? -la miraba fijamente a los ojos-. ¿Lo sabes porque cuando la otra persona entra en la habitación el corazón empieza a latir con tanta fuerza que crees que todo el mundo lo oye?
– Jake… -susurró ella al darse cuenta de que estaba describiendo lo que sentía.
– ¿Sabes que eres prisionero de ese sentimiento que te devora cuando esperas a esa persona y tu corazón, todo tu cuerpo, se marchita porque pasa el tiempo y no aparece?
– Jake…
Él estaba haciéndole daño y no sabía por qué le contaba todo eso, pero lo amaba y quería ayudarlo.
– ¿Conoces esa sensación de celos insoportables cuando la persona amada habla, se ríe o se cita con alguien que no eres tú?
Claro que lo sabía. Los recuerdos de Louise Taylor y Sophie Austin la alcanzaron como dardos en el corazón.
– Jake… ¿Tanto la amas?
– Mucho más. Domina mi cabeza hasta el punto de que a veces no puedo pensar bien.
Él no sabía lo dolorosas que eran aquellas palabras, pero Taryn se dio cuenta de que tenía que estar sufriendo mucho para contárselo.
– ¿Ella… no te ama? -preguntó haciendo un esfuerzo por contener los celos-. Quiero decir, ¿le has preguntado qué siente? ¿Le has dicho lo que sientes?
Jake la agarró de los brazos y la miró directamente a los ojos.
– ¿Qué crees que llevo haciendo desde hace media hora?
Taryn se quedó muda. ¡No podía haber estado hablando de ella! Parpadeó y le fallaron las piernas. ¡No podía haber dicho lo que creía que había dicho!
– ¿Yo…? -preguntó ella con miedo a que él se partiera de la risa.
– Tú -confirmó Jake sin reírse ni soltarle los brazos.
– Mmm… -Taryn tragó saliva-. Perdona si te parezco un poco… torpe, pero ¿estás diciendo…? ¿Estás diciendo que estás… enamorado de mí?
– Te quiero mucho, Taryn Webster. Casi he perdido la cabeza.
Taryn sólo podía mirarlo sin dar crédito a lo que estaba oyendo.
– Mmm… ¿No podrías aliviar un poco el desasosiego que me domina y darme una pequeña pista de lo que sientes por mí? -siguió él ante el silencio de ella.
– ¿No… lo sabes? -preguntó ella vacilante.
– A veces me lo he preguntado. A veces, en mis momentos más bajos, me acuerdo de que te habrías entregado a mí. Sabía que no habrías llegado tan lejos con cualquiera. Habría sido la primera vez para ti. Entonces, en esos momentos, me pregunto si soy alguien especial para ti.
– Lo… eres -concedió ella con un hilo de voz.
– ¿Soy alguien especial para ti? -Jake quería algo más.
Taryn lo miró fijamente. Le parecía imposible que ese hombre no tuviera la seguridad.
– Diría que… muy especial… -susurró ella.
– ¿Me amas?
– Claro, Jake Nash, te amo -Taryn no supo si echarse a reír o a llorar.
– Mi amor…
Jake la estrechó entre sus brazos, pero se apartó un poco para poder mirarla.
– Repítelo -le pidió él.
– Te quiero, estoy enamorada de ti. ¿Podrías darme un pellizco para comprobar que todo esto no es un sueño?
– Puedo hacer algo mucho mejor.
Jake la besó en los labios y Taryn no supo qué había pasado hasta que él se apartó.
– ¿Cuándo…? ¿Cuándo te diste cuenta? -preguntó ella con cierto pudor.
– ¿De mis sentimientos?
Jake la besó una y otra vez y se sentó con ella en el sofá.
– ¿Cómo, cuándo, por qué me enamoré de ti? -preguntó él.
– Por favor…
– Te adoro -pareció que iba a besarla otra vez, pero cayó en la cuenta de que ella necesitaba saberlo-. La primera vez que te vi fue cuando te despediste de Mellor. Te largaste antes de que pudiera saber algo más, pero también me di cuenta de que quería saber algo más. Es más, volví varias veces al edificio para ver si me topaba contigo.
– No es verdad -susurró ella.
– Te lo aseguro.
– No podías estar enamorado…
– Me había pasado algo. Algo que no reconocí y que pudo parecerme un mero interés por una mujer enojada. Sin embargo, no pude olvidarme de ti. Así que podrás imaginarte mi sorpresa cuando comprobé que eras esa ama de llaves maravillosa de la que no paraba de hablar mi tío abuelo.
– Me reconociste -se acordó Taryn.
– Al instante -Jake sonrió-. Aparecías en mis pensamientos cada dos por tres. Entonces, coincidieron dos cosas. Tú tenías que dejar a mi tío y Kate me comunicó que estaba embarazada. Ella lo había pasado mal y decidí que necesitaba una ayudante y sustituta.
– ¿Pensaste en mí?
– ¿Cómo no iba a hacerlo? Tenías algo especial. Reconozco que nunca había entrevistado a nadie que reaccionara como lo hiciste tú, pero también sabía que tenías que ser tú.
– Así que me contrataste.
– Fue un castigo divino -bromeó él-. Siempre me había gustado venir a la oficina, pero vi que algo raro estaba pasando cuando me di cuenta de que empezaba a gustarme más que nunca y que esperaba en ascuas oírte llegar.
– Ah… -Taryn suspiró.
– Lo que no podía soportar, como comprobaste, era que hombres como Franco Causio, por ejemplo, te invitaran a salir con ellos. ¿Quién era ese Matt al que saludabas tan cariñosamente cuando te llamaba? Confieso que quería que me saludaras igual cuando yo llamaba a la oficina.
Ella lo miró. Sí aquello era un sueño, no quería despertarse.
– Me parece que no llamaste nunca -comentó ella, que no sabía qué decir.
– No tienes corazón. Llamé desde Italia con la esperanza de que contestaras tú y no Kate.
– Kate se había ido a casa -recordó Taryn-, pero dijiste que querías hablar con ella.
– No iba a decir que había tenido un momento de debilidad.
– ¿Un momento de debilidad?
– Sí. Te echaba de menos, aunque todavía no sabía muy bien lo que me pasaba.
– ¿Estabas enamorándote de mí?
– Claro, mi querida Taryn. ¿Por qué si no iba a venir directamente del aeropuerto?
– Apareciste y yo… estaba en tu ducha -recordó ella con cierto sonrojo.
– Efectivamente -Jake sonrió con cariño-. Entonces ya sabía cuánto trabajabas y existía la posibilidad de que te hubieras quedado hasta tarde -sonrió maliciosamente-. Sin embargo, no estabas delante de tu ordenador…
– ¡No me lo recuerdes!
– Creo que voy a tener que hacerlo -los dos se rieron-. Luego te llevé a Italia y me sentó fatal que no quisieras cenar conmigo.
– Lamenté muchísimo haberte dicho que no tenía hambre.
– ¿Querías… cenar conmigo?
– Creo que me tenías confundida.
– ¿Por eso estabas tan hostil en el vuelo de vuelta?
– Si no recuerdo mal, estabas insoportable.
– Lo lamentaré toda la vida. Al día siguiente, estaba ojeando unas cosas en casa cuando sentí la necesidad de verte otra vez. No podía esperar hasta el lunes. Sin embargo, cuando te pedí que fueras para repasar el contrato, no sabía que esa noche te encontraría en el hotel Irwin.
– ¡Se suponía que ibas a estar en el Raven! -Taryn soltó una carcajada.
– Te pedí que hicieras la reserva con la intención de llamar a alguien…
– A Louise, a Sophie, a…
– Dime que te pusiste celosa.
– Me puse celosa.
– Sin embargo -Jake la besó-, de repente empecé a darme cuenta de que no me interesaban las demás mujeres. Cancelé la reserva y fui a esa cena de trabajo con la idea de pasar una velada muy aburrida. Imagínate la sorpresa cuando te vi.
– No creo que fuera mayor que la mía.
– Sin embargo, tu habilidad para los trabajos temporales pronto me fue muy útil.
– ¿Abby?
– Sí. Tu presencia en mi casa debería haber solucionado muchos problemas, pero fue más una fuente de problemas que de soluciones.
– ¡Creía que Abby lo había pasado bien! Ella no tuvo la culpa de ponerse enferma.
– Abby -replicó él- fue un remanso de paz. Tú fuiste el problema.
– ¿Yo? ¿Qué hice?
– Hiciste que me enamorara de ti. Lo supe la noche que fuiste a mi casa. Ya no pude negármelo y no habría podido negármelo aunque hubiera querido.
– Ah…
– Sólo quería abrazarte con todas mis fuerzas.
– Que yo recuerde, lo conseguiste, porque Abby estaba rondando…
– Te engañé -confesó Jake-. Hacía tiempo que se había ido.
– ¿No te da vergüenza? -lo riñó ella entre risas.
– ¿Qué podía hacer? Quería estar a solas contigo, pero nunca encontraba la ocasión -la besó con delicadeza-. Te he echado de menos, mi amor.
– Yo también a ti -lo besó y se abrazaron-. Cuánto me alegro de que nos hayamos encontrado hoy. Si no nos hubiéramos encontrado, nunca habríamos sabido…
– Era imposible que no nos encontráramos -aseguró él.
– ¿De verdad?
Jake sacó un sobre del bolsillo y se lo enseñó. Estaba dirigido a ella.
– Lo llevo desde el martes. Cada vez que estaba camino de tu casa para dártelo en mano, me arrepentía. Pero no habría pasado del fin de semana sin llamarte.
– ¿Me has escrito una carta? -preguntó Taryn sin salir de su asombro.
– No es una carta -contestó Jake con una sonrisa perversa-. He comprobado que también tengo recursos cuando se trata de ti. Más bien se trata de un recordatorio oficial de que estás obligada a anunciarme tu dimisión con un mes de antelación.
– Será oficial, pero la has escrito tú a mano, no Kate -Taryn sonrió.
– Necesitaba un acercamiento. Si conseguía que volvieras un mes, tal vez podríamos hablar… Taryn, te quiero con locura. ¿Qué vas a hacer?
– ¿Qué propones? -a ella le parecía bien cualquier cosa que él dijera.
– Bueno, lo único seguro es que no podemos seguir como estábamos.
– ¿No?
– No. Me he dado cuenta de que un par de veces he traspasado los límites de nuestra relación laboral. No puedo creerme que te besara cuando me disculpé por ponerme celoso con Kenton Harris.
– Fue una disculpa deliciosa.
Se besaron con deleite.
– ¿Por dónde iba? -preguntó él mirándola a los ojos.
– ¿Crees que puedo acordarme?
– Tú no me has contado cuándo supiste que me amabas.
– Creo que el sentimiento fue apoderándose poco a poco de mí. Cuando llevaba un mes trabajando contigo, me di cuenta de que en realidad no quería a Brian Mellor.
– Dijiste que no lo habías querido nunca -le recordó él con un tono algo celoso.
– No me di cuenta hasta más tarde. Me había acostumbrado a creer que lo amaba, pero me di cuenta de mis verdaderos sentimientos cuando el lunes pasado me pediste que te ayudara con Abby.
– ¿Estás segura?
– Completamente -contestó ella.
– Perfecto. Te diré, mi amor, que no estoy dispuesto a pasar otra semana esperando a oír cómo llegas a tu despacho y desesperándome porque no llegas.
– Entonces, ¿tengo que venir el lunes?
– Como algo temporal. Pero como los principios no me permiten tenerte en casa, en la cama y… Te has puesto roja… Bueno, mi amor, no puedo tenerte en casa y en la oficina…
– ¿Por eso…? -Taryn se calló bruscamente-. ¿Por eso no hiciste, no hicimos…?
– ¿El amor? -terminó él-. No te había dicho lo que sentía. Creo que me costaba hacerlo sin saber si mi amor era correspondido. Nunca le había dicho a una mujer que la quería. En cualquier caso, de repente me abrumó pensar que eras una huésped en mi casa y que estaba aprovechándome de la situación cuando estabas haciéndome un favor inmenso con Abby. Además, luego nos veríamos todos los días en la oficina y ¿cómo te sentirías si habías aceptado que me aprovechara cuando no me amabas?
– Caray, ¿pensaste todo eso mientras…?
– No así de claro, pero pasé la noche dándole vueltas. Luego, cuando te vi, tú me atacaste y no supe cuál era mi situación. No pude correr el riesgo de bajar la guardia y decirte que te amaba.
– ¿Habías pensado hacerlo?
– Era lo que había pensado hacer y también había esperado una reacción favorable.
– No estuve muy amable, ¿verdad?
– Digamos que la conversación de esa mañana no fue la que yo había esperado. Me creó incertidumbre. Eso me agobia y hace que me sienta fatal.
– Jake…
– Además, me quedé aterrado cuando hace poco vi que te montabas en el ascensor…
– ¿Aterrado?
– Con unos celos espantosos, furioso, como quieras llamarlo.
– ¿Porque creías que volvía a trabajar con Brian?
– Verte allí fue como la confirmación de mis peores temores. Que yo supiera, lo amabas y estaba divorciándose. Él te deseaba. Me volví loco. No iba a consentir que te casaras con él. ¿Cómo te atrevías a volver a trabajar con él? Eras mi secretaria, no la suya.
– Jake… Qué bien hablas y cómo me gusta oírte.
– ¿No te había dicho nunca que eres maravillosa?
– Jake… Da la casualidad de que tú también me pareces maravilloso.
– Estupendo. Mi amor, lo que llevo diez minutos intentando decirte, con muy poco éxito, es que si quieres seguir trabajando en mi oficina, y yo te necesito, entonces, te darás cuenta de que tienes que casarte conmigo, enseguida.
– ¿Casarme contigo?
– ¿Voy demasiado deprisa?
– No… ¿Quieres que me case contigo?
– Bueno, no estaría bien visto que estuvieras aquí sin estar casada conmigo.
– ¿No?
– Sinceramente -Jake puso un gesto de estar ligeramente avergonzado-, necesito que te cases conmigo porque te llevo en el corazón. Te quiero tanto que sólo volvería a ser feliz si aceptas ser mi esposa.
– Jake… -Taryn tragó saliva-. No podría soportar que estuvieras triste.
– ¿Eso es un sí?
– Claro. Para mí será un honor y un placer ser la señora Nash.
– ¡Mi amor!