LA ANGUSTIA envolvió a Ruby durante unos minutos que se le hicieron eternos porque no era capaz de pensar.
Había sido engañada con anterioridad, pero solo por hombres con los que se había negado a acostarse, y nunca le había causado tanto dolor como para querer gritar y llorar al mismo tiempo.
Sin embargo, ella había confiado intuitivamente en Raja.
Miró de nuevo la foto de Chloe. Era una mujer muy hermosa. Pocos hombres se veían sometidos a la prueba de abandonar a una mujer como aquella a cambio de un matrimonio concertado. ¿Por qué iba a Raja a serle fiel si no la amaba?
Hacía unas horas, al descubrir que estaba embarazada, había sido sincero por primera vez y había confesado que tampoco él había querido casarse. Hasta entonces había sufrido en silencio mientras ella aireaba su mal humor y su resentimiento. Saber la verdad le había resultado doloroso.
¿Pensaría Raja conservar a Chloe mientras fingía ser un devoto esposo? ¿Representaba ella la libertad frente a las obligaciones de la vida real y de un matrimonio al que se había visto forzado?
Dudaba que la llegada de dos hijos lo acercaran más a ella, sino que más bien le harían sentir más atrapado. Las exigencias de la vida doméstica que conllevaba una familia nunca podrían competir con el excitante atractivo de Chloe, que estaba dispuesta a enviarle mensajes insinuantes sobre lo que le gustaría hacerle entre las sábanas.
Ruby estaba destrozada. Había comprendido a lo que Raja se refería al decir que deberían haber tenido más tiempo para conocerse como pareja antes de convertirse en padres. Era consciente de que había buscado su propia ruina. Las lágrimas le corrieron por las mejillas al pensar en Leyla, porque sabía que a pesar de todo, habría seguido actuando de la misma manera respecto a ella. La necesidad que sentía de proporcionarle un hogar era más poderosa que ningún otro sentimiento. Pero con ello había forzado a Raja a un compromiso que este probablemente rechazaba. Ruby echaba de menos terriblemente a la niña y esperaba con ansiedad a que llegara el día en que pudiera ir a recogerla. Había imaginado la escena numerosas veces, con Raja a su lado, apoyándola, conquistando a la niña tal y como había hecho en su primer encuentro, pero estaba segura de que las insinuantes e íntimas promesas de los mensajes de Chloe debían resultarle sin duda mucho más atractivas.
Tras vestirse con una falda vaquera y una camiseta, Ruby salió al patio a tomar una ensalada de pollo. Se trataba de un precioso patio con naranjos y flores que suavizaban el impacto de las murallas de piedra. En el centro había una susurrante fuente que refrescaba el ambiente y aliviaba el calor. De haber estado de mejor humor, Ruby se habría sentido en el paraíso.
No dejaba de pensar en qué le diría a Raja sobre los mensajes. Tendría que ser directa y mostrarse tranquila, pero cuando la conversación concluyera debía haber averiguado hasta qué punto Chloe era importante para él, y él tendría que ser honesto y confesar la verdad.
Los ladridos de Hermione le anunciaron la llegada de Raja, tal y como confirmó el eco de pisadas aproximándose justo antes de que apareciera vestido con un ligero traje italiano, tan guapo como siempre.
– ¿Me he dejado aquí el teléfono? -dijo al tiempo que alargaba la mano hacia el teléfono, que estaba sobre la mesa-. Lo he estado buscando por todas partes. Lo uso constantemente…
El rostro de Ruby se tensó.
– Lo sé -dijo con gesto serio-. Voy a serte franca: he leído los mensajes de Chloe. Me temo que al llamar ha salido su foto y ante la sorpresa, no he podido evitar curiosear. Y si quieres que te diga la verdad, me alegro.
Por una fracción de segundo, Raja se quedó paralizado.
– Chloe -repitió en tono de hastío-. Esa es una historia pasada.
– Si es así, ¿por qué ha seguido mandándote mensajes hasta la semana pasada?
Raja frunció el ceño.
– ¿Has leído mis mensajes?
Ruby alzó la barbilla.
– Estamos casados -dijo, airada-. He pensado que estaba en mi derecho.
Raja la miró con expresión retadora.
– Incluso casados, me corresponde cierto grado de intimidad.
– Si vas a estar casado conmigo, no está bien. Reconozco que no ha estado bien, pero no me arrepiento de haberlo hecho -concluyó Ruby sin titubear-. Por mi parte, no guardo ningún secreto.
Raja la observó con expresión impasible y el corazón de Ruby se aceleró. De pronto, él la desconcertó esbozando una sonrisa.
– Me avergüenza pensar que hayas leído esos mensajes.
– Debía avergonzarte haberlos recibido -dijo Ruby. Pero la confesión de Raja y su sonrisa, habían empezado a quebrar su enfado. Le costaba creer que sonriera así si había algo serio entre él y Chloe.
– Mi relación con Chloe ha terminado. Terminó en el mismo instante en que tú y yo consumamos el matrimonio -dijo Raja.
– Si es así, ¿por qué sigue enviándote ese tipo de mensajes? -insistió Ruby.
– Piénsalo -dijo Raja-. Para mí Chloe era un objeto sexual. Para ella, yo representaba el dinero que me gastaba en contentarla, y es lógico que le cueste aceptar que ya no va a tenerlo. Como no quería volver a verla, intenté llegar a un acuerdo económico con ella a través de mi abogado. Supongo que con esos mensajes intenta atraerme de nuevo a su cama, y pensé que contestándole solo la animaría a insistir.
– Así que era tu amante -señaló Ruby, aliviada por la explicación de que no había habido nada emocional en su relación, pero al mismo tiempo perturbada por la capacidad que tenía Raja de disociar el sexo del afecto-. Hablas de ella con tanta… frialdad.
– El acuerdo nos satisfacía a los dos. Yo no quería complicaciones y ella quería los lujos que le proporcionaba su relación conmigo -Raja se encogió de hombros-. Pero ahora te tengo a ti y mientras sea así, no necesito a ninguna otra mujer.
Hubo algo maravilloso y balsámico para Ruby en aquella afirmación. Raja se expresó con una determinación y una vehemencia que no le dejó duda de que decía la verdad, y le halagó saber que le gustaba tanto como para sustituir a cualquier sofisticada amante que hubiera tenido en el pasado. Gran parte de la tensión que la había dominado, se diluyó súbitamente.
– Me he sentido fatal cuando he visto los mensajes -admitió a regañadientes.
– Comprendo que hayas dudado de mi integridad. Pero puedes confiar en mí, Ruby -dijo él con franqueza-. Creo en la mutua confianza y en la honestidad dentro de la pareja. No te traicionaría con otra mujer.
Ruby sentía que le picaban los ojos y pestañeó para contener las lágrimas, pero algunas rodaron por sus mejillas.
– Te creo -dijo con voz temblorosa-. Y no sé por qué estoy llorando -añadió con una risita.
– Hadeel me ha advertido de que podrías estar especialmente emocional durante los próximos meses debido a las hormonas -dijo Raja, sorprendiendo a Ruby con la predicción y explicando precipitadamente-: Le he dicho que estabas embarazada.
Ruby lo miró con ojos muy abiertos.
– ¿Se lo has dicho ya a tu familia?
– Solo a Hadeel, porque es la hermana con la que tengo la relación más estrecha, y guardará el secreto hasta que lo compartamos con los demás. ¡Era una noticia tan maravillosa que tenía que contárselo a alguien! -exclamó Raja entre disculpándose y exultante.
Era la primera vez que daba muestras de estar contento con la noticia del bebé y saberlo hizo que Ruby volviera a sentir ganas de llorar.
– No sé qué me pasa -balbuceó sin conseguir contener las lágrimas.
Susurrándoles palabras afectuosas, Raja la tomó en brazos, entró en la casa y abriendo la puerta del dormitorio con el hombro, la dejó sobre la cama.
– ¿Quieres que empiece a mandarte mensajes como los de Chloe? -preguntó ella de pronto.
Raja la miró desconcertado y se echó a reír.
– No, gracias. Para serte sincero, no es mi estilo.
– ¿De verdad? -preguntó ella, ansiosa.
– De verdad. Me gusta más hacerlo que hablar de ello, aziz -dijo con ojos brillantes-. Sobre todo, siempre que sea contigo.
– ¿En serio crees que te bastará conmigo?
– Te aseguro que sí -afirmó Raja con rotundidad.
– ¿Cómo puedes estar tan seguro?
– Porque has sido especial desde el primer momento. En cuanto te vi en la fotografía, pensé que eras preciosa, y conocerte en persona solo contribuyó a confirmarlo -confesó Raja-. Desde que te vi en el despacho me costó apartar la vista de ti, y pronto descubrí cuánto me excitabas.
– A mí me pasaba lo mismo -dijo Ruby-. Pero antes has dicho que te sentías frustrado por tener que casarte…
– Hasta que vi a mi preciosa novia y mi destino se hizo mucho más soportable -la cortó Raja, riendo al ver la cara que ponía-. Lamento ser tan predecible, pero te deseé desde el primer instante y debo admitir que eso contribuyó a que olvidara las objeciones que tenía a aceptar un matrimonio concertado.
Ruby frunció el ceño.
– Suena terriblemente primitivo.
Raja alzó las manos como si le pidiera que esperara a forjarse una opinión definitiva.
– Pero es que en cuestión de horas y cuando menos lo esperaba, me di cuenta de que me había enamorado de ti.
– ¿Que te habías qué? -exclamó Ruby, atónita.
– Inicialmente fue algo puramente sexual, pero luego fueron tu sonrisa, tu fuerza y tu sentido del humor lo que me atrajeron. Me enamoré de ti sin ni siquiera darme cuenta -declaró Raja, mirándola arrebatadamente-. Sin previo aviso, te habías convertido en lo más importante de mi vida.
– No puedo creerlo. Dijiste que te habías acostado conmigo para que nuestro matrimonio fuera de verdad.
– Lo hice porque te deseaba. Cualquier otra aspiración fue secundaria -admitió-. De hecho, me molestó que más tarde dijeras que te daba lo mismo lo que hiciera.
– Entonces, ¿no planeaste seducirme?
– No pude evitarlo -dijo Raja, entrelazando sus dedos con los de ella.
– Yo estuve insoportable en el desierto y te traté como si fuera culpa tuya.
– Estabas asustada y tratabas de disimularlo. Era lógico -dijo Raja. Y le besó los labios delicada y pausadamente-. Y luego me entregaste tu cuerpo y yo habría hecho cualquier cosa por ti.
– Para mí esa noche fue excepcional, pero para ti no pudo ser tan especial.
– Claro que lo fue, aziz. Aunque creo que me enamoré de ti por el poco respeto y la naturalidad con la que me tratabas.
– No me tomes el pelo -dijo ella, hundiendo los dedos en el cabello de Raja y atrayéndolo hacia sí para besarlo con toda su alma.
– La segunda noche que pasamos juntos fue extraordinaria -dijo Raja, mirándola con ojos chispeantes-. Y maravillosa.
– Sí que lo fue -coincidió Ruby, arqueándose hacia él para obligarle de nuevo a que se agachara.
– Pensaba que no volvería a amar nunca, pero entonces te conocí y supe que serías la mujer de mi vida. Intenté dominarme, pero fue en vano. Cuando nos rescataron y me dijiste que no querías tener nada que ver conmigo, intenté todos los trucos de seducción posibles, pero tú desaparecías cada tarde y solo me hablabas cuando era inevitable. No estoy acostumbrado a ser ignorado.
– Seguro que fue una buena lección -bromeó Ruby, arrugando la nariz-. Entretanto, yo sentía que me había comportado como una estúpida. Primero había exigido que mantuviéramos una relación platónica y luego me dejaba seducir sin ofrecer la menor resistencia. Llegó un momento en que no sabía cómo actuar.
– Y yo permanecía en vela cada noche, ardiendo en deseo por ti -gimió Raja, estrechándose contra ella-. Nunca me había sentido tan frustrado, pero al mismo tiempo sabía que no debía presionarte.
– Es cierto que necesitaba un poco de espacio -Ruby frotó su mejilla contra la mano de Raja como si quisiera consolarlo por el dolor de aquellos días-. Yo también te deseaba, pero estaba angustiada. Además, estaba exhausta y temía cometer un error si confiaba en ti.
– Fui yo quien cometió el mayor error. Fui demasiado impaciente -suspiró Raja, con la mirada velada-. No debería haberte tocado mientras estuvimos en el desierto. Te arrastré a una situación para la que todavía no estabas preparada, y en el proceso, casi te pierdo.
– Es imposible planearlo todo. Yo también me había enamorado de ti a mi pesar -musitó Ruby, mirándolo con ojos que rebosaban amor y abrazándose a él-, pero tenía miedo de que me hicieras daño y de estar enamorándome de un hombre que nunca sentiría lo mismo por mí.
– Jamás te haré daño, aziz. Eres mi amor, y mi felicidad depende de la tuya.
– ¿Eso quiere decir que ya no te sientes atrapado?
– No, porque estar atrapado contigo es sinónimo de libertad -dijo Raja-. Cuando me has dicho que estabas embarazada me he sentido culpable por haber actuado de una manera tan egoísta e irreflexiva.
– Aquella noche valió la pena. Volvería a hacerlo una y mil veces -dijo Ruby, acariciándole el torso y sonriendo de satisfacción cuando él buscó sus labios y la besó apasionadamente.
– Algún día me gustaría llevarte de nuevo al desierto y mostrarte sus maravillas.
– Ya me las mostraste el otro día -dijo ella, que no sentía la tentación de estar rodeada de escorpiones y serpientes.
– Te amo -dijo él al cabo de un rato, mientras yacían el uno junto al otro tras saciar su mutuo deseo.
– Y yo a ti, pero las palabras no bastan. Ni me has leído poesía ni hemos hecho manitas -bromeó Ruby.
– Por favor, no me hagas leer poesía -gimió él-. La odio con toda mi alma.
Ruby rió y besó su firme barbilla, aspirando su delicioso aroma. Se sentía feliz y le bastaba su presencia para sentirse amada.
Epílogo
CASI DOS años más tarde, Ruby sonreía al ver que Leyla mandaba a su hermano Hamid a ordenar los juguetes, antes de explicarle cómo hacerlo y a ayudarlo.
Leyla era una niña vivaracha de cinco años con una actitud protectora y un tanto mandona hacia su hermano.
Hamid caminó sobre sus firmes piernecitas y metió un camión en la caja de los juguetes, olvidando al instante los demás coches esparcidos por la alfombra. Incluso tan pequeño, estaba acostumbrado a la presencia de sirvientes que recogían detrás de él y hacían cualquier cosa por satisfacerlo.
Hamid, el heredero al trono unificado de Najar y Ashur era tratado como si fuera la octava maravilla del mudo.
Podría haberse convertido en un niño mimado, pero Raja era consciente del peligro y actuaba como un padre cariñoso pero firme.
Con sus grandes ojos negros y su cabello rizado y negro, el hijo de Ruby era la viva imagen de su padre, y tenía el temperamento vivo y la determinación de su madre. Ruby intentó contener la risa al ver cómo Leyla intentaba obligar a su hermano a seguir ordenando mientras este se sentaba y se resistía a dar un solo paso más con un testarudo silencio.
Ruby seguía asombrándose de ser madre de dos hijos y de que hubiera llegado el segundo aniversario de su boda con Raja. El tiempo había pasado volando y cargado de valiosos momentos. La adopción de Leyla había representado un momento álgido de felicidad. Ruby nunca olvidaría el día en que Raja y ella habían ido a recogerla al orfanato. Un decreto real la había nombrado princesa para que no fuera el único miembro de la familia sin título real.
Afortunadamente, siguiendo el ejemplo de la familia real, muchos de sus compañeros de orfanato fueron también adoptados.
El cumpleaños de Hamid, un par de meses atrás, se recibió con júbilo y con celebraciones públicas en Ashur y Najar. Su hijo representaba la siguiente generación de gobernantes y era el símbolo de los cambios positivos que se habían producido en los dos países. Ashur había salido de su estado de ruina y devastación. Lentamente se reconstruían las infraestructuras y las cifras de desempleo disminuían, al tiempo que leyes más liberales habían contribuido al desarrollo del comercio y el turismo. Con el aumento de su nivel de vida, el estado de ánimo del pueblo de Ashur había mejorado y los ciudadanos de ambos países se relacionaban cada vez más entre sí y viajaban con regularidad de un país a otro.
Raja y Ruby disfrutaban de una gran popularidad. Ruby no había llegado a tomar parte en las decisiones de gobierno porque al poco de fallecer el padre de Raja, el rey Ahmed, el año anterior, se habían celebrado elecciones y la monarquía había adquirido un papel representativo constitucional. La muerte de su padre había representado un duro golpe para Raja, y su dolor, compartido con Ruby, los había unido aún más.
Ruby jamás hubiera soñado que pudiera ser tan feliz en su matrimonio, pero Raja le hacía sentir maravillosamente feliz y segura. Era increíblemente paciente y afectuoso con los niños, y a ella la apoyaba en todo. Viviendo con él se sentía irresistible y adorada.
Alto, guapísimo y, como siempre, objeto de las fantasías de su mujer, Raja apareció en la puerta del cuarto de jugar con una sonrisa que hizo que el corazón Ruby diera un salto de alegría.
– Tenemos que marcharnos -dijo son una sonrisa arrebatadora.
Ruby salió de su ensoñación al tiempo que Hamid y Leyla corrían hacia su padre. Raja los abrazó e hizo una señal al servicio para que se ocuparan de ellos, a la vez que alargaba la mano hacia Ruby para que se moviera.
– ¿Por qué no me dices dónde vamos? -preguntó ella mientras lo seguía fuera del palacio y hacia un helicóptero.
– Es una sorpresa de aniversario -dijo él una vez más.
Cuando Ruby vio que sobrevolaban el desierto, se le encogió el corazón. Pero cuando se dio cuenta de que descendían sobre una formación rocosa, sonrió.
Raja bajó de un saltó y la ayudó.
– He instalado electricidad y un cuarto de baño, pero me temo que no hay supermercado.
Ruby parpadeó al ver la gran estructura de lona que tenía ante sí.
– ¿Pero qué es…?
– El único tipo de sitio en el que tú podrías vivir en el desierto, habibi -dijo Raja-. He incluido todas las comodidades posibles para que podamos celebrar nuestro aniversario y recordar nuestra primera vez.
– ¡Qué romántico!
Bajo la sombra del toldo, Ruby se giró entre los brazos de Raja para mirarlo con expresión amorosa. Por él, estaba dispuesta a actuar como si disfrutara de cada minuto de la estancia en el desierto que Raja había preparado con tanto cuidado.
– Quería haberlo hecho el año pasado, pero Hamid era demasiado pequeño y no habrías querido dejarlo solo -dijo Raja.
Cuando entraron en el espacio central, Ruby se quedó boquiabierta por la opulencia que los rodeaba. Había alfombras y sillones, una cama y, al fondo se veía una puerta tras la que imaginó que estaría el cuarto de baño.
– Tú sí que sabes conquistar el corazón de una chica -dijo con ojos brillantes-. ¿Cómo has organizado todo esto sin que me enterara?
– Con mucho sigilo. Llevo semanas planeándolo -confesó él, tomándola de las manos y besándosela-. Feliz aniversario, Majestad. Que celebremos muchos, muchos más juntos…
Ruby alzó la mirada a sus ojos dorados y se sintió desfallecer de amor al tiempo que se estremecía al imaginar que más tarde se bañarían desnudos en la poza.
Estaba segura de que Raja creía que, teniendo un cuarto de baño, no querría repetir esa experiencia, pero Ruby estaba decidida a sorprenderlo.
– Te adoro -dijo en un susurro-. Yo te había preparado una cena con tu comida favorita, pero te la has perdido.
– No creas. Dentro de unas horas llegará un chef para ocuparse de nuestra cena.
– No se te escapa ningún detalle -dijo Ruby, apoyando la cabeza en su pecho, emocionada-. Por eso te amo tanto.
Tomándola por la barbilla, Raja le hizo alzar el rostro y la besó con una pasión que hizo que el mundo girara a su alrededor. Entonces la tomó en brazos y la depositó sobre la cama. Sintiendo la felicidad burbujear en su interior, Ruby dejó que Raja le mostrara la pasión que sentía por ella, que era otra de las muchas razones por las que lo amaba hasta la locura.