Dónde estamos?
Erin había planeado despertarse temprano, pero finalmente la venció el agotamiento y fueron los gemelos quienes la despertaron, subiéndose a su cama, ya entrada la mañana.
– ¿De verdad se quemó el hogar?. ¿Y nos trajeron en un coche de policía?
– Sí, se quemó y también es cierto que vinimos en un coche de policía hasta la granja del señor McKay- contestó ella, abrazándoos y dejando que se metieran bajo las mantas. Erin llevaba una camiseta ancha y ellos, con los extraños pijamas que llevaban, tenían un aspecto tan raro como ella. Parecían una especie de objetos de bazar. Pero a Erin no le importaba. Estaban a salvo.
– ¿Nos va a arrestar la policía?- preguntó Henry, que era el más nervioso de los dos.
– ¿Por qué os iba a arrestar?.
– Porque hicimos esa bomba.
– Pero me habéis prometido que no vais a hacer ninguna más.
– Bueno…-
– Me lo prometisteis.
– Sí, de acuerdo, te lo prometimos- dijo el niño con una débil sonrisa.
– Entonces creo que convenceremos a la policía para que no os arreste…por esta vez.
Al parecer, aquella noticia los tranquilizó y ambos se acurrucaron contra ella.
– Erin, ¿dónde está Tigger?.
¡Oh, cielos!. Erin recordó la última imagen del hogar y decidió que era imposible recuperar nada. Les tenía que decir la verdad.
– Me temo que Tigger se quemó en el incendio.
Se quedaron en silencio un buen rato. No lloraron, pero Erin se emocionó. Aquel juguete había sido un regalo de la primera familia que los había adoptado.
Eran tan pequeños, que en su mente tenían mezclado aquel juguete con haber dejado a sus padres y hermanos. Tigger había sido su único acompañante fiel durante todo aquel tiempo.
Un juguete que nunca luchaba, ni discutía con ellos, simplemente se limitaba a estar a su lado
Aparte de tenerse el uno al otro, había sido su única posesión y la habían perdido.
Erin sabía que Tigger era insustituible. Pensó en decirles que encontrarían otro juguete, pero finalmente no dijo nada.
En ese momento, sonó un golpe en la puerta, que de inmediato se abrió. Era Matt, quien a diferencia de Erin y los chicos, ya estaba completamente vestido. Llevaba una camisa caqui y un mono de trabajo y se había vendado la quemadura, pero eso no le impedía tener un aspecto fuerte y vigoroso.
– Buenos días- dijo gravemente. Pero ante la imagen de los tres en la cama, sus ojos adquirieron un brillo especial. Esa es una cama pequeña.¿no habéis encontrado las otras dos?. ¿Pasa algo?.
– No, acabamos de venirnos aquí para hacer compañía a Erin- contestó William con dignidad, mirando a su hermano.
Henry parecía que se iba a echar a llorar y entre ellos tenían como código de honor no demostrar ninguna emoción delante de extraños.
Matt, después de mirar a Henry, decidió cambiar de tema.
– He hecho tortitas y he pensado que a lo mejor os apetecía tomarlas en la cama.¿Qué os parece?.
– ¿Tortitas?- preguntó William, olvidándose por completo de que habían perdido a Tigger. Yo…
– ¿Os las traigo en una bandeja?.
– Sí, pro favor- contestó Erin agradecida. ¿Cómo había adivinado Matt que lo que menos les apetecía era tomar un desayuno formal?.Sería estupendo.
– En seguida vuelo.
Se marchó y Erin nunca sabría lo mucho que le había costado no sentarse él también en la cama, junto a ellos.
Matt tenía en la granja una vaca que estaba a punto de parir y aquella mañana, después de pasarse toda la noche sin dormir, había decidido ir a verla. Al volver a casa, se había encontrado con su ama de llaves, la señora Gregory, que estaba limpiando la alfombra.
– Me llamó Charlotte y me contó todo, así que pensé que mi deber de cristiana era venir cuanto antes. Los salvó usted ¿verdad?. Pero, ¿por qué tuvo que ofrecerles alojamiento?.
– Pensé que era mi deber de cristiano,.
La mujer no sonrió.
– Humm.- Esos gemelos. Yo conocí bien a su madre, igual que todo el mundo, antes de que desapareciera con su último amante. Nunca fue una buena…
– No puede culpar a los niños por los pecados de su madre. Además, los abandonó.
– Lo cual dice bastante de los chicos- contestó convencida la señora Gregory. Si esa mujer, una cualquiera, no pudo hacerse con ellos…
Matt se quedó pensativo.
– Señora Gregory, ¿qué le parecen unas vacaciones?. Como Erin está aquí, supongo que entre los dos podremos encargarnos de la casa.
– Esa chica no hará nada. Ni siquiera se dará cuenta del desorden. Conozco bien a esa clase de chicas.
– No diga eso.
Era evidente que su madre, Charlotte y la señora Gregory Habían decidido catalogar a Erin para siempre a causa de su padre.
Finalmente, le pidió a la señora Gregory que hiciera las tortitas, un deber más como cristiana, y llegó a un acuerdo para que no volviera a la casa mientras no se lo pidiera él.
Así que en ese momento, estaba llevando la bandeja al dormitorio con la satisfacción del que ha conseguido un triunfo. Cuando vio la mirada de gratitud de Erin, su sensación de bienestar aumentó.
Pero seguía pasando algo. Algo grave. Los gemelos se mostraron educados, más o menos, pero empezaron a comer con expresión afligida.
– ¿Les has regañado por el fuego?- le preguntó Matt a Erin cuando esta fue hacia el balcón con su desayuno.
Lo había hecho para poder hablar con Matt sin que los gemelos los oyeran. Él se había dado cuenta de su intención y la siguió fuera. Ambos se pusieron de espaldas a los niños, comio si estuvieran observando con gran interés al ganado.
– Por supuesto que no les he regañado- contestó ella finalmente. Ya están demasiado asustados sin que les diga nada. ¿Qué clase de mujer piensas que soy?.
– Una muy buena.
Erin sonrió, pero fue una sonrisa breve y Matt adivinó que seguía pensando en los gemelos.
– No es verdad. Algunas veces pienso que no soy lo suficiente buena. Ellos necesitan tanto…
– ¿Por qué están tan tristes?.¿Siguen asustados?.
– No. Es que tenían un tigre de trapo que adoraban y se han enterado de que seguramente se ha quemado,.
– Espera- dijo Matt, saliendo de la habitación a toda velocidad.
Poco después volvió, llevando algo en la mano con cuidado para no mancharse. Era un juguete parecido a… Tigger y estaba manchado de negro y empapado.
– ¿Tigger!.
No había terminado de decirlo Erin, cuando los niños se levantaron corriendo y se acercaron a Matt. Agarraron lo que este les entregaba con una sonrisa de felicidad imposible de imaginar.
Erin miró a Matt como si hubiera hecho un milagro.
– ¿Cómo demonios rescataste a Tigger?.
– No pensaba hacerlo. Ellos me lo dieron durante el incendio y me lo metí bajo la camisa, olvidándome de él.
Erin se sintió feliz mientras los gemelos inspeccionaban su sucia mascota con amor. Al parecer, les daba igual el lamentable aspecto que mostraba el jugote.
– ¿Cómo es posible?.
Matt sonreía, tratando de ignorar el modo en que Erin lo miraba y lo que aquello provocaba en él.
– La doctora Emily también ha contribuido. Lo vio cuando me estaba examinado y me dijo que lo guardara. Luego se me olvidó hasta que, al irme a duchar anoche, me abría la camisa y se cayó al suelo. Casi me da un infarto.-Ya me imagino- Erin sonrió. Tenemos suerte de que no lo hayas tirado.
– Podría haberlo hecho- miró a los gemelos, que se habían sentado de nuevo en la cama y habían puedo a Tigger sobre sus rodillas. Cada uno tenía un extremo del juguete sobre sus rodillas. Pero anoche, tanto la doctora Emily, como yo, teníamos la impresión que era importante conservarlo.
– No tienes ni idea de cuánto- admitió Erin, con los ojos brillantes.
Y aquel brillo estaba provocando en él algo verdaderamente espectacular. Pero no le dio tiempo a analizar lo que era exactamente porque la conversación se vio interrumpida cuando alguien llamó a la puerta.
Erin pensó que aquella mañana estaba siendo accidentada. Pero tenían a Tigger y con Tigger podían enfrentarse a todo.
Cuando descubrió que era Charlotte, Erin se dijo que quizá podrían enfrentarse a todo, salvo a esa mujer. Al consultar su reloj, vio que eran las nueve de la mañana. ¿¡Y ni siquiera se había vestido!.
– Hola, Charlotte- la saludó Matt.
La recién llegada le dirigió una de sus sonrisas más compasivas. Parecía sentirse como la heroína que corría a salvar a su héroe e inmediatamente asumió un papel práctico y eficaz.
– La señora Gregory me ha dicho que a los niños les has traído su desayuno a la habitación.¿Por qué diablos no han bajado a desayunar a la cocina?. Por lo menos allí se puede fregar el suelo.
Entonces la mujer miró a los niños y vio a Tigger.
– Pero…pero, ¿Qué demonios es eso?.
– Es Tigger- contestó Erin con una sonrisa de felicidad que ni siquiera Charlotte podía haber borrado, que está un poco manchado del incendio, como todos. Hola, Charlotte. ¿no es una mañana maravillosa?.
– Me imagino que sí- contestó Charlotte, incómoda. Miró a Erin de arriba abajo. ¿Y qué es eso que llevas puesto?
– Creo que es un modelo del señor Harbiset- contestó Erin, que se negaba a sucumbir ante Charlotte. Me parece que es el único aquí que usa esta talla y la señora Harbiset siempre nos da ropa para el orfanato- dio un giro de bailarina y la falda se elevó, revelando sus piernas desnudas. ¿no es estupenda?. ¿Crees que es un estilo que se pondrá de moda?
Charlotte consiguió esbozar una sonrisa y luego se volvió hacia Matt, olvidándose de Erin y los gemelos.
– Matt, cariño, he hablado con mis padres- el tono aseguraba que había solucionado todos sus problemas.
Y han reaccionado estupendamente. Me han dicho que el orfanato puede usar sus establos hasta que el edificio sea reconstruido.
– ¿Sus establos?- repitió Matt, arqueando las cejas educadamente.
– No me refiero propiamente a los establos, tonto- soltando una carcajada, pero mirando a los gemelos como si se estuviera preguntando si unos establos de verdad no serían el mejor sitio para ellos. No. Me refiero a la habitación que hay justo encima de ellos. Antes, cuando teníamos caballos, dormían allí los trabajadores que se encargaban de ellos. Pero ahora no hay nadie allí.
– Es un buen detalle por parte de tu padre- contestó Matt. Pero esas habitaciones se construyeron para alojar a los mozos.¿no?.
– Sí.
– Entonces serán bastante…incómodas y frías.
– Sí, pero estamos casi en verano- insistió Charlotte con una sonrisa luminosa. Tiene una pequeña cocina y un dormitorio con baño. Todo lo que necesitan.
– ¿Un dormitorio?.
– Sí.
– ¿Entonces Erin tendrá que compartir el dormitorio con los niños?
– Claro, cielo.
Charlotte dirigió a Erin la mejor de sus sonrisas.
Sonrisa que fue ampliándose pro momentos. Todos sus problemas se habían solucionado y además había ayudado a Matt.
– A ella no le importará, cariño. Cuidar de los niños es su trabajo. ¿no es así Erin?.
– Es cierto, y te estoy muy agradecida. Pero me temo que no puedo aceptar ninguna oferta antes de que nuestro director decida qué debemos hacer. Mientras tanto, si Matt nos sigue ofreciendo su casa…
– ¿Cuándo vendrá el director?.
– Me imagino que hoy por la mañana- contestó Erin, consultando el reloj.
Tom Burrow se había ido aquella semana a Sydney, pero Erin imaginaba que le habrían llegado noticias del incendio y que volvería a la hora de comer.
– Le comentaré tu oferta y le diré que vaya a ver a tus padres. También tendrá que echar un vistazo a esos…establos.
– ¡Espera un momento!. Los niños se quedarán conmigo- aseguró Matt.
– Tienes que darte cuenta de que es imposible- dijo Charlotte, conservando su tono dulce.
¿Por qué?.
– Porque son delincuentes juveniles, por eso- explicó Charlotte, bajando la voz para que los gemelos no la oyeran. Han quemado la casa donde estaban y sabe Dios lo que pueden hacer aquí.
Eso fue suficiente para Erin, quien apretó los puños. ¿Delincuentes unos niños de siete años?. Si no se deshacía de esa mujer cuanto antes, acabaría perdiendo los estribos. Además, tenía que admitir que le gustaba aquella casa. Era un lugar perfecto para los gemelos, ya que estaba muy aislado.
Si Tom daba su consentimiento, y seguramente lo haría, ella podría quedarse allí también. La granja era preciosa, situada cerca de la desembocadura de un río y orientada hacia el mar. Y allí no tendría que cuidar ningún niño más. El orfanato no le pediría a Matt que alojara a nadie más, así que podría concentrarse en los gemelos.
Eso le parecía bien. Los niños estaban muy traumatizados y la mayor parte del trauma procedía de antes del incendio.
– Matt, ¿te importaría continuar la conversación con Charlotte fuera?.Tengo que vestirme.
– He visto que las bolsas de ropa donada siguen en el vestíbulo. Tendrás para unos cuantos días. A menos que estés planeando ponerte lo que llevabas anoche.
– ¡Charlotte!
¡Se había pasado!. Charlotte trató de recuperar rápidamente la compostura. Miró a Matt y se dio cuenta de que este no veía las cosas como ella. Luego miró a Erin, tratando de convencerse de que aquella mujer no podía competir con ella. Evidentemente, Matt solo estaba siendo generoso con ella.
– ¿Quieres que te traiga algo?- preguntó, mirando a Erin. Utilizas dos tallas más que yo, creo. Si no te podría dejar algo mío.
– No te preocupes, puedo apañármelas con la ropa que nos han dado- contestó Erin, tratando de disimular su enfado. Luego abrió la puerta y salió.
La noche anterior, sus pies se habían hundido maravillosamente en la alfombra. Y cuando se había ido a la cama, había vuelto a hundirse al pasar por allí.
Pero en ese momento, alguien le había puesto un plástico por encima. Era un plástico especial que ya había visto en otras partes y que se usaba para mantener la alfombra inmaculada. Pera era horrible.
¿Para qué tener una alfombra si ponías encima un plástico y no sentías su calor?
Tomó aire y contó hasta diez. No tenía que sentirse ofendida. De acuerdo, era ofensivo, pero si Matt quería proteger su casa, ¿quién podía culparle?.
Pero no había sido Matt quien había colocado el plástico.
– De dónde ha salido esto?- preguntó Matt, que había salido al pasillo y estaba mirando hacia el suelo.
– Tenía un montón en casa- explicó Charlotte, que no había notado el tono de disgusto en la voz de Matt.
Lo compré el año pasado cuando estuve fuera y mis abuelos se quedaron en casa. Mi abuelo es tan…no se quita las botas en casa, a pesar de que mi abuela se enfada. Así que pensé que sería la solución perfecta. Pero como mi abuelo se ha muerto, ya no lo necesito en casa.
Charlotte parecía muy satisfecha de sí misma, pero era evidente que a Matt no le agradaba la idea.
– Pues ya puedes ir enrollándolo para llevártelo de vuelta a tu casa- ordenó, avergonzado ante todos aquellos malos detalles hacia Erin.
¿Qué pensaría de todo eso?. Charlotte tal vez era preciosa y una gran anfitriona y cocinera, pero a veces era insoportable. ¡Era igual que su madre!.
– No…-dijo Erin.
– ¿No?- ambos la miraron.
– Déjalo. Los niños y yo no lo notaremos.
Los niños desde luego que no y así no tendría que preocuparse de la preciosa alfombra de Matt.
– Matt, está bien.
– ¡No, no lo está, Erin!
Matt estaba empezando a enfadarse de verdad. De pronto, recordó a su madre gritándole a su padre en la entrad: “Quítate esas botas ahora mismo o salgo pro esa puerta y no me ves más”.
Amenaza que había repetido una y otra vez. Más tarde, cuando Matt fue creciendo, se preguntó a menudo si su padre habría sido feliz con ella.
Y por eso él seguía sin casarse.
Así que fuera ese plástico, se dijo mientras empezaba a dudar de que fuera una buena idea casarse con Charlotte.
Quizá estaba destinado a quedarse soltero. Había comprado el anillo, pero no había hecho la petición de mano.
Pero no era momento de recordar el pasado, ni tampoco de hacer planes para el futuro. En esos momentos, lo único que importaba era conseguir que la bienintencionada, pero equivocada Charlotte, se fuera de allí.
– Te vamos a dejar en paz- le dijo a Erin.
Charlotte, Erin tiene razón. Vamos a continuar esta conversación fuera.
Echó un último vistazo a Erin y su bata, y empujó suavemente a Charlotte hacia el pasillo.
– Voy al centro- le dijo a Erin, al salir. Charlotte, necesito ayuda. ¿Tienes tiempo para venir conmigo?- añadió.
Charlotte se sorprendió, pero inmediatamente se sintió complacida.
– Por supuesto, cariño ¿Dónde quieres ir?-
– Erin, tú y los gemelos comportaos como si estuvierais en vuestra casa. La señora Gregory estará hasta la hora de la comida, así que si necesitáis algo, se lo pedís. Yo comeré probablemente con Charlotte en el centro, así que no nos veremos hasta la tarde.
Charlotte dio un suspiro de alivio. Eso ya estaba mucho mejor. Una comida a solas con Matt era justo lo que necesitaba. Se volvió hacia Erin, dirigiéndole una de sus mejores sonrisas y luego echó a andar junto al hombre con el que tenía pensado casarse.
No había ninguna amenaza por parte de Erin, pensó.
Todo estaba bien.