5

Cuando llegaron a la casa, Matt llevó a la perra a su cesta, telefoneó al veterinario y luego se volvió hacia los chicos.

– De acuerdo, tenéis dos minutos para cambiaros de ropa porque vendréis conmigo.

– Pero…protestó Erin.

Matt se volvió. Su rostro era implacable, pero vio en sus ojos una nota de humor y ella abrió mucho los suyos sorprendida.

– Estoy seguro de que solo tiene un golpe- le explicó a Erin mientras los niños se iban corriendo al dormitorio. Sadie fue golpeada pro un coche cuando tenía meses y yo le di todos los caprichos mientras se recuperaba. Ahora, cada vez que quiere algo, como por ejemplo tomarse un buen trozo de carne, finge que está coja.

– Oh, Sadie- exclamó Erin, agachándose y abrazando al animal. No harías una cosa así, ¿verdad?

– Sí que lo haría- Matt se arrodilló.

El vestido de Erin seguía transparentándose y estar a su lado era toda una experiencia.

– Aunque eso no significa que el palo no le haya hecho daño- añadió Matt. Seguro que sí se lo ha hecho. Y ahora…-dio un golpecito a la perra en la cabeza. Le gusta el veterinario. Le compraremos un buen filete de vuelta y los niños a lo mejor aprenden una lección sobre las consecuencias de sus actos.

Erin dio un suspiro profundo.

– Gracias por no gritarles.

Matt sonrió. Aquello fue una equivocación, porque ella sonrió a su vez y algo extraño sucedió.

Algo que no se podía definir con palabras. Pero que era verdadero. Increíblemente verdadero.

– De…nada- contestó con voz temblorosa. Y ahora, si me disculpas, voy a cambiarme yo también.“Menos mal”, pensó Erin. Porque Matt había estado nadando sin camisa y en esos momentos seguía con el pecho desnudo y arrodillado a su lado. Ese hombre era demasiado fuerte…y demasiado viril. Y demasiado…algo que no podía definir.

– ¿Quieres que vaya yo también?.

– No- contestó, rompiendo finalmente la magia del momento y levantándose. Este asunto es entre ellos y yo. Tú quédate aquí y espera a Tom. Ya tienes bastante sin tener que preocuparte de mi perra.Matt tenía razón, aunque…

– Debería acompañarlos.

– Delega en mí por una vez- le aconsejó Matt, tocándole el pelo brevemente.

Eso también fue un error, porque lo que estaba sucediendo entre ellos quedó entonces claro.

Matt contuvo el aliento y trató de marcharse, manteniendo la dignidad.

– Solo será una hora. Quiero que en ese tiempo pienses solo en ti y dejes que sea yo quien se ocupe de los gemelos.

Pero una vez se marchó Matt, Erin se dijo que difícilmente iba a poder pensar en sí misma, porque en lo único que podía pensar era en él.

– No hay nada de malo en que los dejes solos con Matt- le dijo Tom, el director del orfanato, que había llegado a la granja antes de que Matt, Sadie y los gemelos volvieran del veterinario.

Pero Erin seguía preocupada. Cuando había podido poner sus ideas en orden, se había acordado de los gemelos y había empezado a imaginarse lo peor. Los chicos podían provocar cualquier catástrofe en la consulta del veterinario. Sin embargo, cuando le contó a Tom lo que había pasado, este se quedó pensativo y asintió.

– No te preocupes, Matt parece un hombre sensato, Erin. Estuve con él un rato después de comer y pensé que es el tipo de persona que, si intentara adoptar un niño, obtendría inmediatamente mi aprobación.

– Pero eso no sucederá nunca- dijo Erin, mirando a su jefe con una media sonrisa.

Si echas un vistazo a su casa, lo entenderás en seguida Y cuando conozcas a la mujer con la que va a casarse…

– ¿Es la mujer con la que vino a verme?- preguntó Tom, sorprendido. ¿con Charlotte?. No sabía que estaban comprometidos.

– Me parece que todavía no lo están, pero creo que Charlotte lo tiene claro desde hace años. Ha dejado pasar varias posibilidades mientras Matt salía con otras mujeres. Charlotte es la fidelidad personificada y creo que él ahora ya se va a rendir. Es más…

Tomó aire y se preguntó por qué le estaría doliendo tanto aquella conversación.

– Tengo a sensación de que tiene la camioneta un anillo de compromiso. vi. una caja que me pareció la de un anillo. Quizá incluso tenía pensado pedírselo anoche.

– No creo que eso ocurra- Tom movió la cabeza. Me entendí con Matt en seguida, pero no con ella. Es una persona fría y calculadora- el hombre sonrió. De todos modos es útil en algunos aspectos. Ella ha sido la que ha comprado todo esto.

– ¿Qué es?

– Ropa. Ninguno pudimos ocuparnos de hacerlo. Lori estaba ocupada con el bebé. Wendy, con Tess y Michael; y los demás también tenían cosas que hacer. Por otra parte, sabíamos que tenías que estar desesperada por conseguir ropa y no podías ir tú a comprarla.

Matt recordó que fuiste la madrina de boda de Wendy y la llamó para preguntarle tu talla. La de los niños ya la sabíamos. Así que conseguimos que la gente del seguro nos adelantara un dinero y Matt envió a Charlotte a hacer toas las compras…y aquí tienes.

– ¿Aquí tengo?.

– Mas ropa de la que puedes colgar en una percha- le aseguró Tom, sacando las pizzas del asiento trasero de su coche,.

Y yo he traído unas pizzas. Espero que la casa tenga un microondas para que podamos calentarlas cuando vengan los chicos.

– La casa tiene de todo- contestó Erin, mirando las bolsas.

¿Eso era lo que había estado haciendo Matt?. ¿Por eso se había llevado a Charlotte por la mañana?. La idea provocó en ella una sensación agradable, que le impidió concentrarse en otras cosas.

¿De qué estaban hablando?. Ah sí, de la casa de Matt.

– Tom, sinceramente, esta casa es un museo. No sé cómo ha permitido que nos quedemos aquí.

– Y yo no sé qué otra cosa podríais hacer- contestó Tom. No os puedo llevar a otro sitio. La única solución sería enviar a los niños a Sydney y que tú te quedaras sin empleo durante seis meses.

¡Eso sí que le hizo olvidarse de Matt y los paquetes que le había llevado Tom!

– ¿Podrás Seguir pagándome mi sueldo mientras estoy aquí?- preguntó Erin Sorprendida.

– Sí. Tuve una reunión urgente esta mañana en Sydney, antes de partir. Nuestro principal problema sonlos gemelos. Son demasiado mayores para encontrarles sitio. Nadie quiere quedarse con dos niños de siete años y más con lo problemáticos que son. Y por otra parte, no quiero separarlos.

– Por supuesto que no.

– Todo el mundo quiere bebés- dijo Tom con tristeza. Por eso Marigold no tendrá ningún problema. Pero cuando llegan a los seis años, ya nadie los quiere.

– Los gemelos son todavía…salvables- dijo Erin. Todavía son capaces de encariñarse con sus padres adoptivos.

– Por eso esta mañana en la reunión expuse tu caso. Si les llevamos a Sydney, tendrán que estar en un centro grande, aunque solo sea por un corto periodo de tiempo, y no me gusta la idea. Sería terrible para ellos.

Tom suspiró.

– Llevamos mucho tiempo cuidando de ellos- añadió, aunque eso no sea lo normal. Como ya sabes, en los hogares los niños suelen estar el tiempo justo, mientras encontramos una familia que quiera acogerlos.

Tom hizo un gesto negativo con la cabeza y miró a Erin para ver lo que pensaba ella.

– Así que si puedes quedarte con ellos aquí unos meses, te lo agradecería. Mientras tanto, haré lo imposible por encontrarles unos padres.

– No hay otra solución, ¿verdad?

– No. La oferta de Matt es muy buena y no podemos rechazarla. Me ha comentado que podéis quedaros aquí seis meses- miró a Erin directamente a los ojos.

Tom conocía a sus empleados y, al ver la cara de preocupación de Erin, se preocupó.

– No te estaré poniendo en una situación difícil, ¿verdad?. No creo que haya ningún problema entre vosotros, ya que Matt está comprometido con Charlotte.

– Claro-dijo ella, aunque sin mucha convicción.

– ¿No confías en él?

– Sí, confío en él- contesto Erin, agarrando las pizzas y dirigiéndose hacia la casa. En quien no confío en en mí- añadió en voz baja.

– Solo tiene un golpe, no le rompimos la pata.

Los niños entraron corriendo en la cocina. Al ver a Tom, se quedaron en silencio. Pero como lo conocían desde pequeños, en seguida continuaron dándole explicaciones a Erin.

– El veterinario dice que solo tiene un golpe, pero le ha vendado la pata y dice que haga reposo durante una semana.

– Exactamente-dijo Matt, que iba detrás de los gemelos con Sadie en brazos.

Dejó a la perra en su cesta y esta miró a Matt con expresión triste…y luego movió el rabo.

El movimiento del rabo delató al animal y Erin se echó a reír.

– Entonces no está herida de muerte, ¿verdad?

– No.

Los niños habían visto la pizza y eso les hizo olvidarse de todo lo demás.

– Me alegro de verlo de nuevo- le dijo Matt a Tom.

– Para mí también es un placer.

Tom estaba contento de lo que veía a su alrededor. Parecían una familia, pensó. Era perfecto.

Si se hubiera puesto a buscar un sitio para los gemelos, no había encontrado uno mejor.

De repente, se le ocurrió algo y miró a Erin, quien le estaba diciendo en ese momento a los niños que fueran a lavarse las manos antes de comer.

– He traído suficiente pizza para todos- dijo Tom alegremente. Hay de cuatro tipos, así que podréis elegir la que prefiráis.

Entonces miró a Matt y le gustó lo que vio.

Matt estaba pensando que las pizzas olían muy bien. Cosa bastante extraña. Ya que él llevaba mucho tiempo de soltero y había comido muchísimas pizzas…así que se había acabado hartando de ellas. De manera que lo normal habría sido que le entraran ganas de escapar de allí para ir a cenar a casa de Charlotte, que seguramente la habría preparado algo exquisito. Pero lo cierto era que lo único que le apetecía era sentarse al lado de Erin y comer también él pizza.

– Yo…no puedo quedarme, tengo una cita.

– Con Charlotte-añadió Erin mirando a Tom.

Tom asintió pensativo.

– Pues adelante, chico. Me atrevo a decir que Erin no va a esperarte levantada.

– No, no lo esperaré- contestó Erin, risueña. Estoy completamente agotada. Entre lo de anoche y que hoy hemos ido a nadar…no sé cómo puedes salir.

– Es que va a ver a la mujer que ama- contestó Tom, observando la expresión de Matt y viendo en ella la respuesta que andaba buscando.

La mujer que tenía planeado casarse con él estaba esperándolo. Llevaba preparada varias horas y el aroma de su guiso lo recibió antes incluso de que saliera de la camioneta.

¡Olía estupendamente!. Y luego Charlotte salió de la casa corriendo, bajó las escaleras del porche y se acercó a la camioneta. Y también estaba maravillosa.

– Matt, cariño, creí que nunca ibas a llegar. ¿No ha habido más incendios esta noche?

– Ningún incendio más-dijo, apartándola suavemente y observándola.

Sí, Charlotte era guapísima. Y la casa olía tan bien…

Pero no eran codornices.

– Pensé que calentarías la cena de ayer- dijo, inquieto. Por eso acepté venir…para que no se echara a perder.

– Pues sí- la mujer se sonrojó y movió las pestañas dulcemente. Pero…-miró hacia otro lado…pensé que…bueno, vi la caja en la camioneta esta mañana y ya me entiendes, pensé que una langosta y un buen champán sería una buena cena para celebrarlo.

La caja…¡La caja!

Todavía estaba donde la había dejado la noche anterior.

A Matt se le había olvidado por completo aquel anillo con un diamante engarzado. Había estado todo el día en la camioneta, pero él ni siquierA se había fijado en aquella caja.

Era evidente que estaba esperando que le pidiera la mano.

Bueno, ¿Y por qué no?, se dijo Matt. ¿Por qué lo estaba retrasando tanto?. Al fin y al cabo, era lo que había planeado hacer. Lo había pensado durante mucho tiempo y había decidido que era lo más sensato

Pero…los gemelos.

– Charlotte, he ofrecido alojamiento a los gemelos durante seis meses.

– Muy bien- dijo ella, como si no fuera un impedimento.

Y no lo era. Charlotte había oído la oferta de Matt a Tom aquella tarde y había estado pensando todo el día en ello. No querría, bajo ningún concepto, que aquella mujer viviera con Matt…pero podría admitir la presencia de los gemelos en la casa. Aunque solo por unos meses, claro. Y eso sí, tendría que enseñarles un poco de disciplina.

– A Tom no le gustó nuestra idea de dejarles la habitación de los establos- dijo, en un tono de voz que dejaba claro que no entendía cómo el director del orfanato no había aceptado el ofrecimiento de sus padres. Pero he estado pensando en ello. Si Erin se quedara contigo para cuidar de los gemelos, el orfanato se quedaría sin una de sus empleadas durante una buena temporada. Así que,¿por qué no nos casamos en seguida y los cuidamos nosotros mismos?.

Para Charlotte era la solución perfecta. Y no iba a ser una boda repentina, ya que llevaba años esperando ese momento.

– Podemos tener una bonita luna de miel- continuó, agarrándole las manos y sonriendo. Estoy segura de que mi capataz se haría cargo de la granja mientras estemos fuera. Y cuando volvamos, Erin se marchará.

– parece que lo tienes todo bien planeado.

– Mmm- dijo ella, sonriendo feliz. Es lo mejor-miró otra vez la caja y al fin se decidió a levantarla en sus manos. La abrió y contempló el anillo. ¡Oh Matt!. Es precioso.

– Charlotte, no sé.-…

– Mira, no te preocupes por los gemelos ni por Erin esta noche- le aconsejó ella, colocándose el anillo en el dedo y agarrando a Matt del brazo. En realidad, no sé cómo voy a poder organizar la boda, pero lo haré lo antes posible. De momento, concentrémonos en el presente. Vamos a celebrarlo, cenando langosta y champán. Me ha costado una fortuna y no quiero que se estropee. Hoy vamos a celebrar nuestro compromiso. El resto ya lo solucionaremos más adelante.

¡Maldita fuera!.

¿Cómo había dejado que le ocurriera aquello?, pensó Matt tres horas después, de vuelta a su casa.

¡Estaba comprometido y a punto de casarse!.

La verdad era que, al comprar el anillo, había sellado su destino. Charlotte probablemente tenía espías entre los joyeros. Esa ciudad era demasiado pequeña para que se pudiera guardar ningún secreto. Aunque él no hubiera dejado el maldito anillo en la camioneta, ella se habría enterado de todas formas de lo que había comprado.

Así que ya no había vuelta atrás.

¿Y por qué iba a haberla?

Se quedó un rato pensativo, tratando de ordenar sus ideas.

Sí, aquella decisión la había tomado después de haberlo meditado durante mucho tiempo. Charlotte era una mujer encantadora y le sería siempre fiel. Sería una esposa encantadora y una madre maravillosa.

Nunca se pondría un vestido como el de Erin.¿Y menos estando mojado!

Y tampoco él querría que se lo pusiera, se dijo. Aunque en el fondo sabía que se estaba mintiendo. O quizá no.

Posiblemente era cierto que no querría ver a Charlotte con un vestido transparente…pero con Erin era diferente.

Había confiado en que todos estuvieran en la cama, pero Erin estaba todavía levantada. Estaba sentada en la cocina, rodeada de paquetes abiertos y colocando ropa en diferentes montones. Cuando él entró, levantó los ojos y esbozó una amplia sonrisa.

– Matt, es una ropa muy bonita. Charlotte ha sido muy buena. Nos ha comprado justo lo que necesitamos para estar aquí, en la granja.

Matt se fijó en las prendas y, efectivamente, Charlotte había hecho una buena elección: Vaqueros, camisetas, zapatillas…cosas adecuadas para los niños.

Y decentes para Erin. Aunque a él le gustaba el vestido transparente.

Sí, y sabía por qué. Sonrió para sí y trató de olvidar la imagen de Erin con el vestido mojado aquella tarde. Ya no se lo pondría más. Charlotte le había comprado ropa cómoda, como la que llevaría cualquier empleada del orfanato. Eran cosas que no se volverían transparentes al mojarse. ¡Estaban hechas para taparlo todo!.

Sin embargo, Charlotte nunca se pondría ese tipo de cosas. Ella llevaba siempre pantalones de lino elegantes y faldas hechas a medida.

Por otra parte, estaba seguro de que a Erin no le gustaría el estilo de vestir de Charlotte.

Ella, sin duda, prefería llevar ropa más cómoda, como la que le habían comprado. Así que Charlotte había hecho lo que tenía que hace y criticarla sería injusto para la mujer con la que iba a casarse.

¿O sería mejor decir con la mujer que poco tiempo antes se había puesto su anillo en el dedo?

Porque él todavía no le había pedido que se casara con él.

En realidad, nunca le había prometido nada.

Pero aquello no importaba, se dijo. Charlotte llevaba su anillo y lo llevaría para siempre. Al día siguiente se lo diría a todo el mundo y él debería hacer lo mismo.

– Charlotte y yo nos hemos comprometido- le confesó a Erin.

La mujer lo miró y por un momento dudó, pero aquello duró muy poco. En seguida sonrió, dejó la ropa que llevaba en la mano y se acercó a él, tomándolo de las manos y besándolo en la frente.

– Matt, esos es maravilloso. Estoy muy contenta por ti- retrocedió y lo miró con expresión comprensiva.

Ya ibas a pedírselo anoche, cuando lo del incendio, ¿verdad?

– Sí-contestó, sorprendido.

Estuvo a punto de contarle el plan entero de Charlotte, pero se lo pensó mejor y decidió no hacerlo. Las bodas tardaban mucho tiempo en prepararse.

De hecho, esperaba que tardaran al menos seis meses en casarse.

Erin seguía pensando en Charlotte, sin darse cuanta de que el matrimonio entre ellos sería una amenaza para los niños.¡Charlotte madre!.

– Pobre Charlotte- comentó Erin. No me extraña que ayer tuviera tan mal aspecto. Matt, siento mucho que os fastidiáramos todo.

– Bueno, hoy me ha puesto langosta en vez de codornices- replicó Matt para quitarle importancia.

– Y pensar que te has perdido la pizza por comer langosta.¡Pobre!- soltó una carcajada deliciosa. Te aseguro que hemos comido la mejor pizza de Bay Beach.

Matt sonrió. La risa de Erin era contagiosa.

– Sí, es una pena.

– Mmm-fuera la respuesta de Erin, todavía sonriente.

Y de repente, Matt no supo qué otra cosa decir. Lo único que podía hacer era pensar en lo atractiva que era su sonrisa.

Era curioso que nunca se hubiera dado cuenta. Quizá era porque estaba prometido, se dijo. De manera que Erin era ya una fruta prohibida para él.

Así que debería irse en ese preciso momento. Debería irse a la cama, en vez de estar allí, mirando como un estúpido toda aquella ropa recién comprada.

– ¿Seguro que Charlotte os ha comprado todo lo que necesitáis?

– Sí.

– Te debería haber comprado algo bonito también-comentó sin pensar. No puedes llevar solo vaqueros y sudaderas.

– No te preocupes, me gusta vestir así.

– Pero supongo que saldrás a divertirte alguna vez.

– Solo cuando tengo algún día libre y no creo que vaya a tener ninguno en una buena temporada.

– Yo puedo quedarme algún día con los gemelos- se ofreció él, si quieres salir- tomó aire. Mañana, por ejemplo. Ha sobrado algo de dinero del cheque del seguro para la ropa. Vete y cómprate algo bonito.

– Mañana no necesito nada bonito.

– Nunca se sabe.

Matt miró hacia los vaqueros con desagrado y luego fijó la vista en un pijama. Se fijó mejor y vio que en varios, pero todos iguales. Charlotte había comprado tres pijamas rojos iguales. Dos pequeños y uno grande. Al darse cuanta, no pudo evitar una mueca de disgusto,.

– Y eso está mal. No sé cómo se le ha ocurrido a Charlotte comprar tres pijamas iguales. Vais a parecer presos o algo por el estilo.

– No digas eso. Están nuevos y limpios y los niños no se darán cuenta- respondió Erin, intentando defender a Charlotte.

– Pero yo sí me daré cuenta- respondió él.

Erin volvió a reírse.

– Oh, no, no los verás. Los pijamas solo se llevan para dormir, señor McKay. Así que no hace falta que los veas.

– No quiero verlos. Son horrorosos.

– Son prácticos.

– Además, deben dar mucho calor y estamos casi en verano. Así que no os los vais a poner.

– ¿Cómo que no?. Me lo pondré esta misma noche- aseguró ella, con expresión desafiante. O me pongo el pijama o nada. Y…no voy a acostarme sin nada.

Matt se la imaginó durmiendo desnuda e inmediatamente se preguntó por qué pensaría ese tipo de cosas. Erin con el vestido transparente, Erin desnuda…

¡Maldita fuera!. Tenía que salir cuanto antes de allí. Al fin y al cabo, era un hombre a punto de casarse.

– Ya hablaremos de ello mañana- prometió, agarrando el paquete con los pijamas. Mientras tanto, ponte la camiseta de ayer o lo que quienas. Esto lo devolveremos mañana mismo.

– Sí, seños- dijo ella en un tono ligeramente burlón.

Matt hizo una mueca. ¿Sabría Erin lo que había estado pensando?. ¿Sabría cómo se sentía él en ese momento?. De alguna manera, intuía que sí.

– Bien, me alegra que me des la razón.

– Pero eso no quiere decir que no esté agradecida a Charlotte por sus molestias.

En realidad, no lo estaba, pero no podía decirlo.

Erin se volvió para agarrar los montones de ropa y Matt se quedó mirándola unos segundos. Erin llevaba el vestido de la noche anterior, cuando el incendio. Era azul claro, con motitas amarillas y con dos machas negras que Erin no había podido quitar. Con manchas o sin ellas, le daba un aspecto…que hacía que las sudaderas y los vaqueros que le había comprado Charlotte parecieran totalmente inadecuados.

¿Erin?

– ¿Sí?

– Tom me enseñó el plano del hogar quemado y me dijo cuál era tu habitación. Así que entré acompañado de algunos bomberos e hicimos una buena inspección. Pudimos salvar algo.

– ¿No se quemó todo?

– No, porque el incendio no llegó a la parte baja del dormitorio. Así que encontramos esto.

Matt sacó del bolsillo del pantalón un collar de perlas.

Erin se quedó mirándolo y dio un paso inseguro, como si no creyera lo que estaba viendo.

– El collar de mi madre- susurró.

– Es lo único que vimos.¿Tenías muchas más joyas?

– no, era lo único que tenía. ¡Oh, Matt!-exclamó.

– Siento que no hayamos podido sacar nada más.

Erin agarró el collar y levantó los ojos hacia Matt.

Este se dio cuenta de que los tenía llenos de lágrimas. Luego, antes de que Matt se diera cuenta, Erin lo rodeó con sus brazos, se puso de puntillas y lo besó en los labios.

Fue un beso de gratitud…nada más. Entonces, ¿por qué Matt perdió toda sensación de realidad y la agarró por la cintura para besara él también?. ¿Por qué sintió que sumando se estaba desestabilizando por completo y para siempre?

Matt no podía explicarlo.

Solo podía sentir el cuerpo de Erin entre sus manos. El modo en que la boca de ella se unió a la suya. El cabello de Erin enredándose con el de él. Sus senos contra su pecho…su olor…

Matt no entendía que le estaba sucediendo, pero cuando ella se apartó, él sintió que se moría de ganas por volver a abrazarla.

– Oh, Matt, gracias- susurró ella con lágrimas en los ojos.

Y esas lágrimas, lágrimas verdaderas, amenazaban con derramarse por sus mejillas. Se las limpió, casi con rabia y luego agarró la ropa, que apretó contra su pecho como para defenderse.

– Buenas noches, Matt

cuando Erin se fue, llevando la ropa y el collar, Matt se la quedó mirando, preguntándose pro qué la había besado.

Él solo había devuelto un collar a su dueño.

Y en ese momento sentía que tenía que devolverle otra cosa, pero no era nada tangible. Se podía decir, incluso que Matt ni siquiera sabía lo que era.

Pero tardó mucho tiempo en dormirse aquella noche. Y cuando lo hizo, no soñó con la mujer con al que iba a casarse.

Soñó con Erin.

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