9

Cuando Erin se despertó a la mañana siguiente, notó que el pabellón estaba ya en plena actividad. De hecho, lo primero que vio al abrir los ojos fue que los gemelos estaban cepillando otra vez a Cecil bajo la atenta mirada de Matt.

– Bueno, parece que la bella durmiente se ha despertado al fin- dijo Matt, volviéndose hacia ella. Buenos días, señorita Douglas.

– Buenos días- contestó ella, frotándose los ojos e incorporándose.

Luego trató de subirse el saco hasta el cuello, pero que el camisón que llevaba no era muy decente.

– Toma,. Ponte esto- le dijo Matt, tirándole un impermeable. El baño está por ahí, pero será mejor que te des prisa si no quieres perderte el desayuno.

– ¿El desayuno?- preguntó ella, todavía adormilada.

– Crepes- dijo él, señalando hacia una barbacoa que había en el otro extremo del pabellón. Por cortesía del club de Mujeres Ganaderas.

El desayuno estaba delicioso. Había filete y salchichas para los más tragones y crepes con miel para los más delicados.

Y mientras Erin pertenecía al último grupo, Matt pertenecía al primero.

– Por Dios, Matt, no tienes ninguna sensibilidad -dijo ella, fijándose en el filete que se estaba comiendo bajo la atenta mirada de Cecil.

– Él no temirnará convertido en filetes.

– Pero sus primos sí.

Los gemelos se habían inclinado también por los crepes y Matt les había llamado debiluchos. Pero ellos se habían echado a reír conscientes de que estaba bromeando.

A Erin le encantaba cómo trataba él a los niños y se daba cuenta de que corría el riesgo de acabar enamorándose. Eso si no se había enarmonado ya. Pero por otra parte, sabía que Matt no era un hombre para ella.

Después del desayuno, todo el mundo se preparó para asistir al desfile. Los dueños se encargaron e que todos los animales tuvieran un aspecto impecable. Pero el más espectacular de todos era Cecil. Aunque Erin pensó que quizá no estaba siendo del todo imparcial al pensar aquello.

– ¿No creéis que estaría más guapo si le pongo un lazo azul?- preguntó ella mientras se echaba hacia atrás para verlo mejor.

– De eso nada- aseguró Matt. Cecil es todo un semental y no quiero que lo conviertas en un mariquita.

– Muy bien, pues entonces ya esta listo- comentó Erin. Vamos, chicos- añadió, volviéndose hacia los gemelos. Dejemos que Matt saque a Cecil para el desfile.

Para Matt, aquel desfile era la culminación de años de trabajo, ya que todos los potenciales compradores de ganado que se habían acercado a ver a Cecil al establo, terminarían de convencerse cuando o vieran correr libremente.

Sí, aquello iba a ser muy bueno para el negocio.

¿Por qué entonces se mostraba renuente a agarrarlo por la cuerda que lo sujetaba para llevarlo fuera?

Porque acababa de darse cuenta de lo que más le importaba de todo lo que había sucedido no había sido el ganar el concurso, sino el haber trabajado con aquella mujer y los gemelos.

Pero luego trató de volver a poner los pies en la tierra. El no querría seguir trabajando junto a ninguna mujer. Él había trabajado siempre solo y no tenía la más mínima intención de cambiar

– ¡Oh, Matt, cariño, está estupendo!

Casi se sintió aliviado al ver a Charlotte. Tenía un aspecto tan deslumbrante como era habitual en ella, toda vestida de blanco.

Sin duda, ella sería la mujer ideal de un rico granjero. Mucho mejor que Erin.

Pero el problema estaba en que con ella no se divertía como con Erin. Sin Embargo, se recordó así mismo lo que siempre le repetían sus padres: que la vida no solo era diversión.

– Sí, tiene muy buen aspecto.

Matt dio un respingo al darse cuenta de que Charlotte no había ido sola. Bradley estaba detrás de ella.

– Espero que no te importe que haya venido a acompañar a Charlotte- añadió el hombre.

– Al revés. Has sido muy amable- Matt sintió un repentino ataque de claustrofobia. Y ahora, Charlotte, tengo que irme. Es el momento del desfile de CECI. Bradley, ¿te importa cuidar de Charlotte mientras tanto?

– Es que yo tengo que ir a por Creighton Bow- comentó Bradley. Los caballos saldrán a continuación de los toros. Los mozos lo están poniendo a punto.

Ah, sí, claro- dijo Matt, acordándose del magnífico caballo de Bradley. ¿Así que Creighton Bow ha ganado?.

– Ha quedado en segundo lugar.

– Me alegro- dijo Matt.

Pero en el fondo no era así. No le parecía bien que Bradley dejara al caballo solo al cuidado de los mozos, sin ni siquiera supervisar el trabajo. Y tampoco se había quedado a pasar la noche con él. La sensación de claustrofobia se hizo aún mayor.

– Y ahora, tengo que irme.

En ese momento, sintió que alguien le tiraba de la camisa.

– ¿Podemos ir también nosotros?- le preguntó William.

Matt dudó un momento y luego se dio cuenta de que estaba perdido.

– Por favor, Matt…

Él se fijo en la mirada implorante de los pequeños. Era evidente que estaban preparados para que les dijera que no después de todos los reveses que habían sufrido en la vida.

– Os voy a hacer una propuesta- les dijo entonces Matt.

– ¿El qué?

Todo el mundo estaba mirándolo fijamente. Especialmente Erin. O quizá fuera que él solo tenía ojos para ella.

– ¿Os habéis fijado en lo tranquilo que está Cecil?-preguntó, mirando más a Erinque a los gemelos.

– Sí.

– Pues entonces, ¿qué os parece si lo llevo a su sitio en el desfile y luego dejo que seáis vosotros quienes lo llevéis, ya en la pista?

Todos contuvieron el aliento. Evidentemente estaban pensando que debía haberse vuelto loco para dejarles el toro a esos dos pilluelos.

Pero él sabía que no tenía nada que temer. Cecil estaría seguro con ellos, ya que los gemelos lo querían casi tanto como a Tigger.

– ¿Vas a confiar al animal a estos…?- Bradley se detuvo para pensar la palabra más adecuada. ¿A estos dos mocosos?.

– No son ningunos mocosos- aseguró Matt. Son mis ayudantes. Y seguro que puedo fiarme más de ellos que tú de los mozos que están cuidando tu precioso caballo- añadió Matt.

¡No iba a consentir que Bradley los llamara mocosos a sus chicos!.

Bueno, a los chicos de Erin, se corrigió.

– No estás hablando en serio, ¿verdad, Matt?- intervino Charlotte.

Pero él no la hizo ningún caso.

– ¿Te parece bien a ti?- le preguntó a Erin.

Erin se quedó pensativa unos segundos y luego miró a Matt con los ojos llenos de lágrimas.

– Por supuesto que me parece bien- consiguió decir. Si vosotros queréis, claro- añadió, refiriéndose a los chicos.

Los chicos apenas podían respirar de la emoción.

– ¿De verdad podremos llevarle nosotros solos?

– De verdad- les aseguró Matt con tono solemne.

NO os lo pediría si no estuviera seguro de que sois capaces de hacerlo. Yo os esperaré en la puerta del pabellón.

Erin se fijó en que Charlotte estaba fuera de sí.

Bradley se había ido a por su caballo, así que se habían quedado las dos solas.

– Si no hubiera venido en la camioneta de Matt, me volvería ahora mismo a casa- murmuró. Lo único que me interesaba de la feria era estar con Matt.

Erin la siguió hacia la puerta del estadio. Iba pensando que Charlotte debía estar tan enfadada porque no iba a poder presumir de que Matt, que seguro que llamaría la atención de la gente, era su prometido. Aquello habría sido para ella como la culminación de aquellos veinte años de esfuerzos.

Pero iba a tener que contentarse con ver a los dos chicos de siete años llevando al toro de su prometido.

– Bueno, al menos podrás ver a Bradley- comentó Erin, tratando de animarla.

Estaba tan contenta pro los gemelos, que hasta tomó del brazo a Charlotte. Y no se retiró cuando la otra trató de apartarse.

– Charlotte, siento mucho haberte amenazado con hacer públicas esas poesías- le dijo. Ya sabes que nunca haría algo así. De hecho, lo cierto es que Shanni las quemó.

Éramos unos críos, dijo entonces Charlotte con tono de disgusto.

No solo su prometido no iba a desfilar, sino que tenía que aguantar a esa pobretona, que se estaba comportando como si fuera su amiga.

– Fue una estupidez- añadió Charlotte, sentándose. Incluso me había olvidado de esas cartas.

Pues Bradley no parece haberse olvidado- aseguró Erin, sentándose a su lado. Es evidente que sigue enamorado de ti. ¿Por qué nunca saliste con él?.

Charlotte fijó la mirada en su anillo de compromiso.

– Porque Matt y yo…

– Pero a los quince años no estabas comprometida con él- dijo Erin. Matt no salió con ninguna chica hasta los diecisiete años. Y la primera fue Sally McKinley.

– ¿Cómo diablos te acuerdas de eso?

– Yo era tres años menor que Matt y tú- respondió Erin. Bueno, y ya sabes lo popular que era Matt. Todo lo que hacía él se acababa sabiendo. Él y Sally…

– No quiero oírlo.

– Está bien- Erin se fijó en que el ganado empezó a salir del pabellón, pero todavía no había ni rastro de Cecil. Sin embargo, recuerdo que Bradley era bastante guapo. Así que sigo sin entender pro qué no saliste nunca con él.

Charlotte se quedó en silencio durante un buen rato.

– Los pude haber tenido a los dos- confesó finalmente.

Erin arqueó las cejas con evidente sorpresa y entonces Charlotte soltó una risita.

– Bueno, no me refiero a los dos al mismo tiempo- continuó diciendo. Pero,sí, Bradley era un chico encantador. Y lo sigue siendo. Me ha pedido que me case con él en innumerables ocasiones.

– ¿Y por qué no has aceptado?.¿Por qué prefieres a Matt?- le preguntó Erin con mucho respeto.

– ¿Estás bromeando?-respondió Charlotte, volviendo a echarse a reír. NO hay comparación. La familia de Matt es una de la más ricas del distrito. Su abuelo incluso tenía un título.

Charlotte miró a Erin, pensando que la pobre no iba a poder entenderla.

– O sea, que tú tampoco preferías a ninguno de los dos en especial, ¿no?.

– Por supuesto que sí- Charlotte mostró su anillo de compromiso. Estoy comprometida con Matt, ¿recuerdas?.

– Claro.

– Y…

Pero Erin no siguió escuchando porque los gemelos ya habían salido a la pista con Cecil.

Erin se fió en la cara de disgusto de Charlotte. Evidentemente seguía pensando que debía ser Matt quien estuviera desfilando con el toro.

Pero Erin no opinaba lo mismo. Mientras miraba atentamente los rostros de los gemelos, no dejó de agradecerle a Matt su gesto. En un momento dado, hasta se le saltaron las lágrimas.

Los pequeños llevaban a Cecil con la solemnidad que requería el momento.

Después de dar dos vueltas a la pista, los gemelos se dirigieron hacia las puertas del pabellón, donde os estaba esperando Matt para ayudarlos a meter a Cecil.

Erin sacó un pañuelo y se sonó la nariz, haciendo bastante ruido. De manera que Charlotte se apartó de ella, disgustada. Cosa que a Erin no le importó la más mínimo.

– Bueno- dijo, poniéndose en pie-, pues ya está. ¿vienes a felicitarlos?

– ¿Felicitar yo a los gemelos?.¿Estás bromeando?.

– También debemos felicitar a Matt.

– Ya, pero yo tengo que quedarme a ver desfilar a Bradley con su caballo.

En el camino de vuelta, los gemelos seguían impresionados pro lo que ha´bia pasado.

Todavía nos se lo podían creer. Y Erin no recordaba haberlos visto tan tranquilos como aquel día y los siguientes.

Como el desfile había sido televisado, Shanni lo había grabado, y un día ella y Wendy llevaron la cinta a la granja para comentarla. Todos vieron emocionados a los gemelos desfilando.

– Es un milagro- dijo Wendy, viendo a los críos allí sentados. ¿Cómo demonios lo has conseguido?.

Y Shanni tampoco daba crédito. Nunca había visto a los gemelos tan tranquilos.

– No he sido yo- les explicó Erin, algo preocupada. Ha sido Matt quien los ha transformado. Lo siguen a todas partes como si fueran su sombra.

– Parece que no lo dices muy contenta.

– Es que podría acabar siendo un problema.

– ¿Por qué?-preguntó Wendy. Quizá solo necesitaban estar al lado de alguien como Matt.

– Ya, pero es que Matt no va a estar siempre a su lado. Erin sacudió la cabeza y se quedó mirando a los chicos. Me preocupa qué pasará cuando nos tengamos que ir de aquí.

– ¿Y tú?

– ¿Qué quieres decir?

– ¿Y tú, Erin Douglas?- Wendy la conocía perfectamente y se había dado cuenta de lo mucho que le iba a costar también a ella abandonar aquella casa.

¿Qué pasará contigo cuando tengas que irte?

Durante las dos emanas siguientes, Charlotte apenas se pasó por allí, así que la granja se convirtió en un enorme patio de recreo para los gemelos.

Una vez Matt les había demostrado que podían confiar en él, se los había ganado del todo. Los chicos hicieron el trabajo de Sadie sin rechistar hasta que la perra se cansó de cojear y retomó su actividad habitual.

William y Henry obedecían a Matt en todo e, incluso a veces, cuando él no estaba, le preguntaban a Erin si él opinaría que algo que iban a hacer estaba bien.

En cuanto a Matt, era evidente que también estaba encantado con los gemelos. Cuando Erin los llelvaba a bañarse al río, él no solía tardar en aparecer por allí, con la excusa de que quería comprobar que todo iba bien.

La única que se mostraba preocupada con todo aquello era Erin, que no dejaba de repetirse que aquello solo duraría seis meses. En cuanto acabaran de reconstruir el hogar, tendrían que irse de allí y Matt se quedaría en manos de Charlotte.

Desde que habían vuelto de Lassendale, no habían vuelto a ver a la prometida de Matt, aunque él sí había ido a cenar con ella un par de veces. Así que Erin se sorprendió cuando una mañana temprano la vio llegar en su coche. Después de bajarse, dio un buen portazo y se dirigió apresuradamente hacia la casa.

William y Erin se miraron con cara de preocupación, Era evidente que Matt iba a tener problemas.

Matt se levantó para saludarla, pero, para sorpresa de Erin, no hubo entre ellos ningún gesto de cariño. Matt se limitó a sonreírle cortésmente.

– Hola Charlotte,¿Cómo tú por aquí?

– Porque tengo que darte una buena noticia- respondió Charlotte, sin molestarse en saludar a Erin y a los niños. Priscilla`s está libre dentro de cuatro semanas.

– ¿Priscilla`s?

– Si, la sala de convites de las colinas en las afueras de la ciudad. Ya sabes que esa casa perteneció a Sir Reginald Chester y que, cuando su familia se arruinó, la vendieron. Pues después de restaurarla, se ha convertido en una lujosa sala para dar fiestas.

Charlotte hizo una pausa y sonrió a Matt.

– Es el lugar ideal para celebrar nuestra boda. Mamá está de acuerdo y ya está todo arreglado. Nos casaremos dentro de cuatro semanas y luego nos iremos dos semanas enteras a la isla de Norfok a pasar la luna de miel.

En ese momento, se volvió pro primera vez hacia Erin, quien se encogió, consciente de que no podría vivir bajo el mismo techo que Charlotte.

– Oh, es estupendo- consiguió decir, girándose hacia Matt, que parecía igual de incómodo que ella. Lo arreglaremos todo con Tom para irnos justo antes de que regreséis de vuestra luna de miel.

– Bueno…_empezó a decir Matt.

Pero Charlotte no le dejó acabar.

– Matt y yo hemos pensado que, una vez volvamos, nos haremos cargo de los niños hasta que reconstruyan el orfanato- dijo, agarrando del brazo a su prometido.

En cuanto a ti, supongo que el orfanato te conseguirá algún sitio donde te puedas quedar.

Erin pensó que la estaba tratando como si ella fuera también una pobre huerfanita.

– Erin puede quedarse también con nosotros- dijo entonces Matt, pero Erin y Charlotte no le hicieron ningún caso.

– O sea, que tú y Matt vais a ser los padres adoptivos de los chicos hasta que terminen de reconstruir el orfanato…-dijo Erin, que estaba empezando a ponerse enferma.

Pero no sabía por qué. Al fin y al cabo, aquellos chicos no eran hijos suyos. Ellos, además adoraban a Matt y estarían encantados de quedarse con el.

Pero, por otra parte, estaba Charlotte. Era evidente lo mucho que le desagradaban los gemelos y ellos se daban perfecta cuenta.

Así que en cuanto Erin se fuera, los chicos empezarían a causarles problemas.

– Y vosotros, os vais a portar bien, ¿verdad?- les preguntó Charlotte, mirándolos intimidatoriamente.

– Antes de nada, tendremos que hablar con Tom- comentó Erin. Tom es el director del orfanato de Bay Beach y será él quien decida.

Charlotte soltó una carcajada.

– ¿Cómo va él a rechazar una oferta tan buena como la nuestra?

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