Brian agarró la cafetera, se llenó la taza y echó unos cereales en otro tazón.
– Lily, llegamos tarde. Si quieres que te acerque, tienes que estar lista en cinco minutos – dijo al tiempo que vertía leche en los cereales.
Segundos después. Lily apareció en la cocina, abrochándose la blusa, con la chaqueta bajo el brazo.
– Lo sé, lo sé. Pero tengo que arreglarme un poco. Tengo una reunión importante esta mañana -dijo ella mientras se alisaba la falda-. Tenemos que organizar algún tipo de turno para el cuarto de baño.
Brian levantó la vista del tazón de cereales. Llevaban dos meses viviendo juntos y seguía disfrutando de los pequeños momentos como aquel, cuando tomaba conciencia de que Lily iba a estar a su lado toda la vida.
– Podríamos comprar un apartamento con un cuarto de baño más grande.
– O con dos cuartos de baño -sugirió Lily. Se remetió la blusa bajo la falda y se puso la chaqueta.
– ¿Lista?
– La culpa es tuya por no dejarme salir de la cama antes -dijo Lily tras tomarse una cucharada de los cereales de Brian.
– Bueno, ¿de qué va esa reunión? -preguntó él mientras la veía recogerse el pelo por detrás de la nuca.
– Es mi primer cliente. ¿Me recojo el pelo o me lo dejo suelto?
Brian la agarró por la cintura y le dio un beso en el cuello.
– Siento comunicarte que no tienes remedio: estás preciosa te peines como te peines.
– Vamos a llegar tarde -le recordó ella-. En el Globe no eres un pez gordo como en la tele.
– No pueden despedir a su flamante periodista de investigación.
– ¿De investigación? -repitió Lily sorprendida.
– Me acaban de hacer el primer encargo. Ya no soy un simple empleado de redacción. No está mal para llevar sólo dos meses.
Había aceptado el puesto del Globe al día siguiente de que Lily decidiera quedarse en Boston. Ambos habían tenido tiempo de disfrutar de unas semanas de libertad antes de empezar a trabajar, aunque Lily también había aprovechado para poner en marcha su propia empresa de relaciones públicas. Tenía la oficina en uno de los edificios de Rafe y, poco a poco, empezaba a establecer contactos por Boston y alrededores.
Los dos ganaban menos que antes, pero se tenían el uno al otro y con eso les bastaba. Ya tendrían tiempo de hacer dinero más adelante. En esos momentos, lo importante era hacer el amor.
– Enhorabuena, corazón -Lily lo abrazó y le dio un beso que lo hizo olvidarse por completo del trabajo. Brian la levantó, la sentó sobre la encimera de la cocina y la acarició entre los muslos.
– Gracias, cariño.
– ¿Qué estás haciendo? -preguntó ella mientras Brian echaba mano a los botones de la blusa.
– ¿Estás segura de que no te apetece bailar? Nos queda un poco de tiempo. Y tenemos una cosa que celebrar, Richard Patterson se va a pasar unos añitos a la sombra. ¿Has visto el artículo del periódico? Es muy romántico.
– ¿Romántico?
– Es el hombre que hizo que nuestros caminos se cruzaran. Mientras lo leía, me entraron ganas de declararme.
– Sigue tomándome el pelo y te diré que no -Lyly le dio un manotazo-. Venga, tengo una reunión.
Brian rozó el bolsillo de la chaqueta, donde había guardado el estuche de terciopelo, a la espera del momento adecuado para regalarle el anillo. Seguiría esperando.
– Está bien, vamos. Yo también tengo que informar sobre mi primer reportaje en la reunión matinal del periódico.
– ¿De qué es el reportaje?
– El Fondo de Boston, una organización benéfica…
– Dirigida por Dorothy Elton Fellner -lo interrumpió Lily,
– Exacto. Tengo entendido que está utilizando la organización para financiar fiestas privadas -Brian se inclinó para besar a Lily-. ¿Y cuál es tu nuevo cliente?
– Dorothy Elton Fellner -contestó ella-. Quiere que promocione su organización.
Brian miró a los ojos de la mujer a la que amalla y soltó una risotada.
– No puedo creerme que nos pase esto otra vez.
– Yo tampoco -Lyly sonrió-. ¿Qué vamos a hacer?
– Tengo una idea para otro reportaje -comentó él.
– Y yo no tengo por qué aceptarla como cliente
Jamás pensó que volvería a tener otro conflicto laboral con Lily. Porque, de hecho, no lo iban a tener. Había encontrado a la mujer de su vida y no la cambiaría por nada.
– Acepta el trabajo -le dijo a Lily-. Ya me buscaré otro reportaje.
– No, es una historia buena -contestó ella-. Pero que sepas que me debes una.
Brian posó los labios sobre la boca de Lily y empezó a bailar; en sus corazones sonaba la melodía del amor. Con ella a su lado, se había convertido en un increíble Quinn. No de los que mataban ogros o dragones, sino de los que se pasaban el resto de la vida enamorados de una mujer. Y, por más reportajes que hiciera, Brian sabía que aquella sería la mejor aventura de su vida.
Otro increíble Quinn había descubierto el poder del amor y, al descubrirlo, había encontrado su corazón.