CAPITULO 11

LUKE se había ido.

Wendy había oído el ruido de los coches al marcharse. Primero, el Aston Martin, conducido por una mano inexperta. Luego, el de otros dos coches. El de Nick y el de los abogados, supuso. Pero, cuando volvió a entrar en el despacho, encontró a Nick y a Tom esperándola.

Luke no estaba.

– Felicitaciones, señorita -le dijo Tom a Gabbie, con una mirada llena de satisfacción-. Te hemos buscado una nueva madre. Nick tiene los documentos legales. Si los firmas, Wendy, todo estará en regla -sonrió-. Sabes que tendrás que someterte a la inspección de la Seguridad Social como madre adoptiva -se echó a reír-. Será un placer para mí hacer la inspección personalmente.

– ¿Dónde está Luke? -preguntó Wendy.

– Ha ido ha llevar el coche de Sonia al concesionario de coches de segunda mano de Bay Beach -dijo Nick, mirándola fijamente.

– ¿Y… después?

– Creo que volvía a Sidney.

¿Sin verla? A Wendy se le cayó el alma a los pies.

– Tengo que verlo -dijo, desesperada-. Nick, tengo que alcanzarlo.

El sonrió.

– ¿Por qué me imaginaba que dirías eso? Bueno, yo puedo llevar a esta pequeña señorita de vuelta a la granja -tomó a Gabbie en brazos-. Gabbie, ¿sabes que Shanni y Harry están cuidando de Grace y Bruce? Wendy tiene que ir a ver a Luke, para darle las gracias por lo que ha hecho. ¿Te parece bien?

Gabbie se quedó pensativa. Luego, sonrió.

– Sí -dijo.

– Entonces, si Wendy se va a buscar a Luke, ¿vendrás a la granja conmigo?

– ¿Y luego irás tú? -le preguntó la niña a Wendy. Esta asintió.

– En cuanto encuentre a Luke.

– Dile que lo queremos -dijo Gabbie, sonriendo en brazos de Nick-. Bueno. Vámonos a casa. Tengo que decirle a Bruce que puedo quedarme con él para siempre.


Todavía estaba allí.

Bay Beach Motors estaba junto a la playa. Wendy vio que el coche de Sonia estaba aparcado cerca de la entrada. Luke esperaba pacientemente mientras un vendedor lo inspeccionaba.

– Ochocientos dólares -dijo el hombre cuando Wendy se acercó-. No puedo darle más por esta cafetera.

– Bien -Luke parecía exhausto. Los vuelos y la presión de los últimos días habían empezado a hacer mella en él. Se metió la mano en el bolsillo, sacó la cartera y extrajo de ella un fajo de billetes-. Aquí tiene otros quinientos. Haga un cheque por mil trescientos dólares a nombre de la señora Sonia Rolands, como si me hubiera pagado eso por el coche. Así, no podrá reclamarme nada. He sido más que generoso.

– Ni que lo diga -el hombre estaba asombrado-. No creo que esperara conseguir tanto por este cacharro.

– Bueno, quizá sea su día de suerte -luego, Luke se volvió, al oír a Wendy acercarse por su espalda. Se le crispó el rostro al verla.

– Hola -dijo ella.

Él no sonrió. Se quedó quieto, esperando.

Y lo mismo hizo el vendedor. Había algo entre ellos que lo hizo quedarse parado, mirándolos fijamente. Pero Wendy hizo lo que había ido a hacer, sin que le importara quién pudiera verla. Se fue directamente hacia Luke, tomó su cara entre las manos y le selló la boca con un beso.

El beso siguió y siguió. Primero, fue Wendy quien besó a Luke. Este estaba tan asombrado que se quedó rígido. Pero ella siguió besándolo y no pudo resistirse más. Wendy sintió que se relajaba y se estremecía. Y, después, ya no era ella la que llevaba la iniciativa. Luke la estaba besando con una dureza, una intensidad y un deseo que la dejaron sin aliento.

Finalmente, el beso acabó, sin que Wendyy supiera cuánto había durado. ¿Diez minutos? ¿Tal vez más?

Cuando se separaron, su audiencia había aumentado. Ahora había tres vendedores mirándolos con ávido interés, y un nutrido grupo de turistas los observaba desde la playa con bulliciosa expectación.

Pero no les importó. Luke le sonrió con aquella sonrisa que hacía que a Wendy se le acelerara el corazón.

– ¿Esto era para darme las gracias? -preguntó él en un susurro mezclado con puro deseo.

– No -ella sacudió la cabeza y lo devoró con los ojos-. Era para decirte que te quiero. Para decirte que lo siento, que me he comportado como un tonta, y que te deseo más de lo que nunca he deseado a nadie. Te quiero, Luke. Quiero casarme contigo. Si todavía… si todavía me aceptas.

Silencio. Luke se quedó mirándola largamente.

– Tal vez me compre otro deportivo -dijo, observándola inquisitivamente.

Ella sonrió.

– ¿Todavía te queda dinero?

– No mucho -suspiró él-. Tendré que ponerme a ganar más. Necesito una habitación tranquila donde pueda concentrarme… En una granja, tal vez… Y un ambiente tranquilo y familiar…

– ¿Familiar? -ella se rio alegremente-. Creo que eso puedo arreglarlo. Tengo un bebé a mano. Y también una niña de cinco años, un cachorro de basset-hound, unas cien vacas y veinte gallinas ponedoras -Wendy le lanzó una mirada llena de amor-. ¿Qué te parece?

– Yo tengo otra chaqueta de cuero en la maleta -la advirtió él-. Directamente traída de la Quinta Avenida.

– Hmm, qué apropiado -dijo ella, sonriendo-. Por si acaso tenemos que rescatar a otro cuervo.

– ¿Y si no?

– Te la pondrás para que yo te vea con ella -contestó Wendy, y su sonrisa se desvaneció-. Luke, me he comportado realmente como una estúpida…

Él puso un dedo sobre sus labios. Pero Wendy tenía aún que pasar otras pruebas. Luke miró a su alrededor, contemplando el aparcamiento lleno de coches a la venta.

– Allí hay un bonito biplaza deportivo -dijo-. Creo que voy a comprármelo ahora mismo.

– Creía que habías dicho que estabas arruinado.

– Bueno, solo relativamente -dijo él, y la tomó en sus brazos, apoyando la barbilla sobre su cabeza.

– Bueno, pues si de verdad quieres ese deportivo rojo…

Él la alejó de sí un poco y la miró fijamente.

– ¿Y a ti? ¿Qué te parecería que me lo comprara?

– Yo quiero lo que tú quieras -dijo ella simplemente-. Ahora y siempre. Si quieres un deportivo, cómpratelo. Luke, hasta el momento en que dijiste en el despacho: «Puede quedarse también con el coche…», no creí que…

– ¿Que yo no soy como Adam?

– Que no eres como Adam. Que siempre podré confiar en ti, ocurra lo que ocurra.

Pronunció aquellas palabras sencillamente, con todo su corazón. A su alrededor se congregaban los espectadores. Bay Beach estaba asistiendo a la culminación de un romance con un final feliz. 0 con un maravilloso-comienzo.

– Siempre confiaré en ti -dijo Wendy, con los ojos llenos de lágrimas-. Oh, Luke, ¿cómo he podido estar tan ciega?

– Bueno, estoy dispuesto a pasar por alto ese pequeño error de juicio -dijo él, divertido-. ¿Has firmado los papeles de la adopción? ¿Ya tienes la custodia de Gabbie?

– Sí.

– Y yo he firmado el traspaso de mi coche. Hoy debe de ser el día de las firmas.

– Supongo…

– ¿Cuál es el margen de tiempo legal para casarse en este condado? -preguntó él de repente, y sus ojos brillaron.

– Un mes mínimo. Si firmamos nuestras intenciones ahora.

– Entonces, eso es lo que haremos -dijo él suavemente, tomándola de las manos y besándola otra vez-. Ahora mismo vamos a firmar nuestras intenciones. ¿Qué te parece, amor mío?

Ella sonrió.

– Sí, cariño -dijo-. Firmaré lo que tú quieras. ¿Y después?

– Después, nos dedicaremos a vivir felices el resto de nuestras vidas -dijo él con solemnidad-. Tú y yo y Gabbie y Grace y Bruce… y los que vengan después.

– ¿Los que vengan después?

– ¿No te importará aumentar la familia un poquito? -preguntó él-. Hoy día hacen coches deportivos muy grandes.

– Oh, sí, con asientos para bebés y todo lo demás. Seguro que sí -no Wendy.

Él sostuvo su mirada a la luz del sol.

– Yo creo que un bebé sería lo perfecto. Todo esto empezó por culpa de un bebé, amor mío. ¿Qué mejor modo de acabarlo que… con un bebé?

– 0 con seis.

– ¡Seis!

– O los que vengan -dijo ella tranquilamente-. Ya veremos, amor mío. Ya veremos lo que trae el amor.

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