CAPITULO 9

AMANECÍA.

Mientras el sol se alzaba en el horizonte, Luke se despertó, con Wendy en brazos. La abrazó más fuerte, saboreando aquel último momento de placer, y luego la besó en la nuca para despertarla.

– Cariño…

Ella se despertó, aturdida, y, al ver que era de día, se asustó.

– ¡Oh!

– Tranquila -Luke la estrechó en sus brazos. No iba a dejarla marchar por nada del mundo, pero sabía cuál sería el primer pensamiento de Wendy. Sus niñas-. Nick y Shanni están en la granja. No nos esperan hasta la hora del desayuno.

Ella se quedó pensando, todavía preocupada. Pero se sentía tan ligera y tan increíblemente bien…

– He dormido como un tronco -dijo, y él se echó a reír.

– Sí. Pero pronto… -Luke echó un vistazo a su reloj-… pronto vendrá el personal del restaurante a limpiar todo esto, y no estamos precisamente en situación de recibirlos.

Wendy se sonrojó. ¡Cielo santo! Si alguien le hubiera dicho que dormiría desnuda en una playa, cubierta solo con una manta de picnic…

– Nos damos un baño y nos vestimos -dijo Luke perezosamente-. ¿Qué te parece, amor mío?

¿Qué le parecía? Solo había una cosa que Wendy deseara más que un baño en el mar. Pero Luke tenía razón.

Tenían que comportarse con sensatez. Al menos, con un poco de sensatez.

Así que, Wendy no discutió. Y, de todas formas, ¿cómo iba a discutir si Luke la tomó en brazos y la llevó al río, cuyas aguas eran profundas y frescas por la subida de la marea, y la metió en el agua y ella rio y lo abrazó y devoró su espléndido cuerpo con los ojos?

Estaba tan enamorada de él que sentía como si pudiera flotar no solo en el agua, sino en cualquier parte. Siempre que Luke estuviera a su lado.

Pero… el mañana había llegado.


Al principio, todo fue bien. Muy bien, incluso. Después de vestirse, subieron la senda agarrados de la mano, rodearon los edificios del restaurante y salieron sin ver a nadie.

– Bien -Luke sonrió al llevar su coche hacia la autopista. Miró a Wendy y su sonrisa se intensificó-. Aunque, si nos hubieran visto, no nos habrían reconocido. Pareces una sirena, amor mío.

– ¿Te refieres a que tengo algas en el pelo? -ella agarró unos de sus rizos empapados y lo miró un momento-. Si pudiéramos entrar en casa sin que nos vieran…

– Todavía no son las siete. Seguro que podremos.

– Tenemos dos niñas y un cachorro -dijo Wendy-.

Seguro que no podremos. Nick y Shanni sacarán toda clase de conclusiones.

– Pues déjalos -Luke la miró de reojo otra vez-. No se equivocarán. A menos que piensen que ya nos hemos casado…

– Luke…

– ¿Sí, cariño?

– Vas un poco deprisa -Luke levantó el pie del acelerador y ella sonrió ligeramente-. No me refería a eso.

– ¿A qué te referías?

– Al… matrimonio.

– Pero yo quiero que nos casemos -dijo él tranquilamente-. Te quiero, Wendy. Para siempre. ¿Puedes asumirlo?

– No lo sé.

– Anoche sí lo sabías.

– Sí, pero… -ella vaciló y sacudió la cabeza-. Luke, todo esto va demasiado rápido. Yo me casé precipitadamente con Adam, y fue un error.

Él frunció el ceño.

– Yo no soy Adam.

– No, pero…

– ¿Pero qué?

Ella lo miró despacio, con la preocupación pintada en el rostro.

– ¿Venderás este coche? -le preguntó, de repente. Silencio..

Luke miró fijamente la carretera y, de forma inconsciente, pisó más fuerte el acelerador. Vender su coche…

– ¿Por qué quieres que lo venda? ¿Porque te recuerda a Adam?

– Sí -estalló ella, sin poder evitarlo-. ¡Tener un coche tan potente es una estupidez!

– No lo es, Wendy -dijo él con cautela-. Este coche es muy bonito y tenerlo me produce mucho placer. Nunca lo he usado de forma irresponsable. Pero si crees que porque lo tenga soy como Adam…

– Lo siento, pero…

– Yo no soy como Adam -dijo él con dureza-. Yo soy yo. ¿Qué querrás que haga después, si empezamos con eso? ¿Que me deshaga de los trajes que te recuerden a los de Adam? ¿Que duerma en el lado opuesto al que dormía Adam? ¿Que unte las tostadas de forma distinta a como lo hacía Adam?

– Es absurdo, lo sé…

– Sí, claro que es absurdo -dijo él-. Y también insultante. Tienes que comprender que yo soy otro. Te estoy pidiendo que te cases conmigo, Wendy. Te lo estoy pidiendo. Pero, si piensas que soy como Adam, entonces no quiero seguir con esto. Así que, no, no venderé este coche. No porque no pueda o porque me sienta más ligado a él que a ti, sino porque forma parte de lo que soy. Del paquete completo: agente de bolsa, coche deportivo, chaqueta de cuero…- Tienes que quererme tal y como soy, Wendy.

¿Qué estaba diciendo?, pensó Luke sombríamente. Se recostó en el asiento y aferró con fuerza el volante. ¿Lo había echado todo a perder?

Pero, en el fondo, sabía que tenía razón. Quería a aquella mujer con toda su alma, pero no podía pasarse el resto de su vida marchando tras el fantasma de Adam.

– Tú decides, Wendy -dijo secamente.

– Luke, yo solo… -y, entonces, ella abrió mucho los ojos y gritó, aterrorizada-. ¡Luke!

Él ya lo había visto. Había un tejón australiano sentado justo en medio de la carretera, a la salida de una curva muy cerrada. Gordo y perezoso, parecía inamovible como una roca.

Luke pisó el freno con todas sus fuerzas. El coche derrapó hacia la cuneta y los neumáticos rechinaron. El vehículo saltó, se tambaleó un momento como si intentara decidir si volcaba… y luego se posó de nuevo sobre las cuatro ruedas.

Luke y Wendy se quedaron mirando hacia delante cuando el coche se paró por fin. Luke dio gracias al sistema de frenos y a la increíble estabilidad de su Aston Martín… y a la suerte que habían tenido. ¡Ni siquiera habían herido al tejón!

– ¿Estás bien? -miró ansiosamente a Wendy y vio que estaba blanca como una sábana. Había cerrado los ojos y le temblaba todo el cuerpo-. Tranquila, cariño -dijo él suavemente-. No le hemos dado.

– Pero podíamos haberlo hecho -dijo ella, susurrando-. Luke, podía haber sido un niño.

– Pero no lo era, y no le hemos dado -él la miró con preocupación. Pero, ya que no estaba herida, tenía otras preocupaciones más urgentes. Otro coche podía doblar la curva en cualquier momento y aquella estúpida criatura no se movería. Suspiró y sacó la manta de viaje del asiento de atrás. Los tejones pesaban una tonelada, pero al volver a mirar a Wendy, comprendió que tendría que hacerlo solo.

Al cabo de cinco minutos, tras haber puesto al tejón a salvo fuera de la carretera, Luke volvió al coche y se encontró a Wendy todavía mirando fijamente hacia el infinito, pálida y crispada por el miedo.

Estaba recordando el accidente, pensó él. ¡Diablos! Eso era justo lo que no quería que ocurriera.

– Wendy, estamos bien -le dijo-. Y el tejón también, aunque no se lo merezca.

– Pero podría haber sido de otro modo.

– Pero no lo ha sido.

– Es por este coche -murmuró ella.

Luke la agarró por los hombros y la obligó a mirarlo a los ojos. Había rabia en su mirada. Demonios, él también se había dado un buen susto, y echarle la culpa al coche…

– No, Wendy, no ha sido culpa del coche -dijo-. Íbamos a la velocidad adecuada por una carretera comarcal. Sí, seguro que si tuviera un todoterreno con tracción a las cuatro ruedas, habríamos pasado por encima del tejón sin correr ningún peligro, pero lo habríamos matado. Y, si lo hubiéramos atropellado con un bonito y sensato coche familiar, podríamos haber volcado y haber resultado heridos.

– Íbamos demasiado deprisa.

– Quieres decir que yo iba demasiado deprisa.

– Sí.

– Iba por debajo del límite de velocidad -dijo él fríamente-. ¿Quieres meterte de una vez en la cabeza que yo no soy Adam?

Pero ella era incapaz de razonar.

– Si hubiéramos volcado y hubiéramos muerto… Gabbie y Grace se habrían quedado solas.

– Wendy…

– No debería haber venido -dijo ella, tapándose la cara con horror-. Ha sido una locura, una irresponsabilidad… Yo soy lo único que tiene Gabbie, Luke -respiró hondo y logró calmarse un poco-. Llévame a casa, por favor -dijo, con un tono que no admitía discusión-. He sido una auténtica estúpida. Me he comportado como una necia por segunda vez, y esta será la última.


Wendy se mantuvo inamovible. Como una roca. Luke la llevó a casa. Ella desapareció en su dormitorio sin decir una palabra y no volvieron a verse hasta que todos se reunieron ante la mesa del desayuno. Para entonces, Wendy parecía haber recuperado el control. Estaba animosa y amablemente formal, y parecía haber relegado a Luke a otro planeta. A un planeta en el que ella no habitaba.

– ¿Vais a decirnos si lo pasasteis bien? -preguntó Shanni dubitativamente, mirando a uno y a otro. Había puesto tantas esperanzas en aquella cita, pero cuando les había visto volver a casa…

– Sí, nos los pasamos bien -dijo Wendy, intentando sonreír-. Fuimos a pescar camarones, pero no encontramos ninguno.

«Ni os encontrasteis el uno al otro», pensó Shanni tristemente, intercambiando una mirada cómplice con Nick. Oh, cielos. Habían hecho cuanto habían podido, pero no había funcionado.

– Entonces, nosotros nos vamos -dijo, titubeando-. Pero llamadnos siempre que necesitéis una niñera…

– No hará falta -dijo Wendy, concentrada en su tostada-. Os agradezco mucho lo que habéis hecho. Pero Luke volverá pronto a la ciudad y yo no puedo dejar a las niñas.

– ¿De veras vas a volver a Sidney? -preguntó Shanni, observando la cara angustiada de Luke.

El sacudió la cabeza.

– No lo había pensado, pero… -se encogió de hombros-, quizá sea mejor que me vaya.

Y tal vez lo fuera.


Durante los dos días siguientes, Luke procuró seguir como antes, pero le resultó imposible. La tensión que había entre ellos dos era casi insoportable. Hasta tal punto que Gabbie le preguntó por qué siempre parecía que Wendy iba a echarse a llorar cuando él salía de la habitación.

Luke sabía el porqué. Era porque Wendy estaba tan enamorada como él.

– Me quieres tanto como yo a ti -le dijo la segunda noche después de su salida, cuando las niñas estaban ya en la cama. Había salido a la terraza y la había descubierto contemplando el mar con ojos llenos de dolor y desesperación-. ¿Cómo puedes negarlo?

Ella lo observó con una mirada dolorida que lo estremeció.

– Puede que te quiera, pero sé adónde me llevó el amor en el pasado -murmuró-. Luke, por favor… no me hagas esto. Se me parte el corazón…

– ¿Y crees que a mí no?

– Tú lo superarás -dijo ella sombríamente-. No me digas que no habrá otras mujeres -se giró para mirarlo-. Oh, por el amor de Dios, Luke, olvídalo. ¿Es que no ves que no quiero tener una relación? Ha sido una locura pensar que podía quererte, hacer el amor contigo. Una locura de una sola noche…

– No -dijo él suavemente-. Aquella fue una noche de sinceridad y de placer. Fue el principio de una nueva vida juntos. Para mí no fue solo sexo, Wendy. Yo le hice el amor a la mujer con la quiero casarme… a la mujer con la que deseo pasar el resto de mi vida,… Y estoy seguro de que, bajo esa sombría fachada, eso es lo que tú también sientes.

– No, Luke -dijo ella otra vez-. Y, en cuanto a bajar mis defensas… Eso no volverá a ocurrir. No importa cuánto tiempo estés aquí. Tú eres mi jefe. Tu hermana es el bebé más bonito del mundo. Deseo quedarme aquí y cuidar de ella, pero ya te dije otra vez que, si me presionabas, tendría que marcharme.

Él la miró suplicante, pero en su cara no vio más que resolución y tristeza. La estaba haciendo infeliz, pensó de repente. La quería y la estaba haciendo infeliz.

– ¿De veras quieres que me vaya? -preguntó, y vio un destello de esperanza en su mirada.

– Esta es tu casa. Te pertenece. No puedo obligarte a marchar.

– ¿Pero quieres que lo haga?

– Luke, no puedo soportar esta situación -dijo ella sinceramente.

– ¿Porque me quieres?

– Yo… no puedo…

– Y, sin embargo, me quieres -Luke no la tocó. Ni si quiera se movió. Sabía que, si daba un paso hacia delante, ella se marcharía.

– Ya te lo he dicho -contestó ella con serenidad-. No puedo quererte.

– Esto es una tortura.

– Sí -dijo ella sombríamente-. Una peculiar forma de tortura.

– No volverás a confiar en mí.

– Gabbie solo me tiene a mí -dijo ella sencillamente.

– ¿No has pensado que, si nos casamos, Gabbie podrá tenernos a los dos? ¿Que Grace nos tendrá a los dos? ¿Que las responsabilidades y el amor pueden compartirse?

– Luke… por favor…

Él cerró los ojos. ¿Cómo podía recuperar su confianza? ¿Cómo?

No podía. Vender su coche, cambiar su forma de vestir… Esas eran cosas superficiales. El miedo de Wendy era más profundo, y esperar que cambiara de opinión era como esperar la luna. «Así que, afróntalo», se dijo con determinación.

– De acuerdo, Wendy -dijo, derrotado-. Tú ganas. Me iré por la mañana.

– Oh, Luke…

– Eso es lo que quieres, ¿no?

Solo había una respuesta para esa pregunta. Ella alzó la barbilla y se obligó a mirarlo a los ojos. -Sí.

– Entonces, no hay más que decir -dijo él-. Hasta que tengas valor para confiar en tu corazón…

– Mi corazón solo me causa problemas.

– Eso tiene gracia -dijo él, pero no había nada de divertido en su forma de decirlo-, porque mi corazón solo me causaba alegrías hasta que se encontró con tus malditas barreras, con tu desconfianza. Y, por primera vez, he aprendido lo doloroso que es esto. Me iré, Wendy. Y espero que seas feliz con tu decisión, porque estoy seguro de que yo no lo seré.

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