Delaney peinó con los dedos el húmedo pelo de Lanna y la miró críticamente en el espejo de la peluquería-. ¿Y si lo cortamos por aquí? -preguntó, moviendo las manos a la altura de sus orejas-. Tienes la línea del mentón lo suficientemente marcada para que te quede bien así de corto. Podría cortártelo por detrás y peinar las puntas hacia fuera.
Lanna inclinó la cabeza un lado y estudió su reflejo-. ¿Y el flequillo?
– Tu frente es bastante ancha así que en realidad no necesitas llevar flequillo.
Lanna respiró profundamente y expiró con lentitud-. De acuerdo.
Delaney cogió el peine-. No tienes que actuar como si fuera a empastarte un diente.
– No he tenido el pelo corto desde cuarto grado-. Lanna sacó la mano de debajo de la capa plateada y se rascó la barbilla-. No creo que Lonna se lo corte en toda su vida.
Delaney tomó un mechón de pelo de Lanna y lo cortó-. ¿En serio?- Dejó las tijeras-. ¿Tú hermana está viendo a Nick Allegrezza? -preguntó como si no tuviera más que un leve interés.
– Sí. Lo vio para dejarlo.
– Ah-. Delaney no lo había visto en dos semanas, desde la noche de la boda de Lisa. Bueno, lo había visto. Lo había visto a través de una sala abarrotada en una reunión de negocios del centro de la ciudad, y lo había visto cuando estaba parada en el stop del cruce de Main y La Primera, con su Jeep casi pegado al gran Cadillac de Henry. Luego ella había girado a la derecha y él a la izquierda. Ese mismo día dejó un mensaje en su contestador automático: -Pon unas malditas cadenas para la nieve -dijo, luego colgó el teléfono. No lo había visto otra vez hasta ayer cuando Sophie y él salían por la puerta trasera de su oficina mientras ella tiraba basura en el contenedor. Él se había parado al lado de la puerta del Jeep y la había mirado, sus ojos ardientes recorriéndola de arriba abajo. Y ella se había quedado allí, con la papelera que tenía en los brazos olvidada, atontada por la emoción que retorcía su estómago-. Tío Nick, -había llamado Sophie en voz alta, pero él no había contestado. No había dicho nada-. Vamos, tío Nick-. Él miró a su sobrina, luego volvió a mirar a Delaney.
– Veo que todavía no tienes las cadenas.
– Ah… No-. Ella se quedó mirándolo fijamente a los ojos y sintió la cabeza mareada y el estómago revuelto.
– Vamos, tío Nick.
– Ya voy Sophie, -había dicho, y la había mirado una última vez antes de marcharse.
– No creo que Lonna haya visto a Nick desde hace semanas – dijo Lanna, interrumpiendo los pensamientos de Delaney-. Por lo menos no creo que él la haya llamado ni quedado con ella. Me lo hubiera dicho.
Delaney cortó una capa a lo largo de la línea del cuello de Lanna-. ¿Tenéis vosotras dos esa conexión de gemelos y os lo contáis todo?
– No nos decimos todo. Pero sin embargo hablamos del hombre con quien nos acostamos. Pero ella es más promiscua y tiene más historias interesantes. Gail y ella solían sentarse e intercambiar historias sobre Nick. Por supuesto dejaron de hacerlo cuando Gail pensó que tenía alguna oportunidad de ser la Sra. Allegrezza.
Delaney quitó una pinza y lentamente le peinó otro mechón de pelo-. ¿Ya no lo cree?
– Ahora no, y estaba supersegura, pero él nunca pasó la noche con ella.
Tampoco la había pasado con Delaney. La verdad era que ella no había tenido tampoco la intención de pasar la noche con Nick. Sabía la pinta que tenía al despertarse cada mañana, y no tenía intención de hacerlo con alguien que sospechaba se levantaba de la cama pareciendo un modelo de portada de revista. Pero tampoco quería ser otra de sus mujeres. Se había dicho a sí misma que tal vez fuese especial ya que él se arriesgaba a perder Angel Beach y Silver Creek para estar con ella. También recordó otra cosa que Lanna le había dicho una vez. Nick no llevaba mujeres a su casa, pero a ella la había llevado. Esperaba ser diferente de las demás, pero ni siquiera la había llamado, así que suponía que no lo era.
– ¿Vas a estar en el desfile de Navidad?- preguntó Delaney a su cliente. Ya no quería hablar más de Nick.
– No, pero voy a ayudar a los de la fábrica de cerveza a construir su escultura de hielo para el Festival de Invierno.
Dejaron el tema de Nick, y hablaron sobre donde habían pasado el día de acción de gracias. Delaney había ido por supuesto a casa de su madre. Max también estaba allí, y pasaron el primer día de fiesta tranquilo que ella podía recordar. Bueno, casi completamente tranquilo. Su madre había tratado de manipularla con respecto al desfile de Navidad. Había querido saber qué planeaba Delaney, comenzando con el pelo y terminando con los zapatos. Gwen le recomendó chinelas. Delaney horrorizó a su madre al mencionar que tenía un par de botas de caña. Gwen le sugirió un “precioso traje de Anne Klein”. Delaney pensó que podría ponerse un “precioso mono de plástico”, que había hecho ella pero que no se había puesto desde que llegó a Truly. Max intervino en ese momento y se puso a cortar el pavo en rodajas.
Cuando Delaney acabó, a Lanna le gustó tanto su corte nuevo que le dejó diez pavos de propina. En Truly, eso era un raro cumplido. Cuando la peluquería estaba vacía otra vez, barrió el pelo y miró la agenda de citas. Tenía poco menos de una hora antes de la cita de las tres y media. El próximo cliente sería el segundo varón desde que había abierto la peluquería, y estaba un poco aprensiva. Algunos hombres se inclinaban a pensar que como se había pasado media hora metiendo los dedos en su pelo, querría ir de copas y luego a un motel. Nunca sabía qué cliente se insinuaría. El estado civil no contaba. Era extraño, pero no infrecuente.
Mientras esperaba, hizo inventario en el almacén, diciéndose a sí misma que no era para oír llegar cierto Jeep negro, pero lo era.
Contó toallas y botes de champú y escribió con todo detalle un pedido de varias docena más. Necesitaba líquido para permanentes, gracias a Wannetta, y cuando estaba terminando el inventario, el crujido de la grava llegó desde la parte de atrás. Se calmó y escuchó hasta que lo oyó otra vez. Antes de pensarlo bien, cogió un pequeño cubo de basura y lentamente abrió la puerta trasera.
Sophie se incorporó del capó del Cadillac plateado, dejando a la vista el limpiaparabrisas que tenía en la mano. En la otra tenía un sobre blanco. Deslizó el sobre bajo el limpiaparabrisas, y Delaney no tuvo que ver la nota escrita a máquina para saber lo que ponía.
– Eras tú.
Sophie se dio la vuelta, con los ojos muy abiertos, y levantó una mano al pecho de su parka azul. Su boca se abrió involuntariamente, luego se cerró con un ligero sonido. Parecía tan estupefacta como ella. Delaney no sabía si agradecerle que no fuera un psicópata o gritarle por ser una mocosa malcriada.
– Sólo estaba…sólo…- tartamudeó cogiendo el sobre y metiéndolo en el bolsillo.
– Sé lo que “sólo” estabas haciendo. Me estabas dejando otra nota.
Sophie cruzó los brazos bajo el pecho. Trataba de parecer fuerte, pero su cara tenía sólo un poco más de color que la nieve bajo sus pies.
– Tal vez debería llamar a tu padre.
– Está de luna de miel -dijo en lugar de negar nada.
– No para siempre. Esperaré hasta que vuelva.
– Adelante. No te creerá. Se porta bien contigo sólo por Lisa.
– Tu tío Nick me creerá. Ya sabe lo de las otras dos notas.
Sus brazos cayeron a los costados-. ¿Se lo dijiste?- lloró como si Delaney fuera la que había hecho algo malo.
– Si, y él me creerá-. transmitía una seguridad que no sentía-. No le va a gustar cuando le diga que eras quien ponía las notas amenazadoras.
Sophie negó con la cabeza-. No se lo puedes decir.
– Dime por qué has tratado de asustarme, y puede que no llame a Nick.
Sophie clavó los ojos en ella durante un rato y luego dio varios pasos hacia atrás-. Adelante llámalo. Lo negaré.
Delaney vio como la chica desaparecería del aparcamiento, luego se dio la vuelta y entró en la peluquería. No podía dejar que Sophie se escapara de lo que había hecho, pero el problema era que no sabía que hacer al respecto. No tenía experiencia con niños, y no quería decirle a Lisa algo así cuando volviera de su luna de miel. Sospechaba también que Lisa podría tener sus problemas con Sophie, y no quería que aumentaran por su culpa. Quedaba Nick. Se preguntó si él la creería.
Todavía se lo preguntaba la tarde siguiente cuando Sophie entró en la peluquería a las tres y media. Delaney levantó la vista de la peluca de la Sra. Stokesberry y vio a la chica dando vueltas cerca de la puerta principal. Se había recogido los lados de su grueso pelo con pasadores de flores, y sus ojos oscuros parecían enormes en su pequeña cara. Parecía una niñita asustada con un abrigo demasiado grande-. Estaré contigo en un momento -dijo en voz alta, luego fijó su atención en la peluca. Encajó la peluca blanca en la cabeza de la anciana, luego le dio la peluca negra que estaba en la cabeza de poliestireno. Le hizo a la Sra. Stokesberry el descuento que le correspondía, y la ayudó a salir por la puerta.
Delaney fijó su atención en Sophie y esperó a que la chica hablara. Después de un momento de vacilación Sophie dijo – No llamaste al tío Nick anoche.
– Tal vez lo hice y no lo sabes aún.
– No lo hiciste porque me quedo con él hasta que vuelvan de la luna de miel.
– Tienes razón no lo llamé.
– ¿Hablaste hoy con él?
– No.
– ¿Y cuando lo vas a hacer?
– Aún no lo sé.
Un arruga profunda apareció en su frente-. ¿Estás tratando de torturarme?
Delaney no había pensado en la agonía que suponía a los trece años esperar que cayera una bomba-. Sí-. Ella sonrió-. No vas a saber nunca cuando o dónde voy a decir algo.
– De acuerdo, tú ganas. Quería asustarte para que dejaras el pueblo-. Sophie cruzó los brazos sobre el pecho y miró algún punto detrás de la cabeza de Delaney-. Lo siento.
No sonaba arrepentida-. ¿Por qué lo hiciste?
– Porque así mi tío tendría lo que le pertenecía. Su padre te lo dio todo y él tuvo que llevar pantalones vaqueros agujereados y camisetas.
Delaney no recordaba a Nick llevando nada agujereado-. Yo era la hijastra de Henry, ¿crees que debería ir desnuda porque mi madre se casó con el padre de Nick? ¿Piensas realmente que lo que Nick pasó fue por mi culpa?
– Bueno, si tu madre no se hubiera casado con Henry entonces…
– ¿Entonces él se habría convertido en un papá genial? -interrumpió Delaney-. ¿Él habría amado a Nick y le habría comprado cualquier cosa que quisiera? ¿Se hubiera casado con tu abuela?- por el gesto de la cara de Sophie parecía que era exactamente lo qué pensaba-. No habría ocurrido. Nick tenía diez años cuando me mudé a Truly, y en esos diez años su padre nunca le reconoció. Nunca le dijo ni una palabra agradable.
– Lo podría haber hecho.
– Sí, y los monos podrían tener alas en el culo, pero no es así-. Negó con la cabeza-. Quítate el abrigo y ven aquí – pidió. Creía que no podía resistir peinar a Sophie ni un minuto más.
– ¿Por qué?
– Voy a lavarte el pelo.
– Lo lavé esta mañana antes de ir a la escuela.
– También voy a cortarte esas puntas abiertas-. Delaney pasó detrás del lavacabezas y miró al salón de la peluquería. Sophie no se había movido-. Todavía no sé si llamar a Nick y contarle lo de las notitas que me has estado poniendo.
Con el ceño fruncido, la chica se encogió de hombros y fue hacia ella-. No quiero que me cortes el pelo. No mucho.
– Te lo dejaré largo. Pero no parecerá una cuerda deshilachada-. Delaney usó un champú fresco y acondicionador, luego llevó a la chica a la silla del salón. Le peinó y cortó el pelo, y si todo ese glorioso pelo oscuro hubiera estado en otra cabeza que en la de la chica que le fruncía el ceño desde el espejo, habría estado en el cielo de los peluqueros-. A lo mejor no lo crees, pero tu Tío Nick no quiere lo que me dejó Henry en el testamento. Y ciertamente yo no quiero lo que le tocó a él.
– ¿Entonces por qué estás siempre colgándote de él, besándolo y bailando con él y haciendo que te lleve a casa cuando te pones mala? Sé lo del testamento, y te vi echándole el ojo. La abuelita lo ha visto también. Quieres que sea tu novio.
¿Le había mirado de esa manera? -Nick y yo somos amigos -dijo, mientras le cortaba las puntas abiertas. ¿Pero lo eran? No sabía realmente lo que sentía por él o lo que él sentía por ella y temía que él no sintiera absolutamente nada por ella o todo-. ¿No tenéis amigos las chicas?
– Unos cuantos, pero eso es diferente.
Ambas se quedaron en silencio y Delaney pensó en Nick y lo que ella sentía por él. Celos con toda seguridad. Pensar en él con otra mujer le provocaba un nudo en la boca del estómago. Nervios, preguntándose cuando le vería otra vez, y decepción al saber que probablemente era mejor que no lo hiciera.
Cortó el resto del pelo de Sophie y cortó en capas ligeramente las puntas para que se le curvara ligeramente en los hombros. Luego cogió un gran cepillo redondo y se lo secó. Delaney estaba confundida.
– ¿Por qué estás siendo tan amable?
– ¿Cómo sabes que lo soy? Aún no te has visto el pelo-. Le dio a Sophie un espejo de mano y la hizo girar para que se viera la parte de atrás.
El alivio inundó los ojos de la chica cuando vio que su pelo no era un desastre-. No tengo dinero para pagarte.
– No quiero tu dinero-. Delaney quitó la capa y bajó la silla-. Cuando alguien te pregunte donde te cortaste el pelo, les dices que en “The cutting Edge”, pero si vuelves a estar como estabas y conviertes tu bello pelo en algo desastroso y se vuelve a parecer a un infierno otra vez, le dices a todo el mundo que te lo arreglas en la peluquería de Helen-. Creyó ver una leve sonrisa pero no estaba demasiado segura-. Y no más notas, y aceptaré tu disculpa cuando realmente la sientas.
Con cara pétrea, Sophie estudió su imagen en el espejo. Sus ojos encontraron los de Delaney, luego se fue hacia la entrada y cogió su abrigo. Después abrió la puerta y salió. Delaney la observó caminar por la acera. Sophie esperó la mitad de la manzana siguiente antes de meter los dedos por el pelo y sacudir la cabeza. Delaney sonrió. Reconoció los signos de una clienta contenta.
Ella se apartó de la ventana y se preguntó qué pensaría la familia de Sophie.
A la mañana siguiente se enteró mientras ponía los adornos de navidad en la peluquería. Nick entró por la puerta principal llevando su chaqueta de cuero y las plateadas Oakley. Delaney estaba preparando café antes de la cita de las nueve y media. Tenía media hora antes de que Wannetta Van Damme llegase para su cita mensual para arreglar las ondas de su pelo.
– Sophie me dijo que le cortaste el pelo.
Delaney colocó un rollo de cinta adhesiva y una guirnalda verde encima del mostrador de delante del espejo. Su corazón latió con fuerza y se colocó una mano en el estómago-. Sí, lo hice.
Él cogió sus gafas de sol y deslizó su mirada desde su jersey negro de cuello alto, por la pequeña falda escocesa y sus botas de caña alta-. ¿Cuánto te debo?- preguntó mientras metía las Oakley en el bolsillo de la chaqueta y sacaba una chequera.
– Nada-. Él levantó la mirada hacia ella otra vez, y ella bajo la suya al centro de su pecho. No lo podía mirar a los ojos y pensar al mismo tiempo-. A veces arreglo como promoción-. Ella se giró hacia el espejo y colocó unos peines limpios. Oyó el ruido de sus pasos detrás de ella pero continuó haciendo su trabajo.
– También me dijo que fue la que dejó esas notas de intimidación.
Delaney miró hacia arriba, a su reflejo en el espejo mientras se movía hacia ella. Se abrió la cremallera de la cazadora, mostrando una camisa de franela azul dentro de sus Levi’s con un cinturón de cuero-. Me sorprende que te lo dijera.
– Después de que le cortaras el pelo, le dio un ataque de arrepentimiento y me lo contó todo anoche-. Él se detuvo directamente detrás de ella-. No creo que deba ser recompensada con un corte gratis.
– No lo vi como… un…-. Ella se trabó mirándolo a través del espejo y olvidó lo que había estado a punto de decir. Él era perjudicial para su salud mental. Estaba tan cerca, que si simplemente se recostaba un poco hacia atrás, podría apoyarse contra su ancho pecho.
– ¿No lo viste como qué?
El olor fresco del aire matutino llegó con él. Ella inspiró profundamente, aspirando el olor de Nick.
– ¿Delaney?
– ¿Hmm?- Luego ella se reclinó, sus hombros en su pecho, su trasero presionando su ingle. Estaba duro y lleno de deseo. Puso una mano sobre su estómago y la atrajo con fuerza contra él. Delaney miró sus largos dedos romos atravesando su abdomen. Su pulgar acarició la parte inferior de su pecho derecho.
– ¿A qué hora tienes la primera cita esta mañana?- preguntó cerca de su oído. Apartó el borde de su cuello alto y besó el lado de su garganta.
Sus ojos se cerraron, e inclinó la cabeza hacia un lado para darle mejor acceso. Él se preocupaba por ella. Lo hacía-. Dentro de unos veinte minutos.
– Con quince llegaría para lo que necesitamos los dos-. Sus dedos acariciaron su piel sensible a través del jersey.
Estaba enamorada de él. Podía sentirlo como una feroz corriente que tiraba de ella, pasando rápidamente hasta sus pies, y no había nada que pudiera hacer sobre eso excepto quizá salvarse de un pequeño dolor. Miró su rostro arrebatador y dijo, – no quiero ser sólo otra de tus mujeres, Nick. Quiero más.
Él subió su mirada a la de ella-. ¿Qué quieres?
– Mientras esté aquí, quiero ser la única mujer con quien estés. Sólo yo-. Hizo una pausa y aspiró profundamente-. Quiero que me hagas el amor sólo a mí. Quiero que te deshagas de las otras mujeres.
Su mano se detuvo y la estudió durante un largo instante-. ¿Quieres que me deshaga de todas las mujeres con quien supones que follo por una especie de compromiso de qué… seis meses?
– Sí.
– ¿Y yo qué gano?
Había temido que hiciera esa pregunta. Sólo había una respuesta que darle y era consciente de que podría no ser suficiente-. A mí.
– Por seis meses.
– Sí.
– ¿Por qué debería hacerlo?
– Porque quiero hacer el amor contigo, pero no quiero compartirte con nadie.
– Dices la palabra “querer” a diestro y siniestro-. Él enderezó y dejó caer su mano de su abdomen-. ¿Me amas?
Ella estaba totalmente asustada de hacerlo y de lo que aquello significaba-. No.
– Bien, porque no te amo-. Dio un paso hacia atrás y cerró la cremallera de su cazadora-. Sabes lo que dicen de mí, Fierecilla. No puedo ser fiel a una mujer, y tú no has dicho nada que me haga querer intentarlo-. Dio más pasos hacia atrás-. Si quieres sexo ardiente y sudoroso, sabes donde encontrarme. Si lo que deseas es alguien que mendigue las migas de tu mesa durante unos meses, búscate otra persona.
Ella no quería que él mendigara nada y realmente no sabía qué decirle, sólo veía que no era suficiente para él. Después de que se fuera, Delaney no quería nada más que encogerse en una pelota y llorar. Tal vez debería haber tomado esos quince minutos que le ofreció, pero era demasiado egoísta. No compartía. No a los hombres, y especialmente no a Nick. Lo quería todo para ella. Desafortunadamente, él no sentía lo mismo. Por el riesgo que había corrido para estar con ella, había estado segura de que le importaba. No había acertado.
Ahora ya no tenía que pensar que significaba amar a Nick. No tenía que considerar las repercusiones o hacer algo sobre ellas. Todo lo que tenía que hacer era pasar los seis meses siguientes.