Capítulo 12

La finca parecía un lugar más espléndido que tres semanas antes. Desde luego, era el lugar más bonito del planeta. Lo único que tenía que hacer Jackson era convencer a Hannah, firmar el contrato, y la granja sería suya.

¿Pero por qué iba a comprarla?

«Porque es el paraíso?», pensó. Pero no era una razón suficiente. ¿Podría utilizarla? «La utilizará. Puedo trabajar desde aquí. Con una línea de teléfono y un servicio de tele conferencias, podría pasar mucho tiempo aquí».

«Sí, con el señor y la señora Gray… y miles de ranas».

«Y quizá con Molly».

Ese era el quid de la cuestión. Tenía que ver si…

«Aislarme es lo que se me da mejor», se había repetido una y otra vez. ¿No había aprendido nada? Las niñeras, el colegio interno y unos padres distantes habían sido sus recursos para sobrevivir. Si él no se hubiera alejado de los sentimientos… El amor de sus padres había estado a punto de asfixiarlo. y él no había podido escapar.

Después, cometió un gran error y se enamoró de Diane. Era muy joven e ingenuo… y se permitió amar. O creía que la amaba.

Entonces, ella se quedó embarazada.

– Estupendo -había dicho él con sinceridad. Una familia… Por primera vez en su vida había pensado que tal cosa era posible, y los sentimientos que tenía hacia la criatura que aún no había nacido estuvieron a punto de abrumarlo.

Pero una semana antes de la boda recibió una nota en la que le decían que él no era el padre.

Di un nombre, y observa cómo reacciona Diane.

No debía haberlo hecho. Debería haber confiado en ella. Pero…

– ¿Has oído hablar de…?-le preguntó, y vio cómo la mujer que creía que amaba se convertía en un torbellino. ¿Cómo se atrevía a dudar de ella? ¿Cómo se atrevía a pensar que el bebé no era suyo?

Pero él no había dicho tal cosa. Solo había pronunciado un nombre.

Al día siguiente, ella se había marchado. Todo había sido una mentira, para robarle el dinero a un rico adolescente.

Y eso, junto a la relación fracasada de sus padres, había hecho que decidiera quedarse soltero para siempre. Cara era la única persona en quien confiaba.

La granja iba a ser el sitio donde ambos podrían vivir cuando la vida empezara a ser dura. Pero, al final, iba a comprar la granja sin ella, y eso lo hacía sentirse muy solo.

Era una tontería. Después de todo, él había diseñado su vida para ser feliz estando solo. Había tardado treinta y tres años en llegar a ese punto, y no pensaba arrepentirse.

«Pero si Molly estuviera aquí, esperando…»

Molly estaría con Michael.

Roger Francis había llamado a Jackson antes de que saliera de Nueva York para decirle que irían a la granja por separado. Roger iría en su propio coche, la señora Copeland iría con su chofer, y Molly, Sam y Michael, irían juntos.

¡Estupendo!

El había ayudado a que Molly se reconciliara con Michael, así que debería estar contento.

«Estoy contento», se obligó a admitir. Sam tendría un lugar seguro donde crecer. Una familia.

Pero con un hombre que había engañado a Molly…

¡No era asunto suyo! ¿Es que no había aprendido nada del pasado?

Miró por la ventana del helicóptero y vio que Doreen y Gregor lo esperaban sonrientes para recibirlo. Ellos eran su futuro. Nadie más. Suspiró, y puso una amplia sonrisa.

Era una buena compra. Y debía llevarla a cabo.

– Michael, la carretera que lleva a Bírranginbil sale hacia el norte. Deberías haber torcido en el cruce anterior.

– ¿Estamos yendo a Birranginbil?

– Por supuesto.

– Mira en la guantera, cariño. Tengo una sorpresa para ti.

– ¿Una sorpresa?

– Un anillo de compromiso. Y la licencia para casarnos.

Las cosas no iban a funcionar.

Hannah Copeland estaba esperando sentada en el salón y, al ver a Jackson, puso cara de decepción.

– Ha venido solo -comentó-. ¿Qué ha pasado con su prometida, jovencito?

– Creía que ya se lo había dicho -dijo él, y se acercó para darle la mano-.Cara no es mi prometida.

«Dónde está Molly?», pensó Jackson.

– Sí. Pero es alguien con quien tiene una relación.

– La tenía -dijo él.

– ¿Quiere decir que ya no la tiene?

– No.

– ¿Puedo preguntarle por qué no?

– Creo que eso es asunto mío.

– Entonces, no puedo venderle mi propiedad -dijo la señora Copeland poniéndose en pie-. El acuerdo era que me presentaría a su prometida.

– No tengo una prometida. Solo estoy yo -¿donde diablos estaba Molly? Jackson sonrió y decidió que lo mejor era ser sincero-. Hannah, Cara es mi hermanastra -le dijo-. Habíamos decidido compartir la granja, pero se ha enamorado de un francés. Así que me he quedado solo. Me encanta este sitio, y estoy preparado para cuidar de él como a usted le gustaría que lo cuidaran. Pero no puedo ofrecerle nada más. No puedo prometerle relaciones que no existen.

La anciana lo miró desconcertada, y Jackson pensó que podría decidir cualquier cosa.

Pero entonces, Francis Roger apareció por la puerta.

– ¿Qué ocurre? -Hannah no tenía tiempo para saludar al abogado, y estaba muy disgustada-. ¿Sabe algo de la señorita Farr?

– ¿Dónde está Molly? -preguntó Jackson con el ceño fruncido. Habían acordado que ella estaría allí antes que él. Cielos, si ni siquiera aparecía…

– Lo siento -dijo Roger Francis-. Es una inepta…, señor Baird, no sabe lo mucho que lo siento. No debí permitir que mirara esta propiedad.

– ¿Qué pasa?

– Su agente inmobiliario se ha ido de luna de miel… y se ha llevado el contrato y las escrituras con ella.

Hubo un tenso silencio. La señora Copeland miró a los dos hombres enojada, y Roger Francis miró hacia la ventana para evitar mirar a Jackson.

– ¿Qué ha pasado? -preguntó Jackson, y Roger habló de nuevo. Demasiado rápido.

– Me llamó desde el aeropuerto hace un par de horas. Intenté localizarla antes de que saliera de Sidney, pero su teléfono móvil estaba apagado. Así que se lo contaré ahora. La llamada era de la señorita Farr… Parecía demasiado contenta como para hablar. Al parecer, Michael apareció en su casa anoche con unos billetes para ir a Hayman Island. Molly, Sam y él. Y con la licencia de matrimonio. No estaba dispuesto a aceptar un no como respuesta y, como ella dijo, una oportunidad como esa no se puede desaprovechar. Así que se han ido. En el vuelo que salía a las nueve de Sidney.

«Casi nos cruzamos en tránsito», pensó Jackson, y se sintió muy mal.

¿Por qué? ¿Por la granja?

No. Sabía muy bien que la granja no tenía nada que ver.

– ¿Y qué pasa con los contratos? -preguntó Hannah, sin dejar de mirar a Jackson. No, estaba interesada en el contrato. Había un trasfondo en todo aquello que no era muy difícil de comprender.

– No tengo ni idea de lo que ha hecho con ellos. Su jefe tampoco lo sabe. Acabo de telefonearlo. Estaba jugando al golf y no tenía ni idea de lo sucedido. Se ha quedado tan sorprendido como yo. Parece ser, que ella lo ha dejado todo y se ha ido.

– Entonces, ya está -dijo Hannah-. No hay contrato. No hay prometida. No está la señorita Farr. Parece que no podré venderle la granja aunque quiera, señor Baird. Quizá cuando regresemos a Sidney podamos…

– No creo -dijo Jackson. Se pasó los dedos entre el cabello y cerró los ojos. Su voz era tan lúgubre como una noche de invierno-. Diablos.

– Lo siento -dijo Roger, y Jackson abrió los ojos y miró a su abogado.

– ¿Dices que hablaste con ella?

– Sí.

– ¿Y parecía contenta?

– Sí, señor. Muy contenta.

– ¡Maldita sea! Debería…

– Pero no lo hizo -dijo Hannah-. ¿Qué le parece un viaje rápido a Hayman Island?

– Nunca llegaría a tiempo. Y si ella ama a ese hombre…

– ¿Pero y si lo ama a usted? -sugirió la anciana.

– No lo sé -se quejó Jackson. Al fin y al cabo, estaba entrenado para recibir duros golpes. Para el dolor. Sabía muy bien cómo manejarlo. Retirarse era la única solución-. Siento haberla hecho perder el tiempo, señora Copeland -le dijo con voz formal. Una vez más, había sacado el escudo protector y no estaba dispuesto a que se lo quitaran-. Pero parece que la culpa no es del todo mía. Usted ha elegido un agente inmobiliario poco serio, para que la represente.

– Eso es evidente -dijo Roger Francis mirando a Jackson-. Si quiere un lugar hecho para usted, ese es Blue Mountain -dijo él-. Antes de conocer este sitio, le parecía un lugar muy atractivo. Solo está a una hora de Sidney. Ayer hablé con los propietarios y todavía está en venta.

– De eso estoy seguro.

– Estaré encantado de mostrárselo otra vez. Podemos ir ahora mismo en helicóptero. Puedo buscar a alguien para que recoja mi coche…

– Ya basta -Jackson dio un paso atrás-. Ya basta. Necesito tiempo para pensar.

– Tengo los documentos de Blue Mountain en mi maletín -dijo Roger-. ¿Quiere que le diga al piloto del helicóptero que desea marcharse?

– No. ¡Sí! -hizo una pausa. Se oía el ruido de un coche acercándose por el camino. Alguien conducía demasiado rápido y, por el sonido del motor, parecía un coche viejo.

Todos se volvieron para mirar por la ventana y vieron cómo un vehículo polvoriento se detenía haciendo derrapar las ruedas.

Al momento, salió Molly, seguida de Angela, Guy y Sam.

– ¿Llegamos demasiado tarde? ¿Ya se ha ido?

Molly irrumpió en la habitación cargada de documemos y, cuando vio a Jackson, se quedó paralizada.

El dio un paso hacia delante y ella dejó caer los papeles al suelo. En menos de un segundo, estaba entre los brazos de Jackson… como si nunca fueran a separarse.

Después de eso, empezó el caos. Angela, Guy y Sam entraron detrás de Molly. Sam agarraba la caja de las ranas como si su vida dependiera de ella, pero toda su atención estaba centrada en Molly que lloraba sobre el hombro de Jackson.

– ¿Qué diablos…? -fue todo lo que Jackson tuvo que decir.

– Nunca pensé que él lo haría -Molly lloraba y hablaba a la vez-. Pensaba que para él solo era un juego, así que decidí seguirselo para ver cuáles eran sus intenciones. No pensaba que fuera en serio. Y entonces, se comportó como un animal y trató de retenerme y yo tuve que pegarle…

– ¡Guau! -Jackson la había apartado de su cuerpo para verle la cara. Tenía un gran morado que se extendía desde debajo de uno de los ojos hasta la barbilla. Estaba despeinada, llorando y enfadada, pero aun así, encantadora-. Habla más despacio. ¿Qué ha pasado?

– Ha sido Michael -intervino Angela desde detrás. Después señaló a Roger Francis-. Y este… este canalla.

Todos lo miraron y él se puso pálido.

Pero Angela no aceptaba interrupciones.

– Llamó a Molly para decirle que Michael quería reconciliarse con ella. Molly no lo creyó, y se preguntó por qué Roger estaba tan interesado en ella. ¿Y Michael? De pronto, lo comprendió todo. Ambos tienen más o menos la misma edad y, ¿cuántas facultades de Derecho hay en este estado? Así que indagó y descubrió que Roger y Michael estudiaron juntos la carrera.

– Eso no significa nada -dijo Roger, mientras se digía hacia la puerta.

Molly se había recuperado lo bastante como para continuar.

– Entonces, apareció Michael, y estaba muy simpático -le temblaba la voz, pero al sentir los brazos de Jackson alrededor de ella recuperó las fuerzas-. Me imaginé lo peor, pero él trató de camelarme con grandes cenas y regalos para Sam.

– Nada mejor que la casita para las ranas -dijo Sam, y Molly sonrió.

– No. Y cuanto mejor nos trataba Michael, más sospechas tenía sobre él. Entonces, insistió en traerme aquí hoy.

– Y tiene un bonito coche, y como Molly no tiene coche y no quería pedirte que la trajeras en el helicóptero… Aunque a mí me parece una tontería -dijo Sam-. ¿A que nos habrías traído, señor Baird?

– Sí -dijo él, y abrazó a Molly con más fuerza. Ella lo miró como si no pudiera creer lo que estaba sucediendo.

«,Dónde está Cara», pensó desesperada. «Concéntrate en la historia. No en su cuerpo, ni en su mirada», se dijo. Seguía confusa, pero tenía que terminar de explicarlo todo.

– No tenía ni idea de lo que estaba sucediendo, pero hablé con Angela y decidimos que lo mejor era seguirle el juego. Así que hicimos una copia del contrato y…

– ¿Tenéis una copia del contrato? -preguntó Roger Francis con asombro.

– Por supuesto. No soy idiota. Así que Angela guardó las copias y las instrucciones de traerlas aquí si sucedía algo. Incluso Guy nos esperaba con su coche. Aunque… -esbozó una sonrisa-. No contábamos con que Guy cambiara su coche por unos billetes para la luna de miel y otro coche más viejo. Pero no importa. Entonces, apareció Michael.

– Y en lugar de traemos aquí, nos llevó al aeropuerto -dijo Sam-. Decía que quería llevamos de vacaciones a Hayman Island.

– Hizo todo lo posible para embaucarme -dijo Molly, y se volvió para mirar a Roger Francis-. Debéis pensar que soy estúpida.

– Algunas mujeres habrían aceptado -dijo Angela. Guy y ella se habían colocado en la puerta para no dejar escapatoria a Roger-. Michael es un hombre atractivo y te ofrecía unas vacaciones de ensueño. Y una boda…

– Como si fuera a creerlo.

– Pensaba que seguías enamorada de él.

– ¿Cómo iba a estar enamorada de él si…? -se le quebró la voz y Jackson la abrazó con más fuerza.

– ¿Y qué pasó? -preguntó Jackson con interés.

– Cuando se salió por el desvío de la autopista que lleva al aeropuerto le dije que se dejara de bromas. Y él me dijo que no fuera idiota. Dijo… -hizo una pausa y miró a Roger Francis-. Dijo que ganaríamos mucho dinero con la comisión de Blue Mountain. Me contó que Roger era uno de los propietarios, que iba a ganar una fortuna si la venta salía bien, y que nosotros nos llevaríamos un buen pellizco. Dijo que antes de que vieras este sitio, estuviste a punto de comprar la otra propiedad, y que si esta venta fallaba, y fallaría si yo conseguía que Hannah y tú os enfadarais…, todos nos reiríamos mucho.

– ¿Tú te reirías? ¿Casada con Michael en Hayman Island?

– No soy completamente boba -respiró hondo-. Él ni siquiera pensó eso bien. Me dio los billetes para que me hiciera ilusiones, pero ¡eran solo de ida! Ni siquiera pensó en que yo leería la letra pequeña. Tenía la intención de llevarnos a Sam y a mí a Hayman Island y abandonarnos allí.

– ¡Estás bromeando!

– Para entonces, ya estábamos en el aparcamiento del aeropuerto. Y yo le dije lo que podía hacer con los billetes. Cuando me dijo que no fuera estúpida, agarré a Sam y empezamos a caminar. Entonces, él tomó el contrato y lo rompió en mil pedazos. Y me golpeó -Jackson la miró para observar de nuevo el morado que tema en el rostro, y blasfemó-. Sí -dijo ella, pero no estaba disgustada por el morado. El tono de su voz era de satisfacción-. Pero al menos conseguí algo.

– ¿El qué?

– ¿No pensarás que dejé que me pegara y que se marchara sin más? ¿Tienes idea de la cantidad de seguridad que hay en los aeropuertos?

– Bueno…

– Me puse a gritar -continuó Molly-. Había mucha gente alrededor y yo gritaba muy fuerte. Empezó a sangrarme la nariz, y fue perfecto. No sabes lo que un poco de sangre puede hacer. Entonces, Sam le pegó un cabezazo y cuando Michael se disponía a darle una bofetada, aparecieron cuatro guardas de seguridad para reducirlo, y numerosos testigos. Además, todo había quedado grabado en una cámara de seguridad. Lo arrestaron -dijo con felicidad-. Ahora está en la cárcel. Seguro que sale en libertad bajo fianza, pero tengo montones de testigos, y la policía dice que si presento cargos contra él lo condenarán. Y tendrá que indemnizarme -se llevó la mano a la mejilla-. Por trauma emocional.

– No estás nada traumatizada -dijo Jackson, y ella se rió y lo abrazó.

– No. Estoy muy contenta de que Michael haya manchado su historial. Hay muchas cosas que un abogado no puede hacer cuando tiene antecedentes, y no puedo esperar a que los tenga -alzó la cara y miró a Roger-. Así que Guy y Angela nos trajeron hasta aquí a toda velocidad. Ha sido muy emocionante, ¿verdad, Sam? Y ahora… no sé qué vamos a hacer contigo, Roger, pero Guy cree que es ilegal intentar venderle a un cliente algo sin decir que uno es el dueño. Puede que te hayamos pillado a ti también.,

– Yo no… No he hecho… Las chicas…

– Sal de aquí -dijo Jackson enfadado. Miraba a Roger como si fuera basura-. ¡Ahora!

– Yo nunca…

– ¡Tú organizaste el plan para herir a Molly! -y ese era el quid de la cuestión. Todo lo demás, las mentiras, el engaño, hacían que estuviera enfadado, pero que hicieran daño a Molly, lo enfurecía. Miró el rostro de Molly una vez más y deseó matar a alguien-. Sal de aquí, Francis.

– Puedo darle una explicación. Ella se equivoca. Por favor…

– Me dijiste que Molly se había ido a Hayman Island. Y que habías hablado con ella. No hay ninguna otra explicación aparte de que estabas compinchado con Michael. Señora Copeland… -se volvió para mirar a Hannah-. ¿Estaría dispuesta a ser mi testigo?

– Por supuesto que sí -Hannah miraba a Francis como si fuera un insecto repugnante-. Estaré encantada. La horca es demasiado buena para alguien como él.

– Puede que no llegue a tanto, pero será igual de efectivo. Te veré en el juicio. Francis. Ahora, lárgate.

– Pero…

– ¡Ahora!

Cuando el abogado se marchó, todos quedaron en silencio durante unos minutos. Escucharon cómo arrancaba el coche y se alejaba por el camino. Molly se separó de Jackson, pero él la abrazó de nuevo.

– ¿Dónde crees que vas?

– Yo… um. ¿A ningún sitio?

– Así es. A ningún sitio -dijo Jackson. Miró a Angela y a Guy y continuó-. Gracias por traerlos hasta aquí.

– No ha sido nada -Guy contestó-. Solo el hecho de que mí coche ha reventado el radiador y que Angela y yo nos hemos perdido un estupendo día en la cama…

– ¡Guy! -exclamó Angela, pero Guy sonrió.

– Os regalaré un bonito coche el día de la boda -dijo Jackson.

– Guau. Quedará muy bien al lado de las ollas y de las tostadoras.

Pero Molly, se había quedado de piedra.

– Jackson Baird, ¿crees que puedes ir gastándote el dinero por ahí en un…?

– Eh, ¿de qué te quejas? -interrumpió Angela-. Deja que malgaste lo que quiera -sus ojos brillaban de felicidad-. ¿Qué tal si añadimos unos brillantes a la lista de la compra, ya que estás?

Molly se quedó sin aliento.

– Angie…

– No me lo digas. Estabas a punto de decirme ¡cállate! De acuerdo, sé cuándo me estoy metiendo donde no me llaman -Angela miró a Sam-. Sam, los Lionel llevan mucho rato metidos en esa caja.

– Ya -dijo el niño.

– Vamos a enseñarles su nueva casa -agarró a Guy de la mano y después a Sam. También, sonrió a Hannah-. ¿Qué le parece, señora Copeland? ¿Le apetece venir a ver cómo liberamos a las ranas y dejar a estos dos a solas?

– Me encantaría -dijo Hannah-. Si lo que está a punto de ocurrir, va a ocurrir, entonces, estoy a punto de vender mi granja. Y si vendo este lugar, entonces, tendré que dejar una buena población de ranas. Adelante, jovencito Sam.

– Hey, yo también quiero ver cómo las liberáis -dijo Molly.

– ¿Quieres ver a las ranas o quieres quedarte un rato más donde estás? -preguntó Angie-. Elige ahora. ¿Ranas o príncipe?

Y solo había una posible decisión.

– Príncipe, por favor -dijo Molly, y selló su destino allí mismo.

Por fin, se quedaron a solas. Juntos y abrazados. Tenían muchas cosas que decirse, pero no era el momento de hablar. Solo era el momento de sentir sus cuerpos unidos. Dos corazones latiendo como si fueran uno.

Era una unión sin palabras. Una sensación de paz y alegría tan grande, que Molly no sabía cómo aceptarlo.

Jackson la abrazaba como si nunca fuera a dejarla marchar. Le acariciaba la espalda mientras ella apoyaba el rostro dolorido en su hombro.

– ¿Dónde está Cara? -susurró Molly, pero ya no le importaba. Cara ya no le importaba. Lo que el amor verdadero unía, ningún hombre podría separarlo… y el amor verdadero, había unido a esa pareja.

– Cara y yo hemos decidido que vivir juntos en la granja sería una locura.

Ella se separó de él para verle la cara.

– ¿Por qué?

Jackson sonrió y a Molly le dio un vuelco el corazón.

– He sido un idiota.

– No te creo.

– Entonces, te equivocas. Molly… -le agarró las manos e intentó explicarle algo que él mismo acababa de empezar a comprender-. Molly, tuve una infancia muy mala. En el único lugar donde encontraba la paz fue en el colegio interno, O con las niñeras. Después, en la universidad y en el mundo de los negocios. Esas cosas seguían unas normas que yo podía comprender. Hacían que me sintiera seguro. Así que intenté organizar mi vida personal del mismo modo. Cara es mi hermanastra. Ella tuvo la misma vida que yo, con los mismos resultados de fracaso emocional. Así que cuando la vida se ponía difícil, solo nos teníamos el uno al otro.

– Cara es tu… ¿hermanastra? -Molly se quedó de piedra.

– Sí. Y hasta ahora, Cara y yo hemos vivido bajo las mismas reglas. Autoprotección a toda costa. Una vez intenté saltarme la regla y fue un desastre -acercó los labios al cabello de Molly y suspiró-. Pensé que amaba a una mujer. Ella me quería solo por mi dinero. Yo era joven e ingenuo, pero me hizo desconfiar de la vida. Solo que entonces, no te había conocido. Un hombre puede ser estúpido…

Ella no podía creer lo que estaba oyendo. «Por favor…»

Era una pequeña súplica que le salía desde lo más profundo del corazón, pero al sentir que Jackson la atraía hacia su cuerpo para que oyera el latido de su corazón, obtuvo la respuesta.

– ¿Y ahora?

Un martín pescador cantaba en el exterior, y su trino, parecido a una risa, parecía una burla de los amantes. Pero a ellos no les importó. «Podría ser un ruiseñor», pensó Molly, y sintió ganas de pellizcarse por si estaba soñando.

– Ahora, Cara ha conocido a Raoul. Y…

– ¿Y?

– Y yo he conocido a Molly. Mi Molly. Mi amor. Mi maravillosa, valiente, fiel, y cariñosa Molly, y me doy cuenta de que no sabía de qué estaba huyendo. Creía que huía del amor, pero hasta que te conocí, no sabía lo que era. Hemos pasado tres semanas separados y te he echado de menos en cada momento. Te deseo, Molly. Quiero que seas mi esposa. Ahora y para siempre. ¿Te casarás conmigo?

¿Se casaría con él? ¡Sí y sí! Pero había una cosa que quería decirle, aunque su futuro, y su felicidad, dependieran de ella.

– Jackson, vaya a donde vaya, tengo que llevar a Sam. Yo… él forma parte de mi vida. Y yo tengo que…

Pero parecía que Sam no era un problema.

– Por supuesto que sí. ¿Cómo iba a ser de otra manera? Es un chico estupendo, y yo tengo muchos planes…

– ¿Planes?

– Nos mudaremos aquí -le puso un dedo sobre los labios para que no hablara-. Querías que las cosas no cambiaran para Sam, así que te mudaste a la ciudad. Pero las cosas han cambiado, te guste o no. Yo sé que él podría ser feliz aquí. El colegio de la zona es más pequeño que al que va ahora, y estará más contento. Aquí podrá criar ranas. Tendrá su propio cachorro y nos ayudará a criar el ganado, comerá las paviovas de la señora Gray y dejará de parecer un niño sin…

– Ya basta -Molly estaba llorando y riéndose a la vez-. Haces que parezca maravilloso. Me entran ganas de aceptar solo por Sam.

– ¿Crees que te haría chantaje?

– No -lo miró a los ojos y cambió de opinión-. ¡Sí! Si quieres conseguir algo, harías todo lo que hiciera falta para conseguirlo.

– Solo te quiero a ti.

Ella lo sujetó. Con las manos entrelazadas, formaron un circulo perfecto, de confianza y felicidad.

– ¿De veras, Jackson?

– De veras -se inclinó y la besó en la boca con delicadeza. Era un beso lleno de promesas. Un beso lleno de felicidad.

– Y lo tengo todo arreglado.

– Has estado muy ocupado.

– Tres semanas es mucho tiempo. Un hombre puede pensar mucho en todo ese tiempo.

– ¿Y qué has decidido? -estaban derritiéndose con la mirada.

– He pensado… he pensado que no tengo que viajar tanto. Puedo hacer casi todo el trabajo desde aquí. Seremos auténticos granjeros. Pero, si tú quieres, puedes montar una agencia inmobiliaria para vender granjas. Solo las mejores…

– Por supuesto, solo las mejores -dijo ella, riéndose.

– Y en nuestro tiempo libre, podemos ser granjeros.

– ¿Sí?

– Sí -la acariciaba con la mirada, y Molly notó que reflejaba cierto nerviosismo que adoraba. Él era su príncipe maravilloso que podía gobernar el mundo. Pero cuando se trataba del amor que sentía por Molly, ella podía hacer lo que quisiera.

Lo amaba tanto que apenas podía hablar Y tampoco era necesario que lo hiciera.

Le sujetó el rostro, y lo besó de manera apasionada. Hasta que ambos quedaron sin aliento, pero llenos de amor y felicidad.

Cuando al fin se separaron, solo durante un instante, Molly susurró:

– Deberíamos ir a ver cómo liberan a las ranas.

– Tú ya has liberado la tuya -dijo Jackson, y la estrechó entre sus brazos para besarla de nuevo-. El será tu amante para siempre… y podrás besarlo siempre que quieras, porque nunca volverá a convertirse en rana.

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