Jake presentía, a pesar de sus afirmaciones en contra, que Brianne tenía un espíritu aventurero. Se lo demostraba continuamente. El hecho de que hubiera ido a comprar ropa interior a Victoria’s Secret, aquel beso… Y menudo beso… La lengua de Brianne se deslizaba sobre sus labios, para luego retirarse, turbarlo, atormentarlo un poco más… Jake sentía el cuerpo a punto y en tensión, como lo había estado desde el primer día en que había puesto los ojos en ella.
Incapaz de esperar otro segundo, la tomó de la mano y la condujo hasta el gimnasio. Entonces, cerró la puerta y dejó a Norton al otro lado.
El gimnasio era el único lugar de aquel mausoleo en el que Jake se sentía cómodo, el único lugar en el que podía ser él mismo. Aparentemente, ella sentía lo mismo. Por algún motivo, el lugar elegido parecía ser muy importante para Jake.
Era evidente que Brianne era de la misma opinión, si la brillante expresión de sus ojos daba una indicación de lo que sentía. Le rodeó el cuello con los brazos y le regaló un beso más profundo, más demoledor que el anterior, lleno de pasión y de deseo… El mismo deseo que él sentía creciendo en su interior.
Jake movió las caderas lenta, deliberadamente, para que ella notara su potente erección. Brianne gimió de placer y se arqueó contra él, buscando más alivio del que él le podría proporcionar a través de la barrera de la ropa.
Jake no quería que hubiera nada entre ellos más que la piel desnuda. Las prendas que ella llevaba puestas eran muy ceñidas, lo que dificultaba que se pudieran deslizar suavemente para que él tuviera pleno acceso al cuerpo de la joven. Cuando por fin consiguió quitarle la parte superior, lo que vio le pareció increíble, gracias a todos los espejos que los rodeaban y al reflejo de la luz.
– ¿Te gusta?
– Nena, ¿cómo no me va a gustar? -preguntó él, recorriendo el suave borde de encaje malva con un dedo.
Entonces, inclinó la cabeza y reemplazó el dedo por la lengua. Brianne respondió con un gemido de satisfacción mientras él iba dejando un rastro húmedo sobre su acalorada piel. La potente reacción de Brianne lo afectó a Jake también. ¿Había tenido aquellas mismas sensaciones antes? ¿Había buscado alguna vez más el placer de la mujer con la que estaba que el suyo propio?
Jake conocía muy bien la respuesta a ambas preguntas y lo asustaba. Sabía que tenía que enfrentarse a ello en algún momento, pero, por el momento, el deseo primaba sobre todo pensamiento o emoción.
Le colocó la mano debajo del seno y, con la yema del pulgar, excitó la carne que había bajo el encaje. Como respuesta, el pezón de Brianne se irguió como una firme columna que estuviera floreciendo entre los adornos del encaje. Cuando se lo metió en la boca y lo mordisqueó suavemente, el pezón se endureció aún más. Jake sintió que estaba a punto de perder el freno que ejercía sobre su autocontrol.
Aparentemente, Brianne estaba sintiendo lo mismo porque le había colocado las manos sobre la bragueta de los vaqueros. Entonces, levantó la cabeza y la miró. No quería que ella sintiera que debía ir más rápido para complacerlo a él.
– Te prometí que iríamos muy lento…
– Eso fue antes de que llegáramos a este punto.
– Tampoco dije que la celeridad no fuera buena…
Sabía que su cuerpo le estaba pidiendo que acelerara el ritmo, pero antes necesitaba decirle algunas cosas, no sólo lo mucho que la deseaba, sino también los detalles más pequeños. Así quería que Brianne supiera que ella no era una mujer con la que sólo pensaba acostarse y olvidar. Jake tenía que reconocer que ella tenía un lugar muy especial en su vida y en su corazón y que acostarse con ella era la respuesta a todos los sueños que ella poseía.
– ¿Sabes que me encantaba mirarte mientras trabajabas en el café? No llevabas maquillaje, pero con tu hermosa sonrisa era más que suficiente. Podría haberme estado allí toda la noche, mirándote… -susurró, acariciándole suavemente la mejilla-. Estás muy hermosa con maquillaje, pero tú eres una de esas mujeres especiales que no lo necesitan para causar impresión en los hombres.
– Tú también eres una persona muy sorprendente, Jake. Trabajar como camarera no era exactamente algo que yo disfrutara haciendo después de pasarme todo el día trabajando, pero cuando tú estabas allí… bueno, de repente, no podía esperar a empezar mi turno.
– Me alegro de saber que el sentimiento era mutuo, cielo.
– Creo que en este momento hay muchos sentimientos mutuos fluyendo entre nosotros…
– Sé exactamente a lo que te refieres -susurró él, acercándose más a ella.
El deseo por desnudarla por completo fue tan rápido y furioso como la necesidad que ella le inspiraba. Brianne se quitó los ceñidos leggings y reveló un par de braguitas de encaje, a juego con el sujetador. Al recordar cómo había saboreado la tela de encaje que rodeaba el pezón, sintió la necesidad de hacer lo mismo con las braguitas de encaje y con la feminidad que palpitaba bajo ellas. Antes de que ella pudiera quitarle la camisa, Jake se puso de rodillas.
– Tal vez quieras agarrarte a alguna parte ahora…
– Eres muy malo -murmuró Brianne, aunque el excitado brillo que se reflejaba en sus ojos le decía que ella deseaba todo lo que Jake quisiera darle y mucho más.
Esperó hasta que Brianne se agarrara a la barra de ejercicios que recorría la pared de espejos y entonces empezó a acariciarle la suave tela de las braguitas con la lengua. El sabor era tan delicioso, su esencia femenina tan erótica, que Jake estuvo a punto de alcanzar el orgasmo sin penetrarla… casi sin tocarla, lo que indicaba el increíble poder que Brianne ejercía sobre él.
Primero fue siguiendo la frontera que le marcaban las braguitas sin ir más allá, torturándola con sus delicadas caricias. Sin embargo, cuando las piernas de ella empezaron a temblar y se apoyó sobre el cristal para buscar soporte, Jake se hizo más osado y, lentamente, fue bajándole el delicado encaje hasta los muslos para así poder saborear aquella deliciosa ambrosía.
Los gemidos de placer eran todo lo que Jake necesitó para introducir la lengua en el centro de su feminidad y tratar de tomar todo lo que ella le fuera a ofrecer y darle también todo lo que tenía.
Entonces, Brianne abrió los ojos un momento. Al mirar a Jake, vio su oscuro cabello contra su blanca piel, las fuertes manos de él sobre sus muslos y la boca haciéndole cosas milagrosas a su cuerpo. Hacía tanto tiempo… No se había dado cuenta de lo sola que había estado hasta que Jake la poseyó. Sus manos, sus caricias, su boca le estaban dando sensaciones que no había experimentado antes.
Sin previo aviso, los delicados lametazos se vieron reemplazados por movimientos más firmes, que la hicieron sentirse cálida y querida, aunque excitada más allá de lo que podía controlar. Cada movimiento la llevaba más alto, más cerca de la cima del placer. Se aferró a la barra de ejercicios, tratando desesperadamente de controlar las oleadas de placer que sacudían su cuerpo, pero ya no había modo de controlar lo inevitable…
La pasión la envolvió. Giró la cabeza con un brusco movimiento y, al mismo tiempo, lanzó un gemido de placer. En aquel momento, se vio en el espejo. Contempló a Jake de rodillas, separándole los muslos, con la cabeza entre ellos, adorando su cuerpo de un modo en el que ningún hombre lo había hecho jamás. Aquella visión fue lo único que necesitó para alcanzar el clímax.
Cerró los ojos y se dejó llevar por las sensaciones, por la necesidad que él había creado. En cuanto la primera oleada de placer sacudió su cuerpo, sintió que él deslizaba dentro de ella un dedo mientras con el pulgar presionaba exactamente en el lugar adecuado, lo que incrementó la magia del momento y prolongó el explosivo orgasmo que Jake le había regalado.
Brianne tardó unos segundos en reaccionar. Cuando lo hizo, se encontró a Jake a su lado, mirándola a los ojos.
– Nunca… Nunca nadie…
– Entonces, me alegro de haberlo hecho yo.
Brianne contempló su rostro y notó cierta tensión en la mandíbula y una expresión en los ojos que le recordó que ella se había visto satisfecha, pero que no ocurría lo mismo con él.
Lo más extraño de todo fue que Brianne seguía sintiéndose excitada, a pesar del placer que él le había dado. Sentía un vacío en su interior que sólo él podía llenar. Lentamente, lo ayudó a despojarse de la camisa. Entonces, extendió las manos sobre el amplio torso de Jake, admirando, gozando al sentir una carne tan masculina. Su osadía llegó hasta el hecho de desabrocharle los pantalones y bajárselos, junto con los calzoncillos. Jake se los sacó de las piernas con una rápida patada. Por fin estaba completamente desnudo delante de ella.
Al ver la erección que él mostraba, Brianne contuvo el aliento.
– Por favor, dime que se debe a que te gusta lo que ves -susurró Jake, que no ansiaba nada más que poder hundirse profundamente en ella.
– ¿Por qué no lo descubres tú mismo? -replicó ella, extendiendo los brazos.
Jake no necesitó más invitación. La agarró por la cintura y la colocó sobre el suelo en cuestión de segundos. Su cuerpo era hermoso y cálido y lo atraía de un modo que Jake sólo había vivido en sueños. Tanto había soñado en ser parte de ella, que tenía unos preservativos en el bolsillo del vaquero. Rápidamente, se tumbó de lado para ocuparse de la anticoncepción y luego volvió a tumbarse encima de Brianne.
– ¿Qué te parece? -ronroneó ella-. ¿Crees que me gusta o no?
Aquellas palabras terminaron con la compostura de Jake. Deslizó la mano entre las piernas de Brianne y la encontró tan lista para recibirlo como él siempre había soñado.
– Creo que sí.
– Tienes razón -susurró Brianne, separando las piernas para que él tuviera pleno acceso a su cuerpo.
Jake tragó saliva y se preguntó qué sería lo que había hecho para merecer aquel regalo tan increíble. Entonces, apartó de su mente el hecho de que nada de aquello fuera a ser duradero. En aquellos momentos, no podía pensar más allá. Sentía el cuerpo tenso, casi a punto de estallar cuando se acopló encima de ella.
– Dobla un poco las rodillas, cielo.
Brianne hizo lo que él le había pedido. Jake le tocó el centro de su feminidad con la punta del pene y escuchó cómo ella gemía de placer, lo que mostraba exactamente cómo él la afectaba. No era de extrañar que él comprendiera cómo, dado que ella le hacía lo mismo a él.
– Jake, por favor…
– ¿Por favor qué?
Necesitaba que Brianne le dijera lo que deseaba, necesitaba saber que le estaba dando todo lo que ella esperaba… Tenía los ojos brillantes y las mejillas sonrosadas por el rubor.
– Por favor, entra en mí…
Mientras hablaba, movió repentinamente la pelvis e hizo que él la penetrara un poco, mostrándole así el paraíso que lo esperaba en el interior del cuerpo de Brianne. Sin poder esperar, Jake se deslizó dentro de ella, empujando con fuerza, moviéndose hacia su interior mientras observaba las emociones que se reflejaban en su hermoso rostro…
– ¿Querías que entrara así? -le preguntó Jake.
Por la lesión en el hombro, no podía tumbarse plenamente sobre ella, no podía sentir cómo el cuerpo de Brianne se abría bajo él mientras la penetraba.
– No, así…-musitó ella.
Entonces, le envolvió sus largas piernas alrededor del cuerpo y levantó más las caderas, hundiendo más profundamente a Jake dentro de ella, tan profundamente que él prácticamente estaba arrodillado entre sus piernas. Aquel contacto tan profundo hizo que Brianne gimiera levemente.
– ¿Te encuentras bien?
– Estupendamente… Ha pasado tanto tiempo y nunca fue así…
Aquél sólo fue el principio de su viaje. Brianne hizo girar las caderas debajo de él. Cuando la cima de su feminidad entró en contacto con el abdomen de Jake, dejó escapar un grito, en parte gemido y en parte suspiro. Al oír cómo expresaba su satisfacción de un modo tan desinhibido, Jake perdió el poco control que le quedaba.
– Tenemos que cambiar de posición antes de que te destroces el hombro.
– Creo que no habrá ningún problema -respondió él, emocionado de que ella estuviera pensando en su comodidad. Siempre, desde el primer momento en que la vio, había estado seguro de que Brianne era una mujer especial, pero ella acababa de confirmarlo.
Sin separarse, trataron de cambiar de postura, lo que no les resultó fácil. Por fin, consiguieron que ella se colocara encima.
– Brianne…-susurró él.
Ya había pasado el momento de los juegos. Jake estaba preso bajo su cuerpo, pero, a pesar de todo, empezó a moverse, hundiendo en ella su potente erección en sincronía con los movimientos de ella. La fricción que crearon fue exquisita. El cuerpo de Brianne era más tenso de lo que habría imaginado nunca, pero ella lo albergaba en su interior por medio de una cálida succión.
Con cada sucesiva rotación de caderas, ella fue acogiéndolo más y más, envolviéndolo en su aterciopelado calor. La excitación fue creciendo por momentos. Brianne se ondulaba con él, empujando también, animándolo con sus movimientos. Jake fue creciendo dentro de ella hasta que estuvo muy cerca del clímax.
Entonces, sintió que ella se tensaba y la oyó gritar su nombre. La respiración se fue agitando cada vez más y Brianne empezó a alcanzar el orgasmo. En ese momento, Jake se dejó llevar por sus sensaciones y se dispuso a alcanzar el placer. Se hundió en ella una vez más, tan dura, tan profunda y tan rápidamente como pudo. El mundo explotó a su alrededor en el clímax más potente que había experimentado nunca y que lo agitó por dentro de un modo que pareció interminable.
La realidad fue volviendo lentamente y, con ella, Jake se dio cuenta de lo diferente que había sido aquella experiencia. De lo diferente que era Brianne.
Ella se derrumbó sobre él en silencio, con la respiración tan laboriosa como la de Jake. Las sensaciones habían sido únicas, tanto que Jake se preguntó si no habría menospreciado aquella relación. No quería que ella olvidara el momento que acababan de compartir, igual que él, nunca, nunca la olvidaría.
– Es mejor que nos movamos -sugirió, mientras giraba un poco las caderas y dejaba que ella se levantara y se tumbara a su lado-. Me ha gustado mucho contigo encima -añadió, cuando ella se acurrucó sobre el suelo, a su lado-. Y yo que pensaba que pondrías muchas objeciones…
– ¿A sentirte dentro de mí? Claro que no -respondió Brianne, con una franqueza que la sorprendió a sí misma.
– No, me refería a la falta de mobiliario, a la falta de… todo -susurró él, asombrado de lo mucho que lo preocupaba lo que ella sentía.
– Aquí no falta de nada. Cuando tú estás, no falta nada. En una noche me has dado tanto…
– ¿Qué te he dado?
– Bueno, está lo evidente -suspiró ella-, pero hay algo más. ¿Te había dicho antes que nunca había tenido una cita de verdad?
– No. Pensé que habías tenido otras relaciones.
– Es cierto. Un par de ellas para aliviar la soledad cuando era demasiado insoportable. Sin embargo, siempre era algo que yo encajaba en mi horario, algo que era precipitado y que nunca conseguía que me sintiera mejor que antes, pero esta noche tú me has dado una cita de verdad, planeada.
– A tomar un helado. No es gran cosa.
Sin embargo, Jake sabía que se estaba mintiendo a si mismo. Había pensado mucho en el lugar al que quena llevar a Brianne, preocupándose por que fuera algo que ella no olvidara fácilmente.
– Eso no es cierto. Y creo que tú lo sabes.
Así era. Jake no estaba pensando sólo en su cita. Había estado casado y enamorado antes, y había tenido varias relaciones esporádicas desde entonces, pero todo eso palidecía en comparación con lo que acababa de experimentar con Brianne. Jake era policía y no formaba parte de su naturaleza mentirse a sí mismo, ni profesional ni personalmente. Sabía que lo que habían compartido aquella noche no había sido sexo. Había hecho el amor con Brianne.
Jake la abrazó por la cintura, tratando de no escuchar cómo el corazón le latía rápida y furiosamente mientras trataba de comprender las implicaciones de lo mucho que sentía por una mujer que no era la adecuada para él por tantas y tantas razones.
En primer lugar, Brianne tenía la intención de mudarse al final del verano. No podía culparla por querer estar cerca de su hermano. Además, no tenía deseos de interponerse admitiendo los sentimientos crecientes que estaba experimentando o preguntándole por lo que ella sentía.
A pesar de que ella clamaba que entendía perfectamente el valor real del dinero, Jake seguía temiendo que no podría proporcionarle todo lo que necesitaba o lo que pudiera desear.
Además, aunque pudiera borrar las cicatrices que le había dejado su matrimonio, Brianne nunca podría aceptar lo que él hacía para ganarse la vida. Tarde o temprano, lo dejaría del mismo modo que lo había hecho su esposa. Aunque no estaba seguro de que fuera a continuar ejerciendo como policía, su vida siempre estaría unida al cumplimiento de la ley de un modo u otro. Y aquél era el arriesgado comportamiento que Brianne no podría entender.
Ella era su fantasía. Por sugerencia de Jake, había accedido a tener una breve relación, una aventura de verano. Sin embargo, cuando él pensaba que podía perderla, el dolor era insoportable.
– Hay algo más que me has dado -susurró Brianne.
– ¿De qué se trata?
– Te pedí que me trajeras a casa y me hicieras olvidar todos mis ridículos temores. Realmente sabes cómo satisfacer las peticiones de una mujer…
Jake había planeado hacerla olvidar, pero no pensaba hacer lo mismo con su propia persona. Aun así, era eso lo que había ocurrido. Al hacerle el amor a la mujer de sus fantasías, los sentimientos habían sido tan potentes que casi se había olvidado de todo lo que era tan importante para su vida. Un error que, si volvía a repetirse, podría costarle muy caro. Incluso a Brianne.
Louis la conocía, aunque Jake no podía estar seguro de hasta qué punto. Debido a la relación que Brianne mantenía con él, se había convertido en objeto del interés de Ramírez.
Era demasiado tarde para que Jake pudiera protegerla fingiendo que Brianne no significaba nada para él con la esperanza de que Ramírez perdiera el interés. De hecho, era demasiado tarde para sacar a Brianne de su vida, no sólo porque Jake quisiera disfrutar al máximo del limitado tiempo que podían compartir, sino también porque necesitaba estar con ella para poder protegerla. Tenerla vigilada no era suficiente. Jake necesitaba estar implicado en su vida.
Además, no podía sincerarse con ella. Dado que conocía su doloroso pasado, no podía contarle que, debido a su trabajo, un peligroso delincuente la estaba vigilando y que probablemente planeaba lo peor para ella.
La vida resultaba muy irónica. Como Jake había anticipado, su vida personal y profesional se habían complicado mucho al mismo tiempo. Sin embargo, nunca había planeado que se cruzaran de un modo tan irrevocable.
Un patético lloriqueo despertó a Brianne. Al abrir los ojos, comprobó que los brillantes rayos del sol iluminaban su habitación. Estaba tumbada en su cama, con Jake a su lado. Habían hecho el amor, y la experiencia la había cambiado para siempre. Jake se había convertido en parte suya y, fuera donde fuera, se lo llevaría con ella. Si no estaba a su lado, por lo menos lo llevaría dentro del corazón.
Recordó la noche anterior claramente y cómo habían ido al dormitorio de Brianne.
– Es mejor tu dormitorio que el de mi hermana, que parece sacado de un palacio.
Ella conocía muy bien lo incómodo que Jake se sentía en el lujoso y enorme apartamento. Le alegraba saber que su gusto era mucho más mundano, como el suyo. En silencio, se reprendió por alegrarse de lo que tenían en común cuando sus diferencias eran insuperables.
El lloriqueo resonó una vez más. Brianne comprendió que Norton estaba en el pasillo y que probablemente necesitaba salir a pasear. Al mirar el despertador, se sentó inmediatamente en la cama. Norton no era el único que tenía prisa.
– Llego tarde -susurró. Sin embargo, cuando trató de incorporarse, Jake se lo impidió, volviendo a tomarla en sus brazos.
– ¿Dónde vas tan corriendo?
– Norton tiene que salir.
– Ya le saqué yo hace una hora. Está bien, es sólo que siente celos.
– A pesar de todo, tengo que marcharme a trabajar.
– No vayas -sugirió él, acariciándole suavemente el cuello-. Yo te daré motivos -añadió. Entonces, bajó la mano y empezó a acariciarle el centro de su feminidad. Brianne sintió una cálida humedad entre las piernas, mientras el deseo iba despertándose poco a poco-. Quédate conmigo…
– Nunca antes he llamado para decir que no iba a trabajar a no ser que me estuviera muriendo -insistió ella, a pesar de que deseaba hacer lo que él le pedía.
– Siempre hay una primera vez. Hazlo ahora. Date un merecido capricho…-susurró, introduciendo el dedo un poco más y torturándola con el placer que tan bien era capaz de proporcionarle.
– La gente cuenta conmigo…
– Bueno, a ver qué te parece esto. ¿Por qué no llamas y dices que vas a llegar tarde? -le dijo, colocándose con un rápido movimiento encima de ella-. Yo haré que merezca la pena…
Brianne no pudo resistirse a la chispa que vio en sus ojos. Minutos después, realizó la llamada de teléfono y dejó a un lado el trabajo. Mientras colgaba el teléfono que tenía en la mesilla, recordó la caja de preservativos que Kellie le había dado.
Algo avergonzada pero decidida, abrió el cajón y sacó uno. Entonces, se volvió a Jake y, amparada en lo que ya habían compartido antes, se colocó encima de él. Su feminidad quedaba justamente encima de la erección de Jake, por lo que ella se deslizó sobre ella, anticipándole lo que iban a compartir. Él estaba duro y caliente y su miembro palpitaba de deseo. Por ella.
– Me gusta tanto esta postura…
– Puedo hacer que te guste más todavía -le prometió ella, mostrándole el preservativo. Jake se lo arrebató rápidamente de la mano.
– «Lubricación extra y más sensibilidad» -dijo Jake, leyendo lo que ponía en el paquete, con los ojos llenos de deseo.
– ¿Quieres que los probemos? Hay una caja entera.
– Nena, sabes que te entiendo perfectamente.
Brianne así lo esperaba, ya que todo su cuerpo estaba lleno de deseo. Como si le hubiera leído los pensamientos, Jake levantó los brazos y se llenó las manos con los senos de ella. Aquel gesto alivió una pequeña parte de la necesidad que ella le inspiraba. Él le frotó suavemente los pezones, incrementando la fricción y la necesidad que ella tenía de gozar. En respuesta, Brianne empezó a girar las caderas sobre la caliente piel de Jake.
Con una inclinación de la cabeza, él señaló el preservativo, que había dejado caer sobre la cama.
– Pónmelo.
A pesar de que le temblaban las manos, Brianne rasgó el paquete y se retiró un poco para poder deslizar el preservativo sobre el pene eréctil de Jake. Con una mano se lo sujetaba, mientras con la otra se lo iba colocando muy suavemente…
– Se te da muy bien…
Brianne lo miró a los ojos. Todavía lo tenía entre sus manos y sabía a ciencia cierta que no se estaba imaginando las emociones que estaban reflejándose en el rostro de Jake. Sintió que se le hacía un nudo en la garganta.
En su limitada experiencia, el acto de colocar un preservativo nunca había formado parte del acto sexual, pero, con Jake, era parte natural del juego amoroso. Brianne pensó que así era como ocurría entre personas que se querían mutuamente… Rápidamente, se apartó aquel pensamiento de la cabeza. Era imposible. Era demasiado pronto. Casi no se conocían y, sin embargo, habían conectado desde la primera vez que se vieron…
Jake le colocó las manos en las caderas y la levantó. Centímetro a centímetro, se hundió en ella y llenó el espacio que los separaba, convirtiéndose en una sola carne.
Entonces, empezó a moverse, entrando más en ella. Brianne contuvo el aliento, sintiendo que los movimientos de Jake la acercaban cada vez más al clímax. Su pelvis cabalgaba encima de la de él, rítmicamente, presionando en el momento justo sobre el lugar adecuado. Cada rotación le hacía gozar más y más, hasta que todo explotó en un maremágnum de luz y sensaciones.
Jake acababa de llenar su cuerpo y, sin duda, Brianne sabía que había llenado su mundo.
Jake se incorporó en la cama, físicamente saciado pero mentalmente muy alerta. La ducha estaba abierta en el cuarto de baño, pero por mucho que le apeteciera unirse a Brianne bajo el agua, sabía que no podía hacerlo. Se había procurado algo de tiempo convenciéndola para que no fuera a trabajar hasta más tarde, lo suficiente como para que él pudiera ponerse en contacto con el investigador privado David Mills, un ex policía, que era la única persona en la que Jake podía confiar para que cuidara de Brianne cuando él mismo no podía hacerlo.
Había tratado de ponerse en contacto con Mills una vez durante la noche, pero la esposa y compañera de trabajo de David le había dicho que estaba descansando tras una prolongada investigación. Sin embargo, ella misma había accedido a ocuparse del caso que su marido tenía entre manos para que él pudiera vigilar a Brianne. A Jake no le importaba deber a los Mills un favor. Los riesgos eran muy grandes y la razón merecía la pena. Mientras él trataba de atar cabos, necesitaba que alguien protegiera a Brianne. Por eso, había tenido que mantenerla ocupada hasta que pudo organizar su seguridad, algo que no le costó nada de trabajo.
Si había tenido alguna duda al respecto de sus sentimientos crecientes hacia ella, ésta se había disipado en el momento en el que ella le había puesto el preservativo. Había sentido que el corazón se le llenaba de un modo que no había experimentado nunca. Cuando había hecho que él la penetrara, Jake había perdido una parte de sí mismo, probablemente para siempre.
Sacudió la cabeza y maldijo en voz alta.
– Tienes que centrarte -musitó, frustrado consigo mismo.
El tatuaje y el tan esperado informe del forense podrían darle una sólida prueba contra Ramírez. Lo único que tenía que hacer era jugar bien sus cartas y meterlo entre rejas. Se alegraba de que David fuera a vigilar a Brianne durante el día. Jake se ocuparía de las noches…
Sin embargo, ¿quién se ocuparía de él cuando Brianne se marchara para siempre?