CAPÍTULO 7

Aidan estaba en el centro de un cegador vendaval. El viento se estrellaba contra él, aullando en sus orejas. A su alrededor todo era oscuridad tan amarga que impregnaba cada parte de él. No sabía a dónde ir. Cada movimiento estaba acompañado por vientos tan brutales que todo lo que hacían era sofocarle. No se atrevió a dar un paso por miedo a que empeorara.

El pánico se asentó mientras luchaba por mantenerse firme y en pie. No se había sentido así desde el día en que su hermano se había vuelto en su contra y le quitara a todas las personas en las que había confiado y lo dejaron solo. La furia le nubló la vista, pero no le sirvió de nada. La cólera no era nada en comparación con el sentimiento de pérdida que abrumaba todo su ser.

Y todavía el viendo le azotaba.

Sálveme… Por favor… La llamada dentro de su cansado corazón era débil, como la de un niño pequeño, y odiaba esa parte de sí mismo que se sentía tan perdida y abandonada.

Sálvate.

La rabia intentaba salir de nuevo a la superficie. Eso era lo que él conocía. Era quien y que era. Pero ya estaba cansado de estar solo. Cansado de pelear por su propia cuenta.

¿Cómo podía continuar solo?

– ¿Aidan?

Su corazón se encogió ante la suave llamada de la voz de Leta que se filtraba en él de alguna forma haciéndole regresar de la locura. Entonces lo sintió… ese tierno toque que le cortaba profundamente en el alma. Esto lo puso en pie y lo arrancó del borde del pánico.

Actuando por instinto, tiró de ella contra él y la mantuvo apretada. Dejó que su esencia se quedase en él incluso más. Esto era lo que necesitaba, alguien para equilibrar la locura. Alguien en quien él pudiera confiar incluso durante el más brutal de los ataques. Alguien que no escaparía por miedo, ira o celos.

Y allí estaba ella, de pie a su lado sin sobresaltarse o añadirle dolor a aquello. Ese conocimiento le chamuscó.

Leta cerró los ojos, asombrándose por la manera en que Aidan se aferraba a ella, como si fuese sagrada para él. Más que eso, realmente temblaba en sus brazos. Era una vulnerabilidad que estaba segura que habría escudado de cualquier otro. Era la única a la que todavía tenía confianza para exteriorizar esta parte de sí mismo y la llenó de una increíble alegría.

– No dudas de mí, ¿no es así? -Bromeó ella.

Su agarre sobre ella se tensó.

– Todo el mundo ha desertado, ¿por qué no lo harías tú?

Ella oyó la rasgada y cruda emoción en su voz y eso le trajo lágrimas a los ojos.

– Siempre estaré aquí.

– Sí, claro.

Ella retrocedió para ahuecar su cara con las manos.

– Mírame, Aidan. No dudes nunca de mi sinceridad. No hago promesas que no pueda mantener.

Y allí en la escasa luz vio la cosa más increíble de todas, el rayo de confianza en sus ojos verdes un instante antes de que le diera un beso tan poderoso, que le robó la respiración.

Exaltada por ello, chasqueó los dedos y los separó de la tormenta hacia un tranquilo prado. Sin embargo, sintió su incertidumbre mientras él miraba alrededor como si esperara que volviera la tormenta. Necesitaba una distracción. Un enemigo a quien pudiera enfocar su atención para sacarse de la mente el hecho de que se expuso a si mismo a ella y le permitió ver una parte de él que prefería mantener en secreto.

– ¿Convocamos a Dolor?

Él negó con la cabeza.

– Aquí no. Es demasiado abierto. En una lucha justa, quizás nos tenga.

Odiaba admitirlo, pero estaba agradecida de que entendiese el peligro al que se enfrentaban.

– Entonces, ¿qué sugieres?

El mundo cambió hasta que estuvieron otra vez en el huerto de Lyssa. Leta frunció el ceño cuando miró alrededor, todo era completamente diferente de lo que había sido anteriormente. Ahora los colores estaban mudos y la zona de arbustos parecía estar hechos de agua. Pero todavía retorcidos y convertidos en afilados ángulos que no tenían lógica.

– ¿Qué estás haciendo?

Su sonrisa la deslumbró mientras se alejaba andando y le soltaba la mano.

– Enervando a mi adversario.

Ella dirigió una mirada desconfiada hacia un arbusto que tenía forma de un tiburón-ballena, el cual trató de morderla cuando pasó a su lado.

– ¿Qué pasa con nosotros? ¿No nos hará lo mismo?

Aidan se encogió de hombros.

– No sé tú, pero he estado viviendo con la locura desde hace años. Encuentro este tipo de lugar confortable.

– Eso no es lo que has dicho antes.

– Antes no planeaba luchar aquí. Si vamos a hacer algo tan estúpido como llamar al dios Dolor para luchar con él a muerte entonces, ¿qué mejor lugar que este?

Él hizo que tuviera un extraño punto con esa lógica.

– ¿Estás seguro que quieres hacer esto? -preguntó ella.

– Es un poco tarde para dudar de nosotros mismos, ¿no es así?

Quizás, pero todavía tenía el mal presentimiento de que se trataba de un error. Si lo era, entonces tenía la intención de asegurarse de que Aidan estuviera escudado. Y en el fondo de su mente, sabía que esta era la mejor oportunidad que tenían. En este ambiente, tenían algún control.

– Bien entonces. -Ella aspiró profundamente antes de que dar un gritó-. ¡Dolor!

El dios destelló ante ellos y esta vez no estaba solo.

Aidan sintió que comenzaba a latirle la mandíbula mientras contemplaba a los dos dioses.

Dolor era unos buenos seis centímetros más alto que él, calvo y con intricados tatuajes que le cubrían toda la cara y cuerpo. Mientras él era alto y ágil, el hombre a su izquierda era pequeño y musculoso con manos que fácilmente harían dos de los puños de Aidan.

Aidan miró a Leta para confirmar la identidad del otro dios.

– ¿Timor?

Ella asintió sombría.

Encantador saber que su acostumbrada suerte se mantenía. Ahora deseaba haberse quedado en casa. No obstante, no iba a tumbarse en el suelo en esta pelea y dejar que lo pisoteasen. Había nacido dos meses prematuramente y su madre siempre le había dicho que aun cuando era un bebé había habido más lucha en él que en un ring de boxeadores. Había entrado en este mundo como un luchador, y si iba a dejarlo, entonces lo dejaría luchando.

Dolor arqueó una ceja mientras una sonrisa cruel retorcía sus labios.

– Estoy impresionado, Leta. Dijiste que te darías prisa trayéndomelo, pero esto es rápido incluso para ti. Fantástico trabajo.

Un escalofrío bajó por la columna vertebral de Aidan mientras su vieja desconfianza ardía a través de él.

– ¿Qué?

Timor sonrió burlonamente.

– ¿No sabías que estaba trabajando con nosotros para traerte directamente a nuestras manos?

– ¡Mentiroso! -chasqueó Leta. Se volvió hacia Aidan con los ojos dilatados, llenos de miedo-. No los escuches. Están tratando de hacerte daño.

Pero era difícil no creer en eso cuando las viejas cicatrices y los miedos se desgarraban con una brutalidad que le dejaban sintiéndose desnudo delante de ellos. Todos los demás le habían traicionado… su propia carne y sangre lo había arrojado a los perros y se había reído mientras lo hacía. No era un enorme salto de fe el que pensase que ella también lo lanzaría a los perros.

– Aidan, -dijo ella, tratando de llegar a él-. Confía en mí. Por favor.

Quería hacerlo, y cuando su mano le tocó la cara, sintió como sus propias emociones se venían abajo en lo más profundo de su ser. Miedo. Cólera. Agonía. Y todavía debajo de todo eso había una luz tenue de algo que no había sentido en años. Esperanza. Quería creer desesperadamente en ella.

¿Estaba mintiendo?

Cerrando los ojos, cubrió su mano con la de él y saboreó la suavidad de ese toque. Pero, ¿se atrevería a creer en eso?

¿Lo haría?

Aspirando profundamente para darse coraje, se preparó psicológicamente para un momento de brutal verdad.

– ¿Sabéis qué? -preguntó él, abriendo los ojos para observar a Timor y Dolor-. Cuando dije la verdad nadie quiso creerme a pesar de que no les di ninguna razón para que dudaran de mi. Aunque habían visto la verdad sobre mí una y otra vez, quisieron creer en la basura y las mentiras sobre mi carácter. Así que es más fácil creer en las mentiras por encima de la honradez. Por lo tanto, mucho más fácil y seguro culpar a aquello que amas.

Él tomó su mano de la cara y la miró a esos ojos que estaban bordeados de aprensión.

– Hasta que me des una razón para no hacerlo, Leta, confío en ti. -Le besó la mano antes de soltarla a regañadientes.

Las emociones de Leta la estrangularon mientras se daba cuenta de lo que él le había concedido. Pero no tuvo tiempo de insistir en ello antes de que Dolor diese un grito de furia y se lanzase hacia Aidan. Lo dos se enredaron y cayeron al suelo.

Ella apenas tuvo tiempo de evitar el punzón que Timor meció ante ella. Retrocediendo, le dio un fuerte codazo en las costillas. El cielo por encima de ellos se ensombreció peligrosamente, como si se tratara de la respuesta de su lucha. Leta golpeó con fuerza a Timor mientras él bloqueaba y regresaba golpe a golpe. Cuando le conectó un golpe bien dado en la barbilla, ella saboreó la sangre. La cara le dolía por el sólido golpe, pero no podía dejarse atontar.

Gruñéndole, sacó algo y bloqueó su revés. Él regresó con una espada que hizo aparecer por arte de magia. Ella rodó por la hierba que empezaba a serpentear como serpientes mientras él se abalanzaba una y otra vez. Una de las estocadas pasó tan cerca de ella que sintió arañarle la piel. Ella lo pateó, dándole otra vez en las costillas y devolviéndole el golpe.

Timor se tambaleó a los lados.

Aidan se tomó un segundo para revisar a Leta. Le dolía literalmente el no poder ayudarla, pero ella parecía arreglárselas con el dios Timor.

Debido a la distracción de Aidan, Dolor conectó un sólido golpe en su mandíbula. Antes de que pudiera recuperarse, la tierra bajo sus pies se transformó. Él maldijo mientras las hierbas se envolvían alrededor de sus pies como largos y esqueléticos dedos, agarrándole firmemente y manteniéndole en el lugar. Aidan trató de quitárselos de encima, pero eran persistentes.

Dolor se rió.

– Gracias, Hermana Lyssa.

Aidan entrecerró los ojos antes de extender las manos. Usando la imaginación, convocó mágicamente una solución pegajosa para que estallara desde sus palmas. Se enrolló alrededor de Dolor como una cuerda. Él tiro bruscamente con fuerza del Dios hacia adelante para darle un cabezazo.

– Sip.-dijo él con una siniestra risa-. Gracias, Lyssa, por recordarme que estoy en un sueño.

Dolor dejó escapar un bramido de furia. Aidan se rió otra vez antes de librarse de las hierbas. Corrió hacia el lado de la pared más próxima y manifestó una larga vara.

Cuando Dolor intentó seguir, Aidan usó la vara para derribar al Dios. Dolor le disparó una carga. Aidan alzó el brazo y usó la mente para bloquearla con un escudo invisible.

– Maldito si no surte efecto, -entonces Aidan se rió.

Oh, sí, esto le hacía sentirse mejor. Empezaba a pensar que después de todo puede que tuvieran una oportunidad. Si sólo pudiera encontrar un modo de matar a la bestia.

– ¡Aidan!

Él se volvió con la llamada de Leta para ver a ocho Dolor viniendo hacia él.

Y además ellos parecían enfadados.

El primero lo cogió por la cintura y lo lanzó al suelo, de espaldas. Antes de que pudiera moverse, otro hizo bajar un pesado martillo sobre su cabeza. Logró bloquearlo con el brazo, pero juraría que sintió como el hueso se hacía pedazos.

Maldiciendo, Aidan intentó clonarse a si mismo, pero no podía enfocar su atención lo suficiente en la meta para lograrlo cuando ellos le golpeaban una y otra vez y todo su ser se dolía por los ataques. Eso en cuanto a no poder sentir dolor en un sueño, ¿huh? Con el cuerpo latiendo, intentó manifestar un escudo, un arma, cualquier cosa.

Pero no podía.

Él oyó más risas.

De repente, Leta estaba allí, intentando separarle de los demás. Sintió como lo cubría con su cuerpo mientras los clones de Dolor seguían golpeándole con los pesados mazos.

La tierra bajo ellos intentaba tragarlos.

– Estamos perdidos -le susurró ella al oído.

– Y una mierda -fue todo lo que pudo decir.

El cielo sobre ellos se abrió dejando caer una lluvia tan fuerte que cortaba contra su cuerpo como lacerantes agujas. Sip, no se veía nada bien para el equipo local.

Él comenzó a rodar con Leta, intentando mantenerla a un lado para que no la alcanzara más daños de Dolor. Los golpes continuaron cayendo sobre su espalda, hasta que temió que se la hubieran roto.

Él solo pensaba en protegerla, la acunó bajo él del mismo modo que ella luchaba por escudarle.

– Estate quieta, Leta, -le susurró al oído.-No te opongas a mí.

– Dolor va a matarte.

Extrañamente, eso no le importaba. No era como si tuviese algo por lo que vivir de todas maneras.

Cansado por la pelea y rendido por la soledad, colocó la cabeza contra su hombro y esperó la muerte. Pero cuando lo hizo y captó la suave esencia de su piel femenina se dio cuenta de que había olvidado algo que dejaba en este mundo que realmente le importaba. Algo por lo que valía la pena luchar.

Leta.

Su sangre alimentada por la pelea, dejó escapar un gruñido fiero y cerró los ojos. No lo derrotarían.

El último hombre en pie.

Con la mente, hizo astillas los mazos y lazó por los aires a los dioses. Se puso de pie y se volvió para enfrentarse a un solo Dolor cuyos ojos estaban ensanchados.

– Aparta el culo. -Aidan le asestó un golpe en la mandíbula que levantó al dios hasta dos pies del suelo. A cámara lenta, el dios se arqueó por los aires antes de aterrizar sobre su espalda con un sólido golpe.

Timor se lanzó contra él. La ropa de Aidan lo escudó y lo siguió al suelo con el fin de poder darle puñetazos a Timor en el pecho. Dolor se acercó por la espalda, pero antes de que pudiera alcanzarlo, Leta pateó al dios de vuelta. Todavía la lluvia caía a cántaros sobre ellos mientras relampagueaba intermitentemente. Los arbustos a su alrededor comenzaron a sangrar.

Timor salpicó en el barro que los cubrió antes de levantarse de un salto y abalanzarse con furia contra Aidan y atrapándolo de un hombro. Aidan oyó la tela de la camisa desgarrándose. Saboreó la sangre de la nariz un instante antes de que ambos dioses le atacasen.

– Ponte de nuestro lado, Leta, -gruñó Dolor-. Te devolveremos tus emociones.

Ella contestó fulminándolo con una ráfaga que extrajo de algo del dolor de Aidan.

Aidan manifestó otra espada. Girando alrededor, la levantó para bajarla de golpe sobre Timor que atrapó la hoja con la mano izquierda. Él se movió para patear a Aidan. Soltando la espada, Aidan cayó a un lado y manifestando otra espada para cortar profundamente en el costado a Timor.

El dios cayó con un brillante relámpago de luz. Dolor lanzó a Leta a los brazos de Aidan un instante antes de que el dios guiara su espada a través de ella.

Aidan gritó de dolor mientras veía la sangre saliendo a raudales de su cuerpo.

– ¡Bastardo!

Dolor se rió mientras se lanzaba contra Aidan.

Pero nunca llegó a hacerlo.

Justo cuando lo hubiera alcanzado, Dolor se desvaneció. Aidan frunció el ceño mientras miraba alrededor, esperando que el dios lo atacase desde otra área.

– ¿Dolor?

No hubo respuesta, a excepción de la lluvia torrencial que salpicaba la hierba alrededor de ellos.

Olvidándose del dios por un momento y enfocando su atención en la mujer que sangraba en sus brazos, Aidan bajó a Leta al suelo. Se sentía enfermo ante la vista de la sangre de ella mezclándose con el barro.

¿Cómo pudo ocurrir?

– ¿Leta? -preguntó él, sin molestarse en cubrir la nota de miedo de su voz.

– Chis,-dijo ella, tocando sus labios-.Soy inmortal. No moriré por esto.

– Entonces, ¿por qué estás sangrando?

Ella sonrió pálidamente.

– Porque éste es tu miedo. Déjalo ir, Aidan.

Era más fácil decirlo que hacerlo.

– No sé cómo.

– Sí sabes. Recuerdas el tiempo antes de que tu hermano se volviera en contra tuya. ¿Cuál era tu miedo entonces?

Que perdiese su carrera y los estudios dejasen de llamarlo. Que los fans que pagaban por ver sus películas se volvieran contra él y ya no apareciera en taquilla. Que estuviera solo en el mundo sin nadie en quien confiar.

– Tenía miedo por la mala publicidad. De que las personas me odiaran.

– ¿Ahora?

Eso no lo había herido. Si bien el mundo había oído las mentiras, había visto a su familia ir a por su garganta, los fans se habían quedado y habían visto la verdad de él. Incluso había ganado el Premio de la Academia de ese año y había conseguido el papel principal en una de las películas más taquilleras. Una película que le había puesto en libertad de retirarse si lo hubiera deseado. Profesionalmente, a nadie le había importado las mentiras que su hermano había arrojado.

Con respecto a estar solo, había aprendido que no era tan malo. Le había enseñado a ser autosuficiente. Se había alejado de las maquinaciones de Donnie y se había hecho incluso más fuerte de lo que nunca había sido antes.

Se había vuelto valiente, con una fuerza interior y claridad que no tenía rival.

Pero no era lo mismo con Leta sangrando y herida.

– No quiero perderte, Leta.

– Entonces no lo temas. Confía en que estaré aquí contigo, siempre.

De nuevo, eso era más fácil decirlo que hacerlo. Pero tenía que poner fe en ella. Confiaba en ella a pesar de que una parte de sí mismo no quería tener fe en nadie más que en sí mismo.

La levantó contra de él y colocó la cabeza contra el hueco de su garganta.

– Confío en ti, Leta.

Ella levantó la mano para enterrarla profundamente en su pelo mientras lo besaba. Y con cada latido en su interior, él se sintió cada vez más fuerte.

Él rompió el beso para encontrarla sonriéndole.

– Tus miedos tienen poder. Es lo que alimenta a Dolor y Timor. No les des un poder que no merecen.

Asintiendo, echó un vistazo alrededor.

– Hablando de Timor, ¿qué le sucedió?

Ella negó con la cabeza.

– No estoy segura.

– ¿Los derrotamos?

– Me gustaría poder decir que sí, pero no lo creo.

Maldición…

– No los venciste… todavía. -Levantaron la mirada para encontrarse a Deimos de pie sobre ellos con una fría y sombría expresión.

– ¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó Leta.

Él dejó escapar un cansado suspiro aunque había un indicio de diversión en los ojos.

– Entrometerse en algo que debería dejar solo pero pensé en meter la cabeza de todos modos. ¿Qué diablos? Joder a los dioses es lo que mejor se me da.

Leta frunció el ceño ante él.

– ¿Y de qué estamos hablando exactamente?

– Resumiendo, Dolor encontró un sacrificio humano en otro lado. Él está ahora en forma humana. Su altamente poco entretenido nacimiento es la razón por la que dejó de existir aquí tan abruptamente. Está en camino para matar el cuerpo de Aidan mientras su conciencia está atrapada aquí.

Leta maldijo al enterarse de que Dolor había encontrado un donante de cuerpo. La mayoría de la gente tendía a echar marcha atrás para evitar ser asesinada de ahí que un Dios pudiera usar sus cuerpos para asesinar a sus enemigos. Aparentemente no eran tan afortunados esta vez.

– ¿Quién era el sacrificio?

Él sacudió con fuerza la barbilla hacia Aidan.

– Su sobrino. Donnie le dio al chico para que el fantasma proveyera un cuerpo para el uso de Dolor.

Aidan se quedó frío de repente con las noticias.

– ¡De ninguna manera!

– Si quieres que el dios Dolor haga su oferta, tienes que pagar un alto precio por ello. Sangre y Hueso, amigo mío. Sangre y Hueso.

Eso dejó tambaleando los sentidos de Aidan. Sabía que su hermano le odiaba, pero no tanto… Seguro por Dios, Donnie no podía haber matado a su propio hijo para vengarse de él.

¿Verdad?

No, no era posible.

– No pudo haber hecho algo así.

Pero por la luz en los ojos de Deimos, sabía la verdad que sólo quería negar.

– Hablas sobre un hombre que se dispuso a arrastrar a la ruina al hermano excesivamente amoroso que le dio a su jodido culo un camino fácil. ¿Por qué crees que esto está más allá de él?

Porque Aidan recordó cuando ambos eran niños. Recordaba la risa que habían compartido. Los tiempos difíciles, habían sido un frente único en contra de un mundo que estaba afuera para derrotarlos totalmente. Sin Donnie, no habría superado la muerte de sus padres. No habría tenido la confianza para salir y hacerlo por su cuenta.

¿Cómo era posible que ese chico que solía reírse con él se hubiera convertido en el tipo de monstruo que podía matar a su propio hijo?

– No puedo creerlo. Sólo no puedo. ¿Cómo pueden hacer esto los celos? ¿Cómo? No pueden envenenar a alguien hasta este extremo, ¿verdad? Quiero decir, realmente…

Deimos lo miró compasivo, pero no había alivio o confort en esa mirada fija. Ninguna pacífica comprensión para algo tan parecido a la brutal realidad.

– Puede y lo hacen. Créeme. He visto a muchos peores que éste en mí más o menos billón de años de existencia, que el primer asesinato cometido por el hombre fuese el de un hermano contra el otro por ninguna otra razón más que la mezquina emoción. Los celos recurren al odio que luego empieza a envenenar. Se infecta y destruye hasta que se come a alguien vivo. Tu hermano estaba tan enfadado porque hiciste algo de tu vida, porque tenías fans que harían cualquier cosa por ti. Él no podía tenerlo; no podía entender por qué tenías algo como eso mientras que él no. Su única meta ha sido la de hundirte y volver a ponerte de nuevo donde perteneces… debajo de él. Si no puede conseguirlo, entonces maldición si lo harás tú.

Todavía no tenía sentido para él que Donnie sintiera algo como eso por él.

– Pero nunca dejé que la fama me ganara. Nunca he cambiado. Siempre he recordado quién soy y de dónde procedo.

– Sip, -dijo Deimos-. ¿Y te acuerdas de la vieja canción de Joe Walsh, Been Life Good?

– ¿Qué pasa con ello?

– Todo el mundo es tan diferente, yo no he cambiado.

Aidan se quedó en silencio mientras las palabras hacían eco en su cabeza. No había pensado en esa canción en años, pero Deimos tenía razón. Él seguía siendo el mismo muchacho que prefería correr descalzo en verano porque necesitaban conservar los zapatos para ir a la escuela. Todavía decía "por favor" y “gracias” a todo el mundo a su alrededor, independientemente de quienes fueran.

Pero Donnie… no era el hombre que había sido una vez. Al minuto en que Aidan le había dado a probar el sabor de la riqueza, había empezado a tratar a las personas como si estuvieran por debajo de él. Como si fuera incluso mejor aunque no había sido el que la había ganado.

Y Donnie no era el único que había cambiado. Tantas personas entrado y salido por la vida de Aidan. Esos que habían tenido poca utilidad para él cuando había sido un actor muerto de hambre tratando de conseguir un descanso, se había convertido en el colega de todos en el momento en que había empezado a obtener papeles de su elección. De repente era importante y las personas querían ponerse en contacto con él. Pero Aidan todavía se sentía como el joven actor que había sido dejado fuera de populares pubs nocturnos porque no lo apreciaban. El mismo actor que otros habían tildado de insignificante.

Y entonces allí había estado Heather…

Demonios, el viejo Joe había sido un profeta con esa canción. Le hacía preguntarse quién había jodido al cantautor con el fin de haber podido expresarlo tan elocuentemente.

Deimos dio un paso adelante.

– Tenemos que conseguir despertaros a los dos. Dolor va de camino hacia tu casa para machacaros a los dos mientras estáis inconscientes.

Leta maldijo.

– Estamos durmiendo como patos.

Deimos asintió.

– Es un buen plan para acabar con él.

Sí, lo era. Aidan miró a Leta antes de preguntarle a Deimos.

– ¿Puedes despertarnos?

– No lo sé. Pero habrá que intentarlo. -El dios se desvaneció.

Aidan se volvió hacia Leta que le observaba cuidadosamente. Tenía una mancha roja en la cara del golpe que le había dado uno de los otros dioses. Estaba despeinada y sus pálidos ojos llenos de admiración. Esa apariencia lo desgarró a través y hizo que se doliera.

Le tendió la mano.

Su tierna caricia lo dejó en llamas mientras ella envolvía sus dedos alrededor de los de él. Su pene se endureció instantáneamente, haciéndole desear que tuvieran un momento a solas. No podía creer que se hubiera infiltrado en su vida tan fácilmente, pero estaba contento de que lo hubiera hecho.

– Si acabo muerto esta noche, sólo quiero darte las gracias.

Ella le dedicó una mirada traviesa.

– ¿Por qué?

– Por llamar a mi puerta y meterte a la fuerza en mi vida.

Ella le sonrió.

– No hay problema. Sólo siento no haber hecho un mejor trabajo salvándote.

Esas palabras eran una sinfonía para sus oídos.

– Sabes, en una forma extraña, creo que lo hiciste.

– ¿Qué quieres decir?

Tiró de ella más cerca a fin de que pudiera sentir el calor de su cuerpo contra su piel. Esto le dejó los nervios de punta y recordándole exactamente lo que había traído ella a su vida.

– He estado dormido durante mucho tiempo. Viviendo en un lugar vacío. Ahora no me siento tan vacío. Hay algo más.

– ¿Algo más?

Él asintió, envolviendo con sus brazos alrededor de ella.

– Eres tú. -Él tocó su corazón-. Me despertaste y siento de nuevo. Es realmente agradable, y si ésta es la última oportunidad, entonces tengo que decirlo, sólo pensé que deberías saberlo.

El corazón de Leta saltó por las palabras que sabía eran difíciles de pronunciar para él. Lo significaban todo para ella. Y se sentía de la misma forma.

– Después de que murió mi marido, nunca pensé que sería capaz de encariñarme de otra persona. Y entonces te encontré. No permitiré que ellos te tengan, Aidan. No lo permitiré.

Él le besó la mano antes de ahuecar su cara en las manos y depositar el más tierno de los besos en sus labios. Sus sentidos dieron vueltas. Si pudiera, se quedaría aquí con él. No había nada que quisiera más que el ser humana y quedarse a su lado.

Si sólo pudiera.

– ¿Leta? -Ella oyó la voz de Deimos como un débil susurro en la cabeza.

Un minuto más.

Pero no fue así. Sintió que algo tiraba de ella de regreso, alejándola de Aidan.

¡No!

Y aún así se sintió a sí misma deslizándose, cayendo por un oscuro túnel hasta que volvió otra vez a despertar en el plano humano. Tan atontada que apenas podía moverse, parpadeó abriendo los ojos para encontrarse a Deimos mirándola.

– ¿Aidan?

Él indicó la zona al lado de ella con un movimiento de su barbilla.

– No consigo despertarlo.

– ¿Dónde está Dolor?

Como si fuese en respuesta a su pregunta, oyó a alguien próximo a las escaleras.

Con el corazón palpitando, se volvió para sacudir a Aidan.

– ¡Aidan! -lo zarandeó ella.

Él no se movió.

Deimos hizo una mueca.

– ¿Cuánto le distes?

– Al parecer más de lo que debería. Quise asegurarme de que ninguno se retiraría al principio del sueño. -Leta negó con la cabeza mientras clavaba los ojos en Aidan yaciendo allí en perfecto reposo. A pesar de la agitación y la lucha en el sueño, sus bellos rasgos estaban tan tranquilos, y su cuerpo aún relajado. Sin embargo, el tiempo para soñar se había acabado para ellos. Ahora tenían un enemigo al que enfrentar en este reino-. Por favor, despiértate -susurró, pero lo sabía. Estaba demasiado lejos. No se despertaría. Al menos no durante algún tiempo.

Alguien golpeaba contra la puerta de la cabaña, tratando de romperla.^

Pasó la mano contra la mejilla barbuda de Aidan antes de levantarse de la cama.

– Tenemos que derrotarlos.

– Estoy de tu lado.

Ella besó impulsivamente a Deimos en la mejilla.

– Gracias.

Él asintió antes de fluctuar a la sala de estar. Leta fue tras él, a sabiendas de que ellos eran lo único que se interponía entre Aidan y la muerte.

Ella miró de nuevo el dormitorio donde él dormía antes de susurrar una solemne promesa.

– No te decepcionaré, Aidan. Lo juro.


Aidan se tambaleó por la sorpresa cuando oyó la voz de Leta en su estado de ensueño. Revoloteó por el cuarto, incapaz de despertarse. Era como si él estuviera atrapado entre el sueño y la realidad. Ese extraño reino inferior donde los sueños se hacían realidad. Podía verla a ella y a Deimos, vio a Dolor y a Donnie cuando entraron a través de la puerta y se diseminaron por la sala de estar.

– Tengo que despertarme. -Pero no importaba lo que intentase, no podía hacerlo. Era la cosa más frustrante que podía imaginar.

Miró a su hermano, cuyo pelo rubio llevaba casi rasurado. Donnie había ganado músculo en prisión y los ojos verdes se veían enloquecidos mientras miraba alrededor. Aidan no estaba seguro de cómo había sacado Dolor a su hermano de la cárcel, pero probablemente no sería difícil para un dios hacer lo que quería.

– ¿Dónde esta él? -gruñó Donnie-. ¡Aidan!

Leta se fortaleció a si misma en medio del cuarto.

– No lo tendrás.

Donnie se volvió contra ella con una mirada de acero.

– Como el infierno, zorra. Él es mío, y si no te mueves, entonces voy a pasar sobre ti para llegar a él.

Ella cerró los ojos un instante antes de que apareciese una vara en sus manos.

– Entonces bailemos porque la única forma de que llegues a él es a través de mí.

Dolor, quien estaba en el cuerpo de Ronald, clavó los ojos en Deimos.

– No debes estar en esta pelea, Demon. ¿Estás seguro de que deseas estar por aquí?

– No hay lugar en que prefiera estar.

Ronald/Dolor lanzó una descarga a sus pies. Deimos lo esquivó antes de devolverle uno propio.

Leta pateó con un tijeretazo a Donnie y lo tiró de espaldas hacia el cuarto de Aidan.

Aidan observaba la pelea con ansiedad. Era inconcebible para él que aquellos dos estuvieran dispuestos a ser golpeados para protegerlo. Antes nadie había hecho algo así por él.

Donnie barrió a Leta haciéndola caer. Cuando fue a patearla, ella empezó a escabullirse y retorció el cuerpo para derribarle. Maldición, la mujer era mejor luchador que Jackie Chan. Pero Donnie no era menos y obviamente la cárcel le había enseñado unas cuantas cosas.

Deimos y Dolor estaban enzarzados en una gran batalla mientras se lanzaban golpeando la pared, el suelo y otra vez la pared. Estaban igualados, y vencer en esa pelea no sería fácil.

Y justo cuando estaba seguro de que Leta tendría a Donnie, Donnie la atrapó desde atrás con una tensa cuerda.

El corazón de Aidan se detuvo mientras observaba la pelea.

– No puedo desvanecerme -gritó en busca de Deimos.

Dolor se rió.

– Es uno de los juguetes de Artemis. Estás atrapada.

– No -Donnie se rió en un tono siniestro-. Estás muerta

Aidan sentía su rabia edificarse a un nivel increíble. No había forma en el infierno en que fuera a dejarla morir por su culpa. Echó la cabeza hacia atrás y rugió con la ferocidad de todo lo que sentía.

La adrenalina bombeando, se ordenó a sí mismo despertarse.

Donnie aún apretaba la cuerda.

– ¡Leta! -gritó Aidan.

La cara se le estaba poniendo azul mientras luchaba por respirar. Él extendió la mano para tocarla, pero ya era demasiado tarde.

Leta se desplomó en los brazos de Donnie.

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