CAPÍTULO 1

Leta esta completamente desconcertada por el mundo humano cuando se quedó mirando dentro de los espejos de su alrededor que le mostraban los acontecimiento diarios que sucedían en el reino del hombre. Su mirada iba de un espejo a otro mientras intentaba encontrarle sentido a las parpadeantes imágenes de personas de todo el mundo. Empezaba a sospechar que había cometido un horrible error poniéndose a sí misma en éxtasis mientras esperaba que Dolor despertara. Todo había cambiado.

Todo.

Había complicados artilugios,máquinas, que ni siquiera empezaba a entender. Y los idiomas habían cambiado demasiado…Tenía que centrarse para entender las palabras pronunciadas rápidamente, que eran acertijos con coloquialismos y jerga que escapaban a su comprensión. Le dolía la cabeza del esfuerzo de todo eso.

– Date tiempo.

Ella se volvió para encontrar a su hermano mayor M´Adoc detrás de ella. Para una criatura cuyas emociones habían sido brutalmente arrancadas, sentía que su corazón se conmovía ante su cercanía. Era una débil alegría que le recordaba como se sentiría la verdadera felicidad. Pero las emociones fantasmales eran mejor que no tener emociones.

Alto y ágil como ella, M´Adoc tenía el ondulado pelo negro y ojos de un azul tan pálido que casi era transparentes.

Ella le tendió la mano.

– Es bueno verte otra vez, hermano.

Hubo el más sutil ablandamiento en su mirada cuando tomó su mano y ella se la llevó a los labios.

Leta se estremeció cuando una espontánea e inesperada imagen suya siendo torturado la atravesó. Incluso después de cientos de años, todavía podía oír sus gritos.

Y los suyos propios.

Como si conociese sus pensamientos, M´Adoc la atrajo a sus brazos. Acunó la cabeza en su mano y sostuvo su cara contra el hombro. Leta jadeó cuando él le pasó el conocimiento de los cambios del mundo y como funcionaba.

– Te has impuesto una tarea hercúlea, hermanita.-susurró contra su pelo-.Deberías haberte quedado con el resto de nosotros y no aislarte.

– No podía.

Había sido demasiado doloroso verlos a todos sin emociones cuando recordó la manera en que habían sido antes de que Zeus los castigara. La única emoción que Zeus les había dejado era el dolor, de modo que pudiera controlar y castigar a los dioses del sueño, y ese dolor sin fin había alimentado un agujero en su interior.

Era un frío mundo el que había estado forzada a vivir y eso más que nada era el porqué sólo se había contentado con dormir a través de la eternidad.

Ella se apartó de M´Adoc de modo que pudiese encontrar su mirada.

– Tengo que detenerle.

– Él no es el único dios del dolor. El dolor impregna todo en nuestro mundo y en el del hombre.

– Lo sé. Pero él es el sufrimiento definitivo. No es suficiente con que haga gritar a sus víctimas. Las destruye, mente, cuerpo y alma. No estuviste allí, hermano… no lo has visto.

Aún así, él se estremeció como si pudiese de hecho ver sus recuerdos.

– Todo el mundo hace lo que sienten que tienen que hacer. Te respeto por tus elecciones. No quiero decir que esté de acuerdo con ellas.-su mirada se agudizó antes de volver a hablar-.Dolor te matará si tiene oportunidad.

Ella dejó que se curvara un lado de su boca en una especie de amarga sonrisa.

– Bueno. Disfrutaré de la pelea de manera que pueda disfrutar al sentir su corazón en mi puño cuando le arranque la vida.

M´Adoc inclinó la cabeza hacia ella.

– Entonces te dejo con tus planes de venganza…excepto por una cosa.

– ¿Qué es?

Sus ojos eran fascinantes.

– No es el dolor que nos infligen el que nos destruye. Es el dolor que dejamos dentro de nuestros corazones el que lo hace. No dejes que la rabia de los humanos se convierta en la tuya. Puede volverte loca si lo haces-.Y con esas sabias palabras, se desvaneció.

Leta dejó escapar un profundo suspiro mientras consideraba lo que le había dicho. Sabía que tenía razón. Pero saberlo y hacerlo eran dos cosas completamente distintas. Necesitaba la rabia de Aidan. La quería.

Cerrando los ojos, se centró en el objetivo.

Aidan.

Estaba durmiendo en su cama, soñando que estaba perdido en medio de una atronadora tormenta. La lluvia cortaba dolorosamente contra su piel mientras seguía adelante caminando fatigosamente. Respiraba con dificultad, su cara contraída por la rabia.

Leta estaba desconcertada por sus acciones. Por su voluntad en continuar incluso cuando los relámpagos golpeaban la tierra, evitándolo apenas. La estática de las explosiones causaba que su pelo se alzara y revoloteara alrededor de sus duras facciones. Era una fiera determinación lo que lo llevaba a continuar hacia delante. Y antes de que se diera cuenta incluso de lo que había hecho, había pasado a través del portal y entrado a su lado en el sueño.

Él se congeló en el lugar como si la advirtiera. La fría lluvia penetraba su piel, aplastando el pelo contra su cuerpo mientras le miraba curiosamente. En este estado, todas sus emociones estaban al descubierto para ella. Podía sentir cada onza de su rabia, su traición.

Su insaciable necesidad de venganza.

Estaba tan cerca de sus propios sentimientos que esto alimentaba sus poderes y traía sus emociones de regreso con una claridad tan ardiente, que picaba.

Él desenrolló los brazos alrededor de su pecho mientras se quedaba ante ella con esos helados y agudos ojos.

– ¿Quién eres tú?

– Una amiga.-susurró ella, cogida por un escalofrío del viento que empezó a soplar contra ellos.

Él se rió amargamente.

– No tengo amigos. No quiero ninguno.

– Entonces estoy aquí para ayudarte.

Él bufó a modo de burla.

– ¿Ayudarme a hacer qué? ¿Congelarme? ¿O estás planeando mantenerme todavía en esta tormenta para asegurarte que los relámpagos me maten?

Leta chasqueó los dedos y la lluvia se detuvo instantáneamente. Las nubes rodaron por encima mientras se apartaban para mostrar al sol. Los rayos iluminaron el desolado paisaje y lo pintaron de brillantes verdes y amarillos.

Aidan no estaba asombrado.

– Bonito truco.

Era un hombre difícil de impresionar y su hastiada mordacidad la hacía preguntarse que le había sucedido para causarla. Ella secó sus ropas y pelo.

– ¿Por qué convocaste la lluvia?

– No he convocado una mierda.-gruñó él-.Me estaba ocupando de mis propios asuntos cuando cayó sobre mí. Todo lo que estaba intentando hacer era conseguir atravesarla.

– ¿Y ahora que se ha ido?

Él miró hacia el claro cielo azul sobre ellos

– Regresará. Siempre lo hace y te golpea cuando menos lo esperas.

Ella sabía que no estaba hablando sólo de la tormenta.

– Deberías encontrar refugio.

Él bufó ante ella.

– No hay ninguno. La tormenta lo derriba y te deja desnudo en el huracán, así que ¿Para qué preocuparse?

Y ella había pensado estúpidamente que estaba amargada. Entonces de nuevo, fuera del mundo de los sueños, sólo podía sentir una punzada de lo que sentía ahora. Incluso así lo suyo no era nada en comparación con lo de él. Su amargura avanzaba tan profundamente, que le escaldaba la lengua con su sabor.

Pero bajo esa hostilidad sentía una cruda vulnerabilidad. Algo sobre él había sido aplastado y aún así luchaba para sobrevivir incluso aunque no quisiera. Esto alcanzaba el sufrimiento de su propio corazón y hacía que quisiera tocarle.

Sin un segundo pensamiento, dio un paso adelante para tender la mano a su mejilla.

Él siseó igual que un gato antes de apartarse.

– No me toques.

– ¿Por qué no?

– No quiero tu falsa amabilidad. Claro, sonreirás y serás tan dulce conmigo hasta que confíe en ti, pero en el minuto en que no te de todo lo que tu quieres en el instante en que lo pidas, te volverás contra mí e intentarás aplastarme. Eres igual que todos en el mundo. Nadie importa excepto tú.

Y con eso, dio la vuelva y se alejó caminando.

Leta se cruzó de brazos mientras lo veía poner distancia entre ellos.

Oh sí, tenía más que suficientes emociones amargas allí para derrotar a Dolor. Poco sabía el dios que su actual víctima iba a ser su caída. Aidan quizás pareciese insignificante para la deidad, pero su determinación y espíritu serían el combustible que ella necesitaba para vengarlos a ambos.

Y al igual que Dolor, ella no mostraría ninguna clemencia o debilidad. Nadie iba a evitar que le destruyese. Por una vez Dolor iba a saber exactamente lo que era tener a alguien que fuese a por él y dejarle temblando en el suelo, rogando por una misericordia que nunca llegaría.

No podía esperar…

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