CAPITULO 8

Aidan se despertó con el sabor de la amarga rabia en la lengua. Cuando oyó la lucha fuera del dormitorio, su ira creció a un nivel estelar.

– Leta -gruñó, tirándose hacia la puerta. La abrió con fuerza para verla en el suelo a los pies de Donnie.

Sin detenerse, se zambulló hacia su hermano, agarrándolo por los hombros antes de caer al suelo. Su mirada se volvió roja, Aidan le pegó con toda su alma, una y otra vez. Donnie trató de quitárselo de encima, pero no lo conseguía. Estaba harto de la mierda de su hermano.

– Te odio -gritó Donnie.

– El sentimiento es mutuo -dijo Aidan un instante antes de golpear la cabeza de Donnie contra el piso de pizarra tan duramente como pudo. La sangre estalló sobre el piso de madera. La sangre de su hermano debería haberlo apaciguado. Pero no.

Y cuando miró a los ojos dilatados de su hermano que eran exactamente iguales a la sombra de los suyos, Aidan quiso llorar.

¿Cómo habían llegado a esto? ¿Cómo?

Ese momento de debilidad le costó mientras Donnie le pateó. Su hermano le asió por los hombros y rodó hasta que Aidan estuvo sujeto en el suelo. No había compasión en los ojos de Donnie mientras llovían golpes sobre Aidan.

– ¿Cómo puedes? -demandó Aidan furiosamente mientras bloqueaba la mayor parte de los golpes.

– Porque te odio, pedazo de mierda. Conseguiste todo lo que debería haber sido mío. ¡Todo! Las miradas, el dinero, la amiga caliente. No es justo que tú tengas tanto y para mí tan poco.

Eso no era verdad. Donnie había sido más guapo que Aidan cuando habían sido jóvenes. Donde Aidan había sido flaco y tuvo que trabajar para ganar tono muscular, Donnie siempre había sido naturalmente musculado. Donnie había sido el único en casarse y tener una familia. Tracy sólo le había abandonado porque la había engañado. En cuanto al dinero, Donnie podría haber tenido eso también, pero más que empezar un negocio por si mismo, había estado contento con el salario constante de un instalador de cable. Buen dinero que había gastado en drogas, alcohol y strippers, las cuales habían causado la ruptura de su matrimonio.

– Estás loco.

– Sí y tú eres un idiota. ¿Tienes alguna idea de lo es mirar la lujuria de tu esposa por tu hermano pequeño? ¿Escucharla cantar sus elogios por tu hermano y que no llegas a su altura?

¿De qué estaba hablando? Tracy nunca lo había visto como nada más que un hermanito. La esposa de Donnie apenas había hablado con él el puñado de veces que había estado a su alrededor

– Tú me robaste a Heather.

– No -dijo Donnie amargamente-. La ramera todavía te quería después de que enrolláramos. Todo de lo que podía hablar era acerca de ti y cuan guapo eras. Cuanto dinero habías hecho y todos los grandes lugares donde la habías llevado cuando os citabais. Como no podías salir sin ser asaltado por la gente que te quería. Estaba obsesionada contigo al igual que Tracy. Es por lo que le ofrecí su alma a Dolor primero.

Aidan estaba tan aturdido por las palabras que permitió que Donnie le diera un puñetazo sólido en la mandíbula. El probó sangre antes de patearlo.

– ¿Qué?

Donnie se agarró. Se paró ante Aidan con los labios torcidos, apretando y aflojando los puños.

– Jodida puta quejica. La única razón por la se vino conmigo fue para herirte. Yo no le importaba. Solo quería que creyeras que había alguien aquí que no te encontraba irresistible. Ella pensaba que irías arrastrándote detrás de ella, rogándole que volviera contigo. Así que entré en la cárcel, le corté la garganta y usé su sangre para despertar a Dolor.

Aidan maldijo. Con el corazón desolado, se apresuró hacia Donnie y lo agarró con una llave de cabeza. Miró a Leta en el suelo que parecía estar respirando más fácilmente que antes. Quería comprobarlo, pero sabía que era mejor que no lo intentara. Donnie no le permitiría acercarse a ella hasta que él no estuviera a cargo.

Aidan apretó su asidero en el cuello de Donnie.

– ¿Cómo pudiste matar a Ronald? ¡Era tu hijo!

– Puede haber sido de mi sangre, -dijo en tono abrasivo-, pero no era mi hijo. Te quería más que a mí. Siempre lo hizo. Mi casa no era tan chula como la del tío Aidan. Mi dinero no era tan bueno. Quería disculparse ante ti. Decirte cuan arrepentido estaba por todo lo que habíamos hecho. Dijo que no teníamos derecho a herirte, así que le dije a Dolor que se lo llevara y usara su cuerpo para llegar a ti.

Aidan se sentía enfermo con sus palabras. ¿Cómo podría haber sido su hermano reducido esto?

– Te quiero, Donnie. Habría hecho todo en este mundo por ti -Su puño se aflojó mientras intentaba estirarse a través del odio para encontrar al hermano que una vez había conocido y querido.

– Entonces muere -Donnie giró con una patada que aterrizó duramente en las costillas de Aidan.

Aidan gruñó mientras recuperaba el equilibrio.

Donnie sacó un cuchillo de su bolsillo y lo volteaba abriéndolo. Aidan le agarró la muñeca antes de que Donnie pudiera hundírselo. Abrió la mano de Donnie y envió el cuchillo volando antes de darle un revés a Donnie y patearlo.

Aidan se burló de él.

– Nunca en mi vida pensé que era mejor que tú hasta ahora. Yo nunca podría haber herido a mi familia del modo en que tú lo has hecho. La lealtad es todo para mí. Siempre lo ha sido y siempre lo será. Pero tú… tú no sabes como amar. Tus celos ni siquiera te dejarán reconocerlo cuando lo tengas. No puedo odiarte más, eres una excusa despreciable para un ser humano. Todo lo que puedo hacer es sentir compasión por ti.

Donnie chilló antes de correr hacia él.

Aidan lo agarró y lo arrojó al suelo.

– Eres patético.

Donnie se empujó hacia arriba.

– Tú eres el único patético. No tienes nada ahora.

– No es verdad. Tengo mi dignidad y a un millón de personas en el mundo que me quieren. La única cosa que tú tienes en tu vida es ira, amargura y una desconfianza que nunca vencerás. Todo lo que sabes hacer es envidiar a los demás. Nunca tendrás nada. Tu odio y avaricia no te lo permitirán.

Donnie se lanzó contra Aidan, pero antes de que lo pudiera alcanzar, Leta estaba allí entre ellos. Pateó a Donnie.

Aidan le besó la mano antes de dar un paso alrededor de ella.

– Gracias, Donnie, por permitirme reconocer y apreciar la amistad verdadera. Si no me hubieras atropellado, me habría casado con Heather y le hubiera permitido hacerme miserable durante el resto de mi vida, porque a diferencia de ti, no me alejo de las relaciones importantes. No les doy la espalda a las personas que amo. Infiernos, estuve a un paso de firmar mi propiedad entera sobre ella antes de casarnos. Más que eso, limpiaste mi jardín de todas las serpientes y me liberaste.

Miró a Leta y a Deimos.

– Ahora sé de quien puedo depender. Entiendo lo que es el amor verdadero y lo que significa poner a alguien más sobre mi propia pequeñez. Estoy agradecido a Dios de que seas tan despreciable y de que trataras de arruinarme, todo lo que hiciste hizo de mi vida un infierno mucho mejor. Gracias.

Donnie chilló y Aidan se rió.

En el momento en que lo hizo, Dolor alzó la mirada con un ceño.

Donnie hizo gestos al dios.

– ¡Mata al bastardo!

Aidan se reforzó para la pelea, pero no sintió que su ira se reavivara. Todo lo que sentía era compasión por el hermano que había permitido que sus celos insignificantes arruinaran su vida entera. Más que eso, los celos de Donnie le habían hecho matar a todas las personas que lo amaban.

El estómago se le retorció con el pensamiento de lo que Donnie se había hecho.

No había más dolor dentro de él ahora. Ninguna amargura ni odio. Aidan no sentía nada excepto gratitud por no ser Donnie. Más que eso, estaba agradecido de que Leta le hubiera impedido convertirse en una sombra de su hermano.

Dolor, quien miraba exactamente como Donnie había hecho cuando Aidan se fue de casa para buscar su fortuna, dio un paso hacia delante. Aidan quería llorar por el hecho de que su sobrino estuviera muerto. Pero no había lágrimas. Otra vez, era compasión lo que sentía por Donnie. Por primera vez desde que Donnie le había atacado, no quería venganza.

Lo había superado.

– No luchas contra mí -gruñó Dolor.

Aidan sacudió la cabeza lentamente.

– Lucharé sólo por lo que importa -Miró sobre el hombro a Leta-. Su seguridad.

La mirada de Dolor siguió la suya hasta que descansó en Leta. La rabia le oscureció la frente. Dio un paso hacia delante, luego se congeló.

Aidan frunció el entrecejo mientras veía la lucha del dios, como si se contuviera en el sitio por alguna fuerza invisible. Dolor se estiró hacia él, y entonces se rompió en un polvo reluciente que cayó al suelo donde brilló.

Echó una mirada alrededor del cuarto, esperando que el dios se rematerializara.

Dolor no lo hizo.

Confuso, Aidan giró hacia Leta.

– ¿Qué ha sucedido?

– Se ha ido -dijo Deimos, sacudiéndose las manos contra los pantalones-. Lo has derrotado.

– ¿Cómo?

Leta habló en un tono callado.

El dolor está aquí,

– agudo y claro.

– Aún así, debe desvanecerse,

Y un nuevo camino debe hacer él. -Ella dio un paso hacia delante-. Eso es lo que Lyssa trataba de decirnos. Liberaste el dolor y la traición de dentro de ti… el temor… y lo dejó impotente para luchar contra ti.

– ¡No! -gritó Donnie, apresurándose hacia Aidan.

Aidan giró para encararlo, pero antes de que pudiera sintió un agudo dolor en su hombro. Volteó a su hermano sobre el brazo, y lo sujetó en el suelo. Fue sólo entonces que vio el cuchillo en la mano de Donnie. Con una mueca fiera, Aidan lo desarmó.

La furia lo agarró, pero no permaneció. Donnie no lo valía. No valía nada.

Deimos recogió el cuchillo del piso.

– ¿Quieres que lo mate por ti?

Aidan sacudió la cabeza.

– Quiero que viva con el conocimiento de que destruyó todo y a todos en su vida que lo amaban -Agarró la mano de Donnie mientras trataba de golpearlo y la sostuvo en el puño.

Donnie trató de escupir, pero Aidan lo eludió.

Aidan tragó el nudo de la garganta que lo estrangulaba. Aún después de todo lo que había pasado entre ellos, había todavía una parte de él que quería amar a Donnie… perdonarlo.

Pero al final, no pudo. Donnie nunca lo permitiría y lo sabía.

– Eras mi hermano, Donnie. Hubiera muerto por ti. Hubiera hecho en este mundo todo lo que me pidieras. Pero el problema es que no estarías satisfecho con eso. Tienes que tomar. Que Dios tenga misericordia de ti.

– No necesito tu compasión, gilipollas.

Esas palabras aplastaron cualquier misericordia que tuviera dentro de sí en lo que a su hermano concernía. Había gente allí fuera a la que ninguna cantidad de compasión o amor podía salvar y era tiempo de encarar el hecho de que Donnie era una causa perdida.

– Y no necesito basura en mi vida -Echó una ojeada a Leta-. ¿Alguna oportunidad de que el móvil funcione?

– ¿Sí, por qué?

– Porque quiero llamar a la policía para que vengan a sacar a este saco de mierda fuera de mi casa.

– ¡Esto no ha acabado! -gruñó Donnie.

Aidan sacudió la cabeza.

– Oh, sí, lo ha hecho. Vas a salir de aquí en unos pocos minutos y no pensaré nunca más en ti y en lo que has hecho. Realmente no me importas. No vales la sal de mis lágrimas o el poder del cerebro que me llevaría conjurar tu cara.

– No te dejaré descansar.

Aidan bufó.

– Créeme, dormiré bien de noche. Tengo los recursos y el derecho de luchar contra ti hasta el amargo final, por lo que más importa en… mi vida y… -miró a Leta-, mi corazón… estoy más allá de ti.

– Tú…

Deimos terminó sus palabras con una patada rápida a la cabeza que dejó a Donnie inconsciente.

– ¿Alguien más estaba aburriéndose con su mierda?

Leta levantó la mano.

Aidan se paró.

– ¿Lo mataste?

– Nah. A pesar mío, respira. Sigo diciéndote que deberías dejarme cortar unas pocas partes de su cuerpo.

– No. Lo quiero intacto para que lo único en que se pueda concentrar sea en lo que se ha hecho. Más pronto o más tarde sus mentiras se desvanecerán y verá la verdad. No soy quien lo ha herido. Él lo es.

Deimos pareció desilusionado por el hecho de que no podía matar a Donnie.

– Dado que esto parece estar superado, me iré y forzaré a Phobos para jugar otra serie conmigo. Hasta luego -Desapareció.

Aidan deja salir un aliento irritado bruscamente.

– No he tenido la oportunidad de agradecérselo.

– No te preocupes por ello. Los demonios odian los agradecimientos.

– ¿De verdad?

Ella asintió.

– Como otra persona que yo sé, que se incomoda siempre que es alabado.

Aidan sentía que una comisura de su boca se elevaba mientras la tiraba más cerca de él.

– Creo que lo he superado.

– ¿De verdad?

– Sí, pero sólo cuando viene de ti.

Ella le devolvió su sonrisa con una que le debilitó las rodillas.

– Convoqué a la policía hace un segundo. Estarán aquí en unos pocos minutos.

– Bien -Por lo menos fue lo que pensó hasta que se dio cuenta de algo-. ¿Qué va a pasarte ahora que Dolor se ha ido?

– Tengo que irme

El estómago de Aidan se encogió cuando un sentimiento enfermo lo atravesó.

– ¿Irte?

Ella miró a lo lejos como si fuera incapaz de encontrar su mirada.

– Soy una diosa, Aidan. No puedo permanecer en el reino humano. No pertenezco aquí.

El quiso rogarle que se quedara con él, pero no pudo. Ya le había contado porque no podía quedarse. Todos los ruegos le harían sentir mal por algo que ninguno de ellos podía evitar.

Como dijo, era una diosa.

Quizá podría llegar a ser mortal. Pero él no quería eso. Ella envejecería y moriría.

¿Cómo podría pedirle eso a alguien que era siempre joven y hermoso? Sería egoísta.

– Te perderé.

Leta tragó ante el dolor que oía en su voz. El trataba tan duramente de ser fuerte, pero por dentro estaba roto. Podía sentirlo.

El temor marcó su frente.

– ¿Estará Dolor allí, esperándote?

– No. Cuando falló en matarte y su cuerpo humano se desintegró, se volvió impotente. Ha vuelto al éxtasis ahora. Tomará otro sacrificio humano para volver a despertarlo -Por lo menos eso era lo que creía que le había sucedido. La verdad era que no lo sabía y no lo sabría seguro hasta que volviera a casa.

Aidan frunció el ceño.

– ¿Por qué tiene que tener un sacrificio humano para aparecer como un humano cuando tú no?

– Con la ayuda de Hades, yo lo maldije a ello. Mi pensamiento fue que nadie sería lo bastante vicioso para matar a alguien a quien amara para liberarlo. Pensé que había encontrado la manera de encerrarlo fuera del mundo humano para toda la eternidad.

Aidan miró a su hermano, que todavía estaba inconsciente en el suelo.

– Adivino que ambos sobreestimamos la humanidad de Donnie.

– Quizás, pero recuerda, nadie más en el mundo está tan enfermo como él.

– ¿Pero tu no estás realmente en este mundo, verdad?

– Aidan…

El silenció sus palabras colocando un dedo sobre los labios.

– No prolongues la herida, Leta. Arranca la tirita de mi piel y deja que el ardor me lo recuerde por un dia. Te lo dije antes, prefiero un momento de increíble felicidad antes que una vida vacía -Colocó un tierno beso en su frente-. Ahora vete. Sólo vete.

El problema era que ella no quería dejarle. Quería quedarse, pero no había modo de que pudiera. Su cuerpo temporal no duraría en este plano de la existencia.

– Te visitaré en tus sueños.

– No -dijo él, su voz quebrada-. Eso sólo lo haría peor. No podría soportar verte allí, sabiendo que no puedo realmente tocarte. Deja que la herida cure. Déjame ser capaz de pensar en este día y recordar a la mujer que salvó mi vida.

Tenía razón, y la mataba admitirlo.

– No te olvidaré, Aidan.

Aidan no respondió verbalmente, pero la luz atormentada en esos ojos verdes dijo más que las palabras.

Él la recordaría también.

El sonido de las sirenas de la policía perforó el aire.

– Vete, Leta.

Ella retrocedió con el corazón en la garganta. Todo lo que quería era estar con él. Si sólo pudiera. Pero los dioses habían decretado un destino diferente para ellos. No había necesidad de luchar una batalla que no podrían ganar.

– Te amo, Aidan -dijo antes de que destellara de vuelta a la Isla Desvanecente.

Aidan se paró allí en el centro de su cabaña, mirando fijamente al espacio donde Leta había estado. Fue sólo entonces que permitió que las lágrimas aparecieran. El dolor de ellas ardía en su pecho y lo estrangulaba.

Finalmente ella le habría traicionado también. Todos le traicionan.

Quizás, pero ya no creía eso. Leta le había enseñado mejor.

El oyó el trueno de la policía corriendo por su porche.

– ¡Ponga las manos detrás de la cabeza! ¡Arrodíllese!

Aidan no se estremeció mientras los policías entraban por su puerta rota con sus armas en la mano. Obedeció sus órdenes y se arrodilló en el piso mientras uno de los oficiales corría detrás de él y le esposaba las manos juntas.

– Para el registro, yo soy la víctima.

Pero dado que no lo sabían seguro, siguieron el protocolo estándar de asegurarlo antes de llamar a una ambulancia para Donnie.

Una vez que se dieron cuenta de que Donnie era un criminal escapado y de que Aidan de hecho vivía en la cabaña y de que había sido él el atacado, le quitaron las esposas y le dejaron coger una toalla fría para limpiarse la sangre de su cara y hombro.

– ¿Está seguro de que no quiere ir a un hospital? -preguntó uno de los oficiales masculinos.

Aidan negó con la cabeza mientras les miraba acarrear a un semiconsciente Donnie fuera de su salón. No había ayuda para lo que realmente le dolía. Solo Leta podía hacerlo.

– Estaré bien.

– ¿Está seguro?

Por primera vez en años, lo estaba.

– Sí. El que no nos matara…

– Requiere mucha terapia tratar con él.

Aidan dio una pequeña risa mientras el policía se encogía de hombros.

– Oye, en mi negocio, es realmente verdad -El oficial de repente parecía incómodo mientras miraba a la repisa de la chimenea donde Aidan tenía su Oscar. Era una postura tímida que Aidan conocía muy bien.

– ¿Quiere un autógrafo?

La cara del oficial brilló.

– No quería pedírselo con usted sangrando y todo, pero mi mujer es realmente una gran fan suya y esto me conseguiría algunos puntos con ella. Si pudiera ponerlo bajo el árbol, sé que le daría las Navidades.

Aidan sonrió aunque le dolía su labio partido.

– Cuélguelo -Fue a su oficina y sacó un montón de fotos publicitarias que Mori había enviado y que había ignorado y un bolígrafo antes de volver al salón-. ¿Cuál es su nombre?

– Tammy.

Otro oficial entró.

– Oh, hombre, ¿puedo tener uno también? Adoro la película Alabaster. Hiciste un gran trabajo en ella y la chavala que estaba con usted… ¿Era ella tan caliente en la vida real?

– No, era incluso mejor.

El oficial rió.

Aidan vaciló mientras la vieja alegría que solía sentir volvía como una inundación. Todavía podía recordar la primera vez que alguien le había pedido un autógrafo hacía todos esos años. La primera vez que alguien le paró en la calle para decirle cuanto le gustaba su trabajo. No había nada como eso. No importaba cuando o donde, adoraba ser parado por sus fans. Compartir unos minutos charlando con ellos.

Donnie y Brezo le habían manchado con su veneno. Esas personas no se preocupan por ti. Son solo parásitos que quieren tocar algo que nunca serán. Dios, odio que siempre estén sobre nosotros. Ni siquiera puedo comer una comida en paz. ¿Por qué no les dices que se vayan y nos dejen solos?

Pero a Aidan nunca le había importado. Aún cuando estaba en el punto de mira, no podía conducir por la calle con las ventanillas bajas o las veces que tuvo a la prensa escalando en su patio, no le importó. Estaba contento de hacer algo que las otras personas disfrutaran, y si hablar con él les hacía felices… No había sentimiento más grande que saber que había tocado sus vidas y traído una sonrisa a sus caras, incluso si solo fuera por unos pocos minutos.

Eso era lo que había querido desde niño. Por lo que se había roto el culo hasta lograrlo. Había sufrido a través de suficientes hondas y flechas para hacer a Shakespeare orgulloso.

Y adoraba cada minuto de ello.

Entregó la foto firmada para Tammy al oficial antes de mirar al otro.

– ¿Cuál es su nombre?

– Ricky… y ¿puede hacer uno para mi amiga, Tiffany? Se moriría si vuelvo a casa con él. Oh, y mi madre, Sara. Ella ha sido su fan desde esa película de terror rara que usted hizo. Adoraba esa también, pero era un desmontador de mentes.

Aidan se rió del entusiasmo de hombre.

– Sería un placer.

Antes de terminar, Aidan firmó un total de veinte fotos para la policía y paramédicos. Donnie chillaba indignado en la ambulancia, pero a nadie le importó.

– Que tenga Feliz Navidad -dijo Ricky mientras arrastraba a los otros fuera de la cabaña de Aidan. El vaciló en la astillada puerta-. Probablemente necesitará llamar a alguien para fijar esto. No creo que debería quedarse aquí arriba sin una buena puerta, dado lo que ha sucedido hoy.

– Gracias. Me ocuparé de eso.

Ricky retuvo la mano.

– Es usted un hombre decente, Sr. O'Conner. Muchas gracias por los autógrafos.

– El placer es mío, y llámeme Aidan.

Ricky sonrió.

– Aidan. Ha sido un placer conocerle. Desearía que las circunstancias hubieran sido mejores.

– Sí, yo también. Tenga una buena Navidad y dígale a su madre y a Tiffany que dije hola.

– Lo haré. Gracias.

Aidan lo siguió fuera al porche donde miró a Ricky andar hasta su coche antes de que todos ellos se marcharan. Todavía podía oír la amortiguada voz de Donnie maldiciéndole mientras se ponían en marcha. La compasión manó dentro de él, pero luengo entonces, pensó que quizás era una buena cosa que Donnie estuviera siendo comido por el odio. Un día, Donnie se daría cuenta exactamente de lo que el odio le había costado… que tratando de arruinar a Aidan, había destruido toda su vida.

Que Dios ayudara a su hermano entonces.

El dolor de la traición de Donnie cayó sobre sus hombros ahora. A él realmente no le importaba

– Soy el último hombre de pie.

El problema era que estaba parado solo y por primera vez en años eso le molestaba.

Cerrando los ojos, sintió la mordedura del frío contra él mientras convocaba la imagen de Leta en su mente.

– Te hecho de menos, nena.

Pero no había nada que hacer sobre eso.

La vida era lo que era.

Derrotado, se giró para entrar en casa y vio que la puerta había sido reemplazada.

– ¿Leta? -preguntó con una nota optimista en su voz.

No era ella. Deimos estaba parado dentro del salón, mirándole.

Aidan no podía entender su presencia.

– Creía que estabas jugando al ajedrez.

– Iba a hacerlo, pero… -vaciló como si tuviera algo en la mente.

– ¿Pero? -incitó.

Deimos indicó la puerta con una inclinación de la cabeza.

– Recordé que tenías una puerta rota.

– Gracias por repararla.

– Ningún problema.

Aidan se detuvo, esperando a que Deimos hablara o hiciera algo. Cuando no lo hizo, Aidan arqueó una ceja.

– ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?

– No realmente. Es más bien algo con lo que yo te puedo ayudar.

Ahora tenía toda la atención Aidan.

– ¿Y eso es?

Deimos le miró aburridamente.

– ¿Qué darías por tener a Leta contigo?

Aidan no vaciló.

– Todo.

– ¿Estás seguro?

– Sí -De repente, todo se volvió negro. Aidan se movió bruscamente, intentando orientarse, pero no podía ver, sentir, u oír nada. Solo estaba oscuro-. ¿Leta?

Esta vez ella no respondió. No había ninguna mano amable para agarrarlo. Ninguna palabra de ánimo y la echaba de menos incluso más.

Cuándo la luz volvió, se vio como un niño cerca de un árbol de Navidad. Tenía once años y estaba en casa de su tío. Aidan frunció el entrecejo mientras trataba de recordar el acontecimiento exacto, pero no podía. Sólo recordaba el decorado.

– ¿Qué conseguiste? -preguntó Donnie mientras iba donde Aidan estaba jugando.

Aidan levantó a su figura de acción.

– G.I. Joe y algunos dulces.

Donnie curvó el labio.

– Eso no es justo. Yo quería un G.I. Joe.

Aidan estaba desconcertado por su ira.

– No, no querías. Dijiste que querías un Optimus Prime y a Grimlock, lo que tienes.

Donnie se estiró a por el juguete en la mano de Aidan y se lo arrebató.

– ¡Devuélvemelo!

Donnie se negó, y cuando Aidan lo intentó con más fuerza, le golpeó con todo lo que tenía. Aidan gritó con furia, lo cual despertó a su tío de la siesta que tomaba en el sofá a unos pocos pies de ellos.

Dos segundos después, con insultos llenando sus orejas, todos los juguetes estaban en la basura, y ambos molidos. Por no mencionar las magulladuras del enfado de su tío.

– Es todo por tu culpa -gruñó Donnie, empujando a Aidan escaleras arriba mientras se dirigían al cuarto que compartían.

– Yo no cogí tus juguetes, tú cogiste el mío.

Donnie curvó el labio.

– Eso es porque necesitas aprender a compartir. Eres un cabronazo tan egoísta. Te odio. Ojalá hubieras muerto con mamá y papá.

Aidan se congeló ante la hostilidad en la cara de su hermano mientras Donnie caminaba penosamente pasándole. Con el corazón pesado, invirtió el curso y volvió al salón. Se movió furtivamente hacia la esquina, temeroso de ser agarrado. Por suerte, su tío estaba otra vez en el sofá, desmayado por beber en la juerga de Navidad.

Tan calladamente como pudo, Aidan arrastró la lata de la basura y sacó los juguetes. Luego, en silencio, volvió arriba donde entregó los juguetes a Donnie.

– Puedes tenerlos -dijo, no queriendo que su hermano lo odiara más.

Donnie sonrió.

Pero aunque Aidan hubiera ganado a su hermano, no había satisfacción en ello. Solamente sentía alivió de que Donnie no lo odiara…

El Aidan adulto miraba la escena mientras finalmente recordó cada emoción enterrada de ese Día de Navidad. Lo había olvidado todo. Ahora cada parte estaba clara. Y recordaba otras veces donde Donnie había actuado así. Todas las veces había intentado acallarlo porque Donnie no quería que él tuviera nada.

Se suponía que el mundo entero era de Donnie.

Entonces la escena cambió y vio a su agente Mori en casa con su última esposa. Alto, moreno, joven y guapo. Shirley estaba sentada en el sofá mientras Mori se sentaba enfrente de ella en una silla marrón de cuero.

– ¿Por qué estás tan infeliz?-preguntó ella calladamente.

Mori le ofreció una sonrisa llena de disculpas.

– Lo siento. Estaba pensando en Aidan otra vez.

Ella puso los ojos en blanco.

– No puedo creer que él se aleje de tanto dinero.

La mirada de Mori se volvió introspectiva mientras acunaba su copa de brandy. Su expresión decía que lo encontraba más que plausible.

– El dinero no compra la felicidad.

Ella se burló.

– Cualquiera que dice eso no compra en las tiendas correctas.

Mori no hizo comentarios acerca de eso.

– Odio en lo que se ha convertido. Es sin duda alguna uno de los mejores actores de su generación. Desearía que hubiera algo que pudiera hacer por él.

– Mándale un jamón.

Mori la cortó una mirada aburrida.

– No para un regalo. Cuando le conocí la primera vez, estaba tan lleno de vida y risas. Cuando otros actores se hartaban de la fama, él no. Siempre la disfrutó. Incluso las partes que hacían que los actores menores se derrumbaran y cayeran. Ahora… ahora es un recluso agrio. Si tuviera un solo deseo por Navidad, sería verle feliz otra vez.

Aidan estaba asombrado por el hecho de que Mori no era tan sangre fría como pretendía. Uauh. Su agente había estado guardando bastantes secretos. Había realmente un corazón enterrado bajo todo ese pavoneo.

Pero eso no cambiaba nada. Alzó la mirada hacia la oscuridad.

– ¿Se supone que esto significa algo para mi?

La respuesta vino mientras la escena se volvía blanca otra vez y reaparecía, no en su futuro como esperaba, sino en un lugar que nunca había visto antes.

Parecía ser una caverna oscura con paredes que sangraban…

Débiles chillidos y gemidos resonaban mientras andaba hacia una gran abertura, y cuando la alcanzó, se congeló. Allí estaba Leta con una bata blanca, larga que flotaba, de pie ante dos hombres enfadados quienes la miraban mientras un tercer hombre de blanco estaba a su izquierda.

– ¿Me pides misericordia para ella?-El hombre rubio alto se mofó del hombre de blanco-. ¿Entiendes lo que ha hecho?

– Sí, Zeus. Lo hago. Pero lo que ella hizo, lo hizo para proteger un humano inocente.

Zeus se mofó de la respuesta.

– Ninguno de ellos es inocente. ¿Qué es la muerte de otro humano más en este mundo?

Leta empezó a contestar, pero el hombre al lado de ella la paró poniéndole la mano en el brazo.

Cuándo él habló, su voz estaba desprovista de toda emoción.

– Ella fue asignada al humano por mí y llevó a cabo su tarea hasta el final. Fue Dolor quien…

– No te atrevas a defenderla -gruñó Zeus-. Porque por su muerte, tenemos una ruptura en el universo. ¿Tienes alguna idea de lo que podría haber sucedido? El mundo podría haber terminado.

– Pero no lo hizo.

Zeus le azotó.

– ¡M’Adoc! -dijo Leta, apresurándose a donde él yacía en el suelo.

Zeus levantó la cabeza ante eso.

– ¿Son emociones lo que oigo?

Aidan vio el pánico en los ojos de Leta pero dado que estaba de espaldas a Zeus, no estaba seguro de que el dios lo hubiera advertido.

En su lugar una mirada extraña pasó entre M’Adoc y el dios de pelo moreno parado al lado de Zeus.

– Ellos no tienen emociones, hermano-dijo el hombre de pelo oscuro-. Ha pasado un tiempo con los humanos y éstos son los efectos residuales.

La mirada de Zeus se estrechó peligrosamente mientras M’Adoc se ponía de pie.

– ¿Estás defendiéndoles, Hades?

Hades se encogió de hombros.

– No realmente. Si quieres que la castigue, lo haré. Es para lo que vivo.

Aidan frunció el entrecejo ante el tono sarcástico de la voz del dios.

Zeus asintió.

– Muy bien. Mátala.

– ¡No!-Aidan arremetió sólo para chocar con una pared invisible.

Los dioses se giraron como si le pudieran oír.

Aidan golpeó la mano contra la pared.

– ¡No te atrevas a tocarla!

Se dio cuenta de que ellos podían de hecho oírle mientras Zeus avanzaba para mirarle fijamente como si fuera un insecto en un frasco.

– ¿Tienes alguna idea de quien soy?

– No me importa. Leta no hizo nada malo y no la veré herida por mí.

– ¿Nada malo? -Preguntó Zeus, las ventanas de la nariz dilatándose-. Tú, humano estúpido. Ella podría haber destruido el universo entero con sus acciones. Lo único que nos salvó fue el hecho de que Dolor estaba en éxtasis y sus poderes restringidos. Si no lo hubiera estado… Tomémonos un momento y estemos malditamente agradecidos por los pequeños favores.

Aunque una pequeña voz en la cabeza de Aidan le dijera que no discutiera con el antiguo dios, no podía pararse.

– Ella no es la que mató a Dolor. Yo lo hice.

Leta jadeó con sus palabras.

– Aidan…

– Es verdad -dijo, cortándola antes de que lo contradijera-. Yo lo maté. Así que si va a castigar a alguien, debería ser a mí.

Zeus lo consideró.

– Ignóralo, mi señor -dijo Leta rápidamente-. Él es noble pero insensato. Fui yo quien ignoró su mandato para dejar a Dolor solo. Yo lo maté aquí mientras dormía en éxtasis contra tus deseos. A causa de eso soy la única que debería ser castigada.

Zeus se tensó como si algo lo ofendiera.

– ¿Eso que oigo en tu voz son emociones? ¿Tienes sentimientos por este humano?

Leta sacudió la cabeza.

– No, mi señor. Es solo lógica fría y dura.

Sus palabras atravesaron a Aidan, que no podía soportar el pensamiento de ella siendo falsa con él.

– ¿Leta?

Su mirada era vacía cuando se encontró con la suya.

– ¿Cómo podría tener jamás sentimientos por un humano cuando soy incapaz de ellos?

Zeus se volvió especulativo.

– ¿Así que si mato al humano, no te importaría?

Aidan no había pensado que su cara podía volverse más fría, pero estaba equivocado.

Aún así, ella no contestó.

– No le importaría -respondió M’Adoc por ella-. No es capaz de ello.

– Muy bien. Dado que se suponía que el humano moriría de todos modos… -Zeus disparó un relámpago desde su mano, directo al corazón de Aidan.

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