CAPÍTULO 5

– ¡No puedo creer que hayas hecho trampas!

– Yo no puedo creer que no lo supieras ¿Hombre, qué clase de Dios eres? Nunca pensé que la estupidez tuviera una divinidad representativa. Supongo que estoy equivocado, ¿uh?

– Eres un gilipollas.

Aidan frunció el ceño mientras Leta le hacia pasar a un cuarto de mármol blanco donde dos hombres jugaban al ajedrez. Todo en el cuarto era de un blanco estéril, excepto por los dos hombres vestidos de negro y las peculiares piezas de ajedrez que habían estado danzando y luchado alrededor del tablero a su llegada -piezas de ajedrez, criaturas que vivían y respiraban las cuales observaban ahora la discusión de los dioses con gran interés.

A un rápido vistazo, los dos dioses parecían ser gemelos excepto que el timador tenía el corto pelo marrón con unas líneas negras entrelazadas. También tenía lo que parecía ser un tatuaje negro bajándole por la cara en un agudo y definido rayo luminoso estilo angles, desde los lacrimales hasta la barbilla. El hombre frente a él tenía el pelo negro con tatuajes tribales cubriéndole los brazos desde las muñecas hasta los hombros. Ambos estaban vestidos con pantalones vaqueros y camisas playeras sin mangas. Un estilo extraño para dos dioses.

¿No obstante, qué sabia él de tales criaturas?

– ¿Deimos?-lo llamó Leta mientras dirigía a Aidan hacia los jugadores.

El que tenía el tatuaje el tatuaje en el rostro levantó la mirada.

– Leta, preciosa. ¿Qué te trae por aquí? -Preguntó en tono jovial como si no hubiera estado en medio de una disputa verbal con su hermano tres segundos antes.

El otro hombre se puso de pie como para marcharse.

– Siéntate, Phobos,-chasqueó Deimos-.No hemos terminamos.

– Si, terminamos. No juego con tramposos y no me importa si eres tres segundos mayor que yo, tú no me dices lo qué tengo que hacer. No soy tu puta, tío.

Deimos hizo una mueca.

– Entonces no actúes como tal. ¿Quién oyó que el Miedo era un llorica?

Phobos cruzó los brazos sobre el pecho.

– Las mismas personas que hicieron a Temor un tramposo.

Deimos se mofó de él.

– Oh, vete a llorar a mama, nenaza.

Luego Deimos miró a Aidan.

– ¿Juegas al ajedrez?

– No muy bien.

Indicó la silla enfrente de él.

– Toma asiento mientras hablamos.

– No lo hagas,-lo previno Phobos-.Es como jugar en contra de un niño de dos años que puede dinamitar tu alma directamente fuera de tu cuerpo. La última vez que Demon jugó contra un humano el cual le ganó, cortó al gilipollas en rodajas como aperitivo.

Aidan arqueó una ceja ante la vivida descripción.

– Interesante giro de la frase.

– Considéralo una advertencia.

Leta se apoyó contra Aidan y sonrió.

– No le prestes ninguna atención a Phobos. Su trabajo es despertar el temor en otros. Es hábil en eso, también.

Aidan se encogió de hombros ante la advertencia.

– No realmente. No tengo miedo de nada.

Phobos sonrió abiertamente mientras disfrutaba con el pensamiento de un desafío.

– Te lo aseguro, puedo rectificar eso.

– Prefiero que no,-dijo Leta rápidamente antes de despedir al dios.-Ahora marcharte a asustar a una o dos viejas.

Phobos la despidió con dos dedos antes de desaparecer en un círculo de llamas.

Ella se volvió a Deimos que estaba en el proceso de dirigir las piezas de ajedrez de vuelta a los lugares de inicio.

– ¿Tienes un minuto, Demon?

Deimos se rió.

– Una eternidad de ellos. ¿Por qué?

Necesito saber como detener a Dolor.

Eso consiguió que la mirara con expresión interrogativa.

– ¿Dolor? ¿Cuando se despertó?

– Hace un para de días. Ahora él va detrás de Aidan para matarle.

Deimos chasqueó.

– Pobre. Realmente apesta ser humano.

Leta estrechó la mirada en él.

– Deimos…

No le molestó su tono de reproche.

– No me fastidies, primita. No quiero oírlo.

– Eres un Dolophonos, un dios de la justicia. ¿Realmente vas a quedarte aquí sentado mientras un hombre inocente se somete a la muerte porque alguien tenga un síndrome post menstrual?

Deimos le dirigió a ella una mirada cómica.

– Soy un ejecutor, Leta, de ahí mi apodo Demon. Me envían allí para arrancarles la cabeza a las personas y dioses que han cruzado la línea, a menudo sólo porque alguien tiene SPM. Quieres justicia, la oficina de Themis está bajando el vestíbulo a la izquierda-.Le sonrió con malicia-. Si quieres muerte y desintegración, soy tu hombre… o más bien tu dios.

Ella dejó escapar un sufrido suspiro.

– ¿Así que no vas a contestar a mi pregunta?

– No tengo la respuesta. Solo porque haya compartido unas copas con Dolor en el pasado no significa que sé como detenerle, especialmente porque nunca nadie me ha enviado a mí para matarlo. Sólo sé que prefiere un lingotazo doble de tequila con limón empapado con bourbon. Asqueroso, lo sé, pero lejos de mí burlarme de sus gustos. Me alegro justamente de que no sean los míos.

Aidan se adelantó con una pregunta propia.

– ¿Qué hay de ti? ¿Puedes detenerle?

Deimos lo miró con presunción

– Nadie está delante de mí por mucho tiempo. Temor siempre triunfa sobre el Dolor. Además, peleo sucio. El ajedrez no es lo único en lo que hago trampa.-Se reclinó en la silla y plegó las manos detrás de la cabeza antes de volver la mirada hacia Leta-.Si realmente quieres indagar en la debilidad de Dolor, entonces te sugiero que lo intentes con su hermana, Lyssa.

Aidan podía asegurar por la mirada en la cara de Leta que mejor sería no hacerlo.

– ¿Quién es Lyssa?

– La personificación de la Locura,-contestaron al mismo tiempo.

Leta dedicó a Deimos una mirada de reproche antes de explicar.

– Ella trabaja a menudo como un demonio en conjunto con otros dioses, para incitar a la locura a sus víctimas a fin de que las Erinias o Furias puedan hacer su trabajo. Por eso, es un poco difícil de manipular y la locura que suele verter en los demás ha echado raíces muy profundas en su propia mente.

Reflexionó.

– Ooo, perfecto. Creo que en las últimas veinticuatro horas ella y yo nos hemos hecho realmente buenos amigos.

Deimos se rió.

– Te puedo asegurar que no la has conocido.

– Quizás no personalmente, pero definitivamente he estado patinando alrededor de su muro la mayor parte del día de hoy.

– Alrededor de su muro, bien. Solo no te detengas y llames a su puerta.

– ¿Por qué?

Deimos le dedicó una siniestra sonrisa

– Ella es especial. Solíamos desatarla en los antiguos campos de batalla solo para ver como los soldados cortaban a sus mejores amigos en pedazos antes de caer por sus propias espadas.

Leta torció la cara por la brutal representación.

– Estás enfermo, Demon.

Él se encogió de hombros despreocupadamente.

– Confía en mí, merecían eso o yo no le habría dado importancia. Además, mi madre es una Furia y mi padre la Guerra. ¿Qué más esperarías de mí?

– Compasión,-dijo ella suavemente-.Las Erínias no siempre son crueles.

– Cierto, pero no para los malvados. Nuestro trabajo es castigar y eso, prima, estoy más que capacitado para hacerlo. Aunque quizás pienses que es espantoso.-Él le indicó la puerta con un movimiento de la barbilla-.Visita a Lyssa. Si Dolor tiene una debilidad, ella es la única que lo sabe.

– ¿Pero la compartirá?

Él se encogió de hombros.

– Tú la conoce tan bien como yo. Depende del humor y el grado de lucidez cuando hables con ella.

Aidan frunció el ceño.

– ¿Grado de qué?

En lugar de contestar, Leta lo agarró del brazo antes de emitirse a un jardín Escheresque. Era tan complicadamente confuso, con escaleras serpenteantes que desafiaban la lógica, arcos mal lineados, y arbustos creciendo al revés, que Aidan ni siquiera podía comprenderlo. Se sentía literalmente como si solo se hubiera introducido dentro del campo del Otro Mundo de Escher. Le mareaba intentar encontrarle sentido a las estupideces que lo rodeaban.

No le extrañaba que Liza estuviera loca. Intentar atravesar su jardín volvería loco a cualquiera.

Leta lo condujo hasta un pequeño conjunto de escaleras que serpenteaba dentro del esqueleto de un dragón antes de disolverse en un río de sangre que salpicaba contra la pequeña roca sobre la que estaban.

– ¿Qué es este lugar?-Preguntó él.

– La casa de Lyssa. Como advirtió Deimos, ella no está exactamente bien de la cabeza y la suya es una visión muy única de la realidad. El jardín refleja su extraña naturaleza.

¿Extraña? Sí, claro, había saltado directamente de lo raro para sumergirse de cabeza en lo absurdo. Comenzaba a entender eso mientras la barandilla por debajo de su mano lamía su palma. Frunciendo el ceño con repugnancia, sacudió con fuerza la mano para encontrar ojos vigilándole en lugar de la lengua que él había sentido un instante antes.

Claro… si ésta era la verdadera locura, él de repente se sentía normal.


– Lyssa, Lyssa,-Llamó Leta.- Clara y hermosa, soy Leta que viene para ha hablar contigo de una cosa.

Bueno, esta era una nueva faceta de Leta. Había que decirlo, tenía una bonita voz cuando cantaba las palabras.

– ¿Qué estas haciendo?

Su sonrisa lo deslumbró.

– A Lyssa le gustan las rimas. Sólo hablará con ellas.

– ¿Me estás tomando el pelo?

Antes de que ella pudiera contestar, una vertiginosa bola azul apareció delante de ellos. La bola se movió por un camino dentado hasta que tocó la parte superior de las escaleras por detrás de él. Allí creció hasta que dio forma a una joven y bella mujer. Su largo y rizado cabello rubio brillaba como si fuera puro hilo de oro y esta de pie con la regia conducta de una reina. Más que eso, cada rasgo de la cara estaba tan cuidadosamente esculpido que no parecía real.

Hasta que uno se miraba en sus ojos. Eran negro azabache y fríos. Sin alma. No había blanco, o color de ninguna clase. Y cuando los volvió hacia él, pudo sentir el escalofrío de la locura hasta su alma.

Cuando habló, la voz de Lyssa era tan ligera y delicada como la diosa misma.

– Leta, Leta, nacida de sueños

A través de los siglos has gritado

Ahora vienes a mi hermosa tierra

Solo a pedir la ayuda de mi mano.

Aidan se inclinó hacia adelante para murmurar en la oreja de Leta.

– Bonita estrofa.

Ella le codeó con fuerza en las costillas.

– ¿Puedes ayudarme, prima querida?

Una sonrisa caprichosa curvó los rojos labios de Lyssa.

Ayuda es todo lo que ellos piden,

Aunque rara vez permanece

Dejaré que también la veas.

Y entonces solo sangrarás.

Enfurecido con sus enigmáticas palabras, Aidan se apartó un paso de Leta.

– Mira, no tenemos tiempo para esto. Necesitamos- Sus palabras se detuvieron instantáneamente cuando sus labios quedaron herméticamente sellados.

Lyssa sacudió la cabeza con reproche.

– Los hombres siempre han preguntado su camino.

Sin importar quien los domine

Es hora de que te detengas a escuchar en lugar de oír

Solo eso mantendrá a salvo lo que quieres.

Leta colocó una mano sobre su brazo, antes de volver la mirada a Lyssa.

– ¿Me estás diciendo que podemos derrotar a Dolor?

– Dolor está aquí

Agudo y claro.

Sin embargo, se desvanecerá

Y un nuevo camino se hará.

Vio el alivio en la cara de Leta aun cuando él mismo estaba teniendo dificultades para seguir el sinsentido. Y el no ser capaz de abrir la boca, empezaba a enfurecerlo de veras.

– ¿Cómo le derroto?-Preguntó Leta.

Lyssa levantó la mano con el fin de que un pájaro que volaba hacia atrás pudiera descansar sobre su extendido dedo. Picasso habría estado orgulloso de la imagen extravagante que formaban los dos.

– El verdadero dolor nace

Cuando el corazón se rompe

Sobre la orilla

Para verlo todo

Por la agraviada mirada en su cara, él podía decir que Leta estaba tan satisfecha con esa respuesta como él.

– ¿Pero como se termina?

Un final es un comienzo disfrazado.

Pero eso lo ven sólo aquellos que son sabios.

Para que el dolor regrese a su lugar

Deberás enfrentarlo a la cara.

Leta negó con la cabeza.

– No lo entiendo, Lyssa.

Ella le dedicó a Leta la misma mirada que un maestro de guardería le daría a un niño irritante.

– En el tiempo se encuentra la claridad.

Pero no ahora sobre esta consagrada tierra.

Tienes las respuestas que has buscado.

Ahora es tiempo para que se celebren las batallas

Y con esas palabras, el pájaro dejó escapar el croar de una rana, deshaciéndose después en polvo. Lyssa levanto los brazos hacia el cielo antes de hundirse en la tierra.

Vale…

Aidan jadeó con brusquedad cuando pudo abrir de nuevo la boca. Le dedicó a Leta una mortífera mirada.

– Interesante mujer. Sin embargo debe ser agotador intentar rimar siempre todo lo que quieres decir.

– No después de tanta experiencia como ha tenido.

No quiso discutir ese punto. Estaba realmente contento de que Lyssa se largará.

– ¿Sacaste algo en claro de ello?

– Sí. Entendí que podemos vencerle antes que él nos mate. Eso es al menos un principio.


Ella era definitivamente una optimista. Él por otra parte…

– Llámame loco, pero comparada con Lyssa, Sybil era normal, pero todo lo que conseguí de esta reunión fue un dolor de cabeza. Las instrucciones concretas de cómo matarle hubiesen sido bienvenidas.

– Cierto, pero en este caso, creo que conseguimos lo mejor de lo que podríamos esperar.

– ¿Entonces por qué perdimos el tiempo?

Ella le palmeó con indulgencia la mejilla.

– ¿Quién dijo que perdimos el tiempo?

– Yo, por cierto.

– Y estás equivocado, por cierto. Confía en mí.

Sí, claro. No iba a cometer ese error.

– No te ofendas, pero la última persona en quien confié trató de asarme a la barbacoa-personal y profesionalmente.

En vez de enfadarla, las palabras volvieron suave y tierna su expresión.

– No soy estúpida, Aidan. No habría acudido a ti si quisiera herirte.

Tenía sentido mientras lo decía, pero él no podía sacudirse la amargura en su interior si no quería volver a quemarse nuevamente. Estaba tan cansado de que la gente jugará con él, usándolo para obtener lo que querían, para hacerle después a un lado en el minuto en que él los desagradaba.

No era basura de usar o tirar. Era un ser humano con sentimientos como todos los demás.

Asustado de lo que le podría hacerle Leta y asustado del pasado, extendió la mano para tocar su mejilla. Su piel era tan suave, sus labios invitadores. Había habido un tiempo en su vida en el que no hubiera dudado en dar un paso hacia una mujer como esta. Un tiempo en que la hubiera tenido riéndose y desnuda en la cama.

Ahora una parte de sí mismo estaba muerta. Nunca más sería tan despreocupado y lleno de vida. Habían lanzado su alma al suelo donde todavía estaba enlodada por los recuerdos y dolía tan profundamente que se preguntó si alguna vez sería capaz de revivir alguna parte del hombre que había sido alguna vez.

¿Lo quería?

Había algo por decirlo de alguna manera adormecido. No había obligación. Ni daño para sí mismo o cualquier otro. Era un lugar bonito para vivir una vez que sobrepasabas la soledad.

Pero mientras clavaba la mirada en esos ojos tan azules y sinceros, todo el aislamiento de su vida lo golpeó en el pecho.

¿Si me he vuelto loco, estaría tan mal besarla?

¿Lo sería?

Y antes de que pudiera darse la razón, bajó la cabeza para saborear los labios más dulces que había conocido alguna vez.

Leta enterró las manos en el suave pelo de Aidan mientras su respiración se entremezclaba con la de él. Para ser mortal, sabía como besar. Ella podría sentir el acero de su cuerpo en contra el suyo, sentir el calor de su abrazo hasta su alma inmortal.

No debería estar haciendo esto. Pero no podía obligarse a parar. Había pasado demasiado tiempo sin que un hombre la tocara. Desde que había permitido que ninguna pasión tocara su vida. Se suponía que carecía de emociones, pero aquí estaba ella, sintiendo su presencia en cada fibra de su ser.

¿Las estaba extrayendo de él como un Shifon? Esa era la explicación más lógica para estas emociones y todavía eso no le parecía bien. Los sentimientos eran demasiado reales. Los sentían como suyos. No era su cólera. No era su lujuria. Era su anhelo, de ella misma, que tenía y venía de lo más profundo de su maltratado corazón. Una necesidad de estar cerca de él.

Asustada de perder sus sentimientos, envolvió los brazos a su alrededor y los transportó de regreso a su cabaña. Profundizo el beso mientras se le aceleraba el corazón y le ardía la sangre. Esto era lo que más necesitaba.

Aidan.

Ella retrocedió para contemplarlo.

– Quiero estar contigo, Aidan,- murmuró mientras sus manos se demoraban en el dobladillo de la camisa.

Honestamente, esperaba que la apartara otra vez. Ciertamente no lo culparía si lo hiciera después de todo lo franco que había sido. Nadie lo culparía por eso.

Pero no lo hizo. Sus ojos verdes brillaban con calor, él le quitó de un tirón la camisa por la cabeza, y la arrastró de vuelta a sus brazos para continuar el beso.

Cerrando los ojos, ella saboreó su sabor, la sensación de sus manos examinando rápidamente su cuerpo mientras lo sujetaba contra ella. Sus músculos abultados y tensos bajo sus palmas, le recordó un tiempo muy distante en el que había tenido miedo de tocar a un hombre como este. Pero eso había sido hacía eónes y ella había cambiado mucho desde entonces.

Durante siglos, había luchado sola contra Dolor, tratando de salvar tantos seres humanos de como pudo. Había sentido que era su deber a pesar de estar insensibilizada para todo menos para el dolor.

Después de un tiempo esa ausencia de sentimientos había consumido y debilitado su determinación. Había aprendido a extraer como un shifon las emociones de los humanos en sus sueños. Durante un tiempo, había empezado a confiar en esas emociones y había tenido miedo de convertirse en un Skoti – uno de los dioses del sueño que hacían presa de los humanos con el fin de obtener sentimientos. No era necesariamente una cosa mala, excepto cuando tomaban demasiado y conducían a los anfitriones humanos a la locura y destrozaban anímicamente sus vidas. Era algo que ella no podía permitirse hacerle a una persona inocente. El momento en que viera que mentalmente se convirtiera en una Skoti, se encerraría en prisión con Dolor.

Ahora no tenía miedo a sus emociones o a las de Aidan. Las querían. Necesitando sentir más, los emitió al dormitorio y a la cama.

Aidan se apartó de sus labios mientras se percataba de dónde estaba.

– Un truco ingenioso.

– Puedo hacer uno mejor.

Las ropas desaparecieron.

Aidan se rió profundamente en la garganta.

– Si, eso definitivamente podría ser útil.

Ella le dio la vuelta, sobre su espalda. Él la contempló, bebiendo la visión del cuerpo desnudo contra el suyo. Los pechos eran lo más hermosos que alguna vez había visto, y había visto algunos de lo mejores del mundo. Se humedeció los labios y tiró de ella más cerca de modo que pudiera llevarse su fruncido pezón a la boca.

Leta tembló con la sensación de su caliente lengua rozándola. Ahuecó su cabeza hacia ella mientras su mente se tambaleaba con sensaciones olvidadas. Había pasado demasiado tiempo desde que había intimado con alguien. Demasiado tiempo desde que algún hombre la hubiera tocado…

Él gruñó profundamente antes de retroceder y frotar la barbuda mejilla contra su sensible pecho. Ella jadeó con fuerza mientras los escalofríos hacían erupción por todo ella.

Estaba borracha por la lujuria mientras rozaba su cuerpo con la mirada. Cada parte de él estaba esculpida con músculos. Había tanta fuerza en él, por dentro y por fuera. Y todo lo que quería hacer era tocar esa fuerza y mantenerlo cerca de ella.

Más que eso, ella quería saborearle.

Aidan la observó mientras descendía besando su camino a través de su cuerpo. Su largo pelo negro jugaba con la piel, enviándole escalofríos y haciéndolo arder. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que había estado con una mujer que realmente tenía miedo de lo que vendría aún antes de que realmente la tocase.

Eso era todo lo que su maltratado ego necesitaba. Preferiría morir antes que avergonzase como algún niño de secundaria empalmado viendo a su primera mujer desnuda.

Cerrando los ojos, trató de pensar en alguna otra cosa además de esos delicados labios que se frotaban contra su carne. De la lengua dando golpecitos sobre su cuerpo. Con el corazón latiendo acelerado, quería que este momento durara.

Y cuando sintió que le mordía la punta del pene, apenas pudo contenerse para no gritar de placer. Abrió los ojos para observar como ella le tomaba aun más profundamente en la boca. Era la vista más increíble que alguna vez había contemplado. Su lengua se burló y le atormentó hasta el nivel más alto.

Leta sonrió ante el gusto salobre de Aidan y con la alegría que podía sentir que venía de su interior. Era increíble. Y lo más especial de todo era el sentimiento que ella tenía de que él tenía miedo de decepcionarla. El hecho de que si quiera se preocupase, le iluminó el corazón.

Su bondad le recordó un tiempo cuando había sido como él. Cuando sus sentimientos habían sido suyos y cuando había sido dueña de su propia vida. Cuando había sido libre para tomar sus propias decisiones. Había perdido tanto…

Sobre todo, había extrañado el sentimiento de conexión con alguien más. Siendo una parte vital de ellos-padeciendo cuando estaban de viaje, sabiendo que alguien estaba lejos ausente y contando los segundos hasta que volvieran a reunirse. No había nada como vivir y respirar por la sonrisa de alguien a quien se ama.

Aidan dejó escapar un áspero jadeo mientras ahuecaba su cabeza en las manos. Quería simplemente, sexoanimal. Ningún compromiso, nada de promesas. Nada excepto ambos saciando una picazón biológica.

Y aún así, mientras la observaba complacerlo, esa repugnante y tierna parte de él que odiaba se agitó. Era la parte que deseaba una mujer que no le engañara. Una en la que pudiera confiar que no lo lastimara o traicionara. Una persona que permanecería fiel a él sin importar lo que se arrojara en su camino.

Otras personas lo tenían. ¿Por qué no podía él?

Porque no te lo mereces…

No quería creer en eso. Sin duda para Dios, ya que siempre había hecho lo correcto en la vida, era digno de la lealtad de alguien. Del amor de alguien.

– ¿Alguna vez engañaste a tu marido, Leta?- Se encogió de miedo mientras las palabras salían de sus labios.

Mencionar al marido probablemente mataría el deseo sexual de ella.

Pero aun así, necesitaba saber si había sido digna de confianza o como Heather, una mentirosa que se vendió al mejor postor.

Los ojos se le llenaron de dolor mientras se apartaba de él.

– No. Nunca. Le amé completamente, y mientras vivió, ni siquiera miré a otros hombres. Nunca hubo nadie en mi mundo excepto él.

– ¿Era un Dios?

Negó con la cabeza mientras hacía círculos lentos con la mano sobre su abdomen.

– Fue un guerrero. Un buen hombre al cual visite una vez en sueños. Para un soldado, había sido asombrosamente artístico y sus sueños habían sido brillantes con colores y sonidos.-Se atragantó como si fuera casi demasiado para ella volver a pensar-.Y cuando le vi temblar al sostener por primera vez a nuestra hija…cada parte de mí lo amó más.

El estómago de Aidan se contrajo. Eso era lo que quería. Alguien que lo amara así.

– ¿Te engañó alguna vez?

Su mirada se encendió.

– Lo habría matado.

Aidan ahuecó su mejilla en la mano mientras clavaba la mirada en esos ojos luminescentes.

– ¿Crees que alguna vez supo qué era un bastado con suerte?

– No lo llamaría suerte. Por mí causa, y por tratar de proteger mi espalda, fue destripado en el suelo como un cerdo.

Aidan se sintió apenado por su pérdida, pero no cambiaba el hecho de que mataría por tener lo que había compartido ella con su marido.

– No sé. Creo que por tener un día lo que has descrito valdría la pena ser destripado.

Leta se sorprendió mientras sentía las lágrimas picándole en los ojos por él.

– No te merecías lo que te sucedió, Aidan…

– Llegar a ser merecedor por no hacer nada. Tú no merecías perder a tu familia. Y definitivamente no merecían morir porque Zeus sea un idiota.

Una sola lágrima rodó por su mejilla donde fue bloqueada por el dedo de él. Interiormente, ella sintió algo que no había sentido en siglos. Un vínculo emocional con otra persona. Él entendía su tragedia. Sobre todo, la sentía.

Queriendo alejar de él la tristeza, para darle un momento de paz, subió poco a poco por su cuerpo con el fin de poder besarle profundamente.

La cabeza de Aidan se dejó llevar con la aguda pasión de su beso. No podía recordar a nadie en toda la vida que lo besará de este modo. Era exigente y abrasador, e inflamaba cada terminación nerviosa de su cuerpo. Todo lo que quería era tocarla. Sentirla.

Estar dentro de ella.

Ella se aferró apretadamente a su cuerpo antes de inclinar la cabeza para mordisquearle la garganta. Aidan gruñó mientras su lengua danzaba a través de su piel. Todos los pensamientos huyeron de su mente. Ella era la única cosa en lo que podía concentrarse, la única cosa que podía sentir. Su toque le marcó la piel mientras le dejaba quitarle un pasado al que no quería darle mucha importancia.

Leta le dio la vuelta, sobre su espalda. Se derritió interiormente y todo lo que quería era sentirlo profundamente dentro de su cuerpo. Incapaz de esperar, se montó a horcajadas sobre sus caderas y se empaló a sí misma en él.

Él echó hacía atrás la cabeza como si hubiera sido electrocutado.

– Oh, Dios mío, Leta,-jadeó-.No…para

Ella vaciló con sus palabras.

– ¿Quieres que me detenga?

– No,-casi rugió-.Si paras ahora, te juro que moriré.

Ella se rió de sus desesperadas palabras antes de reanudar los movimientos.

Aidan no podía respirar mientras ella empujaba contra de él. Honestamente quería morir en este momento perfecto. No había sentido nada mejor en toda su vida que la mujer encima de él. Era como un ángel enviado para salvarle de su soledad.

Y nunca le permitiría dejarla marchar. Él quería congelar este momento y quedarse justo donde estaba mientras agarraba sus suaves muslos con las manos. Él levantó las caderas, propulsándose a sí mismo aún más profundo dentro de ella. Esto era en donde él quería estar. Quería fingir que no había un mundo fuera de esta cabaña, nadie lo esperaba allí para desgarrarlo en pedazos. Nadie para hacerle daño.

Allí sólo estaba Leta y el placer que ella le daba. Esto, esto era el cielo.

Y cuando ella alcanzó el orgasmo, él se mordió el labio tan fuerte, que saboreó la sangre. Un instante más tarde, se unió a ella en la liberación.

Con la respiración vacilante, se derrumbó encima de él. Su dulce respiración le cosquilleó el pecho mientras observaba las sombras moviéndose en el cielo raso. No podía recordar la última vez en que había estado así de relajado. Que había estado en paz de esta forma.

Si, estaba definitivamente loco. Todo este día, incluyendo su aparición, tenía que ser alguna clase de alucinación. Debía de haberse caído y golpeado la cabeza. Con fuerza.

Pero honestamente, si este era un sueño, entonces no quería despertarse de él.

Leta se incorporó sobre los codos para bajar los ojos hacia él quien la observaba con ojos medio cerrados. Enderezó la cabeza con curiosidad.

– ¿Qué estás pensando?

Él sonrió ante la pregunta muy humana mientras enrollaba su sedoso pelo con la mano.

– Pienso en lo bien qué te sientes en mis brazos.

La sonrisa de ella hizo que el corazón se elevara y sacudiera su ingle.

– Sólo he estado contigo y con mi marido. Me había olvidado de lo increíble que esto podía ser.-Sus ojos se nublaron-.A diferencia de ti, no me gusta estar sola.

La pena y el dolor se acumularon en la garganta para estrangularlo, y le confió algo que él no había confiado a nadie- ni siquiera a si mismo.

– Ni a mí. Estar solo apesta.

Ella cerró los ojos antes de cubrir su mano con la de ella e inclinar el rostro para besarle la palma de la mano.

Ese sencillo gesto lo destrozó.

– Si me traicionas, entonces Leta…Mátame. Ten piedad y no me dejes vivir en la sombra por tu crueldad. No puedo aguantar otro golpe como eso. No soy tan fuerte.

Un tic comenzó en la su mandíbula de ella mientras soltaba su mano y le dedicaba una mirada dura.

– No vine hasta aquí para traicionarte, Aidan. Vine aquí a luchar por ti, no en tu contra.

Con la vista nublada despreció las lágrimas que sintió fluir. No había llorado en mucho tiempo…Quería recuperar su cólera. La cólera no dolía. No le hacía sentir inútil o impotente. No podía analizar aún lo suficiente para identificar algunos de esos confusos sentimientos. Lo dejaban vulnerables y la debilidad era algo que él había aprendido a despreciar muy pronto en su amargada vida.

Seré el último en mantenerme de pie.

Con un lema propio que era vivir siempre su propia vida. Le había traído consigo incontables ataques de otros actores. Brutales e incontables criticas que habían asaltado absolutamente todo desde su guardarropa, por su aspecto, por su pasado, hasta sus habilidades como actor. Los periodistas y los ejecutivos del estudio que se habían reído de él y de sus aspiraciones.

No les dejaría ganar.

Sería el último en mantenerse de pie.

Leta frunció el ceño mientras sintió la confusión de él dentro de su propio cuerpo. Estaba sobre un precipicio. Asustado. Furioso. Fuerte y al mismo tiempo débil.

– Juntos veremos el final esto, Aidan. Lo prometo.

Él parpadeó como si sus palabras hubieran dado un empujón a algo suelto en su memoria.

– Alabaster.

Ella lo miró con ceño por la inesperada respuesta.

– ¿Alabaster? ¿Caramba? Aquí no hay alabastro.

– No,- dijo rápidamente-.Era una película que hice hace un par de años. Una con la que gane un oscar.-Una lenta sonrisa se extendió por su cara-.Era una película que trataba sobre la esposa de un hombre que estaba siendo objeto por un imparable asesino en serie.

Eso no era pensamiento agradable para después del sexo que habían tenido.

– Vale…

La miró.

– ¿No lo ves? Eso es lo que es Dolor…es un socio patológico asesino en serie. Y en la película no esperamos que el asesino venga por nosotros de improvisto. Somos nosotros los que tomamos el asunto en nuestras manos. Escogimos el campo de batalla y elegimos el momento y el lugar en donde luchar. Fuimos a por él.

Era un movimiento valiente.

– Nunca antes he conducido a Dolor hacia una pelea.

Él asintió

– Exactamente. Le asombrará.

Leta se congeló mientras recordaba algo que Lyssa les había dicho.

– Para que el dolor regrese a su lugar…deberás enfrentarlo a la cara.-Quizás eso era lo que quería decir Lyssa-¡Eres brillante!

– No yo. Lo escribió Allister Davis. Solo estoy tomando una página de su guión. Dijiste que Dolor necesitaba venir a este reino, ¿pero qué ocurre si en lugar de eso nos oponemos a él en el tuyo?

– ¿Qué quieres decir?

– En el reino mortal, él es inmortal, ¿correcto?

Ella asintió.

– También es inmortal en sueños.

– Si, pero como dijiste antes, en los sueños, podemos crear armas con las que oponernos a él, ¿correcto? Tendríamos un hacha si la necesitamos o mejor aún la pistola legendaria de Hollywood que nunca necesita volver a recargarse.

– Cierto. Pero es más fuerte en sueños que estando aquí. Ha tenido bastante más experiencia manipulando ese reino que tú. Si le matas sin conocer su debilidad, entonces se regenerará. Si él te mata allí, entonces estás muerto aquí.

Él le apartó el pelo de la cara antes de sonreír, luego la besó.

– No dije que fuera un plan perfecto, pero es la mejor opción que tenemos. Además, tengo una idea realmente buena…

– ¿Y esa es?

Él le contestó con un beso abrasador.

– Sorpresa, dama de los sueños. Estamos a punto de tomar ventaja para el equipo local.

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