Capítulo Diez

Meri estaba tumbada en su cama boca abajo, tratando de contener las lágrimas. Betina estaba sentada a su lado, acariciándole la espalda.

– No puedo creerlo -dijo Meri-. No puedo creer que hiciera eso.

Betina le palmeó el hombro.

– No puedo creer que tenga que preguntar, pero, ¿de quién estamos hablando? ¿De Andrew o de Jack?

– De ambos -murmuró Meri y se dio la vuelta, secándose las lágrimas con la mano-. Hay dos hombres en mi vida y los dos me están traicionando.

No acababa de creérselo. ¿Cómo había podido estropearse todo?

Betina suspiró.

– Estoy asombrada de lo que Jack descubrió sobre Andrew. ¿Le crees?

Meri asintió.

– Nunca mentiría con una cosa como esa. Me dijo que Andrew y su esposa iban a llevar a cabo una estafa, pero no sé cuál era el plan que tenían conmigo. No podía casarse conmigo y no le habría dado dinero por nada.

Aunque ahora que lo pensaba, le había mencionado unas opciones para invertir justo antes de irse.

– Pensaba casarme con él -admitió-. Cuando encontré el anillo, supe que me propondría matrimonio y pensaba decirle que sí.

– No lo hiciste.

– No me lo preguntó. No sé que habría pasado. Quizá planeara pedirme matrimonio y luego decirme que tenía que pagar a su esposa para conseguir el divorcio. Es horrible. Me acosté con él, me acosté con un hombre casado.

– No lo sabías. Te engañó. Tú eres la parte inocente de todo esto.

Meri no se sentía demasiado inocente. Se sentía sucia y confusa.

– Me gustaba -dijo-. No sé si alguna vez estuve de veras enamorada de Andrew, pero me gustaba. ¿No debería haberme dado cuenta de que algo no iba bien?

Betina negó con la cabeza.

– ¿Por qué? Te estaba engañando. Eres una persona decente que acepta a la gente por cómo es. Hiciste que lo investigaran y no salió nada.

– No voy a volver a usar esa agencia de detectives nunca más -dijo Meri-. Me pregunto si Andrew descubrió al detective y lo compró.

– Es posible.

– Odio a Andrew.

– No, no lo odias.

Meri se secó las lágrimas.

– Es cierto. No me importa lo suficiente como para odiarlo. Me siento disgustada y me da rabia que me hayan tomado el pelo. Eso es lo que me duele, que me hayan usado y que haya sido tan estúpida como para no darme cuenta. Odio ser estúpida.

– Nadie es inteligente todo el tiempo. Meri, es horrible, pero has conseguido deshacerte de él sin ser herida. No ha pasado nada. Lo único que ha resultado dañado ha sido tu orgullo, y tampoco demasiado.

Meri sabía que su amiga tenía razón. Aun así, los recuerdos de todo el tiempo que había pasado con Andrew llenaron su cabeza.

– Os lo presenté a mis amigos. Nunca os gustó. Tenía que haberos escuchado.

– ¿Qué puedo decir? Tenemos un sexto sentido.

Meri empezó a reír y se incorporó.

– Jack me estaba espiando. Nunca se molestó siquiera en invitarme a comer. ¿Cómo pudo hacerlo? Es horrible y de mal gusto.

Era más que eso. Era doloroso pensar que Jack había mantenido su palabra de cuidar de ella a través de terceros, sin hacerlo por sí mismo.

– Se equivocó al actuar así -dijo Betina.

Meri levantó la cabeza.

– Vas a defenderlo, ¿verdad? Vas a decir que lo hizo lo mejor que pudo. Vas a decir que el también ha sufrido, que se culpa de la muerte de Hunter. Y lo sé. Hunter tenía un melanoma. Vio esa mancha extraña en su hombro y quiso ir al médico. Jack le dijo que no se preocupara.

– No debe de ser fácil vivir con eso.

– Estadísticamente, obtener el diagnóstico unas semanas antes no hubiera supuesto ninguna diferencia. Hunter iba a morir, pero Jack seguirá culpándose por ello porque ésa es su forma de ser.

– No tengo por qué defenderlo -dijo Betina-. Ya lo estás haciendo tú por mí.

– No, no le estoy defendiendo. Él sólo se preocupa de sí mismo. Yo estaba completamente sola. Mi madre murió, mi padre es posiblemente el hombre más inestable emocionalmente hablando del mundo. Yo tenía diecisiete años. No tenía a nadie. No tenía amigos ni familia a la que recurrir. Estaba sola en el mundo y él me abandonó.

– Debería haberse quedado y haberte cuidado -dijo Betina-. Me pregunto por qué no lo hizo.

– Culpabilidad -dijo Meri y dejó escapar un suspiro-. Culpabilidad por Hunter y quizá por mí, por cómo manejó las cosas.

Betina sabía todo acerca del patético intento de Meri de seducir a Jack años atrás y de lo mal que él había reaccionado.

– Él tenía veintiún años y no era lo suficientemente maduro como para hacerse cargo de una joven de diecisiete años enamorada de él -continuó Meri-. Así que se fue y tuve que arreglármelas yo sola.

– Y lo has hecho muy bien. Hunter habría estado orgulloso.

– No le habría gustado mi plan de vengarme de Jack -dijo Meri después de unos segundos.

– A los hombres no les gusta pensar en sus hermanas acostándose con nadie.

Eso hizo que Meri sonriese.

– Creo que a ti tampoco te gusta.

– Ni me gusta ni me disgusta. Me preocupo por ti. Creo que querías acostarte con Jack por muchas razones y ninguna de ellas tiene que ver con castigarlo.

– Crees que todavía estoy enamorada de él -susurró Meri.

– Eso explicaría muchas cosas.

Meri rodó sobre su espalda y se quedó mirando al techo. Enamorada de Jack. ¿Era eso posible? Por cómo iba su vida, tenía sentido. Jack había pasado los últimos diez años haciendo lo menos posible respecto a ella, mientras ella había pasado el mismo tiempo desesperada por entregarle su corazón.


Jack estaba sentado en ni despacho frente a la pantalla del ordenador cuando Colin apareció.

– ¿Qué tal?

– Has hecho daño a Meri -respondió Colin-. Y eso no está bien. No puedes ser tan insensible como para no haber imaginado lo mucho que la información sobre Andrew iba a afectarla. Por no mencionar el hecho de que alguien a quien respetaba y que pensaba que era un amigo haya estado espiándola.

– No estás diciendo nada que no sepa ya -dijo Jack.

Colin se acercó a la mesa.

– Eso no es suficiente.

¿Estaba Colin tratando de intimidarle? Jack no lo creía posible, pero Colin había cambiado desde su noche con Betina.

– Tendrá que asumir la verdad sobre Andrew. Me contó que las cosas entre ellos se estaban poniendo serias. Andrew podía haberle quitado mucho dinero.

– No es por el dinero. Es por la confianza y la seguridad de tener a alguien. Esperaba más de ti y la defraudaste.

Eran palabras sencillas, pero con sentido.

– Estaba intentando protegerla -dijo Jack, consciente de que no era una respuesta.

– Había muchas maneras de hacerlo, pero tuviste que elegir una forma que le ha hecho mucho daño.

– ¿Cómo demonios tenía que decirle la verdad sobre Andrew sin causarle daño?

– No hablo de Andrew.

Jack asintió.

– Tienes razón. Tenía que habérmelo pensado mejor antes de decirle que la había estado vigilando. Pero lo hice por su propio bien.

– Nadie cree eso. Hiciste lo que era fácil. Nadie puede ir por ahí haciendo daño a los demás de esa manera. Está mal. Meri me importa y voy a protegerla, incluso de ti.

Jack se puso de pie. Era bastante más alto y fuerte que Colin. Trató de convencerse a sí mismo de que las amenazas de Colin no tenían ningún sentido. Pero se sentía conmovido por la valentía de aquel hombre, por la manera en que estaba protegiendo a una persona que le importaba, a pesar de lo que le pudiera costar a él personalmente.

– No era mi intención hacer daño a Meri -dijo Jack-. Pero voy a tener que volver a hacerlo.

– ¿Qué quieres decir? -preguntó Colin entrecerrando los ojos.

– Voy a hacer que Andrew se vaya.

Colin asintió lentamente.

– Me gustaría estar presente cuando eso ocurra.


La habitación de Andrew daba al lago. Toda la parafernalia estaba expuesta: el ordenador, las revistas,… Se había forjado un papel y lo hacía bien. Había conseguido engañar a muchas personas.

– Esto es una sorpresa -dijo Andrew al abrir la puerta a Jack y a Colin-. ¿A qué debo el honor?

– He venido aquí para echarte de la ciudad -dijo Jack con voz tranquila-. Colin ha venido a verlo.

La expresión de Andrew no cambió.

– No sé de que estás hablando.

– Claro que lo sabes. No sé cómo conseguiste pasar el informe previo. Quizá se te dé bien borrar los rastros. Quizá pagaste al detective de Meri, aunque no pudiste hacerlo con el mío.

Andrew se sentó en el sofá, frente a una pequeña chimenea, y les hizo un gesto para que se sentaran en los sillones.

– Me quedaré de pie -dijo Jack.

– Yo también -repuso Colin.

– Como prefiráis. Tengo que reconocer que todo esto es fascinante. ¿Qué es lo que has averiguado de mí?

– Que estás casado. Que tu esposa y tú estafáis a la gente para conseguir su dinero. Sabes que Meri tiene muchos millones. Debía de ser todo un premio para vosotros.

La expresión de Andrew nunca cambiaba.

– No sé de que estás hablando. Nunca he estado casado.

– Tengo copias del certificado de matrimonio en el coche. ¿Tengo que pedirle a Colin que las traiga? También tengo las denuncias de las personas a las que estafasteis. Por suerte para ti, todavía no has violado ninguna ley. No es un delito ser estúpido.

– Has debido de confundirme con otra persona -dijo Andrew tranquilamente-. Quiero a Meri. Llevamos mucho tiempo juntos y nuestra relación es seria. Y de tus ridículas acusaciones, pregúntale tú mismo. Nunca le he hablado de dinero.

– Era una cuestión de tiempo.

– Es tu palabra contra la mía -dijo Andrew-. Imagino que ya le has contado a Meri todo esto, ¿no es así?

Jack asintió.

– No te creyó.

– Pareces muy seguro -dijo Jack-. Es curioso que no te haya llamado.

– Lo hará.

¿Lo haría? ¿Estaba tan loca por Andrew como para querer volver con él?

No tenía una respuesta, así que hizo lo único que se le ocurrió para protegerla.

– ¿Cuánto quieres? Dame una cifra.

– ¿Quieres comprarme? -sonrió Andrew.

– Si eso es lo que hace falta… ¿Cuánto?

El otro hombre se quedó pensativo y, en aquel momento, Jack supo que tenía razón. Si Andrew hubiera sido el hombre que pretendía ser, habría rechazado cualquier pago.

– Diez millones -dijo-. Diez millones y firmaré lo que quieras.

– Cinco.

Andrew sonrió.

– De acuerdo.

Veinte minutos más tarde, Jack y Colin estaban de vuelta en el coche de Jack.

– Le has dado el dinero. Pensé que tan sólo ibas a asustarlo y acabar con el asunto.

– Habría preferido eso. Pero es bueno en lo que hace. Podía haber ido a buscar a Meri y convencerla de que yo era el imbécil en todo esto. De esta manera, nunca querrá tenerlo a su lado.

Tenía una copia del cheque que le había entregado a Andrew, además de una carta firmada diciendo que aceptaba el dinero a cambio de no volver a ver a Meri otra vez. Para estar totalmente seguro. Jack había insistido en que pusiera la huella de su dedo pulgar bajo su firma.

– Así que todo ha acabado -dijo Colin-. Meri está a salvo.

– Aún no ha acabado -replicó Jack-. Ahora tengo que contarle lo que ha pasado.


La casa estaba en silencio cuando regresaron. Colin desapareció escaleras abajo, seguramente para contarle a Betina lo que había pasado. La brigada de los empollones no estaba trabajando, así que probablemente hubiera sido idea de Meri para tener un tiempo a solas.

Jack subió a la planta de los dormitorios y se acercó hasta la puerta del de Meri. Después de llamar con los nudillos, la abrió.

Estaba sentada junto a la ventana, mirando al lago.

– Vete -dijo sin mirarlo.

– ¿Cómo sabes que no soy Betina o Colin?

– Reconozco las pisadas -dijo girándose hacia él.

Estaba pálida y tenía los ojos rojos e hinchados. Estaba dolida y era evidente.

– Tenemos que hablar.

– No, gracias. No tengo nada que decirte.

– Está bien. Seré yo el que hable. Tan sólo escucha.

Ella se encogió de hombros y giró la cabeza hacia la ventana. Jack no sabía si miraba hacia fuera o no. Tenía la sensación de que estaba llorando, lo que le hizo sentirse muy mal.

– Andrew se ha ido.

– Déjame adivinar. Le has pagado para que lo hiciera.

– No confiaba en que lo hiciera voluntariamente.

– ¿No confiabas en que fuera capaz de resistirme a él? ¿Tan débil piensas que soy?

– Estás muy enfadada conmigo. No sé hasta dónde estabas dispuesta a llegar para castigarme.

Meri se llevó las rodillas al pecho.

– Nunca me iría con un hombre que me ha engañado o que ha tratado de tomarme el pelo.

– No estaba seguro.

– ¿Cuánto?

Podía haber mentido, podía haber dicho que no había habido dinero de por medio. Pero quería ser sincero con ella.

– Cinco millones.

Meri no se sorprendió.

– Le diré a mi contable que te envíe un cheque.

– No tienes por qué pagármelo. Quería que estuvieras a salvo. Es lo que siempre he querido.

– ¿Por tu promesa a Hunter?

– Sí.

– Pero no por mí.

No sabía qué le estaba preguntando, así que no respondió.

– ¿A cuántos hombres más has tenido que pagar? -continuó Meri-. ¿Cuántas otras veces te has inmiscuido en mi vida?

– Dos veces.

– ¿Aquellos que rompieron conmigo sin motivo?

– Imagino, pero no conozco los detalles.

Meri se puso de pie y se enfrentó a él.

– Claro que no. ¿Por que molestarte cuando tienes empleados? Debe de ser muy incómodo estar tan cerca de mí en estos momentos. La distancia hace que todo es más sencillo. No tienes que lidiar con sentimientos.

Meri lo golpeó en el pecho.

– ¡Maldito seas! Odio todo esto. ¿Sabes cuánto lo odio? Para ti no era ni una persona. Ni siquiera te molestaste en involucrarte tú mismo.

– No fue así. Quería que estuvieras a salvo. No quería que acabaras con el hombre equivocado.

– ¿Y sabías quién era el hombre equivocado?

– Sí.

Meri dejó caer los brazos a los lados y lo miró con lágrimas en los ojos.

– ¿Quién es el hombre adecuado? ¿Acaso existe?

– No lo sé.

– Eres tú.

– No, no lo soy.

– Lo eres para mí -dijo y se giró-. No deberías haberlo hecho, Jack. Es un juego de ganar o perder. Todo o nada. No puedes quedarte en el medio. Hunter estaría desilusionado, al igual que lo estoy yo. Habría sido mejor desaparecer. Al menos, eso habría sido honesto. Yo lo habría respetado.

– No necesito tu respeto -dijo, pero de repente se dio cuenta de que no era así.

Por alguna razón, la opinión de Meri le importaba. Al igual que la de Hunter.

Se fue hacia la puerta y se detuvo.

– No sabía cómo estar ahí para ti, Meri. No sabía cómo mirarte junto a la tumba de Hunter y decirte lo mucho que lo sentía. Siempre estuve cuidando de ti.

– Eso no era consuelo cuando estaba sentaba en mi habitación de la universidad, el día de Navidad, sin otro sitio al que ir -dijo-. Y hay algo más aparte de sentirte culpable por la muerte de Hunter. Nunca te gustó que estuviera enamorada de ti.

Jack recordó aquella tarde de su diecisiete cumpleaños y cómo le había abierto su corazón.

– No sabía cómo ayudarte. No podía ser el hombre que querías.

– Dime la verdad, Jack. No podías soportarme porque era fea y gorda.

Su dolor había aumentado. Jack podía sentirlo. No le gustaba que nadie se le acercara demasiado. No quería que nadie supiera la verdad sobre él ni conociera la soledad de su corazón.

Se acercó a ella y la tomó por los brazos, obligándola a mirarlo.

– ¿Se te había pasado por la cabeza que me gustabas mucho? ¿Que veía la mujer en la que podías convertirte y me daba cuenta de que nunca estaría a tu altura? ¿Alguna vez se te ocurrió que al defraudar a Hunter sabía que os perdería a ambos?

Los ojos de Meri se llenaron de lágrimas.

– No seas cruel. No quieras hacerme creer que te importaba.

– Me importabas. Éramos amigos. Siempre me pregunté si podía haber habido algo más entre nosotros, hasta que me di cuenta de que era imposible después de lo que hice. Le defraudé a él y a ti también. Lo sabía y no pude enfrentarme a ninguno de los dos.

Jack se dio media vuelta y se fue a la puerta.

– Te mentí sobre Hunter. Pienso en él todos los días -añadió.

Hizo ademán de agarrar el pomo de la puerta, pero en vez de eso sintió algo cálido. De alguna manera, Meri se había puesto frente a él y le acariciaba el rostro, los hombros y el pecho.

– Jack, tienes que olvidarlo. No hiciste nada mal. Hunter no habría querido que sufrieras de esta manera.

– No sé qué más hacer para arreglarlo -admitió.

– ¿Te vas a estar culpando toda la vida?

Él asintió.

– Tienes razón -susurró Meri-. Soy la más lista en esta relación -añadió y lo besó.

Jack trató de resistirse. Estar con ella era lo último a lo que tenía derecho. Pero su boca era suave e insistente y sus manos lo atraían hacia ella. Era guapa e inteligente, ¿Cómo iba a poder resistirse?

Meri acarició con la lengua los labios de Jack, encendiendo su deseo. Sabía que durante unos minutos podría olvidar el pasado y vivir el presente.

– Eres un hombre difícil de convencer -murmuró tomando la mano de Jack y llevándosela al pecho.

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