Trece

Claire esperó sentada en un viejo banco hasta que Jesse salió. Su hermana estaba pálida, y parecía que había estado llorando. Claire se puso en pie, sin saber qué decir. Como no se le ocurría nada, se dio la vuelta y salió hacia el coche, seguida de Jesse.

– Lo siento -dijo Jesse cuando estaban saliendo del aparcamiento.

– Es la primera vez que pago una fianza.

– Es la primera vez que he estado en la cárcel. No puedo creer que haya hecho que me arrestaran. Nunca hubiera pensado que haría algo así. Se supone que me quiere.

Jesse comenzó a llorar.

Claire no sabía qué pensar. Aunque comprendía el dolor de Jesse, en aquella ocasión estaba del lado de Nicole. Jesse había traspasado el límite demasiadas veces.

– ¿Qué creías que iba a hacer? -le preguntó.

– Gritarme.

– Robaste la receta y estás vendiendo la tarta Keyes por Internet. Gritar se reserva normalmente para cosas como llegar a casa más tarde de la hora convenida.

Jesse se giró a mirarla y se enjugó las lágrimas.

– ¿Cómo voy a robarlo si yo también soy una Keyes? Papá me dejó la mitad de la panadería. ¿Es que la mitad de esa receta no es mía?

– Si ésa es tu mejor excusa, tienes problemas graves. ¿Adónde te llevo?

– A casa -dijo Jesse. Le dio la dirección y Claire la introdujo en el GPS-. No entiendo por qué es tan grave. Estaba ganando algo de dinero con las tartas. ¿Y qué? No tenía trabajo después de que Nicole me echara de la panadería.

Claire no podía creerlo.

– ¿Y pensabas que Nicole iba a mantenerte en el obrador después de lo que hiciste con Drew? ¿Es que no asumes la responsabilidad de nada de lo que haces?

– Tengo que vivir. Ya te he dicho que esto no es culpa mía. Nicole no me escucha, nada de lo que digo está bien. Me va a condenar para siempre, nunca me va a perdonar.

– Eso es decisión suya, pero aunque fuera cierto, no significa que esté bien que robes la tarta y la vendas así.

– No la he robado -repitió obstinadamente Jesse-. ¿Qué iba a hacer? Ella me echó de mi casa, no tenía adónde ir. Estoy viviendo en un estudio diminuto, y alquilo espacio en un restaurante de tres a diez de la mañana. Hago tartas y las vendo. Vaya cosa. De todos modos, todos mis clientes son de fuera del estado. Y no estoy llevándome nada de la panadería.

– ¿Y lo que le estás quitando a Nicole?

Jesse miró por la ventanilla.

– Ahora te pones de su parte. Era de esperar.

– No me estoy poniendo de parte de nadie. No hay partes. Sólo estamos nosotras, tres hermanas que no podemos llevarnos bien.

– Nicole y tú sí os lleváis bien. Eso debería ser suficiente para ti.

– No me estoy poniendo parte de nadie -repitió. No exactamente.

– Parece que sí. No me importa. No os necesito a ninguna de las dos.

Claire se sentía triste y frustrada. ¿Cómo era posible que Jesse no entendiera que lo que había hecho no estaba bien? Justo después de acostarse con Drew, no había hecho nada más que empeorar la situación.

– ¿Por qué sigues haciéndole daño a Nicole? -preguntó Claire-. Pensaba que te importaba.

Jesse se cruzó de brazos.

– Me importa. Pero no tengo otra opción.

– Eso no es una buena excusa.

Jesse se giró hacia ella.

– Tú no sabes nada de mí. No sabes lo que estoy pasando. Matt se ha enterado de lo de Drew, y tampoco quiere escucharme. Sé que la he fastidiado más veces, pero esto es diferente.

A Claire no se lo parecía, pensó con tristeza.

– Sé que has tomado algunas decisiones equivocadas, y sé que estás haciendo todo lo que puedes por evitar las consecuencias.

– Cállate. Tú no sabes nada. Tú lo tienes todo y yo no tengo nada. No tienes derecho a venir aquí a decirme lo que tengo que hacer.

Jesse abrió la puerta del coche y salió. Claire detuvo el motor y la siguió. Ni siquiera habían salido del aparcamiento de la comisaría. ¿Acaso no podían recorrer un kilómetro sin pelearse?

– Jesse, no.

Jesse se volvió hacia ella.

– ¿No qué? ¿«No molestes»?, ¿«no lo estropees todo»? Durante toda mi vida he estado causándole problemas a Nicole. Yo soy el motivo por el que no ha podido hacer lo que quería: por mi culpa no pudo marcharse de Seattle ni ir a la universidad. ¿Es que crees que no lo sé? ¿Crees que me hace feliz?

– Entonces ¿por qué sigues haciéndole daño?

– ¡Vete! -gritó Jesse-. Vete -repitió, y echó a andar.

– Espera. Te llevo a casa.

– Voy a tomar el autobús. Lo he hecho más veces.

Jesse se envolvió en el abrigo y cruzó la calle hasta la parada del autobús. Claire volvió al coche. ¿Qué iba a hacer? No tenía experiencia en situaciones así. ¿Debía exigirle a Jesse que entrara en el coche? No podía obligarla.

Antes de que pudiera pensar un plan, apareció un autobús y Jesse se subió. Claire la vio irse, preguntándose cómo habían llegado a aquello, y si había esperanzas de arreglar las cosas entre las tres.


– Amy va a venir a dormir a casa el viernes -informó Nicole a Claire a la mañana siguiente-. Es el momento de la autoflagelación anual de Wyatt.

– ¿Qué dices? -preguntó Claire.

– Todos los años, en el aniversario de la marcha de Shanna, se emborracha completamente y se recuerda por qué nunca funcionan sus relaciones sentimentales. Es una cosa masculina, porque para mí no tiene lógica. Por suerte, no quiere que Amy vea nada de eso, así que yo la traigo aquí y cuando él está sobrio, viene a recogerla. Se ha convertido en una tradición.

– Pues parece que será una noche de diversión para chicas -dijo Claire-. ¿Por qué tiene que emborracharse para enfrentarse a su pasado?

– Ni idea.

– No crees que todavía está enamorado de ella, ¿verdad?

– Ni por dinero. Eso terminó hace años. Esto tiene más que ver con lo que piensa de sí mismo. Siempre jura y perjura que viene de una larga estirpe de hombres que estropean todas sus relaciones. Y basándome en mi breve pero desastroso matrimonio con Drew, me siento inclinada a creerlo.

Claire no se molestó en señalar que Drew sólo era el hermanastro de Wyatt.

– Nos lo vamos a pasar muy bien con Amy -dijo-. ¿Por qué no vemos películas? Podríamos alquilar algunos DVD.

– Buena idea. Wyatt tarda unos dos días, normalmente, en superar el bache, pero creo que esta vez lo hará más rápidamente -dijo Nicole con una sonrisa-. Querrá verte.

– A lo mejor -dijo Claire, con la esperanza de que fuera cierto.

Se sentía intrigada por cómo sería Wyatt borracho. ¿Los hombres querían tener relaciones sexuales cuando estaban embriagados? Ella lo había visto en cientos de películas. Hasta el momento, aunque sus citas habían sido muy divertidas, la faceta física de la relación no había progresado en absoluto. Se besaban y se besaban, pero nada más. Ella sabía que él no estaba al tanto de que todavía era virgen, así que aquélla no era la razón por la que se estaba conteniendo. ¿Era sólo por comportarse como todo un caballero?

Si era cierto, ¿no lo convertía aquello en un buen tipo? ¿Estaría muy mal por parte de Claire aprovecharse de él mientras estaba bebido?

Sonó el teléfono. Nicole respondió la llamada. Mientras su hermana hablaba, Claire subió a su habitación y sacó su lista de objetivos.

Tener relaciones sexuales estaba casi la primera. Quería saber cómo era estar con un hombre. Wyatt le había dicho claramente que quería acostarse con ella. Sólo estaba pensando en manipular las circunstancias en su provecho. ¿A quién iba a perjudicarle eso?


Antes de las diez, aquella noche, tanto Amy como Nicole estaban acostadas. Después de arreglarse, bajó las escaleras silenciosamente. Dejó una nota para su hermana junto a la cafetera, donde Nicole iba a encontrarla con toda seguridad, y se marchó hacia casa de Wyatt.

Por el camino, intentó ensayar lo que iba a decir. No había nada que le pareciera bien del todo. Con suerte, quizá no tuviera que hablar en absoluto.

Cuando llegó a su casa, vio que las luces todavía estaban encendidas. Bien. Le había preocupado tener que despertarlo.

Wyatt abrió la puerta bastante rápidamente.

– ¿Claire?

– Hola, Wyatt.

Él frunció el ceño.

– ¿Estás bien?

– Sí. He pensado que quizá te gustaría tener compañía -dijo ella. Pasó por delante de él y entró al vestíbulo. Wyatt cerró la puerta y la siguió al salón.

Allí, ella encontró las pruebas de su fiesta para uno. Había una caja de pizza medio vacía y una botella de whisky en la mesa, junto a un vaso vacío.

Claire se volvió hacia él y sonrió.

– ¿Cómo estás?

Wyatt se apoyó en el sofá, como si necesitara mantener el equilibrio. Aparte de eso, no parecía que estuviera borracho. ¿Podía ser que Nicole hubiera estado exagerando, o acaso él había empezado a beber tarde?

– Estoy bien. ¿Para qué has venido?

– Ya te lo he dicho. He pensado que quizá quisieras tener compañía.

Él tenía los ojos ligeramente dilatados. Sin embargo, Claire no sabía mucho sobre el alcohol.

– Hoy no es una buena noche para mí -dijo Wyatt-. No estoy en mi mejor momento. Creo que deberías irte.

– No tienes que entretenerme -respondió ella. Al menos, no como él pensaba.

Claire se acercó y le puso las manos sobre los hombros. Entonces, sí percibió el olor a alcohol de su aliento, pero no era repulsivo. Se puso de puntillas y lo besó.

Wyatt respondió rápidamente, besándola con una intensidad que a Claire le resultó encantadora. Aquello iba a ser más fácil de lo que pensaba. Entonces, él se apartó.

– No es buena idea -murmuró-. Esta noche no. Así no.

– A mí me parece una gran idea -murmuró ella-. Vamos, Wyatt. ¿Qué tiene de malo?

Volvió a besarlo, en aquella ocasión, rozándole el labio inferior con la lengua. Él posó ambas manos en su cintura y gruñó. Cuando se apoyó en él, sintió las formas duras de su cuerpo, y algo que le presionaba en el vientre, algo que esperaba que fuera una erección.

Él le hundió la lengua en la boca y la besó con tanta intensidad que los hizo arder a ambos. Le acarició la espalda, las caderas, y después le pasó las manos por las nalgas y se las apretó con fuerza.

Claire se arqueó contra él, presionando aquel intrigante bulto. Entonces, Wyatt se frotó contra ella, dándole a entender con toda seguridad que estaba excitado. Eso tenía que ser bueno, ¿no? Estaba un paso más cerca de ser como todo el mundo.

Él la besó una y otra vez, como si no pudiera conseguir lo suficiente de ella. Sin previo aviso, se apartó y le quitó el jersey. Entonces, se quedó mirándola.

– Eres tan, tan preciosa -murmuró-. Más de lo que yo había imaginado.

¿Había estado pensando en ella? ¿En estar con ella? ¿Era posible?

Claire se estremeció de impaciencia, y quizá un poco de nerviosismo. Él volvió a besarla y, al mismo tiempo, la rodeó con los brazos. De repente, su sujetador se había aflojado.

Aunque estaba azorada desde hacía unos minutos, dejó caer la prenda al suelo. Él le tomó los pechos en ambas manos y, sin dejar de besarla, comenzó a explorar su carne sensible.

Le frotó los pezones con los pulgares. Le acarició las curvas. Interrumpió su beso, se inclinó y le lamió el pezón derecho.

Fue como si alguien hubiera pulsado el nervio que iba desde su pecho a aquel lugar entre sus piernas. Dio un respingo, y después lo agarró por la cabeza para mantenerlo en aquella posición.

– Más -susurró.

Él se rió, y obedeció, Se movió entre sus pechos, lamiendo, succionando, haciéndole sentir cosas tan exquisitas que ella creyó que no iba a sobrevivir si paraba. Entonces, él se detuvo. Sin embargo, antes de que ella pudiera protestar, cayó de rodillas y la llevó consigo.

Se tendieron en la alfombra, frente a la mesa de centro, besándose, y él presionando el muslo contra el centro de su cuerpo. Wyatt se apoyaba en las manos, de modo que estaba encima de ella, pero sin aplastarla. Los dos estaban abrumados. Al menos, eso era lo que intentaba pensar Claire.

Hizo todo lo que pudo por entregarse a la experiencia. Aquello era lo que había estado deseando, aunque, en realidad, esperaba mucho más que el suelo del salón. No estaba exactamente cómoda, y se sentía expuesta, como si cualquiera fuera a entrar y a sorprenderlos. Además, ahora que él había dejado de besarle el pecho, podía pensar, y eso no podía ser bueno.

No sabía cómo explicar que estaba incómoda sin desvelar la verdad, así que no dijo nada. Cuando Wyatt le desabrochó los pantalones y se los quitó, ella no se sintió mal. Entonces, él inclinó la cabeza y volvió a atrapar uno de sus pezones en la boca. Al mismo tiempo, deslizó los dedos entre sus piernas, y comenzó a explorarla.

Aunque a ella le gustaba lo que estaba haciendo, tenía la sensación de que todo iba muy deprisa. Lo que experimentaba era bueno, pero parecía que no podía abandonarse por completo a ello. Su estúpido cerebro seguía haciendo preguntas. ¿De veras quería hacer aquello en aquel momento? ¿Allí? ¿Con él borracho? Apenas se conocían el uno al otro y…

Él rozó un punto entre sus piernas. Una sola descarga de sensación que, de haber estado de pie, la habría puesto de rodillas. Su cerebro quedó completamente en blanco.

Él tocó aquel sitio de nuevo y ella gruñó. La tercera vez quería saber exactamente qué tenía que prometer para asegurarse de que él no parara nunca.

Susurró su nombre. Cerró los ojos y sintió que se hundía en el suelo. Era perfecto, el modo en que él dibujaba círculos, acariciaba y frotaba.

Al principio como un juego, acercándose y después alejándose. Un solo roce, y después más, más profundos, más rápidos, una y otra vez. Sus músculos se tensaron. Ella se dirigía hacia algo… hacia nada. Desesperadamente, quería saber de qué se trataba todo aquello.

Se le aceleró la respiración. Separó las piernas, ofreciéndose a él. Más cerca, pensó, tensa, con la esperanza de que…

Él se detuvo. Se detuvo de verdad. Claire abrió los ojos, suponiendo que había ocurrido algo horrible que lo había distraído. Quizá la casa se hubiera incendiado o algo por el estilo.

Él le dio un beso rápido.

– ¿Puedes terminar conmigo dentro de ti?

– Yo… ah… no lo sé.

No estaba segura de lo que le estaba preguntando. Cuando él comenzó a desnudarse, lo entendió.

Oh, no. Aquello no iba bien. Ella no estaba preparada, y probablemente sería mejor que le dijera la verdad. Pero ¿cómo exactamente?

Durante los pocos segundos que ella estuvo pensando, él se había desnudado. Claire tuvo una breve impresión de músculos bien formados y hombros anchos, y después, él estaba arrodillado entre sus piernas.

– ¿Wyatt? Tenemos que hablar.

Él murmuró algo y se colocó sobre ella. De verdad, con todo su peso. Claire no podía respirar. Por suerte, él dejó de moverse. Después de un instante, se dio cuenta de que algo pasaba.

– ¿Wyatt? -dijo, y lo zarandeó suavemente por el hombro. Él no se movió-. ¿Wyatt?

Él rodó para apartarse de ella, y se tumbó de espaldas. Tenía los ojos cerrados y respiraba profundamente.

– ¿Wyatt?

Nada, salvo un suave ronquido.

Ella pasó la mirada por su cara, por su increíble cuerpo, hasta su erección. O más bien, hasta lo que quedaba de ella. Mientras lo miraba, se hizo más y más pequeña, ilustrando a la perfección lo que Claire sentía por dentro.

Wyatt se había desmayado en mitad de su encuentro sexual. Así de fácil. Claire se dijo que era porque había bebido mucho, pero, ¿y si no era así? ¿Y si era por su culpa? ¿Y si era tan poco excitante que él había preferido quedarse dormido a hacer el amor con ella?

Totalmente deprimida, recogió su ropa y se la puso. Aunque quería irse a casa y sufrir en privado, le preocupaba dejarlo solo. ¿Y si necesitaba atención médica?

Pensando en que la noche no podía ir peor, le puso una manta por encima y después se quedó acurrucada en el sofá, preguntándose qué era lo que tenía de malo. ¿Por qué tenía que ser un bicho raro? ¿Y de verdad iba a morir siendo la virgen más anciana de la historia del universo? De ser así, sería típico de su suerte.

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