Quince

– No puedes dejar de hablarme para siempre -dijo Claire al día siguiente, mientras tomaban el café. Sin embargo, sabía que era muy posible que su hermana le guardara rencor durante mucho tiempo.

Nicole levantó la mirada de su taza y arqueó las cejas.

– Mírame. Tenemos que hablar de lo que ha pasado. Sé que estás muy disgustada conmigo por sacar a Jesse de la cárcel. Estoy de acuerdo con que lo que hizo está mal, pero no puedo creer que fueras a dejarla allí.

Nicole se puso en pie y se dispuso a salir de la cocina.

– Somos una familia.

Nicole se giró hacia ella.

– No somos una familia, según la definición que a mí me interesa. Compartimos lo biológico, pero nada más. Tú has vivido tu vida por el mundo, encerrada en tu burbuja de ser especial. No sabes nada de mí, ni de mi vida. Hablando de lo cual, voy a volver a ella hoy mismo. Iré a la panadería a dirigir mi negocio. Mío. No tuyo. Ya no eres bienvenida aquí. Ni en el obrador, ni en la casa. Si te apetece tanto quedarte en Seattle, hay muchos hoteles buenos. O también puedes quedarte con Jesse, ahora que os lleváis tan bien.

Claire no podía creerlo.

– Después de todo lo que hemos superado, ¿vas a comportarte así?

Nicole hizo caso omiso y subió las escaleras. Claire no sabía qué hacer. Era demasiado pronto para que Nicole volviera a trabajar, pero ¿cómo iba a impedírselo? Nicole quería dejar las cosas claras, y Claire ya sabía que su hermana podía ser muy testaruda.

– Esto va a ser un desastre -murmuró.


– Por lo menos, déjame que te lleve -dijo quince minutos después a Nicole mientras su hermana se dirigía hacia el garaje, situado en la parte trasera de la casa.

– No.

– No deberías hacer esto. Todavía te estás recuperando.

Nicole pulsó el código de apertura de la puerta del garaje. Entró en su pequeña furgoneta y puso en marcha el motor.

– Eres la persona más obstinada y molesta que he conocido -le gritó Claire, y volvió hacia su coche. Si Nicole quería comportarse como una idiota, no iba a detenerla, pero podía estar cerca de ella para evitar que le ocurriera algo malo.

Nicole salió del garaje y recorrió la calle. Claire la siguió por todo el camino, y se sintió muy aliviada cuando llegaron.

Nicole aparcó e ignoró a Claire, que aparcó a su lado. Entraron por el obrador, Claire siguiendo a Nicole. Eso le dio oportunidad de tener una visión perfecta de todos los empleados acudiendo a abrazar a Nicole.

– Se me ha hecho muy largo -dijo Maggie-, te echaba de menos. ¿Es bueno que hayas venido tan pronto? Vas a tomártelo con calma, ¿verdad?

– Tienes buen aspecto -afirmó Sid-. Me alegro de que hayas vuelto, esto no es lo mismo sin ti.

Phil le dio un abrazo, y después se apartó de ella y la miró con preocupación.

– ¿Ha sido demasiado? ¿Te he hecho daño?

Nicole les sonrió a todos.

– Es maravilloso. Os he echado de menos a todos. Ha sido horrible estar encerrada en casa. Pensaba que me iba a volver loca.

Claire comenzó a enfadarse, lo cual era mejor que enfrentarse al dolor que sentía. Ella había estado allí para cuidar de Nicole. ¿Acaso eso no contaba? ¿Es que su compañía era tan aburrida que no había podido compensarla por la falta de la charla fascinante sobre magdalenas y bagels?

Hablaron durante unos minutos más; Claire se quedó allí, sintiéndose desplazada, como si estuviera en un lugar en el que no debía.

Nicole la miró.

– Ya puedes marcharte.

Algo explotó dentro de Claire. Algo ardiente y furioso, que hizo que se pusiera difícil y obstinada.

– No, no creo -dijo con calma-. Vamos a resolver esto de una vez por todas.

Nicole miró al techo con exasperación.

– Como quieras. Podemos hablar en mi despacho.

– Podemos hablar aquí mismo -dijo Claire.

Todo el mundo se alejó.

– ¿Es que quieres humillarme? -preguntó Nicole-. Porque estás haciendo un buen trabajo.

– Sabes exactamente qué es lo que quiero, por mucho que estés intentando negarlo. Quiero que seamos hermanas otra vez.

Nicole la miró con los ojos entornados.

– Las hermanas no se traicionan.

– Claro que sí. Las hermanas hacen todo lo que hacen las demás personas. Es la naturaleza de las relaciones íntimas.

– ¿Es que ahora eres una experta?

– Más de lo que era. Estás enfadada porque pagué la fianza de Jesse sin hablar contigo de ello. Muy bien. Tú tampoco me dijiste que la ibas a meter a la cárcel.

– No era asunto tuyo.

– Es mi hermana.

– Me ha robado.

– Todavía la estás castigando por lo de Drew. No pudiste hacer nada en relación a eso, así que estás buscando otro modo de vengarte de ella.

– ¿Y por qué demonios no iba a hacerlo? -preguntó Nicole-. ¿Es que tengo que estar contenta por lo que hicieron? ¿Debería sentirme orgullosa? Ella lo estropeó todo.

Claire lo entendía. Por fin entendía lo que le sucedía a su hermana Nicole.

– Tú eres la víctima -dijo lentamente, recopilando los detalles mientras hablaba-. No puedo creerlo. Eres dura en la superficie, pero en el fondo, estás culpando a todo el mundo de lo que va mal. Es cierto que tuviste que quedarte aquí con una situación difícil, pero lo hiciste muy bien, te ocupaste de todo. Sin embargo, no es suficiente. No sé si no puedes aceptar tu parte… o es que no tienes suficiente apoyo… o qué.

– ¡Ya basta! -gritó Nicole-. ¡No pienses que puedes entrar en mi cabeza! No necesito la psicología de pacotilla de una princesa que no sabe cómo funcionar en el mundo real.

– Por lo menos, yo estoy intentando mejorar las cosas. No estoy huyendo e intentando echarles la culpa a todos los demás.

– No, tú te estás escondiendo de tu representante porque no tienes ganas de enfrentarte a ella como una adulta.

Aquello dolía, pensó Claire, pero se negó a reconocerlo.

– Sí, huí -admitió-, pero también le planté cara. Y sigo insistiendo contigo, una y otra vez. Tú sigues intentando librarte de mí. ¿Quién es la que tiene el problema? ¿Quieres echarme a mí la culpa de eso? O quizá a Drew. Creo que muchas de estas cosas son culpa suya. No puede ser tuya.

Nicole la atravesó con la mirada, y después se dio la vuelta.

– No tengo por qué aguantar esto. Vete. No quiero volver a verte.

Pasó por delante de Claire, pero ésta la sujetó del brazo.

– No tan rápido.

Nicole intentó zafarse, pero Claire no se lo permitió. Las dos se movieron hacia el tanque de masa. Con un segundo de retraso, Claire vio un charco de algo parecido al aceite en el suelo de cemento.

Lo pisaron al mismo tiempo, y resbalaron. Claire soltó a su hermana, pero era demasiado tarde: cayeron las dos con dureza.

Claire cayó con el trasero, y el impacto hizo que le dolieran los dientes. Se quedó sentada durante unos segundos, y después intentó ponerse en pie.

Mientras lo hacía, volvió la cabeza. Nicole estaba tendida de costado. Tenía los ojos cerrados y no se movía.


Nicole no quería saber dónde estaba, aunque era imposible desentenderse de las manos que la movían. Oyó las palabras «llevar» y «hospital», y se estremeció.

De mala gana, abrió los ojos y vio a dos hombres inclinados sobre ella.

– Ha recuperado el conocimiento -dijo uno de ellos-. ¿Sabe dónde está?

Ojalá no lo supiera.

– En el suelo de mi panadería. Sé cuál es el día de la semana y quién es el presidente, si necesitan esa información.

– Así que no se ha golpeado la cabeza…

– No a propósito.

Tenía dos puntos de dolor agudo: su incisión y la rodilla.

– La operaron hace unas semanas -decía Claire desde algún lugar que Nicole no veía-. No debería estar aquí. Es todo culpa mía.

Tenía voz de llanto, y de angustia.

– Estábamos discutiendo. Ella intentó alejarse y yo no se lo permití. Se resbaló con el aceite.

– Relájese -le dijo uno de los médicos-. Su hermana se pondrá bien. La incisión no se ha abierto, al menos por fuera. En el hospital le harán una exploración interna. La rodilla está mal, pero eso no es grave.

El médico volvió a mirar a Nicole.

– ¿Lista para dar un paseo?

– No.

– Sólo lo estaba preguntando para ser amable.

La colocaron en una camilla. Mientras la movían, sintió mucho dolor en la rodilla, tanto que se le cortó la respiración. Tenía una vía de suero en el brazo. Se sentía como si la hubieran atropellado.

Cuando iban hacia la ambulancia, Claire se acercó y la tomó de la mano.

Por una vez, tenía tan mal aspecto como ella misma. Estaba llorando, y no de un modo bonito. Tenía los ojos enrojecidos y la boca hinchada.

– Lo siento -dijo una y otra vez-. Lo siento. No quería que pasara nada malo. Es que no soporto que estés enfadada conmigo. Te quiero, eres mi hermana. No quiero que mueras.

– No voy a morir -dijo Nicole-. Y no te odio. Lo que pasa es que a veces me enfadas de verdad.

– Ya lo sé. Tú tampoco eres fácil, precisamente.

La metieron en la ambulancia, y Claire movió la mano para despedirse.

– Iré detrás de ellos. Estaré contigo, pase lo que pase.

Palabras que deberían haber hecho que Nicole quisiera salir corriendo hacia las colinas, pero extrañamente, no fue así. En realidad, hicieron que se sintiera cálida y atontada por dentro. Se preguntó qué le habían puesto los médicos en el suero.


Wyatt rodeó a Claire con un brazo.

– Nicole se va a poner bien.

– No dejas de decir eso -dijo Claire, medio llorando-. No te ofendas, pero quiero oírlo de un profesional. Entonces lo creeré.

– Estaba despierta, y hablando -dijo Wyatt. Él también estaba preocupado por Nicole, pero Claire estaba demasiado afectada.

– ¿Y si tiene una hemorragia interna?

– ¿Y si no la tiene?

Claire se apoyó en él.

– Claro, usas la lógica cuando estoy débil. Eso no es justo.

Él la abrazó y la estrechó contra sí.

– Hago lo que puedo.

– No puedo creer que vayan a tener que operarla de la rodilla y que necesite otra convalecencia -dijo Claire contra su camisa-. Es muy injusto. Debería haberme pasado a mí.

– Las dos os caísteis. Ella se rompió la rodilla, fue un accidente.

– Lo sé -suspiró Claire-, pero ojalá no nos hubiéramos peleado.

Quería apoyarla de verdad. Eso era lo que haría un tipo decente, apoyarla durante aquella crisis. No estaría pensando en sus propios problemas, y queriendo hablar de ellos.

Sin embargo, no pudo evitar decirle:

– Tenemos que hablar de lo que ocurrió.

Ella lo miró con los ojos llenos de preocupación.

– ¿A qué te refieres?

– A nosotros. A que hayamos estado juntos.

– Oh. Yo me siento bien al respecto.

Estaba tan calmada…

– Yo no. Deberías haberme dicho que eras virgen.

Claire sonrió.

– Oh, Wyatt, no te preocupes. Fue estupendo. Me sentía demasiado azorada como para decírtelo. Probablemente debería haberlo mencionado, pero aunque no lo hice, todo salió bien. Fuiste muy considerado -dijo. Después frunció el ceño-. ¿Te referías a eso, o a otra cosa? ¿Quieres decir que no te habrías acostado conmigo de haberlo sabido?

Estaban solos en la sala de espera, pero el hecho de tener privatizad no hacía que la conversación fuera más fácil.

– No lo sé.

Ella se apoyó en el respaldo de la silla.

– Entonces tomé la decisión correcta.

– ¿Quitándome a mí la oportunidad de elegir?

– No sé si debería reírme o golpearte con una silla. ¿Me estás diciendo que no respeté tus derechos, o algo así?

– Hay consecuencias que deberíamos haber previsto.

– No sé de qué estás hablando.

– Eso es lo que quiero decir. No tienes experiencia.

– Antes no te quejabas.

– No estoy diciendo nada sobre tu actuación -gruñó él-. Estoy hablando de los métodos anticonceptivos. No usas ninguno, ¿verdad?

Wyatt esperó a que su expresión se volviera de agobio y arrepentimiento. En vez de eso, Claire abrió mucho los ojos y sonrió.

– ¿Puede que esté embarazada? -susurró-. ¿Puede que vayamos a tener un bebé? No lo había pensado. ¿Sería posible? No creo que pueda tener tanta suerte.

Wyatt no daba crédito a su respuesta. ¿Estaba contenta por aquella posibilidad?

Ella se lanzó a sus brazos y se rió.

– Oh, Wyatt, ¿no te parece asombroso? Un niño. Siempre he querido tener hijos. ¿Puede suceder de verdad en mi primera vez? Sí, claro, supongo que sí. Vaya.

Él la agarró y la apartó.

– ¿Qué te pasa? -le preguntó-. No es una buena noticia.

La sonrisa de Claire se desvaneció.

– ¿Por qué no? Es un bebé. Eso sería un milagro. Claro que hay un asunto de logística, pero nos las arreglaremos. Es estupendo.

– No lo entiendes. Para mí no es una buena noticia. No quiero tener más hijos. No mantengo relaciones serias, ¿no lo recuerdas? Si te crees que vas a atraparme como hizo Shanna, te vas a llevar una desilusión.

– ¿Eso es lo que piensas de mí? Yo no soy así. No tengo interés en atraparte a ti, ni a ningún otro hombre. Estaría muy cómoda siendo madre soltera.

– ¿Y qué sabes tú de criar a un niño?

– Lo mismo que tú cuando nació Amy. Aprenderé.

– ¿Con tus giras?

– Contrataré a una niñera.

– Yo no voy a pagar eso.

– Nadie te lo está pidiendo -respondió Claire, con una mirada fulminante-. Siento que te hayas disgustado, Wyatt, pero yo no. Siempre he querido tener hijos, y para mí, esto es un milagro. Te prometo que pase lo que pase, no será una molestia para ti. Si necesito ayuda, contrataré personal. Y no necesito pedirte dinero. Puedo pagar perfectamente todo lo que necesito.

– Ojalá -murmuró él.

– No lo entiendes, ¿verdad? Para ti sólo soy una mujer que toca el piano. Quizá te sorprenda, pero soy muy buena en mi profesión. Entre los conciertos y las ventas de los CD, el año pasado gané más de dos millones de dólares. Fue un buen año, pero no el mejor de los que he tenido. El dinero no es ningún problema para mí. Siento que te disguste la posibilidad de que esté embarazada, pero a mí no.

Y dicho eso, se dio la vuelta y se marchó.

Wyatt se quedó en la sala de espera preguntándose si era posible haber estropeado más las cosas. Si había una manera equivocada de abordar el tema y una manera desastrosa, él había usado la última.

No debería haberla atacado de aquel modo. ¿Qué posibilidades había de que estuviera embarazada? Había sido un idiota, y lo sabía. Había reaccionado así por lo que le había ocurrido con Shanna…, pero Claire no se parecía en nada a su ex mujer.

Además, era muy rica, pensó Wyatt, descontento con la noticia. Él se consideraba un tipo con confianza en sí mismo, que no necesitaba impresionar a las mujeres. Sí, tenía un negocio próspero y el dinero no era ninguna preocupación para él, pero, demonios, ¿de verdad había ganado ella dos millones de dólares el año anterior?


– ¿Cómo te encuentras? -preguntó Claire.

Nicole sonrió.

– Más o menos bien. Me alegro de que me opere un cirujano ortopédico, y no el mismo que me operó la otra vez. Iba a pensar que hago estas cosas porque me gusta venir a verlo.

Claire estaba sentada en una silla, junto a la cama de su hermana, en el hospital.

– ¿Y eso sería malo? Un médico. Nuestros padres estarían muy orgullosos.

Nicole se echó a reír, y después se puso una mano en la barriga.

– No. No seas graciosa. Me duele.

Claire no quería oír eso.

– ¿Estás segura de que te encuentras bien? ¿No se te abrió la herida al caerte?

Nicole sonrió de nuevo.

– Eso sí que es una imagen reconfortante para mí. No, no se me abrió la herida. Estoy dolorida porque la piel está tirante. Tuve un poco de supuración, pero nada grave.

– Habría preferido ser yo.

Nicole sonrió todavía más.

– Yo también.

Se miraron la una a la otra.

– Lo siento -dijo Claire.

– No te disculpes. Las dos nos peleamos. Las dos estábamos reaccionando. No tenía que haberte gritado por lo de Jesse. Tenías razón, también es tu hermana. Tenía que haberte dicho que iba a meterla en la cárcel antes de hacerlo, aunque estuviera tan enfadada con ella.

– Pero tú también tienes razón en lo de las consecuencias. No lo pensé. Cuando Jesse me llamó, reaccioné apresuradamente.

– Me alegro de que estés aquí con todo lo que está pasando con Jesse -dijo Nicole-. Alguien tiene que ser la voz de la razón.

– Estoy muy lejos de ser eso -dijo Claire-, pero quiero ayudar -añadió, y le tomó la mano a Nicole-. Siento haber dicho que te haces la víctima. No es cierto. Has hecho muchas cosas por ti misma, sin apoyo de nadie. Lo respeto mucho.

Nicole parpadeó varias veces.

– No quiero hacerme la víctima. Lo que pasa es que tengo la sensación de que siempre hay una sorpresa esperando a la vuelta de la esquina, y rara vez es buena.

Eso hizo que Claire recordara otras sorpresas.

– ¿Qué? -preguntó Nicole-. Estás pensando en algo. Lo sé.

Claire asintió.

– He tenido una pelea con Wyatt. La otra noche, cuando me fui de casa, estuve con él.

– Me lo había imaginado.

– No se ha puesto muy contento con lo de mi virginidad.

– ¿Se lo dijiste antes o después?

– Después.

Nicole se encogió.

– ¿Y se asustó?

– Bastante. No es para tanto, pero a él le ha dado un ataque de nervios.

Nicole se echó a reír.

– Nunca lo he visto con un ataque de nervios. Tiene que haber sido divertido.

– Supongo que sí. Creo que en un primer momento, no le pareció para tanto, pero ahora tiene muchas dudas.

Hizo una pausa al recordar lo que él había dicho, lo que ella no había tenido en cuenta: que cabía la posibilidad de que estuviera embarazada.

– No utilizamos anticonceptivos. Ahora, él está muy preocupado por si me he quedado embarazada.

Nicole se quedó boquiabierta.

– Oh, vaya. ¿No utilizó preservativo? ¿Lo dices en serio? Voy a tener que hablar con él cuando salga de aquí. Ya está mal que se haya acostado con mi hermana, pero ¿sin usar preservativo, además? Eso es inaceptable.

Nicole se mostraba protectora con ella. ¿Quién lo hubiera pensado? Claire sonrió.

– Para mí, un bebé sería algo fantástico.

– ¿Estás segura?

– Sí. Pero para Wyatt no. Está bastante enfadado. Me dijo que él no iba a hacerse responsable, y que no iba a poder atraparlo en un matrimonio.

Todavía se sentía dolida al recordarlo. Ella nunca haría nada parecido.

– Los hombres se asustan mucho de esas cosas. Sobre todo, si ya les ha ocurrido antes.

– Puede ser. No lo sé. Pero lo cierto es que estoy muy emocionada con la posibilidad de un embarazo. Siempre he querido tener hijos. Discutimos sobre ello. Fue un desastre.

– Siento que sea tan tonto.

– Yo también.

Nicole le apretó la mano.

– ¿De verdad quieres estar embarazada?

Claire sonrió.

– Sí.

– Entonces, espero que te suceda. Eh, seré tía.

Otro lazo de unión, pensó Claire. Otro vínculo. Deseaba que su vida estuviera entrelazada con aquellos a los que quería.

– Si estoy embarazada, tendré que trabajar con mi salud emocional. Quiero ser una buena madre.

– Tu salud emocional no tiene nada de malo.

– Tú dijiste que yo era una inútil -le recordó Claire-. No te lo estoy reprochando, porque es cierto que no sabía existir en el mundo real.

– Es cierto. No sabías. Pero de todos modos, llegaste hasta aquí. Condujiste por una autopista para llegar hasta mi casa. Aprendiste a cocinar y a poner la lavadora. Se te da muy bien el trabajo en la panadería y cuidas de una niña. Has hecho todo eso en pocas semanas y sin la ayuda de nadie. Claire, creo que eres la persona más fuerte que conozco.

Claire no supo qué decir. Sintió una presión en el pecho, pero no tenía nada que ver con el pánico, y sí con el afecto que la estaba embargando.

Nicole continuó:

– Incluso ahora me estás cuidando. Nadie me cuida nunca.

– Es tan asombroso que me estés alabando -dijo Claire, con una carcajada que casi fue un sollozo-. Quiero cuidar de ti.

– Lo sé. Eres una buena persona. Una hermana estupenda, y… -Nicole se encogió de hombros-. Bueno, allá va. Prepárate. Te quiero.

– Yo también te quiero -le dijo Claire, inclinándose hacia ella para que pudieran abrazarse-. No puedo creer que lo hayas dicho por fin.

– Yo tampoco.

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