Nicole hizo todo lo posible por no pasarse la mañana de mal humor, pero era difícil. Se había cansado de estar atrapada en casa, cansada de quedarse siempre atrás. La noche anterior, Claire se había ido a superar sus miedos para poder volver a su vida emocionante en Nueva York. Además, estaba teniendo una aventura maravillosa con Wyatt. A Nicole no le molestaba concretamente que Claire se estuviera acostando con Wyatt, pero ella iba a divorciarse muy pronto, y seguramente no volvería a confiarle su corazón a ningún hombre en una larga temporada y, por lo tanto, no iba a tener relaciones sexuales jamás. No era de las que se acostaban con un hombre así como así, aunque tampoco había muchos haciendo cola.
Lo único que le quedaba de los tres meses anteriores de su vida era un ex marido infiel, una hermana pequeña traidora y ladrona y dos cicatrices feas.
Se hundió en el sofá y pensó que no todo era tan malo. Se había reconciliado con Claire.
– Ahora que me cae bien, se vuelve a Nueva York -murmuró, cada vez más malhumorada-. Y yo me quedaré sola otra vez…
Odiaba sentirse así. Decidió poner la televisión para distraerse, pero cuando iba a tomar el mando, alguien llamó a la puerta.
Nicole se puso en pie con ayuda de las muletas y fue hasta allí. La abrió, y en el umbral se encontró a Jesse.
La primera emoción que sintió Nicole fue alivio, seguido de una oleada de amor. Llevaba semanas sin ver a Jesse y, pese a todo lo que había ocurrido entre ellas, estaba preocupada.
Nicole tuvo bien cuidado de no dejar traslucir ninguna de aquellas emociones.
– ¿Qué estás haciendo aquí?
– Me enteré de tu operación -dijo Jesse-. Quería ver cómo estás.
El afecto inicial se diluyó en seguida. De repente, en la cabeza de Nicole se amontonaron todas las traiciones de Jesse; tuvo ganas de arremeter contra ella. No le importaba que su hermana pequeña tuviera cara de tristeza, de arrepentimiento y de cansancio. Quería venganza.
También quería hablar con Jesse. Demonios.
– Estoy bien -dijo Nicole al fin-. Convaleciente.
– ¿Puedo pasar?
En vez de responder verbalmente, Nicole se apartó de la puerta. Entró en el salón, deseando que las cosas volvieran a ser como antes y, al mismo tiempo, sabiendo que algunas heridas tardaban más de unas semanas en curarse.
Se sentó en el sofá. Jesse se quedó de pie. Miró a su alrededor.
– Todo sigue igual.
Nicole se encogió de hombros. No quería hablar de decoración.
– A lo mejor podemos hablar.
– ¿Sobre qué?
Jesse respiró profundamente. Alzó la cabeza.
– Lo siento -dijo-. Yo lo siento muchísimo, y tú no estás facilitando las cosas.
Nicole apagó la chispa de esperanza que había surgido en su interior.
– Facilitar las cosas no es mi trabajo.
Jesse miró hacia arriba con exasperación.
– ¿Cuándo vas a dejar de aprovechar todas las ocasiones para darme una lección moral estúpida?
– Cuando dejes de necesitarlas. Vamos, Jesse, convénceme.
– Siento haberte hecho daño. Siento que te disgustaras.
La esperanza murió del todo, y de ella nació la ira.
– ¿Y qué te parece si me dices que sientes haberme robado? ¿O es mucho pedir que asumas tu responsabilidad?
– Es una receta familiar. Aunque a ti no te guste, yo sigo siendo parte de esta familia. La mitad del obrador es mío. Tenía derecho a usarla.
Nicole no estaba dispuesta a admitir aquello.
– La receta pertenece al negocio. En vez de hablar conmigo, o intentar que llegáramos a un acuerdo, o pedírmela, agarraste lo que querías y colgaste en Internet una página web prácticamente igual a la de la panadería.
– ¿Y cómo iba a hablar contigo? Me habías echado de casa.
– Tienes razón. ¿Y por qué? Ah, porque te habías acostado con mi marido. En mi propia casa. ¿Era como la receta, también teníamos que compartirlo?
Jesse se ruborizó y bajó la cabeza.
– Eso no fue lo que ocurrió.
– Claro que sí. Y lo peor es que mentí por ti. Cuando Matt llamó, no le dije por qué te habías marchado. Pero si vuelve a llamar, se lo diré.
Jesse comenzó a llorar.
– Me lo merecía. Ahora lo sé.
¿Qué? ¿Un castigo? ¿A Drew? Nicole sintió que la ira se apagaba a medida que el agotamiento se apoderaba de su cuerpo.
– Yo no quería hacerte daño -prosiguió Jesse, enjugándose las lágrimas.
– ¿De verdad? Vaya, con eso está todo arreglado.
– Detesto que te pongas así -dijo Jesse-. Eres muy fría.
– Tú sigues lamentando que te sorprendieran, pero no lamentas haberlo hecho. Eso es lo que me enfurece, Jess. No Drew, sino tú. Te he criado. He estado contigo todos los días de tu vida. Me he sacrificado por ti, y nunca me lo has agradecido. Sólo querías saber qué más podía hacer por ti. Nunca te importó nada más.
– Sí me importaba -gritó Jesse-. Me importaba mucho, y habría sido agradecida, pero ¿por qué? Mi madre se marchó porque era más divertido estar con Claire. Mi padre nunca se preocupó de mí. Y todo lo que hiciste tú…, todos los días me decías que habías tenido que sacrificarlo todo por mí. Siempre me decías que tenías mucho que hacer, y que estabas renunciando a muchas cosas por mí. Tu vida ha sido horrible por mi culpa. ¡Lo entiendo! -gritó-. ¡Te he destrozado la vida!
Nicole no sabía qué decir. Jesse debía de estar bromeando.
– Lo manipulas todo para usarlo a tu conveniencia.
– ¿Y de quién crees que he aprendido? ¿Sabes una cosa? Me alegro de haberme acostado con Drew, me alegro. Si no fuera un perdedor y un idiota, volvería a hacerlo. Pero no merece la pena, y debería haberme dado cuenta. Después de todo, se casó contigo. Y ahora, ya ni siquiera lo tienes a él -respondió Jesse con los ojos arrasados de lágrimas-. Te odio, siempre te voy a odiar…
Nicole se enfureció de nuevo.
– Lo mismo digo. Sal de mi casa.
– Muy bien.
Jesse se marchó. La puerta se cerró de un portazo y después sólo hubo silencio.
Claire llegó a casa y se encontró a Nicole echando humo.
– Ha venido Jesse -dijo-. Y nuestra conversación no ha ido muy bien.
– ¿Qué pasó?
Nicole le contó los detalles.
– Y no se te ocurra ponerte de su lado -le advirtió.
– No iba a hacerlo. Sé que esto ha sido muy duro para ti.
– Sí. Es una pena que sea demasiado pronto para emborracharse.
– Eh, que estás tomando analgésicos -añadió Claire.
– Pasaría de ellos con tal de tomarme un vodka con tónica. O tres o cuatro. ¿Qué hora es?
– Las nueve y media de la mañana.
Nicole gruñó.
– Tengo que esperar varias horas -dijo-. Me alegro de que estés aquí.
Claire se sentó a su lado.
– Yo también. Pase lo que pase, quiero que sigamos juntas. Deberíamos haber estado juntas siempre.
Se sonrieron la una a la otra. Claire se arriesgó a preguntarle:
– ¿Qué vas a hacer con Jesse?
– No lo sé. Quiero que cambie, pero eso no va a suceder. Quiero que asuma sus responsabilidades, que crezca. No sé qué hacer con la denuncia. Es mi hermana y todo eso, ya sabes. Por otra parte, quiero que entienda que lo que ha hecho tiene consecuencias. ¿Qué crees tú?
– No lo sé -admitió Claire-. Estoy de acuerdo contigo: es de la familia, pero ha cometido errores graves. No soy la persona más adecuada para preguntárselo.
– Eres tan adecuada como yo, y eso es parte del problema. Yo estoy en una situación muy extraña. Soy su madre y su hermana a la vez. Nunca supe qué papel tenía que desempeñar, ni lo que tenía que hacer. No puedo evitar pensar que hice algo muy mal para que ella se haya comportado así.
– No -dijo Claire-. Tú no tienes la culpa. Nicole, sólo tienes seis años más que ella. Eres su hermana, y no su madre. Hiciste las cosas lo mejor que pudiste.
– No creo que fuera suficiente. Ése es mi sentimiento de culpa secreto. ¿Quieres contarme cuál es el tuyo?
Claire vaciló. Nicole abrió unos ojos como platos.
– ¿Es que lo tienes?
– Puede ser. Estoy enamorada de Wyatt.
Nicole estaba asombrada.
– ¿Es que el sexo ha sido tan bueno?
Claire se rió.
– No es por el sexo.
– Siempre es por el sexo. Sobre todo para ti. Wyatt es tu primer amante, es lógico que sientas algo por él. ¿Estás segura de que es amor?
– Ya no estoy segura de nada. Lo que sé es que nunca había sentido esto. Sé que quiero pasar todo mi tiempo con él, y no sólo cuando está de buen humor. Quiero aprender cosas sobre él, y planear un futuro. Quiero entrelazar mi vida con él, de modo que ninguno sepamos dónde empezamos individualmente o dónde terminamos como pareja. ¿Me convierte eso en una acosadora?
– No, siempre y cuando no empieces a escribirlo con un pulverizador en la pared de su garaje. Vaya, te has enamorado de verdad. ¿Lo sabe?
– No. Me he dado cuenta esta mañana, cuando estaba hablándome sobre los demás hombres de mi vida.
– ¿Qué otros hombres?
– Los que se supone que van a seguir después de él. Dice que él es sólo una aventura de vacaciones, o algo así. Que no tenemos nada en común.
– Wyatt siempre se resiste a involucrarse en una relación.
– Ya me lo habías dicho, y él también me lo ha advertido. Nada de relaciones. Está convencido de que no pueden durar. Me dijo que venía de una familia de hombres que siempre eligen a la mujer equivocada.
– Eso lo dice siempre -admitió Nicole-, pero no tiene por qué ser lo que cree.
– Tú eres su amiga -dijo Claire-. ¿Qué piensas?
Nicole reflexionó durante un segundo.
– Que está tan acostumbrado a esconderse que ya no sabe lo que quiere.
– La respuesta políticamente correcta. Eres muy buena por intentar que me sienta mejor.
– Wyatt puede cambiar. La gente cambia.
La gente podía cambiar, pero no lo hacía muy a menudo.
– ¿De verdad crees que Wyatt podría enamorarse de mí?
– Sí -dijo Nicole con firmeza.
Claire no la creyó ni por asomo, pero el hecho de que su hermana la apoyara así era suficiente. Al menos, por el momento.
– La señora Olive dice que el orientador va a hablar con papá y conmigo -dijo Amy, tan emocionada que resultaba difícil entenderla-. Voy a necesitar… -hizo una pausa, y movió los dedos a la velocidad de la luz.
– Más despacio, por favor -le pidió Claire por signos-. ¿Vas a necesitar qué?
– Terapia.
– Oh, como lo que Nicole está haciendo para la pierna, pero tú lo harás para el oído y el cerebro.
– Sí -sonrió Amy-. Papá dice que voy a operarme el oído malo. Es un comp… comp… algo.
– Compromiso.
Amy asintió de nuevo.
– Después del orientador, tengo que conocer al médico.
Amy salió del coche y fue corriendo hasta la puerta de la casa de Nicole, donde iba a esperar que Wyatt fuera a recogerla.
Se acercó al sofá a saludar a Nicole, y a contarle lo de su inminente operación.
– ¿Estás conforme con sólo un oído? -le preguntó Nicole-. ¿Uno, y no los dos?
– Sí. Tengo que esperar hasta que haya un modo mejor para que pueda oír con el otro oído. De todos modos, podré oír bien con un implante.
– Eres muy madura -dijo Claire.
Amy sonrió.
– Ve a la cocina -le dijo Nicole-. Hay una sorpresa.
Amy obedeció y volvió al salón al cabo de dos segundos.
– ¡Habéis hecho galletas! ¿Puedo comerme una?
– Por supuesto -dijo Claire-. Es mi primer intento.
– Seguro que están buenísimas -aseguró Nicole-. Llevas el oficio en la sangre.
– Eso espero.
– Siempre y cuando no hayas echado demasiada sal.
Claire recordó el incidente del primer día que había ido al obrador.
– No vamos a mencionar eso.
– ¿No?
– No.
Claire acompañó a Amy de vuelta a la cocina y le sirvió un par de galletas y un vaso de leche. Se sentó frente a ella en la mesa y escuchó todos los detalles de su día de colegio.
Mientras la niña hablaba, hacía signos y se reía, Claire se dio cuenta de algo. No sólo quería a Wyatt, quería también a su hija. Dejarlos a los dos allí, por no mencionar a Nicole y a Jesse, iba a ser algo más que doloroso. Iba a romperle el corazón.
Claire esperó con impaciencia, saltando de pie en pie, contando en silencio. Había utilizado tres pruebas distintas al mismo tiempo, y las había alineado en la encimera del baño, sobre una toallita de papel. Y estaba cumpliendo la parte más difícil: esperar.
Al principio, ninguno le decía nada, pero después, cambiaron uno por uno y le dieron el mismo mensaje. Dio un gritito y corrió hacia la habitación de Nicole.
Su hermana todavía estaba en la cama, lo cual no era sorprendente, porque eran poco más de las seis de la mañana.
– ¡Despierta! Despierta. Tienes que despertarte para que pueda contártelo.
Abrió las persianas y el sol entró en la habitación.
Nicole se incorporó y la miró pestañeando.
– ¿Qué pasa? Es muy temprano -murmuró, y miró el despertador-. Dios mío, voy a tener que matarte.
– ¡Estoy embarazada! -anunció Claire-. Me he hecho tres pruebas diferentes, y estoy embarazada. Voy a tener un hijo. ¡Es maravilloso!
Nicole se quedó boquiabierta.
– ¿Desde cuándo?
– Desde esta mañana. Oh, técnicamente desde mi primera noche con Wyatt y, ¿sabes? Soy muy feliz. Siempre he querido tener hijos. Esto lo va a cambiar todo. Voy a ser madre y voy a comenzar una familia. ¡Debería haberme quedado embarazada hace años!
Nicole se echó a reír.
– Eso parece -dijo. Después se quedó callada.
Claire se sentó al borde de su cama y sonrió.
– Estás preocupada. Lo veo en tu mirada.
– Sólo por Wyatt.
– Lo aceptará. O quizá no. Pero de todos modos, yo me las arreglaré bien.
– Me alegro por ti -dijo Nicole-. Quizá Wyatt nos sorprenda a las dos. Y si no lo hace, le romperé las rodillas. Casualmente, sé que puede ser realmente doloroso.
Claire se inclinó hacia delante y la abrazó.
– Te quiero.
– Yo también te quiero. Aunque esté un poco amargada.
Claire se echó hacia atrás.
– ¿Por qué?
– Porque yo también he querido siempre tener una familia. No me malinterpretes; me alegro de que Drew y yo no tuviéramos hijos. Pero tener un bebé sería bonito.
Su voz estaba llena de melancolía.
– Pues quédate embarazada -dijo Claire-. Es fácil.
Nicole se rió.
– Eso tengo entendido. Te agradezco el consejo, pero creo que voy a esperar un poco. En este momento, las cosas son un poco complicadas. Me alegro por ti.
– ¡Yo también! -dijo Claire-. Estoy asustada, pero en el buen sentido: estoy expectante, impaciente.
– ¿Qué vas a hacer con tu carrera profesional?
– No lo sé. Lo echo de menos -admitió Claire-. Cada vez más. ¿Podré hacer ambas cosas?
– ¿Y por qué no? ¿Acaso no eres rica? Puedes contratar a alguien para que te ayude, si lo necesitas.
– Claro.
– Cariño, entonces te digo que a por todas.
Claire se rió de nuevo.
– Eso es lo que voy a hacer.